Hay libros que suponen un antes y un después en tu vida lectora, a veces no es fácil que ocurra porque el listón está muy alto, máxime cuando lees una cantidad elevada de libros; este libro, mi encuentro con Carson McCullers es uno de ellos; en El corazón es un cazador solitario, al que me acerqué sin conocer nada más que el nombre de su autora, encontramos un compendio de sentimientos devastador, sobrecogedor en la aparente simplicidad de la escritura de la autora.
Me encanta la aproximación que hace Soledad Puértolas a la autora en el prólogo, ya que, en cuatro párrafos que he escogido, podemos definir las claves de su estilo y los temas que trata, voy a ellos, en primer lugar:
“La lectura de El corazón es un cazador solitario, como la de cualquier obra de McCullers, resulta fácil. El estilo no se manifiesta para enredarnos y hacer que nos perdamos. Todo lo contrario. El estilo nos centra continuamente, nos guía, nos muestra. La voz que narra sabe muchas cosas, y sigue aprendiendo, no parece dispuesta a claudicar. Nos invita a compartir su sabiduría, sus dudas y su búsqueda. Una invitación que es casi un mandato, porque está llena de convencimiento, de una seguridad que emana de lo más profundo de uno mismo, de la necesidad de encontrar una verdad, algo que explique el inmenso lío y la terrible injusticia –pero también, la desconcertante poesía- que es la vida. Los sentimientos son confusos pero el tono es firme. Aquí radica la intensidad de McCullers, en su interés por el mundo. Está dispuesta a llegar a lo más profundo de esa confusión.”
En efecto, es una obra que se lee sin dificultades, no hay complicación en las imágenes utilizadas, en las metáforas y en el vocabulario empleados, tampoco abusa de la subordinación ni de la enumeración; este estilo, caracterizado entonces por la claridad, por la precisión de los términos sirve como guía, como un timón que guiara el camino del mar de nuestra lectura; es estable pero al mismo tiempo tremendamente sólido a la hora de expresar las emociones, los sentimientos que viven los protagonistas en un mundo como el que nos refleja la norteamericana. Contrasta especialmente esta solidez del lenguaje frente la confusión de sentimientos a la que alude Puértolas; la escritura actúa, casi inconscientemente como un amplificador de lo que de verdad quiere expresar, lo que más le interesa y, por lo tanto, en lo que profundizará aún más.
El siguiente texto alude a la forma en que diseña el texto a nivel de personajes y cómo ese diseño le servirá para tratar los temas en los que quiere profundizar:
“En John Singer, el mudo, convergen todos los personajes. La autora, que meditó mucho sobre esta obra, escribió: “A causa de su sordera, la relación de Singer con el mundo exterior es vaga e imprecisa. Sus amigos pueden atribuirle todas las cualidades que les gustaría que tuviese. Cada uno de estos personajes crea su propia manera de entender al sordomudo a través de sus propios deseos.” Impresiona lo meticuloso del plan, la conciencia plena de lo que la autora tiene entre manos. Su propósito declarado es “la rebeldía del ser humano contra su aislamiento interior y la necesidad que siente de una expresión personal lo más plena posible.” McCullers está evidentemente interesada en una lucha desigual. Sabe que las posibilidades de perder son grandes. “He aquí a estos heroicos perdedores,” nos dice. Un mudo, un borracho comunista, un anciano médico de raza negra, el dueño de un bar, que observa y compadece, una adolescente inquieta… Frustraciones e insatisfacciones personales en un marco social caracterizado por la desigualdad y donde las injusticias que padecen sobre todo las personas de raza negra nos hacen estremecer.”
El faro que sirve de vehículo narrativo es la figura de John Singer, el personaje mudo en el que convergen todos los personajes, especialmente, por supuesto, su amigo Antonapoulos (el otro mudo); los otros cuatro representan polos opuestos que van desde el tabernero Biff Brannon al doctor negro Benedict Mady Copeland pasando por el comunista alcohólico Jake Blount y terminando con la chica adolescente Mick Kelly. Gracias a la sordera, Singer vive aislado en una sociedad a la que no puede llegar en plenitud, la única persona a la que se siente verdaderamente unido está lejos de él (el otro mudo), por lo tanto adopta un tono adecuado con el resto de personas, son ellas las que modelan a Singer, convirtiéndole en aquello que necesitan encontrar, en una persona para sentirse felices; Singer se convierte en el epítome de la amistad, en un elemento consolador para satisfacer las frustraciones e insatisfacciones a las que se van enfrentando cada uno de ellos. No deja de ser paradójico que un mudo sea la solución ante los problemas de la gente y alude directamente a la falta de comunicación que se produce en nuestros días, una falta de comunicación que evita que compartamos nuestros problemas con personas como nosotros, ellos descargan sus dificultades en la imagen idealizada de su amistad encarnada en el ubicuo Singer.
A través de las palabras que nos ofrece podemos asomarnos a una cualidad del amor que no esperamos: la no-correspondencia. Esta cualidad nos abruma cuando la vemos aplicada a nuestro protagonista en cuanto a su relación con el otro mudo:
“El ejemplo más sobrecogedor del amor generoso, que se da sin esperar correspondencia, lo encarna el amor que siente Singer por el otro mudo, el griego Antonapoulos. Cada vez que nos asomamos a este abismo de amor, nos estremecemos, doloridos. Qué doloroso puede ser amar, qué solitario.”
Este dolor es palpable casi en nuestras propias carnes, podemos entender la desesperación del protagonista ante los hechos que acontecen; ciertamente, nos encontramos ante un amor sin límites que se sustentaba en una amistad que se malogra. Al perder esa amistad, la verdadera ancla que le unía a la vida, pierde su sentido. Es por ello que ese impactante momento que llega casi al final es un abismo de sentimientos que no tienen fin y en el que nos sentimos reflejados:
“Carson McCullers, en suma, pertenece a esa estirpe de escritores que nos obligan a mirarnos a nosotros mismos, a pensar, como lo hacen sus personajes, en quiénes somos, dónde reside nuestra identidad, nuestras debilidades, nuestra fuerza. Era una escritora extremadamente consciente de lo que hacía. “El aislamiento espiritual es la base de la mayoría de mis temas. Mi primer libro –este que ahora tienes en las manos, lector- se ocupaba de ello, casi en su totalidad…” “El amor, y en especial el amor por una persona que es incapaz de corresponder o de recibirlo, está en el núcleo de mi selección de figuras grotescas objeto de mis obras: personas cuyas deficiencias físicas son un símbolo de su incapacidad espiritual para amar o recibir amor, de su aislamiento espiritual.” No olvidemos que, también según sus propias palabras, “la buena prosa de be estar fundida con la luz de la poesía” y “la imaginación es más verdad que la realidad.” Sí, esto es Carson McCullers: deformación, intensidad, poesía, verdad.”
De ahí que su principal virtud sea conseguir que los personajes, atormentados por su amor no correspondido, por su aislamiento espiritual, se conviertan en verdaderos prototipos de nuestros propios sentimientos; conseguimos ver en ellos reflejadas nuestra propias confusiones y frustraciones y nos parecen tan reales como la vida que vivimos.
Solo hay que irse a su prosa para encontrarnos evidencias de esta poesía cargada de franqueza, tal es el caso de Mick Kelly y su especial sensibilidad musical; especialmente bellas son las imágenes que utiliza para expresar la escucha de la música clásica (“trocitos coloreados de caramelo” y “la cosa más suave y triste”); poesía en nuestros oídos:
“Era algo extraño, pero casi continuamente estaba oyendo en el fondo de su mente algo así como una pieza de piano u otra música. Hiciera lo que hiciera, o pensara lo que pensara, casi siempre estaba allí. Miss Brown, que se hospedaba con ellos, tenía una radio en su habitación, y durante todo el invierno último estuvo sentada en la escalera los domingos por la tarde, escuchando los programas. Probablemente se trataba de obras de música clásica, pero eran estas las que ella recordaba mejor. Había un tipo especial de música que le encogía el corazón cada vez que la oía. A veces, esta música era como trocitos coloreados de caramelo, y otras era la cosa más suave y triste que jamás imaginara.”
Y cómo la presencia de dicha música en su mente le sirve para pintar una nueva forma de aislamiento espiritual: ese que sientes a veces aunque estés rodeado de gente:
“La cálida tarde transcurrió lentamente, y Mick seguía sentada en la escalera, sola. La música de aquel tipo, Motsart, aparecía otra vez en su mente. Era extraño, pero Mister Singer le recordaba esta música. Deseó ardientemente encontrarse en algún lugar donde pudiera cantarla a voz en grito. Había músicas que eran demasiado íntimas para cantarlas en una casa atestada de gente. Era extraño, también, lo sola que podía sentirse una persona en una casa llena de gente. Mick trató de imaginarse un buen lugar íntimo al que poder ir y estar sola y estudiar aquella música. Pero aunque estuvo pensando en ello largo rato, sabía desde el inicio que no existía semejante sitio.”
En el caso de Jake Blount su aislamiento viene por la falta de comprensión ante lo que él cree justo y razonable, nadie le comprende y eso se convierte en un obstáculo para relacionarse en un mundo incongruente y, sobre todo mediocre:
“La verdad es que me gustan las palabras: Materialismo dialéctico…Tergiversación jesuítica… -Jake desgranaba las sílabas en su boca con amorosa solemnidad-. Propensión teleológica. –El mudo se secó la frente con un pañuelo cuidadosamente doblado-. Pero lo que quiero decir es esto. Cuando una persona sabe, y no puede conseguir que los demás comprendan, ¿qué puede hacer? –Singer se esforzó en coger un vaso de vino, lo llenó hasta el borde y lo puso firmemente en la magullada mano de Jake-. Emborracharme, ¿eh?”
“Nadie puede vivir sin prestar su aceptación pasiva a la mezquindad. Alguien tiene que agotarse por completo por cada bocado que comemos y cada pedazo de tela que llevamos puesto.. y nadie parece darse cuenta. Todo el mundo está ciego, mudo, obtuso…, estúpido y mezquino.”
Singer actúa, como ya dije anteriormente como nexo de unión de todas estas personalidades que se sienten abandonadas sin su presencia, simplemente con la expresión de sus ojos consigue que se sientan bien y, sobre todo, queridos:
“Poco después de que Singer regresara a su habitación de la casa de huéspedes, Mick y Jake Blount y el doctor Copeland empezaron a venir nuevamente. Todos querían saber dónde había estado y por qué no les había advertido de sus planes. Pero Singer fingió que no entendía las preguntas, y su sonrisa era inescrutable.
Uno a uno iban llegando a la habitación de Singer para pasar las tardes con él. El mudo se mostraba siempre pensativo y tranquilo. Sus ojos, tan llenos de matices, aparecían graves como los de un hechicero. Mick Kelly y Jake Blount y el doctor Copeland llegaban y se ponían a hablar en la silenciosa habitación, porque sentían que el mundo siempre comprendía, fuera lo que fuera lo que quisieran decirle. Y tal vez incluso más.”
Copeland es utilizado por la escritora para reflejar cuestiones de raza, sus preocupaciones ante una posición, la de la población negra, que se sentía desubicada en el sueño americano, inútil ante una vida de esclavitud, de amargura continua que no les ayuda a evolucionar, muy al contrario, se sienten bajo el yugo de su color de piel que ordena todo lo que les pueda suceder de una manera estructural:
“Muchos se dedican a encerar y pulir resbaladizos suelos de bonitas mansiones. O conducen automóviles para personas ricas demasiado perezosas para conducir ellas. Nos pasamos la vida haciendo miles de trabajos que no son de verdadera utilidad para nadie. Trabajamos y la totalidad de nuestra labor se desperdicia. ¿Es eso servicio? No, es esclavitud.
Trabajamos, pero nuestro trabajo se desaprovecha. No se nos permite servir. Vosotros, los estudiantes que esta mañana estáis aquí representáis a los pocos afortunados de nuestra raza. A la mayoría de nuestra gente no se le permite ir a la escuela. Por cada uno de vosotros hay docenas de personas jóvenes que apenas si saben escribir su nombre. Nos niegan la dignidad del estudio y la sabiduría.
De cada uno según su capacidad; a cada uno según sus necesidades. Todos los que estamos aquí sabemos lo que es padecer verdaderas necesidades. He ahí una gran injusticia. Pero hay una injusticia todavía más amarga que ésa…, que se le niegue a uno el derecho a trabajar según su capacidad. Trabajar toda una vida inútilmente.”
Por si fuera poco, también aprovecha el papel de Mick para reflejar cuestiones de género que también aparecen como algo estructural. Ese ventajismo del que goza un muchacho por ser solamente un hombre frente a su caso:
“-Se me ha ocurrido una cosa –dijo Mick-. Un chico tiene más ventaja que una muchacha. Quiero decir que un chico por lo general consigue un trabajo a horas que no le impide ir a la escuela y le deja tiempo para otras cosas. Pero no hay trabajos así para las muchachas. Cuando una quiere un empleo tiene que dejar la escuela y trabajar todo el día. Tanto como me gustaría a mí ganar un par de dólares a la semana, como tú, pero no hay manera. “
El hecho de ser Singer el sostén del relato sirve como desencadenante de la última parte; en su ausencia los personajes que rondaban, que flotaban alrededor de él, pierden su rumbo, no saben a dónde dirigirse, se vuelven inestables, como es el caso de Copeland en permanente fuga tras un estallido de violencia:
“Sólo le quedaban cuatro manzanas para recorrer y entonces se hallaría sin duda a salvo. El miedo le había cortado la respiración, de modo que estaba jadeando. Cerró los puños y bajó la cabeza. Luego, de pronto, redujo la marcha y se detuvo. Estaba solo en un callejón, cerca de la calle principal. A un lado estaba la pared de un edificio y se desplomó contra ella, jadeando, la gruesa vena que le cruzaba la frente inflamada. En su confusión había cruzado toda la ciudad para llegar a la habitación de su amigo. Y Singer estaba muerto. Empezó a llorar. Sollozó ruidosamente, y gruesas lágrimas le corrían por la nariz, mojándose el bigote.”
También se demuestra que, ante la falta de lo que da sentido a su vida, cada personaje deberá evolucionar para seguir adelante o rendirse en ese mismo momento; tal es el caso de Biff, el tabernero que siente una epifanía en las últimas páginas, una epifanía contradictoria, es capaz de ver el esfuerzo y el valor de aquellos que aman pero, al mismo tiempo se da cuenta de la dificultad que supone enfrentarse a esta nueva situación, volviendo a plantearse el grotesco monstruo del que hablaba la escritora: el amor nunca correspondido.
“El silencio de la habitación era profundo como la propia noche. Biff estaba paralizado, sumido en sus meditaciones. Entonces sintió de repente como un intenso estímulo en su interior. El corazón le dio un vuelco, y apoyó la espalda contra el mostrador para sostenerse. Porque en un fugaz resplandor captó una vislumbre del esfuerzo y del valor humanos. Del interminable y fluido paso de la humanidad a través del tiempo infinito. De aquellos que trabajan y de aquellos que –tan sólo una palabra- aman. Su alma se expandió. Pero sólo por un momento. Porque en su interior sintió una advertencia, un rayo de terror. Se hallaba suspendido entre los dos mundos. “
Qué abismo de emociones nos ofrece Carson McCullers. Qué lectura inolvidable.
Los textos provienen de la traducción de Rosa Maria Bassols de El corazón es un cazador solitario de Carson McCullers