“El plantador de Tabaco” de John Barth

Si algo tenía claro era que la vuelta al blog después de las vacaciones tenía que ser a lo grande; ya que este post es el número ciento cincuenta y para tal acontecimiento era necesario que el comentario se refiriese a una “magna” obra. Dicho y hecho, aprovecharemos el momento para hablar de “El plantador de tabaco” del norteamericano John Barth.

plantador_gdeDesde que empecé Filología Inglesa tengo una pequeña obsesión con pintar, rellenar todos los huecos de la narrativa anglosajona; cosa harto difícil, habida cuenta del número de obras que permanecen inéditas todavía en este, nuestro querido país. Dentro de ese fascinante mundo anglosajón las piezas del puzle se van ensamblando cada vez más, gracias a la labor de editoriales pequeñas independientes: ahí tenemos el caso de Pálido Fuego que va a publicar en no mucho tiempo el “House of leaves” de Danielewski, obras de David Foster Wallace e incluso de Robert Coover en el futuro; e, igualmente, gracias a Sexto Piso estamos viendo la aparición de la obra literaria del gran William Gaddis, Kurt Vonnegut y, ahora, de John Barth. De hecho, estamos hablando de la que siempre se ha considerado la obra maestra del escritor y prometen más obras de él en adelante. No puedo más que relamerme los dedos y desesperarme con la (gozosa) espera.

“El plantador de tabaco” (“The Sot-Weed Factor”) fue publicada en 1960 e inicialmente Barth la concibió como la conclusión a una trilogía nihilista, siendo las dos primeras novelas de la trilogía “The Floating Opera” (1956) y “The End of the Road” (1958); y tomó su título del poema “The Sotweed Factor, or a Voyage to Maryland, A Satyr” de 1708 realizado por el poeta inglés Ebenezer Cooke (c. 1665-c.1732) del que prácticamente no se sabe nada.

Resumiendo a grandes rasgos la trama, la novela (ubicada en la década de 1680 a 1690 en Londres y Maryland) es una narración épica satírica de la colonización de Maryland basada en la vida ficcionalizada de Ebenezer Cooke; honrado con el título de Poeta Laureado de Maryland, y al que se le manda para cantar las alabanzas del proceso y que vivirá una serie de aventuras en su viaje a la colonia ( ¡y en ella!) mientras preserva, con no pocos problemas, su virginidad intacta.

Barth también tenía la idea de dar un epitafio al poeta, en sus propias palabras: “The Sot–Weed Factor began with the title and, of course, Ebenezer Cooke’s original poem. . . . Nobody knows where the real chap is buried; I made up a grave for Ebenezer because I wanted to write his epitaph”. 

A pesar de lo comentado, el resultado final fue por otros derroteros. Como dijo Barth en 1994: “Looking back, I am inclined to declare grandly that I needed to discover, or to be discovered by, Postmodernism.” (“Mirando atrás, me inclino a pensar mayormente que necesitaba descubrir, o ser descubierto por el Postmodernismo”). A partir de ese momento, de hecho, las obras de los períodos siguientes se inclinarían cada vez más a la fabulación, la metaficcionalidad, en conclusión: lo postmoderno.

Tras leer la obra, no puedo más que estar de acuerdo con lo anterior. Y me gustaría incidir en lo que considero sus virtudes, aquellas características que la hacen tan especial y, por qué no decirlo, una obra imprescindible del postmodernismo y, extendiéndolo aún más, de la literatura universal.

En primer lugar hay que tener en cuenta la estructura: la trama principal, ese tour de force de nuestro querido poeta, se convierte en un juego de cambios de identidad, mascaradas y equívocos altamente humorísticos por momentos que alternan con digresiones, historias dentro de historias e incluso listas (esotéricas, ingredientes de comidas, insultos…). Se puede comprobar fácilmente cómo la historia comienza de una manera más realista (como en sus obras anteriores) y va desencadenando una narración cada vez más postmoderna según avanza la obra: esas digresiones, esas historias dentro de historias, son elementos clásicos de este estilo. La novela toma como referencia los géneros (y formas) del siglo XVIII y las parodia, imita, recupera y reescribe: en esta parodia entran el Bildugnsrroman o relato de formación, el Künstlerroman o relato de formación de un artista y del género picaresco, convirtiendo toda la obra, en sí, en una farsa satírica de proporciones épicas. Luego volveré sobre este tema, ya que hay que indicar para qué le sirve esto.

En este texto que pongo a continuación de la fabulosa traducción de Eduardo Lago (que además hace el prólogo y de la que proceden todos los textos que voy a reproducir) para esta edición de “El plantador de tabaco” de Sexto Piso, encuentro dos hechos reseñables:

“En los años finales del siglo XVII había entre los juerguistas y petimetres que frecuentaban los cafés londinenses un individuo delgaducho y zanquilargo llamado Ebenezer Cooke, con más ambición que talento y, sin embargo, más talento que prudencia, el cual, al igual que sus compañeros de juerga, que en teoría estaban educándose en Oxford o Cambridge, encontraba en los sonidos de la madre lengua inglesa más un motivo de juerga y diversión que algo con sentido, con lo que se podía trabajar y, en consecuencia, en lugar de entregarse a los sinsabores de la erudición, el tal Ebenezer aprendió el arte de versificar, dando en desgranar, conforme a la moda de entonces, cuadernillos de pareados plagados de Joves y Júpiteres espumeantes, entre el estruendo de las rimas estridentes y símiles que de tanto tensar la cuerda, a punto estaban de romperla.”

Uno, sin dudarlo, el estilo, que imita las formas de novelas anteriores de Fielding, Sterne y su “Tristan Shandy” o de Samuel Richardson; requiere mayor esfuerzo lector por lo estrambótico, por la réplica del estilo antiguo; pero compensa debido al increíble lirismo de cada descripción, a la minuciosidad narrativa, al humor que destila en cada palabra, en cada metáfora. Una joya, de la que no te cansas y que te ayuda a disfrutar aún más. Dos, los personajes, este es el primer párrafo y asistimos a la presentación, cuál Quijote, de este poeta “de pelo y ojos claros, huesudo, los pómulos hundidos” “hombre garza, de patas flacas y pico largo, caminaba y se sentaba con pose descoyuntada; su porte mismo era una sorpresa angulosa, cada uno de sus gestos, una semiagitación.”

El triángulo de protagonistas que forma junto con Henry Burlingame (que en algún momento llegué a identificar con Sancho Panza) y la hermana del poeta, Anna, llevan el peso de buena parte de la obra y son parte de su encanto;  sin perder de vista al criado traidor, Bertrand, que le pone en más de una situación comprometida y a Joan Toast, una suerte de Dulcinea grotescamente desahuciada, a la que ama sin reparo:

“-¡Y vos sabed que os amo por ser mi salvadora y mi inspiración! –repuso Ebenezer-. Pues hasta esta noche en que habéis venido a mí, jamás fui hombre, sino un mero patán chocho y un currutaco; y hasta el momento en que os abracé jamás había sido poeta, sino poetastro fatuo y huero. Con vos Joan, ¿qué proezas no ejecutaré? ¿Qué versos no escribiré? […] Despreciadme, Joan, que entonces seré un loco egregio, un don Quijote que se tambalea por causa de su ignorante Dulcinea; pero aquí os desafío (si tenéis la vida y el fuego y el ingenio suficientes) a que me améis sinceramente, como yo os amo a vos, y entonces lucharé contra gigantes de verdad, y los sojuzgaré. Amadme y os juro lo siguiente: ¡Yo seré Poeta laureado de Inglaterra!”

No se puede negar la influencia “cervantina”, patente en ese protagonista y en sus compañeros; el ser conocedor del texto ayuda a disfrutar aún más de esta reescritura en clave satírica. También la “Ilíada” de Homero es musa inspiradora y nos lleva al hilo principal de la obra que además se convierte en otra cualidad reseñable:

“¿Hubiera tenido el mundo noticia alguna de Agamenón, o del fiero Aquiles, o del ingenioso Odiseo, o del cornudo Menelao, o del circo, todo lleno de griegos y troyanos que se iban pavoneando por ahí, de no ser porque el gran Homero habló de ellos en verso? ¿Cuántas batallas de mayor importancia creéis vos que se han perdido en el polvo de la historia por falta de un poeta que las cantara para la posteridad? […] Los héroes perecen, las estatuas sucumben, los imperios se desmoronan; pero la Ilíada se ríe del tiempo, y los veros de Virgilio son hoy tan verdaderos como el día en que fueron compuestos. […] ¡Sería una composición épica como jamás se ha escrito ninguna! ¡La Marilandíada, por mi fe!”

De la Ilíada deriva en esa “Marilandíada” y nos muestra su interés por ensalzar la labor del poeta y de la literatura en general como atestiguan estos momentos:

“Entre todas las artes y ciencias la literatura era la única que tenía como dominio propio el campo entero de la experiencia y el comportamiento humanos (de la cuna a la tumba y aún más allá; del emperador a la puta barata; desde la quema de ciudades hasta el modo de luchar contra el viento), así como los problemas de toda magnitud que afectan al hombre.” “¿Quién tiene más necesidad que el poeta de todos los dones divinos? El poeta posee el ojo del pintor, el oído del músico, la inteligencia del filósofo, la persuasión del letrado; cual un dios atisba el alma secreta de las cosas, la esencia que se oculta bajo la forma de las mismas, su más recónditos recodos. Cual un dios conoce las fuentes del bien y del mal: ve la semilla de la santidad en la cabeza de un asesino, el gusano de la lujuria en el corazón de una monja. Y aún voy más lejos: así como el poeta es entre los caballeros como una perla entre piedras pulimentadas, así también debe el Laureado ser un diamante  entre las perlas, un príncipe entre los príncipes.”

“¿Quién tiene más necesidad que el poeta de todos los dones divinos? El poeta posee el ojo del pintor, el oído del músico, la inteligencia del filósofo, la persuasión del letrado; cual un dios atisba el alma secreta de las cosas, la esencia que se oculta bajo la forma de las mismas, su más recónditos recodos. Cual un dios conoce las fuentes del bien y del mal: ve la semilla de la santidad en la cabeza de un asesino, el gusano de la lujuria en el corazón de una monja. Y aún voy más lejos: así como el poeta es entre los caballeros como una perla entre piedras pulimentadas, así también debe el Laureado ser un diamante  entre las perlas, un príncipe entre los príncipes.” 

 “¿Quién lee mejor el corazón de los hombres, el filósofo o el poeta? ¿ cuál de los dos está en más estrecha armonía con el mundo?”

Me gusta la idea de esta defensa del arte literario pero no por el arte, sino como único repositorio del testimonio y la experiencia  de la humanidad; y del poeta como focalizador de todo lo que proviene de Dios, al menos lo virtuoso, poniéndolo incluso por encima de la filosofía. Es lógico, por otra parte, esta afinidad; no en vano la literatura es mi mayor pasión y esta idea está cargada de romanticismo literario.

Barth, nada ajeno a la tradición norteamericana, no se olvida en esta obra de señalar uno de los temas más recurrentes en la literatura norteamericana: la identificación del protagonista con Adán:

“Me refiero a que lo que vos estáis haciendo es volver a representar la historia de Adán. Tanta importancia le concedéis a vuestra inocencia que por causa de la misma habéis perdido vuestro paraíso terrenal. Pero aún he de llevar esta idea más lejos: vuestra aventura no solo os ha dejado sin hogar, sino que al igual que sucedió con Adán, habéis probado vuestro primer bocado de Sabiduría y experiencia; de ahora en adelante no os será fácil coger frutos con que llenaros las tripas sino que ganaréis el pan con el sudor de la culpa, como hacen las masas humanas. Vuestro padres, si lo conozco bien, no dejará pasar esta ocasión de expulsaros del jardín del Edén.”

Este Adán americano, es colonizador, hombre hecho a sí mismo, ahí está el Sueño Americano.

Me encanta cómo la obra, ya lo indiqué anteriormente, va avanzando en forma y temas, y evoluciona del realismo al postmodernismo; los momentos en los que me di cuenta de ello empiezan a aconteceren la parte final aunque empiezan con la falibilidad del recuerdo:

“-En suma, pues: ¿se es lo que se recuerda?

-Sí –convino Ebenezer-. O mejor yo no sé lo que soy, pero sé que soy y que he sido merced a la memoria. El recuerdo es el hilo que ensarta los abalorios, constituyendo el collar; o como el hilo de Ariadna, del cual hizo entrega el ingrato Teseo: indica qué camino he seguido por el laberinto de la vida, me vincula con el punto de partida.” (ese recuerdo, esa memoria se torna aún más falible según se avanza en la obra, por los trastornos de identidades)

Y se extiende a la propia realidad como vemos en este diálogo entre Burlingame y Ebenezer:

“Sólo quería dejar bien sentado que toda aserción sobre el tú y el yo, incluso de cara a uno mismo, es un acto de fe imposible de verificar” a lo que Ebenezer responderá anonadado “¡Santo cielo, tu discurso me ha robado los símiles: no conozco nada que sea inmutable y seguro!”: la realidad que conocemos, fragmentada, es irreal, nunca podemos conocerla de manera absoluta e inmutable, se resquebraja: “-¡Todo esto es sumamente cambiante y confuso! […] ¡Nadie es quien ni lo que yo creo que es! -Pasan muchas cosas –asintió crípticamente el criado- que a gentes como vos y como yo se nos escapan. Maldita sea si las cosas son los lo que aparentan.”

Realidad, apariencia y recuerdo se mezclan cada vez más y a la luz de este relativismo, se enfatizan cosas menos universales. Lejos todavía del inicio del postcolonialismo que surgiría en 1978 con la obra de Edward Said “Orientalism”; Barth, con todo lo indicado anteriormente acomete una reescritura postcolonialista de los clásicos para modificar y subvertir el diálogo tradicional; de ahí el uso de la parodia y la ironía; todo se convierte en una farsa, sólo hay que ver el segundo nivel de lectura que nos da con los fragmentos de los diarios íntimos de sir Henry (de 1608), que van pintando la historia del antepasado de Henry y que no es más que una reescritura del cuento de John Smith y Pocahontas aunque con “algunas diferencias” como podemos ver en este párrafo:

 “Comenzó entonces Attonce a darse de palmotadas en la panza con el fin de despertar un mayor apetito de viandas y, en viéndolo, otro tanto hizo Burlingame, hasta que el estruendo de las tripas de uno y otro resonó por sobre las ciénagas como fragor de volcán. Acto seguido, Attonce, cruzado de piernas, dio en rebotar con las posaderas sobre el suelo, para agradar aún más su apetito; hizo otro tanto Burlingame que no daba cuartel a su rival, y la misma tierra entremecíase bajo el peso de sus espantables traseros. […] Y ansí estuviéronse  un buen espacio, efectuando numerosos rituales con que azuzaban el hambre, en tanto nuestra compañía los observaba, atónita, sin saber qué estaban presenciando, e los salvages batían palmas e danzaban en derredor, y Pokatawetussan miraba con lascivia a uno y otro rival.”

En clave de humor, la lucha entre los dos comilones dará un ganador que desflorará a Pokatawetussan. Esta visión desarma el porte apuesto y viril de una persona de principios, un gran americano, para igualarlo con la tribu de indios; es insólito, pero se produce durante el texto una lectura en contra del imperialismo británico dando aún más importancia a los personajes de otras razas y poniendo a los colonos al nivel de los indios.  Por si no nos quedara claro, en la parte final el norteamericano clarifica la reescritura del texto:

 “Otrosí fue tan osado que me mostró una relación escrita donde se refería cómo salvó a Pocahontas , cuya relación pensaba incluir en su mendaz Historia; aquella versión no hacía mención ninguna de la infamante desfloración de la princesa, sino meramente daba a entender que la doncella había sucumbido al porte viril y hermoso rostros de mi capitán. Así pues yo debía fingir que creía en aquella farsa burlesca y fue ello mismo lo que hame movido, con la esperanza de así apaciguar mi angustiada consciencia, a llevar a cabo aquesta relación verdadera en mi diario, en cuyas páginas ruego a Dios jamás pose mi capitán sus lúbricos ojos.”

La dicotomía “history-story” se hace presente, cobrando aún mayor importancia la segunda parte (“story”, esos cuentos dentro de otros cuentos)  debido a la falta de fiabilidad de la primera.

En un principio pensé sobre todo en lo anterior como motivo principal de la obra, sin embargo, ya acabando el libro me encontré con esto:

“El plantador de tabaco gozó de una popularidad constante entre las gentes de letras de Londres, bien que no era la clase de popularidad que hubiera deseado su autor. Los críticos lo consideraban un buen ejemplo de la clase de farsa satírica entonces en boga; elogiaban la rima y el ingenio; aplaudían las caracterizaciones y lo grotesco de la acción…, pero ni uno solo se tomaba en serio el poema.”

En un texto como este donde todo es farsa, ironía y parodia, ¿podría pensarse que precisamente nos quería mostrar algo serio? Según el texto de Edmund Fuller “The Joke is on Mankind” para el New York times, con el que estoy bastante de acuerdo, quizá el autor quería expresar a través de esta obra lo que es la humanidad: una sátira, un conglomerado de fragmentos que a veces no se pueden discernir y que constituyen, como nuestras vidas, una (tragi)comedia en sí mismos.

Infinitas posibilidades y reflexiones las que nos ofrece esta obra que, en mi opinión, es capital e imprescindible. Una obra mastodóntica que constituye un hito único por su influencia posterior y, cómo no, por sí misma. Necesitamos más de John Barth.

Resumen de junio y….vacaciones, aprovechando el estío

Verano, calor, y, sobre todo… ¡vacaciones!

Debido a esta circunstancia, altamente saludable y recomendable, no me va a quedar más remedio que tomar un descanso en el blog también. Sobre todo porque no se puede estar administrando  desde otros sitios tan fácilmente y no me voy a llevar el portátil para hacerlo. Eso sí, os aseguro que no faltarán lecturas aprovechando el fantástico descanso.

El mes de junio se saldó con una buena cuota de lecturas que resumo a continuación:

“La muñeca ciega” de Giorgio Scerbanenco; lo que tienen las portadas, por esta en particular habría apostado, y más de uno lo haría también, por una novela más cercana al terror; nada más lejos de la realidad, ya que se trata de una historia de detectives con algún elemento original en la forma de desencadenar la resolución. Muy recomendable.

“Luther: el Origen” de Neil Cross, hablé de él, junto con el de “Little Boy Blue” de Edward Bunker. Mezcla excelente de “hardboiled” del bueno.

“Una canción del ser y la apariencia” de Cees Nooteboom, lo exploré en su enlace en profundidad. Este mes he avanzado mis lecturas pendientes del holandés.

“Noctuario” de Thomas Ligotti, terror muy alejado de lo cotidiano, gran heredero de Poe y Lovecraft, jugando con lo indeterminado y con las imposibilidades de la realidad. Interesante propuesta y, sobre todo, distinto a lo habitual.

“Mokusei/El buda tras la empalizada” de Cees Nooteboom, ficción exótica en Japón y Thailandia, ya hablé largo y tendido sobre ellos.

“La jugada maestra de Billy Phelan” de William Kennedy, todo un microcosmos de la sociedad norteamericana especificado en la ciudad de Albany con las relaciones entre sus habitantes y el hampa de fondo. Mafiosos, tramposos y el juego a través de la figura del superviviente Billy Phelan.

“La promesa de Kamil Modracek” de Jiri Kratochvil, una de las grandes sorpresas de lo que llevamos del año, ojito a la mezcla de novela policíaca, humor negro y juegos metaliterarios en una novela magistral que tiene en Nabokov a uno de sus protagonistas. Me extenderé en una reseña en no mucho tiempo. Lo merece.

“En las montañas de Holanda” de Cees Nootebom, ya lo comenté en el post que le dediqué, quizá es una de mis obras favoritas del autor y una estupenda puerta de entrada a su literatura.

“La historia siguiente” de Cees Nooteboom también, novela corta de una dificultad en el fondo bastante considerable, espléndida en ejecución, difícil de recomendar.

“El matrimonio de la señorita Buncle” de D.E. Stevenson, buena muestra de humor costumbrista inglés aunque no tan ambiciosa y redonda como el primer libro que salió de la autora.

“Eidolon” de Jane Johnson, olvidable pastiche que mezcla todo tipo de historias que se han contado mil veces. Un pequeño desastre.

“Zurbarán. El pintor del misticismo” de Cees Nooteboom, libro de arte, más que obra de literatura. Hermoso en demasía.

“Autorretrato de otro” de Cees Nooteboom y Max Neumann, experimento narrativo que mezcla dibujos y poesía en prosa, estimulante y diferente muestra del buen hacer de nuestro Cees.

“Entre moros y cristianos” de Daniel Pennac, entrega de la familia Malaussene que se había quedado inédita hasta este momento; es una maravilla encontrarse con estos personajes de nuevo, aunque no llegue a lo sublime que supusieron algunas de las anteriores entregas.

“Así pudo ser “ de Cees Nooteboom, otra muestra de su eclecticismo, esta vez en una muestra de poesía.

“Cómo ser europeos” de Cees Nooteboom, recopilación de ensayos con su preocupación por el “europeísmo” de fondo. De una clarividencia meridiana.

“Los relámpagos de agosto”  de Jorge Ibargüengoitia, cómo utilizar la ficción para explicar la realidad; en este caso la revolución mexicana, y encima con un humor a prueba de bombas.

Buena cosecha ha sido lo resultante. Aunque parezca mentira Julio ha empezado inmejorablemente con “Un paraíso inalcanzable” de John Mortimer y, a partir de ahí, se ha desencadenado lo que he denominado efecto “Plantador de Tabaco”:

 2013-06-22 20.46.07

 La verdad es que la novela de Barth es un “tochazo” considerable que está provocando las siguientes consecuencias:

-Desarrollo de los bíceps del brazo izquierdo (el que uso normalmente para trasladarlo).

-Reducción drástica del resto de lecturas.

-Adicción extrema a la narrativa del norteamericano.

-Hedonismo puro y duro ante el “estilazo” del autor.

A la vuelta de vacaciones tocará, como no puede ser de otra manera una reseña para esta joyita recién recuperada por la editorial Sexto Piso y que promete ser uno de los libros del año.

¡¡¡¡Buenas vacaciones para todos!!!!

“Autorretrato de otro. Sueños de la isla y la ciudad de antaño” de Cees Noteboom

autorretratoSi hace poco hablaba de la vertiente más artística de nuestro holandés favorito; ahora voy a introducirme en otro de los géneros que practica con frecuencia: la poesía.

En este caso de trata de una colaboración entre el escritor y el artista alemán Max Neumann. Treinta y tres dibujos de Neumann llegaron a la casa de Nooteboom en Menorca, y allí comenzó un proceso de escritura en el que “la realidad, los recuerdos, mitología e historia, la infancia y un profundo proceso de indagación sobre el laberinto de la identidad desembocaron en estos treinta y tres poemas en prosa.”

En el postfacio a esta edición de los poemas y sus dibujos que realiza el traductor Fernando García de la Banda se explica un poco el proceso creativo; ya que, se suponía que estos poemas en prosa no debían ser representaciones de imágenes pictóricas, sino más bien una inspiración, como “musas”, para la creación de unos poemas, gracias a esas sensaciones.

La idea es ciertamente original, y el resultado, excelente, a pesar de que tenía reticencias al experimento. La edición bilingüe requiere un gran esfuerzo de traducción; ninguno de los dos autores buscaban belleza ni lirismo propiamente dichos (aunque al final sí consigan momentos de este estilo) y ello se refleja en la aridez de los textos, de los dibujos, de los temas tratados; es difícil no caer en la tentación de hacer más bello el texto y, sin embargo, no solo lo consigue sino que al leerlos y observar las imágenes se generan sensaciones, que van del dolor a lo sublime. Un cúmulo de momentos de todo tipo que no causan indiferencia. Podemos ver como ejemplo el poema número dieciocho:

“Alguien en un camino en el campo, una figura inmóvil, envuelta en su sombra. Solo después esta serie: un niño, un perro, un cura, tres ancianas. Era incapaz de hacer algo con aquello. Fue a sentarse a una piedra; podría decirse que sopesaba la tarde. Oscureció lentamente, oyó los guijarros del riachuelo, rodando suavemente unos encima de otros, un imperceptible deslizarse y chocar, el sonido que también harían si él no estuviera allí. “Así se pulen”, pensó. Y sintió sus formas redondas en la palma de la mano. Luego, cuando ya colgaba la niebla sobre el agua, la noche se convirtió en búho. Se estremeció con el grito que hizo insoportable el silencio.”

O de este poema veintidós que genera otro tipo de sensaciones que se acercan más a lo musical:

“[…]La idea de que el silencio entre las notas se registre como tiempo lo conmueve. Así, también la ausencia de sonido es música, invisible e inaudible como el propio tiempo. Audible, inaudible. En ese silencio continúa, hasta que el silencio aún mayor lo acoge todo, el sonido y su opuesto. Solo entonces ha llegado al mar. Ritmo, el número de las olas, secuencia.”

 Al final es inevitable que haya elementos comunes, pero el autor aprovecha para realizar una exploración de la identidad de la persona, de la construcción a través de los demás; y, ¿por qué no?, de la infancia en contraposición con la vejez, con la muerte.

autorretratoneumann“Había también otra forma junto a él. Otro rostro que eclipsaba el suyo. Quizá el suyo ya no existiera, pero eso daba igual. La forma sería capaz de multiplicarse y él podría estar en todas partes, casi siempre invisible. Lo que importaba era tener una voz que casi nadie pudiera oír. Eso requería el menor número posible de palabras. Se tumbó en el suelo, ya frío. Su madre surgió de uno de sus sueños. Parecía recubierta de plata, y caminaba por una carretera con árboles arqueados. La sentía cantar. Luego, durante mucho tiempo, no sucedió nada. Ahora necesitaba pensamientos para sustituir a su rostro, el escudo ausente. También había otras manos en lugar de las suyas. Ya apenas las iba a necesitar.”

El viaje resurge como metáfora de la búsqueda de la identidad y del camino que recorremos en la vida desde la infancia hasta el final de nuestros días. El lenguaje se vuelve la expresión de nuestra identidad y parte de ella:

[…]Tomó su maleta y se demoró aún un rato ante la ventana de su casa vacía. Afuera había parado el viento. Ya nada volaba. Pensó en la primera palabra, y luego en la última, y se imaginó que una voz pronunciaría un día en algún lugar esa última palabra, igual que la misma voz u otra exclamó en otro tiempo la primera. Las cosas, desprovistas de su nombre y abolidas, las palabras borradas, hasta que tampoco la primera hubiera sido pronunciada. Solo después volvería a hacerse el silencio. Solo después volvió a hacerse el silencio.

Excelente edición de una obra estimulante a pesar de su breve extensión a cargo de Calambur.

Los textos provienen de la traducción del neerlandés de Fernando García de la Banda para esta edición de la obra.

“Zurbarán. El pintor del misticismo” de Cees Noteboom

zurbaran-el-pintor-de-misticismo-9788498415612Una de las características que definen a Cees Nooteboom es su eclecticismo desbordante; con una variedad de estilos que le permiten abordar diferentes vertientes literarias. Esta semana voy a poner un par de subgéneros que amplían, sin lugar a dudas, estas cualidades. En su magnífica “El enigma de la luz”  reunía varios artículos en clave de ensayo ficcional donde demostraba no tanto los conocimientos técnicos como su apreciación sensorial a las obras que comentaba. Y para ello utilizaba sus mejores herramientas literarias acentuándose más que en el caso de su obra de ficción, por poner un ejemplo ilustrativo.

Este “Zurbarán. El pintor misticismo” reúne las experiencias del escritor holandés al presenciar una exposición sobre el arte español del Siglo de Oro que tuvo lugar en la National Gallery de Londres, el nombre de la muestra era “The sacred made real” (“Lo sagrado hecho realidad”). La edición, preciosa, de Siruela, recuerda al formato de los libros de arte que edita Taschen y que son bastante conocidos entre los compradores habituales de arte.

Nooteboom realiza un comentario extendido durante varias páginas referentes a la obra de Zurbarán y a la época en que se realizaron y, en la parte final, escoge una selección de cuadros del gran pintor español que reflejan lo hablado y que, ciertamente, son magníficos. Es fabuloso como en pocas palabras es capaz de mitificar al extremo su pintura, haciendo gala de un lirismo extremo, con todo lo bueno que se puede asociar a este último adjetivo. Cada palabra de las que comenta exalta su obra:

“Es, ante todo, la idea que hay detrás la que se impone: que hubo un tiempo en el que las personas vivían en esta realidad que ya no nos permite acceder a ella como tal, y que se identificaban totalmente con ella, de modo que veían esas imágenes como cuerpos de personas reales y padecían sus sufrimientos como propios. Para lograr este propósito, las imágenes tenían que ser lo más reales posibles: la sangre tenía que parecer sangre de verdad; y las lágrimas, lágrimas de verdad.”

Se podría limitar a comentar, desde la perspectiva actual, una obra que, a todas luces, no es característica de los tiempos contemporáneos, ni entendible; sin embargo, es capaz de ser consciente de la época y con esa base dar la apreciación necesaria. Es una aproximación ciertamente inteligente y que pone en su sitio una muestra genial. La conclusión, clarividente, a la par que acentuadamente lírica nos acerca más a un pintor imprescindible:

“En sus cuadros hay infinidad de cosas por ver, pero para mí Zurbarán es también el pintor de lo indescriptible; hasta en los cuadros más mudos hay una forma de éxtasis que literalmente no se deja describir, y entonces no puedo hacer más que volver a mi punto de partida: las personas que el pintor reflejaba pertenecían a un mundo que para nosotros ha devenido inaccesible para siempre. El milagro es que a pesar de todo podamos verlas. No es posible acercarse más al enigma.”

El único “pero” que le puedo poner a la exquisita edición de Siruela es el “algo elevado” precio; la calidad de reproducción de los cuadros es prácticamente insuperable.
Los textos provienen de la traducción de neerlandés de María Cóndor para esta edición de Siruela.

“El matrimonio de la señorita Buncle” de D.E. Stevenson

el-matrimonio-de-la-senorita-buncleHace prácticamente un año de la publicación del fabuloso “El libro de la señorita Buncle” que comenté por aquí  y que estuvo en mi selección de lo mejor del año más que merecidamente por la sabia mezcla de comedia de costumbres, sátira sobre el mundo editorial y todo lo que lleva a su alrededor y las fronteras “difusas” entre realidad y ficción. Era una delicia, no os voy a engañar, y sigo recomendándolo a los cuatro vientos.

Pues bien, al final el libro, poco a poco, ha tenido tal éxito que vemos ahora la segunda parte, “El matrimonio de la señorita Buncle”, publicado nuevamente por el interesantísimo sello Rara Avis de Alba.

Tal y como sugiere el título, el estatus quo de nuestra singular protagonista ha cambiado, y mucho; pero, sin embargo, ella permanece tal y como la conocimos, tan encantadora, humilde y divertida: 

“[…] cuando la pura verdad era que seguía siendo Bárbara: una niña feúcha y torpe. Tenía el mismo cuerpo (ahora era más alta, pero el cuerpo era el mismo sin la menor duda, hasta la misteriosa marca marrón del muslo derecho, que parecía un ratoncito. Nunca se la había visto nadie, eso seguro, pero seguía ahí: la prueba visible de que seguía siendo la misma de siempre: Bárbara Buncle, solo eso). Su pelo tenía tan poca gracia como siempre (aunque ahora era un poco más soportable gracias a un ondulado permanente) y las personas “brillantes” la asustaban igual que antes, y los relámpagos, y los perros grandes, y los dentistas, y tenía el mismo valor de siempre para sobrellevar sus miedos sin decir una palabra. Y por último, aunque no menos importante, le gustaban las mismas cosas de siempre –los helados, los pasteles, los bollos con mucha mantequilla- y le encantaba salir por la noche cuando brillaban las estrellas, como siempre y acostarse tarde y desayunar en la cama. Estaba segura de que un día alguien descubriría que era una impostora en el mundo de los adultos.”

No solo cambia su estatus, también se trasladan a un nuevo sitio, “Wandlebury” que D.E. Stevenson refleja con todo lujo de detalles, espléndido el relato costumbrista de esos pequeños pueblos ingleses, tanto en lo pintoresco y geográfico como en el retrato de sus personajes:

“La idiosincrasia de las ciudades y pueblos ingleses es tan variada como la de una prima donna. Unos se esconden en medio de un bosque o se agazapan detrás de unos montes y asaltan de pronto al automovilista al doblar una curva de la carretera; otros se alzan en la cima de una colina, con los tejados y las agujas apuntando al cielo para que los vea todo el mundo. Y aun otros dormitan en una llanura y el viajero los divisa a lo lejos, desde kilómetros de distancia; van haciéndose cada vez más grandes: al principio parecen de juguete y, a medida que el viajero se acerca, se vuelven de tamaño real. Unas ciudades despliegan por los alrededores lujosas barriadas residenciales de casas de campo y chalets muy nuevos y ordenados; otras, hileras largas de casitas para los obreros, donde los niños juegan cerca de las puertas.”

“La verdad es que la gente es rarísima –pensó-, la de Wandlebury lo es, la de Silverstream también, a su manera. Supongo –siguió pensando-, supongo que no hay nadie normal en el mundo, en ninguna parte.”

Cualidades estas que corroboran el buen hacer del primer libro y que nos acercan a ese retrato de la campiña inglesa de principios del siglo XX de la que tan buenas muestras tenemos (Gibbons, Mitford, ….). Desde ese punto de vista la novela se sostiene muy bien; la trama, en esta ocasión y este nuevo lugar, tiene que ver con sus divertidos protagonistas y sobre la posibilidad de recibir una herencia o no según unas cláusulas ciertamente curiosas;  en cuanto a la idea, ciertamente, funciona, mantiene la el grado de interés desde el principio hasta la recta final sin que casi te des cuenta.

Sin embargo, lo que hacía especial a la anterior novela, en esta, pasa muy de puntillas. Me refiero, como comenté al principio, a la sátira editorial y a los juegos metaliterarios entre lo que era real o no del libro que la señorita Buncle escribió; se comenta lo siguiente con respecto al humor de Buncle:

“La diferencia era tan sutil que nadie más la habría detectado, es decir: nadie que no conociera a Bárbara sería capaz de detectarla. La diferencia consistía solo en lo siguiente: en los otros libros, Bárbara resultaba divertida sin saberlo, pero en el nuevo, sabía cuándo lo era.”

“El humor de Del Dicho al Hecho… no perdía gracia por ser consciente: al contrario, a Arthur le parecía que ganaba mucho.”

No voy a negar este esfuerzo consciente, pero sigo pensando que los mejores momentos humorísticos se producen, precisamente, cuando escribe el libro basándose en lo que está sucediendo en el pueblo y los juegos que surgen relacionados con él. Desgraciadamente, en esta ocasión, es una subtrama adicional, mientras que en el otro era la trama principal.

De todos modos, el resultado es muy aceptable, de un nivel mayor que la media. Un entretenimiento de calidad y que disfrutará la mayoría de la gente que vaya a por él.

Textos de la traducción del inglés de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera para esta edición de “El matrimonio de la señorita Buncle”.

“En las montañas de Holanda” de Cees Nooteboom

enlasmontañas“En las montañas de Holanda” se ha convertido en una de mis novelas favoritas de Nooteboom. Ese es el primer hecho que saco después de acabar su lectura. El segundo sería que me parece una de las mejores posibilidades para empezar a leer al holandés, de las más accesibles, no solo por la trama, muy cercana a un cuento de hadas, sino porque es una obra de no mucha extensión y además con muchas posibles lecturas a varios niveles.

Lo más genial de dicha novela es que esta apariencia de cuento le sirve para, al mismo tiempo, explorar los límites narrativos de la novela. De hecho tenemos dos narraciones bien diferenciadas; por un lado, el de la historia de Kai y Lucía, por otro, las digresiones de su escritor, Alfonso Tiburón Mendoza, inspector de carreteras de la provincia de Zaragoza, que sirven, justamente, para discernir sobre esas fronteras.

Desde el comienzo, con ese “Érase una vez“ entramos en territorio de cuento de hadas:

“Érase una vez un tiempo, que, a decir de algunos todavía perdura. En ese tiempo, Holanda era mucho más extensa que ahora. No falta quien lo niega, pero también hay quien asegura que, si bien dicho tiempo ha existido, es ya cosa pasada. Si eso es cierto, lo ignoro. Pero sí puedo afirmar, porque lo he constatado personalmente, que la bandera holandesa ha ondeado en los puertos más altos de Europa.”

Lo onírico aparece mezclado con la realidad, es imprescindible que esta unión no se pierda porque será la manera de defender la argumentación de fondo de Nooteboom; con la descripción del sur de Holanda y de sus habitantes podemos ver igualmente una muestra de esta conjunción:

“La gente del Sur era más ruda, pero también más libre, de la misma manera que sus paisajes eran más abruptos y solitarios. Aquello que repelía a otros, a mí me atraía. La altiplanicie del sur era mi paisaje preferido. Los periodistas proclives al tópico hablaban siempre de un paisaje lunar, pero ya quisiera yo ver en la luna una cabaña construida con grandes cantos rodados donde cobijarse y dormir, al lado de un impetuoso arroyo de montaña.”

Gracias a las digresiones del escritor sabemos cuál es el tema del relato: “Ahora ya vamos al tema: la belleza perfecta y la felicidad perfecta. Dudo que muchos de mis célebres colegas se atrevan a abordarlo. Así y todo, ese es el tema de mi relato.”

Entre otras cosas porque no solo reconoce que a ningún autor le parece interesante tratarlo, sino que establece que es un modelo obsoleto en la siguiente frase, un modelo insoportable para una sociedad contemporánea en la que todo se ha convertido en “relativo”, ¿qué cabida tiene la perfección en una sociedad como esta?

“Con la muerte de dios, tanto si ha existido como si no, el modelo de perfección ha quedado abolido. A partir de ese momento el arte ha estirado el cuerpo hecho a Su imagen y semejanza, lo ha dividido en superficies, lo ha horadado por todas partes y lo ha deformado. Diríase que ya no podemos soportar la perfección, ni siquiera como idea, porque nos aburre como un sueño soñado con demasiada frecuencia.”

Hablando de Kai y Lucía, los circenses protagonistas de la novela que escribe, entra en la dimensión de la pareja y aprovecha para entrar en otro nivel, el del lenguaje, en este caso con la palabra pareja:  “Y, además, forman una pareja, una paar. Siempre me ha gustado la palabra holandesa, la española es demasiado larga. Pareja si se pronuncia en voz bien alta, evoca un vínculo, pero nunca con la fuerza absoluta contenida en la palabra holandesa paar. La pareja es la asociación humana más reducida y, debido a que excluye a los demás, resulta insoportable.” Este tipo de discusión lo realizará frecuentemente, aportando una versión lingüística muy interesante que añade otro nivel a lo escrito.

Si tanto la pareja como lo perfecto (representado en un principio por Dios) está en una crisis manifiesta, ¿qué nos podría quedar?,¿ los cuentos de hadas?:

“-Es un error.

-¿Qué?

-No creer en cuentos de hadas.

-¿Por qué?

-Porque hay muchas cosas que pueden explicarse mediante los cuentos de hadas.

El cuento de hadas es un hongo de la realidad. Disfraz, apología, hongo, enfermedad, caricatura.”

En esta realidad insoportablemente inestable, un cuento de hadas podría darnos la estabilidad que nos daban las convicciones profundas, el cemento para construir nuestra identidad:

“Pero ¿por qué alguien escribe un cuento de hadas? ¿Por qué la realidad le resultaba insoportable? Los mitos no los escribió nadie, y esa debía ser sin duda la clave. Escribir cuentos de hadas era un falso anhelo de escribir mitos y, por tanto, un anhelo de no ser nadie o de ser todo un pueblo, una masa sin nombre ni rostro, una especie extinguida.”

Reforzando cada vez más la idea de los “sproocsprekers” (story-tellers), sí, los contadores de historias como figuras indispensables en la construcción de la ficción. Esa ficción que siempre defendió Chesterton como “una necesidad” para nuestra existencia.

En la magistral última parte Nooteboom encadena las nociones de novela, mito y cuento de hadas y lo hace a través de las diferentes versiones de un mismo relato que realizan varios autores:

“Kundera y D’Ors escriben novelas. Platón habla de un mito contado por Aristófanes durante el banquete. Andersen escribe cuentos de hadas. Las novelas describen cómo es la vida porque narran aquello que puede ser. El mito da respuestas imposibles a preguntas sin solución. Sucede en ellos lo que nunca ha sucedido. Los mitos son ejemplos; las novelas, imágenes; los cuentos de hadas, mentiras amables que cuentan los hombres incapaces de resistir el mito malogrado de la vida. En los mitos, los seres humanos viven eternamente. En los cuentos, viven muchos años y son felices. En las novelas, al final de esos muchos años empieza la desdicha, y la mayoría de las veces incluso antes.

En los mitos, todo, de un modo u otro, queda resuelto. En las novelas nunca se resuelve nada, y en los cuentos la solución se aplaza, pero si alguna vez tiene lugar, es fuera del marco del cuento. Esa es la mentira.”

En efecto, la solución en los cuentos se aplaza u ocurre siempre fuera del marco del cuento, no hay lugar para la tristeza, ya que siempre nos quedamos con una más que satisfactoria lectura. Justo como sucede con este “novelón” de Nooteboom. Una joya imprescindible de narrativa contemporánea.

Textos de la traducción del neerlandés de Felip Lorda i Alaiz para esta edición de “En las montañas de Holanda.”

“La historia siguiente” de Cees Nooteboom

P86350A.jpg“La historia siguiente” es una de esas pequeñas novelas con las que de vez en cuando nos sorprende nuestro holandés favorito. En dos partes nos muestra una historia en retrospectiva de construcción de la identidad a través de sus dos grandes amores del pasado. Lo más curioso es que el protagonista, el profesor Herman Mussert, enseña lenguas muertas y utilizará constantes paralelismos que tienen que ver con los clásicos grecolatinos.

Lo bueno de estas novelas es que, según el momento en que las cojas, pueden dejarte una sensación u otra. Te puedes fijar más en algo que, sin embargo, la próxima vez que la leas a lo mejor ni lo consideras. Esta es quizás la fuerza de la narrativa contemporánea, dejar historias poco cerradas y que, además, dejan bastante a la interpretación del lector, base de la “teoría de la recepción” literaria.

Nooteboom, como otros grandes actuales, juegan con estos factores muy sabiamente y nos ofrece muchas posibilidades en esta pequeña obra por poner un ejemplo. De entre todas las posibilidades que subyacen en la trama: construcción de la identidad, límites entre ficción y realidad, la frontera entre la vida y la muerte, etc. Me gustaría quedarme sin embargo con uno de los temas que más me obsesiona últimamente: la construcción de la realidad mediante la ficción y el entrelazamiento de los relatos.

Dice Nooteboom:

“Tengo exactamente la misma sensación que tenía antes, cuando debía revisar un montón de traducciones de Heródoto. Siempre he tenido debilidad por este fabulador transparente; la historia inventada es más atractiva que el soso terror de los hechos.”

Muchos autores, solo tenemos que ver el caso de Barnes, McEwan, Pynchon, en una realidad como la que estamos viviendo, desprecian el realismo, precisamente por lo limitado que es para pintar todos los grises del entorno, ese “soso terror de los hechos” que el propio Cees nos comenta anteriormente y al que contrapone, sin embargo, con una realidad inventada, mucho más atractiva y, ojo, sin olvidar que esta ficción le sirve para cuantificar dicha realidad, intensificarla o disminuirla, superando en medios a los límites impuestos por lo “realista”.

Unido a esta idea está el siguiente texto:

“Cada noche uno de nosotros contaría su historia, y yo las conocería y no las conocería, y cada uno de estos relatos sería el final de otro más largo. Lo único era que los otros parecían saber mucho mejor que yo lo que tenían que contar. Bueno, ahora lo sé, pero por entonces aún no lo sabía. El narrador con una historia sin final es un mal narrador, eso ya lo sabes.”

Los relatos, estos textos ficcionales se entrelazan entre sí, formando una historia aún mayor, precisamente como un todo disfuncional y fragmentado que sirve para construir una realidad de ese tipo, alejada de la simple descripción de hechos, por muy crudos que estos pudieran ser; es irónica la afirmación referente a la no-finalización de la historia, ya que, precisamente, parece que quiera afirmar lo contrario; o simplemente que para crear una buena historia no hace falta un gran narrador.

Me encanta el uso que hace de este último medio, solo hay que verlo en esta pequeña descripción que hace de lo que justamente realiza habitualmente en sus libros de viajes:

“Luego he leído algo sobre Java, pues desde que fui despedido del instituto escribo guías de viaje, una tarea estúpida con la que me gano el pan de cada día, pero no es ni con mucho tan idiota como la de todos esos llamados escritores literarios de viajes, que sienten la necesidad de untar su preciosa alma sobre los paisajes del mundo entero para epatar a la burguesía.”

¿Idiota? Para nada, “su preciosa alma” impregna cada rincón de las historias o relatos que nos quiere contar.

Traducción de los textos del neerlandés de Julio Grande para esta edición de “La historia siguiente.”

La violencia como elemento catártico: Edward Bunker y Neil Cross

Mucha gente no suele entender la razón por la cual hay mucha gente que disfruta viendo películas de terror, violentas o, desde luego que no tienen un final feliz. Hay un fenómeno, inherente al ser humano llamado catarsis (del griego κάθαρσις kátharsis, purificación), palabra descrita en la definición de tragedia en la Poética de Aristóteles  como purificación emocional, corporal, mental y espiritual. Mediante la experiencia de la compasión y el miedo (eleos y phobos), los espectadores de la tragedia experimentarían la purificación del alma de esas pasiones. (Extraído de la Wikipedia, en español, donde alguna vez puedes encontrar algo razonable).

Esa catarsis aristotélica tendría la facultar de hacer olvidar e incluso purificar sus pasiones, sus problemas, al verlas proyectadas en los personajes de la obra que esté observando, sobre todo si, en la obra ves que estas bajas pasiones reciben un castigo que el espectador considera justo. Es una manera de experimentar estas dificultades pero sin sufrir sus efectos reales; pero que, incluso, puede servir para que se construya su identidad y que no repita los errores que observa.

Sin lugar a dudas, dos de los géneros que producen mayor catarsis hoy en día son el terror y las novelas policíacas, sobre todo en su corriente más “hardboiled”, más “realista” y, sobre todo, violenta. Me quería centrar, precisamente en dos ejemplos muy claros de este segundo ejemplo donde la violencia que presenciamos sirve al propósito de lo que comentaba en los dos primeros párrafos.

luther_portadaEl primer ejemplo es “Luther. El origen” de Neil Cross, publicada por Es Pop Ediciones. Sin desvelar detalles de la brutal trama, existen dos niveles muy claros que pueden llevar a lo que comentaba, el primero de ellos tiene que ver con lo tremendamente escabroso y violento que es el caso que trata el detective, con implicaciones sexuales y pedófilas, y con escenas cargadas de violencia y, mucha sangre, no lo voy a esconder a estas alturas. El segundo nivel tiene que ver con el detective, un “loser” de toda la vida, que empieza a derrumbarse en lo personal pero que nunca pierde su sentido de la responsabilidad:

“Entraste, te sentaste sobre el borde de la cama. Te vi beberte una pinta de whisky en unos diez minutos. Fue la primera vez que de verdad te vi llorar. […]

-Fue triste.

-Sé que fue triste, fue muy triste. Todavía pienso en ella de vez en cuando.[…]

Fue la primera vez que planteaste la posibilidad de dejar el cuerpo. Hace dieciséis años. Y llevas hablando de dejarlo desde entonces.

-Lo sé.

-Pero no lo has hecho.

-Lo sé.

-Ni lo harás nunca.

Luther no responde a eso. ¿Cómo podría?”

Tan humano e intenso que es imposible no empatizar con él, el lector experimenta todos y cada uno de sus sentimientos, desde la vergüenza y la tristeza:

“Luther tiene los ojos húmedos y enrojecidos. Se los seca con el dorso de la mano. Está avergonzado.”

Hasta el más puro odio que desemboca en un estallido radical de violencia: “Luther rebosa odio. Lo nota alzándose desde lo más profundo de su ser. Se extiende por su pecho y sus hombros como las que se despliegan.”

La resolución del caso se desplaza paralelamente a la destrucción del personaje y nosotros asistimos, sin remisión, a una trama sin descanso y cargada de intensidad narrativa.

littleboyblueEl otro ejemplo es el “Little Boy Blue”, última novela publicada por Sajalín del siempre interesantísimo Edward Bunker, que vivió en carnes propias muchas de las experiencias que relata de manera “ficcional”.

En esta ocasión tenemos un “Bildungsroman”, una novela de formación a la violencia y a la delincuencia, ya que el protagonista, Alex Hammond, en un chico de once años que no para de salir y entrar de reformatorios por sus conductas altamente delictivas; y todo ello, a pesar de su inteligencia:

“Aunque era un chico inteligente que formaba parte del dos por ciento de la población con un nivel de inteligencia superior, su comportamiento caótico y sus problemas emocionales lo privaban de ser un buen estudiante. El muchacho tenía potencial pero no lo aprovecharía. “

“Alex caminaba con el grupo, pero pensaba en su padre y en marcharse de allí. Fuera podría leer, ir al colegió él solo o ir a ver películas de la sesión de matiné. Su padre sería la única autoridad. Clem y él podrían hacer cosas juntos todo el tiempo en vez de solo unas horas durante el fin de semana.”

Es una pena ir comprobando que, según avanza las páginas, es inevitable el destino al que está abocado, y que su único oasis, su padre, no puede convertirse en su verdadera ayuda, que lo equilibraría.

Lo increíble de Bunker es que entre estallido de violencia y estallido, existen remansos dotados de una lírica impensable y, curiosamente, siempre los asocia a los libros, solo tenemos que  ver lo que sucede al coger el “Doctor Arrowsmith” de Sinclair Lewis:

“Sin saber que existía algo llamado literatura (un libro era un libro), de repente se vio sumergido en la vida nacida sobre el papel. Su vocabulario no incluía alguna de las palabras que encontró allí, pero eso no le importaba. La celda desapareció  de su mente, olvidó sus problemas y se emocionó, sufrió y luchó con el doctor Martin Arrowsmith. Cuando las lunces se apagaron a las nueve y media, intentó leer con el resplandor que se filtraba a través de la red metálica, pero no fue suficiente.”

Las enseñanzas que recibe son, desgraciadamente, siempre acompañadas de dolor: dinero, ignorancia, qué más puede hacer para afrontar lo que le queda por vivir:

“No te equivocarás en la vida, ¿entiendes?, si antes de hacer algo piensas ¿Voy a ganar dinero con esto?, ¿entiendes? No falla. Es la mejor manera de vivir al máximo. ¿Te enteras?”

“Alex aprendió a permanecer inexpresivo mientras observaba a tres o cuatro auxiliares destrozar a un paciente, aunque el corazón siempre le latía a toda velocidad de miedo y ardía con una indignación silenciosa y enfervorecida. Las brutalidades menores del reformatorio lo habían preparado de algún modo para esto, le enseñaron que la violencia habitaba cada lugar donde los hombres tenían poder sobre otros.”

Y él es totalmente consciente de que no es vida, y de que no va a poder librarse de ella:

“Qué tipo de vida era aquella? En instituciones, peleándose todo el tiempo, recibiendo órdenes de hombres que utilizaban su autoridad según sus antojos y caprichos. Era una mierda. Exactamente eso. Una puta mierda.

El dolor y los ojos húmedos pronto se endurecieron en una ira profunda y desafiante.”

“Todos los aspectos de su vida le enseñaban la primacía de la violencia.”

En ese momento, estamos llorando con él, nuestras lágrimas de desesperación por su dolor empapan las páginas que leemos, el único arco iris que se puede vislumbrar es el de los libros, verdadera salvación y consolación:

“De hecho, mientras tuviera buenos libros prefería vivir en su mundos que en la fealdad de su propio mundo real. Por el momento no le importaba en absoluto estar en el agujero.”

Creo que, después de estos dos ejemplos, será patente para la mayoría de los lectores los efectos purificadores de la catarsis al leer esta violencia. Espero que os gusten, si os animáis.

Los textos son de la traducción de Óscar Palmer, editor de Es Pop Ediciones, para esta edición de “Luther. El origen.” de Neil Cross.

Textos de la traducción del inglés de Zulema Couso para la edición de “Little Boy Blue” de Edward Bunker de Sajalín Editores.

“Una canción del ser y la apariencia” de Cees Nooteboom

canciónserPor fin empiezo a profundizar en la literatura del escritor holandés Cees Nootebom, uno de los escritores más variados y enriquecedores que se pueden encontrar actualmente; sobre todo por una elección de temas muy diversa según el libro que toque.

En este caso, bajo el sugestivo título “Una canción del ser y la apariencia” podemos entrever una dicotomía: ser/parecer, sin embargo, ¿en qué aplica esto a la literatura?

En el prólogo del húngaro Péter Esterházy encontramos lo siguiente:

“El gran talento de Nooteboom reside en el sentido de las proporciones. No simplifica las cosas, pero es capaz de acercarnos a ellas con sencillez. Crea la sencillez sin renunciar a la complejidad natural. Aquí también los hechos transcurren por diversos hilos, pero lo hacen con naturalidad, como si no pudiera ser de otra manera.”

En efecto, no resulta difícil seguir la propuesta de Nooteboom donde intercala dos partes muy diferenciadas, ese ser (el del escritor, la realidad) con esa apariencia (la de sus personajes, la ficción). El entrelazamiento de las dos historias, la de la conversación entre escritores holandeses y el de los personajes que aparecen en la novela de uno de ellos;, no faltan entonces esos momentos, con reflexiones literarias sobre la soledad del escritor en unión con esa realidad cada vez más aburrida que muchas veces quiere reflejar:

“Hay algo inefablemente triste en los escritores solos en su despacho. Tarde o temprano llega un momento en sus vidas en el que dudan de lo que están haciendo. Quizá sería extraño si no sucediera así. Con el paso de los años la realidad se va haciendo cada vez más importuna, y al mismo tiempo menos interesante, precisamente por el exceso de la misma.”

Alternadas con la realidad,  como podemos ver en la descripción de Tarnovo, una ciudad medieval de Bulgaria:

“Desde la lejanía reconoció el Cárevec y el Trapezica, y cuando se hubo acercado a la ciudad vio cómo las casas pegadas con sus tejados rojos bailaban reflejadas en el agua turbulenta del río. Tenía la sensación de que todo era irreal, demasiado bello, algo creado para ser pintado. “

No faltan los guiños a los lectores, Nooteboom es consciente de que navega por las aguas turbulentas de la metaficción y quiere quitar hierro al asunto, que el lector sea consciente de ello:

“A los lectores puedes ahuyentarlos con dos cosas: una, con falta de capacidad profesional, y dos, aburriéndolos demasiado con la profesión como profesión.”

En esta novela de límites y fronteras ficcionales, precisamente la libertad se encuentra en lo que ya está escrito; es esta libertad lo que define a un autor de sus personajes; lo que le da la identidad que luego puede insuflar a esos personajes:

“-Mira –dijo-, justamente ese es el límite de la existencia de un personaje de novela. Pessoa  eligió, puede decirse, más o menos su propia muerte; en cualquier caso eligió, digamos desde un determinado momento su propia vida. Tú, por nombrar a alguien, puedes morir aún mil muertes. Pero madame Bovary pudo y puede morir sólo una muerte, siempre la misma.”

Sin embargo,¿ importan al lector medio estas disquisiciones? Me temo que el bueno de Cees no es muy optimista al respecto:

“-¡Esa presunción demencial de los escritores! Todo escritor se cree distinto e incluso mejor que los demás porque los observa y vuelve a crear a otros a imagen y semejanza de ellos y de sí mismo, como si de alguna manera hubieran absorbido la esencia de lo que son las personas y ahora pudieran repartirla. Si olvidas por un momento la piadosa charla de la clase media cultural, sabrás que al grueso de la humanidad le interesa tanto la escritura o el oficio de escritor como la construcción de puentes o la arqueología prehistórica.”

Hasta tal punto es consciente de esto que, en el final, tiempo y espacio, realidad y ficción, ser y apariencia, autores de personajes; están más cerca de lo que se podría pensar:

“El sol poniente daba un aspecto terrible a la ciudad. La luz tardía lamía obscena los edificios y confería a los muros ocres, al descenso del agua del Tíber, al mármol de columnas y escaleras, un color apasionado y oscuro, lujurioso hasta lo macabro. Le afectó más que la nostalgia que había sentido al ver por primera vez a Laura, ahora tan cerca de él. Ella pasaba a la ciudad, formaba parte del lugar, en este decorado fluyente de plazas, basílicas, palacios, pero al mismo tiempo era su ocaso, porque aquí lo especial, que era ella, formaba parte de lo normal.”.

Lo especial no es que estén separados sino esta fusión de contrarios, es un relato metaficcional donde ficción y realidad conviven estrechamente, se subvierte esta autoconsciencia de la ficción y el escritor vive con sus creaciones y sus creaciones con él. Es estimulante cómo nos maneja en esta pequeña novela y que, sin embargo, resulta más clarificadora de lo que es mi enrevesada exposición.

Traducción del húngaro de Adan Kovacsis del prólogo de Péter Esterházy

Traducción del neerlandés de Julio Grande de la novela “Una canción del ser y la apariencia”.

“¡Mokusei!/El Buda tras la empalizada” de Cees Nooteboom

P86439A.jpgQuien haya leído el comentario que publiqué anteriormente no se hará una idea de lo que es Nooteboom; afortunadamente voy a publicar bastantes cosas sobre él y ya aviso, la variedad de su obra es sencillamente proverbial. En este caso tenemos, quizá, lo que es una de sus partes más comunes. El holandés es conocido precisamente por ser inquieto, y si es tan inquieto y cosmopolita, buena parte de culpa la tiene el haber viajado por diferentes países. Esta recopilación es una buena muestra de ello.

“¡Mokusei!/El Buda tras la empalizada” recoge dos relatos breves del autor, caracterizados por su exotismo en una primera lectura, el primero de ellos “¡Mokusei!”, se ambienta en Japón; el segundo, “El buda tras la empalizada”, en Thailandia.

“El mokusei es una de las pocas plantas aromáticas de Japón –aprendió más adelante-, y así la había llamado a partir de entonces, Mokusei. Ahora ella tenía tres nombre: uno secreto, solo para él, Máscara de nieve; el suyo propio, Saroko, que él nunca utilizaba, y Mokusei. Así le escribía, era un nombre que sólo existía para ellos dos.”

Arnold Pessers, el protagonista de esta historia de amor y alter ego holandés, utiliza el nombre de la planta aromática como parte de la definición de su amor:

“Más tarde, cuando todo hubo terminado, reflexionaría mucho sobre ello: ¿cuándo empieza algo así, un gran amor? […] Un gran amor, esa cosa impronunciable emponzoñada de trivialidad, probablemente empezó con el deseo de vivirlo. Y ese lo había sentido a lo largo de toda su vida. Había sido la preparación para el instante en que él estaba allí, escuchando la voz de ella en la casa de té, ese pequeño oleaje incomprensible de preguntas y respuestas en el que pedía y obtenía el permiso para cambiar en alguna habitación del establecimiento su traje europeo por los kimonos que había llevado consigo.”

Otro de los hilos conductores que utilizar para hilvanar la historia es la incapacidad del lenguaje para expresar los sentimientos y relaciones entre personas; hay ecos “foucaltianos”  en esta incapacidad del lenguaje al definir el discurso:

“Lo limitado de esta frase le gustó. Sólo cuando los demás entendían poco podían comprender todo. Eso era muy tranquilizador, el idioma echaba a perder siempre muchas cosas entre hablantes de una misma lengua, porque –pensaba-  tan pronto como se empezaba a hablar se mentía.”

Como viajante es consciente en sí mismo de que no se puede conocer un país como Japón siendo turista:

“Pero si es muy simple. Une maniére de dire. La mayoría de los europeos y americanos que vienen aquí, no los hombres de negocios per se, ya que a estos se les ayuda muy pronto a salir del sueño, sino los personajes artísticos (por llamarlos de algún modo), no conocen el Japón real en absoluto. Saben que es diferente, pero Vietnam y Costa de Marfil son también diferentes. Japón es, perdóname, diferentemente diferente. Pero ¿cómo explicas esto? No hablan la lengua y en la mayoría de los casos tampoco la hablarán nunca; saben algo de la cultura, en realidad nada importante, pero esto no los afecta, tienen algo mejor, tienen una idea acerca del Japón.”

Lo que refuerza esa idea mítica que tenemos de la cultura/sociedad nipona; nuestro holandés favorito utiliza una historia de amor para presentar otros temas subyacentes accesorios a una historia cargada de lirismo evocador.

En “El Buda tras la empalizada a orillas del Chao Phraya”  hay dos ideas que me gustaría destacar especialmente:

“El centro del mundo ha viajado con él. No, está mal dicho, el centro del mundo está en todas partes al mismo tiempo, pero en el lugar en el que estás temporalmente sólo existe ese lugar. En España los Países Bajos son una sombra, en América Europa es un espíritu, en Asía existe primero lo circundante, sólo después el resto.”

Esa tendencia que tenemos absolutizar nuestra importancia y que es inherente al ser humano; precisamente el hecho de viajar descentraliza esta sensación, relativizando esos sentimientos y ayudándonos a tener en cuenta las ideas del resto. Esta idea, la del viaje como catalizador de experiencias y como forma de relativizar tu existencia al mismo tiempo que tienes en cuenta la de los demás está muy presente en toda la obra de Nooteboom.

“Palabras suaves, gestos tailandeses, formas de amor, sombras contra el muro. Y él había estado a menudo en el balcón y había mirado el siempre cambiante orden de los cuerpos debajo de él, en la calle. También había visto el cielo de muchos colores distintos. Era hora de partir. Demasiado tiempo en esta ciudad no podría ser bueno para nadie. Y, sin embargo, sabía lo que ocurriría. El avión se elevaría sobre el delta humeante. La ciudad –en la que él aún permanecía- yacería allí debajo como un montón de viles disparates, bordada con el oro de templos y palacios. Y él, él tendría nostalgia, nostalgia o pena.”

Los momentos líricos se asociarán a los momentos de más pena/nostalgia, y, extendiéndolo, a los momentos de más dolor; esta también es una constante en sus historias que iremos viendo según vaya teniendo más libros por aquí.

Dos lecturas breves, intensas, pero enriquecedoras por muchos motivos.

Textos de la traducción del neerlandés de Julio Grande para esta edición de “¡Mokusei!/El Buda tras la empalizada” de Cees Nooteboom

“¿Se cayó…?” de Thorne Smith

se-cayo-9788492890590Aunque parezca mentira, existe una novela que se llama “¿Se cayó…?”; con este título tan rimbombante de Thorne Smith (1892-1934), Ediciones El Nadir recupera una de las obras que maravilló a Dashiell Hammet, aunque, como veremos, no tiene nada que ver con lo que desarrolló en su carrera literaria este último.

Esta novela está encuadrada en el más típico estilo detectivesco, en la tradición de Agatha Christie y los grandes autores del “Detection Club” británico que en los grandes creadores de novela negra Hammet y Chandler. De todos modos hay elementos que, inevitablemente conducen a estos.

No la ambientación desde luego, extrapolando podríamos hablar de “El gran Gastby”, tan en boga últimamente, por la enésima revitalización en el cine de Luhrman sobre la obra del genial Fitzgerald: el crimen en cuestión tiene lugar entre los grandes ricachones de alta sociedad. Sorprende, de hecho, que en sus primeras páginas, antes de que se origine el conflicto, Smith plantea un dilema de tipo ético:

“La situación -la sociedad misma- debería ser juzgada primero, antes siquiera de que se siente en el banquillo al criminal. Y una situación, un ambiente, un conflicto oculto del que dependan las vidas y la felicidad de seres humanos es a menudo tan difícil de atrapar como el humo… tan difícil de manejar como la dinamita.”

Una vez puesta esta base, que nos llama la atención sobre la influencia de la sociedad en los crímenes que se cometen en ella, tenemos, sin embargo, un típico caso donde, como a mí me gusta, todos los personajes podrían ser causantes y el personaje al que asesinan es tan detestable como pinta en la foto que nos describe:

“Viéndola en conjunto, la situación pintaba fea, la felicidad de más de una persona dependía de ella. Golpeando a uno solo, Emily Jane  podía herirlos a todos: Sam, Sue, Barney, June y Daniel. Ella tenía todas las cartas y las manejaba con la experiencia de un buen jugador. Pero el juego a veces es peligroso. Sin duda lo era en el caso de Emily Jane.”

El asesinato desencadenará los momentos más líricos del autor; ah, la lírica como catalizadora de las emociones más violentas, de la muerte, de la destrucción:

“Las olas bañan la playa y la niebla marina se espesa. Una silueta solitaria inclinada sobre el cuerpo retorcido de una chica muerta. Lejos, muy lejos de allí, arriba en algún lugar sobre un macizo de árboles negros, una luna vieja y cansada, antaño tan espléndida como Emily Jane, se desvanecía, su pálido rostro era ya sólo un recuerdo de pasadas noches más brillantes. Y dominando todo aquello, el gran precipicio negro: una masa acechante y amenazadora de piedra amarga.”

Y a partir de ahí, el investigador; antipático metomentodo Scott Munson irá desgranando y desencadenando las confesiones de los personajes implicados en la trama, afortunadamente con la ayuda de dos ayudantes que pondrán un elemento cómico necesario entre tanta gravedad y maldad.

“Odio desanimar vuestra iniciativa -dijo al fin-, pero a pesar de que me esfuerzo mucho, no puedo evitar pensar que vosotros dos debéis de ser de lo más tonto que he tenido la suerte (habéis oído bien, he dicho suerte) de conocer. Aún así, igual me equivoco. Puede que haya dos tíos aún más tontos escondidos en algún lugar, en alguna oscura grieta de esta tierra. Si así es, espero que se queden allí.”

Con todos estos elementos, la trama se desenvuelve con la suficiente inspiración para ir presentando cada dato poco a poco, sin desgranar todos los cabos hasta justo el final. Un final que, sorprendentemente, acaba con más mala leche de lo esperado; no diría yo que es un final feliz; ¿o sí? La misma cuestión ética que se presentaba al principio acaba vuelta del revés claramente en un momento y nos hace plantearnos de nuevo el dilema. Concluyendo, una buena novela policíaca para los amantes de la parte más detectivesca y menos alejada de la novela negra.

Traducción de María Inglés para esta edición de Ediciones El Nadir

“El asesino ciego” de Margaret Atwood

asesinociegoEn apenas treinta páginas de “El asesino Ciego” Atwood pone las cartas sobre la mesa y nos muestra cómo nos va a contar la historia: se sustentará en una base histórica y, a partir de ella, fabulará, creará la ficción alrededor de ella; en “El cuento de la Criada” lo hacía al revés, ya que planteaba un futuro dixtópico ficcional e indeterminado al que dotaba de historicidad en el epílogo final; teniendo en cuenta esto la estructura será tan variada como lo siguiente:

1º Una línea temporal en el presente donde Iris Chase recordará en primera persona los hechos pasados relacionados con su familia y, sobre todo, con la muerte de su hermana Laura y, al mismo tiempo, le servirá para vivir su presente; ya en la senectud, en otra línea temporal. El recuerdo de una simple fotografía le sirve para presentarnos a Laura Chase:

“En ella tiene el tronco echado un poco a un lado desde la perspectiva del fotógrafo y la cabeza hacia atrás para dar una delicada inclinación al cuello. “Un poco más, ahora mira hacia arriba, hacia mí, muy bien, a ver esa sonrisa.” Su cabello es rubio, largo y muy rubio, igual que el mío entonces, casi blanco, como si los tonos rojizos –el hierro, el cobre y los metales duros- se hubieran ido diluyendo al lavarlos. La nariz es recta, la cara en forma de corazón, los ojos muy grandes y luminosos, sin ninguna malicia, las cejas arqueadas, con un signo de perplejidad en los extremos interiores. En la mandíbula es posible percibir un matiz de cierta obstinación, pero de eso sólo se daba cuenta el que lo sabía. No lleva maquillaje, lo que confiere a su rostro un extraño aspecto de desnudez; si se mira la boca no se ve más que carne.”

2º Una narración de género donde tendremos dos personajes, un hombre y una mujer; que viven una vida bohemia aunque huidiza y que solo podemos intuir por lo que nos cuentan en una línea temporal nada definida; servirá, además, para contar la historia relacionada con el libro que se atribuye a la hermana de Iris: El asesino ciego. Esta última es, sin lugar a dudas, un relato de ciencia ficción y aventuras ambientado en la mítica ciudad de Sakiel-Norn y servirá para complementar la narración principal profundamente difusa, las cotas de lirismo se sucederán, lo enigmático estará presente en todo momento:

“El canal y el puerto fueron construidos por esclavos, lo que no es sorprendente: Sakiel-Norn había conseguido su esplendor y su poder gracias a ellos, aunque también era famosa por sus artesanías, especialmente por los tejidos. El secreto de los tintes utilizados en su fabricación se guardaba celosamente; sus telas brillaban igual que la miel líquida, igual que el zumo de la uva púrpura, que la sangre de toro vertida al sol. Sus delicados velos eran suaves como telas de araña y sus alfombras tan blandas y finas que uno creía andar por el aire, un aire que parecía de flores y cursos de agua.”

3º Por último, intercaladas habitualmente entre los fragmentos del libro, aparecerán noticias sacadas de periódicos, apuntes periodísticos que funcionarán a modo de prolepsis de hechos que se narrarán a continuación con mayor extensión.

El modo de construir toda la historia con estas tres fuentes alterna igualmente en los variados puntos de vista, Iris utilizará lo que le cuenta su criada Reenie para reforzar aún más lo fragmentado (postmoderno) de los retazos que intenta recordar:

“Lo que me decía variaba de acuerdo con mi edad, y también de acuerdo con lo distraída que estuviese ella en aquel momento. Sin embargo, de ese modo fue reuniendo suficientes fragmentos del pasado para reconstruir algo que debía tener tanta relación con la realidad como un retrato de mosaico con el original. De todos modos, yo no quería realismo, sino cosas que tuvieran mucho color, con un perfil simple, sin ambigüedades, que es lo que quieren la mayoría de los niños cuando se trata de la historia de sus padres: una postal.”

Tal riqueza narrativa y estilística deviene en una construcción de personajes en cuatro dimensiones, donde la dimensión del tiempo es una variable más, enriquecedora en sí misma; ello desencadenará, no tanto una nostalgia sino un remordimiento sobre los hechos acaecidos en el pasado y sobre las decisiones erróneas tomadas en aquellos momentos:

“Yo y la chica de la fotografía hemos dejado de ser la misma persona. Yo soy su resultado, el resultado de la vida a la que me lancé precipitadamente en una ocasión; como si ella, si es posible afirmar que existió, sólo estuviese compuesta de lo que yo recuerdo. Poseo una perspectiva mejor: la mayor parte del tiempo soy capaz de verla claramente. Ella, en cambio, aun cuando fuera capaz de mirar no me vería en absoluto.”

¿Cuál es la actitud de Iris, y la nuestra mismamente, ante lo que descubrimos de nuestro pasado y del de los demás, aunque no nos guste? Debemos seguir explorándolo:

“Podría haberlo dejado ahí. Podría haber elegido la ignorancia, pero hice lo que habríais hecho vosotros, lo que habéis hecho si habéis llegado hasta aquí. Quise saber.

Es lo que haría la mayoría de nosotros. Preferimos el conocimiento a pesar de todo, aunque nos mutile; estamos dispuestos a mantener las manos en las llamas si es necesario. La curiosidad no es nuestro único motivo: el amor, el dolor, la desesperación o el odio es lo que nos empuja hacia delante, no paramos de espiar a los muertos: abrimos sus cartas, leemos sus diarios e inspeccionamos sus cosas en espera de una indicación, una palabra definitiva de los que nos han abandonado… de los que nos hacen cargar con el muerto, a menudo mucho más vacío de lo que suponíamos.”

Porque, posiblemente sea muy duro, pero aún puede ser más peligroso ignorarlo:

“He descubierto que no hay nada más difícil que entender a los muertos, pero nada es más peligroso que no hacer caso de ellos.”

Uno obra maravillosa, en todo, a todos los niveles. Sí, a veces hay que decirlo muy alto. Una obra maestra.

Una mañana de adquisiciones en la Feria del Libro 2013

Ir a la Feria del Libro se ha convertido en una tradición que practico en familia. No por el hecho de que me firmen un libro, de hecho, rara vez es el año que busco este propósito; muy al contrario, lo bueno es aprovechar que vienen las editoriales para buscar libros que, aunque estén descatalogados, pueden estar en el fondo editorial. También es buen momento para hacerse con las últimas novedades y, desde luego, es una excusa para promocionar el hecho de leer libros.

El año pasado todavía no tenía en marcha este blog; así que no podía hacer este post que paso a poner a continuación, donde voy a hacer un repaso a las últimas adquisiciones. En primer lugar, la foto oficial con todas las compras, jugosas compras…

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No está nada mal la muestra, hay un poquito de todo en esta ocasión, desde poesía y teatro, a ficción, best sellers y algún clásico contemporáneo. Voy a empezar  a poneros unas fotos temáticas y haré un poco de comentario al respecto:

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“Mujer de barro” es la última novela publicada en España de la prolífica escritora norteamericana Joyce Carol Oates; sabéis de mi predilección con respecto a ella, o sea que, como se puede suponer, va a subir en la lista de lecturas.

-Siempre es un gusto comprobar que una editorial cumple los 100 títulos publicados, en este caso, una de mis favoritas por catálogo, Impedimenta, lo celebra a lo grande y lo hace con una de sus escritoras bandera, Stella Gibbons, “La segunda vida de Viola Wither” será garantía de diversión.

“Todo va bien” de Socrates Adams es el quinto título de la peculiar colección que está haciendo “Pálido Fuego”, los tengo todos, aunque no estén leídos aún y este pinta tan bien que, probablemente, no me haya equivocado.

-No sé por qué puse en esta foto el “Paseos Nocturnos” de Dickens, pero bueno, el caso es que tenemos una recopilación de ensayos de uno de los más grandes. Mi objetivo con el inglés es tenerlo todo todo todo….

“Historias inverosímiles en general” es el peculiar título de esta recopilación de cuentos del escocés Alasdair Gray; cuánto me gusta un poco de humor disparatado de vez en cuando, y este parece prometerlo.

“¿Quién ha visto el viento?” reúne todos los cuentos de Carson McCullers, una de las grandes damas del gótico sureño, coetánea de Faulkner, no hace falta decir mucho más sobre ella.

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 –“Joyland” es la última novela del siempre interesante Stephen King, lástima la portada española, convencional como pocas; sobre todo si conoces la que se ha puesto en EEUU. Experimento en el formato por parte de RHM que veremos cómo va. Ya no sé las diferentes ediciones que tengo de las obras del norteamericano.

-Parece que el gallego Manel Loureiro se ha olvidado de los Zombies e intenta hacer algo distinto; sinceramente, “El último pasajero” tiene muy buena pinta, mejor de lo que me esperaba, y sé de buena fuente que el cambio resulta una mejora; o sea que no habrá que perdérselo, además el amable autor me lo firmó muy personalmente.

-No había leído nada de China Miéville, y es hora de remediarlo, este “Embassytown” parece ser un buen pretexto para hacerlo de una vez.

“El misterio de Pont Aven” de Jean Luc Bannalec es una apuesta personal, me gustan las novelas de detectives,  y de esta no hay ninguna referencia, pero bueno, veremos si vale la pena.

“Wild Thing” de Josh Bazell y “Los hermanos Sisters” de Patrick deWitt tienen una pinta excelente, si lees la contraportada del primero te convences de sus posibilidades; el segundo, novela policíaca del oeste, no puede estar demasiado mal.

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Aquí tenemos tres de esas obras contemporáneas y que, en algunos casos, son prácticamente imposibles de conseguir y son un buen ejemplo de las bondades de la feria.

-De entre las difíciles de conseguir tenemos el “Amsterdan” de Ian McEwan, el maravilloso creador de “Expiación” que consiguió el Man Booker, sin embargo, por esta obra extraña y subyugante.  Coe es otro de esos escritores actuales capaces de crear historias maravillosas y que, además, consiguen que te rías con ganas. Este “El círculo cerrado” lo programaré en su momento con “Menudo reparto”.

-La última de esta recopilación ha sido reeditada hace nada y es uno de los paradigmas del postmodernismo británico; excelente muestra de nuestro tiempo y con un(os) final(es) que deja(n) huella. Hablo naturalmente de John Fowles y esa obra maestra que es “La mujer del teniente francés”.

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Y para el final otras dos obras de magno calibre:

-En “Teatro reunido” se recogen todas las obras de teatro del gran Samuel Beckett, solo por “Esperando a Godot” y “Fin de partida” encontramos motivos de sobra para disfrutar de la incertidumbre de nuestro tiempo con una economía de medios sintácticos que, sin embargo, están cargados de significado. Un coloso.

-Exquisita la edición de Bartleby Editores para esta edición de la “Poesía completa” de la malograda Sylvia Plath, edición bilingüe como no puede ser de otra manera y que será un disfrute para los sentidos con la fuerza dramática de una escritora sin igual. Me falta acompañarlo de las “Cartas de cumpleaños” de su marido Ted Hughes y que irá en no poco tiempo para una lectura conjunta.

Y se acabó por ahora, que esto se está alargando; una selección ecléctica con lecturas para mucho tiempo, me encanta poder elegir entre lecturas; es uno de mis mayores vicios, unido inherentemente al de leer.

BOLA EXTRA: Se me habían olvidado las tres novelitas de Zweig que pongo a continuación, directamente relacionadas con mi proyecto literario y que voy completando poco a poco!

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Nooteboom y sus viajes….

Situación: acabo de terminar exámenes, he dedicado mucho tiempo a la literatura de género, encima, mi proyecto de lecturas para los próximos tres años está un poco apalancado.

Solución: toca ponerse con él y diversificar lecturas. En junio una figura brillará más que ninguna, y será la del holandés errante, viajero por excelencia y eterno insigne candidato al Nobel de literatura: Cees Nooteboom. En la foto que os pongo a continuación podéis ver las lecturas que tengo preparadas.

2013-06-02_20.26.01Nooteboom

Se caracterizan especialmente por ser muy eclécticas, ya que Nooteboom cultiva todo tipo de géneros; por lo tanto, habrá ensayos, poesía, ficción, libros de viajes e, incluso, libros de arte; tal es la variedad que promete este escritor, uno de mis favoritos y que tiene una nutrida cantidad de libros en mi proyecto.

Entre libro y libro de este habitante de los Países Bajos, también habrá ocasión para algunas de las novedades de este año que me apetecen bastante, tengo bastante interés en las siguientes por poner algún caso:

“El matrimonio de la señora Buncle” de D.E. Stevenson, ya comenté por aquí lo que me había gustado el divertidísimo “El libro de la señora Buncle”, un libro que ofrecía varios niveles de lectura además de este humor, sobre todo la sátira despiadada del mundo editorial. Rara Avis nos trae ahora el segundo libro y, desde luego, es uno de los más esperados.

-También tengo mucho interés en “El paraíso inalcanzable” del también británico John Mortimer, retrato de los cambios de la sociedad británica desde el final de la segunda guerra mundial hasta el gobierno de la recientemente fallecida Margaret Thatcher, un período clave para entender el siglo XX y sus consecuencias.

-Sale en estos días el último libro de Joyce Carol Oates, “La mujer de barro”, no puedo esconder mi total pleitesía ante una de las mejores escritoras contemporáneas. Cada libro de su prolífica carrera es un acontecimiento en sí.

-Curiosamente el periodismo pueden tener este mes su representación con “La banda que escribía torcido” de Marc Weingarten, una mirada a una época en la que surgió un nuevo tipo de periodismo, el que hacían gente como Gay Talese, Joan Didion o Hunter S. Thompson. Así como con la recopilación de artículos del gran Jacinto Antón y su “Héroes aventureros y cobardes”, una recopilación más que jugosa de sus andanzas para hincarle el diente.

-Por último destacaré “Boston” de Todd McEwen, las bizarras aventuras del protagonista, al que un golpe en la cabeza le hará buscar inconscientemente una forma de escapar de la realidad. El autor escoge para esta narración un flujo continuo de pensamientos; imaginad lo que puede llegar a ser.

Alguna cosa más habrá, o a lo mejor no llego a todos, el tiempo lo dirá.

Resumen final del monográfico de literatura de género

Después de casi mes y medio de monográfico, llega el momento de clausurarlo; junio, del que hablaré en un próximo apunte estará marcado por otras latitudes; aviso, serán radicalmente distintas y tendremos un invitado muy especial.

La mu–eca ciega.inddEn este post  hablaba sobre los motivos que me impulsaban a realizarlo; espero ver el fruto más adelante, ya que falta todavía un tiempo para que salgan las notas de los exámenes; pero, desde luego, me ha permitido una mayor concentración en la carrera; lo increíble es que he conseguido que la selección de títulos sea ecléctica y, la verdad sea dicha, me he divertido como un enano.

Las lecturas, no todas han tenido sus artículos pero las que los tengan vendrán enlazados, han sido las siguientes:

“El cuento de la criada” de Margaret Atwood, era un comienzo perfecto; ejemplo de cómo una escritora de la calidad de la canadiense era capaz de realizar una distopía e integrarla con novelas que son consideradas “serias”.

“El atracador de mujeres” de Ed McBain, “Acuéstala con los lirios” de Hadley Chase y “Algodón en Harlem” de Chester Himes; los recopilé en el post Recomendaciones de clásicos de novela negra, una buena muestra de clásicos policíacos.

“Ubik” de Philip K. Dick me sirvió como nexo conductor para realizar la crítica del novel Luisfer Romero Calero y su “Integridad”; un heredero del maestro.

-“The Teleportation Accident” del increíble Ned Beauman; novela aún no traducida al español y que, sin embargo, no debe pasar desapercibida.

-La lectura de “El asesino de policías” y “Los Terroristas” de Maj Sjöwall y Per Wahlöö me llevaron a crear un post de resumen “La serie de Martin Beck” donde repasaba toda la gran serie del policía sueco.

“La promesa” de Friedrich Dürrenmatt y “Tormenta” de Jim Butcher constituyeron una mezcla inverosímil.

-También los libros ilustrados entraron en el monográfico con un post en el que entraron los “Cuentos de muerte y demencia” de Poe y “Ciencia Ficción. Poemas, artículos y novelas cortas” del madrileño Emilio Carrere.

“Dos tumbas” de Preston y Child, la vuelta a lo grande de Pendergast.

“Amigos hasta la muerte” de Nele Neuhaus, la creadora del magno “Blancanieves debe morir” con una aventura de los inicios.

“Desastre &Total. Agencia de dectectives” de Stephan Pastis y “El doctor Proctor y los polvos tirapedos” del noruego Jo Nesbo, una propuesta excelente de libros ilustrados infantiles, con una joya muy reseñable en el caso del primero.

“Pioneros de la ciencia ficción rusa”, recopilación de Alba para su sello Rara Avis, otra muesca en el gran trabajo de este sello.

“El manuscrito Godwulf” de Robert B. Parker, “El pato Mexicano” de James Crumley y “Rendez-vous en negro” de Cornell Woolrichbuena muestra del buen hacer de la colección Serie Negra de RBA.

“El muñeco” de Daphne Du Maurier, el desasosiego como bandera.

“Hanshichi. Un detective en el Japón de los samuráis” de Okamoto Kidô, también se hacen historias de detectives en Japón.

“La ciudad asediada” de Margaret Oliphant, el cuento de fantasmas extendido a una ciudad completa.

“Osama” de Lavie Tidhar, un gran comienzo justifica una lectura que al final no resulta metaficcional.

“El cazador sordo” de James McClure, una de las obras maestras del año.

“Perdida” de Gillian Flynn, o cómo hacer un thriller sustentándose en la perversión de sus protagonistas.

“Balada de la costa oeste” de Manchette, nueva muestra del neo-polar francés, no tan deslumbrante como “El caso N’gustro” pero, sin dudarlo, una lectura por encima de la media,; no pondré reseña, de ahí el comentario más extenso, quizá puede ser debido a su convencional  marcha en el argumento.

balada_de_la_costa_oeste_300x458“¿Se cayó…?” de Thorne  Smith, en unos días habrá comentario sobre esta novela de detectives ambientada en la sociedad rica estadounidense.

“Ojo de Halcón” y “Green Manor”, dos muestras excelentes de cómo hacer cómics.

“Little Boy Blue” y “Luther el Origen”, de Edward Bunker y Neil Cross, respectivamente; el “hardboiled” como subgénero.

“La muñeca ciega” de Giorgio Scerbanenco, la tramposa portada, que refleja más una posible vertiente terrorífica, esconde una novela de detectives al uso que buscaba innovar mediante los elementos surrealistas que ayudan a la resolución del caso.

“Noctuario” de Thomas Ligotti, las particularidades del norteamericano se ganarán un hueco en el blog en los próximos días, el terror sustentado en lo indeterminado.

Sinceramente, más de treinta libros y bien variados, no han hecho más que enriquecer este espacio con un poco de buena literatura de género. Espero que os haya gustado tanto como a mí y nutra vuestras futuras lecturas.

Recomendaciones de cómics: “Ojo de Halcón” y “Green Manor”

Si la literatura de género normalmente suele ser denostada por la crítica, el caso de lo que se ha dado en llamar 9º arte, es decir, el cómic, es aún más flagrante; siendo, sin embargo, una de las formas artísticas más completas ya que supone una perfecta combinación entre dibujo y guión.

Sin investigar demasiado en las razones, sí quería incidir en una de las mayores causas para este olvido consciente por parte de crítica “seria” (con todo lo peyorativo que implican mis comillas…) es la atribución casi unánime a los cómics de una infantilización con la que va unívocamente unida; es decir, leer cómics es para niños, un adulto no puede leerlos a menos que:

-Se trate de una novela gráfica, entonces sí que tiene más nivel que el cómic.

-Que transcienda el género; esta causa, de hecho, se utiliza con no poca frecuencia aplicándola en general a toda la literatura de género.

greenmanorPorLas dos anteriores estrategias obedecen a una “adultización” (permitidme el palabro..) , innecesaria de todas las maneras, ya que algo no tiene por qué ser mejor por ser adulto; ya vemos, de hecho, algunos productos que son, a pesar del intento, bastante menos adultos que muchos cómics.  En cuanto a la semántica, prefiero referirme la mayoría de las veces a cómics, que, al fin y al cabo, es lo que son. Todavía hay gente que llama a “Watchmen” novela gráfica, cuando es una recopilación de cómics…

Tras esta introducción, me dispongo a ofreceros en este monográfico de literatura de género dos buenos cómics, que ni trascienden ni falta que les hace; son simple y llanamente muy buenas lecturas.

La primera de ellas es el  “Green Manor” con guión de los franceses Fabien Vehlman y dibujos de Denis Bodart, la contraportada de la excelente edición de Dibbuks nos da pistas sobre lo que nos vamos a encontrar:

“El crimen no es nada sin un mínimo de elegancia.”

“A primera vista el muy selecto Club Green Manor se parece a cualquier otro club inglés. Sin embargo, detrás de sus espesas paredes, en sus mullidos sillones, se esconde la mayor pandilla de estafadores, canallas y asesinos que la reina Victoria ha conocido jamás.”

El hilo conductor de todas las historias es este peculiar club inglés; las historias, en su mayoría, son detectivescas; la ambientación, en el Londres de finales del siglo XIX. Se trata de 16 historias cortas, pero realmente intensas, muy ingeniosas en los guiones y en las conversaciones de los protagonistas y que, además, muchas veces consiguen finales tremendamente sorprendentes. El trazo del dibujo de Bodart es muy limpio, con predominio claro del dibujo, elegante en el trazo, tan elegante  como las historias de la época; una perfecta simbiosis de dibujo y guión que hacen disfrutar y mucho de la novela de detectives.

ojohalconPorLa segunda recomendación es un cómic de superhéroes, sí me atrevo a hacerlo a pesar de que estamos en el segmento más poco valorado de los cómics. En este caso se trata del “Ojo de Halcón” de Matt Fraction y David Aja. Se trata de la última colección del singular arquero que se ha lanzado en EEUU y que ahora nos trae Panini en su primer volumen que recopila los seis primeros números de la colección. Este tándem ya triunfó, por lo menos a nivel de calidad, en la colección “El inmortal puño de hierro” y ahora vuelven a deleitarnos con una muestra de cómo se puede hacer un excelente cómic. Los guiones de Fraction se caracterizan en este caso por jugar con la narrativa que, además, están muy bien acompañados por el dibujo de Aja, más sucio, menos dibujístico, difuso, que me recuerda poderosamente al David Mazzucchelli de “Año Uno”,  totalmente acorde con la historia que se cuenta. Un Ojo de Halcón un poco más alejado de la esfera de su trabajo en los “Vengadores” y más social, a la manera de Spiderman o, más bien Daredevil. Las composiciones de página son muy arriesgadas, el tiempo narrativo cambia a placer (proverbiales los saltos temporales en el número 6 “Seis días en la vida de… “ que da título al volumen), la narración de Aja es primorosa, detallista, una maravilla. Javier Pulido le sustituye en dos números, los más superheroicos, pero no se resiente; se resalta más el dibujo pero la narrativa es excepcional igualmente.  En fin, memorable recopilación que recomiendo sin dudarlo. Una joya.

“Perdida” De Gillian Flynn

perdida-gillian-flynn-L-C_o8LaTom Ripley, John Keller, Nick Corey… al lado de estos maquiavélicos personajes debe estar, por derecho propio, Amy Elliot Dunne.

Y es que, como dice, Rodrigo Fresán en su postfacio a “Perdida”, el gran thriller de la norteamericana Gillian Flynn:

“Gillian Flynn es algo así como la hija bastarda de Jerry Seinfield y Patricia Highsmith”

Y yo lo suscribo. Lo pensaba según lo leía.

Pero no nos quedemos ahí, evidentemente no voy a contar nada de la trama, porque vale la pena descubrirla cada uno por sí mismo. Con el texto de contraportada es suficiente para hacerse una idea de, al menos, el comienzo.

No quiero destacar que se lee rápido, porque cualquiera puede hacer que algo se lea rápido, hay muchos ejemplos y, desgraciadamente no demasiado honrosos, como el “innombrable” para mí, a quien no considero ni literatura y que no diré para no hacerle publicidad; tampoco destacaré, aunque podría contarse, el uso de unos cliffhangers memorables que solo alientan a continuar leyendo; también podría hablar de la maestría con la que perfila psicológicamente cada uno de los personajes, de tal manera que, nosotros, incautos lectores vamos cayendo en las trampas que nos va tendiendo, dejándonos sorprender aún más por el siguiente giro de la trama.

Todo lo anterior serviría para recomendarla a una gran cantidad de lectores; sin embargo quiero ir más allá porque, en este caso, lo merece; y esto es así, porque la escritora dota de varias capas a una novela aparentemente “sencilla”:

-La primera de ellas es que, como yo en este monográfico, intenta dar a los thrillers una dimensión más allá de la que normalmente se les atribuye; no creo que este comentario sea gratuito y es muy ilustrativo:

“Había que verle la cara en la playa durante nuestras dos semanas de luna de miel en Fiyi, viéndoselas y deseándoselas con el millón de páginas místicas de “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”, lanzándome miraditas irascibles mientras yo devoraba un thriller tras otro.”

-La segunda capa tiene que ver con extrapolar la situación del matrimonio protagonista, el derrumbamiento, con ese propio derrumbamiento del pueblo en particular y de la sociedad en general; esta extrapolación, en el paradójico final, es muy sintomática:

“Durante un cuarto de siglo, el Riverway Mall fue una presencia constante. Después la recesión golpeó, arrastrando a su paso el Riverway, tienda a tienda, hasta que todo el centro comercial acabó por cerrar. Ahora son ciento ochenta y cinco mil metros cuadrados de eco. Ninguna compañía quiso reclamarlo, ningún empresario prometió una resurrección, nadie sabía qué hacer con él ni qué sería de todas las personas que habían trabajado allí, incluida mi madre, que perdió su empleo en Shoe-Be-Doo-Be; dos décadas arrodillándose y poniendo zapatos, amontonando cajas y recogiendo calcetería sudada, evaporadas sin ceremonia.”

“No estoy seguro de que, llegados a este punto, sigamos siendo realmente humanos, al menos aquellos de nosotros que somos como la mayoría de nosotros: los que crecimos con la televisión y el cine y ahora internet. Si alguien nos traiciona, sabemos qué palabras decir; cuando muere un ser amado, sabemos qué palabras decir; si queremos hacernos el machote o el listillo o el loco, sabemos qué palabras decir. Todos seguimos el mismo guión manoseado.”

-La tercera dimensión es el uso de la mentira como una de las lacras que ocasionan este derrumbamiento; la manipulación y/o tergiversación como hilo conductor que se va repitiendo en todas las páginas, la sinceridad se convierte en una excepción más que lo dominante y es trasladable a lo personal y al colectivo:

“Esto va a ser una verdadera prueba para ti, Nick -murmuró sin mirarme-. Siempre has tenido problemas con la verdad. Siempre contabas alguna mentirijilla si pensabas que con eso te evitarías una discusión. Siempre recurrías al camino más fácil. Decirle a mamá que ibas al entrenamiento de béisbol cuando en realidad habías dejado el equipo;  decirle que ibas a la iglesia cuando en realidad ibas al cine. Es una especie de extraña compulsión.”

-Lo cuarto que quería también destacar es el particular sentido del humor, negro, amargo a veces, pero que te saca una sonrisa entre el maremágnum de locuras que van sucediéndose:

“El otro apodo de Tanner Bolt era Defensor de los Degenerados.

Tenía cita con él a las dos de la tarde.”

El final, para acabar, y valga la redundancia, es deliciosamente perverso y entronca directamente con el sentido de metarreferencialidad que lleva durante toda la obra y que ya he mencionado. Supone una paradoja tremendamente falta de ética; como todos los grandes personajes que comenté al principio de esta reseña; cada uno de ellos convirtiéndose en la encarnación de la amoralidad de la sociedad en que estamos viviendo. Fabulosa manera de hacer un thriller.

Los textos son de la traducción de Óscar Palmer para la edición de “Perdida” de Gillian Flynn en la colección Roja y Negra de Mondadori.

“El cazador sordo” de James McClure

elcazadorsordoYa comenté en este post  la irregularidad que ha sufrido en su publicación la obra del sudafricano James McClure a propósito de la que, en aquel momento, era su última obra. Si estoy aquí de nuevo es porque Reino de Cordelia se ha liado la manta a la cabeza y está dando continuidad a este estupendo escritor. A la paradójica “La canción del perro” le sucede “El cazador sordo” que es la tercera de la serie del teniente Tromp Kramer y su compañero zulú Mickey Zondi. Ya solo quedan tres inéditas… y alguna por reeditar, veremos si es posible que ocurra algún día.

Publicada en 1974, en esta aventura vivimos la separación, forzada por los superiores, de Kramer y Zondi; cada uno tiene que lidiar con un caso por su cuenta con la dificultad que a ambos les entraña, además de la conciencia de estar siendo manipulados. Como en otros libros de la saga tres ingredientes se repiten con asiduidad, fórmulas ineludibles del éxito y la calidad de la obra de McClure:

-Lo primero es el humor, el sudafricano siempre tiene algún momento, hasta el más insospechado, para intentar sacarnos una sonrisa y, desde luego, lo consigue;  solo tenemos que ver los pensamientos de Kramer con respecto a uno de sus superiores:

“-¿Es usted, teniente?

-El mismo, compañero.

-Me lo pareció. Lo reconocí de inmediato. Le dije a mi agente que era usted quien había llegado y sí que lo era.

Ya estaba aquel imbécil diciendo de todo acerca de nada. A Van der Poel le gustaba el sonido de su empalagosa voz. Estaba más que encantado de conocerse. Había que ser gilipollas para tenerse por alguien tan especial.”

-El segundo tiene que ver con el retrato de una sociedad, post-apartheid, profundamente racista, segregada, controlada por unos pocos blancos que maltratan sin pudor al resto de la población; a pesar de lo anecdótico, siempre vivimos en todos sus libros ese momento en el que, al empezar un caso, uno de los negros es culpado del crimen:

“Lo único que tenía sentido era imaginar que un pequeño incidente acabase siendo la gota que colma el vaso. Que todo negro alberga en su interior un gran sentimiento de ultraje, por lo que bastaba añadir una pizca más y todo saltaba por los aires. Cuál podía ser la causa de aquel sentimiento era algo que nunca se había molestado en…”

O simplemente, como quien no quiere la cosa, vivimos un momento de “limpieza étnica” de los muchos que se repetían por la época, esa sociedad de los años 70, en boca de Zondi:

“Qué idiota: se trataba de un desahucio. El desahucio de un “punto negro”, uno de tantos, algo que pasaba todos los días, y él había permitido que su imaginación distorsionara su capacidad de percepción. Claro que se oían golpes sordos cuando se cargaban los muebles en un camión; naturalmente que se producían ruidos al arrancar las valiosas láminas de hojalata de los tejados; resultaba evidente que no se trataba del momento más adecuado para hablar; ni para que se rieran los niños. En cuanto al cordón policial, no era más que el procedimiento de rutina para evitar estupideces.”

A pesar de haber estos momentos, duros, denigrantes en sí mismos y que sirven para concienciar socialmente, no resulta cargante en este aspecto, los destila en pequeñas gotas para no entorpecer en demasía el camino de la trama y la narración.

-Por fin, el último de estos elementos es, desde luego, el manejo de la trama; es brillante lo bien que es capaz de unir cada uno de los recovecos que va presentando a cada página para llevarnos a un final tan sorprendentemente bien orquestado que nos deja simple y llanamente boquiabiertos; en este libro asistimos a uno de estos momentos, mágicos de por sí, que hay que descubrir cada uno como lector para darse cuenta de lo genial que es este escritor. De ahí mi reticencia a desvelar ningún detalle de la misma.

Si a lo anteriormente unimos que, además, están bien escritas y los personajes, más allá del genial dúo protagonista, están vivos a cada punto, coma o vocal que leemos; no exagero si digo que ya estamos ante uno de los libros del año.

Los textos provienen de la traducción de Susana Carral para la edición comentada de la editorial Reino de Cordelia.

“Osama” de Lavie Tidhar

osamaEl israelita Lavie Tidhar está marcado por una serie de hechos ineludibles y que le ligan al terrorismo; no deja de ser curioso que se encontrara en Dar es Salaam durante los atentados a la embajada estadounidense en 1998, que en el 2004 sobreviviera junto con su esposa a los atentados del Sinaí y en el 2005 a los de King’s Cross. Estas experiencias, de hecho, han influenciado claramente la orientación de sus relatos y, en particular, de esta novela que ganó en el 2012 el World fantasy award.

En “Osama” el protagonista es Joe, un detective privado que recibe el encargo de encontrar a Mike Longshott, autor de unas novelas pulp donde el protagonista es un personaje de ficción llamado Osama Bin Laden.

En la primera parte de la narración Tidhar se encarga de crear una realidad diferente, al estilo de los mundos imaginados por Philip K. Dick; en esta realidad hay múltiples referencias al 11-S y al terrorismo:

“Miró los libros en rústica: Misión: África, Los atentados del Sinaí, World Trade Center. ¿Qué demonios era un centro del comercio mundial?.”

“Se llevó la mano a la cara y se dio cuenta de que aún conservaba la pelota de papel. La desplegó y le echó un vistazo. Una hoja mugrienta de un periódico, ilegible, salvo por la fecha: 11 de septiembre de 2001. Se encogió de hombros, volvió a reducirlo a una pelota y fue a tirarla al cubo de la basura.”

Y si existen esas referencias es porque en este mundo que imagina el terrorismo está erradicado y solo aparece en las novelas pulp, en la ficción:

“-Con todo, esas historias estúpidas reportan muchos beneficios. ¡Comienzan siempre con una gran explosión! ¡Bum! ¡Paf! Mike Longshott. Qué nombre tan ridículo.”

“[…] Lees estas cosas tan horribles pero sabes que no han ocurrido de verdad, y cuando terminas puedes dejar el libro a un lado, respirar hondo y seguir con tu vida. Sabes que es ficción…

-Pura ficción –convino Gill. Y es ahí donde deben quedarse todas esas cosas tan espeluznantes…

-En las páginas de un libro.”

Esta irresistible mezcla que juega con la metaficción está muy bien construida en una primera parte que llama la atención por el misterio, el enigma de una investigación diferente. Quizá los mayores hallazgos de Tidhar estén en los dos recursos que utiliza para realizar este comienzo:

-Construcción mediante la no existencia de lo que conocemos; no tanto por la creación del mundo, sino eliminando partes del nuestro

-Subversión de la realidad que conocemos: un mundo de terrorismo solo presente en los libros y la figura de Osama Bin Laden que aquí se convierte en el héroe de unas novelas pulp.

A partir de este deslumbrante comienzo la segunda parte se convierte en algo más repetitivo, la trama se diluye de tal manera que sabes lo que puede venir, sobre todo cuando empiezan a multiplicarse las referencias al “Mago de Oz” (“Se está mejor en casa que en ningún sitio”). Aunque le queda alguna reflexión interesante:

“Supuso que los libros de Longshott le proporcionarían más información. Siguió hojeando sus páginas. […] Analizó todos los atentados que se mencionaban. “La suma total de muertos y heridos –pensó-, es inferior al índice de fallecidos por accidente de tráfico a lo largo de un mes entero y en una sola ciudad”. Llegó a la conclusión de que aquella guerra se basaba en el miedo, no en recuentos de cadáveres.”

El miedo como elemento de poder con respecto a una sociedad aterrorizada, se convierte todo prácticamente en un pretexto para denunciar una sociedad obsesionada por la posible amenaza terrorista y que ordena todo en base a esto.

De hecho el final resulta facilón en su resolución, muy alejado aquí de lo que Philip K. Dick era capaz de ingeniar, esto en sí no es un problema; el problema es que ese final desarma la metaficcionalidad sobre la que estaba basado todo lo anterior; perdiendo el texto esa coherencia al final.

Buena novela, pero, no dudo de que Tidhar puede hacerlo aún mejor.

“Una ciudad asediada” de Margaret Oliphant

una-ciudad-asediadaEl maravilloso sello Fábulas de Albión de la editorial Nevsky no necesita presentación, en este blog ya presenté el primer título de la colección “El muñeco” de Daphne Du Maurier  y “Cuando sale la luna” de Gladys Mitchell. Hoy, aprovechando mi necesidad de un poco de literatura fantástica, os traigo “Una ciudad asediada” de la escocesa Margaret Oliphant (1828-1897) que escribió en 1880. Esta prolífica autora se hizo famosa en su momento por sus libros históricos, pero con la que quizá marcó diferencias, fue por su intrusión en el género de las ghost-stories de la época victoriana, especialmente con esta obra.

En el estupendo prólogo, Jesús Palacios habla de manera clarividente sobre su aproximación a este género:

“Es su naturaleza de fiel cronista de la realidad social, psicológica e histórica de su tiempo, con especial cuidado en el detalle de lo cotidiano y doméstico, la que dota a su aproximación al género de una visión personal que, sin faltar nunca del todo a las reglas básicas del juego, crea, no obstante, una expresión propia e intransferible del mismo.”

“Su singular manera de practicar el género, al que aportó una mirada intimista, psicológica, llena de empatía y hasta de piedad por sus personajes, tanto vivos como muertos, acompañada siempre por una especial capacidad para crear atmósferas sobrenaturales, perfectamente imbricadas en nuestra realidad cotidiana, sin recurrir nunca o casi nunca a los artificios de la sensation novel y el cuento de horror truculento, que tanto detestaba.”

Precisamente, su manera particular de acercarse al género se refleja en su estilo, que sorprende por alejarse claramente de las convenciones de los victoriano; parece que nos encontremos ante un relato modernista; prescinde de cualquier narrador omnisciente para, de manera distinta, narrar en primera persona desde diferentes personajes; esta coralidad resulta muy enriquecedora y convierte esta “historia de fantasmas”, por alejarnos del término inglés, en un relato más allá de esta, por la riqueza de las diferentes perspectivas que nos ofrece a través de sus diferentes personajes.

Independientemente del tipo de narrador que escoja, es indudable la capacidad narrativa de Oliphant, buena muestra de su exuberante prosa la tenemos en este texto:

“Las tinieblas ya eran lo bastante opresivas de por sí. Costaba llevar el aire a los pulmones, y de vez en cuando mi corazón era presa de una súbita agitación, escapando a mi control. Pero todo estaba silencioso, tan silencioso como los muertos que en días recientes habían sido llamados,  por unos y por otros, a abandonar su descanso. “¡Que los muertos se levanten de sus tumbas!”, unas palabras que nadie debería pronunciar. Ahora parecía que el mundo se hubiera tornado una tumba en la que nosotros, aunque vivos, hubiéramos sido enterrados.”

Consigue que sintamos exactamente la situación, que nos estremezcamos ante la posibilidad de que los muertos resuciten; como ya se cita en el prólogo, parece que nos encontremos ante una de las primeras manifestaciones de relatos de zombis modernos.

Está muy bien además que la escritora aproveche la situación para no quedarse en la simplicidad atrayente de una prosa florida sin más; sintió la necesidad de mostrarnos que, no se sabe el momento, pero quizá los que se creen destinados a un papel en la sociedad no reciban este rol; solo tenemos que comprobar la frustración del sacerdote M. Le Curé, que se siente indigno por no haber atraído la atención de los muertos:

“-¿Qué significa todo esto?  Usted conoce el mundo del Más Allá, es uno de sus portavoces terrenales, un hombre del clero. ¿Qué les han dicho a esas personas?

Siempre tuve en consideración a M. Le Curé. Las lágrimas recorrían sus mejillas.

-Lo ignoro –dijo-. Sé tanto como vos. Lo que les hayan dicho, ha quedado entre ellos y Dios. Yo he sido relegado al grupo de los indignos.”

Sin embargo el mensaje de estos muertos no es el de la muerte, sino el de la vida:

“-Tampoco oír lo es todo –añadió apresuradamente-. Ni lo es hablar. Pero ella estaba allí. Fuimos uno, sin necesidad de intercambiar palabras. ¿Qué significa hablar u oír cuando dos corazones se encuentran en comunión?”

Una estupenda muestra de novela gótica y ghost story que demuestra la necesidad de sellos tan interesantes como este que nos ocupa.

Textos de la traducción del inglés de Jon Bilbao para esta edición.