About Mariano Hortal

Mariano Hortal (Madrid, 1976), Ingeniero Técnico de Telecomunicaciones y ahora Licenciado en Filología Inglesa. Después de casi 15 años trabajando en el sector, se convierte en abanderado de todo aquello que signifique cultura. “La literatura y la Ópera son mi pasión… aunque también canto en mis ratos libres (que son pocos). No me faltan ganas e ilusión ahora que comienzo esta nueva andadura.” Me podrás encontrar en esta página y como corresponsal de www.operaworld.es a las órdenes de Francisco García Rosado desde el 7 de enero del 2013 “Deja un poco de la tristeza que llevas encima y empecemos una nueva aventura”

“Luz por todas partes” antología poética de Cees Nooteboom

luztodaspartesAcababa de terminar de leer la inencontrable “Así puede ser” de mi holandés favorito, una antología de su obra poética hasta 1999 realizada por Huerga y Fierro cuando, justo este año, acabo de ver publicada su antología más reciente por la editorial Visor de libros: hablo de “Luz por todas partes” y recoge poemas del autor desde “El poema negro” (1960) hasta el homónimo título del 2012. Por lo tanto, engloba la mayoría de lo que ya salió antes y se complementa con obras más recientes. De hecho, la traducción e introducción de los textos que voy a poner pertenecen a la misma persona, Fernando García de la Banda. Es decir, se puede omitir la compra de la primera, ya que esta segunda es completísima, y ya que hablo de ella en general, es excepcional.

Y no me ahorro apelativos porque, sinceramente, no soy muy dado a leer poesía, debido a mi inclinación natural a leer ficción y tengo que reconocer que, últimamente, leo bastante más del primero y la culpa la tienen autores tan diversos como el surcorenano Ko Un (del que hablé por aquí…), el holandés que ya todos conocéis y del que hablaré a continuación y, más ortodoxo, Ted Hughes, por demostrarme el místico término del aliento y la energía poética y que está presente en su estimulante obra. Y no solo la leo, sí, la disfruto muchísimo.

En la exhaustiva introducción, el traductor expone muy acertadamente las características generales de la poesía de Nooteboom y es relevante cuando al hilo de la dificultad de sus poemas indica lo siguiente: “El hermetismo citado no ha de extrañar, si tenemos en cuenta que el concepto clave de su poesía –junto con el ver, el mirar- es el enigma o misterio, ‘radseel’ en neerlandés  (que en su acepción más lúdica significa también ‘adivinanza’, ‘acertijo’).  Nooteboom concibe la literatura, y en general todo el arte, como una indagación en el misterio: ‘El gran arte te enreda en enigmas que tienes que resolver.”

Característica que, en mi opinión, constituye uno de sus mayores encantos.

En dicha introducción a la manera de prólogo también informa sobre el proceso “traductológico”, seguido con las dificultades generales de traducción de la poesía neerlandesa y en particular la de Nooteboom y constituye una guía de introducción para principiantes de inestimable valor para el mayor disfrute de lo que viene después.

Lo único discutible o a lo que se le podría poner un pero es la falta de imágenes  que sirven de inspiración a algunas antologías poéticas como la de “Autorretrato de otro” (de la que hablé en este enlace) y el orden cronológico inverso en el tiempo, de más reciente a más antiguos. Parecía más lógico haberlas colocado en orden inverso: de más antiguos a modernos para ver la evolución. De todos modos esto no ensombrece un resultado final grandioso del que os voy a poner a continuación una pequeña muestra de los poemas que demuestran su eclecticismo a la hora de elegir temas, su manejo de estructuras variadas y su sensibilidad.

De “Luz por todas partes” (2012), este “Fuera” es un canto a cada momento que vivimos:

 

No voy ahora fuera,

ya estoy fuera. A medio camino entre la palmera

y la higuera. Bajo la media luna,

a siete horas del rocío.

Gotas sobre el plumbago.

 

¿Cómo se llama cada hora

de la noche, cómo cada minuto

de la hora? Si los días tienen nombres,

¿por qué no los minutos?

 

Cada instante de nuestra vida

debería tener un nombre

que no se pareciese al nuestro,

que nos olvidase. Cada segundo

una cifra en un registro

 

de atisbos, murmullos

escuchados, versos

trabados con diarios,

susurros de escarcha y nieve,

el poema más lento

de la duración.

 

Y este fragmento de “Borges” que refleja a la perfección lo indefinible de la producción del enigmático autor:

 

[…]

Así arrojaste tu obra

al tiempo, palabras, un día empezadas como nada,

como pensamiento, como frase, como poema,

escritura transformada en libro

de mármol, y luego hundiéndose

perdida, corroída

por mil ojos aún no nacidos,

otra vez convertida en palabras sin poeta,

y más aún, letras en la piedra más y más ilegibles,

susurro de fragmentos,

el eco enigmático de un tiempo prehistórico,

 

hasta esa única y última

redención,

 

alcanzada

ausencia

 

En la mencionada “Así pudo ser (1999)”, “Quimera” representa uno de sus estudios de la identidad, cómo somos, cómo se construye:

 

Nunca fuiste quien quisiste ser,

quien creías que eras.

El traje equivocado

en un mundo volcado.

 

Siempre has ido con la mentira,

la más antigua prometida, nunca creíste

que los dichos cercanos

 

son los más íntimos. Para ti era

más familiar la aparición

que el primer pensamiento,

 

tenías demasiado  mundo, demasiado musgo

en tu estatua, estabas

con el libro que tú mismo no querías leer,

 

un hombre de carne que se volvió de cal,

un ángel de sombra, solo,

y envuelto en el vacío oficio

de tu nombre.

 

Y “Acertijo”, el más idiosincrático para mí, ¿es él la persona a la que se está refiriendo? Yo creo que sí y que emparenta con esa necesidad de resolver enigmas en el arte a la que se refiere el propio autor:

 

El grillo es el monje del pájaro.

Su madre un cardo,

su hija un guijarro.

 

¿Y yo? Yo construyo mi nido

en las algas ondulantes

y me sumerjo en el acertijo

 

donde se está fresco

y se percibe el aroma

de un tiempo sin fin.

 

Podría poner más muestras, pero voy a finalizar con un poema de la recopilación “Ausente, presente” (1970) y esta joya:

 

NADA

La vida

deberías poder

recordarla

como un viaje al extranjero

y con amigos o amigas

comentarla luego

y decir

no ha estado mal

la vida,

y ver pasar jirones de mujeres, misterios

y paisajes

y luego recostarte satisfecho

pero los muertos no pueden recostarse.

Ni tampoco pueden hacer nada.

 

Espero que la vida se convierta siempre en algo que disfrutes gracias a la gran literatura. La de autores como Cees Nooteboom.

“Joyland” de Stephen King

JoylandHCParques de atracciones, vicioso asesino en serie, género policial, relato de formación, emoción.

Una novela que tiene estos cinco elementos no podía fallar. Y no lo hizo.

Por si alguien no lo tiene claro se trata de la última novela de Stephen King publicada en España y su nombre es “Joyland”. Esta novela la publicó directament en el sello “Hard Case Crime” , diferente al suyo habitual y que sigue la siguiente filosofía: “Hard Case Crime brings you the best in hardboiled crime fiction, ranging from lost noir masterpieces to new novels by today’s most powerful writers, featuring stunning original cover art in the grand pulp style.” Uno de sus sellos son las portadas, solo tenéis que ver a continuación la del título en EE. UU. de esta novela reproduciendo esas maravillosas portadas pulp.

La novela reproduce uno de los temas que ya ha abordado habitualmente King en otras novelas, y es el del relato de formación (“coming of age”), ese paso de la adolescencia a la madurez que tienen que afrontar sus personajes y que suele servirse de hilo conductor; aderezado en este caso con algunos elementos sobrenaturales y la presencia de un asesino en serie como amenaza.

Talento es el que tiene siempre para presentar la época en la que se encuentra el protagonista, el siguiente párrafo lo atestigua, en un par de plumazos una época se dibuja con la suficiente exactitud para que nos introduzcamos en el momento:

“A la ida o la vuelta, siempre los saludaba, y el chico me devolvía el saludo. Ella no, al principio. 1973 fue el año del embargo petrolero de la OPEP, el año en que Richard Nixon anunció que él no era un maleante, el año en que Edward G. Robinson y Noel Coward murieron. Fue el año perdido de Devin Jones. Yo era un chico de veintiún años, virgen y con aspiraciones literarias. Tenía tres pares de pantalones vaqueros, cuatro pares de calzoncillos Jockey, un Ford que era una chatarra (pero con muy buena radio), ocasionales pensamientos suicidas y un corazón roto.

Dulce, ¿eh?”

Para evidenciar que estamos ante un relato de formación, qué mejor que poner la narración en la primera persona del protagonista: Devin Jones; consigue ponerse perfectamente en la mentalidad de un chico de veintiún años y de esta manera gana la involucración emocional del lector, tanto del adolescente como el más adulto que conoce las implicaciones de este tipo de historia: 

“Con veintiún años, la vida es una mapa de carreteras. Es solo cuando cumples los veinticinco o así que empiezas a sospechar que has estado mirando el mapa al revés, y no es hasta que alcanzas los cuarenta que estás completamente seguro de haberlo hecho. Para cuando tienes sesenta, fíate de mí, uno está más perdido que la hostia.”

A través de un “feriante de feriantes” conocemos cómo es la vida en un parque de atracciones y le añadimos un poco de sabiduría popular:

“La historia es la mierda colectiva y ancestral de la raza humana, un enorme montón de porquería que no para de crecer. Ahora mismo nosotros estamos en la cima, pero muy pronto quedaremos enterrados bajo la caca de las generaciones venideras. Por eso las ropas de vuestros viejos parecen tan graciosas en las fotografías viejas, por citar un ejemplo”.

joyland-9788415725084De fondo se aprecia la amenaza, ese posible asesino en serie que ya actuó en el pasado. En la sombra podemos discernir elementos sobrenaturales pero se racionan con sabiduría, no hay que saturar al lector. La maduración del protagonista va acometiéndose, el final del primer amor parece una buena forma de avanzar en este tortuoso camino que es la vida.

“El final de mi primer amor no puede compararse ni de lejos con la muerte de un viejo amigo ni con el duelo de otro, pero siguió el mismo patrón. Exactamente el mismo. Y si me pareció el fin del mundo –primero por provocar ideas suicidas (por muy tontas y poco entusiastas que pudieran ser) y segundo un movimiento sísmico, en el previamente incuestionable curso de mi vida-, hay que comprender que no disponía de ninguna escala con la que juzgarlo. A eso se le llama ser joven.”

Sin descuidar los pequeños detalles, un fantasma, un augurio, alguna pista más para poder resolver el misterio, una cita en el sitio adecuado: la trama queda planificada como un reloj. Una de las características de King en este tipo de libros es que suele utilizar lo sobrenatural para resolver la trama, por ser esperable no deja de estar bien resuelto; en esta ocasión, en un giro final que deja sin aliento, en una escena cargada de tensión.

La coctelera con todos estos ingredientes saca una mezcla brutal con un thriller pleno de intensidad y que no decepcionará a la mayoría de lectores. El Sr King sigue ofreciendo buenas historias y nos llama la atención:

“-Algunas personas ocultan sus verdaderas caras, cariño. A veces se distinguen sus máscaras, pero no siempre. Hasta la gente con gran intuición puede ser engañada.”

El avance hacia la madurez está plagado de obstáculos, no siempre podemos preverlos pero debemos tener la capacidad de superarlos.

Textos de la traducción del inglés de José Óscar Hernández Sendín para esta edición de “Joyland” 

“Cartas a Poseidón” de Cees Nooteboom

cartas-a-poseidon-9788498419993Es muy dado Cees Nooteboom a tomar como musa inspiradora de sus escritos el elemento más impensable, ya hablé al respecto con su “Autorretrato de otro”  donde se daba uno de estos casos.

En esta ocasión una servilleta con el nombre de Poseidón escrito en letras azules en un restaurante al azar en Múnich supone el desencadenante para que el holandés escriba unas cartas al dios con lo que ve, oye y piensa. Sigue una estructura sencilla donde alterna cartas directas a Poseidón que se van alternando con otras que pueden ir (o no)  directamente relacionadas con él y que poseen títulos diversos; además, cada una de estas notas, cartas, etc. vienen complementadas con notas e imágenes al final del libro.

En estos libros de viajes nos encontramos con la faceta en la que saca su lado más lírico; el resultado, a pesar de algún texto irregular, es maravilloso. Un triunfo de lo sensorial con algunas cotas que alcanzan lo sublime; aprovechando precisamente su lectura, totalmente satisfactoria, me gustaría citar algunos de estos momentos:

En ‘Bayreuth’: “Ocurre cada verano, con las misma certeza que Wimbledon o el Tour de Francia. De repente penetran en mi jardín mediterráneo sonidos alemanas. Sonidos aún inseguros, que no saben si son bienvenidos. Metales, timbales, voces altas y duras. Como sondeándolo todo. Noto que todo mi jardín se pone alerta, a la defensiva. Las palmeras, el hibisco, los cactus, el papiro, plantas que no sobrevivirían en la bruma fría del norte. Pero la música no tiene compasión, disfruta de su poder. A mis oídos llegan los tonos sostenidos alemanes, los sonidos militantes del coro, esa otra lengua cortante, las cornetas de caza, el crescendo de una gran orquesta, la traición de Tristán que entrega a Isolda a su rey, la furia de ella, el grito de dolor que disfrazado de canción corre junto al lila claro del plumbago y, como una súbita tormenta, cruza veloz la buganvilla que deja en la tierra manchas moradas. Y yo ahí en medio, desterrado, un jardinero nórdico bajo los olivos, apresado en la contradicción de mi vida.”

¿Hay mejor forma de describir la música de Wagner en su templo Bayreuth? Qué catálogo de imágenes que juegan con la vista y el sonido: “La música no tiene compasión, disfruta de su poder”.

‘Libros’ contiene el siguiente párrafo: “Al principio no reconozco otro sonido que el rumor del agua que corre, pero luego percibo por debajo de ese suave rumor un murmullo cada vez más intenso y furioso, como un coro que cantara con los dientes apretados, un zumbido átono y siniestro que no desvela ningún significado, un agobiante lamento de tinta y papel, el sonido que emiten los libros cuando saben que son quemados o ahogados, el dolor por lo que ya nunca más será leído.”

Capacidad innata de encontrar la metáfora más acertada que describa lo que quiere decir, vuelve a jugar con esa fusión de sonido y visión y se suma el olor ahora. Qué imagen más bella la de “agobiante lamento de tinta y papel”.

Una de esas maneras que tiene de ligar textos con el dios la tenemos en el texto ‘Chica’, sencillo, onírico: “Entonces la oigo. Al principio el sonido es muy flojo, aún no sé de dónde viene. Luego un poco más fuerte y entonces consigo localizarla. Una chica sentada con su guitarra sobre un bordillo de piedra, más abajo, junto a una especie de dique, las piernas colgando sobre el agua. Está sola, su voz es aguda y fina. Entona una canción en su lengua que resuena por toda la bahía y, cuando ya me he alejado un buen trecho, la sigo oyendo, una mujer cantándole al mar. Seguro que el dios también la ha oído, no puede ser de otra manera.”

Una simple foto amarillenta en el artículo ‘Bal des Ambassadeurs’, encontrada en el mercadillo bonaerense de San Telmo, le sirve para deleitarnos con el paso y la evocación del tiempo: “Haciendo un esfuerzo de concentración, oigo fragmentos de palabras y frases: Masaryk, Rijnland, Múnich, pero estas desaparecen enseguida o se ocultan detrás de otras palabras más inocentes: foxtrot, mañana, champán, recepción. Las bocas abiertas o entreabiertas, frases políglotas congeladas al mismo tiempo que su significado, y entre pasos de baile y trajes de noche, entre flirteos y espionaje, entre hombres y mujeres, la música y el misterio del tiempo.”

Me gustaría acabar con una pequeña dosis de una de las cartas que dirige directamente al dios,  ‘Poseidón XXII’: “En un barco pequeño se percibe mejor la infinitud del mar, es como si una fuerza tirara de la embarcación. Cuando de noche estás solo en la cubierta y miras fijamente el movimiento de las olas, la existencia se torna una infinita pregunta sin respuesta. Algo así será. Más adelante visité tus templos vacíos en el cabo Sunión y en Segesta, Sicilia. Envoltorios clásicos de extraordinaria belleza, poderosas columnas dóricas con el cielo como techumbre, donde la imaginación transforma el susurro de los árboles en voces humanas que tal vez aún hablen de ti o tal vez no. Y aquí, donde me encuentro ahora, tengo el mar y con él te tengo a ti siempre a mi alrededor. ¿He logrado así estar más cerca de ti? Creo que no, porque sigo buscándote. Cuanto más leo sobre ti, más identidades adoptas, normalmente no muy amables.”

Lo fascinante del mar en su aparente infinitud. Nooteboom, poeta siempre, buscando la sublimidad.

Textos de la traducción del neerlandés de Isabel-Clara Lorda Vidal para esta edición de “Cartas de Poseidón” de Siruela.

“Los relámpagos de agosto” de Jorge Ibargüengoitia

los-relampagos-de-agosto-9788490066331“Los relámpagos de agosto” es la primera novela de Jorge Ibargüengoitia (1928-1983), escritor y periodista mexicano y que ahora vemos publicada gracias a RBA. Para la ocasión, el descacharrante mexicano escogió narrar una serie de acontecimientos históricos (los de la revolución mexicana) pero de una forma distinta, ya que cambió sus nombres y, de esta manera, pudo utilizar la sátira para diseccionar con afilado bisturí los sucesos más significativos de dicho hecho.

La frontera entre ficción y realidad, por lo tanto, es difusa, pero perfectamente reconocible a través del elemento conductor: la ridiculización de cada hecho que va sucediendo. Esta sátira, además, no puede por menos que arrancarte carcajadas; tenemos así el momento en el que nuestro Guadalupe, sin par protagonista y narrador de todo lo que sucede, asiste a un funeral y su comentario jocoso ante un hecho que, sin embargo, debería ser serio:

“Zenaidita nos empujó hasta el féretro.

-Mírenlo, parece que está dormido.

Juro que nunca vi un cadáver tan desfigurado.”

Sin embargo, en el reflejo de los tejemanejes entre los generales, con Lupe como protagonista, es donde exprime al máximo sus capacidades de satirización, solo tenemos que ver la reunión de generales en la que se comenta:

“-Tengamos en cuenta, compañeros, el mal efecto que causará en la opinión pública cualquier intento de anulación del inciso N.

Aquí intervino Trenza, que después de todo, era el Héroe de Salamanca, el Defensor de  Parral y el Batidor del Turco Godínez, para decir por qué parte del cuerpo se pasaba a la opinión pública.

Todos prorrumpimos en aplausos, ante una actitud tan varonil […]”

Esta broma le sirve para caricaturizar, no demasiado benignamente, a este colectivo del ejército que ante una decisión que puede hacer daño al pueblo reacciona con un instintivo gesto de hombría de dudoso gusto que, sin embargo, jalean todos ellos.

No solo el ejército sale malparado del agudo análisis de Ibargüengoitia; los políticos, en general, ; los altos mandatarios dan una imagen en la novela que, desgraciadamente, se acerca mucho a una realidad que no varía según pasa el tiempo; así en una conversación entre Lupe y Vidal Sánchez podemos ver las características que debe tener una persona para gobernar:

“-Para alcanzar este fin -es decir, el gobierno revolucionario- debemos estar unidos, y nadie se une en torno a una figura enérgica, como tú, como yo, como González; necesitamos a alguien que no tenga amigos, ni enemigos, ni simpatías, ni planes, ni pasado, ni futuro: es decir, un verdadero fantoche. Por eso escogí a Eulalio.”

Para complementar esta visión no puede faltar lo que ya comenta más adelante….

“[…] Juan era un candidato perfecto, tenía una promesa para cada gente y nunca lo oí repetirse… ni lo vi cumplir ninguna, por cierto.”

En fin, un ejemplo maravilloso sobre cómo el humor puede servir para pintar la realidad. Una novela más que recomendable, necesaria.

“Un paraíso inalcanzable” de John Mortimer

un-paraiso-inalcanzable-9788415625278Auguro que este año va a ser muy difícil hacer mi habitual selección de libros favoritos; si digo esto, es precisamente por la cantidad y calidad de las obras que están saliendo;  teniendo en cuenta que, además, solo llevamos la mitad del año…. Sinceramente la cosa promete, más sabiendo algunas de las novedades que vienen para septiembre y octubre.

Una de las candidatas a este top de mis libros favoritos es sin duda “Un paraíso inalcanzable” del británico John Mortimer, ¿exagero al decir que esta novela de 1983 se ha convertido ya en un clásico instantáneo? Para nada, a continuación daré las razones para el entusiasmo:

-En primer lugar, el punto de partida, la trama que nos propone Mortimer encierra un enigma, un misterio ¿por qué Simeon Simcox deja parte de su herencia, la más importante, a un político conservador (Leslie Titmuss) y con ideas radicalmente distintas en detrimento de su propia familia? Este primer nivel presagia una trama en la más pura tradición policíaca, algo a resolver y que será la base argumental que dará consistencia a toda la novela.

-En segundo lugar, con la base anterior, la estructura que plantea se ordena según esto; tendremos que conocer el pasado de los personajes para poder resolver la cuestión principal. Para ello, se producen continuos saltos de tiempo, vamos adelante y atrás sin un orden establecido, solo el que el autor establece a su criterio (a principio, al final del capítulo, entre medias, varias veces en el capítulo…); la apariencia es la de un puzzle, ya que necesitamos conocer todas las piezas para llegar al final; esta estructura no sirve solo para la trama sino también para pintar los  personajes (especialmente las dos familias principales), dando una gran riqueza a la narrativa. Esta falta de linealidad ayuda a que se convierta en algo más retador.

-En tercer lugar, los siguientes párrafos ayudan a comprender un tercer nivel de lectura:

“Inglaterra entró en la década de 1960.

En el gran mundo de la política, sesenta y nueve africanos fueron asesinados en Sharpeville y Simeon Simcox escribió más de sesenta y nueve cartas. “El amante de Lady Chatterley” fue declarada una lectura apta para el pueblo inglés, acontecimiento que no tuvo ningún efecto notable en el romance de Fred y Agnes Salter. En la Asociación Conservadora de Harstcombe, la sensación general era que el señor Macmillan estaba en la gloria y que en el mundo todo iba más o menos bien. En este ambiente confiado, la asistencia a las veladas de las Juventudes Conservadoras empezó a decaer, pero Leslie Titmuss nunca se perdió ni una reunión.”

“A mediados de los febriles años sesenta, parecía que los ingleses tuvieran la obligación de pasárselo bien, pero la mayoría no lo lograba. Un ruso y un americano anduvieron por el espacio sin que eso le sirviera de mucho a nadie. Los Beatles recibieron sus condecoraciones del Imperio Británico y, según se dijo, fumaron cannabis en los aseos del palacio de Buckingham. Aviones estadounidenses bombardeaban Vietnam del Norte, pero ya nadie hablaba del holocausto nuclear. Hasta las cartas de Simeon a The times se volvieron menos frecuentes y más benignas. Fue entonces cuando Fred se convirtió en médico.”

“La huelga de mineros, aquella prolongada guerra por las minas agonizantes y los agonizantes pueblos y aldeas, apenas tuvo eco en Hartscombe. Una pequeña cuadrilla de piquetes se apostó ante la cervecera con pancartas que rezaban: “La cerveza es nuestra”, “Salvemos 300 empleos”, “Exigimos el derecho a trabajar” y hasta “¡Que beban los trabajadores! .“

A lo largo de los capítulos y, sin un orden aparente que puedas esperar, se suceden los frescos de la sociedad inglesa según los saltos temporales que se van produciendo; por lo tanto, vemos la dimensión social de lo que está sucediendo y, además, aprovecha para unirla a las vivencias de sus personajes en dicho momento histórico  y cómo les afecta. Esto ofrece otra posibilidad de disfrute más allá de la trama principal.

-En cuarto lugar, los personajes; todo lo anteriormente citado puede haceros una idea de la riqueza de detalles con la que los personajes aparecen cincelados. En efecto es fácil identificarlos y, naturalmente, empatizar con ellos; especialmente fascinante es Leslie Titmuss, figura indispensable y gran protagonista:

“Simeón miró al joven que tenía delante (Leslie) y se preguntó, no por primera vez, cómo sería haber nacido sin capacidad para dudar. ¿Sería una bendición, una maldición o una simple carencia física, como nacer sin sentido del olfato?”

O Charlie Simcox, el joven airado, de él surgen algunos de los momentos más humorísticos del libro (otra de las razones que podrían aparecer para recomendarlo), como podemos ver en esta conversación con su posible editor:

“-¿No le gusta el final? […]

-¡Me parece conmovedor! Me parece muy artístico. Creo que muestra una autenticidad que cala muy hondo, aunque quede como un poco gilipollas. Pero ¿quién diablos va a pagar dos dólares, además de lo que hoy en día cuesta comer fuera, el aparcamiento y la canguro, para ver la historia de un gilipollas? Creo que mi socio pondrá pegas a su final. Algunas personas solo piensan en el dinero.”

-Y dejo para el final lo que, contrariamente, aparece al principio: toda una declaración de principios de lo que Mortimer entiende que debería ser una novela, en boca del joven airado:

“-Qué haces? –Leslie interrumpió su trabajo para preguntar.

-Escribo una novela.

-¿Qué es una novela?

-Es un retrato de nuestra sociedad, de la cabeza a los pies. Una historia humana.”

Esta novela se convierte en un retrato de la sociedad desde lo macro, la sociedad al completo y los acontecimientos que comenté anteriormente hasta lo micro, las particularizaciones individuales de esos hechos y su influencia sobre las personas,  a lo largo del tiempo desde la postguerra británica hasta los tiempos de Margaret Thatcher; reflejo del zeitgeist de una sociedad: la inglesa.

Es tal la cantidad y variedad de lecturas que admite este evento literario tan jubiloso que no puede dejar indiferente a casi nadie y puedo casi estar seguro que debería gustar a la mayoría de las personas que la lean, se me antoja imprescindible conocerla. Entre otras cosas porque, por si fuera posible decir algo más, el gran John Mortimer realza en la parte final la importancia de la libertad individual de cada persona, libertad que está por encima de cualquier predestinación y herencia recibida.

“-¡Eso es un poco triste! –Agnes lo miró con burlona desesperación-. Crees que solo somos lo que nuestros padres hacen de nosotros. ¿No tenemos elección?

-Nosotros la tuvimos, una vez. Tú y yo. Y yo me equivoqué.

-Ahora es un poco tarde para pensar en eso.

[…]

-Nunca es demasiado tarde –dijo Fred- para empezar.”

En definitiva, leedla. Una novela de las más grandes que se van a publicar en este año. Sin lugar a dudas.

Textos de la traducción del inglés de Magdalena Palmer para esta edición de “Un paraíso inalcanzable” de John Mortimer por Libros del Asteroide.

“Cómo ser europeos”: ensayos sobre el europeísmo de Cees Nooteboom

como-ser-europeos-ebook-9788498418477En las sucesivas reseñas que estoy publicando sobre libros de Nooteboom no han salido aún dos facetas suyas que abordaré en los próximos artículos; sí que es cierto que están muy unidas entre sí, hablo, como alguno sabrá del “europeísmo” del holandés, este europeísmo ha sido reforzado por su faceta principal, su afición, más allá de lo lúdico, por viajar a innumerables países que, además, le sirven de escenarios para sus novelas, novelas de viajes, poemas, ensayos, etc.

Con la reciente lectura de su recopilación de ensayos “Cómo ser europeos” (1993) es la mejor forma de dar contexto a esta faceta de indudable valor.

En “El rapto de Europa”, primer ensayo incluido en la selección, parece mentira que nos encontremos 20 años antes del momento actual; en ese corto texto encontramos una serie de ideas que reflejan con mucha claridad su idea de lo que debería ser Europa, a lo que debería llegar. La exposición es simple pero muy potente, podemos ver cómo expone las características que definen a Europa:

“Unicidad y pluriformidad, he intentado hallar en mi vida la traducción de estos términos abstractos. Porque, si soy europeo (y espero empezar a lograrlo, a la larga, al cabo de sesenta años de trabajo encarnizado), eso significa sin duda que la pluriformidad europea influye en mi uniformidad holandesa. […] ¿Acaso no es cualquier ciudadano, entre otras muchas cosas, un producto, un punto de convergencia, un receptáculo de su pasado nacional? Está, para expresar la idea de forma más paradójica, encaramado en la cúspide de una pirámide histórica, y debe, al mismo tiempo, mantenerla en equilibrio sobre su cabeza. Es a la vez imposible y obligado. El producto de la historia debe, conscientemente o no, cargar con esta historia. Está escrita en su carácter nacional, en su lengua, en su herencia social cultural, y se trata aquí de una herencia que no se puede rechazar[…];

Dos ideas subyacen en este extracto: la primera de ellas se relaciona con la unicidad de cada país,  y la enlaza con el patrimonio histórico ineludible e irrechazable que heredamos todos y cada uno de nosotros; la otra idea tiene que ver con la pluriformidad, la multiplicidad de formas que se dan por tener tantos países distintos que deberían enriquecer el panorama y reforzar era europeización, aunque ya sabemos, hoy, que no es así.

El holandés es consciente de los esfuerzos, desde hace tiempo, de realizar esta unificación, pero también es consciente de que esto no se está haciendo correctamente, precisamente por las características de las que hablaba al principio; un ejemplo muy claro que relata es el de la Europa de posguerra y el fracaso que supuso intentar exponer esta unificación desde la violencia:

“De la posguerra recuerdo la desnudez y el vacío. Una vez más, alguien había intentado unificar Europa por coacción y, una vez más, la tentativa había resultado un fracaso, porque es imposible gobernar Europa según un esquema hegemónico. La pluriformidad no es digerible por un organismo único, es necesaria una alquimia completamente distinta y extremadamente misteriosa. No habíamos llegado a eso en aquella época y, según mi modesta opinión, seguimos sin alcanzarlo hoy en día[…]”.

Al final del texto es capaz de irse a lo micro y exponer, desde su punto de vista, que podemos aceptar o no, lo que él cree que debería ser esta actitud integradora, es sumamente concreto en su exigencia y en sus esperanzas:

“[..] me fui a España y, a decir verdad, no me he movido de allí desde entonces, una esquizofrenia europea ya incurable divide mi ser en una parte meridional y una parte nórdica; en invierno, vivo en Amsterdam o en Berlín, en verano, me entrego despiadadamente a España, convirtiéndome así en una de esas criaturas híbridas incomprendidas dondequiera que vayan, que tienen su residencia en tres lugares distintos, o sea en ninguna parte, quizá uno de los primeros europeos verdaderos, valientes cobayas del nuevo continente, que han incorporado en su propia existencia la unicidad y la pluriformidad. Deberían disecarnos, somos de gran interés para la ciencia. […] odiamos la tontería de las grandes naciones que no hablan más idioma que el suyo y que se aseguran que la nación siguiente tampoco lo haga […]; no entendemos que los mismos hombres de izquierdas que lamentan la desaparición de una especie de pájaro de las más insignificantes rían viendo a un hombre, quizá el último, llevar el traje tradicional bávaro; nos sentimos humillados cada vez que un McDonald’s suplanta un plato de pulmón en Suabia, un plato de callos en Florencia, un haggis en Edimburgo, o un plato de bacalao en Navarra […] despreciamos el cáncer de la violencia nacionalista, ya sea llevada a cabo por irlandeses, croatas, vascos o serbios; somos, en una palabra, aquellos a los que nadie escucha.”

Podemos aceptar o no estas ideas, pero están cargadas de sentido común, Europa podría ser de otra forma si se intentaran llevar a cabo. Nooteboom, en los ensayos, un gran escritor y humanista.

Textos de la traducción del francés de Anne-Hélène Suárez Girard de la obra “Cómo ser europeos” de Cees Nooteboom de Siruela.

El resumen de julio y lo que se avecina en agosto

El mes de julio ha resultado este año bastante extraño; principalmente porque he estado casi todo el mes de vacaciones y, además, por la influencia de “El plantador de tabaco” que me absorbió bastante tiempo. El caso es que he tenido acceso muy limitado a mi procesador de textos habitual y se me ha acumulado todo de una manera considerable. La pena de esto hasta que me ponga al día, es que se van a quedar en el tintero varios libros que, sin duda, merecerían un comentario mayor y que, sin embargo, solo los voy a citar en este post conjunto. Sí que pondré las relacionadas con mi Proyecto literario que irán apareciendo sucesivamente:

Sin más dilación, este es el resumen de lecturas del mes:

“Un paraíso inalcanzable” de John Mortimer, de esta joya ya tenía preparada la reseña y caerá en no mucho tiempo, mientras llega, ya os aseguro que va a estar entre lo mejor del año. Una delicia.

“El plantador de tabaco” de John Barth, el post 150 de este blog, todo un éxito para mí, ya lo comenté anteriormente por aquí.

“Joyland” de Stephen King, sí habrá reseña de él, al menos algún comentario. Un muy buen King como últimamente nos tiene acostumbrados.

“Cómo hacer bien el mal” de Harry Houdini, una verdadera sorpresa la publicación de este catálogo de escritos del gran y conocido ilusionista por parte de Capitán Swing. Una lectura diferente para aquellos que piensan que un ensayo es aburrido. Houdini sorprende primeramente con un relato que bien pudiera haber sido escrito a dos manos con el gran Lovecraft; el resto se trata de artículos realizados por él y que nos desvelan secretos para hacer que un ilusionista triunfe además de desvelar algunos de los increíbles trucos de los tragasables o tragapiedras… sí, habéis leído bien. Lectura muy original, divertida y refrescante para el verano.

“Enterrado en vida” de Arnold Bennett, comentaré algo más sobre él, aprovechando el centenario de títulos de la editorial Impedimenta. Baste, como adelanto, comentar que es una lectura anclada en el realismo decimonónico y cargado de mucho buen humor con un personaje dickensiano.

“El último pasajero” de Manuel Loureiro, ya lejos queda la trilogía de zombis del gallego cuando vemos un giro en su carrera con este thriller con viajes en el tiempo, nazis, elementos de terror y, sobre todo, mucha emoción. Una novela que bien podrían haber escrito los increíbles Preston y Child y que sienta un precedente muy interesante, sobre todo por una presentación del conflicto excelente aunque decaiga más en la parte final. Una más que recomendable propuesta de lectura veraniega con más calidad de lo habitual.

“Cartas a Poseidón” de Cees Nooteboom, uno de esos libros de viajes a los que nos tiene acostumbrados; una simple premisa cargada de mucha belleza y de la que hablaré en un post individual.

“Mujer de Barro” de Joyce Carol Oates, uno de esas novelas que nos brinda normalmente la gran narradora norteamericana, más introspectiva por momentos pero juguetona como pocas, y más comprometida que nunca. Oates siempre embriaga con sus ideas, y aquí no puede ocurrir de otra manera. Próximamente prepararé algo sobre ella.

“Luz por todas partes” de Cees Nooteboom, maravillosa antología poética del holandés que comentaré  más adelante en un post a tal efecto.

“La piedra de moler” de Margaret Drabble, es un acontecimiento que publiquen una novela de la hermana de A.S. Byatt, entre otras cosas, porque no hay nada de ella disponible en castellano. El problema en este caso es la elección de un título de sus inicios que, sinceramente, no es demasiado representativo de su calidad. Estamos ante un relato de autorrealización con la típica mujer de la época que intenta compatibilizar vida personal y laboral. Anclado en la tradición realista la novela se lee muy bien, pero queda lejos de sus experimentos postmodernistas (más interesantes en mi opinión), que realizó posteriormente, sobre todo en su Trilogía “The Radiant Way”. Aun así, es una buena lectura para conocerla y esperemos que venda lo suficiente para que veamos más ejemplos de su pluma.

“La maldición de Eva” de Margaret Atwood, me extenderé aún más sobre este libro de ensayos, vale la pena introducirse en el universo de la escritura sobre todo por la sencillez y el sentido común que demuestra.

“La segunda vida de Viola Wither” de Stella Gibbons, si la editorial Impedimenta tiene un valor seguro, es sin duda el caso de Gibbons, sello de una forma de hacer las cosas y que, además, ha sido elegido para ser el título 100. Muy apropiado.

“Luna Llena” de Jim Butcher, qué divertido e imaginativo es Butcher con las aventuras de Harry Dresden, en esta segunda entrega (que ha salido ahora en bolsillo) aprovecha los elementos que ya presentó en el primero y le da una vuelta al mito del hombre lobo. Lo mejor es que presenta datos sobre el pasado de Harry que servirán, más que probablemente, como germen para las siguientes aventuras. El único pero es que consiga que los métodos usados en su investigaciones no se vuelvan monótonos. Veremos si lo logra en las siguientes entregas. Esta, como la anterior, sigue en buena forma.

“Apartamento 16” de Adam Nevill, con lo poquísimo que se publica de terror en España (aparte de los King, Barker y alguna cosilla más…), intento cada vez más hacerme con todo lo que va saliendo. Este escritor británico es una posibilidad razonable de disfrutar del terror. Estamos ante una típica historia de habitación fantasma, un hotel donde los personajes se ven influenciados por el mal que emana en la habitación, un pasado por descubrir y un personaje maligno muy unido al arte. A pesar de caer en tópicos muy asociados a este tipo de relatos el libro se deja leer y tiene buenos momentos, probaré otros  libros suyos sin dudarlo.

“Los tres estigmas de Palmer Eldritch” de Philip K. Dick, cada vez que leo a Dick tengo la misma sensación: es como si la cabeza fuera a estallar con los innumerables conceptos que empieza a presentarte sin que apenas te dé tiempo a aclimatar tu pensamiento. Es una delicia de ciencia ficción, inconmensurable y que sigue asombrando a pesar de haberse escrito ya hace cincuenta años…  Un coloso imprescindible.

“Boston. Sonata para violín sin cuerdas” de Todd McEwen, este no era una lectura muy veraniega a pesar de tratarse de una lectura estupenda. Principalmente porque el recurso utilizado por el autor, ese continuo flujo interior de pensamientos en la cabeza del protagonista tras darse un golpe en la cabeza, obliga a una lectura más detallada para no perder el ritmo de lo que cuenta y eso se hace notar en la velocidad lectora. Eso sí, a pesar del reto que supone, es muy divertido y la historia desborda buen hacer por su imaginación y momentos de lirismo; además está muy bien acabado. Es muy recomendable si se busca algo más exigente.

Y con esto acabo el resumen, jugoso, como habréis comprobado, de este mes de vacaciones.

El otro día realicé las compras mensuales que os pongo a continuación.

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Sin embargo, no creo que en agosto lea ninguno de ellos, aprovechando que tengo que estudiar para los últimos exámenes (espero) de la carrera en septiembre voy a profundizar en algunas lecturas que no tuve tiempo de hacer relacionadas con el siglo XX británico. Por lo tanto estaré centrado en Spark, Lessing, Fowles, Barnes, Plath, Hughes y cosas por el estilo. Ya comentaré el próximo mes cómo va la cosa con ellos.

El próximo mes, de hecho, se acerca una efemérides de gran importancia para mí, ¿adivináis cuál es?

“El plantador de Tabaco” de John Barth

Si algo tenía claro era que la vuelta al blog después de las vacaciones tenía que ser a lo grande; ya que este post es el número ciento cincuenta y para tal acontecimiento era necesario que el comentario se refiriese a una “magna” obra. Dicho y hecho, aprovecharemos el momento para hablar de “El plantador de tabaco” del norteamericano John Barth.

plantador_gdeDesde que empecé Filología Inglesa tengo una pequeña obsesión con pintar, rellenar todos los huecos de la narrativa anglosajona; cosa harto difícil, habida cuenta del número de obras que permanecen inéditas todavía en este, nuestro querido país. Dentro de ese fascinante mundo anglosajón las piezas del puzle se van ensamblando cada vez más, gracias a la labor de editoriales pequeñas independientes: ahí tenemos el caso de Pálido Fuego que va a publicar en no mucho tiempo el “House of leaves” de Danielewski, obras de David Foster Wallace e incluso de Robert Coover en el futuro; e, igualmente, gracias a Sexto Piso estamos viendo la aparición de la obra literaria del gran William Gaddis, Kurt Vonnegut y, ahora, de John Barth. De hecho, estamos hablando de la que siempre se ha considerado la obra maestra del escritor y prometen más obras de él en adelante. No puedo más que relamerme los dedos y desesperarme con la (gozosa) espera.

“El plantador de tabaco” (“The Sot-Weed Factor”) fue publicada en 1960 e inicialmente Barth la concibió como la conclusión a una trilogía nihilista, siendo las dos primeras novelas de la trilogía “The Floating Opera” (1956) y “The End of the Road” (1958); y tomó su título del poema “The Sotweed Factor, or a Voyage to Maryland, A Satyr” de 1708 realizado por el poeta inglés Ebenezer Cooke (c. 1665-c.1732) del que prácticamente no se sabe nada.

Resumiendo a grandes rasgos la trama, la novela (ubicada en la década de 1680 a 1690 en Londres y Maryland) es una narración épica satírica de la colonización de Maryland basada en la vida ficcionalizada de Ebenezer Cooke; honrado con el título de Poeta Laureado de Maryland, y al que se le manda para cantar las alabanzas del proceso y que vivirá una serie de aventuras en su viaje a la colonia ( ¡y en ella!) mientras preserva, con no pocos problemas, su virginidad intacta.

Barth también tenía la idea de dar un epitafio al poeta, en sus propias palabras: “The Sot–Weed Factor began with the title and, of course, Ebenezer Cooke’s original poem. . . . Nobody knows where the real chap is buried; I made up a grave for Ebenezer because I wanted to write his epitaph”. 

A pesar de lo comentado, el resultado final fue por otros derroteros. Como dijo Barth en 1994: “Looking back, I am inclined to declare grandly that I needed to discover, or to be discovered by, Postmodernism.” (“Mirando atrás, me inclino a pensar mayormente que necesitaba descubrir, o ser descubierto por el Postmodernismo”). A partir de ese momento, de hecho, las obras de los períodos siguientes se inclinarían cada vez más a la fabulación, la metaficcionalidad, en conclusión: lo postmoderno.

Tras leer la obra, no puedo más que estar de acuerdo con lo anterior. Y me gustaría incidir en lo que considero sus virtudes, aquellas características que la hacen tan especial y, por qué no decirlo, una obra imprescindible del postmodernismo y, extendiéndolo aún más, de la literatura universal.

En primer lugar hay que tener en cuenta la estructura: la trama principal, ese tour de force de nuestro querido poeta, se convierte en un juego de cambios de identidad, mascaradas y equívocos altamente humorísticos por momentos que alternan con digresiones, historias dentro de historias e incluso listas (esotéricas, ingredientes de comidas, insultos…). Se puede comprobar fácilmente cómo la historia comienza de una manera más realista (como en sus obras anteriores) y va desencadenando una narración cada vez más postmoderna según avanza la obra: esas digresiones, esas historias dentro de historias, son elementos clásicos de este estilo. La novela toma como referencia los géneros (y formas) del siglo XVIII y las parodia, imita, recupera y reescribe: en esta parodia entran el Bildugnsrroman o relato de formación, el Künstlerroman o relato de formación de un artista y del género picaresco, convirtiendo toda la obra, en sí, en una farsa satírica de proporciones épicas. Luego volveré sobre este tema, ya que hay que indicar para qué le sirve esto.

En este texto que pongo a continuación de la fabulosa traducción de Eduardo Lago (que además hace el prólogo y de la que proceden todos los textos que voy a reproducir) para esta edición de “El plantador de tabaco” de Sexto Piso, encuentro dos hechos reseñables:

“En los años finales del siglo XVII había entre los juerguistas y petimetres que frecuentaban los cafés londinenses un individuo delgaducho y zanquilargo llamado Ebenezer Cooke, con más ambición que talento y, sin embargo, más talento que prudencia, el cual, al igual que sus compañeros de juerga, que en teoría estaban educándose en Oxford o Cambridge, encontraba en los sonidos de la madre lengua inglesa más un motivo de juerga y diversión que algo con sentido, con lo que se podía trabajar y, en consecuencia, en lugar de entregarse a los sinsabores de la erudición, el tal Ebenezer aprendió el arte de versificar, dando en desgranar, conforme a la moda de entonces, cuadernillos de pareados plagados de Joves y Júpiteres espumeantes, entre el estruendo de las rimas estridentes y símiles que de tanto tensar la cuerda, a punto estaban de romperla.”

Uno, sin dudarlo, el estilo, que imita las formas de novelas anteriores de Fielding, Sterne y su “Tristan Shandy” o de Samuel Richardson; requiere mayor esfuerzo lector por lo estrambótico, por la réplica del estilo antiguo; pero compensa debido al increíble lirismo de cada descripción, a la minuciosidad narrativa, al humor que destila en cada palabra, en cada metáfora. Una joya, de la que no te cansas y que te ayuda a disfrutar aún más. Dos, los personajes, este es el primer párrafo y asistimos a la presentación, cuál Quijote, de este poeta “de pelo y ojos claros, huesudo, los pómulos hundidos” “hombre garza, de patas flacas y pico largo, caminaba y se sentaba con pose descoyuntada; su porte mismo era una sorpresa angulosa, cada uno de sus gestos, una semiagitación.”

El triángulo de protagonistas que forma junto con Henry Burlingame (que en algún momento llegué a identificar con Sancho Panza) y la hermana del poeta, Anna, llevan el peso de buena parte de la obra y son parte de su encanto;  sin perder de vista al criado traidor, Bertrand, que le pone en más de una situación comprometida y a Joan Toast, una suerte de Dulcinea grotescamente desahuciada, a la que ama sin reparo:

“-¡Y vos sabed que os amo por ser mi salvadora y mi inspiración! –repuso Ebenezer-. Pues hasta esta noche en que habéis venido a mí, jamás fui hombre, sino un mero patán chocho y un currutaco; y hasta el momento en que os abracé jamás había sido poeta, sino poetastro fatuo y huero. Con vos Joan, ¿qué proezas no ejecutaré? ¿Qué versos no escribiré? […] Despreciadme, Joan, que entonces seré un loco egregio, un don Quijote que se tambalea por causa de su ignorante Dulcinea; pero aquí os desafío (si tenéis la vida y el fuego y el ingenio suficientes) a que me améis sinceramente, como yo os amo a vos, y entonces lucharé contra gigantes de verdad, y los sojuzgaré. Amadme y os juro lo siguiente: ¡Yo seré Poeta laureado de Inglaterra!”

No se puede negar la influencia “cervantina”, patente en ese protagonista y en sus compañeros; el ser conocedor del texto ayuda a disfrutar aún más de esta reescritura en clave satírica. También la “Ilíada” de Homero es musa inspiradora y nos lleva al hilo principal de la obra que además se convierte en otra cualidad reseñable:

“¿Hubiera tenido el mundo noticia alguna de Agamenón, o del fiero Aquiles, o del ingenioso Odiseo, o del cornudo Menelao, o del circo, todo lleno de griegos y troyanos que se iban pavoneando por ahí, de no ser porque el gran Homero habló de ellos en verso? ¿Cuántas batallas de mayor importancia creéis vos que se han perdido en el polvo de la historia por falta de un poeta que las cantara para la posteridad? […] Los héroes perecen, las estatuas sucumben, los imperios se desmoronan; pero la Ilíada se ríe del tiempo, y los veros de Virgilio son hoy tan verdaderos como el día en que fueron compuestos. […] ¡Sería una composición épica como jamás se ha escrito ninguna! ¡La Marilandíada, por mi fe!”

De la Ilíada deriva en esa “Marilandíada” y nos muestra su interés por ensalzar la labor del poeta y de la literatura en general como atestiguan estos momentos:

“Entre todas las artes y ciencias la literatura era la única que tenía como dominio propio el campo entero de la experiencia y el comportamiento humanos (de la cuna a la tumba y aún más allá; del emperador a la puta barata; desde la quema de ciudades hasta el modo de luchar contra el viento), así como los problemas de toda magnitud que afectan al hombre.” “¿Quién tiene más necesidad que el poeta de todos los dones divinos? El poeta posee el ojo del pintor, el oído del músico, la inteligencia del filósofo, la persuasión del letrado; cual un dios atisba el alma secreta de las cosas, la esencia que se oculta bajo la forma de las mismas, su más recónditos recodos. Cual un dios conoce las fuentes del bien y del mal: ve la semilla de la santidad en la cabeza de un asesino, el gusano de la lujuria en el corazón de una monja. Y aún voy más lejos: así como el poeta es entre los caballeros como una perla entre piedras pulimentadas, así también debe el Laureado ser un diamante  entre las perlas, un príncipe entre los príncipes.”

“¿Quién tiene más necesidad que el poeta de todos los dones divinos? El poeta posee el ojo del pintor, el oído del músico, la inteligencia del filósofo, la persuasión del letrado; cual un dios atisba el alma secreta de las cosas, la esencia que se oculta bajo la forma de las mismas, su más recónditos recodos. Cual un dios conoce las fuentes del bien y del mal: ve la semilla de la santidad en la cabeza de un asesino, el gusano de la lujuria en el corazón de una monja. Y aún voy más lejos: así como el poeta es entre los caballeros como una perla entre piedras pulimentadas, así también debe el Laureado ser un diamante  entre las perlas, un príncipe entre los príncipes.” 

 “¿Quién lee mejor el corazón de los hombres, el filósofo o el poeta? ¿ cuál de los dos está en más estrecha armonía con el mundo?”

Me gusta la idea de esta defensa del arte literario pero no por el arte, sino como único repositorio del testimonio y la experiencia  de la humanidad; y del poeta como focalizador de todo lo que proviene de Dios, al menos lo virtuoso, poniéndolo incluso por encima de la filosofía. Es lógico, por otra parte, esta afinidad; no en vano la literatura es mi mayor pasión y esta idea está cargada de romanticismo literario.

Barth, nada ajeno a la tradición norteamericana, no se olvida en esta obra de señalar uno de los temas más recurrentes en la literatura norteamericana: la identificación del protagonista con Adán:

“Me refiero a que lo que vos estáis haciendo es volver a representar la historia de Adán. Tanta importancia le concedéis a vuestra inocencia que por causa de la misma habéis perdido vuestro paraíso terrenal. Pero aún he de llevar esta idea más lejos: vuestra aventura no solo os ha dejado sin hogar, sino que al igual que sucedió con Adán, habéis probado vuestro primer bocado de Sabiduría y experiencia; de ahora en adelante no os será fácil coger frutos con que llenaros las tripas sino que ganaréis el pan con el sudor de la culpa, como hacen las masas humanas. Vuestro padres, si lo conozco bien, no dejará pasar esta ocasión de expulsaros del jardín del Edén.”

Este Adán americano, es colonizador, hombre hecho a sí mismo, ahí está el Sueño Americano.

Me encanta cómo la obra, ya lo indiqué anteriormente, va avanzando en forma y temas, y evoluciona del realismo al postmodernismo; los momentos en los que me di cuenta de ello empiezan a aconteceren la parte final aunque empiezan con la falibilidad del recuerdo:

“-En suma, pues: ¿se es lo que se recuerda?

-Sí –convino Ebenezer-. O mejor yo no sé lo que soy, pero sé que soy y que he sido merced a la memoria. El recuerdo es el hilo que ensarta los abalorios, constituyendo el collar; o como el hilo de Ariadna, del cual hizo entrega el ingrato Teseo: indica qué camino he seguido por el laberinto de la vida, me vincula con el punto de partida.” (ese recuerdo, esa memoria se torna aún más falible según se avanza en la obra, por los trastornos de identidades)

Y se extiende a la propia realidad como vemos en este diálogo entre Burlingame y Ebenezer:

“Sólo quería dejar bien sentado que toda aserción sobre el tú y el yo, incluso de cara a uno mismo, es un acto de fe imposible de verificar” a lo que Ebenezer responderá anonadado “¡Santo cielo, tu discurso me ha robado los símiles: no conozco nada que sea inmutable y seguro!”: la realidad que conocemos, fragmentada, es irreal, nunca podemos conocerla de manera absoluta e inmutable, se resquebraja: “-¡Todo esto es sumamente cambiante y confuso! […] ¡Nadie es quien ni lo que yo creo que es! -Pasan muchas cosas –asintió crípticamente el criado- que a gentes como vos y como yo se nos escapan. Maldita sea si las cosas son los lo que aparentan.”

Realidad, apariencia y recuerdo se mezclan cada vez más y a la luz de este relativismo, se enfatizan cosas menos universales. Lejos todavía del inicio del postcolonialismo que surgiría en 1978 con la obra de Edward Said “Orientalism”; Barth, con todo lo indicado anteriormente acomete una reescritura postcolonialista de los clásicos para modificar y subvertir el diálogo tradicional; de ahí el uso de la parodia y la ironía; todo se convierte en una farsa, sólo hay que ver el segundo nivel de lectura que nos da con los fragmentos de los diarios íntimos de sir Henry (de 1608), que van pintando la historia del antepasado de Henry y que no es más que una reescritura del cuento de John Smith y Pocahontas aunque con “algunas diferencias” como podemos ver en este párrafo:

 “Comenzó entonces Attonce a darse de palmotadas en la panza con el fin de despertar un mayor apetito de viandas y, en viéndolo, otro tanto hizo Burlingame, hasta que el estruendo de las tripas de uno y otro resonó por sobre las ciénagas como fragor de volcán. Acto seguido, Attonce, cruzado de piernas, dio en rebotar con las posaderas sobre el suelo, para agradar aún más su apetito; hizo otro tanto Burlingame que no daba cuartel a su rival, y la misma tierra entremecíase bajo el peso de sus espantables traseros. […] Y ansí estuviéronse  un buen espacio, efectuando numerosos rituales con que azuzaban el hambre, en tanto nuestra compañía los observaba, atónita, sin saber qué estaban presenciando, e los salvages batían palmas e danzaban en derredor, y Pokatawetussan miraba con lascivia a uno y otro rival.”

En clave de humor, la lucha entre los dos comilones dará un ganador que desflorará a Pokatawetussan. Esta visión desarma el porte apuesto y viril de una persona de principios, un gran americano, para igualarlo con la tribu de indios; es insólito, pero se produce durante el texto una lectura en contra del imperialismo británico dando aún más importancia a los personajes de otras razas y poniendo a los colonos al nivel de los indios.  Por si no nos quedara claro, en la parte final el norteamericano clarifica la reescritura del texto:

 “Otrosí fue tan osado que me mostró una relación escrita donde se refería cómo salvó a Pocahontas , cuya relación pensaba incluir en su mendaz Historia; aquella versión no hacía mención ninguna de la infamante desfloración de la princesa, sino meramente daba a entender que la doncella había sucumbido al porte viril y hermoso rostros de mi capitán. Así pues yo debía fingir que creía en aquella farsa burlesca y fue ello mismo lo que hame movido, con la esperanza de así apaciguar mi angustiada consciencia, a llevar a cabo aquesta relación verdadera en mi diario, en cuyas páginas ruego a Dios jamás pose mi capitán sus lúbricos ojos.”

La dicotomía “history-story” se hace presente, cobrando aún mayor importancia la segunda parte (“story”, esos cuentos dentro de otros cuentos)  debido a la falta de fiabilidad de la primera.

En un principio pensé sobre todo en lo anterior como motivo principal de la obra, sin embargo, ya acabando el libro me encontré con esto:

“El plantador de tabaco gozó de una popularidad constante entre las gentes de letras de Londres, bien que no era la clase de popularidad que hubiera deseado su autor. Los críticos lo consideraban un buen ejemplo de la clase de farsa satírica entonces en boga; elogiaban la rima y el ingenio; aplaudían las caracterizaciones y lo grotesco de la acción…, pero ni uno solo se tomaba en serio el poema.”

En un texto como este donde todo es farsa, ironía y parodia, ¿podría pensarse que precisamente nos quería mostrar algo serio? Según el texto de Edmund Fuller “The Joke is on Mankind” para el New York times, con el que estoy bastante de acuerdo, quizá el autor quería expresar a través de esta obra lo que es la humanidad: una sátira, un conglomerado de fragmentos que a veces no se pueden discernir y que constituyen, como nuestras vidas, una (tragi)comedia en sí mismos.

Infinitas posibilidades y reflexiones las que nos ofrece esta obra que, en mi opinión, es capital e imprescindible. Una obra mastodóntica que constituye un hito único por su influencia posterior y, cómo no, por sí misma. Necesitamos más de John Barth.

Resumen de junio y….vacaciones, aprovechando el estío

Verano, calor, y, sobre todo… ¡vacaciones!

Debido a esta circunstancia, altamente saludable y recomendable, no me va a quedar más remedio que tomar un descanso en el blog también. Sobre todo porque no se puede estar administrando  desde otros sitios tan fácilmente y no me voy a llevar el portátil para hacerlo. Eso sí, os aseguro que no faltarán lecturas aprovechando el fantástico descanso.

El mes de junio se saldó con una buena cuota de lecturas que resumo a continuación:

“La muñeca ciega” de Giorgio Scerbanenco; lo que tienen las portadas, por esta en particular habría apostado, y más de uno lo haría también, por una novela más cercana al terror; nada más lejos de la realidad, ya que se trata de una historia de detectives con algún elemento original en la forma de desencadenar la resolución. Muy recomendable.

“Luther: el Origen” de Neil Cross, hablé de él, junto con el de “Little Boy Blue” de Edward Bunker. Mezcla excelente de “hardboiled” del bueno.

“Una canción del ser y la apariencia” de Cees Nooteboom, lo exploré en su enlace en profundidad. Este mes he avanzado mis lecturas pendientes del holandés.

“Noctuario” de Thomas Ligotti, terror muy alejado de lo cotidiano, gran heredero de Poe y Lovecraft, jugando con lo indeterminado y con las imposibilidades de la realidad. Interesante propuesta y, sobre todo, distinto a lo habitual.

“Mokusei/El buda tras la empalizada” de Cees Nooteboom, ficción exótica en Japón y Thailandia, ya hablé largo y tendido sobre ellos.

“La jugada maestra de Billy Phelan” de William Kennedy, todo un microcosmos de la sociedad norteamericana especificado en la ciudad de Albany con las relaciones entre sus habitantes y el hampa de fondo. Mafiosos, tramposos y el juego a través de la figura del superviviente Billy Phelan.

“La promesa de Kamil Modracek” de Jiri Kratochvil, una de las grandes sorpresas de lo que llevamos del año, ojito a la mezcla de novela policíaca, humor negro y juegos metaliterarios en una novela magistral que tiene en Nabokov a uno de sus protagonistas. Me extenderé en una reseña en no mucho tiempo. Lo merece.

“En las montañas de Holanda” de Cees Nootebom, ya lo comenté en el post que le dediqué, quizá es una de mis obras favoritas del autor y una estupenda puerta de entrada a su literatura.

“La historia siguiente” de Cees Nooteboom también, novela corta de una dificultad en el fondo bastante considerable, espléndida en ejecución, difícil de recomendar.

“El matrimonio de la señorita Buncle” de D.E. Stevenson, buena muestra de humor costumbrista inglés aunque no tan ambiciosa y redonda como el primer libro que salió de la autora.

“Eidolon” de Jane Johnson, olvidable pastiche que mezcla todo tipo de historias que se han contado mil veces. Un pequeño desastre.

“Zurbarán. El pintor del misticismo” de Cees Nooteboom, libro de arte, más que obra de literatura. Hermoso en demasía.

“Autorretrato de otro” de Cees Nooteboom y Max Neumann, experimento narrativo que mezcla dibujos y poesía en prosa, estimulante y diferente muestra del buen hacer de nuestro Cees.

“Entre moros y cristianos” de Daniel Pennac, entrega de la familia Malaussene que se había quedado inédita hasta este momento; es una maravilla encontrarse con estos personajes de nuevo, aunque no llegue a lo sublime que supusieron algunas de las anteriores entregas.

“Así pudo ser “ de Cees Nooteboom, otra muestra de su eclecticismo, esta vez en una muestra de poesía.

“Cómo ser europeos” de Cees Nooteboom, recopilación de ensayos con su preocupación por el “europeísmo” de fondo. De una clarividencia meridiana.

“Los relámpagos de agosto”  de Jorge Ibargüengoitia, cómo utilizar la ficción para explicar la realidad; en este caso la revolución mexicana, y encima con un humor a prueba de bombas.

Buena cosecha ha sido lo resultante. Aunque parezca mentira Julio ha empezado inmejorablemente con “Un paraíso inalcanzable” de John Mortimer y, a partir de ahí, se ha desencadenado lo que he denominado efecto “Plantador de Tabaco”:

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 La verdad es que la novela de Barth es un “tochazo” considerable que está provocando las siguientes consecuencias:

-Desarrollo de los bíceps del brazo izquierdo (el que uso normalmente para trasladarlo).

-Reducción drástica del resto de lecturas.

-Adicción extrema a la narrativa del norteamericano.

-Hedonismo puro y duro ante el “estilazo” del autor.

A la vuelta de vacaciones tocará, como no puede ser de otra manera una reseña para esta joyita recién recuperada por la editorial Sexto Piso y que promete ser uno de los libros del año.

¡¡¡¡Buenas vacaciones para todos!!!!

“Autorretrato de otro. Sueños de la isla y la ciudad de antaño” de Cees Noteboom

autorretratoSi hace poco hablaba de la vertiente más artística de nuestro holandés favorito; ahora voy a introducirme en otro de los géneros que practica con frecuencia: la poesía.

En este caso de trata de una colaboración entre el escritor y el artista alemán Max Neumann. Treinta y tres dibujos de Neumann llegaron a la casa de Nooteboom en Menorca, y allí comenzó un proceso de escritura en el que “la realidad, los recuerdos, mitología e historia, la infancia y un profundo proceso de indagación sobre el laberinto de la identidad desembocaron en estos treinta y tres poemas en prosa.”

En el postfacio a esta edición de los poemas y sus dibujos que realiza el traductor Fernando García de la Banda se explica un poco el proceso creativo; ya que, se suponía que estos poemas en prosa no debían ser representaciones de imágenes pictóricas, sino más bien una inspiración, como “musas”, para la creación de unos poemas, gracias a esas sensaciones.

La idea es ciertamente original, y el resultado, excelente, a pesar de que tenía reticencias al experimento. La edición bilingüe requiere un gran esfuerzo de traducción; ninguno de los dos autores buscaban belleza ni lirismo propiamente dichos (aunque al final sí consigan momentos de este estilo) y ello se refleja en la aridez de los textos, de los dibujos, de los temas tratados; es difícil no caer en la tentación de hacer más bello el texto y, sin embargo, no solo lo consigue sino que al leerlos y observar las imágenes se generan sensaciones, que van del dolor a lo sublime. Un cúmulo de momentos de todo tipo que no causan indiferencia. Podemos ver como ejemplo el poema número dieciocho:

“Alguien en un camino en el campo, una figura inmóvil, envuelta en su sombra. Solo después esta serie: un niño, un perro, un cura, tres ancianas. Era incapaz de hacer algo con aquello. Fue a sentarse a una piedra; podría decirse que sopesaba la tarde. Oscureció lentamente, oyó los guijarros del riachuelo, rodando suavemente unos encima de otros, un imperceptible deslizarse y chocar, el sonido que también harían si él no estuviera allí. “Así se pulen”, pensó. Y sintió sus formas redondas en la palma de la mano. Luego, cuando ya colgaba la niebla sobre el agua, la noche se convirtió en búho. Se estremeció con el grito que hizo insoportable el silencio.”

O de este poema veintidós que genera otro tipo de sensaciones que se acercan más a lo musical:

“[…]La idea de que el silencio entre las notas se registre como tiempo lo conmueve. Así, también la ausencia de sonido es música, invisible e inaudible como el propio tiempo. Audible, inaudible. En ese silencio continúa, hasta que el silencio aún mayor lo acoge todo, el sonido y su opuesto. Solo entonces ha llegado al mar. Ritmo, el número de las olas, secuencia.”

 Al final es inevitable que haya elementos comunes, pero el autor aprovecha para realizar una exploración de la identidad de la persona, de la construcción a través de los demás; y, ¿por qué no?, de la infancia en contraposición con la vejez, con la muerte.

autorretratoneumann“Había también otra forma junto a él. Otro rostro que eclipsaba el suyo. Quizá el suyo ya no existiera, pero eso daba igual. La forma sería capaz de multiplicarse y él podría estar en todas partes, casi siempre invisible. Lo que importaba era tener una voz que casi nadie pudiera oír. Eso requería el menor número posible de palabras. Se tumbó en el suelo, ya frío. Su madre surgió de uno de sus sueños. Parecía recubierta de plata, y caminaba por una carretera con árboles arqueados. La sentía cantar. Luego, durante mucho tiempo, no sucedió nada. Ahora necesitaba pensamientos para sustituir a su rostro, el escudo ausente. También había otras manos en lugar de las suyas. Ya apenas las iba a necesitar.”

El viaje resurge como metáfora de la búsqueda de la identidad y del camino que recorremos en la vida desde la infancia hasta el final de nuestros días. El lenguaje se vuelve la expresión de nuestra identidad y parte de ella:

[…]Tomó su maleta y se demoró aún un rato ante la ventana de su casa vacía. Afuera había parado el viento. Ya nada volaba. Pensó en la primera palabra, y luego en la última, y se imaginó que una voz pronunciaría un día en algún lugar esa última palabra, igual que la misma voz u otra exclamó en otro tiempo la primera. Las cosas, desprovistas de su nombre y abolidas, las palabras borradas, hasta que tampoco la primera hubiera sido pronunciada. Solo después volvería a hacerse el silencio. Solo después volvió a hacerse el silencio.

Excelente edición de una obra estimulante a pesar de su breve extensión a cargo de Calambur.

Los textos provienen de la traducción del neerlandés de Fernando García de la Banda para esta edición de la obra.

“Zurbarán. El pintor del misticismo” de Cees Noteboom

zurbaran-el-pintor-de-misticismo-9788498415612Una de las características que definen a Cees Nooteboom es su eclecticismo desbordante; con una variedad de estilos que le permiten abordar diferentes vertientes literarias. Esta semana voy a poner un par de subgéneros que amplían, sin lugar a dudas, estas cualidades. En su magnífica “El enigma de la luz”  reunía varios artículos en clave de ensayo ficcional donde demostraba no tanto los conocimientos técnicos como su apreciación sensorial a las obras que comentaba. Y para ello utilizaba sus mejores herramientas literarias acentuándose más que en el caso de su obra de ficción, por poner un ejemplo ilustrativo.

Este “Zurbarán. El pintor misticismo” reúne las experiencias del escritor holandés al presenciar una exposición sobre el arte español del Siglo de Oro que tuvo lugar en la National Gallery de Londres, el nombre de la muestra era “The sacred made real” (“Lo sagrado hecho realidad”). La edición, preciosa, de Siruela, recuerda al formato de los libros de arte que edita Taschen y que son bastante conocidos entre los compradores habituales de arte.

Nooteboom realiza un comentario extendido durante varias páginas referentes a la obra de Zurbarán y a la época en que se realizaron y, en la parte final, escoge una selección de cuadros del gran pintor español que reflejan lo hablado y que, ciertamente, son magníficos. Es fabuloso como en pocas palabras es capaz de mitificar al extremo su pintura, haciendo gala de un lirismo extremo, con todo lo bueno que se puede asociar a este último adjetivo. Cada palabra de las que comenta exalta su obra:

“Es, ante todo, la idea que hay detrás la que se impone: que hubo un tiempo en el que las personas vivían en esta realidad que ya no nos permite acceder a ella como tal, y que se identificaban totalmente con ella, de modo que veían esas imágenes como cuerpos de personas reales y padecían sus sufrimientos como propios. Para lograr este propósito, las imágenes tenían que ser lo más reales posibles: la sangre tenía que parecer sangre de verdad; y las lágrimas, lágrimas de verdad.”

Se podría limitar a comentar, desde la perspectiva actual, una obra que, a todas luces, no es característica de los tiempos contemporáneos, ni entendible; sin embargo, es capaz de ser consciente de la época y con esa base dar la apreciación necesaria. Es una aproximación ciertamente inteligente y que pone en su sitio una muestra genial. La conclusión, clarividente, a la par que acentuadamente lírica nos acerca más a un pintor imprescindible:

“En sus cuadros hay infinidad de cosas por ver, pero para mí Zurbarán es también el pintor de lo indescriptible; hasta en los cuadros más mudos hay una forma de éxtasis que literalmente no se deja describir, y entonces no puedo hacer más que volver a mi punto de partida: las personas que el pintor reflejaba pertenecían a un mundo que para nosotros ha devenido inaccesible para siempre. El milagro es que a pesar de todo podamos verlas. No es posible acercarse más al enigma.”

El único “pero” que le puedo poner a la exquisita edición de Siruela es el “algo elevado” precio; la calidad de reproducción de los cuadros es prácticamente insuperable.
Los textos provienen de la traducción de neerlandés de María Cóndor para esta edición de Siruela.

“El matrimonio de la señorita Buncle” de D.E. Stevenson

el-matrimonio-de-la-senorita-buncleHace prácticamente un año de la publicación del fabuloso “El libro de la señorita Buncle” que comenté por aquí  y que estuvo en mi selección de lo mejor del año más que merecidamente por la sabia mezcla de comedia de costumbres, sátira sobre el mundo editorial y todo lo que lleva a su alrededor y las fronteras “difusas” entre realidad y ficción. Era una delicia, no os voy a engañar, y sigo recomendándolo a los cuatro vientos.

Pues bien, al final el libro, poco a poco, ha tenido tal éxito que vemos ahora la segunda parte, “El matrimonio de la señorita Buncle”, publicado nuevamente por el interesantísimo sello Rara Avis de Alba.

Tal y como sugiere el título, el estatus quo de nuestra singular protagonista ha cambiado, y mucho; pero, sin embargo, ella permanece tal y como la conocimos, tan encantadora, humilde y divertida: 

“[…] cuando la pura verdad era que seguía siendo Bárbara: una niña feúcha y torpe. Tenía el mismo cuerpo (ahora era más alta, pero el cuerpo era el mismo sin la menor duda, hasta la misteriosa marca marrón del muslo derecho, que parecía un ratoncito. Nunca se la había visto nadie, eso seguro, pero seguía ahí: la prueba visible de que seguía siendo la misma de siempre: Bárbara Buncle, solo eso). Su pelo tenía tan poca gracia como siempre (aunque ahora era un poco más soportable gracias a un ondulado permanente) y las personas “brillantes” la asustaban igual que antes, y los relámpagos, y los perros grandes, y los dentistas, y tenía el mismo valor de siempre para sobrellevar sus miedos sin decir una palabra. Y por último, aunque no menos importante, le gustaban las mismas cosas de siempre –los helados, los pasteles, los bollos con mucha mantequilla- y le encantaba salir por la noche cuando brillaban las estrellas, como siempre y acostarse tarde y desayunar en la cama. Estaba segura de que un día alguien descubriría que era una impostora en el mundo de los adultos.”

No solo cambia su estatus, también se trasladan a un nuevo sitio, “Wandlebury” que D.E. Stevenson refleja con todo lujo de detalles, espléndido el relato costumbrista de esos pequeños pueblos ingleses, tanto en lo pintoresco y geográfico como en el retrato de sus personajes:

“La idiosincrasia de las ciudades y pueblos ingleses es tan variada como la de una prima donna. Unos se esconden en medio de un bosque o se agazapan detrás de unos montes y asaltan de pronto al automovilista al doblar una curva de la carretera; otros se alzan en la cima de una colina, con los tejados y las agujas apuntando al cielo para que los vea todo el mundo. Y aun otros dormitan en una llanura y el viajero los divisa a lo lejos, desde kilómetros de distancia; van haciéndose cada vez más grandes: al principio parecen de juguete y, a medida que el viajero se acerca, se vuelven de tamaño real. Unas ciudades despliegan por los alrededores lujosas barriadas residenciales de casas de campo y chalets muy nuevos y ordenados; otras, hileras largas de casitas para los obreros, donde los niños juegan cerca de las puertas.”

“La verdad es que la gente es rarísima –pensó-, la de Wandlebury lo es, la de Silverstream también, a su manera. Supongo –siguió pensando-, supongo que no hay nadie normal en el mundo, en ninguna parte.”

Cualidades estas que corroboran el buen hacer del primer libro y que nos acercan a ese retrato de la campiña inglesa de principios del siglo XX de la que tan buenas muestras tenemos (Gibbons, Mitford, ….). Desde ese punto de vista la novela se sostiene muy bien; la trama, en esta ocasión y este nuevo lugar, tiene que ver con sus divertidos protagonistas y sobre la posibilidad de recibir una herencia o no según unas cláusulas ciertamente curiosas;  en cuanto a la idea, ciertamente, funciona, mantiene la el grado de interés desde el principio hasta la recta final sin que casi te des cuenta.

Sin embargo, lo que hacía especial a la anterior novela, en esta, pasa muy de puntillas. Me refiero, como comenté al principio, a la sátira editorial y a los juegos metaliterarios entre lo que era real o no del libro que la señorita Buncle escribió; se comenta lo siguiente con respecto al humor de Buncle:

“La diferencia era tan sutil que nadie más la habría detectado, es decir: nadie que no conociera a Bárbara sería capaz de detectarla. La diferencia consistía solo en lo siguiente: en los otros libros, Bárbara resultaba divertida sin saberlo, pero en el nuevo, sabía cuándo lo era.”

“El humor de Del Dicho al Hecho… no perdía gracia por ser consciente: al contrario, a Arthur le parecía que ganaba mucho.”

No voy a negar este esfuerzo consciente, pero sigo pensando que los mejores momentos humorísticos se producen, precisamente, cuando escribe el libro basándose en lo que está sucediendo en el pueblo y los juegos que surgen relacionados con él. Desgraciadamente, en esta ocasión, es una subtrama adicional, mientras que en el otro era la trama principal.

De todos modos, el resultado es muy aceptable, de un nivel mayor que la media. Un entretenimiento de calidad y que disfrutará la mayoría de la gente que vaya a por él.

Textos de la traducción del inglés de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera para esta edición de “El matrimonio de la señorita Buncle”.

La “Novena” de Rattle, buena ejecución, pero sin llegar a lo sublime

Rattle

Nunca me cansaré de escuchar (y cantar) la Novena Sinfonía de Beethoven, llamada “Coral” habitualmente. Es una obra de una perfección inusitada, no solo técnicamente sino, por su capacidad de despertar la emoción en quien la escucha (y no digamos en quien la canta). No exagero si nos encontramos ante una de esas obras maestras que se han convertido por derecho propio en un monumento a la humanidad, a la universalidad. Sí, es una de las obras que más ha trascendido y será siempre un símbolo.

Dicho esto, este servidor, después de haber oído tantas versiones, considera la legendaria grabación de Wilhelm Furtwängler como el paradigma de cómo debe hacerse y siempre tomo como modelo esta perfección.

Tras la cancelación de la flauta mágica (por presupuesto… u otros asuntos), se propuso a Rattle hacer unas funciones de esta sinfonía con la maravillosa Filarmónica de Berlín. Esto era, sin lugar a dudas, un acontecimiento; estamos hablando de una de las mejores orquestas mundiales y uno de los mejores directores actuales. Lástima, a pesar de todo, no haberlo utilizado con otra obra que no se hiciera tan frecuentemente, no olvidemos que días antes López Cobos había hecho todas las sinfonías en el día de la música.

En este marco, aún así, la expectación era máxima por lo que suponían los intérpretes y no defraudaron para nada. Rattle hace una interpretación muy personal de la sinfonía. Juega con diferentes detalles, cambia tempos, intenta poner sutilezas de todo tipo para engrandecer aún más el resultado. Fabuloso como acompaña cada movimiento, prácticamente ayudando a cada instrumento a hacer un crescendo, un arpegio o un pizzicato. Estuvo preciso al límite, atento a todo lo que iba surgiendo y adaptándose a los posibles cambios. Qué estupenda dirección de uno de los más grandes actuales. Cuánta energía desprende por los cuatro costados.

Si para ello cuenta con una orquesta en la que cada instrumento es un virtuosista que, además, empasta perfectamente con sus compañeros, pues claro, el resultado es excelente; me quedo con el clímax del primer movimiento Allegro, primoroso y emocionante, todo el movimiento dirigido a ese final tenebroso y amargo; o el manejo de las cuerdas en el tercer movimiento adagio, cómo estuvieron los violines en esa joyita que es ese movimiento, que cerca de lo sublime; que excepcional cada uno de los solistas: el oboe y la flauta travesera por poner ejemplos a una ejecución maravillosa.

Sin embargo, el pero vino en el último movimiento, justo el coral; desde la entrada del bajo solista Ivaschenko, que vociferó, en una especie de declamación más que una línea de canto, su intervención inicial, todo se quedó un poco descafeinado: los solistas estuvieron adecuados pero sin alardes, muy bella la voz de Tilling pero insuficiente, no se oía en demasía; Kaiser lo mismo, por lo menos su parte solista estuvo más adecuada que la del bajo; la más empastada fue la contralto de Stutzman, con gran proyección y brillantez.

Creo que los tempos y la forma en que tiene pensado este último movimiento Rattle no es el más adecuado; algunos de ellos eran extremadamente lentos, por poner un ejemplo la fuga o el presto final. Y desgraciadamente no ayudaban a resaltar lo musical; a pesar de que el coro del Teatro Real se merece un aparte, estuvo excepcional; qué fácil es cantar la Novena gritando, lo hacen casi todos los coros; pero cantarla como lo hicieron ellos, bien, es bastante dificultoso. No olvidemos que son veinte minutos al más alto nivel de exigencia en tesitura y potencia y que el posible calentamiento que hubieras hecho está más que olvidado cuando llega el momento, se entra frío y no tienes tiempo para reanimarte. Tal es la intensidad de esta obra. Pues bien, aunque Rattle la dirigió tan lentamente que podría matar a cualquier coro, este no dio ninguna muestra de fatiga y estuvo, no exagero, excelente. De hecho quiero hacer un inciso a favor, especialmente,  de la cuerda de tenores (no lo puedo evitar, lo soy también…); el comienzo de la fuga fue el ejemplo de cómo se debe cantar; el “la” sobreagudo fue brillante, pleno, estupendamente colocado, sobrecogedor; toda su actuación fue un prodigio, como la de todo el coro.

Conclusión: estupenda novena, sin llegar a la excelencia, pero, sinceramente, yo iría a ver a Rattle y su Berliner Philharmoniker siempre que aparecieran. Es un lujazo oírles.

“En las montañas de Holanda” de Cees Nooteboom

enlasmontañas“En las montañas de Holanda” se ha convertido en una de mis novelas favoritas de Nooteboom. Ese es el primer hecho que saco después de acabar su lectura. El segundo sería que me parece una de las mejores posibilidades para empezar a leer al holandés, de las más accesibles, no solo por la trama, muy cercana a un cuento de hadas, sino porque es una obra de no mucha extensión y además con muchas posibles lecturas a varios niveles.

Lo más genial de dicha novela es que esta apariencia de cuento le sirve para, al mismo tiempo, explorar los límites narrativos de la novela. De hecho tenemos dos narraciones bien diferenciadas; por un lado, el de la historia de Kai y Lucía, por otro, las digresiones de su escritor, Alfonso Tiburón Mendoza, inspector de carreteras de la provincia de Zaragoza, que sirven, justamente, para discernir sobre esas fronteras.

Desde el comienzo, con ese “Érase una vez“ entramos en territorio de cuento de hadas:

“Érase una vez un tiempo, que, a decir de algunos todavía perdura. En ese tiempo, Holanda era mucho más extensa que ahora. No falta quien lo niega, pero también hay quien asegura que, si bien dicho tiempo ha existido, es ya cosa pasada. Si eso es cierto, lo ignoro. Pero sí puedo afirmar, porque lo he constatado personalmente, que la bandera holandesa ha ondeado en los puertos más altos de Europa.”

Lo onírico aparece mezclado con la realidad, es imprescindible que esta unión no se pierda porque será la manera de defender la argumentación de fondo de Nooteboom; con la descripción del sur de Holanda y de sus habitantes podemos ver igualmente una muestra de esta conjunción:

“La gente del Sur era más ruda, pero también más libre, de la misma manera que sus paisajes eran más abruptos y solitarios. Aquello que repelía a otros, a mí me atraía. La altiplanicie del sur era mi paisaje preferido. Los periodistas proclives al tópico hablaban siempre de un paisaje lunar, pero ya quisiera yo ver en la luna una cabaña construida con grandes cantos rodados donde cobijarse y dormir, al lado de un impetuoso arroyo de montaña.”

Gracias a las digresiones del escritor sabemos cuál es el tema del relato: “Ahora ya vamos al tema: la belleza perfecta y la felicidad perfecta. Dudo que muchos de mis célebres colegas se atrevan a abordarlo. Así y todo, ese es el tema de mi relato.”

Entre otras cosas porque no solo reconoce que a ningún autor le parece interesante tratarlo, sino que establece que es un modelo obsoleto en la siguiente frase, un modelo insoportable para una sociedad contemporánea en la que todo se ha convertido en “relativo”, ¿qué cabida tiene la perfección en una sociedad como esta?

“Con la muerte de dios, tanto si ha existido como si no, el modelo de perfección ha quedado abolido. A partir de ese momento el arte ha estirado el cuerpo hecho a Su imagen y semejanza, lo ha dividido en superficies, lo ha horadado por todas partes y lo ha deformado. Diríase que ya no podemos soportar la perfección, ni siquiera como idea, porque nos aburre como un sueño soñado con demasiada frecuencia.”

Hablando de Kai y Lucía, los circenses protagonistas de la novela que escribe, entra en la dimensión de la pareja y aprovecha para entrar en otro nivel, el del lenguaje, en este caso con la palabra pareja:  “Y, además, forman una pareja, una paar. Siempre me ha gustado la palabra holandesa, la española es demasiado larga. Pareja si se pronuncia en voz bien alta, evoca un vínculo, pero nunca con la fuerza absoluta contenida en la palabra holandesa paar. La pareja es la asociación humana más reducida y, debido a que excluye a los demás, resulta insoportable.” Este tipo de discusión lo realizará frecuentemente, aportando una versión lingüística muy interesante que añade otro nivel a lo escrito.

Si tanto la pareja como lo perfecto (representado en un principio por Dios) está en una crisis manifiesta, ¿qué nos podría quedar?,¿ los cuentos de hadas?:

“-Es un error.

-¿Qué?

-No creer en cuentos de hadas.

-¿Por qué?

-Porque hay muchas cosas que pueden explicarse mediante los cuentos de hadas.

El cuento de hadas es un hongo de la realidad. Disfraz, apología, hongo, enfermedad, caricatura.”

En esta realidad insoportablemente inestable, un cuento de hadas podría darnos la estabilidad que nos daban las convicciones profundas, el cemento para construir nuestra identidad:

“Pero ¿por qué alguien escribe un cuento de hadas? ¿Por qué la realidad le resultaba insoportable? Los mitos no los escribió nadie, y esa debía ser sin duda la clave. Escribir cuentos de hadas era un falso anhelo de escribir mitos y, por tanto, un anhelo de no ser nadie o de ser todo un pueblo, una masa sin nombre ni rostro, una especie extinguida.”

Reforzando cada vez más la idea de los “sproocsprekers” (story-tellers), sí, los contadores de historias como figuras indispensables en la construcción de la ficción. Esa ficción que siempre defendió Chesterton como “una necesidad” para nuestra existencia.

En la magistral última parte Nooteboom encadena las nociones de novela, mito y cuento de hadas y lo hace a través de las diferentes versiones de un mismo relato que realizan varios autores:

“Kundera y D’Ors escriben novelas. Platón habla de un mito contado por Aristófanes durante el banquete. Andersen escribe cuentos de hadas. Las novelas describen cómo es la vida porque narran aquello que puede ser. El mito da respuestas imposibles a preguntas sin solución. Sucede en ellos lo que nunca ha sucedido. Los mitos son ejemplos; las novelas, imágenes; los cuentos de hadas, mentiras amables que cuentan los hombres incapaces de resistir el mito malogrado de la vida. En los mitos, los seres humanos viven eternamente. En los cuentos, viven muchos años y son felices. En las novelas, al final de esos muchos años empieza la desdicha, y la mayoría de las veces incluso antes.

En los mitos, todo, de un modo u otro, queda resuelto. En las novelas nunca se resuelve nada, y en los cuentos la solución se aplaza, pero si alguna vez tiene lugar, es fuera del marco del cuento. Esa es la mentira.”

En efecto, la solución en los cuentos se aplaza u ocurre siempre fuera del marco del cuento, no hay lugar para la tristeza, ya que siempre nos quedamos con una más que satisfactoria lectura. Justo como sucede con este “novelón” de Nooteboom. Una joya imprescindible de narrativa contemporánea.

Textos de la traducción del neerlandés de Felip Lorda i Alaiz para esta edición de “En las montañas de Holanda.”

“La historia siguiente” de Cees Nooteboom

P86350A.jpg“La historia siguiente” es una de esas pequeñas novelas con las que de vez en cuando nos sorprende nuestro holandés favorito. En dos partes nos muestra una historia en retrospectiva de construcción de la identidad a través de sus dos grandes amores del pasado. Lo más curioso es que el protagonista, el profesor Herman Mussert, enseña lenguas muertas y utilizará constantes paralelismos que tienen que ver con los clásicos grecolatinos.

Lo bueno de estas novelas es que, según el momento en que las cojas, pueden dejarte una sensación u otra. Te puedes fijar más en algo que, sin embargo, la próxima vez que la leas a lo mejor ni lo consideras. Esta es quizás la fuerza de la narrativa contemporánea, dejar historias poco cerradas y que, además, dejan bastante a la interpretación del lector, base de la “teoría de la recepción” literaria.

Nooteboom, como otros grandes actuales, juegan con estos factores muy sabiamente y nos ofrece muchas posibilidades en esta pequeña obra por poner un ejemplo. De entre todas las posibilidades que subyacen en la trama: construcción de la identidad, límites entre ficción y realidad, la frontera entre la vida y la muerte, etc. Me gustaría quedarme sin embargo con uno de los temas que más me obsesiona últimamente: la construcción de la realidad mediante la ficción y el entrelazamiento de los relatos.

Dice Nooteboom:

“Tengo exactamente la misma sensación que tenía antes, cuando debía revisar un montón de traducciones de Heródoto. Siempre he tenido debilidad por este fabulador transparente; la historia inventada es más atractiva que el soso terror de los hechos.”

Muchos autores, solo tenemos que ver el caso de Barnes, McEwan, Pynchon, en una realidad como la que estamos viviendo, desprecian el realismo, precisamente por lo limitado que es para pintar todos los grises del entorno, ese “soso terror de los hechos” que el propio Cees nos comenta anteriormente y al que contrapone, sin embargo, con una realidad inventada, mucho más atractiva y, ojo, sin olvidar que esta ficción le sirve para cuantificar dicha realidad, intensificarla o disminuirla, superando en medios a los límites impuestos por lo “realista”.

Unido a esta idea está el siguiente texto:

“Cada noche uno de nosotros contaría su historia, y yo las conocería y no las conocería, y cada uno de estos relatos sería el final de otro más largo. Lo único era que los otros parecían saber mucho mejor que yo lo que tenían que contar. Bueno, ahora lo sé, pero por entonces aún no lo sabía. El narrador con una historia sin final es un mal narrador, eso ya lo sabes.”

Los relatos, estos textos ficcionales se entrelazan entre sí, formando una historia aún mayor, precisamente como un todo disfuncional y fragmentado que sirve para construir una realidad de ese tipo, alejada de la simple descripción de hechos, por muy crudos que estos pudieran ser; es irónica la afirmación referente a la no-finalización de la historia, ya que, precisamente, parece que quiera afirmar lo contrario; o simplemente que para crear una buena historia no hace falta un gran narrador.

Me encanta el uso que hace de este último medio, solo hay que verlo en esta pequeña descripción que hace de lo que justamente realiza habitualmente en sus libros de viajes:

“Luego he leído algo sobre Java, pues desde que fui despedido del instituto escribo guías de viaje, una tarea estúpida con la que me gano el pan de cada día, pero no es ni con mucho tan idiota como la de todos esos llamados escritores literarios de viajes, que sienten la necesidad de untar su preciosa alma sobre los paisajes del mundo entero para epatar a la burguesía.”

¿Idiota? Para nada, “su preciosa alma” impregna cada rincón de las historias o relatos que nos quiere contar.

Traducción de los textos del neerlandés de Julio Grande para esta edición de “La historia siguiente.”

La violencia como elemento catártico: Edward Bunker y Neil Cross

Mucha gente no suele entender la razón por la cual hay mucha gente que disfruta viendo películas de terror, violentas o, desde luego que no tienen un final feliz. Hay un fenómeno, inherente al ser humano llamado catarsis (del griego κάθαρσις kátharsis, purificación), palabra descrita en la definición de tragedia en la Poética de Aristóteles  como purificación emocional, corporal, mental y espiritual. Mediante la experiencia de la compasión y el miedo (eleos y phobos), los espectadores de la tragedia experimentarían la purificación del alma de esas pasiones. (Extraído de la Wikipedia, en español, donde alguna vez puedes encontrar algo razonable).

Esa catarsis aristotélica tendría la facultar de hacer olvidar e incluso purificar sus pasiones, sus problemas, al verlas proyectadas en los personajes de la obra que esté observando, sobre todo si, en la obra ves que estas bajas pasiones reciben un castigo que el espectador considera justo. Es una manera de experimentar estas dificultades pero sin sufrir sus efectos reales; pero que, incluso, puede servir para que se construya su identidad y que no repita los errores que observa.

Sin lugar a dudas, dos de los géneros que producen mayor catarsis hoy en día son el terror y las novelas policíacas, sobre todo en su corriente más “hardboiled”, más “realista” y, sobre todo, violenta. Me quería centrar, precisamente en dos ejemplos muy claros de este segundo ejemplo donde la violencia que presenciamos sirve al propósito de lo que comentaba en los dos primeros párrafos.

luther_portadaEl primer ejemplo es “Luther. El origen” de Neil Cross, publicada por Es Pop Ediciones. Sin desvelar detalles de la brutal trama, existen dos niveles muy claros que pueden llevar a lo que comentaba, el primero de ellos tiene que ver con lo tremendamente escabroso y violento que es el caso que trata el detective, con implicaciones sexuales y pedófilas, y con escenas cargadas de violencia y, mucha sangre, no lo voy a esconder a estas alturas. El segundo nivel tiene que ver con el detective, un “loser” de toda la vida, que empieza a derrumbarse en lo personal pero que nunca pierde su sentido de la responsabilidad:

“Entraste, te sentaste sobre el borde de la cama. Te vi beberte una pinta de whisky en unos diez minutos. Fue la primera vez que de verdad te vi llorar. […]

-Fue triste.

-Sé que fue triste, fue muy triste. Todavía pienso en ella de vez en cuando.[…]

Fue la primera vez que planteaste la posibilidad de dejar el cuerpo. Hace dieciséis años. Y llevas hablando de dejarlo desde entonces.

-Lo sé.

-Pero no lo has hecho.

-Lo sé.

-Ni lo harás nunca.

Luther no responde a eso. ¿Cómo podría?”

Tan humano e intenso que es imposible no empatizar con él, el lector experimenta todos y cada uno de sus sentimientos, desde la vergüenza y la tristeza:

“Luther tiene los ojos húmedos y enrojecidos. Se los seca con el dorso de la mano. Está avergonzado.”

Hasta el más puro odio que desemboca en un estallido radical de violencia: “Luther rebosa odio. Lo nota alzándose desde lo más profundo de su ser. Se extiende por su pecho y sus hombros como las que se despliegan.”

La resolución del caso se desplaza paralelamente a la destrucción del personaje y nosotros asistimos, sin remisión, a una trama sin descanso y cargada de intensidad narrativa.

littleboyblueEl otro ejemplo es el “Little Boy Blue”, última novela publicada por Sajalín del siempre interesantísimo Edward Bunker, que vivió en carnes propias muchas de las experiencias que relata de manera “ficcional”.

En esta ocasión tenemos un “Bildungsroman”, una novela de formación a la violencia y a la delincuencia, ya que el protagonista, Alex Hammond, en un chico de once años que no para de salir y entrar de reformatorios por sus conductas altamente delictivas; y todo ello, a pesar de su inteligencia:

“Aunque era un chico inteligente que formaba parte del dos por ciento de la población con un nivel de inteligencia superior, su comportamiento caótico y sus problemas emocionales lo privaban de ser un buen estudiante. El muchacho tenía potencial pero no lo aprovecharía. “

“Alex caminaba con el grupo, pero pensaba en su padre y en marcharse de allí. Fuera podría leer, ir al colegió él solo o ir a ver películas de la sesión de matiné. Su padre sería la única autoridad. Clem y él podrían hacer cosas juntos todo el tiempo en vez de solo unas horas durante el fin de semana.”

Es una pena ir comprobando que, según avanza las páginas, es inevitable el destino al que está abocado, y que su único oasis, su padre, no puede convertirse en su verdadera ayuda, que lo equilibraría.

Lo increíble de Bunker es que entre estallido de violencia y estallido, existen remansos dotados de una lírica impensable y, curiosamente, siempre los asocia a los libros, solo tenemos que  ver lo que sucede al coger el “Doctor Arrowsmith” de Sinclair Lewis:

“Sin saber que existía algo llamado literatura (un libro era un libro), de repente se vio sumergido en la vida nacida sobre el papel. Su vocabulario no incluía alguna de las palabras que encontró allí, pero eso no le importaba. La celda desapareció  de su mente, olvidó sus problemas y se emocionó, sufrió y luchó con el doctor Martin Arrowsmith. Cuando las lunces se apagaron a las nueve y media, intentó leer con el resplandor que se filtraba a través de la red metálica, pero no fue suficiente.”

Las enseñanzas que recibe son, desgraciadamente, siempre acompañadas de dolor: dinero, ignorancia, qué más puede hacer para afrontar lo que le queda por vivir:

“No te equivocarás en la vida, ¿entiendes?, si antes de hacer algo piensas ¿Voy a ganar dinero con esto?, ¿entiendes? No falla. Es la mejor manera de vivir al máximo. ¿Te enteras?”

“Alex aprendió a permanecer inexpresivo mientras observaba a tres o cuatro auxiliares destrozar a un paciente, aunque el corazón siempre le latía a toda velocidad de miedo y ardía con una indignación silenciosa y enfervorecida. Las brutalidades menores del reformatorio lo habían preparado de algún modo para esto, le enseñaron que la violencia habitaba cada lugar donde los hombres tenían poder sobre otros.”

Y él es totalmente consciente de que no es vida, y de que no va a poder librarse de ella:

“Qué tipo de vida era aquella? En instituciones, peleándose todo el tiempo, recibiendo órdenes de hombres que utilizaban su autoridad según sus antojos y caprichos. Era una mierda. Exactamente eso. Una puta mierda.

El dolor y los ojos húmedos pronto se endurecieron en una ira profunda y desafiante.”

“Todos los aspectos de su vida le enseñaban la primacía de la violencia.”

En ese momento, estamos llorando con él, nuestras lágrimas de desesperación por su dolor empapan las páginas que leemos, el único arco iris que se puede vislumbrar es el de los libros, verdadera salvación y consolación:

“De hecho, mientras tuviera buenos libros prefería vivir en su mundos que en la fealdad de su propio mundo real. Por el momento no le importaba en absoluto estar en el agujero.”

Creo que, después de estos dos ejemplos, será patente para la mayoría de los lectores los efectos purificadores de la catarsis al leer esta violencia. Espero que os gusten, si os animáis.

Los textos son de la traducción de Óscar Palmer, editor de Es Pop Ediciones, para esta edición de “Luther. El origen.” de Neil Cross.

Textos de la traducción del inglés de Zulema Couso para la edición de “Little Boy Blue” de Edward Bunker de Sajalín Editores.

Gala de homenaje descafeinada para la sin par Teresa Berganza

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Cuando digo descafeinada, no digo que la gala fuera mala; de hecho tengo que reconocer que el espectáculo fue mejor de lo esperado y tuvo muy buenos momentos. El problema es que todo lo que rodeó el espectáculo no fue lo que se podía esperar, sobre todo por los cantantes que asistieron; cuando celebras los 80 años de alguien tan grande dentro del “mundillo” como es Teresa Berganza, debe venir lo más grande del género y, salvo honrosas excepciones, José Van Dam y los españoles Bros, Bayo, Álvarez…, el resto de los partícipes, incluyendo el foso, estuvo voluntarioso pero eran de un nivel medio para abajo; para ser justos, rindieron estupendamente. Pero claro, qué podemos esperar de un teatro que, con su gestión, ha conseguido que los grandes divos no vengan aquí nunca. También parece inexplicable la no-presencia, de algún modo (documento gráfico, mensaje…) de Domingo, Caballé, Carreras, etc… los grandes españoles de su misma época y que participaron con ella en innumerables ocasiones. Tampoco contribuyó a la brillantez de la gala la sonora pitada que recibió el ministro de cultura, no evaluaré su gestión; pero, indudablemente, sus medidas no están haciendo demasiado bien a la música y el público expresó su malestar, consciente de la situación de la cultura en España.

Pasemos ya a la gala; el repertorio, sin embargo, fue excelentemente escogido: en una primera parte se interpretaron obras de Rossini y Zarzuela y en la segunda, obras de Mozart, con directores y cantantes diferentes para ambos cometidos. Me gustó lo escogido porque reflejaba parte del repertorio por el que se hizo famosa nuestra Teresa (con la única falta de Carmen, quizá su papel más paradigmático…).

En la primera parte dirigía Alejo Pérez, lo recordaréis porque ya hablé de él en ese hito que supuso “Don Giovanni” este año; hito, desgraciadamente, por los malos aspectos musicales y escénicos. Ayer volvió a demostrar que su dirección es insulsa, sobre todo para Rossini, una obertura como la de “La gazza ladra” sonó deslucida, sin ritmo, sin intensidad; mejor en los fragmentos zarzuelísticos, pero claro, porque los cantantes hicieron los mejores momentos de la noche. Sé que Mortier sigue creyendo en su talento pero, de verdad, no provoca más que bostezos. Del repertorio rossiniano, cabe destacar la interpretación pausada de Marie-Nicole Lemieux de “Di tanti palpiti” de “Tancredi”, con un poderoso instrumento por pulir todavía pero con buenas maneras; el intento de realizar el imposible aria de “Semiramide” “Bel raggio lusinghier” fue encomiable, Annick Massis, una verdadera especialista rossiniana, acusó el cansancio con notas caladas en la parte final pero fue portentosa; José van Dam, en franca decadencia, suplió sus limitaciones actuales con una “Calumnia” inteligentemente cantada y actuada, qué grande y variado ha sido el holandés. El concertante final de “Il barbiere di Siviglia” estuvo divertido, aunque, al no haber subtítulos, la mayoría de la gente no pudo disfrutar de la actuación ni del texto. Lo mejor llegó en ese momento; Carlos Álvarez estuvo cálido, templado, pasional, excelente el manejo de la potente voz con “En la cárcel de Villa” de “La linda tapada”, y arrancó los primeros bravos de la noche; me recordó a sus primeros momentos de la carrera; ojalá le hayamos recuperado para la escena. Bayo bordó también las “Sierras de Granada” de “La tempranica”, era la Bayo afinada y con un timbre bellísimo que todos queríamos oír, estuvo deliciosa; el colofón lo puso nuestro José Bros con un “No puede ser” de “La tabernera del puerto”, a su canto legato habitual le ha sumado volumen y el resultado fue pletórico. Fue lo mejor de la noche, qué casualidad, con todos los cantantes españoles y el repertorio de Zarzuela, ¿casualidad? Sabéis que no.

En la segunda parte tuvimos en el foso al otro protegido de Mortier (solo faltó el griego…), Sylvain Cambreling; aún así, es mucho mejor que su predecesor, y su interpretación de Mozart estuvo más afortunada, precisa y pasional, se pudo escuchar desde la dirección de la obertura de “La clemenza de Tito”. De lo demás, se puede destacar el dúo de “Don Giovanni” “La ci darem la mano” de nuevo con van Dam y una Serena Malfi estupenda que bordó más tarde “Voi che sapete”; esta italiana tiene un timbre precioso y canta muy afinadamente, además de que escénicamente funciona también muy bien; fue muy apreciada por el público. Auxiliadora Toledano, antes de interpretar muy personalmente el “Deh, vieni, non tardar” de “Le nozze de Figaro” le dedicó unas palabras a Teresa resaltando especialmente su apoyo a los cantantes más jóvenes; bonito detalle sin duda que le valió cantar luego el final del acto segundo, aunque ella no estuviera programada inicialmente. Señorial la condesa de Sofia Soloviy en el “Dove sono” que destacó especialmente con Carlos Álvarez con su gran Almaviva en el fragmento final del homenaje.

Se continuó con un vídeo que recordaba alguno de los momentos musicales pasados de Teresa Berganza con fragmentos de “Carmen” y la “Cenerentola” que sirvieron para que, a continuación, saliera ella misma a la palestra para hablar. Bonito discurso que tenía dos mensajes principales, además del agradecimiento; la defensa de la cultura y de la ópera sobre todas las cosas y, sobre todo, que no olvidáramos nuestro patrimonio musical: la Zarzuela. Fue un discurso sincero, amable y emocionante. Todo el público estaba rendido a sus pies. Decía que se conformaba con haber conseguido que su público se hubiera emocionado alguna vez con ella. Ay Teresa, no sabes cuántas veces lo has hecho y lo harás. ¡Qué grande eres!

“Una canción del ser y la apariencia” de Cees Nooteboom

canciónserPor fin empiezo a profundizar en la literatura del escritor holandés Cees Nootebom, uno de los escritores más variados y enriquecedores que se pueden encontrar actualmente; sobre todo por una elección de temas muy diversa según el libro que toque.

En este caso, bajo el sugestivo título “Una canción del ser y la apariencia” podemos entrever una dicotomía: ser/parecer, sin embargo, ¿en qué aplica esto a la literatura?

En el prólogo del húngaro Péter Esterházy encontramos lo siguiente:

“El gran talento de Nooteboom reside en el sentido de las proporciones. No simplifica las cosas, pero es capaz de acercarnos a ellas con sencillez. Crea la sencillez sin renunciar a la complejidad natural. Aquí también los hechos transcurren por diversos hilos, pero lo hacen con naturalidad, como si no pudiera ser de otra manera.”

En efecto, no resulta difícil seguir la propuesta de Nooteboom donde intercala dos partes muy diferenciadas, ese ser (el del escritor, la realidad) con esa apariencia (la de sus personajes, la ficción). El entrelazamiento de las dos historias, la de la conversación entre escritores holandeses y el de los personajes que aparecen en la novela de uno de ellos;, no faltan entonces esos momentos, con reflexiones literarias sobre la soledad del escritor en unión con esa realidad cada vez más aburrida que muchas veces quiere reflejar:

“Hay algo inefablemente triste en los escritores solos en su despacho. Tarde o temprano llega un momento en sus vidas en el que dudan de lo que están haciendo. Quizá sería extraño si no sucediera así. Con el paso de los años la realidad se va haciendo cada vez más importuna, y al mismo tiempo menos interesante, precisamente por el exceso de la misma.”

Alternadas con la realidad,  como podemos ver en la descripción de Tarnovo, una ciudad medieval de Bulgaria:

“Desde la lejanía reconoció el Cárevec y el Trapezica, y cuando se hubo acercado a la ciudad vio cómo las casas pegadas con sus tejados rojos bailaban reflejadas en el agua turbulenta del río. Tenía la sensación de que todo era irreal, demasiado bello, algo creado para ser pintado. “

No faltan los guiños a los lectores, Nooteboom es consciente de que navega por las aguas turbulentas de la metaficción y quiere quitar hierro al asunto, que el lector sea consciente de ello:

“A los lectores puedes ahuyentarlos con dos cosas: una, con falta de capacidad profesional, y dos, aburriéndolos demasiado con la profesión como profesión.”

En esta novela de límites y fronteras ficcionales, precisamente la libertad se encuentra en lo que ya está escrito; es esta libertad lo que define a un autor de sus personajes; lo que le da la identidad que luego puede insuflar a esos personajes:

“-Mira –dijo-, justamente ese es el límite de la existencia de un personaje de novela. Pessoa  eligió, puede decirse, más o menos su propia muerte; en cualquier caso eligió, digamos desde un determinado momento su propia vida. Tú, por nombrar a alguien, puedes morir aún mil muertes. Pero madame Bovary pudo y puede morir sólo una muerte, siempre la misma.”

Sin embargo,¿ importan al lector medio estas disquisiciones? Me temo que el bueno de Cees no es muy optimista al respecto:

“-¡Esa presunción demencial de los escritores! Todo escritor se cree distinto e incluso mejor que los demás porque los observa y vuelve a crear a otros a imagen y semejanza de ellos y de sí mismo, como si de alguna manera hubieran absorbido la esencia de lo que son las personas y ahora pudieran repartirla. Si olvidas por un momento la piadosa charla de la clase media cultural, sabrás que al grueso de la humanidad le interesa tanto la escritura o el oficio de escritor como la construcción de puentes o la arqueología prehistórica.”

Hasta tal punto es consciente de esto que, en el final, tiempo y espacio, realidad y ficción, ser y apariencia, autores de personajes; están más cerca de lo que se podría pensar:

“El sol poniente daba un aspecto terrible a la ciudad. La luz tardía lamía obscena los edificios y confería a los muros ocres, al descenso del agua del Tíber, al mármol de columnas y escaleras, un color apasionado y oscuro, lujurioso hasta lo macabro. Le afectó más que la nostalgia que había sentido al ver por primera vez a Laura, ahora tan cerca de él. Ella pasaba a la ciudad, formaba parte del lugar, en este decorado fluyente de plazas, basílicas, palacios, pero al mismo tiempo era su ocaso, porque aquí lo especial, que era ella, formaba parte de lo normal.”.

Lo especial no es que estén separados sino esta fusión de contrarios, es un relato metaficcional donde ficción y realidad conviven estrechamente, se subvierte esta autoconsciencia de la ficción y el escritor vive con sus creaciones y sus creaciones con él. Es estimulante cómo nos maneja en esta pequeña novela y que, sin embargo, resulta más clarificadora de lo que es mi enrevesada exposición.

Traducción del húngaro de Adan Kovacsis del prólogo de Péter Esterházy

Traducción del neerlandés de Julio Grande de la novela “Una canción del ser y la apariencia”.

“¡Mokusei!/El Buda tras la empalizada” de Cees Nooteboom

P86439A.jpgQuien haya leído el comentario que publiqué anteriormente no se hará una idea de lo que es Nooteboom; afortunadamente voy a publicar bastantes cosas sobre él y ya aviso, la variedad de su obra es sencillamente proverbial. En este caso tenemos, quizá, lo que es una de sus partes más comunes. El holandés es conocido precisamente por ser inquieto, y si es tan inquieto y cosmopolita, buena parte de culpa la tiene el haber viajado por diferentes países. Esta recopilación es una buena muestra de ello.

“¡Mokusei!/El Buda tras la empalizada” recoge dos relatos breves del autor, caracterizados por su exotismo en una primera lectura, el primero de ellos “¡Mokusei!”, se ambienta en Japón; el segundo, “El buda tras la empalizada”, en Thailandia.

“El mokusei es una de las pocas plantas aromáticas de Japón –aprendió más adelante-, y así la había llamado a partir de entonces, Mokusei. Ahora ella tenía tres nombre: uno secreto, solo para él, Máscara de nieve; el suyo propio, Saroko, que él nunca utilizaba, y Mokusei. Así le escribía, era un nombre que sólo existía para ellos dos.”

Arnold Pessers, el protagonista de esta historia de amor y alter ego holandés, utiliza el nombre de la planta aromática como parte de la definición de su amor:

“Más tarde, cuando todo hubo terminado, reflexionaría mucho sobre ello: ¿cuándo empieza algo así, un gran amor? […] Un gran amor, esa cosa impronunciable emponzoñada de trivialidad, probablemente empezó con el deseo de vivirlo. Y ese lo había sentido a lo largo de toda su vida. Había sido la preparación para el instante en que él estaba allí, escuchando la voz de ella en la casa de té, ese pequeño oleaje incomprensible de preguntas y respuestas en el que pedía y obtenía el permiso para cambiar en alguna habitación del establecimiento su traje europeo por los kimonos que había llevado consigo.”

Otro de los hilos conductores que utilizar para hilvanar la historia es la incapacidad del lenguaje para expresar los sentimientos y relaciones entre personas; hay ecos “foucaltianos”  en esta incapacidad del lenguaje al definir el discurso:

“Lo limitado de esta frase le gustó. Sólo cuando los demás entendían poco podían comprender todo. Eso era muy tranquilizador, el idioma echaba a perder siempre muchas cosas entre hablantes de una misma lengua, porque –pensaba-  tan pronto como se empezaba a hablar se mentía.”

Como viajante es consciente en sí mismo de que no se puede conocer un país como Japón siendo turista:

“Pero si es muy simple. Une maniére de dire. La mayoría de los europeos y americanos que vienen aquí, no los hombres de negocios per se, ya que a estos se les ayuda muy pronto a salir del sueño, sino los personajes artísticos (por llamarlos de algún modo), no conocen el Japón real en absoluto. Saben que es diferente, pero Vietnam y Costa de Marfil son también diferentes. Japón es, perdóname, diferentemente diferente. Pero ¿cómo explicas esto? No hablan la lengua y en la mayoría de los casos tampoco la hablarán nunca; saben algo de la cultura, en realidad nada importante, pero esto no los afecta, tienen algo mejor, tienen una idea acerca del Japón.”

Lo que refuerza esa idea mítica que tenemos de la cultura/sociedad nipona; nuestro holandés favorito utiliza una historia de amor para presentar otros temas subyacentes accesorios a una historia cargada de lirismo evocador.

En “El Buda tras la empalizada a orillas del Chao Phraya”  hay dos ideas que me gustaría destacar especialmente:

“El centro del mundo ha viajado con él. No, está mal dicho, el centro del mundo está en todas partes al mismo tiempo, pero en el lugar en el que estás temporalmente sólo existe ese lugar. En España los Países Bajos son una sombra, en América Europa es un espíritu, en Asía existe primero lo circundante, sólo después el resto.”

Esa tendencia que tenemos absolutizar nuestra importancia y que es inherente al ser humano; precisamente el hecho de viajar descentraliza esta sensación, relativizando esos sentimientos y ayudándonos a tener en cuenta las ideas del resto. Esta idea, la del viaje como catalizador de experiencias y como forma de relativizar tu existencia al mismo tiempo que tienes en cuenta la de los demás está muy presente en toda la obra de Nooteboom.

“Palabras suaves, gestos tailandeses, formas de amor, sombras contra el muro. Y él había estado a menudo en el balcón y había mirado el siempre cambiante orden de los cuerpos debajo de él, en la calle. También había visto el cielo de muchos colores distintos. Era hora de partir. Demasiado tiempo en esta ciudad no podría ser bueno para nadie. Y, sin embargo, sabía lo que ocurriría. El avión se elevaría sobre el delta humeante. La ciudad –en la que él aún permanecía- yacería allí debajo como un montón de viles disparates, bordada con el oro de templos y palacios. Y él, él tendría nostalgia, nostalgia o pena.”

Los momentos líricos se asociarán a los momentos de más pena/nostalgia, y, extendiéndolo, a los momentos de más dolor; esta también es una constante en sus historias que iremos viendo según vaya teniendo más libros por aquí.

Dos lecturas breves, intensas, pero enriquecedoras por muchos motivos.

Textos de la traducción del neerlandés de Julio Grande para esta edición de “¡Mokusei!/El Buda tras la empalizada” de Cees Nooteboom

“¿Se cayó…?” de Thorne Smith

se-cayo-9788492890590Aunque parezca mentira, existe una novela que se llama “¿Se cayó…?”; con este título tan rimbombante de Thorne Smith (1892-1934), Ediciones El Nadir recupera una de las obras que maravilló a Dashiell Hammet, aunque, como veremos, no tiene nada que ver con lo que desarrolló en su carrera literaria este último.

Esta novela está encuadrada en el más típico estilo detectivesco, en la tradición de Agatha Christie y los grandes autores del “Detection Club” británico que en los grandes creadores de novela negra Hammet y Chandler. De todos modos hay elementos que, inevitablemente conducen a estos.

No la ambientación desde luego, extrapolando podríamos hablar de “El gran Gastby”, tan en boga últimamente, por la enésima revitalización en el cine de Luhrman sobre la obra del genial Fitzgerald: el crimen en cuestión tiene lugar entre los grandes ricachones de alta sociedad. Sorprende, de hecho, que en sus primeras páginas, antes de que se origine el conflicto, Smith plantea un dilema de tipo ético:

“La situación -la sociedad misma- debería ser juzgada primero, antes siquiera de que se siente en el banquillo al criminal. Y una situación, un ambiente, un conflicto oculto del que dependan las vidas y la felicidad de seres humanos es a menudo tan difícil de atrapar como el humo… tan difícil de manejar como la dinamita.”

Una vez puesta esta base, que nos llama la atención sobre la influencia de la sociedad en los crímenes que se cometen en ella, tenemos, sin embargo, un típico caso donde, como a mí me gusta, todos los personajes podrían ser causantes y el personaje al que asesinan es tan detestable como pinta en la foto que nos describe:

“Viéndola en conjunto, la situación pintaba fea, la felicidad de más de una persona dependía de ella. Golpeando a uno solo, Emily Jane  podía herirlos a todos: Sam, Sue, Barney, June y Daniel. Ella tenía todas las cartas y las manejaba con la experiencia de un buen jugador. Pero el juego a veces es peligroso. Sin duda lo era en el caso de Emily Jane.”

El asesinato desencadenará los momentos más líricos del autor; ah, la lírica como catalizadora de las emociones más violentas, de la muerte, de la destrucción:

“Las olas bañan la playa y la niebla marina se espesa. Una silueta solitaria inclinada sobre el cuerpo retorcido de una chica muerta. Lejos, muy lejos de allí, arriba en algún lugar sobre un macizo de árboles negros, una luna vieja y cansada, antaño tan espléndida como Emily Jane, se desvanecía, su pálido rostro era ya sólo un recuerdo de pasadas noches más brillantes. Y dominando todo aquello, el gran precipicio negro: una masa acechante y amenazadora de piedra amarga.”

Y a partir de ahí, el investigador; antipático metomentodo Scott Munson irá desgranando y desencadenando las confesiones de los personajes implicados en la trama, afortunadamente con la ayuda de dos ayudantes que pondrán un elemento cómico necesario entre tanta gravedad y maldad.

“Odio desanimar vuestra iniciativa -dijo al fin-, pero a pesar de que me esfuerzo mucho, no puedo evitar pensar que vosotros dos debéis de ser de lo más tonto que he tenido la suerte (habéis oído bien, he dicho suerte) de conocer. Aún así, igual me equivoco. Puede que haya dos tíos aún más tontos escondidos en algún lugar, en alguna oscura grieta de esta tierra. Si así es, espero que se queden allí.”

Con todos estos elementos, la trama se desenvuelve con la suficiente inspiración para ir presentando cada dato poco a poco, sin desgranar todos los cabos hasta justo el final. Un final que, sorprendentemente, acaba con más mala leche de lo esperado; no diría yo que es un final feliz; ¿o sí? La misma cuestión ética que se presentaba al principio acaba vuelta del revés claramente en un momento y nos hace plantearnos de nuevo el dilema. Concluyendo, una buena novela policíaca para los amantes de la parte más detectivesca y menos alejada de la novela negra.

Traducción de María Inglés para esta edición de Ediciones El Nadir