Una mezcla inverosímil: “La promesa” de Friedrich Dürrenmatt y “Tormenta” de Jim Butcher

Digo inverosímil porque, indudablemente, no creo que haya muchos puntos en común entre el suizo Dürrenmatt y el norteamericano Butcher; más allá de la realización de obras de género, claro está.

La-promesa“La promesa” del suizo Friedrich Dürrenmatt (1921-1990) es la primera novela de este original duelo; lleva el subtítulo suficientemente identificativo (o no, según veremos luego) de “Réquiem por la novela policíaca” y desde las primeras páginas podemos ver la intención del escritor en boca del investigador que narra la historia y del que solo sabemos la inicial de su nombre y su perspectiva: 

“Por desgracia, en todas esas  historias de crímenes subyace aún un fraude mayor. Y con esto ni siquiera aludo al hecho de que en ellas los criminales encuentran su castigo. Pues esos hermosos cuentos han de ser moralistas a la fuerza. Pertenecen al tipo de las mentiras necesarias para mantener el orden social, casi como un refrán piadoso: el crimen no vale la pena. […] todo eso puedo dejarlo pasar […] No, me irrita mucho más la cuestión del argumento en sus novelas. Aquí el fraude es enorme y descarado. Ustedes construyen sus argumentos sobre la base de la lógica, como en el ajedrez: aquí el criminal, aquí la víctima, aquí el confidente, las reglas y revise la partida, y ya tiene cazado al criminal y ha logrado que triunfe la justicia. […] La realidad se las arregla con la lógica sólo a medias. […] pero los factores disonantes que entran en juego son tan frecuentes que muy a menudo es la pura suerte o el azar lo que decide nuestra partida a favor. O en contra nuestra. […] También lo azaroso, lo incalculable, lo inconmensurable, juegan un papel, y un papel demasiado grande.”

Esta tesis es la que pretende demostrar, al menos en el fondo, cuando nos cuenta la historia de su subordinado, el detective Matthäi y su investigación del asesino en serie a la que asistimos, en las páginas que la confirman. Prescinde de un narrador omnisciente para mostrar, con todo detalle, los avances que hace. Precisamente, en este camino, el momento en que Matthäi pregunta a la niña Ursula por la última víctima, Gritli Moser, supone un cambio radical en la base, aparentemente formal y anclada en bases reales:

“-¿No se encontró Gritli con nadie?

-Sí, se encontró con alguien –respondió la niña.

-¿Con quién?

-No era un hombre –dijo la niña.

[…]

-Se encontró con un gigante –dijo la niña en voz baja.

[…]

-Y ese… gigante… ¿le regaló algo a Gritli?-pregunté.

[…]

-Un erizo.

-¿Un erizo? ¿Qué quieres decir, Ursula? –pregunté, confuso.

-El gigante tenía erizos pequeños por todas partes –aseguró la niña.”

Es en ese momento cuando el relato se vuelve onírico, mágico y más perturbador si cabe; sobre todo, una vez acabado, cuando somos conscientes del increíble final conociendo todo lo que ha ocurrido anteriormente. El papel que juega “lo azaroso, lo incalculable, lo inconmensurable” en la resolución final se convierte en algo simplemente imprescindible. Lo genial es que estos elementos no desacreditan la novela policíaca sino que, por el contrario, la engrandecen, convirtiéndola en una obra excelente.

tormenta_jimbutcherEncadenando lo mágico de lo que hablaba en el anterior libro, en el “Tormenta” de Jim Butcher nos encontramos con algo radicalmente distinto; su mayor  pretexto es la diversión, no busca intensión moralizante, no busca trascender (ni falta que le hace); lo que nos encontramos es un investigador de lo paranormal, como podemos ver en las primeras páginas en el cartel del despacho de Harry Blackstone Copperfield Dresden:

“HARRY DRESDEN – MAGO

Se encuentran objetos perdidos.

Investigaciones paranormales.

Asesoría. Consejos. Precios razonables.

No se hacen pócimas de amor, ni bolsos sin fondo, ni fiestas u otros entretenimientos”

“Te sorprenderías al saber cuánta gente llama solo para preguntarme si voy en serio. Pero si hubieras visto las cosas que yo he visto, si supieras la mitad de lo que yo sé, te preguntarías cómo puede pensar nadie que no voy en serio.”

Partiendo de una base tradicional, la del detective clásico, enmarca los casos en lo sobrenatural;  en la última frase encontramos la promesa potencial de diversión, de maravillas que podremos ir encontrando en la serie (“Tormenta” es el primero de una serie de novelas que tienen como protagonista al mencionado Harry Dresden) asentadas en las tradicionales figuras ya clásicas del género; así podemos ir encontrando magos, varitas mágicas, calaveras que hablan, demonios, enemigos indefinibles y rastreros:

“El demonio nos acechaba. Podía verlo claramente gracias a la luz de mi bastón, pero hubiese preferido que no fuera así. Era horripilante, deforme, asqueroso, muy musculoso y lo he comparado con un sapo porque no conozco nada más que se aproxime lo más mínimo a su descripción.”

Y el protagonista tiene la mordacidad de los más grandes de la novela policíaca y hace gala de su destreza:

“Y así, caminé a través de un paisaje espectral plagado de calaveras, a pesar de la tormenta que se avecinaba, hacia una casa llena de poder maligno que latía con una fuerza mística feroz y salvaje. Avancé para enfrentarme a un adversario asesino que tenía todas las ventajas, que estaba preparado y deseaba matarme desde lo más hondo de su destructivo poder, mientras que yo estaba armado con nada más que mi propia destreza, mi ingenio y mi experiencia.

¿Tengo un trabajo genial o no?”.

La novela funciona estupendamente a todos los niveles, hay imaginación, hay respeto por los elementos clásicos con la suficiente innovación, hay un sano cóctel de fantasía aderezado con truculencia y criaturas maravillosas o demoníacas; un elenco de personajes en formación pero que empiezan a definirse y, sobre todo, no nos engañemos, entretenimiento del más alto nivel. Más que recomendable ponerse con ella ahora, además, está saliendo una edición en bolsillo muy ajustada en precio y tamaño. Estimo que es una ocasión fantástica para conocerlo y disfrutarlo…

“La serie de Martin Beck” de Maj Sjöwall y Per Wahlöö

Han tenido que pasar casi 250 novelas de la excelente colección de novela negra de RBA en su Serie Negra para poder tener publicada, en su totalidad, las diez novelas que componen la serie del comisario Martin Beck; perpetradas por el comprometido matrimonio sueco Maj Sjöwall y Per Wahlöö, posiblemente nos encontremos ante una de las series más influyentes en el género europeo, no sólo para los nórdicos, punto de obligada referencia para entender la marea nórdica actual, sino para toda Europa.

el-policia-que-rieEn mi caso personal, la primera novela que leí fue la excelsa “El policía que ríe” (1968), novela que se caracterizaba por un argumento original que generaba una trama excitante en la línea más clásica de los grandes del género; a partir de ahí, comencé con “Roseanne” (1965) y se fueron publicando en estricto orden cronológico, que seguí a rajatabla, hasta este año 2013 donde hemos visto la publicación de la última: “Los terroristas” (1975).

Vista en retrospectiva, hasta los dos últimos libros que comentaré más adelante, hay que reconocer que la serie resulta muy consistente en cuanto a calidad e interés por diferentes aspectos y, además, curiosamente, hay muchas variaciones en cuanto a la forma de planificar y realizar los libros. Para los neófitos en los autores suecos, intentaré explicar un poco la evolución de los libros.

La Serie

En “Roseanne” (1965) asistíamos a la presentación de Martin Beck, el taciturno investigador y protagonista principal de la serie, y también a algunos de sus secundarios que se convertirán poco a poco en un elemento principal de la serie. El caso (el asesinato de una mujer en el fondo de un canal) entra dentro de la más firme tradición de novelas de investigador puro y duro. Empiezan a comprobarse las buenas maneras del matrimonio con una trama muy bien llevada.

“El hombre que se esfumó” (1966) y “El hombre del balcón” (1967) suponen una transición inevitable y enriquecedora que nos llevará progresivamente a su obra maestra “El policía que ríe” (1968); experimentan con la narración cambiando los puntos de vista, añadiendo incluso el del asesino; aunque el protagonista principal es Martin Beck (que es dibujado a la perfección en sus relaciones personales), el resto de personajes ganan tal importancia que se vuelven prácticamente “corales” en la tradición del gran McBain y su comisaría del distrito 87. También se caracterizan por ser muy ingeniosos en la resolución de los casos, tramas hiladas con maestría y, desde luego, mucho sentido del humor.

cochedebomberos“El coche de bomberos que desapareció” (1969), quinto libro de la serie, se convierte en la consolidación de lo que habían avanzado. En tradición con sus anteriores entregas, se trata de una novela coral clásica, donde la trama está muy bien hilada, el pulso narrativo está llevado con maestría, tiene humor… en fin, otra muy buena muestra de literatura policíaca que, además, tiene una resolución muy creativa.

“Asesinato en el Savoy” (1970) es un giro radical en el estilo de los suecos, la novela se convierte en un pretexto claro para la crítica evidente (no sutil como en las anteriores) de una sociedad sueca desgastada por el crimen. Una clara muestra de novela social donde los escritores cargaron contra el capitalismo, las grandes empresas que lo controlan todo confabuladas con un estado corrupto. Todo ello redunda en una trama que es bastante más floja que la de las anteriores y sin ese punto de genialidad. Aún así, está estupendamente escrita, con descripciones muy gráficas pero al mismo tiempo cargadas de detalles y que resultan entretenidas. Una obra, aún así, por encima de la media

“El abominable hombre de Säffle” (1971). Tras la novela de transición anterior donde parecían haber perdido un poquito la chispa, aquí los volvemos a recuperar en plena forma, creando una trama excelente sobre la corrupción y la brutalidad policial de la sociedad sueca de la época de los setenta. Novela cargada de grises y que hacen llevar a Beck y a sus compañeros a tomar posiciones ante una situación difícil, llegando a plantear dilemas de todo tipo, tanto éticos como de funcionamiento del propio cuerpo de policía y la sociedad.

 “La habitación cerrada” (1972). Supone la revisitación del clásico de las novelas policíacas en su vertiente más detectivesca. Una obra teñida nuevamente de la vertiente más amoral de una sociedad en descomposición. Muy densa, con una progresiva descoralización que fructificará definitivamente en la novena novela de la serie que comentaré más adelante.

Los dos últimos libros

asesino_policias“El asesino de policías” (1974) se convierte en la novela que cierra un círculo, Beck vuelve a sus inicios, el caso de Roseanne, con el mismo acusado Folke Bengtsson y un caso de similares características en la misma zona en que se produjo el primero.

A pesar de la amargura de Martin, hay resquicios de una belleza que contrasta severamente con la crisis de la sociedad de bienestar.

“De pronto pensó en un par de frases inconexas de la quejumbrosa cantinela general acerca de las cada vez peores condiciones que reinaban en el país. Suecia es un país espantoso, pero sin duda es espantosamente hermoso. Alguien lo había dicho o escrito, pero no recordaba quién.”

Crisis que se ejemplifica sobre todo en el cuerpo policial: “-No, yo sé lo que usted piensa –gritó-. Piensa que yo le he hecho algo a Sigbrit. Pero no le he hecho nada. ¿No puede entender eso? Malditos maderos, sois todos iguales, aquí y en todas partes. Los policías sois ratas de cloaca y para lo único que servís es para subir a bordo a pillar alcohol y cigarrillos a cambio de dejarnos en paz.”

Y en el propio Estado: “Estado de Derecho. La expresión estaba desde hacía tiempo tan corrompida que muchos suecos no osaban pronunciarla y otros se echaban a reír cuando alguien la mencionaba en serio. Ciertamente, existía una ley, pero la evolución de los últimos años había demostrado que esa ley podía subvertirse a conveniencia por las autoridades y el régimen. Los que estaban en el medio eran de costumbre los ciudadanos.”

El final es una vuelta de los personajes y la recuperación de la trama a una ligera coralidad sin  perder de vista el papel de Beck, un Beck crepuscular pero no tan amargado sino rehaciendo una vida que no entendió en un principio.

No es su mejor novela pero, indudablemente, es una buena novela policíaca.

los-terroristas_maj-sjowall_per-wahloo_libro-OAFI777“Los terroristas” (1975), la última novela comienza con una nota de humor, ya que la perspectiva cambia al gigantón Gunvald Larsson:  “Es cierto que tiene tendencia a ser un poco bruto y grosero y se comporta de modo demasiado despótico. Pero no se puede negar que es uno de nuestros mejores inspectores criminales, a pesar de que le cuesta obedecer órdenes y atenerse a las normas.”

En su progresivo viraje hacia la crítica social y al supuesto Estado de Bienestar, en esta última entrega se centran en la justicia:  “En gran medida tenía razón. Los miembros del jurado eran elegidos entre la escoria de los partidos políticos, a menudo tenían una censurable relación de amiguismo con el fiscal o se dejaban dominar por jueces de carácter resuelto, que, básicamente, los despreciaban. En su mayoría no se atrevían a contradecir  a las autoridades judiciales y a menudo no eran sino representantes de la mayoría silenciosa de la nación, quien ponía todo su empeño en conseguir el orden a base de leyes sumarias y no mucho más.”

De lo micro, pasarán a lo macro, las autoridades del país son fuertemente censuradas, como podemos ver en la conversación de la pobre Rebecka Lind con Beck: “Sólo me habrían enviado a unos asistentes sociales y luego me habrían quitado a Camilla. Yo no creo que se pueda confiar en las autoridades de este país. No les preocupa la gente común, los que no son ni famosos ni ricos, y lo que ellos llaman ayuda no es ayuda de verdad. Simplemente te engañan.”

Lo mejor del crepuscular Beck es que, a pesar de no estar de acuerdo con lo que vive, no entra en una espiral de autodestrucción como en otras novelas del género sino que más bien, reconstruye su vida hasta llegar una felicidad mayor de la que poseía antes; es un buen tipo, los autores están muy de acuerdo, y lo podemos comprobar en palabras de Rhea, su amante: 

 “-Tú eres un tío estupendo Martin. Pero tienes un trabajo de mierda. ¿A qué clase de personas metes en la cárcel por asesinato y otros horrores? ¿Cómo hace poco? ¡Un currante marginado que trataba de vengarse del cerdo capitalista que había arruinado su vida! ¿Cuántos años le van a caer?”

Y cómo no, su gran amigo Kollberg en esa conversación final:  “-Lo que haces mal, Martin, es trabajar donde trabajas. Es un mal trabajo. En una mala época. En una mala parte del mundo. En un mal sistema.”

Posiblemente esta última novela, la más voluminosa, sea el ideal al que trataban de aspirar y que reunía sus aspiraciones para construir una novela negra. En mi opinión no es la mejor, la trama está más diluida y menos elaborada; sin embargo es un digno colofón a una serie excelente y que tiene en sus primeras novelas, sobre todo hasta “El policía que ríe” y “El coche de bomberos que desapareció” sus momentos más sublimes.

Comentario personal/crítico

Como dice Liza Marklund en el prólogo de “El asesino de policías” : “La pareja Sjöwall-Wahlöö estableció un nuevo estándar para la narrativa político-criminal, conjugando una alta calidad literaria con hábiles intrigas dramáticas, así como añadiendo un compromiso social que proporcionó un especial ardor a sus páginas. La combinación de su gran éxito creo que radica en la combinación de estos tres factores, y el tercero es quizás el más importante”

Totalmente de acuerdo en lo que comenta Marklund, la pareja sueca aspiraba a que sus novelas se convirtieran en una forma de denunciar las injusticias sociales y fueron transformándolas,  partiendo de la base de novela negra norteamericana, en este tipo de novela de denuncia sin olvidar, claro, está, la trama policíaca. Quizá añadiría dos detalles más: los personajes, gracias a la coralidad que manejaron, todos ellos evolucionaron y es imposible olvidarse ahora de los entrañables Beck, Koellberg, Larsson, Melander o Rönn, verdaderos protagonistas de todas las historias; el segundo detalle es el sorprendente buen humor, con escenas dignas de los hermanos Marx que no puedo negar que me sacaron carcajadas.

Creo que he relatado con exactitud las virtudes de estos clásicos de la novela policíaca europea y mundial. Si alguno no los ha empezado a leer, es un momento excelente para disfrutarlos. Son grandes, muy grandes. Los echaré mucho de menos. Han sido muchos años y muchas sensaciones.

 

PS: Los párrafos citados pertenecen a las ediciones de RBA en su serie negra de “Los Terroristas” y “El asesino de policías” de la traducción del sueco de Elda García-Posada.

Mozart no hubiera disfrutado tampoco: “Don Giovanni” en el Teatro Real

En unas de las últimas declaraciones que ha hecho Mortier, comentaba lo siguiente al hilo de los abucheos que está recibiendo la última producción en escena:

“La gente que abuchea hace más ruido, pero son seis que empiezan y algunos se dejan llevar. A otros, claro, no les gusta, pero parece que a la mayoría sí. Los abonos no se devuelven y está completamente lleno.”

Se pueden hacer dos puntualizaciones a la magnificencia del belga, ayer, en la función a la que pude asistir no se empezó con abucheos orquestados, no; de hecho en los primeros momentos se interrumpió para aplaudir; lo cual no quita que, según fue avanzando, el grado de cabreo de los asistentes empezó a aumentar considerablemente hasta acabar en un abucheo generalizado, no hizo falta que lo hiciera nadie; lo de los abonos, claro que no señor Mortier, la gente quiere ver la ópera, no los va a devolver; lo que no va a hacer es renovarlos, me gustaría saber cuánto es el grado de renovación de abonos de este año.

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No dudo de que Tcherniakov sea bueno, de hecho, rompiendo una lanza a favor de él, tengo que reconocer que su Macbeth (de este mismo año por cierto, y hablé extensamente de él aquí), no estaba mal del todo a pesar de ciertos tics que, por lo que veo, repite en sus montajes. El problema es cuando haces algo como lo que haces ayer y el texto, la música y la acción teatral van cada uno por su lado. En efecto, la puesta en escena no funcionaba, era inconsistente y, para colmo, rozaba un mal gusto bastante patente que no tiene que asociarse, precisamente, a lo vanguardista.

Según la visión del ruso, Don Giovanni es un libertino que no solo abusa de las mujeres sino también del alcohol y progresivamente se va volviendo cada vez más loco (porque ve al fantasma del Comendador rondando por la sempiterna habitación), hasta llegar al paroxismo en esa escena final, donde Leporello se convierte en una especie de “Grey” dominador que desnuda y abusa de Donna Anna, Zerlina o Donna Elvira. Evidentemente esta visión no se corresponde con nada de lo que estén declamando o cantando en ese momento con lo que contribuye a una confusión más que evidente, sobre todo para los que quieran descubrir esta obra con ese montaje. Especialmente absurdos son algunos momentos que destacan por una desgana evidente en no intentar ni siquiera crear, como la escena de la estatua “O statua gentilissima”;  donde Leporello y Don Giovanni, en la omnipresente habitación presente en toda la obra, hablan e interactúan con una estatua imaginaria; debido principalmente a que ni se ha molestado en presentar algo, ni siquiera figurativamente, lo único que hacen es saltar y trotar de un lado a otro; no creo que haya gastado más de diez minutos en contarles lo que tenían que hacer; contrasta que este mismo director haya exigido a Arteta unos esfuerzos brutales en todos los aspectos para asimilar sus escenas, que, por otra parte, estaban muy bien dibujadas. Aparte de los problemas evidentes de perfilar ciertos papeles, totalmente en desacuerdo con su psicología (ese Leporello es indignante) hay ciertos tics (como comentaba anteriormente) que se repiten asiduamente en sus producciones y que ayudan a desconectar totalmente. Eso de que caiga el telón en cualquier momento, se interrumpa toda la acción para que nos muestre un cartel con el tiempo que va a pasar, enerva a la décima vez que cae;  podrá reforzar lo teatral, pero, indudablemente desestructura  toda la unidad musical de la obra (esta caída del telón me recordaba al Google maps de transición entre escenas que utilizó en la susodicha Macbeth); tampoco me cautiva el hecho de hacer cantar a los cantantes fuera de escena o mirando a las paredes, de espaldas al público, sin ningún tipo de necesidad, más bien, para ser original y vanguardista; y hacerles cantar en posiciones difíciles es ya marca de la casa; curioso que, casi siempre hace cantar a los coros fuera de escena, aunque oficialmente no lo sean, me temo que no sabe dirigir mucha gente a la vez y prefiere no tenerlos presentes (esto era patente en Macbeth también). No me voy a extender más, sobre todo con otros detalles de mal gusto, especialmente la metáfora sexual final donde la comida del banquete está representada por las cantantes, de las que abusan repetidamente o lo intentan, desvistiéndolas en todo momento sin motivo aparente o intentando una violación del todo absurda en el caso de Donna Elvira… cuando le pretende salvar. Intentar buscar el sentido a todo este cúmulo de despropósitos es más de lo que merece el montaje.

Braun

Si por lo menos lo musical hubiera estado bien, habría salido con buen sabor de boca, pero me temo que esto me cabreó más; el argentino Alejo Pérez era debutante en la dirección de esta ópera, Russel Braun también con Don Giovanni; esto no disculpa el espectáculo que ofrecieron; el director musical estuvo monótono, aburrido en casi cada momento , parece mentira que una obra como esta, tan rica, con tantos matices, quedará tan desdibujada, sobre todo por las elecciones de algunos tempi nada adecuados; su impotencia fue evidente en el caos musical producido en el final del primer acto: habían situado unos violines fuera de escena, estaban en unas butacas para poder interpretar lo que se tocaba en la fiesta en escena (ese baile de máscaras sin máscaras); la idea podría haber estado bien, el problema es que se desacompasaron con respecto a la orquesta, pero en los dos lados, parecía que la orquesta, los cantantes y la música de los violines iban “a su bola”, ocasionando un tumulto musical sin intención; un desastre que enmendó con gestos ostensibles, parecía que no se veía bien e intentó que percibieran por dónde iba el tema. Un reflejo fidedigno de lo que estábamos viviendo. Lo de Braun, sinceramente, es de juzgado de guardia, me sorprende que se haya dado un papel de esta envergadura a este cantante; leo por ahí (Mortier, de nuevo) que es bajo barítono… ¿eh? ,¿Cómo? ,¿Un bajo barítono que no se oye nada en el registro medio?. Cada conjunto musical estaba descafeinado por el la ausencia de contraste de su voz con Leporello; cada momento musical era insulso hasta decir basta; encima su voz era desagradable. ENSAYO GENERAL ÓPERA "DON GIOVANNI"Me preguntaba si había oído cantarlo peor, y no creo que lo haya oído…  La sobreactuación no se la achaco a él, desgraciadamente, nuestro ruso tuvo más que ver en pintar el personaje de esta manera.  En cuanto al resto, afortunadamente, estaba nuestra Ainhoa Arteta que dibujó una Donna Elvira plena en lo vocal, atormentada en lo artístico; cada momento suyo fue un lujazo y no debe quedar ensombrecido por todo lo que ha rodeado la obra; encomiable cómo cantó a pesar de las posiciones en que se le obligó a cantar por la parte escénica, brava, no hay más que decir; aceptable Leporello de Ketelsen, con una voz noble y bella; el veterano Kotscherga demostró la rotundidad de su voz en el corto papel del Comendador; Schäfer y Erdmann como Donna Anna y Zerlina estuvieron irregulares, con algunos momentos interesantes, sobre todo en la segunda y con otros momentos no tan felices en el caso de la primera, qué fría entró; regular el Massetto de Bizic, con voz amplia pero todavía por pulir; mal, muy mal, el Ottavio de Groves, no se pueden hacer portamentos en las arias de Mozart, no, por favor. Y si se va a cantar tan mal “Il mio tesoro”, casi prefiero que no lo cante, qué mal los cambios de registro dentro del área, el manejo del fiato, el canto legato, el recitado.. en fin, rematadamente mal, solo comparable a Braun. El Coro estuvo bien, no suele fallar, afortunadamente…

Me encanta en el postmodernismo, las nuevas vanguardias, deconstruyamos, no estoy en contra de ello; el problema es que hay que hacerlo con inteligencia, con sentido común, si no, se convierte en provocación tras provocación absurda. Por favor. Más vanguardismo, pero bien hecho.

Estoy convencido de que Mozart no habría disfrutado tampoco de esta visión en su obra, ay si se levantara….

“The teleportation accident” de Ned Beauman

The Teleportation AccidentNo hace mucho estaba hablando de la ópera prima de Ned Beauman “Boxer, Beetle” ; en su reseña me despachaba a gusto con todas sus virtudes; de ahí que me decidiera a ponerme con su segunda obra, “The teleportation accident” que, además, ganaba el Golden Sark para el imprescindible lector Jónatan Sark  en sus premios del año pasado. La descripción de la solapa, y la propia portada, me cautivaron:

“From de author of the acclaimed Boxer, Beetle comes a historical novel that doesn’t know what year it is; a noir novel that turns all the lights on; a romance novel that arrives drunk to dinner; a science fiction novel that can’t remember what isotope means; a stunningly inventive, exceptionally funny, dangerously unsteady and (largely) coherent novel about sex, violence, space, time, and how the best way to deal with history is to ignore it.”

En esta obra, Beauman parte de una base histórica (Berlin, 1931) y utiliza a uno de esos personajes inolvidables por lo enervantes que resultan, Egon Loeser (no puede ser casualidad que su nombre se derive de “Ego” y “Loser”). Es un perdedor obsesionado por dos temas: el científico Lavicini, al cual intenta replicar en su experimento de teleportación con efecto, más bien adversos en alguno de sus compañeros:

“Whatever the truth, that was Lavicini’s Teleportation Accident. As for Loeser’s Teleportation Accident, that wasn’t nearly so bad. Nobody died. The Allien Theatre was not rended apart. Klugweil just dislocated a couple or arms.”

Y, ¡cómo no!, por el sexo, o más bien su falta de él:

“The fact that you are so neurotic about your past lovers makes it both fortunate and predictable that you have so few of them. It’s one of those elegant self-regulating systems that one so often finds in nature.” “I can’t lose this break-up. We’ve all seen what happens to the defeated.” “You didn’t even like her.” “I know. But at least she had sex with me. And it was really good. When am I ever going to have sex with anyone again?” I mean, without paying. Honestly- when? Sometimes I wish I was queer like you. I’ve never seen you worry about all this. Upon how many lucky pilgrims have you bestowed your blessing this year?”

Lo que empieza como una comedia adolescente en el tiempo se va transformando en relatos de distintos géneros, que van desde el simple relato histórico hasta lo noir, pasando por la ciencia ficción; mezcla de géneros que es marca de la casa, y que, como ya he comentado en alguna otra ocasión,  deviene en una narración caracterizada por su ingenio, multirreferencialidad y capacidad de innovación; reforzando su carácter metaficcional. Sólo tenemos que comprobar, en palabras del protagonista, su opinión por la historia:

“History is a sort of fantasy, and Fantasy softens the blow.”

En esta ficción, no puedo negar que me ganó definitivamente en el momento en que encuentra una carta de Lavicini a Nicolas Sauvage para entrar en los terrenos del terror y la ciencia ficción: “Nicolas, my dear friend, mark this: if you persist in your intention to conquer those… dark lower depths, then you will soon find yourself entombed in them. I know it is your proud belief that man should be free to make these –I haven’t been able to work out quite what this next phrase means- unprecedented travels? (ese aviso en la intención de conquistar aquellas bajas y oscuros abismos en los que te puedes sentir como enclaustrado en una tumba, esos viajes sin precedentes, no creo que sea el único que pensó en Lovecraft y sus terrores primigenios y primordiales).

Sensación que se vio corroborada en la segunda parte “Ten pins in a map”  ambientada en Los Ángeles gracias al librero Blimk: “Blimk held up a magazine. It was called Astounding Stories, and on the cover was a lurid painting of a big green blob with lots of eyes and tentacles chasing two explorers through an icy cave, above a banner advertising a serial called “At the mountains of Madness” by H. P. Lovecraft.”

“Who’s H.P.Lovecraft?” “Fella from Rhode Island. Writes stories about monsters from other dimensions. Cults. Human sacrifice. Alien Gods. They’re pretty good.”

De ahí hasta el final todo es posible, viajes en el tiempo y en el espacio, asesinos en serie, amor y… como colofón, una cuarta parte  llamada “Zeitgeisterbahnhöfe (four endings)” donde se suceden cuatro conclusiones:

En uno de los finales, el de Washington de 1947 Loeser acabará diciendo sobre la historia…

“THE CHIEF INVESTIGATOR: So what you’re contending, Mr Loeser, is that history is a nightmare from which you are trying to awake?

MR LOESER: No. History is an alarm clock I want to throw through the window”

Por si aún no nos había quedado claro que la historia es un simple pretexto para construir su ficción.

Los otros finales, bastante sorprendentes, sobre todo el último, los dejo para quien se atreva a leer esta pequeña maravilla de novela contemporánea que aún no está disponible en castellano, sólo es posible leerla en su lengua original; yo creo que, si hay que hacer el esfuerzo, mejor hacerlo con esta. No exagero al considerar que, con lo buena que era su ópera prima, posiblemente esta sea aún mejor. Habrá que esperar la siguiente, el listón se ha puesto muy alto, esperemos que se supere aún más.

“Integridad” de Luisfer Romero Calero

integridadEn “Ubik”, una de las obra maestras de Philip K. Dick, me llamaron la atención estos “momentos”:

“-El día menos pensado, la gente como yo se rebelará –le contestó airado Joe-, y habrá llegado el fin de la tiranía de la máquina homeostática. Habrá llegado el día de los valores humanos, de la piedad y del calor afectivo; ese día, cualquiera que como yo las haya pasado moradas y necesite un café para tenerse en pie y seguir funcionando mientras deba funcionar, podrá tomar su café caliente tanto si tiene un contacred a mano como si no.”

“-Me decidí por Ubik después de probar otros soportes de realidad débiles y anticuados. Mis cacharros de cocina se convertían en un montón de herrumbre. Los suelos de mi apartamento se hundían, y un día mi marido, Charley, agujereó con el pie la puerta del dormitorio. Pero ahora uso el nuevo Ubik, potente y económico y me da un resultado maravilloso.

“[…] Pat Conley, una mujer que no conocíamos y cuya facultad no entendíamos.[…] Es una habilidad relacionada de alguna manera con la reversión del tiempo, no exactamente la capacidad de viajar por él. […] Se ha reiniciado el flujo temporal normal, el que avanza; vamos de nuevo hacia el futuro partiendo del pasado.

Luisfer Romero (a.k.a “Ubik” en el Focoforo) hace su prometedor debut literario con la  novela corta “Integridad”, debut que se me antoja más allá de lo prometedor. En esta novela plantea igualmente un mundo dixtópico donde ha habido una tercera guerra mundial y en el que  Eric Burton es un alto rango del Organigrama (la Sociedad de Ubik?), institución juvenil que hace labores humanitarias en las zonas más devastadas. Los ecos con la novela de Philip K. Dick, y de otras suyas, son evidentes, no se puede negar. Pero Luisfer no se conforma con homenajearlo sino que la dota de una personalidad propia que, sorprendentemente, se refleja hasta en el estilo (ese capítulo seis donde se enreda en un monólogo interior; un flujo de pensamientos que, en el siete, lo adapta a manera de flashbacks que le sirven para montar el pasado del personaje principal).

Elige una narración en primera persona a través de Eric Burton, narrador poco fiable; y propone una sociedad distinta gracias a plantear un posible futuro atemporal:

“-Vivimos en una sociedad en la que la información tiene libre albedrío. Nada mas nacer, como ciudadano de Murrayland, aceptaste involuntariamente que tu información personal quedaría al descubierto. Es cierto, unos se enteran de la verdad. Otros no. Claro que uno puede usar la información como le convenga.”

“Conocía las Reglas Imprescindibles. En el apartado  3, se decía: No hay una persona mejor que otra. Si todos los hombres y mujeres del planeta se pusieran de dos en dos en una balanza que midiese las virtudes y defectos, y valía personal, dicha balanza siempre estaría en equilibrio.”

“-Es curioso, ¿no? Que en una época como ésta, la música, y el arte en general, sigan siendo tan importantes. –No en todo el mundo –apuntó Elle-. Si fuera porque a Murray se le ocurrió subvencionar a los artistas…”

ubikEsa sociedad pragmática se plantea el problema del tercio (un “tercio de nuestra vida durmiendo”) y la solución que plantean ante esta “pérdida de tiempo” es terrorífica de por sí:   “encontraron una manera de acostumbrar al cuerpo a dormir exactamente 119 minutos. Antes, cuando se dormía, se completaban 5 o 6 ciclos del sueño. Ahora nos basta con uno. Hicieron pruebas con miles de personas, infinidad de estadísticas, de estudios, y vieron si podían compensar el dormir menos con tomar frecuentemente una sustancia parecida a una vitamina, llamada ambrotos, desarrollada en laboratorios de Asia. Murray aprobó introducir ambrotos en el agua corriente, en todas las comidas y bebidas, para dar lugar a una dosis que nos permitiera dormir solo un ciclo de sueño.” “por alguna razón misteriosa que todavía no ha sido aclarada, nos ayuda a no cansarnos durante el día, pero llegamos más pronto a la teórica vejez que nuestros antepasados”. (¿El ambrotos es el ubik de Luisfer ;-)?)

Con esta base, este heredero de Dick, hace avanzar una historia donde los equívocos se suceden, las tramas se entrelazan, para llegar a un final sorpresivo;  no los avanzaré, porque vale la pena descubrirlos cada uno individualmente. Sí que confirmo que la sorpresa final, estupendamente bien hilada y, como el mismo me confirmó, pensada desde el principio, está bien cerrada. Las pequeñas dudas de estilo (aún así no mal solventadas) y la sobreexplicación final para conseguir un final más edulcorado y cerrado no ensombrecen una obra estupenda que ya empieza a ser reconocida (no en vano optará al premio Ignotus a la mejor novela corta) y que recomiendo sin dudar.

Qué mejor que acabar con una cita que, en la obra, cierra el círculo con el capítulo inicial: Y aunque no te sirva de nada correr, hazlo. Corre como si fuera el último día de tu vida. Corre como si tu familia, todo lo que pienses, todo lo que eres, todo aquello que amas, dependiera de ello.” Sí, Luisfer, corre, sigue tu camino y que podamos seguir disfrutándolo.

“La escoba del sistema” de David Foster Wallace

escobaLa publicación de “La escoba del sistema” de David Foster Wallace (en adelante DFW) llama especialmente la atención, en mi opinión, por dos particularidades fundamentales que rodean la edición:

-Uno, el nacimiento y consolidación (después de “Conversaciones con David Foster Wallace”) de una oferta literaria de calidad a través de la editorial “Pálido fuego” y de su traductor José Luís Amores. En su web podéis pasar a echar un vistazo y comprobar si os gusta lo que ofrecen.

-Dos, la publicación de la primera obra de un autor al que ya se le han publicado la mayoría de sus libros en otra editorial española (Random House Mondadori).

La mayoría de los grandes conocedores de DFW ven esta publicación “a posteriori”,  una vez leído todo lo posterior. En mi caso, empiezo prácticamente con ella su lectura cronológica incluida en mi proyecto, con lo cual mi visión será muy distinta del resto, o no. Solo conocía su magnífico e intenso libro de ensayos “Algo supuestamente divertido y que no volvería a hacer” donde abrumaba con su sana combinación de erudición y buen humor.

“-Una historia, por favor.

-¿Una historia, aquí?

-Tengo muchas ganas de una historia. Tal vez una historia haga que te olvides de tus oídos.”

“-Bueno, me gustan las historias. Y a Rick también le gustan. Creo que esa es una de las razones por las que parece que nos llevamos tan bien. Pero lo que en realidad le gusta a Rick es contarlas. A veces, cuando estamos juntos, él simplemente me cuenta historias, todo el tiempo. De las que le envían…. “

“-Rick, ¿cómo se supone que sé si algo es mordaz o tonto? No sé nada de literatura.

-A, la enorme mayoría del material que circula por aquí ni siquiera se acerca a la literatura, y b, ¡genial!

-¿Qué es genial?

-Que no sepas nada de literatura, o como mínimo que creas que no sabes. Significa que eres perfecta: fresca, intuitiva, separando la paja estética de tu pelo….”

“No sabes la clase de cosas que recibo de gente que está meramente… interesada. Y tristes, historias tristes. ¿Qué ha pasado con las historias felices, Lenore? ¿O con al menos moralidad? Me lanzaría con voracidad sobre uno de los textos didácticos salingerianos tipo “el consuelo se encuentra en el lugar más improbable” de los que recibía a docenas en Hunt and Peck. Me preocupan los chicos de hoy día. Esos chicos deberían estar fuera bebiendo cerveza y viendo películas y asaltando medias y perdiendo la virginidad y contorsionándose con música provocativa, no inventando historias largas, tristes y enrevesadas. Y por norma general son unos mecanógrafos simplemente atroces. Deberían estar fuera divirtiéndose y aprendiendo a mecanografiar. Estoy bastante preocupado. En serio.”

En los fragmentos anteriores se resaltan los aspectos de los que quería hablar en este pequeño comentario, sobre todo teniendo en cuenta que se ha escrito mucho y muy bien sobre la primera novela del ya fallecido literato norteamericano en blogs y diferentes medios.

En esta primera novela asistimos a una narración postmodernista con retazos, saltos en el tiempo, cambios de perspectiva,… conformando por momentos una “campus novel” desde el comienzo del libro (la infancia de Lenore) hasta el crepúsculo de alguno de sus personajes que vuelve posteriormente a la universidad.

Sorprende la capacidad de fabulación de DFW, de tejer y entretejer historias dentro de la historia principal; este carácter metaficcional, de narración autoconsciente, de recordarnos en todo momento que no es realidad sino ficción; se ve resaltado por el tipo de narración que escogió y le sirve para traer a colación aspectos relacionados con la literatura como la epistemología asociada a ella o la capacidad de crear historias de sus contemporáneos universitarios.

Es curioso que escoja, sin embargo, como personaje principal a una mujer, Lenore Beadsman, que se embarcará en la búsqueda de su abuela que desaparece junto con otros residentes y empleados en Shaker Heights y que se encuentra relacionada con Rick Vigorous de la editorial “Frequent and Vigorous” en la que ella trabaja. Esta viva descripción por parte de Rick nos trae a colación su fuerza vital:

“[…] encima de la cumbre de esa montaña de lo inimaginable estaría el hecho de que yo estuviera enamorado, escandalosa y patética y violenta y completamente enamorado de una persona dieciocho años más joven que yo, una mujer perteneciente a una de las familias más prominentes de Cleveland, que vive en una ciudad propiedad de su padre pero que trabaja respondiendo al teléfono por cuatro dólares a la hora, una mujer cuya indumentaria consistente en un vestido blando de algodón y unas zapatillas altas negras Converse es una constante perturbadora e indescifrable, que, sospecho, se ducha entre cinco y ocho veces al día, que trata la neurosis como un ballenero sus tallas de marfil, que vive con una chica esquizofrénicamente narcisista y una zorra casi seguramente ninfómana como compañera de habitación, y que encuentra en mí, quién sabe por qué, al amante total…. “

Digo que es curioso porque no suele ser fácil escribir a una mujer si no eres mujer, es otro tipo de sensibilidad del que eres consciente cuando lees a escritoras. Sin embargo, me atrevo a asegurar que sale airoso de su dibujo del carácter de la gran protagonista.  La galería de secundarios y resto de personajes es ciertamente reseñable desde el Doctor Curtis, con sus tronchantes sesiones en el diván con Lenore y Rick hasta el locuaz loro Vlad el Empalador, rebautizado como Ugolino posteriormente y su obsesión con el sexo.

A lo largo del libro, se van sucediendo las historias que había mencionado anteriormente para conformar un relato que se caracteriza por los cambios de estilo y de tipo de narración además de lo ya comentado: el final, abierto, desértico, con un predicador desatado, me recuerda a otra obra que ya comenté por aquí, el “Americana” de Don Delillo.

Es significativo que, en el diálogo de Lenore con uno de sus hermanos, este le comente: Todo el mundo aquí tiene un problema. Tú tienes un problema. El mío es ser el Anticristo, ser más o menos un residuo y mantener a mi pierna. Un intelecto mágicamente desperdiciado. Por así decirlo.”

La temprana muerte de DFW nos ha privado del que podría haber sido uno de los mejores narradores vivos, “un intelecto mágicamente desperdiciado”, ya se convirtió, quizá, en el mejor ensayista.

Recomendaciones de clásicos de novela negra

Con la ingente cantidad de novelas policíacas que se están sacando en la actualidad, tendemos a olvidar de dónde venimos; es decir, quiénes son los padres del género; este post busca que no se pierda la perspectiva en este aspecto, entre otras cosas porque un buen gusto literario se construye desde el pasado, desde las verdaderas fuentes originales.

Y digo esto porque no puedo evitar enervarme al comprobar el montón de medianías que se hacen con el corazón de lectores gracias a campañas publicitarias cargadas de sensacionalismo pero sin mordiente ni buen hacer. Esto es patente día a día desde la publicación de los famosos libros de Stieg Larsson, con el caso de la literatura nórdica; me hizo gracia comprobar las últimas manifestaciones de la madre de la novela negra sueca Maj Sjöwall, creadora de la fantástica serie de Martin Beck junto con su marido Per Wahlöö, de la que pronto haré una retrospectiva aprovechando la publicación completa de todos sus libros; la sueca no se casa con nadie y declaraba, sin complejos: “No entiendo el éxito de la novela negra nórdica: le falta calidad”. Tampoco reconoce que tenga discípulos que sigan su legado: “Los libros que me gustaría leer no existen. Escriben historias medio de amor medio criminal en las que no me reconozco. Los autores ya no se interesan por la política, solo por el dinero. En una historia de amor ponen cuatro cadáveres y un policía y ya está: una novela un poco esquizofrénica. Hay menos compromiso político”.

Lo que está ocurriendo es que, con esta vorágine de nuevos títulos, lo nuevo es lo que se lleva, olvidando las raíces; y ocurre no solo en novela negra, sino en todos los géneros,; la mayoría de lectores se enfrasca en la novedad y nunca deja tiempo para recuperar a los clásicos; conclusión final: nunca se lee a los clásicos de cada género y te acostumbras a leer medianías que ponen el listón de lectura a ese nivel, de ahí que cualquier “novelucha” se ensalce a unos límites insospechados teniendo en cuenta la verdadera calidad que atesora.

el-atracador-de-mujeres-9788490063743Todo esto sustenta mi tesis de que, lo que falta, es un poco de visión de las obras que estructuraron y dieron la fama y calidad que merecía al género, de ahí que aproveche hoy para ensalzar a tres de estos autores que no deben permanecer en el olvido, más bien, deberían estar en lo más alto, a pesar de las irregularidades que tengan; hablaré de ellos sacando a colación su última novela publicada por aquí:

“El atracador de mujeres” de Ed McBain (1926-2005), seudónimo del escritor Evan Hunter con el que escribió muchas de sus novelas policíacas, concretamente, las referentes a la serie que le hizo más famoso, las del Distrito 87. En esas novelas McBain inauguró lo que se dio en llamar “novela coral” y que servía para separarse de las típicas novelas de detectives/investigadores  asociadas por defecto al género. Dos son los hallazgos que llevó a cabo en esta serie: 1) El emplazamiento de la comisaría del distrito 87 no está ubicado en una ciudad conocida, en ningún momento se menciona; esta ciudad mítica refuerza la idea de la posible existencia de un cuerpo de policías parecido en cualquier ciudad que conozcamos, es la extensión de este concepto lo que lo lleva a lo mítico y a que nosotros podamos extrapolarlo a cualquier lugar conocido. 2) La mencionada “coralidad”, que consiste, ni más ni menos, en que ningún protagonista lleva la voz cantante como papel principal, sino que todos ellos constituyen, en sí, una coral de secundarios protagonistas, un colectivo sorprendente que puede variar de un libro a otro y en medio de cualquiera de ellos sin que lo veamos venir. Esto es llevado con singular maestría en el primer libro de la saga “Odio” (Cop Hater) (1956) donde los policías empiezan a ser asesinados y no sabemos quién se quedará para las siguientes novelas haciendo gala de suspense y emoción en cada página. Ciertamente puede ocurrir que, al no tener un detective principal, no se logre la necesaria empatía con el lector más típico, pero lo genial de la situación es que el escritor conseguía renovarse en cada novela. “Atracador de mujeres” es una historia bien hilvanada, aunque es bien cierto que se queda un poco atrás del ya mencionado “Odio” o de esa obra maestra posterior que es “Ojo con el sordo”. Lo bueno es que, con suerte podremos ir viendo la evolución que llevó a cabo el autor si las ventas acompañan.

acuestala-sobre-los-lirios-9788490063767“Acuéstala sobre los lirios” de James Hadley Chase (1906-1985), es la última novela publicada del gran escritor inglés de novela negra; clásico entre los clásicos desde la publicación de su excepcional “El secuestro de miss Blandish”, una trama donde la mala leche más hardboiled no ahogaba una trama estupendamente orquestada por el británico. En esta ocasión, tenemos una novela que, aún basándose en elementos clásicos, le sirve para crear una adictiva acción que tiene uno de sus mejores momentos en la parte en que Vic Molloy (el sufrido investigador de circunstancias) es encerrado en un manicomio y cómo saldrá de allí, rodeado por un interno loco y peligroso capaz de matar a una mujer a dentelladas. Es imposible no sorprenderse por los vuelcos de violencia que, en ocasiones, es capaz de mostrar este autor, clasicazo mayúsculo. No dudo que en poco tiempo RBA recuperará para su serie negra la novela que he mencionado anteriormente, mientras tanto podemos disfrutar de esta o de “Un loto para miss Quon” o “Eva”.

algodon-en-harlem-9788490063729“Algodón en Harlem” de Chester Himes (1909-1984), y quería dejar para el final a uno de los grandes padres del género; sobre todo porque este escritor de color no dudó en reconocer la influencia que le produjeron Hammet y Chandler, pero, partiendo de ello creó algo totalmente distinto. Sus novelas están ambientadas en Harlem, el barrio de los negros por excelencia de Nueva York y en ellas se respira, se sufre, se huele, se siente lo mismo que ellos. Qué ejemplo de sabor policíaco es el comienzo de esta novela donde se cocinan unas costillas al mismo tiempo que se produce un tiroteo. Los protagonistas, inimitables, son una potencial fuente de problemas. Se ha optado en esta traducción por mantener los nombres en inglés (“Grave Digger” Jones y “Coffin” Ed Johnson), opción muy respetable y correcta, pero, en mi opinión, se pierde la fuerza que tienen sus nombres para el público general que antiguamente los conoció como “Sepulturero” Jones y “Ataúd” Ed Johnson. Como se les describe en el libro te puedes hacer una idea de su magnitud (“Pero él ya se había ido: un hombre alto, duro, peligroso, que necesitaba afeitarse, vestido con un arrugado traje negro y un viejo sombrero del mismo color, con el bulto de una pistola marcándose claramente en el lado izquierdo de su amplio pecho.”). Tremendas humanidades en busca de la justicia, aunque esta tenga que ser a palos, quizá la única forma posible, en boca de “Grave Digger” Jones: “- La población negra de Harlem tiene el mayor índice de criminalidad del mundo. Solo hay tres modos de enfrentarse a ello: hacer que paguen los criminales (y usted no desea eso), pagar a la gente para que pueda vivir decentemente (cosa que no se hará), o dejar que se maten unos a otros, que es lo que queda.” Este es el mundo que refleja en sus obras Himes, y no hay lugar para medias tintas, pero sí, mucho sabor a buena novela negra.

“El cuento de la criada” de Margaret Atwood

cuentocriadaYa empecé a hablar de Margaret Atwood con esta recopilación de cuentos. Ahora toca meterse en sus garras con una de sus obras más conocidas, “El cuento de la criada”, multipremiada y considerada como una de sus obras de más calidad; curiosamente se trata de una novela de género, ciencia ficción pura y dura, un reflejo de una sociedad distópica futura al estilo de Huxley u Orwell, donde las Criadas, las Esposas y las Tías dominan aparentemente el matriarcado.

Antes de pasar al comentario sobre la misma, tengo que intercalar un hecho muy importante para mí y mi familia en lo personal y que han convertido esta obra en algo aún más especial, por lo emocional que conlleva (afortunadamente se corresponde en este caso con una gran calidad). El mismo día en que estaba leyéndola sucedieron unos hechos sin precedentes: la había empezado hace un par de días pero, sin embargo, ese día no estaba atento, la disfrutaba pero estaba un poco distraído por unos hechos que se solucionaron ese día en el trabajo. Por la tarde, mi mujer rompió aguas y, raudo y veloz cogí el tren de vuelta para recogerla. ¡Cuál no sería mi sorpresa cuando fui consciente de que el capítulo que había dejado para empezar se titulaba “El día del nacimiento” y me encontré precisamente con un párrafo como este donde se relata el nacimiento de una de las Criadas:

“Pero nosotras no prestamos atención a la Esposa, tenemos la mirada fija en Janine. Bajo la luz tenue, ataviada con su traje blanco, brilla como una luna que asomara entre las nubes.

Janine gruñe a causa del esfuerzo.

-Empuja, empuja, empuja –susurramos-. Relájate. Jadea. Empuja, empuja, empuja. –La acompañamos, somos una con ella, estamos ebrias. Tía Elizabeth se arrodilla; en las manos tiene una toalla extendida para sostener el bebé. He aquí la coronación de todo, la gloria, la cabeza de color púrpura y manchada de yogur, otro empujón y se deslizará hacia fuera, untada de flujo y sangre, colmando nuestra espera. Oh, alabado sea.”

Eso fue justo lo que sucedió esa noche, qué casualidad más maravillosa y qué bien reflejada toda la situación, comprenderéis entonces lo especial que se ha vuelto comentarla.

Atwood nos plantea una sociedad futura, Gilead, en la que las mujeres tienen un “aparente” papel primordial, un matriarcado que parece que ha superado la sociedad patriarcal anterior; las Tías se dedican al adiestramiento de las futuras mujeres; las Esposas, vestidas de azul son las cabezas visibles del poder junto con los Comandantes; y las Criadas, reconocibles por ir vestidas de rojo son las que sirven para tener hijos y su papel es ese; sin embargo, podemos comprobar en boca de “Defred”, la protagonista principal, que no todo es lo que parece:

“En este momento me siento desgarrada, exhausta. Me duelen los pechos, incluso me gotean; no es verdadera leche, a algunas nos ocurre. Nos sentamos en nuestros bancos, frente a frente, mientras nos transportan; nos hemos quedado sin emoción, casi sin sensaciones, debemos de ser como fardos de tela roja. Nos duele todo. En nuestros regazos llevamos un espectro, un bebé fantasma. Ahora que el nerviosismo ha pasado, debemos hacer frente al fracaso. Mamá, pienso. Estés donde estés, ¿puedes oírme?  Querías una cultura de mujeres. Bien, aquí la tienes. No es lo que pretendías pero existe. Tienes algo que agradecer.”

Este engaño de matriarcado es, en realidad, un patriarcado encubierto, en el que los hombres utilizan a las propias mujeres para dominarse entre sí, qué mejor que ellas para hacerlo:

“Ahora son las madres, y no los padres, quienes entregan a las hijas y facilitan los arreglos de las bodas. Los matrimonios, por supuesto, están concertados. Hace años que a estas chicas no se les permite estar a solas con un hombre; de alguna manera durante mucho tiempo a todas nos ha ocurrido lo mismo.

¿Tienen edad suficiente para recordar algo de los tiempos pasados, como jugar al béisbol, vestirse con tejanos y zapatillas, montar en bicicleta? ¿Y leer libros, ellas solas? Aunque algunas no tienen más de catorce años, igualmente recordarán. Y las que vengan después de ellas, durante tres o cuatro o cinco años, también recordarán; pero después no. Habrán vestido siempre de blanco y formado grupos de chicas; siempre habrán guardado silencio.”

Aún así encontrará una pequeña forma de salida, de tiempos antiguos, el enamoramiento con el chófer Nick; que la retrotraerá a tiempos distintos, mejores, tiempos que prometen una esperanza a pesar de la triste situación que está viviendo en Gilead; el amor, entonces, se convierte en elemento posible de salvación:

“Estamos citando frases de películas viejas, de otros tiempos, que ya entonces eran películas antiguas […], resulta asombrosa la facilidad con que acuden a la mente estas bromas trilladas y falsamente alegres de tipo sexual. Ahora comprendo qué sentido tienen, qué sentido han tenido siempre: mantener la esencia de cada uno fuera de peligro, encerrada, protegida.

Estoy triste, la manera de hablar de ambos es infinitamente triste: una música que se desvanece, flores de papel que se marchitan, raso desgastado, el eco de un eco. Todo ha terminado, ya nada es posible. De pronto me echo a llorar.”

Atwood nos ofrecerá casi al final un capítulo llamado “El salvamento” que se convierte en una paradoja, ya que resulta la condena de una mujer, con un estallido de violencia brutal, narrado con especial viveza, que desencadena el maltrato físico de las mujeres que se unen aún más, reforzando el colectivo que está siendo dominado. El relato acaba con un atisbo de esperanza del que no tenemos noticia definitiva hasta el epílogo final.

Este sorprendente epílogo de notas históricas tiene lugar años después de haber sucedido en los eventos narrados, a modo de flashback en toda la primera parte, es una conferencia en una universidad y el ponente se refiere a esos hechos como algo improbable ya; cómo habrá podido ocurrir, las bromas del conferenciante y los asistentes se suceden y por ello resulta aún más macabro y terrorífico todo; creo que Atwood es totalmente consciente de la posibilidad de que existan sociedades de este estilo, deshumanizadoras, vejatorias y salvajes; “el hombre es un lobo para el hombre”, y este epílogo sirve para reforzar este terrible hecho; no en vano hay dos momentos  a lo largo del flashback, que creíamos el presente, en lo que se comentan las dos siguientes afirmaciones:

“Pero ¿quién puede recordar el dolor una vez que este ha desaparecido? Todo lo que queda de él es una sombra, ni siquiera en la mente o en la carne. El dolor deja una marca demasiado profunda para que se vea, una marca que queda fuera del alcance de la vista y de la mente.” 

“La humanidad es muy adaptable decía mi madre. Es sorprendente la cantidad de cosas a las que llega a acostumbrarse la gente si existe alguna clase de compensación.”

En efecto, es increíble a lo que puede llegar a acostumbrarse la gente si al final saca algo con ello. La lección es clara, lo que no tengo tan claro es si la seguiremos en el futuro viendo lo que se está produciendo en el momento actual.

Abril 2013, un mes dedicado a la literatura de género

Sin duda, marzo ha supuesto coger carrerilla en las lecturas; ya que han aumentado tanto en calidad como en cantidad. De los catorce libros que han caído ha habido de todo; en español, en inglés; de ciencia ficción, histórico, novela negra, comedia; una mezcla que, sinceramente, ha resultado muy fructífera. Paso a resumirlas de modo somero, dado que de algunas ha habido ya reseñas y de otras llegarán más adelante:

“Americana”  del gran Don Delillo , la primera novela del autor norteamericano resultó ser un comienzo brutal, donde ya podíamos ver un escritor maduro, nos mostraba lo que sería su literatura posterior.

“Acuéstala sobre los lirios” de James Hadley Chase, en Abril pondré un comentario sobre él, aprovechando el mes monográfico. Baste adelantar que el británico es un seguro en materia policíaca.

“Asesinato en la oscuridad” de Margaret Atwood, mi debut con ella presagiaba muchas maravillas a descubrir.

“El canto del cisne” de Edmund Crispin, otra inspirada novela de detectives con el gran Gervase Fen, encima ambientada en el mundo de la ópera, mezcla irresistible.

“El cuento de la criada” de Margaret Atwood, la confirmación, en mi caso personal, de una de las más grandes actuales.

“¡Abajo el colejio!” de Geoffrey Willans y Ronald Searle, gamberrada británica ilustrada, divertida, satírica…

“Algodón en Harlem” de Chester Himes, no, ahora no voy a defender al norteamericano, quien no lo conozca todavía, se pierde uno de los más grandes de literatura policíaca.

 “Boxer, beetle” de Ned Beauman, el comienzo de mis reseñas de novelas en inglés; una propuesta arriesgada, una narración contemporánea, una novela actual.

“En la corte del lobo” de Hilary Mantel, ¿quién ha dicho que la novela histórica no puede ser interesante?, ¿quién ha dicho que no se puede contar el período de los Tudor otra vez y no aburrir?

“Ubik” de Philip K. Dick, apasionante muestra de la mejor ciencia ficción, hay vida más allá de “Blade Runner”.

“Integridad” de Luisfer Romero Calero, me extenderé este mes, debut excepcional de uno de los hijos bastardos de Philip K. Dick.

“El asesino ciego” de Margaret Atwood, sí, una obra perfecta, ya hablaré ya…

“The teleportation accident” de Ned Beauman, segunda obra del escritor británico, un festín literario en todos los sentidos.

“La saga del sagú de Slatery” de Flann O’Brien, póstumo comienzo de una serie de novelas que prometían… pero que no pudo acabarlas por su temprana muerte. Una lástima…

Para el mes de abril me apetece un montón olvidarme un poco de mi proyecto literario y dedicarlo a la novela de género; caerán lecturas de todo tipo, con predilección por la novela negra/policíaca; pero también habrá ciencia ficción, aventuras, etc… los motivos para realizar este monográfico son, más o menos, los siguientes:

-Acumulación de títulos, de esta manera liberaré la ingente pila de libros pendientes.

-Necesidad de centrarme en la carrera el tiempo disponible, leeré los títulos que me quedan en inglés. De ahí que necesite alternarlo con títulos más ligeros y fáciles de leer.

-Darle la importancia que se merece a este tipo de literatura, poner un granito de arena a impedir que sea denostada sistemáticamente por no ser “literatura”.

Entre los libros que caerán, echad un vistazo a mis últimas adquisiciones….

2013-04-04 23.04.19

Sí, varias de ellas van a ir, y algunas de las que tengo ya por aquí. Como no sé por dónde concluirá el tema, prefiero dejarlo ahí. Será sorpresa tras sorpresa. Será un mes fantástico para introducirse en nuevas historias, nuevas fabulaciones. Eso es literatura.

“En la corte del lobo” de Hilary Mantel

en-la-corte-del-lobo_9788423323456Aunque no suelen gustarme las novelas de ambientación histórica, sí que es cierto que hay períodos que, aunque no sea mi campo de interés, me atraen más de lo habitual y tolero libros relacionados con ellos. Este es el caso de la fascinante etapa de los Tudor, ambientada durante el reinado de Enrique VIII, de ahí que me atrajera inicialmente el título del que vengo a hablar hoy: “En la corte del lobo” de la multipremiada Hilary Mantel que, además, ganó por esta novela el Man Booker (y ya puestos por la posterior, que leeré en un futuro próximo).

Esta etapa, ciertamente, ha sido contado de mil maneras posibles; tanto a través de otras interpretaciones literarias como por adaptaciones a la pequeña y la gran pantalla como la famosa serie de televisión “Los Tudor” con Jonathan Rhys-Meyer como Enrique VIII, de no hace mucho tiempo. Por lo tanto, ¿qué añade este libro publicado en 2009 a todo lo que ya se ha hecho sobre la misma etapa?

Lo que llama más la atención es la perspectiva escogida por la escritora británica, el punto de vista de toda la narración es el hijo de un herrero, Thomas Cromwell, de origen humilde, y que se irá convirtiendo en la mano derecha del rey y que moverá el reino a su antojo; en las primeras páginas tenemos una descripción que nos sirve para hacernos a la idea de lo que es nuestro protagonista:

“Thomas Cromwell ya tiene más de cuarenta años. Es un hombre de constitución fuerte, aunque no alto. Su rostro dispone de varias expresiones, y una es legible: una expresión de alegría contenida. Tiene el pelo oscuro, tupido y ondulado, y unos ojos pequeños, de mirada muy penetrante, que se iluminan en la conversación: eso nos contará muy pronto el embajador español. Se dice de él que sabe de memoria el Nuevo Testamento en latín, y que gracias a ello tiene siempre a su disposición como sirviente del cardenal una cita oportuna cuando los abades titubean. Habla con gravedad y rapidez, sus modales indican seguridad; se siente en casa en la sala de un tribunal y en un muelle, en el palacio del obispo y en el patio de una posada. Sabe redactar un contrato, adiestrar un halcón, trazar un mapa, detener una pelea callejera, amueblar una casa y encandilar a un jurado. Sabe emplear citas alusivas de los autores de la Antigüedad, desde Platón a Plauto y viceversa. Trabaja todas las horas del día, desde que se levanta hasta que se acuesta. Gana dinero y lo gasta. Acepta toda clase de apuestas.”

La escritora británica escogerá un narrador omnisciente pero dando todo el protagonismo a este carácter al que se refiere siempre, curiosamente, en tercera persona (“él” o “he”en inglés) que causa en la mayoría de los lectores confusión a pesar de reforzarlo en ciertas ocasiones con un Cromwell a continuación. No creo que exista tal confusión, ya que, desde el principio, lo hace de esta manera; sí que entiendo que la mayoría de los lectores esperan que sea el rey al que se refiera en tercera persona y por eso el lío.

El resto de figuras tienen tratamientos más acordes con lo que ya conocemos de otras interpretaciones; tenemos el caso del manipulador, conspirador y maestro de nuestro protagonista, el arzobispo y después cardenal Wolsey, en el siguiente párrafo vemos a pequeña escala lo que luego será el secretario:

“Y todos los desenlaces son posibles, todos pueden manejarse, e incluso manipularse hasta que resulten deseables: oración y presión, presión y oración, lo que ha de pasar, pasará por designio divino, un designio reenfocado y rediseñado mediante útiles enmiendas por el cardenal. Al principio solía decir: “Haremos esto y aquello”. Ahora dice: “Esto es lo que haré”.

Tampoco vacila en la forma de dibujar a Ana Bolena, la siguiente descripción es sintomática de la fuerza del carácter de la futura reina que no duda en masacrar a Catalina de Aragón y su hija María:

“Yo soy Jezabel. Vos Thomas Cromwell, sois los sacerdotes de Baal –dice Ana con ojos centelleantes-. Como soy mujer, soy el medio por el que entra el pecado en este mundo. Soy la fuerza del demonio, la vía de acceso del maldito. Soy el medio por el que Satanás ataca al hombre, al que no era lo suficientemente audaz para atacar directamente, solo a través de mí. En fin, esa es la idea del asunto. La mía es que hay demasiados sacerdotes con escasa cultura y trabajo todavía más escaso. Ojalá el papa y el emperador y todos los españoles estuviesen en el mar y ahogados. Y si hay que arrojar a alguien por la ventana de un palacio…, alors, Thomas, sé muy bien a quién me gustaría arrojar. Salvo que en la niña María los perros no encontrarían ni pizca de carne que mascar. Y, en cuanto a Catalina, está tan gorda que rebotaría.”

Estas son las bases sobre las que la inglesa construye una trama con un cuidado del detalle histórico exhaustivo y que sabe contar lo que ya se ha contado en otras ocasiones como si fuera prácticamente nuevo y, desde luego, ameno; a pesar de la densidad de personajes y subtramas que se originan y que pueden echar para atrás a más de un lector no avezado en lides de estas características. Quizá lo más polémico es el retrato del ultraconservador-ortodoxo Thomas Moro y me imagino que causó impresión en su momento; me parece una visión distinta pero, por supuesto, vivificadora, que complementa aún más una etapa histórica tremendamente folletinesca y conspiranoica.

Quería terminar mi recomendación de esta maravilla citando uno de los párrafos finales donde nos da la clave de lo que es el poder, eso a lo que no llegaremos ninguno y que, al fin y al cabo, da la impresión que mueve el mundo:

 “El destino de los pueblos se hace de este modo, dos hombres en habitaciones pequeñas. Olvida las coronaciones, los cónclaves de cardenales, la pompa y los desfiles. Así es como cambia el mundo: la carta que se empuja sobre una mesa, un trazo de pluma que altera la fuerza de una frase, el suspiro de una mujer cuando pasa dejando en el aire un rastro de azahar o de agua de rosas; su mano cerrando la cortina del lecho, la discreta visión de piel sobre piel.”

La intimidad de lo minimalista que, paradójicamente, controla el mundo, el destino de los pueblos y los hombres. Excelente.

“The sense of an ending” de Julian Barnes

sense-of-an-ending1Me adelanté a la asignatura de literatura inglesa, sí, no lo pude evitar; se supone que tenía que leer una obra de Julian Barnes para el trimestre final, pero la aparición de su última obra en España me motivo para leerla en inglés; y además, no era demasiado larga. Así que aprovecharé para utilizarla en mis reseñas sobre obras en inglés inaugurada con la increíble “Boxer, Beetle” de Beauman.

“The sense of an ending” ganó en el año 2011 el Man Booker Prize y se ha publicado, para no anglo parlantes, en España con el sugestivo título de “El sentido de un final” gracias a la editorial Anagrama. Los comentarios serán sobre la obra inglesa, sin tener en cuenta la labor del traductor, evidentemente.

La obra se divide en dos partes muy diferenciadas, la primera, más corta, contiene un flashbacks donde conocemos en primera instancia a los protagonistas, el narrador Tony Webster y sus amigos; entre ello se encuentra el curioso Adrian Finn; la explicación de este flashback nos la da el propio Tony:

“I need to return briefly to a few incidents that have grown into anecdotes, to some approximate memories which time has deformed into certainty. If I can’t be sure of the actual events any more. I can at least be true to the impressions those facts left.”

Hechos de la niñez que se convierten en anécdotas, recuerdos aproximados que el tiempo deforma sin que seamos conscientes de ellos, se convierten en impresiones de los hechos reales, es muy importante tener en cuenta lo que comenta, ya que se convertirá en una de las claves.

No en vano, en boca de su amigo Finn se concreta el verdadero valor de la historia: “History is that certainty produced at the point where the imperfections of memory meet the inadequacies of documentation.” Esa certeza en medio de las imperfecciones de los recuerdos y lo inadecuado de la documentación oficial.

El narrador corrobora esta sensación: “Again, I must stress that this is my reading now of what happened then. Or rather, my memory now of my reading of what was happening at the time.” Es muy interesante la segunda parte de la frase ya que, en realidad, constata que un recuerdo ahora es la lectura que tenemos de lo que nos estaba pasando entonces, por lo tanto, el recuerdo, de por sí, es inexacto y no refleja lo que ocurrió realmente.

Esta parte finalizará con el suicidio de su amigo tras haberle comunicado que iba a salir con su antigua novia Verónica. En la parte 2 ya volvemos al tiempo actual; un hecho, dos documentos que la madre de Verónica le deja, harán que vuelva a recordar todo lo que ocurrió en ese momento. Y nos llevará en volandas hacia el sorprendente final, con la amargura del recuerdo real, que le traerá otra persona, de lo que ocurrió y de lo que no era consciente en el momento pasado.

sentidodeunfinalDurante ese camino Barnes jugará especialmente con conceptos extendidos de lo que comenta en la primera parte, así diferenciará entre la juventud y la vejez:

“It strikes me that this may me one of the differences between youth and age: when we are young, we invent different futures for ourselves; when we are old, we invent different pasts for others” (cuando somos jóvenes inventamos futuros, cuando somos viejos inventamos pasados diferentes para los otros).

Me gusta especialmente el tratamiento poco habitual que da a lo nostalgia, ese enemigo del raciocinio:

“[…]Nor do I want to deceive myself sentimentally about something that wasn’t even true at the time –love of the old school, and so on. But if nostalgia means the powerful recollection of strong emotions – and a regret that such feelings are no longer present in our lives – then I plead guilty.”

La mayoría de las veces la nostalgia es el recuerdo de algo sentimental que ni siquiera nos gustaba en ese momento; sin embargo, tiene más sentido definirlo como ese montón de emociones fuertes que ya no están presentes en nuestra vida. Lo mismo sucede con el tiempo y nuestra concepción del mismo:

“But time… how time first grounds us and then confounds us. We thought we were being mature when we were only being safe. We imagined we were being responsible but were only being cowardly. What we called realism turned out to be a way of avoiding things rather than facing them. Time… Give us enough time and our best-supported decisions will seem wobbly, our certainties whimsical.”

Con el tiempo todo lo que creamos que ha sido seguro parecerá voluble e inestable, el tiempo desarma nuestras certezas y nos lleva, inevitablemente al remordimiento:

“And no, it wasn’t shame I now felt, or guilt, but something rarer in my life and stronger than both: remorse. A feeling which is more complicated, curdled, and primeval. Whose chief characteristic is that nothing can be done about it: too much time has passed, too much damage has been done, for amends to be made.” (Un sentimiento primario, mucho más complicado que la culpa o la vergüenza y ante el que nada se puede hacer, ya que, normalmente, el daño se hizo antes de poder solucionarlo.)

Ante la sorpresa final, consecuencia de varias acciones pasadas, entre ellas las del propio Tony, poco se puede hacer; lo mismo suele suceder en nuestras vidas a menos que estemos atentos a lo que realmente estamos haciendo. El tiempo, los recuerdos, el remordimiento…. Sobre ellos, y con mucho humor, hace que reflexionemos Barnes en está gran novela.

“There is accumulation. There is responsibility. And beyond these, there is unrest. There is great unrest.” (Hay acumulación. Hay responsabilidad, y más alla de estos, hay intranquilidad, desasosiego, una gran intranquilidad). 

“Asesinato en la oscuridad” de Margaret Atwood

asesinatooscuridadUna de las muchas asignaturas pendientes en literatura la voy a cubrir con mi reto a tres años  y tiene que ver con la profundización en la carrera literaria de la canadiense Margaret Atwood; nacida en Ottawa en 1939, esta prolífica escritora y crítica, pasa por ser la más importante de Canadá junto con la más que conocida Alice Munro, que también entrará en el reto lector. En España se hizo más famosa por ganar el Príncipe de Asturias de las letras en el año 2008.

Aún así, sus obras, a estas alturas están prácticamente inencontrables, lo que tuve que buscar y rebuscar para conseguir encontrar ejemplares de “El cuento de la criada” o “El asesino ciego” (de próxima aparición en este blog). Afortunadamente, Mondadori en su sello Lumen va a lanzar ahora a finales de marzo la Biblioteca Atwood, con lo que espero que estas obras vuelvan a la palestra; es buena noticia ver algo de todo lo que tiene publicado, a pesar de que es difícil ver todo, debido a su extensión, como ocurre con la sin par Joyce Carol Oates.

Hasta este momento solo había leído algún cuento corto, así que me decidí a empezar con esta recopilación de relatos breves, poemas en prosa, miniaturas, microrrelatos, o como queramos llamarlo; antes de ponerme con sus obras de mayor enjundia. “Asesinato en la Oscuridad” engaña mucho desde su título, mucha gente podría esperar una recopilación de novelitas de misterio, pero no, la cosa no va por ahí, en las cuatro partes de las que consta encontramos relatos de todo tipo y con diversa extensión y sin apenas unión aparente; pero funciona y funciona realmente bien porque Atwood sabe perfectamente lo que tiene que hacer para que un relato funcione, cosa nada fácil, ya que es el género literario que más se acerca a la poesía y los medios que se utilicen en él no tienen nada que ver con las novelas convencionales.

En “El espectáculo de variedades del Victory”, uno de los relatos incluidos en esta pequeña antología empiezas a sentir esa hipnosis que genera su prosa:

“Una mujer empezó de espaldas al público, iluminada por el foco. Lucía unos guantes largos de color blanco y un vestido de noche con mangas negras de gasa que cuando extendía los brazos parecían unas alas membranosas. Utilizaba mucho los brazos y la espalda; pero, cuando finalmente se volvió, resultó que era una vieja. Tenía el rostro empolvado de blanco y los labios pintados de un rojo intenso, pero era una vieja. Me sentí profundamente avergonzada, la cosa ya no tenía gracia, no quería que aquella mujer se quitase la ropa, no quería mirar. Era como si fuese yo y no la mujer del escenario, quien se exhibía y humillaba. Seguro que se burlarían de ella y le gritarían barbaridades, seguro que pensarían que los habían estafado.

La mujer se bajó la cremallera del vestido negro, lo dejó caer al suelo y empezó a mover las caderas. Sonreía y entre los labios pintados de rojo brillaban unos dientes que semejaban unos guijarros de un blanco mate, ella sabía que se trata de una burla, aunque no lo pretendiese, era una broma de otra clase, pero ignorábamos quién la gastaba. La broma consistía en el hecho de que no se trataba de ninguna broma: el cuerpo de allí arriba era auténtico, estaba envejeciendo, no flotaba bajo el foco en algún lugar separado de nosotros; como nosotros, estaba atrapado en el tiempo.

El espectáculo de variedades del Victory se quedó mudo. Nadie emitió ningún sonido.”

Esa última frase refleja exactamente lo que sentí al terminarlo, el silencio reverencial ante un hecho extraño, ante algo que te saca de lo que puedes esperar y que, desde luego, te impacta, como tiene que hacer un cuento.

En el resto de historias tenemos un poco de todo, como ya he comentado, un eclecticismo patente, heredero de sus heterogéneas lecturas que abarcaron todo tipo de géneros, un afán lector que no distinguía entre “bajas” ni “altas” literaturas, sino por historias.

Me encanta cómo en “Novelas de mujeres” define cómo debería ser una novela de mujeres: “Algunas personas creen que una novela de mujeres es cualquier cosa donde no se hable de política. Algunos creen que es cualquier cosa que hable de relaciones. Algunos creen que es cualquier cosa con muchas operaciones, quirúrgicas quiero decir. Algunos piensan que es cualquier cosa que no te ofrezca una amplia visión panorámica de nuestra emocionante época. Yo…, bueno, sencillamente quiero algo que puedas dejar sobre la mesita del café sin preocuparte demasiado de que los niños lo lean. ¿Crees que no es una consideración auténtica? Te equivocas.” O cuál sería la frase que le volvería loca ver escrita en una novela: “Tenía los ojos asustados de un pájaro salvaje” Esta es la clase de frase que me vuelve loca. Me encantaría escribir semejantes frases sin avergonzarme. Me gustaría leerlas sin avergonzarme. Si pudiera hacer estas dos sencillas cosas, creo que pasaría el tiempo que se me ha asignado en esta tierra como una perla envuelta en terciopelo.”

Capaz de lirismo cuando es necesario, me vuelve especialmente loco, su forma de reflexionar en un pequeño cuento sobre la literatura, así en “Finales felices” propone un ejercicio metaficcional de plantear diferentes finales a una historia partiendo de los mismos datos; llega al final con la siguiente conclusión: “Ya basta de finales. Los principios son mucho más divertidos. Es bien sabido, sin embargo, que a los verdaderos expertos suele gustarles la parte central porque es aquella con la que resulta más difícil hacer algo.

Eso es todo lo que puede decirse acerca de los argumentos, que en cualquier caso son una cosa detrás de otra, un qué y un qué y un qué.

Ahora prueben con el cómo y el por qué.”

Cada persona que lea esta recopilación se motivará especialmente con cada uno de ellos y cualquier relectura permitirá diferentes variaciones sobre lo que pienses, esta es la riqueza de los libros; Atwood lo sabe muy bien y lo sabe transmitir como las más grandes.

No quiero alargarme más en esta reseña, es mejor que vayáis a por él y lo disfrutéis; aunque me gustaría acabar con esta frase del relato “Una parábola”: “Pregúntame más bien quién eres: cuando entras en esta habitación por la puerta que no existe, no es a mí a quien veo, sino a ti.” Al fin y al cabo, nos vemos reflejados en esa habitación que constituyen los libros de esta genial escritora canadiense.

“Americana” de Don Delillo

Cuando hablé de su novela “Los nombres” , ya comenté la necesidad de establecer diferentes ritmos de lectura según los autores que se lean. En el caso de Delillo, las prisas van reñidas con la calidad de su prosa; cuanto más la paladeas, mas te dejas mecer por su verborrea inconfundible. La sorpresa es encontrarse la primera novela que perpetró el magnífico escritor en la reedición de Seix Barral, añadirla al proyecto de lecturas , empezar la lectura cronológica de lo que te queda de él y, para tu estupefacción, encontrarte con una obra de una madurez inusitada y que bebe de las fuentes de los orígenes de la literatura norteamericana.

americana_9788432214738En “Americana”, David Bell, personifica el epítome del “self-made” man, ese hombre hecho a sí mismo que es el sueño americano en una sociedad fragmentada, llena de rutinas que reflejan lo contemporáneo:

“Tenía la costumbre de contar a los presentes. La cuestión de cuánta gente había en un sitio determinado me parecía importante, quizá porque los informes periódicos sobre catástrofes aéreas y escaramuzas militares siempre subrayaban el número de muertos y desaparecidos; esa precisión es como una chispa de electricidad para las mentes abotargadas. Después de eso, lo más importante es averiguar el grado de hostilidad, algo relativamente sencillo. Todo cuanto hay que hacer es devolver la mirada a las personas que te miran al entrar. Una larga ojeada suele bastar para obtener una lectura más o menos precisa. Había treinta y una personas en la estancia, de las que aproximadamente tres o cuatro eran hostiles.”

“Estábamos en una fiesta, y no nos apetecía charlar el uno con el otro. De lo que se trataba precisamente era de separarse durante la velada y de encontrar gente con la que resultara excitante hablar. Luego, al final, volveríamos a reunirnos y nos contaríamos qué terrible había sido todo y cuánto nos alegrábamos de estar de nuevo juntos. He ahí la esencia de la civilización occidental.”

Ahogado por esa sociedad opresora Bell decidirá emprender un viaje para filmar pequeñas escenas, llenas de anónimos, que se supone que reflejarán la esencia americana; es impagable el momento en que se encuentra un indio sioux: “Y entonces le pregunté si habían cambiado mucho las cosas desde su niñez. Me respondió que aquélla era la pregunta más inteligente que alguien le había hecho nunca. Las cosas apenas habían cambiado, tan sólo lo habían hecho los materiales, las tecnologías. Vivíamos en la misma nación de ascéticos, de expertos en competitividad, de enemigos del desperdicio.”

Momento que sirve para mostrarnos uno de los temas que profundizará en su obra posterior, el avance de la tecnología como elemento peligroso y deshumanizador y su aparente repulsión a ella.

En una curiosa segunda parte viviremos el pasado de Bell (“Era el invierno de mi duodécimo año de vida”) y que servirá para corroborar la importancia del tiempo en lo que hacemos, la única constante (en realidad variable?):

“Lo único que existe es el tiempo. El tiempo es lo único que sucede por sí mismo.”

En la tercera parte se producirá la filmación propiamente dicha, fragmentada, postmodernista; cobra importancia el cine y la propia televisión; elementos comunes, como ya indiqué anteriormente, que se irán repitiendo sucesivamente:

“La ilusión de movimiento apenas resultaba relevante. Quizá lo que estaba creando no era tanto una película como un rollo manuscrito. Un delicado fragmento de papiro temeroso de ser descubierto. Los veteranos de la industria cinematográfica jurarían que todo aquello se remontaba a épocas anteriores al cinetoscopio de Edison. Para ellos mi respuesta es muy simple. Se tardan siglos en inventar lo primitivo.”

Su opinión de la televisión, en boca del curioso protagonista es más que profética, habida cuenta de lo que estamos presenciando:

“-¿Cuál es el papel de la televisión comercial en el siglo XX y más alla?

-En mis peores estados de humor, siento que nos anuncia el caos a todos.”

En la caótica última parte las palabras finales de Ton Thumb Goodloe, el evangelista de la medianoche, de veintiséis años de edad y ya camino de la gloria, reúnen todo lo que significa Delillo, para lo bueno y para lo malo,; prosa desbordante, magnífica, gloriosa, pero, al mismo tiempo, enervante para un público bastante amplio: “Necios, hipócritas, fariseos y bellacos. Con vosotros, Bestial y la hora final de La muerte está a la vuelta de la esquina. Un poco de charla filosófica. Un paseo que otro por lobotomilandia. Alguna que otra bolsa de aire rancio. Acaba de ocurrírseme, como a los patriotas y los demagogos, que no va a haceros falta mi particular concepto de la verdad a partir de ahora. Se ha decidido que las drogas habrán de suplantar a los medios de comunicación. El ardiente temor de vuestras noches y madrugadas ha de verse sustituido por un estado de dicha apagada y mortecina. Confiad en que pronto experimentaréis una liberación drogoinducida de la ansiedad, la amargura y la felicidad. Endoparásitos que sois, podréis aferraros a las paredes intestinales del propio tiempo. Pero me echaréis de menos. Las pastillas y los chicles no pueden sustituir el amor transistorizado que nos conecta en la noche salvaje. […]

Esta reseña, formada por retazos, ejemplifica a la perfección las sensaciones que me produce la lectura del libro de Delillo; me cuesta recomendarlo, veo todo lo bueno, pero, al igual que ocurre con Pynchon, si no entras, no entras; no se puede obligar a la mayoría de los lectores habituales, no hablemos ya de los poco habituales; aún así, este titán inició su carrera con una obra excepcional, increíblemente buena y que, atención, parece que funciona como un círculo con su última novela escrita, “Punto omega”; donde el desierto, el tour de Force del protagonista, filmaciones en él,… suponen demasiados puntos en común para pensar en ello como una casualidad en una obra tan consistente en lo narrativo como la de DeLillo. En efecto, en “Punto Omega”, la obsesión tenía que ver con la vejez y la búsqueda de la muerte; en esta primera obra, buscaba su identidad, por extensión, la identidad de un pueblo americano en decadencia. El reflejo del “zeitgeist” de una nación:

“Conduje durante toda la noche en dirección nordeste, y una vez más sentí que todos aquellos días los había pasado enfrentándome a la literatura, a los arquetipos de un misterio lúgubre, a los hijos e hijas de esos arquetipos, a imágenes que no podían alcanza la certeza de cuál de dos confusiones distintas albergaba más terror, si la suya o lo que la suya podría llegar a ser si alguna vez se enfrentara a la verdad.”

“Los pescadores de perlas” de Bizet en el Teatro Real

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La vuelta a Madrid del peruano Juan Diego Flórez fue recibida con gran expectación, no en vano el público del Real ha podido degustar otras obras en el mismo coliseo y, desde luego, siempre ha disfrutado y aclamado al tenor latino; solo tenemos que recordar ese maravilloso “Barbero” rossiniano y el no menos  inspirado “Orfeo” de Gluck de pasadas fechas.

En esta ocasión, se trataba de la recuperación de la primera ópera del conocido compositor Bizet (sobre todo por la archiconocida “Carmen”) en versión de concierto y la velada prometía ser extraordinaria, habida cuenta del bagaje del gran protagonista del evento y a pesar de que no había cantado Nadir en muchas ocasiones. Fue tal la expectativa que todas las entradas estaban vendidas desde hacía bastante tiempo, si bien es cierto que solo había tres funciones disponibles.

“Les pêcheurs de perles” es una obra espléndida, sencilla en lo argumental, pero musicalmente caracterizada por ser muy intensa y con momentos realmente bellos como los más famosos: principalmente el dúo entre Zurga y Nadir (“Au fond du temple saint”) y la más que popular aria del tenor (“Je crois entendre encore”). El resto de la obra no desmerece estos momentos culminantes y, además, tiene unos coros de gran potencia o sensibilidad según el momento. Es una obra que anticipa, en general, parte de lo que vendrá más adelante, el talento de un compositor excelente.

Vaya por delante que, con este panorama, el éxito debía estar asegurado y, en efecto, la ovación final y entre medias de cada uno de los pasajes musicales, especialmente los cantados por Flórez, el público no dudo en jalear y “bravear” la actuación.

Sin embargo, estoy dispuesto a afirmar que es la peor actuación que he escuchado al peruano.

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Ya había oído del estreno del domingo que el cantante había estado tremendamente dubitativo, cantando muy bajo, frío, desafinado por momentos, me temía lo peor… que tampoco lo fue, o más bien sí. Es evidente que el tenor está pasando por un momento de adaptación de su forma de canto, lleva tiempo intentando hacer otro tipo de papeles, más líricos, tal es el caso del “intento frustrado” de realizar “Rigoletto” o el “intento” de hacer “I puritani”. Esta obra de Bizet tampoco se adapta especialmente a su voz, por mucho que se esfuerce. Fue evidente desde un primer momento lo forzado de sus gestos para evitar que su voz cayera en el olvido como pudo haber ocurrido el día anterior. De hecho el famoso dúo con el fantástico Zurga de Kwiecien, fue uno de los mejores momentos de la noche, si no el mejor.

Pero cuando llegó el aria en el que tendría que lucirse, las cosas no fueron tan bien. Repasando registros musicales, hay varias formas de acometer esta dificultad evidente: puedes escoger el registro casi de “falsette”  muy acorde con lo etéreo del momento y entonces tendrías algo parecido a Gedda o Simoneau o Thill; o directamente, a pesar de la dificultad del agudo, interpretarla de pecho, más al estilo de un Kraus o un Di Stefano. Juan Diego escogió una media voz para hacerlo como esto último y no salió nada bien,; el cambio de su estilo habitual le obliga a tomar aire con mucha frecuencia, cortando frases en momentos en los que rompe totalmente el canto legato que debería ser una marca de la casa y de este aria en particular; además, debido a tanto corte, tiene que acometer notas agudas con precisión y no ocurrió así; desafinó en ciertos pasajes o entró bajo para hacer un portamento a la nota buscada. Tantas dudas para hacerla hicieron que quedara descafeinada a pesar de realizar el agudo final, que preparó con mucha antelación, muy brillante y con volumen, aunque forzado en él. Una pena, no sé si está teniendo problemas con la voz y de ahí el que intente este cambio de técnica o es que directamente no acierta con lo que puede hacer con su voz (¡llegó a decir que iba a hacer el Arnoldo!! Que habría sido su tumba!), no es consciente de sus limitaciones. De hecho durante el resto del concierto hubo un momento que, al forzar tanto el agudo para que se oyera con la orquesta, se medio rompió, cantando las siguientes notas en un exagerado piano que, afortunadamente Ciofi le cubrió haciendo lo mismo.

El resto de intérpretes estuvieron razonables, el caso de Ciofi (Léïla) es ya conocido también, tiene un agudo preciso, da todas las notas, independientemente de la dificultad, pero, ciertamente, el timbre no es muy bello; aún así fue la segunda más aclamada de la noche, lógicamente por la dificultad de su papel que el público supo apreciar. El barítono Mariusz Kwiecien tiene una voz, sin embargo, bellísima, con un grave profundo, noble, y un agudo brillante en toda la tesitura, lástima el proceso gripal que le mermó según la obra iba avanzando; el papel anecdótico de Nourabad fue intepretado con solvencia por el joven Tagliavini, barítono de voz no tan bella pero con un agudo impresionante y una gran potencia.

La dirección musical rozó lo estrambótico por momentos, por los saltos acrobáticos con batuta en mano del israelita Daniel Oren; si esto no es un paradigma de dirección enérgica, no lo es nada; llevaba prácticamente de la mano a la orquesta que sacó buenos momentos; el coro, a pesar de algún problemilla de dicción francesa en su primera intervención, bastante difícil por la velocidad y la tesitura, estuvo rotundo y magnífico, como viene siendo habitual en sus últimas intervenciones en el teatro.

Una noche de triunfo para la mayoría pero con sombras para un cantante que debe saber lo que quiere hacer con su carrera, si no, corre un riesgo muy grande.  Espero que sea mejor aconsejado y adopte un estilo como el que ya tiene Bartoli, por poner un ejemplo, cerrado a un repertorio que domina a la perfección.

“¡Abajo el colejio!” de Geoffrey Willans y Ronald Searle

abajocolejioSolo puedo aplaudir ante la publicación, si todo va bien, de toda la serie de Nigel Molesworth y que se inicia con este “¡Abajo el colejio!, obra perpetrada con el ingenio conjunto de los dos autores, Geoffrey Willans, el escritor, y Ronald Searle, el ilustrador. Simbiosis es lo que podemos comprobar que se sucede en cada página que pasa. Estamos ante una obra en que los textos y las ilustraciones están tan unidos que es difícil separar una de la otra sin causar perjuicio a la percepción de la misma.

En el primer capítulo “Bueno, vamos hallá” tenemos la presentación del sátiro protagonista: “Yo soy este, Nigel Molesworth, el terror de San Custodio que es mi colejio. Es un sitio húmedo y cutre como voy a dejar claro (espero), aunque en realidad todos los colejios son iguales.

En San Custodio hay bastonazos, latín, geografía, historia, mates, geometría, directores, un perro que vive en el colejio, salchichas misteriosas, mi hermano molesworth-2 y sobretodo PROFES por todas partes.”

molesworthEste va a ser el tono del libro acompañado por ilustraciones excelentes del gran Searle que no harán más que acentuar el tono satírico de la narración; no nos engañemos, a pesar del tono lúdico, de divertimento, los autores no cejaron en su empeño de mostrar la decadencia de la enseñanza inglesa en la que había cosas que no iban del todo bien, empleando un eufemismo; esta denuncia se puede presentar de una manera panfletista; o bien, se puede presentar como lo hacen este par, con ingenio, locuacidad y saber hacer.

Por citar algún capítulo me quedo con el del capítulo 3 “un recorrido por los calabozos o los profesores uno a uno”  donde se describe de la siguiente manera, entrañable, a los profesores de literatura: “Los profesores de literatura lleban el pelo largo corbatas rojas y sueltan chorradas como “Wordsworth nos conduce al éxtasis” y “Dios mío molesworth, seguro que no era su intención escribir una frase semejante”. Para los deberes siempre te mandan una redacción, si es que se les ocurre algún tema.”

En la siguiente ilustración podemos observar la capacidad de expresar los gestos que Searle tenía, con los impagables textos de Willans en ese intento de categorización de profesores por parte del advenedizo e informal Molesworth.

molesworth2

Es muy divertido el capítulo 7  “la comida en el colejio o asta preferiríamos bacalao”, donde el locuaz alumno denuncia la hipocresía de sus compañeros a la hora de la comida:

“Algunos chicos nunca hablan mal de la comida de el colejio. No es por que tengan buenos modales. Me gustaría recordar a esos canallas y sinvergüenzas sus caras de asco y sus lloriqueos cada vez que les ponen delante otra de las salchichas especiales de el colejio.

Cuando se enfrentan a uno de esos asquerosos trozos de carne que ni el perro probaría los hay que ponen cara de que no les gusta pero luego se lo comen todo sin rechistar.”

El único problema que se le puede sacar al libro es que se hace demasiado corto, pero no hay tiempo para aburrirse con él; textos excelentes, ilustraciones ingeniosas, empaste, composiciones de páginas a cuál más divertida, y crítica de fondo. No quiero, eso sí, dejar de reseñar la fantástica traducción de Jon Bilbao; en este caso, por las peculiaridades fonéticas de Molesworth al hablar, es bastante difícil transmitir esos fallos de un idioma a otro y tengo que reconocer que el efecto, en mi opinión, es el deseado y está muy logrado.

En conclusión, una muy buena lectura para pasar un rato ameno; por momentos, descacharrante.

“El canto del cisne” de Edmund Crispin

En la dedicatoria inicial a Godfrey Sampson (profesor de composición que fue amigo y mentor de Bruce Montgomery (Edmund Crispin), este último le comenta su especial homenaje personal ubicando la obra policíaca con el incomparable telón de fondo de “Los maestros cantores de Nuremberg” debido a la admiración que ambos sienten por ella diciéndole: “Acepta esta historia, por tanto, aunque solo sea por el escenario, y como un aperitivo hasta el día que esta obra maestra de Wagner regrese al Covent Garden… sin los espantosos contratiempos que se narran en las siguientes páginas, esperemos.”

cantocisneImaginaos mi caso, en un blog como este, muy aficionado a la ópera, como podéis comprobar si echáis un vistazo por él, que la obra de este singular escritor, que ya conocí en la fantástica “La juguetería errante” de la que ya hice una reseña disponible por aquí; me encontraba con que la ambientación iba a ser la indicada en esa dedicatoria. Cuánto podía esperar de ella y, en efecto, no me defraudó como paso a comentar.

Las primeras frases son ilustrativas del estilo, mordaz y dicharachero, del escritor inglés, y nos retrotraen a la anterior, donde el sentido de humor era una nota constante a lo largo de la narración:

“Pocas criaturas hay en el mundo más estúpidas que un cantante. Es como si el ajuste milimétrico de la laringe, la glotis y los senos bucofaríngeos que se precisa para la generación de sonidos hermosos tuviera que venir acompañado casi invariablemente –oh cuán inescrutables son los caminos de la providencia- de la estulticia propia de un ave de corral.”

En la segunda página los personajes protagonistas están haciendo “El caballero de la Rosa” de Strauss, los chistes literarios de la primera entrega se atenúan en cantidad para jugar con los chistes musicales de profunda sapiencia de un escritor que se nota que conoce el género y que no duda en intercambiar las personalidades de los roles operísticos con los protagonistas de la novela según está va avanzando, e incluso jugar con los paralelismos entre las tramas de las óperas que va citando y la propia acción.

Con la aparición del divertido Fen (“Se abotonó hasta el cuello la enorme gabardina en la que iba embutido, y se ajustó su extraordinario sombrero. Tenía cuarenta y tres años, y era enjuto, larguirucho, con ojos azules y un pelo castaño que intentaba alisarse a base de agua, aunque con poco éxito.”) y la muerte del odioso bajo, tenemos todos los ingredientes para montar un cóctel suntuoso que ofrece equilibradamente: buen humor, metáforas/juegos literarias/os y musicales y una buena trama policial en la más insigne tradición inglesa de las novelas de detectives.

Crispin no se cortará para demostrar su conocimiento del mundo de la ópera y de las propias obras como se puede comprobar en el siguiente texto que emparenta directamente con la obra de Wagner anteriormente mencionada:

“Adam fue a buscar un teléfono. Abajo, la orquesta empezaba a interpretar el tercer acto; el oboe en “la” zumbaba, rodeado por quintas justas; las flautas se entregaban a un brillante virtuosismo; la tuba se quejaba con tono lastimero.”

Que no se asusten, eso sí, los profanos en la materia, todo es muy asequible aunque no se tenga el conocimiento más profundo, y las notas del traductor José C. Vales, ayudan muchísimo para no perderse entre tanta obra y cantante. Además, Crispin no deja que esta multirreferencialidad ahogue una trama que, sin ser innovadora en el planteamiento, sin embargo, desemboca en un ingenioso final acorde al talento que tenía el escritor.

Las obras de este sátiro se convierten, gracias a la publicación de Impedimenta (que esperamos que continúe), en referencias del género policíaco, ingeniosas, divertidas, buena literatura para disfrutar un buen rato.

“Boxer, Beetle” de Ned Beauman

Boxer BeetleUna de las grandes ventajas de la globalización actual es el acceso casi en tiempo real a un montón de documentación por todas partes; no solo a través de Internet, sino a través de tiendas y otros medios con los que se puede conseguir casi de todo. Hace años era impensable conseguir en España, por poner un ejemplo, todas las temporadas del Doctor Who (aunque sean en inglés), a menos que te fueras a Inglaterra a comprarlas y te las trajeras, tarea harto dificultosa por la cantidad de Dvds que tendrías que poner en varias maletas.

Hoy, si el inglés no es un impedimento, puedes acceder a mucha cultura; y como seas inquieto, estás perdido; porque intentarás conseguir una cosa tras otra, las posibilidades son infinitas. En mi caso personal, tengo que reconocer que estoy utilizando estas opciones y lo voy a empezar a utilizar igualmente en el blog; ¿y cómo será eso? Ya desde hace tiempo alterno lecturas en nuestra lengua con la de la pérfida Albión e iré poniendo aquellas que valgan la pena; algunas estarán disponibles en España en diversas traducciones pero otras, posiblemente, solo se puedan leer en la lengua original porque difícilmente alguna editorial las traerá por aquí. La lectura que escojo para inaugurar este espacio de lecturas es “Boxer Beetle” del jovencísimo (27 años) Ned Beauman, escritor inglés que ejerce de crítico literario y que debutó con esta novela en el 2010.

El comienzo de dicha novela no puede más que arrancarnos una sonrisa:

“In idle moments I sometimes like to close my eyes and imagine Joseph Goebbels’ forty-third birthday party. I like to think that even in the busy autumn of 1940, Hitler might have found time to organise a surprise party for his close friend.”

Estos pensamientos, relacionados con una fiesta de cumpleaños de Hitler a Goebbels, están en la cabeza de nuestro oloroso protagonista Kevin, que posee una enfermedad que le hace apestar a pescado, de ahí su sobrenombre Fishy y que se dedica a buscar y coleccionar cualquier tipo de accesorio o recordatorio relacionado con los Nazis; la trama se desencadenará cuando encuentre una carta de agradecimiento a un tal Doctor Erskine por parte del mismísimo Hitler:

“Dear Doctor Erskine,

I have received gifts from popes, tycoons, and heads of state, but none have ever been so singular or unexpected as your king tribute. It is a reminder that the conquests of the scientists are every bit as important to our future as the conquests of the soldier. I hope you will keep me informed of the progress of your work – perhaps one day the Third Reich will have a position for you. How is your German?

Fond regards

Adolf Hitler.”

Esto desembocará en dos líneas temporales, por un lado la de Fishy intentando encontrar qué es lo que hizo tan feliz a Hitler que fuera tan singular e inesperado comparado con regalos de magnates y papas; por el otro, una línea ubicada en 1935-1936, donde el protagonista será el boxeador Seth Roach Sinner; sus genes y la manipulación genética que Erskine, como típico “mad doctor” intentará realizar en el cuerpo de Sinner, incluso después de su muerte:

 “I want to buy your body as one might buy a dog or an armchair. I won’t restrict your freedom in any meaningful way, but until your death you’ll submit to whatever experiments and observations I wish to perform in the service of my theories. And after that, I will have custody of your remains.”

Las sorpresas se irán sucediendo en ambos tiempos para confluir en una solución final, pero todo en la novela es retador: la creación de una nueva lengua al estilo del Esperanto, un proto Esperanto de hecho; la evolución genética de un escarabajo (beetle) con genes humanos dando lugar a ese encantador espécimen que es el Anopthtalmus hitleri; la fusión de géneros se va sucediendo según va avanzando irremisiblemente la trama… hasta un sorprendente y emocionante final.

El momento en que la hermana de Philip Erskine comenta lo siguiente supone, quizá, en ese instante, la definición del tipo de novela que Beauman quiere crear, lo que quiere transmitir:

 “It sounds wrong! That’s exactly it – in a manner of speaking. You see, everyone says atonality is a perversion. Serial music is supposed to be foreign and sinister and subversive. All those fools think the tonal system is God’s law, so if you cast it aside you must be mad or bad. And they’re right that the tones pull towards triads and triads pull towards tonality, but the whole point of life is to resist whatever pulls on your –you must know that even better than I do.” “Schoenberg says, “What distinguishes dissonances from consonances is not a greater or lesser degree of beauty, but a greater or less degree of comprehensibility.” But he’s wrong. Beethoven is not easier to understand that Berg. It’s not about beauty or comprehensibility. It’s about life. Dissonance is the sound of life in the twentieth century.”

Quizá lo que sucede es que estamos demasiado acostumbrados a las consonancias de tiempos pasados, pero parafraseando al escritor “la disonancia es el sonido de la vida en el siglo veinte”, y ya puestos, en el siglo veintiuno.

escarabajo-hitlerEste relato disonante refleja más de nosotros mismos y de nuestro tiempo que lo que podemos pensar inicialmente, es un reto, quizá las narraciones contemporáneas tienen que ir por ahí; podríamos llamarlo postmodernismo, pero más bien tendería a inclinarme por los “Cultural Studies”, “interracialidad” de géneros, referencias pop, falta de linealidad temporal, personajes aparentemente enervantes, extraños…. Vaya unión explosiva de elementos para una novela diferente, original, divertida y, sobre todo, innovadora.

Para los que no puedan leerlo en inglés tenemos la versión española traducida aquí por “Escarabajo Hitler” y publicada por la editorial Funambulista . Los que se atrevan, sí, mejor en inglés, vaya que sí. Una buena ocasión de leer algo distinto.

“Ágape se paga” de William Gaddis

Ya hablé largo y tendido sobre William Gaddis en este post  y su obra en particular a propósito de “Gótico Carpintero”. Ahora me extenderé sobre la otra obra disponible, más o menos fácilmente: “Ágape se paga”, novela publicada póstumamente cuatro años después de la muerte del escritor y que tenemos también en la edición de Sexto Piso.

agape se pagaPara resumir de lo que trata esta peculiar obra, Rodrigo Fresán, en el prólogo de la edición comenta lo siguiente muy acertadamente:

“Jack Gibbs, figura de reparto en JR y narrador en Ágape se paga, se dirige a nosotros desde su lecho de muerte y no es un narrador feliz. Su cuerpo le ha traicionado y el mundo es una mierda y está dominado por tecnócratas. Y su novela –en la que lleva trabajando años- se deshace en pedazos sueltos e inconexos.[…] Queda poco tiempo para volver a afirmar lo mismo de siempre: la tecnología jamás podrá suplantar la creatividad de los hombres. Así que adiós a la puntuación convencional y hola al libre fluir de conciencia y a la libre asociación de ideas que le permiten al narrador invocar tanto a Glenn Gould como a John Kennedy Toole, Miguel Ángel o Tolstói, para destilar una pócima mágica, un tónico para intentar conseguir el ágape: la amorosa sensación de ser uno con el mundo celebrado por los primeros y nada burocráticos escritores cristianos.”

Contrariamente a la anterior obra, en esta delicatessen tenemos un monólogo interior donde hay un flujo de pensamientos continuos, las ideas se entremezclan unas cosas, los signos de puntuación desaparecen irremediablemente, el fracaso del protagonista refleja el triunfo de Gaddis al acercarse cada vez más a la entropía, el tema pynchoniano por excelencia.

El escritor Rick Moody en el prólogo define a Gaddis “no como una celebridad literaria sino como un enemigo de la celebridad literaria, un escritor que muy raramente daba entrevistas, nunca leía en público, no escribía frases para las portadas de los libros de otros ni asistía a las fiestas del ambiente”. Y nos da una pista para afrontar la terrorífica prosa del escritor norteamericano: “que la mejor manera de comprender y apreciar a Gaddis es leerlo rápido y sin detenerse a pensar demasiado en lo que no dice.” Yo añadiría una segunda fase, la de releerlo para pillar todo lo que nos quiere contar:

“No, pero.. vamos a ver; todo esto tengo que explicarlo, porque no sé, no sabemos cuánto tiempo queda, y tengo que ponerme a trabajar en el, terminar esta dichosa obra mientras por qué me habré traído todo este montonazo de libros notas papeles apuntes recortes y a saber cuántas cosas más, a ver si lo pongo en orden y me organizo cuando divida estas propiedades y proceda al reparto y me quite de encima todo el follón y me libre de las preocupaciones concomitantes y sincomitantes mientras aquí me tienen retenido para abrirme en canal y rebañarme los dentros y coserme o graparme o lo que sea, maldita sea, mira qué pierna tengo, que ni es pierna ni es nada, recosida y grapada como esa antigua armadura japonesa que hay en el comedor, que es como si me hubieran desmantelado desguazado despiezado, casas, edificios adyacentes, establos, invernaderos y esto con todas las dichosas decisiones y distracciones que he tenido con los títulos de propiedad recalificaciones catastros y demás vainas, todo esto tiene que estar en este montonazo en alguna parte a ver si lo pongo en orden y zanjo toda esta historia antes que todo se derrumbe y lo engullan todo los abogados y el fisco como todo lo demás, que a fin de cuentas de eso se trata, de eso se trata mi obra, del derrumbe de todo absolutamente, del sentido, del lenguaje, de los valores, del arte, del desorden y de la dislocación que se ve por todas partes por donde mires y aunque no quieras mirar, la entropía que todo lo anega todo a la vista lo cubre, diversión y tecnología y cada crío de cuatro años con su ordenador, cada cual es el artista de sí mismo y de dónde ha salido todo esto, el sistema binario y el ordenador o computadora que se decía, de dónde ha salido la tecnología, eso lo primero ¿o es que no te das cuenta? […]

El anterior párrafo es tan paradigmático del estilo que asombra a pesar de lo que te esperes. Según los párrafos avanzan, Gaddis usa la música, en la figura de la pianola y su evolución, como hilo conductor de ese pensamiento, se suceden las reflexiones musicales y los compositores aparecen y desaparecen por las páginas (desde Wagner y Debussy a Grieg):

“Lo más emocionante de la música es tocarla cada cual por sus propios medios. Es la propia participación lo que más emociones suscita.”

El autor estaba, al final de su vida, obsesionado con lo artístico, con esa creatividad de la que hablaba Fresán y que nunca podrá sustituir a la tecnología, hay aquí un punto muy en común con otro compatriota suyo, Delillo. Él desprecia, a través de Gibbs, la falta de autenticidad:

“Ustedes denles a elegir, señor Benjamin, y la masa siempre escogerá la falsificación. ¡Escoger la falsificación, señor Huizinga! La autenticidad se borra de un plumazo, se borra del todo, señor Benjamin.”

“[…] estos ventrílocuos y yoes extraíbles extraídos que se crían y se clonan para su reproducción porque ese es el meollo de la cuestión, es ahí donde se pierde lo individual, donde desaparece lo único, donde la autenticidad se pierde no solo la autenticidad sino todo el concepto de autenticidad, ese amor por la belleza de la creación antes de ser creada que eso, ¿no era Chesterton? Esa fusión natural de la vida creada en esta creación en amor que la trasciende, una celebración del amor creado que llamaban ágape, la fiesta del amor en los primeros tiempos de la iglesia, eso es. Eso se ha perdido, eso hay que pagarlo, lo que no se encuentra en estos productos de las artes imitativas que están hechos para su reproducción a gran escala […]

Cree que las artes imitativas, sin autenticidad, han ocasionado la pérdida de ese estado primigenio maravilloso, “el ágape de los primeros cristianos”, que es casi imposible conseguir encontrarlo en el mainstream, sin embargo, sí cree que la música, tan presente en su obra, por encima de la literatura que el considera que ha perdido esa comunión inicial, puede conseguir que lleguemos a ese estado:

 […] “La música te transporta a otro estado del ser que no es el que te corresponde, sentir cosas que en realidad no sientes, entender cosas que en realidad no entiendes, ser capaz de hacer cosas que en realidad no eres capaz de hacer, sí, eso lo transforma eso te transfigura a ti en ti mismo en el yo que puede hacer más. Esa era Juventud con su intrépida exuberancia cuando todo lo que se dice todo era posible perseguida por Vejez donde estás ahora, mirando atrás a lo que destruimos, a lo que arrancamos del yo que podía hacer más, y su obra que se ha tornado mi enemigo porque de eso es de lo que puedo hablarte, de esa Juventud capaz de todo.”

Esa música capaz de llevarte de la decadencia de la Vejez a la frescura de la Juventud, capaz de todo en la vida. En fin, Gaddis, muy grande. Esperando con muchas ganas pintar su figura completa con la publicación de sus próximas obras.

“Gótico Carpintero” de William Gaddis

Consideraciones sobre el autor, su obra y cómo llegué a conocerla:

1)      Sobre cómo llegué al autor: labor inestimable de varios blogueros que empezaron a hacerse ecos de él, muy especialmente por la insistencia de Javier Avilés  y su excelente blog “El lamento de Portnoy” , una de las mejores referencias literarias y de cultura actuales que deberíais visitar ineludiblemente.

2)      Sobre el autor y su figura: William Gaddis (1922-1998) es uno de esos autores del que se sabe más bien poco; lo que aparece en la wikipedia inglesa es más bien escaso; perfil esquivo con respecto a su vida privada, muy asociado a otros literatos como Salinger y Pynchon, de hecho, se le llegó a confundir durante un tiempo con un alter ego del segundo. No se le estudia en filología inglesa y, sin embargo, es uno de los primeros y más importantes escritores postmodernistas por su obra “Los reconocimientos” (“The recognitions”) de 1955, antes de cualquier obra de Pynchon, por ejemplo.

3)      Sobre sus obras y su edición en España: era un escritor lento a la hora de plantear sus obras; en vida solo publicó cuatro (“Los reconocimientos”, “JR”, “Gótico carpintero” y “Su pasatiempo favorito”); póstumamente se publicaron otras dos “Ágape se paga” y su colección de ensayos inédita en España “The Rush for Second Place”. Sexto Piso está acometiendo la labor de publicarla al completo, pero por ahora solo están disponibles “Gótico Carpintero”, objetivo de este post, y “Ágape se paga” que llegará en uno posterior. Y nosotros aplaudimos a pesar de la tensa espera.

goticocarpintero4)      Sobre la obra en cuestión, esta y las siguientes consideraciones: En el prólogo de Rodrigo Fresán de “Ágape se paga” comenta sobre “Gótico carpintero”(“Carpenter’s Gothic) (1985) que se trata de la más breve y normal de sus novelas aunque Gaddis siempre consideró “The recognitions” como la más “accesible”. “Gótico carpintero” es romántica y oscura, una love story infeliz y contaminada por los virus del país donde transcurre y los sermones de un predicador mediático y corrupto. Gaddis admitió que se trataba de “un ejercicio de estilo” donde “los problemas planteados pasan más por la técnica y la forma. Lo que yo quería hacer era escribir un libro más corto, uno que se concentrara en las unidades del tiempo y del espacio al punto de que todo, aunque se expandiera al mundo entero, sucediese dentro de una casa, una casa de campo, con pocos personajes y durante un breve período. También quería trabajar con varios clichés de la ficción e intentar revitalizarlos. Así es como tenemos al hombre mayor, la mujer joven, el matrimonio viniéndose abajo, el adulterio obligatorio, la habitación cerrada, el misterioso desconocido y todo eso”. Así, es el libro más cómodo de Gaddis pero, también, el más siniestro. Desde luego la obra contiene esa siniestralidad inherente; eso sí, será cómodo, pero no para la mayoría; también estimo que el tema era importante, en esta obra más allá del estilo, por lo que comentaré más adelante.

5)      El estilo: el autor juega en esta obra con dos tipos de formas de narrar; la trama avanza a través del diálogo de los personajes, una especie de diálogo que se estructura como un monólogo interior muy sorprendente que nos hace permanecer realmente atentos a la narración ya que se producen muchas elipsis, sutilezas, pérdidas de la puntuación habitual, momentos que el lector tiene que completar mediante la información que el escritor nos va dando; es lento, laborioso y, desde luego, dificultoso en ocasiones; pero, sin duda, está muy bien realizado como se puede ver en la siguiente muestra:

“-Ahora espere un momento, espere… -sus ojos redondeados se clavaron detrás de ella, bajaron por la parte delantera de la blusa que se había puesto, volvieron a los de ella-. No me importa nada a quién se la esté metiendo últimamente, solo pasaba a charlar con él. Déle un mensaje cuando lo vea, por favor. Dígale que Lester se pasó a charlar un rato.

-Dígale Lester, eso es todo… -retiró  la punta de la bota-. Él sabe quién soy… -y ella pudo cerrar la puerta, observó el enérgico pavoneo de las larguiruchas piernas color ocre que cruzaban la calzada negra, seguía ahí cuando un coche negro arrancó desde detrás del seto de arriba con un remolino de hojas y dejó planchado el recogedor en la curva colina abajo. De vuelta en la cocina, la radio alertaba de que treinta y cinco millones de norteamericanos eran analfabetos funcionales y otros veinticinco millones no sabían leer en absoluto y ella la apagó de un manotazo, llenó una jarra para regar las plantas y derramó un poco de agua al lanzarse a por el teléfono, a por un lápiz, a por cualquier cosa que sirviera para escribir-. Sí un segundo –abrió la guía de aves y apuntó el número debajo de la serreta mediana. Estaba otra vez arriba en el dormitorio abrochándose una blusa limpia cuando sonó la cadena del cuarto de baño de abajo-. ¿Paul?”

6)      Más sobre el estilo: los momentos más descriptivos/contemplativos recobran la puntuación habitual y se vuelven en momentos de lirismo evocador que dan seguridad al lector; es una paradoja que lo que menos avance sea lo que más nos estabilice: “Pero el viento le devolvió sus palabras, soplaba desde el río, agitaba las hojas a ráfagas mientras él las apartaba rastrillando con los dedos, alas destrozadas, el manto embarrado, apenas distinguible tras la protectora coloración de la muerte, se levantó con las llaves y miró colina abajo donde la figura se hacía cada vez más pequeña contra el viento, y después se agachó para coger al pájaro por una pata y llevárselo manteniéndolo a cierta distancia en dirección a la puerta.” “El río había quedado oscurecido por la abundante niebla que se cernía desde la mañana, haciendo que la ascensión lenta del cartero por el negro afluente de la carretera pareciera la deriva de una figura remolcada por el agua, arrastrada sobre una corriente estable junto a la orilla repleta de hojas hacia el escalón que sobresalía allí como un embarcadero donde ella ya se había precipitado, como por casualidad, para interceptarlo antes de que llegara al buzón; donde ahora, otra vez limpiando el espejo del recibidor con bolas mojadas de papel de cocina, con el ceño fruncido reducía a una sombra distante el paso torpe del anciano que estaba ahí fuera en la esquina con su recogedor aplanado. La lluvia, al cabo de dos días, había hecho caer hojas por todas partes, incluso una rama arrancada que flotaba en la oscura corriente que se alzaba bajo la ventana donde sus movimientos se detuvieron abruptamente, abrió los ojos ante la marchita figura del impermeable que se acercó mucho a ella la miró a la cara. Cogió aire y recuperó el equilibrio, acababa de bajar del taburete cuando llamaron a la puerta. Abrió una rendija, vio los dobladillos deshilachados del impermeable, mantuvo la pierna abierta con el pie.”

7)      El nombre de la obra hace referencia a un estilo arquitectónico de casas y pequeñas Iglesias que se hicieron comunes durante el siglo XIX en Estados Unidos. Estas estructuras adaptaban elementos de ese tipo de arquitectura como las torres y los arcos apuntados  al tradicional tipo de construcción de madera que representaba claramente el paisaje americano. Pongo una foto a continuación para reflejar este estilo.

carpentergothiccasa

8)      No es descartable que este carpintero tenga que ver con el carpintero por excelencia, Jesucristo, y que quisiera extrapolar lo que refleja en la novela a la religión, no parece gratuito el siguiente párrafo entonces: “Y mientras su voluntad se afirmaba sobre mí, temblando, de repente escuché la voz de su profeta Isaías, cuando dice El carpintero toma las medidas con la cuerda, diseña la forma con el estilete, la trabaja con el cincel y la dibuja con el compás, y le da figura de hombre y belleza de hombre, para que habite en una casa. Y mientras reflexionaba sobre el sentido de esas palabras procedente de lo alto, ¡lo que había sido un día de doloroso luto se convirtió en un día de gloria! Porque ¿no preguntaron acaso, cuando Jesús llegó a Nazaret, no es este el hijo del carpintero? Aquel que construyó ese gran edificio para refugio de quienes son pobres, de quienes están agotados, de quienes buscan su verdad absoluta en la adversidad y la persecución, […] construyó con sus sencillas herramientas de carpintero y con los humildes materiales que tenía a mano, la casa de su padre, donde hay muchas mansiones.”

9)      Con referencia al punto 7, Gaddis refleja, paralelamente al derrumbamiento de la pareja protagonista, la decadencia de la casa, de estilo gótico carpintero, en la que viven, desvencijada, llegando a la ruina: “[…] Una casa antigua muy interesante, ¿sabes lo que es esto? –inclinó la cabeza hacia este lado, hacia aquel-. Es un ejemplo clásico de gótico carpintero del río Hudson, ¿lo sabías? -Lo sabía Lester. -Todo diseñado a partir del exterior, esa torre de ahí, los picos del tejado, primero lo dibujaban y luego se las apañaban para que cupieran las habitaciones… -ahora se lanzó a toda velocidad bajo la línea de la moldura del techo hasta el destartalado remate de escayola donde se encontraba con el arco del hueco del salón-. Ahí tienes una gotera… Haz que la reparen antes de que empeore […]”.

10)   Parece claro que ese derrumbamiento de la casa supone, extendiéndolo, el desmorone, del sueño americano, del mito de la sociedad norteamericana y del hombre hecho a sí mismo. La religión decadente, las construcciones, la propia pareja, la sociedad que se hunde. Reflejó, sin dudarlo, el momento que estaba viviendo en ese instante la sociedad, desde lo micro a lo macro.

11)   Un giro final: “[…] Pero está muy por encima de cosas como hurgarse la nariz ¿verdad? Está demasiado ocupado evitando que el azar determine su destino ¿verdad? -Ya has visto cómo acaba. -Sé cómo acaba. No acaba simplemente se desmorona, es mezquina y hueca como todos los que aparecen en ella ¿por eso la escribiste? -Ya te conté por qué la escribí, fue solo una idea de último momento, ¿por qué te molesta tanto joder? Esa novela es solo una nota al pie, un epílogo, buscando finales felices resulta que me veo involucrado con gente como tú y como Klinger.” En un último alarde, extiende el desmorone a la propia novela que está escribiendo, esta reflexión metaficcional trasciende a la literatura y cultura general norteamericana, llevándolo todo a sus últimas consecuencias; para nada la novela se queda en un simple ejercicio de estilo, muy al contrario, lo temático se convierte en algo inherentemente unido a esta demostración de estilo.

“Goodbye, Columbus” de Philip Roth

Ya comenté en esta reseña que hice de “La contravida”  que, teniendo la oportunidad, parecía que, en el caso de este escritor, sería más conveniente realizar una lectura cronológica de sus obra; en esta “novela” tenemos, pues, el primer libro que escribió el titán Roth, al que he incluido en mi particular Proyecto de lecturas para los próximos tres años . Y que irá apareciendo por este blog durante ese tiempo.

goodbyecolumbusLo primero en llamarme la atención de esta primera obra es que, curiosamente, no se trata de una novela al uso sino más bien de  una recopilación de relatos de Roth; siendo la homónima más bien una novela corta, y el resto cuentos cortos. Lo que no cambia desde luego es el aura de desdén por los temas judíos que imprimió en toda su obra, y ya desde el principio, por la que fue acusado en repetidas ocasiones de “judío antisemita”.

El segundo hecho de mayor relevancia es la diferencia de estilo apreciable desde las primeras páginas, en mi caso, no sé si afortunada o desafortunadamente, ya conozco bastantes obras del norteamericano que van desde sus inicios (“El lamento de Portnoy”) pasando por el medio de su carrera (la inconmensurable “Operación Shylock”) y las del final de su dilatado camino literario (“Indignación” y otras…) y claro, es palpable que se trata de un Proto-Roth en el estilo; no existe la complejidad formal de la que luego hará gala; abundan, los diálogos cortos y, desde luego la prosa no juega con el monólogo interior de la forma en que lo utilizará luego. Sin embargo, en lo temático, asistimos a varios de los temas que serán profundizados en obras posteriores, como algunas de las citadas anteriormente.

Yendo al libro en cuestión, la historia que abre es, precisamente “Goodbye Columbus”; se refleja una típica familia judía, los Patimkin, donde su hija, Brenda, se enamorará de Neil Klugman, un judío más ortodoxo, más laxo, que tendrá que luchar contra la familia judía como institución, que se refleja en la primera visita de Neil, donde podemos ver los primeros retazos de la prosa cáustica de Roth reflejando la unión de la familia que le recibe al completo:

“Cuando aparqué delante de la casa de los Patimkin, aquella noche, todos, menos Julie, me estaban esperando en el porche: el padre y la madre, Ron y Brenda, esta última con vestido. No la había visto aún así, con un vestido puesto, y por un momento no me pareció la misma. Pero eso sólo fue la mitad de la sorpresa. A muchas de esas chicas universitarias, tan lincolnescas ellas, las piernas no les valen más que para ir en pantaloncitos cortos. No era el caso de Brenda, con ese vestido parecía como si toda su vida hubiera ido así, tan puesta, como si nunca hubiera usado unos pantalones cortos, ni un  bañador, ni un pijama; sólo aquel vestidito claro de lino. “

Neil, el narrador,  asociará a esta familia una superficialidad  que no dejará de ser un adelanto de la actitud de Brenda con respecto a su relación personal; la aparición de Harriet, prometida del hermano de Brenda solo reforzará esta actitud:

“Harriet Ehrlich me pareció una señorita singularmente inconsciente de que las personas, ella incluida, pudieran tener una razón de ser. Era todo superficialidad, y encajaba perfectamente con Ron, y también con sus padres. La señora Patimkin, de hecho hizo exactamente lo que Brenda había profetizado: apareció Harriet, y la madre de Brenda levantó un ala y se atrajo a la chica hacia la parte más abrigada de su cuerpo, donde le habría gustado acomodarse a Brenda.”

Una vez puesta esta base Roth no dejará de unirlo al ideal americano, sí, el sueño, encarnación de los anhelos de esta familia judía modelo:

“-Hay que esforzarse para conseguir las cosas. Si te quedas sentado, engordando el trasero, no llegas a ninguna parte… Los hombres más importantes del país han trabajado mucho, créeme. Hasta el mismísimo Rockefeller. El éxito no viene así como así.”

Todo ello desembocará en la terminación de su relación en una escena final entre la pareja muy clarificadora:

“-Te amaba Brenda. Por eso estaba inquieto.

-Sí, por eso me dejé yo en casa el aparato ese. Porque te amaba.

En ese momento nos dimos cuenta del tiempo verbal que habíamos empleado y nos recogimos en nosotros mismos, guardando silencio.”

Aquí está el Roth que todos conocemos en una historia maravillosa, es perfectamente reconocible, en el resto de relatos tenemos de todo:

“La conversión de los judíos”, segundo y desternillante relato, donde se hace más patente la capacidad de Roth de transformar una situación aparentemente seria en su inicio en una parodia absoluta, quizá es la historia que más carcajadas me ha despertado.

El tercer relato, “El defensor de la fe”, tenemos a Nathan Marx, un sargento del ejército que tiene que lidiar con la falta de moral de unos soldados judíos que se aprovechan de su condición con él,; otro ejemplo de la denuncia que quiere hacer patente en sus relatos y que le ganó el apelativo que comentaba al principio del comentario. Su actitud es evidente:

 “-Grossbart, ¿por qué no te puedes comportar como todo el mundo? ¿Por qué tienes que ser una chinche en costura? – Porque soy judío, mi sargento. Soy diferente. No mejor, quizá. Pero sí diferente.”

Roth elige moralmente castigar la cara de un judío que se escuda en su fe para cometer tropelías.

En “Epstein” inaugura sus relatos de ancianidad, con un Leo Epstein que buscará revitalizar su ocaso con una aventura que le traerá casi funestas consecuencias al final. No tiene nada que ver con los relatos crepusculares del autor (como “Elegía”, por ejemplo), hay un aura de optimismo, palpable, la de un escritor que comenzaba.

En el último relato “Eli, el fanático”, vuelve a reflejar la intransigencia de una comunidad judía con respecto a una yesibá que se instala en el barrio, aún siendo de la misma raza:

“Lo que ocurre es que no creemos que esta comunidad sea para ellos. Y, Eli, no creemos quiere decir que yo no soy el único que no lo cree. Los judíos de esta comunidad.”

Genio desde el principio, un libro de relatos primigenio pero muy representativo del Roth posterior. Muy accesible y leíble. Una buena obra.