Acababa de terminar de leer la inencontrable “Así puede ser” de mi holandés favorito, una antología de su obra poética hasta 1999 realizada por Huerga y Fierro cuando, justo este año, acabo de ver publicada su antología más reciente por la editorial Visor de libros: hablo de “Luz por todas partes” y recoge poemas del autor desde “El poema negro” (1960) hasta el homónimo título del 2012. Por lo tanto, engloba la mayoría de lo que ya salió antes y se complementa con obras más recientes. De hecho, la traducción e introducción de los textos que voy a poner pertenecen a la misma persona, Fernando García de la Banda. Es decir, se puede omitir la compra de la primera, ya que esta segunda es completísima, y ya que hablo de ella en general, es excepcional.
Y no me ahorro apelativos porque, sinceramente, no soy muy dado a leer poesía, debido a mi inclinación natural a leer ficción y tengo que reconocer que, últimamente, leo bastante más del primero y la culpa la tienen autores tan diversos como el surcorenano Ko Un (del que hablé por aquí…), el holandés que ya todos conocéis y del que hablaré a continuación y, más ortodoxo, Ted Hughes, por demostrarme el místico término del aliento y la energía poética y que está presente en su estimulante obra. Y no solo la leo, sí, la disfruto muchísimo.
En la exhaustiva introducción, el traductor expone muy acertadamente las características generales de la poesía de Nooteboom y es relevante cuando al hilo de la dificultad de sus poemas indica lo siguiente: “El hermetismo citado no ha de extrañar, si tenemos en cuenta que el concepto clave de su poesía –junto con el ver, el mirar- es el enigma o misterio, ‘radseel’ en neerlandés (que en su acepción más lúdica significa también ‘adivinanza’, ‘acertijo’). Nooteboom concibe la literatura, y en general todo el arte, como una indagación en el misterio: ‘El gran arte te enreda en enigmas que tienes que resolver.”
Característica que, en mi opinión, constituye uno de sus mayores encantos.
En dicha introducción a la manera de prólogo también informa sobre el proceso “traductológico”, seguido con las dificultades generales de traducción de la poesía neerlandesa y en particular la de Nooteboom y constituye una guía de introducción para principiantes de inestimable valor para el mayor disfrute de lo que viene después.
Lo único discutible o a lo que se le podría poner un pero es la falta de imágenes que sirven de inspiración a algunas antologías poéticas como la de “Autorretrato de otro” (de la que hablé en este enlace) y el orden cronológico inverso en el tiempo, de más reciente a más antiguos. Parecía más lógico haberlas colocado en orden inverso: de más antiguos a modernos para ver la evolución. De todos modos esto no ensombrece un resultado final grandioso del que os voy a poner a continuación una pequeña muestra de los poemas que demuestran su eclecticismo a la hora de elegir temas, su manejo de estructuras variadas y su sensibilidad.
De “Luz por todas partes” (2012), este “Fuera” es un canto a cada momento que vivimos:
No voy ahora fuera,
ya estoy fuera. A medio camino entre la palmera
y la higuera. Bajo la media luna,
a siete horas del rocío.
Gotas sobre el plumbago.
¿Cómo se llama cada hora
de la noche, cómo cada minuto
de la hora? Si los días tienen nombres,
¿por qué no los minutos?
Cada instante de nuestra vida
debería tener un nombre
que no se pareciese al nuestro,
que nos olvidase. Cada segundo
una cifra en un registro
de atisbos, murmullos
escuchados, versos
trabados con diarios,
susurros de escarcha y nieve,
el poema más lento
de la duración.
Y este fragmento de “Borges” que refleja a la perfección lo indefinible de la producción del enigmático autor:
[…]
Así arrojaste tu obra
al tiempo, palabras, un día empezadas como nada,
como pensamiento, como frase, como poema,
escritura transformada en libro
de mármol, y luego hundiéndose
perdida, corroída
por mil ojos aún no nacidos,
otra vez convertida en palabras sin poeta,
y más aún, letras en la piedra más y más ilegibles,
susurro de fragmentos,
el eco enigmático de un tiempo prehistórico,
hasta esa única y última
redención,
alcanzada
ausencia
En la mencionada “Así pudo ser (1999)”, “Quimera” representa uno de sus estudios de la identidad, cómo somos, cómo se construye:
Nunca fuiste quien quisiste ser,
quien creías que eras.
El traje equivocado
en un mundo volcado.
Siempre has ido con la mentira,
la más antigua prometida, nunca creíste
que los dichos cercanos
son los más íntimos. Para ti era
más familiar la aparición
que el primer pensamiento,
tenías demasiado mundo, demasiado musgo
en tu estatua, estabas
con el libro que tú mismo no querías leer,
un hombre de carne que se volvió de cal,
un ángel de sombra, solo,
y envuelto en el vacío oficio
de tu nombre.
Y “Acertijo”, el más idiosincrático para mí, ¿es él la persona a la que se está refiriendo? Yo creo que sí y que emparenta con esa necesidad de resolver enigmas en el arte a la que se refiere el propio autor:
El grillo es el monje del pájaro.
Su madre un cardo,
su hija un guijarro.
¿Y yo? Yo construyo mi nido
en las algas ondulantes
y me sumerjo en el acertijo
donde se está fresco
y se percibe el aroma
de un tiempo sin fin.
Podría poner más muestras, pero voy a finalizar con un poema de la recopilación “Ausente, presente” (1970) y esta joya:
NADA
La vida
deberías poder
recordarla
como un viaje al extranjero
y con amigos o amigas
comentarla luego
y decir
no ha estado mal
la vida,
y ver pasar jirones de mujeres, misterios
y paisajes
y luego recostarte satisfecho
pero los muertos no pueden recostarse.
Ni tampoco pueden hacer nada.
Espero que la vida se convierta siempre en algo que disfrutes gracias a la gran literatura. La de autores como Cees Nooteboom.