“Luz por todas partes” antología poética de Cees Nooteboom

luztodaspartesAcababa de terminar de leer la inencontrable “Así puede ser” de mi holandés favorito, una antología de su obra poética hasta 1999 realizada por Huerga y Fierro cuando, justo este año, acabo de ver publicada su antología más reciente por la editorial Visor de libros: hablo de “Luz por todas partes” y recoge poemas del autor desde “El poema negro” (1960) hasta el homónimo título del 2012. Por lo tanto, engloba la mayoría de lo que ya salió antes y se complementa con obras más recientes. De hecho, la traducción e introducción de los textos que voy a poner pertenecen a la misma persona, Fernando García de la Banda. Es decir, se puede omitir la compra de la primera, ya que esta segunda es completísima, y ya que hablo de ella en general, es excepcional.

Y no me ahorro apelativos porque, sinceramente, no soy muy dado a leer poesía, debido a mi inclinación natural a leer ficción y tengo que reconocer que, últimamente, leo bastante más del primero y la culpa la tienen autores tan diversos como el surcorenano Ko Un (del que hablé por aquí…), el holandés que ya todos conocéis y del que hablaré a continuación y, más ortodoxo, Ted Hughes, por demostrarme el místico término del aliento y la energía poética y que está presente en su estimulante obra. Y no solo la leo, sí, la disfruto muchísimo.

En la exhaustiva introducción, el traductor expone muy acertadamente las características generales de la poesía de Nooteboom y es relevante cuando al hilo de la dificultad de sus poemas indica lo siguiente: “El hermetismo citado no ha de extrañar, si tenemos en cuenta que el concepto clave de su poesía –junto con el ver, el mirar- es el enigma o misterio, ‘radseel’ en neerlandés  (que en su acepción más lúdica significa también ‘adivinanza’, ‘acertijo’).  Nooteboom concibe la literatura, y en general todo el arte, como una indagación en el misterio: ‘El gran arte te enreda en enigmas que tienes que resolver.”

Característica que, en mi opinión, constituye uno de sus mayores encantos.

En dicha introducción a la manera de prólogo también informa sobre el proceso “traductológico”, seguido con las dificultades generales de traducción de la poesía neerlandesa y en particular la de Nooteboom y constituye una guía de introducción para principiantes de inestimable valor para el mayor disfrute de lo que viene después.

Lo único discutible o a lo que se le podría poner un pero es la falta de imágenes  que sirven de inspiración a algunas antologías poéticas como la de “Autorretrato de otro” (de la que hablé en este enlace) y el orden cronológico inverso en el tiempo, de más reciente a más antiguos. Parecía más lógico haberlas colocado en orden inverso: de más antiguos a modernos para ver la evolución. De todos modos esto no ensombrece un resultado final grandioso del que os voy a poner a continuación una pequeña muestra de los poemas que demuestran su eclecticismo a la hora de elegir temas, su manejo de estructuras variadas y su sensibilidad.

De “Luz por todas partes” (2012), este “Fuera” es un canto a cada momento que vivimos:

 

No voy ahora fuera,

ya estoy fuera. A medio camino entre la palmera

y la higuera. Bajo la media luna,

a siete horas del rocío.

Gotas sobre el plumbago.

 

¿Cómo se llama cada hora

de la noche, cómo cada minuto

de la hora? Si los días tienen nombres,

¿por qué no los minutos?

 

Cada instante de nuestra vida

debería tener un nombre

que no se pareciese al nuestro,

que nos olvidase. Cada segundo

una cifra en un registro

 

de atisbos, murmullos

escuchados, versos

trabados con diarios,

susurros de escarcha y nieve,

el poema más lento

de la duración.

 

Y este fragmento de “Borges” que refleja a la perfección lo indefinible de la producción del enigmático autor:

 

[…]

Así arrojaste tu obra

al tiempo, palabras, un día empezadas como nada,

como pensamiento, como frase, como poema,

escritura transformada en libro

de mármol, y luego hundiéndose

perdida, corroída

por mil ojos aún no nacidos,

otra vez convertida en palabras sin poeta,

y más aún, letras en la piedra más y más ilegibles,

susurro de fragmentos,

el eco enigmático de un tiempo prehistórico,

 

hasta esa única y última

redención,

 

alcanzada

ausencia

 

En la mencionada “Así pudo ser (1999)”, “Quimera” representa uno de sus estudios de la identidad, cómo somos, cómo se construye:

 

Nunca fuiste quien quisiste ser,

quien creías que eras.

El traje equivocado

en un mundo volcado.

 

Siempre has ido con la mentira,

la más antigua prometida, nunca creíste

que los dichos cercanos

 

son los más íntimos. Para ti era

más familiar la aparición

que el primer pensamiento,

 

tenías demasiado  mundo, demasiado musgo

en tu estatua, estabas

con el libro que tú mismo no querías leer,

 

un hombre de carne que se volvió de cal,

un ángel de sombra, solo,

y envuelto en el vacío oficio

de tu nombre.

 

Y “Acertijo”, el más idiosincrático para mí, ¿es él la persona a la que se está refiriendo? Yo creo que sí y que emparenta con esa necesidad de resolver enigmas en el arte a la que se refiere el propio autor:

 

El grillo es el monje del pájaro.

Su madre un cardo,

su hija un guijarro.

 

¿Y yo? Yo construyo mi nido

en las algas ondulantes

y me sumerjo en el acertijo

 

donde se está fresco

y se percibe el aroma

de un tiempo sin fin.

 

Podría poner más muestras, pero voy a finalizar con un poema de la recopilación “Ausente, presente” (1970) y esta joya:

 

NADA

La vida

deberías poder

recordarla

como un viaje al extranjero

y con amigos o amigas

comentarla luego

y decir

no ha estado mal

la vida,

y ver pasar jirones de mujeres, misterios

y paisajes

y luego recostarte satisfecho

pero los muertos no pueden recostarse.

Ni tampoco pueden hacer nada.

 

Espero que la vida se convierta siempre en algo que disfrutes gracias a la gran literatura. La de autores como Cees Nooteboom.

“Joyland” de Stephen King

JoylandHCParques de atracciones, vicioso asesino en serie, género policial, relato de formación, emoción.

Una novela que tiene estos cinco elementos no podía fallar. Y no lo hizo.

Por si alguien no lo tiene claro se trata de la última novela de Stephen King publicada en España y su nombre es “Joyland”. Esta novela la publicó directament en el sello “Hard Case Crime” , diferente al suyo habitual y que sigue la siguiente filosofía: “Hard Case Crime brings you the best in hardboiled crime fiction, ranging from lost noir masterpieces to new novels by today’s most powerful writers, featuring stunning original cover art in the grand pulp style.” Uno de sus sellos son las portadas, solo tenéis que ver a continuación la del título en EE. UU. de esta novela reproduciendo esas maravillosas portadas pulp.

La novela reproduce uno de los temas que ya ha abordado habitualmente King en otras novelas, y es el del relato de formación (“coming of age”), ese paso de la adolescencia a la madurez que tienen que afrontar sus personajes y que suele servirse de hilo conductor; aderezado en este caso con algunos elementos sobrenaturales y la presencia de un asesino en serie como amenaza.

Talento es el que tiene siempre para presentar la época en la que se encuentra el protagonista, el siguiente párrafo lo atestigua, en un par de plumazos una época se dibuja con la suficiente exactitud para que nos introduzcamos en el momento:

“A la ida o la vuelta, siempre los saludaba, y el chico me devolvía el saludo. Ella no, al principio. 1973 fue el año del embargo petrolero de la OPEP, el año en que Richard Nixon anunció que él no era un maleante, el año en que Edward G. Robinson y Noel Coward murieron. Fue el año perdido de Devin Jones. Yo era un chico de veintiún años, virgen y con aspiraciones literarias. Tenía tres pares de pantalones vaqueros, cuatro pares de calzoncillos Jockey, un Ford que era una chatarra (pero con muy buena radio), ocasionales pensamientos suicidas y un corazón roto.

Dulce, ¿eh?”

Para evidenciar que estamos ante un relato de formación, qué mejor que poner la narración en la primera persona del protagonista: Devin Jones; consigue ponerse perfectamente en la mentalidad de un chico de veintiún años y de esta manera gana la involucración emocional del lector, tanto del adolescente como el más adulto que conoce las implicaciones de este tipo de historia: 

“Con veintiún años, la vida es una mapa de carreteras. Es solo cuando cumples los veinticinco o así que empiezas a sospechar que has estado mirando el mapa al revés, y no es hasta que alcanzas los cuarenta que estás completamente seguro de haberlo hecho. Para cuando tienes sesenta, fíate de mí, uno está más perdido que la hostia.”

A través de un “feriante de feriantes” conocemos cómo es la vida en un parque de atracciones y le añadimos un poco de sabiduría popular:

“La historia es la mierda colectiva y ancestral de la raza humana, un enorme montón de porquería que no para de crecer. Ahora mismo nosotros estamos en la cima, pero muy pronto quedaremos enterrados bajo la caca de las generaciones venideras. Por eso las ropas de vuestros viejos parecen tan graciosas en las fotografías viejas, por citar un ejemplo”.

joyland-9788415725084De fondo se aprecia la amenaza, ese posible asesino en serie que ya actuó en el pasado. En la sombra podemos discernir elementos sobrenaturales pero se racionan con sabiduría, no hay que saturar al lector. La maduración del protagonista va acometiéndose, el final del primer amor parece una buena forma de avanzar en este tortuoso camino que es la vida.

“El final de mi primer amor no puede compararse ni de lejos con la muerte de un viejo amigo ni con el duelo de otro, pero siguió el mismo patrón. Exactamente el mismo. Y si me pareció el fin del mundo –primero por provocar ideas suicidas (por muy tontas y poco entusiastas que pudieran ser) y segundo un movimiento sísmico, en el previamente incuestionable curso de mi vida-, hay que comprender que no disponía de ninguna escala con la que juzgarlo. A eso se le llama ser joven.”

Sin descuidar los pequeños detalles, un fantasma, un augurio, alguna pista más para poder resolver el misterio, una cita en el sitio adecuado: la trama queda planificada como un reloj. Una de las características de King en este tipo de libros es que suele utilizar lo sobrenatural para resolver la trama, por ser esperable no deja de estar bien resuelto; en esta ocasión, en un giro final que deja sin aliento, en una escena cargada de tensión.

La coctelera con todos estos ingredientes saca una mezcla brutal con un thriller pleno de intensidad y que no decepcionará a la mayoría de lectores. El Sr King sigue ofreciendo buenas historias y nos llama la atención:

“-Algunas personas ocultan sus verdaderas caras, cariño. A veces se distinguen sus máscaras, pero no siempre. Hasta la gente con gran intuición puede ser engañada.”

El avance hacia la madurez está plagado de obstáculos, no siempre podemos preverlos pero debemos tener la capacidad de superarlos.

Textos de la traducción del inglés de José Óscar Hernández Sendín para esta edición de “Joyland” 

“Cartas a Poseidón” de Cees Nooteboom

cartas-a-poseidon-9788498419993Es muy dado Cees Nooteboom a tomar como musa inspiradora de sus escritos el elemento más impensable, ya hablé al respecto con su “Autorretrato de otro”  donde se daba uno de estos casos.

En esta ocasión una servilleta con el nombre de Poseidón escrito en letras azules en un restaurante al azar en Múnich supone el desencadenante para que el holandés escriba unas cartas al dios con lo que ve, oye y piensa. Sigue una estructura sencilla donde alterna cartas directas a Poseidón que se van alternando con otras que pueden ir (o no)  directamente relacionadas con él y que poseen títulos diversos; además, cada una de estas notas, cartas, etc. vienen complementadas con notas e imágenes al final del libro.

En estos libros de viajes nos encontramos con la faceta en la que saca su lado más lírico; el resultado, a pesar de algún texto irregular, es maravilloso. Un triunfo de lo sensorial con algunas cotas que alcanzan lo sublime; aprovechando precisamente su lectura, totalmente satisfactoria, me gustaría citar algunos de estos momentos:

En ‘Bayreuth’: “Ocurre cada verano, con las misma certeza que Wimbledon o el Tour de Francia. De repente penetran en mi jardín mediterráneo sonidos alemanas. Sonidos aún inseguros, que no saben si son bienvenidos. Metales, timbales, voces altas y duras. Como sondeándolo todo. Noto que todo mi jardín se pone alerta, a la defensiva. Las palmeras, el hibisco, los cactus, el papiro, plantas que no sobrevivirían en la bruma fría del norte. Pero la música no tiene compasión, disfruta de su poder. A mis oídos llegan los tonos sostenidos alemanes, los sonidos militantes del coro, esa otra lengua cortante, las cornetas de caza, el crescendo de una gran orquesta, la traición de Tristán que entrega a Isolda a su rey, la furia de ella, el grito de dolor que disfrazado de canción corre junto al lila claro del plumbago y, como una súbita tormenta, cruza veloz la buganvilla que deja en la tierra manchas moradas. Y yo ahí en medio, desterrado, un jardinero nórdico bajo los olivos, apresado en la contradicción de mi vida.”

¿Hay mejor forma de describir la música de Wagner en su templo Bayreuth? Qué catálogo de imágenes que juegan con la vista y el sonido: “La música no tiene compasión, disfruta de su poder”.

‘Libros’ contiene el siguiente párrafo: “Al principio no reconozco otro sonido que el rumor del agua que corre, pero luego percibo por debajo de ese suave rumor un murmullo cada vez más intenso y furioso, como un coro que cantara con los dientes apretados, un zumbido átono y siniestro que no desvela ningún significado, un agobiante lamento de tinta y papel, el sonido que emiten los libros cuando saben que son quemados o ahogados, el dolor por lo que ya nunca más será leído.”

Capacidad innata de encontrar la metáfora más acertada que describa lo que quiere decir, vuelve a jugar con esa fusión de sonido y visión y se suma el olor ahora. Qué imagen más bella la de “agobiante lamento de tinta y papel”.

Una de esas maneras que tiene de ligar textos con el dios la tenemos en el texto ‘Chica’, sencillo, onírico: “Entonces la oigo. Al principio el sonido es muy flojo, aún no sé de dónde viene. Luego un poco más fuerte y entonces consigo localizarla. Una chica sentada con su guitarra sobre un bordillo de piedra, más abajo, junto a una especie de dique, las piernas colgando sobre el agua. Está sola, su voz es aguda y fina. Entona una canción en su lengua que resuena por toda la bahía y, cuando ya me he alejado un buen trecho, la sigo oyendo, una mujer cantándole al mar. Seguro que el dios también la ha oído, no puede ser de otra manera.”

Una simple foto amarillenta en el artículo ‘Bal des Ambassadeurs’, encontrada en el mercadillo bonaerense de San Telmo, le sirve para deleitarnos con el paso y la evocación del tiempo: “Haciendo un esfuerzo de concentración, oigo fragmentos de palabras y frases: Masaryk, Rijnland, Múnich, pero estas desaparecen enseguida o se ocultan detrás de otras palabras más inocentes: foxtrot, mañana, champán, recepción. Las bocas abiertas o entreabiertas, frases políglotas congeladas al mismo tiempo que su significado, y entre pasos de baile y trajes de noche, entre flirteos y espionaje, entre hombres y mujeres, la música y el misterio del tiempo.”

Me gustaría acabar con una pequeña dosis de una de las cartas que dirige directamente al dios,  ‘Poseidón XXII’: “En un barco pequeño se percibe mejor la infinitud del mar, es como si una fuerza tirara de la embarcación. Cuando de noche estás solo en la cubierta y miras fijamente el movimiento de las olas, la existencia se torna una infinita pregunta sin respuesta. Algo así será. Más adelante visité tus templos vacíos en el cabo Sunión y en Segesta, Sicilia. Envoltorios clásicos de extraordinaria belleza, poderosas columnas dóricas con el cielo como techumbre, donde la imaginación transforma el susurro de los árboles en voces humanas que tal vez aún hablen de ti o tal vez no. Y aquí, donde me encuentro ahora, tengo el mar y con él te tengo a ti siempre a mi alrededor. ¿He logrado así estar más cerca de ti? Creo que no, porque sigo buscándote. Cuanto más leo sobre ti, más identidades adoptas, normalmente no muy amables.”

Lo fascinante del mar en su aparente infinitud. Nooteboom, poeta siempre, buscando la sublimidad.

Textos de la traducción del neerlandés de Isabel-Clara Lorda Vidal para esta edición de “Cartas de Poseidón” de Siruela.

“Cómo ser europeos”: ensayos sobre el europeísmo de Cees Nooteboom

como-ser-europeos-ebook-9788498418477En las sucesivas reseñas que estoy publicando sobre libros de Nooteboom no han salido aún dos facetas suyas que abordaré en los próximos artículos; sí que es cierto que están muy unidas entre sí, hablo, como alguno sabrá del “europeísmo” del holandés, este europeísmo ha sido reforzado por su faceta principal, su afición, más allá de lo lúdico, por viajar a innumerables países que, además, le sirven de escenarios para sus novelas, novelas de viajes, poemas, ensayos, etc.

Con la reciente lectura de su recopilación de ensayos “Cómo ser europeos” (1993) es la mejor forma de dar contexto a esta faceta de indudable valor.

En “El rapto de Europa”, primer ensayo incluido en la selección, parece mentira que nos encontremos 20 años antes del momento actual; en ese corto texto encontramos una serie de ideas que reflejan con mucha claridad su idea de lo que debería ser Europa, a lo que debería llegar. La exposición es simple pero muy potente, podemos ver cómo expone las características que definen a Europa:

“Unicidad y pluriformidad, he intentado hallar en mi vida la traducción de estos términos abstractos. Porque, si soy europeo (y espero empezar a lograrlo, a la larga, al cabo de sesenta años de trabajo encarnizado), eso significa sin duda que la pluriformidad europea influye en mi uniformidad holandesa. […] ¿Acaso no es cualquier ciudadano, entre otras muchas cosas, un producto, un punto de convergencia, un receptáculo de su pasado nacional? Está, para expresar la idea de forma más paradójica, encaramado en la cúspide de una pirámide histórica, y debe, al mismo tiempo, mantenerla en equilibrio sobre su cabeza. Es a la vez imposible y obligado. El producto de la historia debe, conscientemente o no, cargar con esta historia. Está escrita en su carácter nacional, en su lengua, en su herencia social cultural, y se trata aquí de una herencia que no se puede rechazar[…];

Dos ideas subyacen en este extracto: la primera de ellas se relaciona con la unicidad de cada país,  y la enlaza con el patrimonio histórico ineludible e irrechazable que heredamos todos y cada uno de nosotros; la otra idea tiene que ver con la pluriformidad, la multiplicidad de formas que se dan por tener tantos países distintos que deberían enriquecer el panorama y reforzar era europeización, aunque ya sabemos, hoy, que no es así.

El holandés es consciente de los esfuerzos, desde hace tiempo, de realizar esta unificación, pero también es consciente de que esto no se está haciendo correctamente, precisamente por las características de las que hablaba al principio; un ejemplo muy claro que relata es el de la Europa de posguerra y el fracaso que supuso intentar exponer esta unificación desde la violencia:

“De la posguerra recuerdo la desnudez y el vacío. Una vez más, alguien había intentado unificar Europa por coacción y, una vez más, la tentativa había resultado un fracaso, porque es imposible gobernar Europa según un esquema hegemónico. La pluriformidad no es digerible por un organismo único, es necesaria una alquimia completamente distinta y extremadamente misteriosa. No habíamos llegado a eso en aquella época y, según mi modesta opinión, seguimos sin alcanzarlo hoy en día[…]”.

Al final del texto es capaz de irse a lo micro y exponer, desde su punto de vista, que podemos aceptar o no, lo que él cree que debería ser esta actitud integradora, es sumamente concreto en su exigencia y en sus esperanzas:

“[..] me fui a España y, a decir verdad, no me he movido de allí desde entonces, una esquizofrenia europea ya incurable divide mi ser en una parte meridional y una parte nórdica; en invierno, vivo en Amsterdam o en Berlín, en verano, me entrego despiadadamente a España, convirtiéndome así en una de esas criaturas híbridas incomprendidas dondequiera que vayan, que tienen su residencia en tres lugares distintos, o sea en ninguna parte, quizá uno de los primeros europeos verdaderos, valientes cobayas del nuevo continente, que han incorporado en su propia existencia la unicidad y la pluriformidad. Deberían disecarnos, somos de gran interés para la ciencia. […] odiamos la tontería de las grandes naciones que no hablan más idioma que el suyo y que se aseguran que la nación siguiente tampoco lo haga […]; no entendemos que los mismos hombres de izquierdas que lamentan la desaparición de una especie de pájaro de las más insignificantes rían viendo a un hombre, quizá el último, llevar el traje tradicional bávaro; nos sentimos humillados cada vez que un McDonald’s suplanta un plato de pulmón en Suabia, un plato de callos en Florencia, un haggis en Edimburgo, o un plato de bacalao en Navarra […] despreciamos el cáncer de la violencia nacionalista, ya sea llevada a cabo por irlandeses, croatas, vascos o serbios; somos, en una palabra, aquellos a los que nadie escucha.”

Podemos aceptar o no estas ideas, pero están cargadas de sentido común, Europa podría ser de otra forma si se intentaran llevar a cabo. Nooteboom, en los ensayos, un gran escritor y humanista.

Textos de la traducción del francés de Anne-Hélène Suárez Girard de la obra “Cómo ser europeos” de Cees Nooteboom de Siruela.

El resumen de julio y lo que se avecina en agosto

El mes de julio ha resultado este año bastante extraño; principalmente porque he estado casi todo el mes de vacaciones y, además, por la influencia de “El plantador de tabaco” que me absorbió bastante tiempo. El caso es que he tenido acceso muy limitado a mi procesador de textos habitual y se me ha acumulado todo de una manera considerable. La pena de esto hasta que me ponga al día, es que se van a quedar en el tintero varios libros que, sin duda, merecerían un comentario mayor y que, sin embargo, solo los voy a citar en este post conjunto. Sí que pondré las relacionadas con mi Proyecto literario que irán apareciendo sucesivamente:

Sin más dilación, este es el resumen de lecturas del mes:

“Un paraíso inalcanzable” de John Mortimer, de esta joya ya tenía preparada la reseña y caerá en no mucho tiempo, mientras llega, ya os aseguro que va a estar entre lo mejor del año. Una delicia.

“El plantador de tabaco” de John Barth, el post 150 de este blog, todo un éxito para mí, ya lo comenté anteriormente por aquí.

“Joyland” de Stephen King, sí habrá reseña de él, al menos algún comentario. Un muy buen King como últimamente nos tiene acostumbrados.

“Cómo hacer bien el mal” de Harry Houdini, una verdadera sorpresa la publicación de este catálogo de escritos del gran y conocido ilusionista por parte de Capitán Swing. Una lectura diferente para aquellos que piensan que un ensayo es aburrido. Houdini sorprende primeramente con un relato que bien pudiera haber sido escrito a dos manos con el gran Lovecraft; el resto se trata de artículos realizados por él y que nos desvelan secretos para hacer que un ilusionista triunfe además de desvelar algunos de los increíbles trucos de los tragasables o tragapiedras… sí, habéis leído bien. Lectura muy original, divertida y refrescante para el verano.

“Enterrado en vida” de Arnold Bennett, comentaré algo más sobre él, aprovechando el centenario de títulos de la editorial Impedimenta. Baste, como adelanto, comentar que es una lectura anclada en el realismo decimonónico y cargado de mucho buen humor con un personaje dickensiano.

“El último pasajero” de Manuel Loureiro, ya lejos queda la trilogía de zombis del gallego cuando vemos un giro en su carrera con este thriller con viajes en el tiempo, nazis, elementos de terror y, sobre todo, mucha emoción. Una novela que bien podrían haber escrito los increíbles Preston y Child y que sienta un precedente muy interesante, sobre todo por una presentación del conflicto excelente aunque decaiga más en la parte final. Una más que recomendable propuesta de lectura veraniega con más calidad de lo habitual.

“Cartas a Poseidón” de Cees Nooteboom, uno de esos libros de viajes a los que nos tiene acostumbrados; una simple premisa cargada de mucha belleza y de la que hablaré en un post individual.

“Mujer de Barro” de Joyce Carol Oates, uno de esas novelas que nos brinda normalmente la gran narradora norteamericana, más introspectiva por momentos pero juguetona como pocas, y más comprometida que nunca. Oates siempre embriaga con sus ideas, y aquí no puede ocurrir de otra manera. Próximamente prepararé algo sobre ella.

“Luz por todas partes” de Cees Nooteboom, maravillosa antología poética del holandés que comentaré  más adelante en un post a tal efecto.

“La piedra de moler” de Margaret Drabble, es un acontecimiento que publiquen una novela de la hermana de A.S. Byatt, entre otras cosas, porque no hay nada de ella disponible en castellano. El problema en este caso es la elección de un título de sus inicios que, sinceramente, no es demasiado representativo de su calidad. Estamos ante un relato de autorrealización con la típica mujer de la época que intenta compatibilizar vida personal y laboral. Anclado en la tradición realista la novela se lee muy bien, pero queda lejos de sus experimentos postmodernistas (más interesantes en mi opinión), que realizó posteriormente, sobre todo en su Trilogía “The Radiant Way”. Aun así, es una buena lectura para conocerla y esperemos que venda lo suficiente para que veamos más ejemplos de su pluma.

“La maldición de Eva” de Margaret Atwood, me extenderé aún más sobre este libro de ensayos, vale la pena introducirse en el universo de la escritura sobre todo por la sencillez y el sentido común que demuestra.

“La segunda vida de Viola Wither” de Stella Gibbons, si la editorial Impedimenta tiene un valor seguro, es sin duda el caso de Gibbons, sello de una forma de hacer las cosas y que, además, ha sido elegido para ser el título 100. Muy apropiado.

“Luna Llena” de Jim Butcher, qué divertido e imaginativo es Butcher con las aventuras de Harry Dresden, en esta segunda entrega (que ha salido ahora en bolsillo) aprovecha los elementos que ya presentó en el primero y le da una vuelta al mito del hombre lobo. Lo mejor es que presenta datos sobre el pasado de Harry que servirán, más que probablemente, como germen para las siguientes aventuras. El único pero es que consiga que los métodos usados en su investigaciones no se vuelvan monótonos. Veremos si lo logra en las siguientes entregas. Esta, como la anterior, sigue en buena forma.

“Apartamento 16” de Adam Nevill, con lo poquísimo que se publica de terror en España (aparte de los King, Barker y alguna cosilla más…), intento cada vez más hacerme con todo lo que va saliendo. Este escritor británico es una posibilidad razonable de disfrutar del terror. Estamos ante una típica historia de habitación fantasma, un hotel donde los personajes se ven influenciados por el mal que emana en la habitación, un pasado por descubrir y un personaje maligno muy unido al arte. A pesar de caer en tópicos muy asociados a este tipo de relatos el libro se deja leer y tiene buenos momentos, probaré otros  libros suyos sin dudarlo.

“Los tres estigmas de Palmer Eldritch” de Philip K. Dick, cada vez que leo a Dick tengo la misma sensación: es como si la cabeza fuera a estallar con los innumerables conceptos que empieza a presentarte sin que apenas te dé tiempo a aclimatar tu pensamiento. Es una delicia de ciencia ficción, inconmensurable y que sigue asombrando a pesar de haberse escrito ya hace cincuenta años…  Un coloso imprescindible.

“Boston. Sonata para violín sin cuerdas” de Todd McEwen, este no era una lectura muy veraniega a pesar de tratarse de una lectura estupenda. Principalmente porque el recurso utilizado por el autor, ese continuo flujo interior de pensamientos en la cabeza del protagonista tras darse un golpe en la cabeza, obliga a una lectura más detallada para no perder el ritmo de lo que cuenta y eso se hace notar en la velocidad lectora. Eso sí, a pesar del reto que supone, es muy divertido y la historia desborda buen hacer por su imaginación y momentos de lirismo; además está muy bien acabado. Es muy recomendable si se busca algo más exigente.

Y con esto acabo el resumen, jugoso, como habréis comprobado, de este mes de vacaciones.

El otro día realicé las compras mensuales que os pongo a continuación.

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Sin embargo, no creo que en agosto lea ninguno de ellos, aprovechando que tengo que estudiar para los últimos exámenes (espero) de la carrera en septiembre voy a profundizar en algunas lecturas que no tuve tiempo de hacer relacionadas con el siglo XX británico. Por lo tanto estaré centrado en Spark, Lessing, Fowles, Barnes, Plath, Hughes y cosas por el estilo. Ya comentaré el próximo mes cómo va la cosa con ellos.

El próximo mes, de hecho, se acerca una efemérides de gran importancia para mí, ¿adivináis cuál es?

“Autorretrato de otro. Sueños de la isla y la ciudad de antaño” de Cees Noteboom

autorretratoSi hace poco hablaba de la vertiente más artística de nuestro holandés favorito; ahora voy a introducirme en otro de los géneros que practica con frecuencia: la poesía.

En este caso de trata de una colaboración entre el escritor y el artista alemán Max Neumann. Treinta y tres dibujos de Neumann llegaron a la casa de Nooteboom en Menorca, y allí comenzó un proceso de escritura en el que “la realidad, los recuerdos, mitología e historia, la infancia y un profundo proceso de indagación sobre el laberinto de la identidad desembocaron en estos treinta y tres poemas en prosa.”

En el postfacio a esta edición de los poemas y sus dibujos que realiza el traductor Fernando García de la Banda se explica un poco el proceso creativo; ya que, se suponía que estos poemas en prosa no debían ser representaciones de imágenes pictóricas, sino más bien una inspiración, como “musas”, para la creación de unos poemas, gracias a esas sensaciones.

La idea es ciertamente original, y el resultado, excelente, a pesar de que tenía reticencias al experimento. La edición bilingüe requiere un gran esfuerzo de traducción; ninguno de los dos autores buscaban belleza ni lirismo propiamente dichos (aunque al final sí consigan momentos de este estilo) y ello se refleja en la aridez de los textos, de los dibujos, de los temas tratados; es difícil no caer en la tentación de hacer más bello el texto y, sin embargo, no solo lo consigue sino que al leerlos y observar las imágenes se generan sensaciones, que van del dolor a lo sublime. Un cúmulo de momentos de todo tipo que no causan indiferencia. Podemos ver como ejemplo el poema número dieciocho:

“Alguien en un camino en el campo, una figura inmóvil, envuelta en su sombra. Solo después esta serie: un niño, un perro, un cura, tres ancianas. Era incapaz de hacer algo con aquello. Fue a sentarse a una piedra; podría decirse que sopesaba la tarde. Oscureció lentamente, oyó los guijarros del riachuelo, rodando suavemente unos encima de otros, un imperceptible deslizarse y chocar, el sonido que también harían si él no estuviera allí. “Así se pulen”, pensó. Y sintió sus formas redondas en la palma de la mano. Luego, cuando ya colgaba la niebla sobre el agua, la noche se convirtió en búho. Se estremeció con el grito que hizo insoportable el silencio.”

O de este poema veintidós que genera otro tipo de sensaciones que se acercan más a lo musical:

“[…]La idea de que el silencio entre las notas se registre como tiempo lo conmueve. Así, también la ausencia de sonido es música, invisible e inaudible como el propio tiempo. Audible, inaudible. En ese silencio continúa, hasta que el silencio aún mayor lo acoge todo, el sonido y su opuesto. Solo entonces ha llegado al mar. Ritmo, el número de las olas, secuencia.”

 Al final es inevitable que haya elementos comunes, pero el autor aprovecha para realizar una exploración de la identidad de la persona, de la construcción a través de los demás; y, ¿por qué no?, de la infancia en contraposición con la vejez, con la muerte.

autorretratoneumann“Había también otra forma junto a él. Otro rostro que eclipsaba el suyo. Quizá el suyo ya no existiera, pero eso daba igual. La forma sería capaz de multiplicarse y él podría estar en todas partes, casi siempre invisible. Lo que importaba era tener una voz que casi nadie pudiera oír. Eso requería el menor número posible de palabras. Se tumbó en el suelo, ya frío. Su madre surgió de uno de sus sueños. Parecía recubierta de plata, y caminaba por una carretera con árboles arqueados. La sentía cantar. Luego, durante mucho tiempo, no sucedió nada. Ahora necesitaba pensamientos para sustituir a su rostro, el escudo ausente. También había otras manos en lugar de las suyas. Ya apenas las iba a necesitar.”

El viaje resurge como metáfora de la búsqueda de la identidad y del camino que recorremos en la vida desde la infancia hasta el final de nuestros días. El lenguaje se vuelve la expresión de nuestra identidad y parte de ella:

[…]Tomó su maleta y se demoró aún un rato ante la ventana de su casa vacía. Afuera había parado el viento. Ya nada volaba. Pensó en la primera palabra, y luego en la última, y se imaginó que una voz pronunciaría un día en algún lugar esa última palabra, igual que la misma voz u otra exclamó en otro tiempo la primera. Las cosas, desprovistas de su nombre y abolidas, las palabras borradas, hasta que tampoco la primera hubiera sido pronunciada. Solo después volvería a hacerse el silencio. Solo después volvió a hacerse el silencio.

Excelente edición de una obra estimulante a pesar de su breve extensión a cargo de Calambur.

Los textos provienen de la traducción del neerlandés de Fernando García de la Banda para esta edición de la obra.

“Zurbarán. El pintor del misticismo” de Cees Noteboom

zurbaran-el-pintor-de-misticismo-9788498415612Una de las características que definen a Cees Nooteboom es su eclecticismo desbordante; con una variedad de estilos que le permiten abordar diferentes vertientes literarias. Esta semana voy a poner un par de subgéneros que amplían, sin lugar a dudas, estas cualidades. En su magnífica “El enigma de la luz”  reunía varios artículos en clave de ensayo ficcional donde demostraba no tanto los conocimientos técnicos como su apreciación sensorial a las obras que comentaba. Y para ello utilizaba sus mejores herramientas literarias acentuándose más que en el caso de su obra de ficción, por poner un ejemplo ilustrativo.

Este “Zurbarán. El pintor misticismo” reúne las experiencias del escritor holandés al presenciar una exposición sobre el arte español del Siglo de Oro que tuvo lugar en la National Gallery de Londres, el nombre de la muestra era “The sacred made real” (“Lo sagrado hecho realidad”). La edición, preciosa, de Siruela, recuerda al formato de los libros de arte que edita Taschen y que son bastante conocidos entre los compradores habituales de arte.

Nooteboom realiza un comentario extendido durante varias páginas referentes a la obra de Zurbarán y a la época en que se realizaron y, en la parte final, escoge una selección de cuadros del gran pintor español que reflejan lo hablado y que, ciertamente, son magníficos. Es fabuloso como en pocas palabras es capaz de mitificar al extremo su pintura, haciendo gala de un lirismo extremo, con todo lo bueno que se puede asociar a este último adjetivo. Cada palabra de las que comenta exalta su obra:

“Es, ante todo, la idea que hay detrás la que se impone: que hubo un tiempo en el que las personas vivían en esta realidad que ya no nos permite acceder a ella como tal, y que se identificaban totalmente con ella, de modo que veían esas imágenes como cuerpos de personas reales y padecían sus sufrimientos como propios. Para lograr este propósito, las imágenes tenían que ser lo más reales posibles: la sangre tenía que parecer sangre de verdad; y las lágrimas, lágrimas de verdad.”

Se podría limitar a comentar, desde la perspectiva actual, una obra que, a todas luces, no es característica de los tiempos contemporáneos, ni entendible; sin embargo, es capaz de ser consciente de la época y con esa base dar la apreciación necesaria. Es una aproximación ciertamente inteligente y que pone en su sitio una muestra genial. La conclusión, clarividente, a la par que acentuadamente lírica nos acerca más a un pintor imprescindible:

“En sus cuadros hay infinidad de cosas por ver, pero para mí Zurbarán es también el pintor de lo indescriptible; hasta en los cuadros más mudos hay una forma de éxtasis que literalmente no se deja describir, y entonces no puedo hacer más que volver a mi punto de partida: las personas que el pintor reflejaba pertenecían a un mundo que para nosotros ha devenido inaccesible para siempre. El milagro es que a pesar de todo podamos verlas. No es posible acercarse más al enigma.”

El único “pero” que le puedo poner a la exquisita edición de Siruela es el “algo elevado” precio; la calidad de reproducción de los cuadros es prácticamente insuperable.
Los textos provienen de la traducción de neerlandés de María Cóndor para esta edición de Siruela.

“En las montañas de Holanda” de Cees Nooteboom

enlasmontañas“En las montañas de Holanda” se ha convertido en una de mis novelas favoritas de Nooteboom. Ese es el primer hecho que saco después de acabar su lectura. El segundo sería que me parece una de las mejores posibilidades para empezar a leer al holandés, de las más accesibles, no solo por la trama, muy cercana a un cuento de hadas, sino porque es una obra de no mucha extensión y además con muchas posibles lecturas a varios niveles.

Lo más genial de dicha novela es que esta apariencia de cuento le sirve para, al mismo tiempo, explorar los límites narrativos de la novela. De hecho tenemos dos narraciones bien diferenciadas; por un lado, el de la historia de Kai y Lucía, por otro, las digresiones de su escritor, Alfonso Tiburón Mendoza, inspector de carreteras de la provincia de Zaragoza, que sirven, justamente, para discernir sobre esas fronteras.

Desde el comienzo, con ese “Érase una vez“ entramos en territorio de cuento de hadas:

“Érase una vez un tiempo, que, a decir de algunos todavía perdura. En ese tiempo, Holanda era mucho más extensa que ahora. No falta quien lo niega, pero también hay quien asegura que, si bien dicho tiempo ha existido, es ya cosa pasada. Si eso es cierto, lo ignoro. Pero sí puedo afirmar, porque lo he constatado personalmente, que la bandera holandesa ha ondeado en los puertos más altos de Europa.”

Lo onírico aparece mezclado con la realidad, es imprescindible que esta unión no se pierda porque será la manera de defender la argumentación de fondo de Nooteboom; con la descripción del sur de Holanda y de sus habitantes podemos ver igualmente una muestra de esta conjunción:

“La gente del Sur era más ruda, pero también más libre, de la misma manera que sus paisajes eran más abruptos y solitarios. Aquello que repelía a otros, a mí me atraía. La altiplanicie del sur era mi paisaje preferido. Los periodistas proclives al tópico hablaban siempre de un paisaje lunar, pero ya quisiera yo ver en la luna una cabaña construida con grandes cantos rodados donde cobijarse y dormir, al lado de un impetuoso arroyo de montaña.”

Gracias a las digresiones del escritor sabemos cuál es el tema del relato: “Ahora ya vamos al tema: la belleza perfecta y la felicidad perfecta. Dudo que muchos de mis célebres colegas se atrevan a abordarlo. Así y todo, ese es el tema de mi relato.”

Entre otras cosas porque no solo reconoce que a ningún autor le parece interesante tratarlo, sino que establece que es un modelo obsoleto en la siguiente frase, un modelo insoportable para una sociedad contemporánea en la que todo se ha convertido en “relativo”, ¿qué cabida tiene la perfección en una sociedad como esta?

“Con la muerte de dios, tanto si ha existido como si no, el modelo de perfección ha quedado abolido. A partir de ese momento el arte ha estirado el cuerpo hecho a Su imagen y semejanza, lo ha dividido en superficies, lo ha horadado por todas partes y lo ha deformado. Diríase que ya no podemos soportar la perfección, ni siquiera como idea, porque nos aburre como un sueño soñado con demasiada frecuencia.”

Hablando de Kai y Lucía, los circenses protagonistas de la novela que escribe, entra en la dimensión de la pareja y aprovecha para entrar en otro nivel, el del lenguaje, en este caso con la palabra pareja:  “Y, además, forman una pareja, una paar. Siempre me ha gustado la palabra holandesa, la española es demasiado larga. Pareja si se pronuncia en voz bien alta, evoca un vínculo, pero nunca con la fuerza absoluta contenida en la palabra holandesa paar. La pareja es la asociación humana más reducida y, debido a que excluye a los demás, resulta insoportable.” Este tipo de discusión lo realizará frecuentemente, aportando una versión lingüística muy interesante que añade otro nivel a lo escrito.

Si tanto la pareja como lo perfecto (representado en un principio por Dios) está en una crisis manifiesta, ¿qué nos podría quedar?,¿ los cuentos de hadas?:

“-Es un error.

-¿Qué?

-No creer en cuentos de hadas.

-¿Por qué?

-Porque hay muchas cosas que pueden explicarse mediante los cuentos de hadas.

El cuento de hadas es un hongo de la realidad. Disfraz, apología, hongo, enfermedad, caricatura.”

En esta realidad insoportablemente inestable, un cuento de hadas podría darnos la estabilidad que nos daban las convicciones profundas, el cemento para construir nuestra identidad:

“Pero ¿por qué alguien escribe un cuento de hadas? ¿Por qué la realidad le resultaba insoportable? Los mitos no los escribió nadie, y esa debía ser sin duda la clave. Escribir cuentos de hadas era un falso anhelo de escribir mitos y, por tanto, un anhelo de no ser nadie o de ser todo un pueblo, una masa sin nombre ni rostro, una especie extinguida.”

Reforzando cada vez más la idea de los “sproocsprekers” (story-tellers), sí, los contadores de historias como figuras indispensables en la construcción de la ficción. Esa ficción que siempre defendió Chesterton como “una necesidad” para nuestra existencia.

En la magistral última parte Nooteboom encadena las nociones de novela, mito y cuento de hadas y lo hace a través de las diferentes versiones de un mismo relato que realizan varios autores:

“Kundera y D’Ors escriben novelas. Platón habla de un mito contado por Aristófanes durante el banquete. Andersen escribe cuentos de hadas. Las novelas describen cómo es la vida porque narran aquello que puede ser. El mito da respuestas imposibles a preguntas sin solución. Sucede en ellos lo que nunca ha sucedido. Los mitos son ejemplos; las novelas, imágenes; los cuentos de hadas, mentiras amables que cuentan los hombres incapaces de resistir el mito malogrado de la vida. En los mitos, los seres humanos viven eternamente. En los cuentos, viven muchos años y son felices. En las novelas, al final de esos muchos años empieza la desdicha, y la mayoría de las veces incluso antes.

En los mitos, todo, de un modo u otro, queda resuelto. En las novelas nunca se resuelve nada, y en los cuentos la solución se aplaza, pero si alguna vez tiene lugar, es fuera del marco del cuento. Esa es la mentira.”

En efecto, la solución en los cuentos se aplaza u ocurre siempre fuera del marco del cuento, no hay lugar para la tristeza, ya que siempre nos quedamos con una más que satisfactoria lectura. Justo como sucede con este “novelón” de Nooteboom. Una joya imprescindible de narrativa contemporánea.

Textos de la traducción del neerlandés de Felip Lorda i Alaiz para esta edición de “En las montañas de Holanda.”

“La historia siguiente” de Cees Nooteboom

P86350A.jpg“La historia siguiente” es una de esas pequeñas novelas con las que de vez en cuando nos sorprende nuestro holandés favorito. En dos partes nos muestra una historia en retrospectiva de construcción de la identidad a través de sus dos grandes amores del pasado. Lo más curioso es que el protagonista, el profesor Herman Mussert, enseña lenguas muertas y utilizará constantes paralelismos que tienen que ver con los clásicos grecolatinos.

Lo bueno de estas novelas es que, según el momento en que las cojas, pueden dejarte una sensación u otra. Te puedes fijar más en algo que, sin embargo, la próxima vez que la leas a lo mejor ni lo consideras. Esta es quizás la fuerza de la narrativa contemporánea, dejar historias poco cerradas y que, además, dejan bastante a la interpretación del lector, base de la “teoría de la recepción” literaria.

Nooteboom, como otros grandes actuales, juegan con estos factores muy sabiamente y nos ofrece muchas posibilidades en esta pequeña obra por poner un ejemplo. De entre todas las posibilidades que subyacen en la trama: construcción de la identidad, límites entre ficción y realidad, la frontera entre la vida y la muerte, etc. Me gustaría quedarme sin embargo con uno de los temas que más me obsesiona últimamente: la construcción de la realidad mediante la ficción y el entrelazamiento de los relatos.

Dice Nooteboom:

“Tengo exactamente la misma sensación que tenía antes, cuando debía revisar un montón de traducciones de Heródoto. Siempre he tenido debilidad por este fabulador transparente; la historia inventada es más atractiva que el soso terror de los hechos.”

Muchos autores, solo tenemos que ver el caso de Barnes, McEwan, Pynchon, en una realidad como la que estamos viviendo, desprecian el realismo, precisamente por lo limitado que es para pintar todos los grises del entorno, ese “soso terror de los hechos” que el propio Cees nos comenta anteriormente y al que contrapone, sin embargo, con una realidad inventada, mucho más atractiva y, ojo, sin olvidar que esta ficción le sirve para cuantificar dicha realidad, intensificarla o disminuirla, superando en medios a los límites impuestos por lo “realista”.

Unido a esta idea está el siguiente texto:

“Cada noche uno de nosotros contaría su historia, y yo las conocería y no las conocería, y cada uno de estos relatos sería el final de otro más largo. Lo único era que los otros parecían saber mucho mejor que yo lo que tenían que contar. Bueno, ahora lo sé, pero por entonces aún no lo sabía. El narrador con una historia sin final es un mal narrador, eso ya lo sabes.”

Los relatos, estos textos ficcionales se entrelazan entre sí, formando una historia aún mayor, precisamente como un todo disfuncional y fragmentado que sirve para construir una realidad de ese tipo, alejada de la simple descripción de hechos, por muy crudos que estos pudieran ser; es irónica la afirmación referente a la no-finalización de la historia, ya que, precisamente, parece que quiera afirmar lo contrario; o simplemente que para crear una buena historia no hace falta un gran narrador.

Me encanta el uso que hace de este último medio, solo hay que verlo en esta pequeña descripción que hace de lo que justamente realiza habitualmente en sus libros de viajes:

“Luego he leído algo sobre Java, pues desde que fui despedido del instituto escribo guías de viaje, una tarea estúpida con la que me gano el pan de cada día, pero no es ni con mucho tan idiota como la de todos esos llamados escritores literarios de viajes, que sienten la necesidad de untar su preciosa alma sobre los paisajes del mundo entero para epatar a la burguesía.”

¿Idiota? Para nada, “su preciosa alma” impregna cada rincón de las historias o relatos que nos quiere contar.

Traducción de los textos del neerlandés de Julio Grande para esta edición de “La historia siguiente.”

“Una canción del ser y la apariencia” de Cees Nooteboom

canciónserPor fin empiezo a profundizar en la literatura del escritor holandés Cees Nootebom, uno de los escritores más variados y enriquecedores que se pueden encontrar actualmente; sobre todo por una elección de temas muy diversa según el libro que toque.

En este caso, bajo el sugestivo título “Una canción del ser y la apariencia” podemos entrever una dicotomía: ser/parecer, sin embargo, ¿en qué aplica esto a la literatura?

En el prólogo del húngaro Péter Esterházy encontramos lo siguiente:

“El gran talento de Nooteboom reside en el sentido de las proporciones. No simplifica las cosas, pero es capaz de acercarnos a ellas con sencillez. Crea la sencillez sin renunciar a la complejidad natural. Aquí también los hechos transcurren por diversos hilos, pero lo hacen con naturalidad, como si no pudiera ser de otra manera.”

En efecto, no resulta difícil seguir la propuesta de Nooteboom donde intercala dos partes muy diferenciadas, ese ser (el del escritor, la realidad) con esa apariencia (la de sus personajes, la ficción). El entrelazamiento de las dos historias, la de la conversación entre escritores holandeses y el de los personajes que aparecen en la novela de uno de ellos;, no faltan entonces esos momentos, con reflexiones literarias sobre la soledad del escritor en unión con esa realidad cada vez más aburrida que muchas veces quiere reflejar:

“Hay algo inefablemente triste en los escritores solos en su despacho. Tarde o temprano llega un momento en sus vidas en el que dudan de lo que están haciendo. Quizá sería extraño si no sucediera así. Con el paso de los años la realidad se va haciendo cada vez más importuna, y al mismo tiempo menos interesante, precisamente por el exceso de la misma.”

Alternadas con la realidad,  como podemos ver en la descripción de Tarnovo, una ciudad medieval de Bulgaria:

“Desde la lejanía reconoció el Cárevec y el Trapezica, y cuando se hubo acercado a la ciudad vio cómo las casas pegadas con sus tejados rojos bailaban reflejadas en el agua turbulenta del río. Tenía la sensación de que todo era irreal, demasiado bello, algo creado para ser pintado. “

No faltan los guiños a los lectores, Nooteboom es consciente de que navega por las aguas turbulentas de la metaficción y quiere quitar hierro al asunto, que el lector sea consciente de ello:

“A los lectores puedes ahuyentarlos con dos cosas: una, con falta de capacidad profesional, y dos, aburriéndolos demasiado con la profesión como profesión.”

En esta novela de límites y fronteras ficcionales, precisamente la libertad se encuentra en lo que ya está escrito; es esta libertad lo que define a un autor de sus personajes; lo que le da la identidad que luego puede insuflar a esos personajes:

“-Mira –dijo-, justamente ese es el límite de la existencia de un personaje de novela. Pessoa  eligió, puede decirse, más o menos su propia muerte; en cualquier caso eligió, digamos desde un determinado momento su propia vida. Tú, por nombrar a alguien, puedes morir aún mil muertes. Pero madame Bovary pudo y puede morir sólo una muerte, siempre la misma.”

Sin embargo,¿ importan al lector medio estas disquisiciones? Me temo que el bueno de Cees no es muy optimista al respecto:

“-¡Esa presunción demencial de los escritores! Todo escritor se cree distinto e incluso mejor que los demás porque los observa y vuelve a crear a otros a imagen y semejanza de ellos y de sí mismo, como si de alguna manera hubieran absorbido la esencia de lo que son las personas y ahora pudieran repartirla. Si olvidas por un momento la piadosa charla de la clase media cultural, sabrás que al grueso de la humanidad le interesa tanto la escritura o el oficio de escritor como la construcción de puentes o la arqueología prehistórica.”

Hasta tal punto es consciente de esto que, en el final, tiempo y espacio, realidad y ficción, ser y apariencia, autores de personajes; están más cerca de lo que se podría pensar:

“El sol poniente daba un aspecto terrible a la ciudad. La luz tardía lamía obscena los edificios y confería a los muros ocres, al descenso del agua del Tíber, al mármol de columnas y escaleras, un color apasionado y oscuro, lujurioso hasta lo macabro. Le afectó más que la nostalgia que había sentido al ver por primera vez a Laura, ahora tan cerca de él. Ella pasaba a la ciudad, formaba parte del lugar, en este decorado fluyente de plazas, basílicas, palacios, pero al mismo tiempo era su ocaso, porque aquí lo especial, que era ella, formaba parte de lo normal.”.

Lo especial no es que estén separados sino esta fusión de contrarios, es un relato metaficcional donde ficción y realidad conviven estrechamente, se subvierte esta autoconsciencia de la ficción y el escritor vive con sus creaciones y sus creaciones con él. Es estimulante cómo nos maneja en esta pequeña novela y que, sin embargo, resulta más clarificadora de lo que es mi enrevesada exposición.

Traducción del húngaro de Adan Kovacsis del prólogo de Péter Esterházy

Traducción del neerlandés de Julio Grande de la novela “Una canción del ser y la apariencia”.

“¡Mokusei!/El Buda tras la empalizada” de Cees Nooteboom

P86439A.jpgQuien haya leído el comentario que publiqué anteriormente no se hará una idea de lo que es Nooteboom; afortunadamente voy a publicar bastantes cosas sobre él y ya aviso, la variedad de su obra es sencillamente proverbial. En este caso tenemos, quizá, lo que es una de sus partes más comunes. El holandés es conocido precisamente por ser inquieto, y si es tan inquieto y cosmopolita, buena parte de culpa la tiene el haber viajado por diferentes países. Esta recopilación es una buena muestra de ello.

“¡Mokusei!/El Buda tras la empalizada” recoge dos relatos breves del autor, caracterizados por su exotismo en una primera lectura, el primero de ellos “¡Mokusei!”, se ambienta en Japón; el segundo, “El buda tras la empalizada”, en Thailandia.

“El mokusei es una de las pocas plantas aromáticas de Japón –aprendió más adelante-, y así la había llamado a partir de entonces, Mokusei. Ahora ella tenía tres nombre: uno secreto, solo para él, Máscara de nieve; el suyo propio, Saroko, que él nunca utilizaba, y Mokusei. Así le escribía, era un nombre que sólo existía para ellos dos.”

Arnold Pessers, el protagonista de esta historia de amor y alter ego holandés, utiliza el nombre de la planta aromática como parte de la definición de su amor:

“Más tarde, cuando todo hubo terminado, reflexionaría mucho sobre ello: ¿cuándo empieza algo así, un gran amor? […] Un gran amor, esa cosa impronunciable emponzoñada de trivialidad, probablemente empezó con el deseo de vivirlo. Y ese lo había sentido a lo largo de toda su vida. Había sido la preparación para el instante en que él estaba allí, escuchando la voz de ella en la casa de té, ese pequeño oleaje incomprensible de preguntas y respuestas en el que pedía y obtenía el permiso para cambiar en alguna habitación del establecimiento su traje europeo por los kimonos que había llevado consigo.”

Otro de los hilos conductores que utilizar para hilvanar la historia es la incapacidad del lenguaje para expresar los sentimientos y relaciones entre personas; hay ecos “foucaltianos”  en esta incapacidad del lenguaje al definir el discurso:

“Lo limitado de esta frase le gustó. Sólo cuando los demás entendían poco podían comprender todo. Eso era muy tranquilizador, el idioma echaba a perder siempre muchas cosas entre hablantes de una misma lengua, porque –pensaba-  tan pronto como se empezaba a hablar se mentía.”

Como viajante es consciente en sí mismo de que no se puede conocer un país como Japón siendo turista:

“Pero si es muy simple. Une maniére de dire. La mayoría de los europeos y americanos que vienen aquí, no los hombres de negocios per se, ya que a estos se les ayuda muy pronto a salir del sueño, sino los personajes artísticos (por llamarlos de algún modo), no conocen el Japón real en absoluto. Saben que es diferente, pero Vietnam y Costa de Marfil son también diferentes. Japón es, perdóname, diferentemente diferente. Pero ¿cómo explicas esto? No hablan la lengua y en la mayoría de los casos tampoco la hablarán nunca; saben algo de la cultura, en realidad nada importante, pero esto no los afecta, tienen algo mejor, tienen una idea acerca del Japón.”

Lo que refuerza esa idea mítica que tenemos de la cultura/sociedad nipona; nuestro holandés favorito utiliza una historia de amor para presentar otros temas subyacentes accesorios a una historia cargada de lirismo evocador.

En “El Buda tras la empalizada a orillas del Chao Phraya”  hay dos ideas que me gustaría destacar especialmente:

“El centro del mundo ha viajado con él. No, está mal dicho, el centro del mundo está en todas partes al mismo tiempo, pero en el lugar en el que estás temporalmente sólo existe ese lugar. En España los Países Bajos son una sombra, en América Europa es un espíritu, en Asía existe primero lo circundante, sólo después el resto.”

Esa tendencia que tenemos absolutizar nuestra importancia y que es inherente al ser humano; precisamente el hecho de viajar descentraliza esta sensación, relativizando esos sentimientos y ayudándonos a tener en cuenta las ideas del resto. Esta idea, la del viaje como catalizador de experiencias y como forma de relativizar tu existencia al mismo tiempo que tienes en cuenta la de los demás está muy presente en toda la obra de Nooteboom.

“Palabras suaves, gestos tailandeses, formas de amor, sombras contra el muro. Y él había estado a menudo en el balcón y había mirado el siempre cambiante orden de los cuerpos debajo de él, en la calle. También había visto el cielo de muchos colores distintos. Era hora de partir. Demasiado tiempo en esta ciudad no podría ser bueno para nadie. Y, sin embargo, sabía lo que ocurriría. El avión se elevaría sobre el delta humeante. La ciudad –en la que él aún permanecía- yacería allí debajo como un montón de viles disparates, bordada con el oro de templos y palacios. Y él, él tendría nostalgia, nostalgia o pena.”

Los momentos líricos se asociarán a los momentos de más pena/nostalgia, y, extendiéndolo, a los momentos de más dolor; esta también es una constante en sus historias que iremos viendo según vaya teniendo más libros por aquí.

Dos lecturas breves, intensas, pero enriquecedoras por muchos motivos.

Textos de la traducción del neerlandés de Julio Grande para esta edición de “¡Mokusei!/El Buda tras la empalizada” de Cees Nooteboom

“El asesino ciego” de Margaret Atwood

asesinociegoEn apenas treinta páginas de “El asesino Ciego” Atwood pone las cartas sobre la mesa y nos muestra cómo nos va a contar la historia: se sustentará en una base histórica y, a partir de ella, fabulará, creará la ficción alrededor de ella; en “El cuento de la Criada” lo hacía al revés, ya que planteaba un futuro dixtópico ficcional e indeterminado al que dotaba de historicidad en el epílogo final; teniendo en cuenta esto la estructura será tan variada como lo siguiente:

1º Una línea temporal en el presente donde Iris Chase recordará en primera persona los hechos pasados relacionados con su familia y, sobre todo, con la muerte de su hermana Laura y, al mismo tiempo, le servirá para vivir su presente; ya en la senectud, en otra línea temporal. El recuerdo de una simple fotografía le sirve para presentarnos a Laura Chase:

“En ella tiene el tronco echado un poco a un lado desde la perspectiva del fotógrafo y la cabeza hacia atrás para dar una delicada inclinación al cuello. “Un poco más, ahora mira hacia arriba, hacia mí, muy bien, a ver esa sonrisa.” Su cabello es rubio, largo y muy rubio, igual que el mío entonces, casi blanco, como si los tonos rojizos –el hierro, el cobre y los metales duros- se hubieran ido diluyendo al lavarlos. La nariz es recta, la cara en forma de corazón, los ojos muy grandes y luminosos, sin ninguna malicia, las cejas arqueadas, con un signo de perplejidad en los extremos interiores. En la mandíbula es posible percibir un matiz de cierta obstinación, pero de eso sólo se daba cuenta el que lo sabía. No lleva maquillaje, lo que confiere a su rostro un extraño aspecto de desnudez; si se mira la boca no se ve más que carne.”

2º Una narración de género donde tendremos dos personajes, un hombre y una mujer; que viven una vida bohemia aunque huidiza y que solo podemos intuir por lo que nos cuentan en una línea temporal nada definida; servirá, además, para contar la historia relacionada con el libro que se atribuye a la hermana de Iris: El asesino ciego. Esta última es, sin lugar a dudas, un relato de ciencia ficción y aventuras ambientado en la mítica ciudad de Sakiel-Norn y servirá para complementar la narración principal profundamente difusa, las cotas de lirismo se sucederán, lo enigmático estará presente en todo momento:

“El canal y el puerto fueron construidos por esclavos, lo que no es sorprendente: Sakiel-Norn había conseguido su esplendor y su poder gracias a ellos, aunque también era famosa por sus artesanías, especialmente por los tejidos. El secreto de los tintes utilizados en su fabricación se guardaba celosamente; sus telas brillaban igual que la miel líquida, igual que el zumo de la uva púrpura, que la sangre de toro vertida al sol. Sus delicados velos eran suaves como telas de araña y sus alfombras tan blandas y finas que uno creía andar por el aire, un aire que parecía de flores y cursos de agua.”

3º Por último, intercaladas habitualmente entre los fragmentos del libro, aparecerán noticias sacadas de periódicos, apuntes periodísticos que funcionarán a modo de prolepsis de hechos que se narrarán a continuación con mayor extensión.

El modo de construir toda la historia con estas tres fuentes alterna igualmente en los variados puntos de vista, Iris utilizará lo que le cuenta su criada Reenie para reforzar aún más lo fragmentado (postmoderno) de los retazos que intenta recordar:

“Lo que me decía variaba de acuerdo con mi edad, y también de acuerdo con lo distraída que estuviese ella en aquel momento. Sin embargo, de ese modo fue reuniendo suficientes fragmentos del pasado para reconstruir algo que debía tener tanta relación con la realidad como un retrato de mosaico con el original. De todos modos, yo no quería realismo, sino cosas que tuvieran mucho color, con un perfil simple, sin ambigüedades, que es lo que quieren la mayoría de los niños cuando se trata de la historia de sus padres: una postal.”

Tal riqueza narrativa y estilística deviene en una construcción de personajes en cuatro dimensiones, donde la dimensión del tiempo es una variable más, enriquecedora en sí misma; ello desencadenará, no tanto una nostalgia sino un remordimiento sobre los hechos acaecidos en el pasado y sobre las decisiones erróneas tomadas en aquellos momentos:

“Yo y la chica de la fotografía hemos dejado de ser la misma persona. Yo soy su resultado, el resultado de la vida a la que me lancé precipitadamente en una ocasión; como si ella, si es posible afirmar que existió, sólo estuviese compuesta de lo que yo recuerdo. Poseo una perspectiva mejor: la mayor parte del tiempo soy capaz de verla claramente. Ella, en cambio, aun cuando fuera capaz de mirar no me vería en absoluto.”

¿Cuál es la actitud de Iris, y la nuestra mismamente, ante lo que descubrimos de nuestro pasado y del de los demás, aunque no nos guste? Debemos seguir explorándolo:

“Podría haberlo dejado ahí. Podría haber elegido la ignorancia, pero hice lo que habríais hecho vosotros, lo que habéis hecho si habéis llegado hasta aquí. Quise saber.

Es lo que haría la mayoría de nosotros. Preferimos el conocimiento a pesar de todo, aunque nos mutile; estamos dispuestos a mantener las manos en las llamas si es necesario. La curiosidad no es nuestro único motivo: el amor, el dolor, la desesperación o el odio es lo que nos empuja hacia delante, no paramos de espiar a los muertos: abrimos sus cartas, leemos sus diarios e inspeccionamos sus cosas en espera de una indicación, una palabra definitiva de los que nos han abandonado… de los que nos hacen cargar con el muerto, a menudo mucho más vacío de lo que suponíamos.”

Porque, posiblemente sea muy duro, pero aún puede ser más peligroso ignorarlo:

“He descubierto que no hay nada más difícil que entender a los muertos, pero nada es más peligroso que no hacer caso de ellos.”

Uno obra maravillosa, en todo, a todos los niveles. Sí, a veces hay que decirlo muy alto. Una obra maestra.

Nooteboom y sus viajes….

Situación: acabo de terminar exámenes, he dedicado mucho tiempo a la literatura de género, encima, mi proyecto de lecturas para los próximos tres años está un poco apalancado.

Solución: toca ponerse con él y diversificar lecturas. En junio una figura brillará más que ninguna, y será la del holandés errante, viajero por excelencia y eterno insigne candidato al Nobel de literatura: Cees Nooteboom. En la foto que os pongo a continuación podéis ver las lecturas que tengo preparadas.

2013-06-02_20.26.01Nooteboom

Se caracterizan especialmente por ser muy eclécticas, ya que Nooteboom cultiva todo tipo de géneros; por lo tanto, habrá ensayos, poesía, ficción, libros de viajes e, incluso, libros de arte; tal es la variedad que promete este escritor, uno de mis favoritos y que tiene una nutrida cantidad de libros en mi proyecto.

Entre libro y libro de este habitante de los Países Bajos, también habrá ocasión para algunas de las novedades de este año que me apetecen bastante, tengo bastante interés en las siguientes por poner algún caso:

“El matrimonio de la señora Buncle” de D.E. Stevenson, ya comenté por aquí lo que me había gustado el divertidísimo “El libro de la señora Buncle”, un libro que ofrecía varios niveles de lectura además de este humor, sobre todo la sátira despiadada del mundo editorial. Rara Avis nos trae ahora el segundo libro y, desde luego, es uno de los más esperados.

-También tengo mucho interés en “El paraíso inalcanzable” del también británico John Mortimer, retrato de los cambios de la sociedad británica desde el final de la segunda guerra mundial hasta el gobierno de la recientemente fallecida Margaret Thatcher, un período clave para entender el siglo XX y sus consecuencias.

-Sale en estos días el último libro de Joyce Carol Oates, “La mujer de barro”, no puedo esconder mi total pleitesía ante una de las mejores escritoras contemporáneas. Cada libro de su prolífica carrera es un acontecimiento en sí.

-Curiosamente el periodismo pueden tener este mes su representación con “La banda que escribía torcido” de Marc Weingarten, una mirada a una época en la que surgió un nuevo tipo de periodismo, el que hacían gente como Gay Talese, Joan Didion o Hunter S. Thompson. Así como con la recopilación de artículos del gran Jacinto Antón y su “Héroes aventureros y cobardes”, una recopilación más que jugosa de sus andanzas para hincarle el diente.

-Por último destacaré “Boston” de Todd McEwen, las bizarras aventuras del protagonista, al que un golpe en la cabeza le hará buscar inconscientemente una forma de escapar de la realidad. El autor escoge para esta narración un flujo continuo de pensamientos; imaginad lo que puede llegar a ser.

Alguna cosa más habrá, o a lo mejor no llego a todos, el tiempo lo dirá.

“En la corte del lobo” de Hilary Mantel

en-la-corte-del-lobo_9788423323456Aunque no suelen gustarme las novelas de ambientación histórica, sí que es cierto que hay períodos que, aunque no sea mi campo de interés, me atraen más de lo habitual y tolero libros relacionados con ellos. Este es el caso de la fascinante etapa de los Tudor, ambientada durante el reinado de Enrique VIII, de ahí que me atrajera inicialmente el título del que vengo a hablar hoy: “En la corte del lobo” de la multipremiada Hilary Mantel que, además, ganó por esta novela el Man Booker (y ya puestos por la posterior, que leeré en un futuro próximo).

Esta etapa, ciertamente, ha sido contado de mil maneras posibles; tanto a través de otras interpretaciones literarias como por adaptaciones a la pequeña y la gran pantalla como la famosa serie de televisión “Los Tudor” con Jonathan Rhys-Meyer como Enrique VIII, de no hace mucho tiempo. Por lo tanto, ¿qué añade este libro publicado en 2009 a todo lo que ya se ha hecho sobre la misma etapa?

Lo que llama más la atención es la perspectiva escogida por la escritora británica, el punto de vista de toda la narración es el hijo de un herrero, Thomas Cromwell, de origen humilde, y que se irá convirtiendo en la mano derecha del rey y que moverá el reino a su antojo; en las primeras páginas tenemos una descripción que nos sirve para hacernos a la idea de lo que es nuestro protagonista:

“Thomas Cromwell ya tiene más de cuarenta años. Es un hombre de constitución fuerte, aunque no alto. Su rostro dispone de varias expresiones, y una es legible: una expresión de alegría contenida. Tiene el pelo oscuro, tupido y ondulado, y unos ojos pequeños, de mirada muy penetrante, que se iluminan en la conversación: eso nos contará muy pronto el embajador español. Se dice de él que sabe de memoria el Nuevo Testamento en latín, y que gracias a ello tiene siempre a su disposición como sirviente del cardenal una cita oportuna cuando los abades titubean. Habla con gravedad y rapidez, sus modales indican seguridad; se siente en casa en la sala de un tribunal y en un muelle, en el palacio del obispo y en el patio de una posada. Sabe redactar un contrato, adiestrar un halcón, trazar un mapa, detener una pelea callejera, amueblar una casa y encandilar a un jurado. Sabe emplear citas alusivas de los autores de la Antigüedad, desde Platón a Plauto y viceversa. Trabaja todas las horas del día, desde que se levanta hasta que se acuesta. Gana dinero y lo gasta. Acepta toda clase de apuestas.”

La escritora británica escogerá un narrador omnisciente pero dando todo el protagonismo a este carácter al que se refiere siempre, curiosamente, en tercera persona (“él” o “he”en inglés) que causa en la mayoría de los lectores confusión a pesar de reforzarlo en ciertas ocasiones con un Cromwell a continuación. No creo que exista tal confusión, ya que, desde el principio, lo hace de esta manera; sí que entiendo que la mayoría de los lectores esperan que sea el rey al que se refiera en tercera persona y por eso el lío.

El resto de figuras tienen tratamientos más acordes con lo que ya conocemos de otras interpretaciones; tenemos el caso del manipulador, conspirador y maestro de nuestro protagonista, el arzobispo y después cardenal Wolsey, en el siguiente párrafo vemos a pequeña escala lo que luego será el secretario:

“Y todos los desenlaces son posibles, todos pueden manejarse, e incluso manipularse hasta que resulten deseables: oración y presión, presión y oración, lo que ha de pasar, pasará por designio divino, un designio reenfocado y rediseñado mediante útiles enmiendas por el cardenal. Al principio solía decir: “Haremos esto y aquello”. Ahora dice: “Esto es lo que haré”.

Tampoco vacila en la forma de dibujar a Ana Bolena, la siguiente descripción es sintomática de la fuerza del carácter de la futura reina que no duda en masacrar a Catalina de Aragón y su hija María:

“Yo soy Jezabel. Vos Thomas Cromwell, sois los sacerdotes de Baal –dice Ana con ojos centelleantes-. Como soy mujer, soy el medio por el que entra el pecado en este mundo. Soy la fuerza del demonio, la vía de acceso del maldito. Soy el medio por el que Satanás ataca al hombre, al que no era lo suficientemente audaz para atacar directamente, solo a través de mí. En fin, esa es la idea del asunto. La mía es que hay demasiados sacerdotes con escasa cultura y trabajo todavía más escaso. Ojalá el papa y el emperador y todos los españoles estuviesen en el mar y ahogados. Y si hay que arrojar a alguien por la ventana de un palacio…, alors, Thomas, sé muy bien a quién me gustaría arrojar. Salvo que en la niña María los perros no encontrarían ni pizca de carne que mascar. Y, en cuanto a Catalina, está tan gorda que rebotaría.”

Estas son las bases sobre las que la inglesa construye una trama con un cuidado del detalle histórico exhaustivo y que sabe contar lo que ya se ha contado en otras ocasiones como si fuera prácticamente nuevo y, desde luego, ameno; a pesar de la densidad de personajes y subtramas que se originan y que pueden echar para atrás a más de un lector no avezado en lides de estas características. Quizá lo más polémico es el retrato del ultraconservador-ortodoxo Thomas Moro y me imagino que causó impresión en su momento; me parece una visión distinta pero, por supuesto, vivificadora, que complementa aún más una etapa histórica tremendamente folletinesca y conspiranoica.

Quería terminar mi recomendación de esta maravilla citando uno de los párrafos finales donde nos da la clave de lo que es el poder, eso a lo que no llegaremos ninguno y que, al fin y al cabo, da la impresión que mueve el mundo:

 “El destino de los pueblos se hace de este modo, dos hombres en habitaciones pequeñas. Olvida las coronaciones, los cónclaves de cardenales, la pompa y los desfiles. Así es como cambia el mundo: la carta que se empuja sobre una mesa, un trazo de pluma que altera la fuerza de una frase, el suspiro de una mujer cuando pasa dejando en el aire un rastro de azahar o de agua de rosas; su mano cerrando la cortina del lecho, la discreta visión de piel sobre piel.”

La intimidad de lo minimalista que, paradójicamente, controla el mundo, el destino de los pueblos y los hombres. Excelente.

“Asesinato en la oscuridad” de Margaret Atwood

asesinatooscuridadUna de las muchas asignaturas pendientes en literatura la voy a cubrir con mi reto a tres años  y tiene que ver con la profundización en la carrera literaria de la canadiense Margaret Atwood; nacida en Ottawa en 1939, esta prolífica escritora y crítica, pasa por ser la más importante de Canadá junto con la más que conocida Alice Munro, que también entrará en el reto lector. En España se hizo más famosa por ganar el Príncipe de Asturias de las letras en el año 2008.

Aún así, sus obras, a estas alturas están prácticamente inencontrables, lo que tuve que buscar y rebuscar para conseguir encontrar ejemplares de “El cuento de la criada” o “El asesino ciego” (de próxima aparición en este blog). Afortunadamente, Mondadori en su sello Lumen va a lanzar ahora a finales de marzo la Biblioteca Atwood, con lo que espero que estas obras vuelvan a la palestra; es buena noticia ver algo de todo lo que tiene publicado, a pesar de que es difícil ver todo, debido a su extensión, como ocurre con la sin par Joyce Carol Oates.

Hasta este momento solo había leído algún cuento corto, así que me decidí a empezar con esta recopilación de relatos breves, poemas en prosa, miniaturas, microrrelatos, o como queramos llamarlo; antes de ponerme con sus obras de mayor enjundia. “Asesinato en la Oscuridad” engaña mucho desde su título, mucha gente podría esperar una recopilación de novelitas de misterio, pero no, la cosa no va por ahí, en las cuatro partes de las que consta encontramos relatos de todo tipo y con diversa extensión y sin apenas unión aparente; pero funciona y funciona realmente bien porque Atwood sabe perfectamente lo que tiene que hacer para que un relato funcione, cosa nada fácil, ya que es el género literario que más se acerca a la poesía y los medios que se utilicen en él no tienen nada que ver con las novelas convencionales.

En “El espectáculo de variedades del Victory”, uno de los relatos incluidos en esta pequeña antología empiezas a sentir esa hipnosis que genera su prosa:

“Una mujer empezó de espaldas al público, iluminada por el foco. Lucía unos guantes largos de color blanco y un vestido de noche con mangas negras de gasa que cuando extendía los brazos parecían unas alas membranosas. Utilizaba mucho los brazos y la espalda; pero, cuando finalmente se volvió, resultó que era una vieja. Tenía el rostro empolvado de blanco y los labios pintados de un rojo intenso, pero era una vieja. Me sentí profundamente avergonzada, la cosa ya no tenía gracia, no quería que aquella mujer se quitase la ropa, no quería mirar. Era como si fuese yo y no la mujer del escenario, quien se exhibía y humillaba. Seguro que se burlarían de ella y le gritarían barbaridades, seguro que pensarían que los habían estafado.

La mujer se bajó la cremallera del vestido negro, lo dejó caer al suelo y empezó a mover las caderas. Sonreía y entre los labios pintados de rojo brillaban unos dientes que semejaban unos guijarros de un blanco mate, ella sabía que se trata de una burla, aunque no lo pretendiese, era una broma de otra clase, pero ignorábamos quién la gastaba. La broma consistía en el hecho de que no se trataba de ninguna broma: el cuerpo de allí arriba era auténtico, estaba envejeciendo, no flotaba bajo el foco en algún lugar separado de nosotros; como nosotros, estaba atrapado en el tiempo.

El espectáculo de variedades del Victory se quedó mudo. Nadie emitió ningún sonido.”

Esa última frase refleja exactamente lo que sentí al terminarlo, el silencio reverencial ante un hecho extraño, ante algo que te saca de lo que puedes esperar y que, desde luego, te impacta, como tiene que hacer un cuento.

En el resto de historias tenemos un poco de todo, como ya he comentado, un eclecticismo patente, heredero de sus heterogéneas lecturas que abarcaron todo tipo de géneros, un afán lector que no distinguía entre “bajas” ni “altas” literaturas, sino por historias.

Me encanta cómo en “Novelas de mujeres” define cómo debería ser una novela de mujeres: “Algunas personas creen que una novela de mujeres es cualquier cosa donde no se hable de política. Algunos creen que es cualquier cosa que hable de relaciones. Algunos creen que es cualquier cosa con muchas operaciones, quirúrgicas quiero decir. Algunos piensan que es cualquier cosa que no te ofrezca una amplia visión panorámica de nuestra emocionante época. Yo…, bueno, sencillamente quiero algo que puedas dejar sobre la mesita del café sin preocuparte demasiado de que los niños lo lean. ¿Crees que no es una consideración auténtica? Te equivocas.” O cuál sería la frase que le volvería loca ver escrita en una novela: “Tenía los ojos asustados de un pájaro salvaje” Esta es la clase de frase que me vuelve loca. Me encantaría escribir semejantes frases sin avergonzarme. Me gustaría leerlas sin avergonzarme. Si pudiera hacer estas dos sencillas cosas, creo que pasaría el tiempo que se me ha asignado en esta tierra como una perla envuelta en terciopelo.”

Capaz de lirismo cuando es necesario, me vuelve especialmente loco, su forma de reflexionar en un pequeño cuento sobre la literatura, así en “Finales felices” propone un ejercicio metaficcional de plantear diferentes finales a una historia partiendo de los mismos datos; llega al final con la siguiente conclusión: “Ya basta de finales. Los principios son mucho más divertidos. Es bien sabido, sin embargo, que a los verdaderos expertos suele gustarles la parte central porque es aquella con la que resulta más difícil hacer algo.

Eso es todo lo que puede decirse acerca de los argumentos, que en cualquier caso son una cosa detrás de otra, un qué y un qué y un qué.

Ahora prueben con el cómo y el por qué.”

Cada persona que lea esta recopilación se motivará especialmente con cada uno de ellos y cualquier relectura permitirá diferentes variaciones sobre lo que pienses, esta es la riqueza de los libros; Atwood lo sabe muy bien y lo sabe transmitir como las más grandes.

No quiero alargarme más en esta reseña, es mejor que vayáis a por él y lo disfrutéis; aunque me gustaría acabar con esta frase del relato “Una parábola”: “Pregúntame más bien quién eres: cuando entras en esta habitación por la puerta que no existe, no es a mí a quien veo, sino a ti.” Al fin y al cabo, nos vemos reflejados en esa habitación que constituyen los libros de esta genial escritora canadiense.

“Americana” de Don Delillo

Cuando hablé de su novela “Los nombres” , ya comenté la necesidad de establecer diferentes ritmos de lectura según los autores que se lean. En el caso de Delillo, las prisas van reñidas con la calidad de su prosa; cuanto más la paladeas, mas te dejas mecer por su verborrea inconfundible. La sorpresa es encontrarse la primera novela que perpetró el magnífico escritor en la reedición de Seix Barral, añadirla al proyecto de lecturas , empezar la lectura cronológica de lo que te queda de él y, para tu estupefacción, encontrarte con una obra de una madurez inusitada y que bebe de las fuentes de los orígenes de la literatura norteamericana.

americana_9788432214738En “Americana”, David Bell, personifica el epítome del “self-made” man, ese hombre hecho a sí mismo que es el sueño americano en una sociedad fragmentada, llena de rutinas que reflejan lo contemporáneo:

“Tenía la costumbre de contar a los presentes. La cuestión de cuánta gente había en un sitio determinado me parecía importante, quizá porque los informes periódicos sobre catástrofes aéreas y escaramuzas militares siempre subrayaban el número de muertos y desaparecidos; esa precisión es como una chispa de electricidad para las mentes abotargadas. Después de eso, lo más importante es averiguar el grado de hostilidad, algo relativamente sencillo. Todo cuanto hay que hacer es devolver la mirada a las personas que te miran al entrar. Una larga ojeada suele bastar para obtener una lectura más o menos precisa. Había treinta y una personas en la estancia, de las que aproximadamente tres o cuatro eran hostiles.”

“Estábamos en una fiesta, y no nos apetecía charlar el uno con el otro. De lo que se trataba precisamente era de separarse durante la velada y de encontrar gente con la que resultara excitante hablar. Luego, al final, volveríamos a reunirnos y nos contaríamos qué terrible había sido todo y cuánto nos alegrábamos de estar de nuevo juntos. He ahí la esencia de la civilización occidental.”

Ahogado por esa sociedad opresora Bell decidirá emprender un viaje para filmar pequeñas escenas, llenas de anónimos, que se supone que reflejarán la esencia americana; es impagable el momento en que se encuentra un indio sioux: “Y entonces le pregunté si habían cambiado mucho las cosas desde su niñez. Me respondió que aquélla era la pregunta más inteligente que alguien le había hecho nunca. Las cosas apenas habían cambiado, tan sólo lo habían hecho los materiales, las tecnologías. Vivíamos en la misma nación de ascéticos, de expertos en competitividad, de enemigos del desperdicio.”

Momento que sirve para mostrarnos uno de los temas que profundizará en su obra posterior, el avance de la tecnología como elemento peligroso y deshumanizador y su aparente repulsión a ella.

En una curiosa segunda parte viviremos el pasado de Bell (“Era el invierno de mi duodécimo año de vida”) y que servirá para corroborar la importancia del tiempo en lo que hacemos, la única constante (en realidad variable?):

“Lo único que existe es el tiempo. El tiempo es lo único que sucede por sí mismo.”

En la tercera parte se producirá la filmación propiamente dicha, fragmentada, postmodernista; cobra importancia el cine y la propia televisión; elementos comunes, como ya indiqué anteriormente, que se irán repitiendo sucesivamente:

“La ilusión de movimiento apenas resultaba relevante. Quizá lo que estaba creando no era tanto una película como un rollo manuscrito. Un delicado fragmento de papiro temeroso de ser descubierto. Los veteranos de la industria cinematográfica jurarían que todo aquello se remontaba a épocas anteriores al cinetoscopio de Edison. Para ellos mi respuesta es muy simple. Se tardan siglos en inventar lo primitivo.”

Su opinión de la televisión, en boca del curioso protagonista es más que profética, habida cuenta de lo que estamos presenciando:

“-¿Cuál es el papel de la televisión comercial en el siglo XX y más alla?

-En mis peores estados de humor, siento que nos anuncia el caos a todos.”

En la caótica última parte las palabras finales de Ton Thumb Goodloe, el evangelista de la medianoche, de veintiséis años de edad y ya camino de la gloria, reúnen todo lo que significa Delillo, para lo bueno y para lo malo,; prosa desbordante, magnífica, gloriosa, pero, al mismo tiempo, enervante para un público bastante amplio: “Necios, hipócritas, fariseos y bellacos. Con vosotros, Bestial y la hora final de La muerte está a la vuelta de la esquina. Un poco de charla filosófica. Un paseo que otro por lobotomilandia. Alguna que otra bolsa de aire rancio. Acaba de ocurrírseme, como a los patriotas y los demagogos, que no va a haceros falta mi particular concepto de la verdad a partir de ahora. Se ha decidido que las drogas habrán de suplantar a los medios de comunicación. El ardiente temor de vuestras noches y madrugadas ha de verse sustituido por un estado de dicha apagada y mortecina. Confiad en que pronto experimentaréis una liberación drogoinducida de la ansiedad, la amargura y la felicidad. Endoparásitos que sois, podréis aferraros a las paredes intestinales del propio tiempo. Pero me echaréis de menos. Las pastillas y los chicles no pueden sustituir el amor transistorizado que nos conecta en la noche salvaje. […]

Esta reseña, formada por retazos, ejemplifica a la perfección las sensaciones que me produce la lectura del libro de Delillo; me cuesta recomendarlo, veo todo lo bueno, pero, al igual que ocurre con Pynchon, si no entras, no entras; no se puede obligar a la mayoría de los lectores habituales, no hablemos ya de los poco habituales; aún así, este titán inició su carrera con una obra excepcional, increíblemente buena y que, atención, parece que funciona como un círculo con su última novela escrita, “Punto omega”; donde el desierto, el tour de Force del protagonista, filmaciones en él,… suponen demasiados puntos en común para pensar en ello como una casualidad en una obra tan consistente en lo narrativo como la de DeLillo. En efecto, en “Punto Omega”, la obsesión tenía que ver con la vejez y la búsqueda de la muerte; en esta primera obra, buscaba su identidad, por extensión, la identidad de un pueblo americano en decadencia. El reflejo del “zeitgeist” de una nación:

“Conduje durante toda la noche en dirección nordeste, y una vez más sentí que todos aquellos días los había pasado enfrentándome a la literatura, a los arquetipos de un misterio lúgubre, a los hijos e hijas de esos arquetipos, a imágenes que no podían alcanza la certeza de cuál de dos confusiones distintas albergaba más terror, si la suya o lo que la suya podría llegar a ser si alguna vez se enfrentara a la verdad.”

“Goodbye, Columbus” de Philip Roth

Ya comenté en esta reseña que hice de “La contravida”  que, teniendo la oportunidad, parecía que, en el caso de este escritor, sería más conveniente realizar una lectura cronológica de sus obra; en esta “novela” tenemos, pues, el primer libro que escribió el titán Roth, al que he incluido en mi particular Proyecto de lecturas para los próximos tres años . Y que irá apareciendo por este blog durante ese tiempo.

goodbyecolumbusLo primero en llamarme la atención de esta primera obra es que, curiosamente, no se trata de una novela al uso sino más bien de  una recopilación de relatos de Roth; siendo la homónima más bien una novela corta, y el resto cuentos cortos. Lo que no cambia desde luego es el aura de desdén por los temas judíos que imprimió en toda su obra, y ya desde el principio, por la que fue acusado en repetidas ocasiones de “judío antisemita”.

El segundo hecho de mayor relevancia es la diferencia de estilo apreciable desde las primeras páginas, en mi caso, no sé si afortunada o desafortunadamente, ya conozco bastantes obras del norteamericano que van desde sus inicios (“El lamento de Portnoy”) pasando por el medio de su carrera (la inconmensurable “Operación Shylock”) y las del final de su dilatado camino literario (“Indignación” y otras…) y claro, es palpable que se trata de un Proto-Roth en el estilo; no existe la complejidad formal de la que luego hará gala; abundan, los diálogos cortos y, desde luego la prosa no juega con el monólogo interior de la forma en que lo utilizará luego. Sin embargo, en lo temático, asistimos a varios de los temas que serán profundizados en obras posteriores, como algunas de las citadas anteriormente.

Yendo al libro en cuestión, la historia que abre es, precisamente “Goodbye Columbus”; se refleja una típica familia judía, los Patimkin, donde su hija, Brenda, se enamorará de Neil Klugman, un judío más ortodoxo, más laxo, que tendrá que luchar contra la familia judía como institución, que se refleja en la primera visita de Neil, donde podemos ver los primeros retazos de la prosa cáustica de Roth reflejando la unión de la familia que le recibe al completo:

“Cuando aparqué delante de la casa de los Patimkin, aquella noche, todos, menos Julie, me estaban esperando en el porche: el padre y la madre, Ron y Brenda, esta última con vestido. No la había visto aún así, con un vestido puesto, y por un momento no me pareció la misma. Pero eso sólo fue la mitad de la sorpresa. A muchas de esas chicas universitarias, tan lincolnescas ellas, las piernas no les valen más que para ir en pantaloncitos cortos. No era el caso de Brenda, con ese vestido parecía como si toda su vida hubiera ido así, tan puesta, como si nunca hubiera usado unos pantalones cortos, ni un  bañador, ni un pijama; sólo aquel vestidito claro de lino. “

Neil, el narrador,  asociará a esta familia una superficialidad  que no dejará de ser un adelanto de la actitud de Brenda con respecto a su relación personal; la aparición de Harriet, prometida del hermano de Brenda solo reforzará esta actitud:

“Harriet Ehrlich me pareció una señorita singularmente inconsciente de que las personas, ella incluida, pudieran tener una razón de ser. Era todo superficialidad, y encajaba perfectamente con Ron, y también con sus padres. La señora Patimkin, de hecho hizo exactamente lo que Brenda había profetizado: apareció Harriet, y la madre de Brenda levantó un ala y se atrajo a la chica hacia la parte más abrigada de su cuerpo, donde le habría gustado acomodarse a Brenda.”

Una vez puesta esta base Roth no dejará de unirlo al ideal americano, sí, el sueño, encarnación de los anhelos de esta familia judía modelo:

“-Hay que esforzarse para conseguir las cosas. Si te quedas sentado, engordando el trasero, no llegas a ninguna parte… Los hombres más importantes del país han trabajado mucho, créeme. Hasta el mismísimo Rockefeller. El éxito no viene así como así.”

Todo ello desembocará en la terminación de su relación en una escena final entre la pareja muy clarificadora:

“-Te amaba Brenda. Por eso estaba inquieto.

-Sí, por eso me dejé yo en casa el aparato ese. Porque te amaba.

En ese momento nos dimos cuenta del tiempo verbal que habíamos empleado y nos recogimos en nosotros mismos, guardando silencio.”

Aquí está el Roth que todos conocemos en una historia maravillosa, es perfectamente reconocible, en el resto de relatos tenemos de todo:

“La conversión de los judíos”, segundo y desternillante relato, donde se hace más patente la capacidad de Roth de transformar una situación aparentemente seria en su inicio en una parodia absoluta, quizá es la historia que más carcajadas me ha despertado.

El tercer relato, “El defensor de la fe”, tenemos a Nathan Marx, un sargento del ejército que tiene que lidiar con la falta de moral de unos soldados judíos que se aprovechan de su condición con él,; otro ejemplo de la denuncia que quiere hacer patente en sus relatos y que le ganó el apelativo que comentaba al principio del comentario. Su actitud es evidente:

 “-Grossbart, ¿por qué no te puedes comportar como todo el mundo? ¿Por qué tienes que ser una chinche en costura? – Porque soy judío, mi sargento. Soy diferente. No mejor, quizá. Pero sí diferente.”

Roth elige moralmente castigar la cara de un judío que se escuda en su fe para cometer tropelías.

En “Epstein” inaugura sus relatos de ancianidad, con un Leo Epstein que buscará revitalizar su ocaso con una aventura que le traerá casi funestas consecuencias al final. No tiene nada que ver con los relatos crepusculares del autor (como “Elegía”, por ejemplo), hay un aura de optimismo, palpable, la de un escritor que comenzaba.

En el último relato “Eli, el fanático”, vuelve a reflejar la intransigencia de una comunidad judía con respecto a una yesibá que se instala en el barrio, aún siendo de la misma raza:

“Lo que ocurre es que no creemos que esta comunidad sea para ellos. Y, Eli, no creemos quiere decir que yo no soy el único que no lo cree. Los judíos de esta comunidad.”

Genio desde el principio, un libro de relatos primigenio pero muy representativo del Roth posterior. Muy accesible y leíble. Una buena obra.

“Esperando a los bárbaros” de John M. Coetzee

esperandobárbarosHasta ahora Coetzee solo había aparecido en este humilde blog de una manera tangencial, o, al menos, en un libro con las cartas que mantuvo con Auster; esta es su entrada triunfal, como primer libro con el que inicio mi ambicioso Proyecto de lecturas para los próximos tres años ; sinceramente, no encuentro mejor forma de hacerlo, con uno de los más grandes escritores vivos, quizá el mejor premio Nobel de los últimos veinte años.

Y la manera de empezar responde a la lectura cronológica que me prometí realizar de los libros que me faltaban del autor; no estamos ante su primer libro, sino en el tercero, los primeros fueron “Tierras de poniente”, donde ya introducía las consecuencias del poder sin límites, sin control; y “En medio de ninguna parte”, donde ya reflejaba la sociedad sudafricana post-apartheid desde la visión de una mujer, a través de retazos de su diario.

“Esperando a los bárbaros” no esconde una intención moral clara como se indica en la contraportada de la edición de bolsillo: “Parábola de una Sudáfrica desquiciada por el racismo, toda ella es una denuncia de la brutalidad, de la arrogante ignorancia del poder; el contrapunto es el magistrado, símbolo de la razón humanitaria, avasallada por la violencia.”

Ciertamente en ningún momento el autor menciona la ubicación de Sudáfrica, podría ser cualquier sitio; de hecho, a todos los efectos, funciona mejor en un sitio indefinido, impersonal; a pesar de que el “veld” sudafricano es muy reconocible en las páginas.

Según lo comentado, la lectura postcolonial es inmediata, y el relato se centra primordialmente en ella,; una lectura que crítica el imperialismo del primer mundo con respecto al tercer mundo,; el magistrado, con todo lo que representa, se convierte en la voz para denunciar este imperialismo, en la única voz que defiende a esos bárbaros en la novela.

Con unas cuantas pinceladas Coetzee nos muestra los métodos imperialistas y hasta dónde quieren llegar, en una conversación con el Coronel Joll se comenta:

 “-¡El tono de la verdad! ¿Puede usted reconocer ese tono en la conversación cotidiana?¿Oye si yo digo la verdad?

-No, me está malinterpretando. Ahora hablo solo de una situación determinada, de una situación en la que investigo para dar con la verdad, en la que tengo que presionar para encontrarla. Al principio solo obtengo mentiras, así es, primero solo mentiras, entonces hay que presionar; después más mentiras, entonces hay que presionar más; luego el desmoronamiento, tras este seguimos presionando, y por fin la verdad. Así es como se obtiene la verdad.”

La tortura se muestra como el método inefable de obtención de la verdad, se trata de convertir a los bárbaros en un cliché andante, en que los colonizadores son los únicos que tienen el poder y la superioridad moral para convertir a los colonizados en una tabula rasa en la que poner todos sus medios para controlarlos y sacar provecho. En palabras del magistrado tenemos la siguiente descripción de los bárbaros:

“Creemos que esta tierra nos pertenece, es parte de nuestro Imperio: nuestro puesto fronterizo, nuestro pueblo, nuestro mercado. Pero esas gentes, esos bárbaros, no lo ven de la misma manera. Llevamos aquí más de cien años, hemos recuperado tierras del desierto y hemos construido regadíos y cultivado los campos y levantado hogares sólidos y erigido una muralla alrededor de nuestro pueblo, pero ellos todavía nos consideran visitantes, viajeros de paso. Entre ellos hay ancianos que recuerdan lo que sus padres les contaban de cómo era este oasis hace años: un lugar sombreado junto al lago con abundantes pastos incluso en invierno. Esto es todavía lo que dicen de él, quizá todavía lo vean así, como si no se hubiera removido un grano de tierra ni se hubiera colocado un ladrillo sobre otro. No dudan de que en cualquier momento cargaremos nuestras carretas y volveremos a cualquiera que sea el lugar de donde vinimos, que nuestras edificaciones se convertirán en hogares de ratones y lagartijas, que sus animales pastarán en los fértiles campos que cultivaremos. […] Esto es lo que piensan. Que resistirán más que nosotros”.

-Pero nosotros no nos vamos a marchar –dice el joven con calma.”

Ante esta lectura, se sobrepone la búsqueda de identidad del propio magistrado, a medias de esta situación con respecto a colonizadores y colonizados, él irá tomando partido por los bárbaros según avance la historia, ya que no es más que “un administrador civil menor hundido, tras varios años en un destino apartado, en la indolencia propia de los nativos, de ideas anticuadas, dispuesto a jugarse la seguridad del Imperio a cambio de una paz provisional e insegura.”

En su cautividad reflexiona sobre la importancia de la libertad en todos los niveles de los que consta:

 “¿Cómo puedo considerarme una víctima cuando mis sufrimientos son tan insignificantes? Sin embargo, son aún más degradantes por su insignificancia. Recuerdo mi sonrisa cuando la puerta se cerró por primera vez a mi espalda y la llave giró en la cerradura. No me parecía un gran castigo pasar de la soledad de la existencia cotidiana al aislamiento de una celda, ya que podía traer conmigo un mundo de pensamientos y recuerdos. Pero es ahora cuando empiezo a comprender lo fundamental que es la libertad. ¿Qué clase de libertad me han dejado? La libertad de comer o pasar hambre; permanecer en silencio o parlotear conmigo mismo o aporrear la puerta o gritar. Si cuando me encerraron aquí yo era el objeto de una injusticia, una injusticia insignificante, ahora no soy más que un montón de sangre, huesos y carne que se siente desgraciado.”

Toda esta situación le servirá para concluir sobre los imperios y el colonialismo:

“¿Por qué no podemos vivir en el tiempo como el pez en el agua, como el pájaro en el aire, como los niños? ¡Los imperios tienen la culpa! Los imperios han creado el tiempo de la historia. Los imperios no han ubicado su existencia en el tiempo circular, recurrente y uniforme de las estaciones, sino en el tiempo desigual de la grandeza y la decadencia, del principio y el fin, de la catástrofe. Los imperios se condenan a vivir en la historia y a conspirar contra la historia. La inteligencia oculta de los imperios solo tiene una idea fija: cómo no acabar, cómo no sucumbir, cómo prolongar su era.”

En la tensa espera final donde los habitantes del poblado asisten a la posibilidad de perder su vida, el relato cambia, Coetzee nos hace ver cuál es la verdadera importancia de lo que está contando en esta historia redundando sobre lo que no está escribiendo:

“Descubro que lo que empiezo a escribir no es la crónica de un puesto fronterizo de un Imperio o un relato de cómo sus habitantes pasaron el último año poniendo en paz sus almas mientras esperaban a los bárbaros”

Y se produce un rayo de esperanza final, lo onírico aparece con una escena en la que unos niños se encuentran haciendo un muñeco de nieve, el magistrado sabe que no tenía que acabar así, pero tiene una epifanía:

“No es un mal muñeco de nieve. Esta no es la escena con la que soñé. Como otras muchas cosas ahora, la dejo con una sensación de estupidez, como alguien que se extravió hace mucho tiempo pero persevera por un camino que quizá no conduzca a ninguna parte”.

Relato entre medias de la crítica postcolonial y la búsqueda de la identidad personal, se convierte en una reflexión sobre la actitud que tomamos ante nuestras vidas y las consecuencias de nuestras acciones. El sudafricano, grande entre los grandes, consigue aquí con una prosa árida pero evocadora, intensa pero alejada de florituras, un relato que ayuda a la reflexión y, desde luego, deja poso durante bastante tiempo.

Marzo será para Atwood y alguno más…

Con el cambio de año no había vuelto a hacer este típico post con el resumen de lecturas del mes anterior y avance del que viene. Una vez regularizada la situación, vuelvo a estos posts empezando, como de costumbre con un pequeño repaso a lo que leí el mes anterior:

El mes se pudo dividir en tres grandes bloques, parece mentira; el primero de ellos tenía que ver con la literatura “pulp” de la que he hablado sobradamente en este post final con el resumen de todo lo que he publicado en el primer monográfico del blog en su corta vida; acabé los dos últimos volúmenes de la recopilación “¡Bang,Bang! Estás muerto” de los que ya  hablé sobradamente; en este bloque también entró la estupenda colección de artículos “Bolsilibro & Cinema BIS” y las muestras de pulp moderno publicadas gracias a la editorial Memento Mori y sus “Perros del desierto” y “Nigromancia en el reformatorio femenino”; el segundo bloque lo podríamos resumir como el comienzo de mi Proyecto literario para los próximos  tres años que tuvo su inicio con la lectura de las novelas “Esperando a los bárbaros” de Coetzee y “Goodbye Columbus” de Roth, de las que hablaré en profundidad en próximos posts; el último bloque, una miscelánea integrada por el norteamericano William Gaddis, con “Gótico Carpintero” y “Ágape se paga”, uno de los grandes de la literatura norteamericana, próximamente le dedicaré el tiempo que se merece; y Julian Barnes, del que leí en su idioma original el maravilloso “The sense of an Ending”.

Tampoco había puesto esta última representación de adquisiciones que irán cayendo según pasen los meses aunque no toquen en un futuro próximo.

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Una vez he repasado lo leído, paso a comentar lo que puede ser el mes de marzo, claro que, por el título podéis imaginar quién es la gran protagonista; he demorado en exceso introducirme en el universo de Margaret Atwood y le voy a poner solución por fin con la lectura, al menos, de “Asesinato en la oscuridad” y dos de sus obras paradigmáticas: “El cuento de la criada” y “El asesino ciego”; otra grande, de rabiosa actualidad por la publicación de su último libro en España en estos días, es Hillary Mantel, dos veces ganadora del Man Booker y de la que también pretendo leer “En la corte del lobo” y “Bring up the bodies” (aquí llamada “Una reina en el estrado”); ante tal representación femenina hay que contraponer exponentes masculinos que puedan contrarrestarlas, tarea difícil por otra parte, David Foster Wallace con “La escoba del sistema” y Ned Beaumon con “Boxer Beetle” y “The teleportation accident” lo intentarán; para terminar, no puede faltar un poco de novela negra o policíaca, Crispin y “El canto del Cisne” así como las dos últimas novelas de Martin Beck por los suecos Sjöwall y Wahlöö llenarán este espacio, puede que Himes también aparezca.

No puedo estar más contento con lo que se acerca este mes. Puede ser, sencillamente, electrizante en lo literario.

“El pulp es el invitado del comienzo del año. Mi proyecto literario”

Enero estuvo marcado por tres hechos esenciales en lo literario: lo primero fue la lectura de la primera novela de la británica Zadie Smith, “White Teeth”, casi el “tochazo” del mes, 600 páginas de prosa desaforada en inglés marcada por influencias de todo tipo y con infinitas posibilidades de lectura, una visión, profunda, sobre el fenómeno de la inmigración en Gran Bretaña pero cargado de muy buen humor y con un final que a más de uno dejará con la boca abierta; el segundo acontecimiento fue la lectura de la recopilación de cuentos de terror que ha hecho Valdemar para conmemorar el 25 aniversario desde su creación, en breve pondré una buena reseña sobre él, lo merece; el último pilar del eje de lecturas del mes sería el comienzo de mi monográfico sobre literatura “pulp” marcado por la lectura de los imprescindibles volúmenes 1 y 2 de la recopilación “¡Bang, Bang. Estás muerto!” que continuaré a principios de febrero complementándola con un ensayo sobre el género además de un poco de “pulp” moderno.

Además de estas apasionantes lecturas, la primera del año resultó ser “El Vivo”, la nueva novela de Anna Starobinets que comenté en este enlace ; no faltó esta vez Chesterton del que próximamente pondré un comentario de su “Sobre el concepto de barbarie”, divertido panfleto sobre los peligros de los alemanes; también hubo un pequeño pero estupendo Dickens, sobre el que ya comenté por aquí; aprovechando el estreno de la ópera, cayó la obra de Peter Stephan Jungk sobre Walt Disney .

Las últimas compras las podéis ver en esta foto que os pongo a continuación. No voy a comentar más sobre lo que tocará el próximo mes, ya he adelantado, eso sí, la temática “pulp”.

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Enero, comienzo de año, suele ser el momento ideal para hacerse propósitos: adelgazar, dejar de fumar, etc…. En lo literario, este año, he podido constatar que estos propósitos suelen extenderse en los blogs literarios; esto, sin duda, suele resultar un acicate para tener, si cabe, aún más ganas de leer y fomentar la lectura del resto; es decir, hay una dimensión social aparte de la individual; de entre los retos, me he encontrado de todo, desde el típico de la página de goodreads donde la mayoría ponemos el número de libros (he vuelto a poner el del año pasado de 120 libros) que queremos leernos este año; hasta temas tan curiosos como proponerse leer 10 o 20 libros en inglés al año o leer un porcentaje mayor de autores femeninos (esto es, por otra parte, tremendamente absurdo, por distintas consideraciones que no vienen al caso).

En mi caso, esto me ha servido para darme cuenta de una realidad que se viene repitiendo año tras año: la demora de lecturas de los autores que más me gustan por las novedades recién salidas del horno, en aras de estar puesto al día de la más rabiosa actualidad. Esto, indudablemente, es una pena, siempre acabo lamentándome de haber olvidado a mis favoritos. Para solucionarlo, he preparado un proyecto al que llamaré ilustrativamente “Mi proyecto de lecturas (2013 a 2015)” donde pondré todos los títulos de ciertos autores que quiero leer ineludiblemente y que os pongo a continuación.

La mayoría los leeré en orden cronológico de aparición original, aunque en el caso de Zweig o King no la seguiré; en el resto se me antoja imprescindible, caso de Roth, David Foster Wallace o Coetzee, por ejemplo.

He creado una página personal, que será accesible en la web, de hecho ya la tenéis arriba; donde se irá actualizando con las reseñas que vaya haciendo de ellas según las lea… hay trabajo para aburrir…

A lo mejor me he columpiado demasiado, soy consciente de que es MUY exigente, pero la vida sin exigirte a ti mismo no es tan divertida ¿no? ¿Qué os parece?

 

John M. Coetzee

Esperando a los bárbaros (1980)

Vida y época de Michael K (1983)

El maestro de Petersburgo (1994)

Contra la censura. Ensayos sobre la pasión por silenciar (1996)

Costas extrañas. Ensayos, 1986-1999 (2002)

Elizabeth Costello (2003)

Hombre lento (2005)

Diario de un mal año (2007)

Mecanismos internos. Ensayos, 2000-2005 (2007)

 

Philip Roth

Goodbye, Columbus (1959)

Deudas y dolores (1962)

Cuando ella era buena (1967)

Mi vida como hombre (1974)

Lecturas de mí mismo (1976)

Los hechos. Autobiografía de un novelista (1988)

Engaño (1990)

Patrimonio. Una historia verdadera (1991)

El teatro de Sabbath (1995)

Pastoral americana (1997)

Me casé con un comunista (1998)

La mancha humana (2000)

El oficio. Un escritor, sus colegas y sus obras (2001)

La conjura contra América (2004)

Sale el espectro (2007)

 

Don Delillo

Americana (1971)

Jugadores (1977)

Libra (1988)

Mao II (1991)

Submundo (1997)

En las ruinas del futuro (2001)

El hombre del salto (2007)

El ángel Esmeralda (2011)

 

Cormac McCarthy

El guardián del vergel (1965)

Suttree (1979)

II – En la frontera (1994)

III – Ciudades de la llanura (1998)

El Sunset Limited (2006)

 

Joyce Carol Oates

Un jardín de placeres terrenales (1967)

Bellefleur (1980)

Las hermanas Zinn (1982)

Solsticio (1985)

Qué fue de los Mulvaney (1996)

Blonde (2000)

Infiel (2001)

Monstruo de ojos verdes (2003)

Niágara (2004)

Mamá (2005)

Sexi (2005)

La hembra de nuestra especie (2006)

La hija del sepulturero (2007)

 

Cees Nooteboom

Una canción del ser y la apariencia (1981)

Mokusei (1982)

En  las montañas de Holanda (1984)

La historia siguiente (1991)

El desvío a Santiago (1992)

Zurbarán (1992)

Cómo ser europeos (1997)

El día de todas las almas (1998)

Hotel Nómada (2002)

Lluvia Roja (2007)

Perdido el paraíso (2004)

Tumbas de poetas y pensadores (2007)

 

David Foster Wallace

La escoba del sistema (1987)

La niña del pelo raro (1989)

La broma infinita (1996)

Entrevistas breves con hombres repulsivos (1999)

Extinción (2004)

Hablemos de langostas (2005)

El rey pálido (2011)

Conversaciones con David Foster Wallace (2012)

 

Charles Dickens

Escenas de la vida de Londres (1836)

Relatos londinenses (1838)

Nicholas Nickleby (1839)

La pequeña tienda de antigüedades (1841)         

Barnaby Rudge (1841)

Notas desde América (1842)

Cuento de Navidad (1843)

Las campanas (1844)    

El grillo del hogar (1845)

La batalla por la vida  (1846)      

El Hombre encantado (1848)      

(Incluidas estas cinco en cursiva en el volumen “Cuentos de Navidad”)

Vida y aventuras de Martin Chuzzlewit  (1844)

Dombey e hijo (1848)

Para leer al anochecer (1852)

Tiempos difíciles (1854)

Cuentos de viajeros y posadas (1855) (Con Wilkie Collins)

Pequeña Dorrit (1857)

Una casa de alquiler (1858) (con Wilkie Collins)

El viajero sin propósito (1860)

Grandes esperanzas (1861)

La señorita Lirriper (1863)            

Nuestro común amigo (1865)

El guardavías (1866)

 

Stefan Zweig

Fouché

La embriaguez de la metamorfosis

Miedo

Confusión de sentimientos

Clarissa

El candelabro enterrado

La impaciencia del corazón

Los ojos del hermano Eterno

(Incluídos los siete en cursiva dentro de la recopilación “Novelas”)

María Antonieta

Correspondencia (Herman Hesse)

Montaigne

La curación por el espíritu

La mujer y el pasaje

Tres maestros

Noche fantástica

El legado de Europa

Amok

Castellio contra Calvino

Las hermanas

El mundo de ayer

¿Fue él?

Viaje al pasado

La lucha contra el demonio

El amor de Erika Ewald

María Estuardo

 

Stephen King

Danza Macabra

El ciclo del hombre lobo

Montando la bala

Colorado kid

Corazones en la Atlántida

Todo es eventual: 14 relatos oscuros

Rabia

La larga marcha

Carretera maldita

El fugitivo

 

Flannery O’Connor

Novelas

 

A.S. Byatt

La virgen en el jardín (1978)

Naturaleza muerta (1985)

La torre de babel (1996)

El libro de los niños (2009)

 

Alice Munro

La vida de las mujeres (1971)

Las lunas de Júpiter (1982)

Demasiada Felicidad (2009)

 

Carson McCullers

El corazón es un cazador solitario (1940)

Reflejos de un ojo dorado (1941)

El aliento del cielo (1951)

La balada del café triste (1951)

Reloj sin manecillas (1951)

 

A.M. Homes

El Fin de Alice

La hija del amante

 

Margaret Atwood

El cuento de la criada (1985)

El asesino ciego (2000)

Resurgir (1972)

Desorden moral (1979)

 

Virginia Woolf

El lector común (1925)

Al faro (1927)

Orlando (1928)

Las olas (1931)

Los años (1937)

Entreactos (1941)

Momentos de vida (1976)

Relatos completos (1985)

 

Doris Lessing

El Cuaderno Dorado.