About Mariano Hortal

Mariano Hortal (Madrid, 1976), Ingeniero Técnico de Telecomunicaciones y ahora Licenciado en Filología Inglesa. Después de casi 15 años trabajando en el sector, se convierte en abanderado de todo aquello que signifique cultura. “La literatura y la Ópera son mi pasión… aunque también canto en mis ratos libres (que son pocos). No me faltan ganas e ilusión ahora que comienzo esta nueva andadura.” Me podrás encontrar en esta página y como corresponsal de www.operaworld.es a las órdenes de Francisco García Rosado desde el 7 de enero del 2013 “Deja un poco de la tristeza que llevas encima y empecemos una nueva aventura”

“Trifulca a la vista” de Nancy Mitford

Con la escritora inglesa Nancy Mitford  no hay lugar para el aburrimiento, pero por partida doble, ni con su vida ni con sus novelas. Era la primogénita de la familia Freeman-Mitford. Las hermanas de dicha familia fueron figuras muy conocidas en la sociedad de Inglaterra de su tiempo: Nancy era escritora; Pamela, aristócrata rural; Diana la fascista; Unity la nazi; Jessica la comunista y Deborah duquesa de Devonshire. Parecían salidas de una novela y, de hecho, Nancy las inmortalizaría a su manera ya que varias de sus novelas tienen elementos autobiográficos.

Aunque aquí es principalmente conocida por su serie de novelas que reflejaron la vida de las clases altas de Inglaterra y Francia después de 1945 (“A la caza del amor”, “Amor en Clima Frío”, “La Bendición”, “No se lo digas a Alfred”). La novela que nos ocupa hoy es “Trifulca a la vista” que la escribió antes de las anteriormente mencionadas, en 1935, cuando el fascismo estaba en franca ascensión por toda Europa.

En la fantástica edición que nos ofrece Libros del asteroide, tenemos un prólogo inicial por su  sobrina Charlotte Mosley que, además de recuperar sus obras perdidas, explica con todo lujo de detalles las vicisitudes que tuvo la publicación de esta controvertida novela. Nancy aprovecha ese jardín de ideas que era su familia para añadir elementos de su vida a la trama ya de por sí divertida, ya que tenemos a los dos protagonistas Noel Foster y Jasper Aspect tratando de encontrar como sea una rica heredera a la que embaucar cueste lo que cueste. Las posibles herederas van desde la mimadísima Eugenia Malmains (personaje basado en su hermana Unity), defensora del partido socialunionista (partido afín al nacionalsocialismo hitleriano) hasta Ann Marie Lace (“Ella carecía de habilidades deportivas, tenía pretensiones intelectuales, era ambiciosa y realmente guapa. Su tragedia era haber nacido y haberse criado y casado en el campo.”), casada “felizmente” con Huebert Lace “que era un encanto pero terriblemente celoso, egoísta, codicioso y tacaño”.

Estos personajes junto con algunos más (como Lady Marjorie que huye de su boda y su amiga Poppy) desencadenarán una trama llena de enredos amorosos y equívocos con el telón del fascismo y que Nancy satirizó inmisericordemente (“No entiendo nada de política, pero estoy seguro de que Hitler debe ser un hombre maravilloso”), metiéndose especialmente con sus seguidores británicos y con todas las instituciones que además lo apoyaban como posible salida a una época de crisis. Y ello lo hace con un humor delicioso.

Desgraciadamente su publicación causó una animadversión entre Nancy y sus hermanas, no sólo Unity, razón por la que ella misma prohibió su posterior reedición hasta estos últimos tiempos en los que podemos volver a verla en circulación.

Nancy es uno de los mejores ejemplos de una época convulsa y de cómo intentó llevar, con humor, la literatura unida a la vida de los demás, sin olvidarse de expresar sus propias convicciones; es realmente divertida y, al final siempre nos deja con un sabor de boca estupendo (“Supongo que en realidad sí. Me he acostumbrado a estar enamorada de él, y ya sabes cómo cuesta cambiar de costumbres”). Supongo que yo también me he acostumbrado a que sus novelas estén todas tan bien.

Valoración del libro:

“El reparador” de Bernard Malamud

 

Hablando a veces con personas vinculadas a los libros: libreros, editores, escritores, etc…, uno de los temas de discusión habituales es el cómo la gente decide qué leer. La opinión más extendida habitualmente es que la gente quiere que se lo den muy hecho; por lo tanto, casi nadie se dedica a leer un suplemento para decir su próxima lectura; muy al contrario, normalmente lo que más funciona es el “boca a boca” que puede hacer que, una obra sobre la que no se ha hecho casi propaganda, se haga cada vez más famosa; o incluso, a veces, pedir consejo al librero que, con pocos datos, hace lo que buenamente puede.

Otra opción, más laboriosa eso sí, a la que no suele estar habituada la gente, es la de “autoformación”, ésta es, quizás, una de mis fuentes mayores de conocimiento y ordenación de las futuras lecturas y es una de las más satisfactorias aunque lleve un trabajo detrás. En mi caso, también recibo la ayuda inestimable de @JonatanSark, que siempre me aporta nuevos autores y obras a descubrir.

Hablo de estos métodos porque, si conozco a Bernard Malamud (1914-1986) y me he leído un libro suyo, es debido a que uno de mis escritores preferidos es el norteamericano Philip Roth y siempre que se cita a éste se habla de sus influencias más cercanas: Saul Bellow y Bernard Malamud. Incluso el propio escritor lo cita en varias ocasiones. La novela que escogí para empezar a descubrir su literatura fue “El reparador”, tenía también sus cuentos completos y “Las vidas de Dubin”, pero la que me llamó más la atención fue la primera. 

La novela fue escrita en 1966 y está ambientada en la etapa final de la Rusia zarista justo antes de revolución de 1917, el protagonista, un judío llamado Yakov Bok que, viviendo en Ukrania, es acusado de haber asesinado a un  joven cristiano y llevado a prisión. Malamud escoge para esta historia un narrador omnisciente y focaliza toda la acción desde la perspectiva del judío que, cual Job bíblico, pasa una penuria tras otra en un camino de sufrimiento ignominioso por un crimen que no ha cometido. 

El escritor se vale de este marco para presentar dos dimensiones: la del judío en el mundo, lo social; y la del desarrollo de la identidad de la persona. 

El marco temporal y geográfico, la Rusia zarista y antisemita, le sirve en la primera parte del libro para denunciar la situación histórica a la que se tuvieron que enfrentar los judíos, el odio brutal de un régimen que les temía (“como le decía, que Dios nos libre de los sanguinarios judíos, esos parásitos narigudos picados de viruela tramposos y chupadores de sangre. Nos robarían la luz del sol si pudieran”,”día tras día arruinan nuestra patria y el único modo de salvarnos es aniquilándolos” ) y que escoge al bueno de Yakov como cabeza de turco (“él era la víctima occidental escogida para el sacrificio”) y escarmiento de todo el pueblo asentado en territorio ruso. 

En la segunda parte, a través del monólogo interior del protagonista, nos hace pasar por todos los castigos de orden físico y psicológico que sufre el convicto, penurias que le hacen vivir una patética muerte en vida, sin esperanza de poder recibir un juicio justo. Esta situación le ocasionará una epifanía que le servirá para perdonar a la esposa que le abandonó y que le hará crecer, a pesar del dolor, como persona, haciéndole recordar lo necesario que es vivir cada momento como si fuera el último (“Ojalá hubiera sabido gozar entonces de esa pizca de comodidad que, en cierto sentido, significaba libertad”) y a no rendirse ante la situación.

Valoración del libro:
 

Boris “Pussy Riot” Godunov de Modest Mussorgsky en el Teatro Real

Aunque ya hace un tiempo que presencié la función de la primera ópera en versión escénica de la temporada del Real, siempre me gusta dejar pasar un tiempo antes de publicar mi comentario y sensaciones con respecto a cualquier ópera que visiono; durante ese tiempo de reflexión suelo realizar una segunda escucha en la versión o versiones que tengo para complementar y, sobre todo relativizar el ardor inicial que pueda tener; esto es muy interesante para mantener la perspectiva; es decir, las versiones grabadas, evidentemente suelen tener los mejores intérpretes, si eliges bien, de las obras en cuestión, y es poco saludable idealizarlas, porque originaría que nunca disfrutaras de ninguna versión en directo; esto es muy aplicable para el caso de óperas de Wagner, por poner un ejemplo de rabiosa actualidad por la crisis de voces “wagnerianas”. 

Además en esta ocasión tengo una impresión más para enriquecer el comentario, ya que recomendé a unos amigos ir a verla y coincidimos en el día pudiendo presenciar sus sensaciones, muy interesantes, que se produjeron: neófitos que descubrían por primera vez este placer inconmensurable para los que ya estamos enloquecidos con el género.

Ya comenté aquí que esta iba a ser el primer plato fuerte de la temporada y desde luego por su música merecía empezar la temporada escénica. No hace falta comentar la sinopsis ya que no es el objetivo de esta crítica sino su representación tanto escénica como musical.

“Boris Godunov” tiene sus raíces en la novela homónima de Pushkin que reflejó los hechos históricos de la época (muerte del zar Iván IV y el advenimiento de la dinastía Romanov) y con ella Mussorgsky quería reflejar a modo de metáfora mezclada con la realidad, los problemas del abuso de poder de los líderes políticos y cómo afecta tradicionalmente a los más desfavorecidos: el pueblo que sufre esos vaivenes y desórdenes autoritarios. El tema está de rabiosa actualidad y el montaje escénico jugaba con la referencia histórica y intentando actualizarlo como comentaré a continuación.

La escena de Johan Simons, pues, constaba de un gran escenario de fondo más o menos diáfano que reflejaba una especie de ciudad con muchos pisos, más parecidos a cuevas, con una parte del escenario movible que subía o bajaba según las circunstancias y lo que fuera necesario realizar: separar ambientes, crear un podio a media altura para la coronación del zar, mostrar las cámaras reales con sus dormitorios, etc; esto, unido a los cambios de luces continuos mostraban una escena más o menos dinámica, los figurantes y el coro, eso sí, aparecían con vestidos que simulaban época pero que estaban muy actualizadas a los tiempos que corren, de hecho, en la parte final y como guiño evidente a lo que ha ocurrido con las Pussy Riot y su encarcelamiento, el pobre personaje del “inocente” aparecía con tres figurantes tapados con unas medias de colores muy parecidas a las que lucían las componentes del grupo “punki”, reflejo actual de lo que Mussorgsky quiso significar en su época; hay que reconocer que con estos arreglos, el montaje funcionaba, no estorbaba a la música y podía mostrar momentos minimalistas y épicos, que, además, eran observables desde la mayoría de los puntos del teatro sin perjuicio para los espectadores.

Mayores problemas presentaba el aspecto musical que, sin ser erróneo, desde luego no llegaba a la excelencia. La dirección musical de Harmut Haenchen fue demasiado plana, parca en detalles, sin sacar todo el jugo que se le puede extraer a una partitura excelsa; esto se evidenció sobre todo en los fragmentos más intimistas, como el dúo entre los personajes de Grigori y Pimen, que resultó, especialmente para los que venían por primera vez, muy largo, pesado, sin grandes momentos; cuando, sin embargo es uno de esos momentos mágicos en contraste con la épica de la coronación. Os pongo un fragmento del monólogo:


 Mejoró sin embargo en la parte final sobre todo con la ayuda de los coros y en la muerte de Boris, aún así muy mejorable. En cuanto al elenco de cantantes, hubo de todo; bien el Boris de Günther Groissböck en cuanto a los detalles líricos, aunque en mi opinión le faltó fuerza, esa fuerza de la que hace gala, a pesar de sus años, el increíble Anatoli Kotscherga, antiguo intérprete del papel y que dibujó un Varlaam tremendo. Flojo el papel de Grigori (y falso Dimitri) de Michael König al que le faltó mucha potencia y tampoco resaltó en los momentos individuales. Mejor fue el Shuiski de Margita, de lo mejorcito de la noche en un papel avieso y perverso. A la Marina de Julia Gertseva le fallaron los agudos, muy metálicos y apoyados, que hacían que desafinara en algunas notas y que descuadrara la colocación.  Monótono especialmente el Pimen de Ulyanov, contribuyó en demasía al sopor de la escena antes indicada. Correctos el resto, especialmente el “inocente” de Andrey Popov; sobresaliente, sin reservas, la labor del Coro Intermezzo y la de los Pequeños cantores de la JORCAM haciendo el coro de niños, que consiguieron momentos sencillamente sobrecogedores. Os dejo un momento de coro del final de esta obra.

En conclusión, esta primera obra escénica no ha sido un mal comienzo, mejorable, pero lo suficientemente bien realizado para disfrutar y conocer una obra que, ciertamente, es más difícil para los que no conocen este mundo, pero que no es mala forma de empezar… si puedes con ella; está claro que los Puccini, Verdi,… son mucho más accesibles.

“La contravida” de Philip Roth

Es buen momento, tras el príncipe de Asturias, para poner esta reseña de uno de los libros de este coloso de las letras norteamericanas y que estaba retrasando en demasía.

En la densa y excepcional “Zuckerman encadenado”, asistíamos a la creación del alter ego más conocido de Philip Roth (otro sería el muy sexual David Kepesh) a través de un libro que constaba de tres libros y un epílogo maravilloso y complejo. En “La contravida” tenemos la “segunda” novela con Nathan Zuckerman de protagonista, si entendemos los anteriores como un solo libro.

La lectura de esta última se complica según avanzan las páginas, empieza a la manera de Roth, con sus temas siempre presentes (el judaísmo, antisemitismo, relaciones paterno-filiales, el sexo de fondo…) y la estructura está clara desde el principio, ya que hay cinco episodios que, además, según los vayamos leyendo se irán desarrollando en diversas localizaciones geográficas: Newark, Israel, un avión, New York e Inglaterra.

En el primer episodio encontramos a un Roth en plena forma, con la narración del hermano de  Nathan hasta que muere debido a una operación que puede solucionar sus problemas para mantener relaciones sexuales con su amante inglesa; a partir de ahí es Nathan el que retoma el punto de vista y ya vemos cómo la idea del antisemitismo la extiende deconstructivamente a los propios judíos.

“Insistí en la idea de que EEUU no se reducía a judíos y gentiles ni era el antisemitismo el principal problema de los judíos norteamericanos. Decir “Admitámoslo , para los judíos el problema son siempre los goyim puede tener su pizca de verdad a ratos”

En la segunda parte, el lugar donde transcurre cambia drásticamente, lo que parece un flashback de la historia anterior, donde Henry habría ido a Israel, comprobamos según vamos leyendo que Henry ha sobrevivido a la operación, pero, sin embargo, se ha ido a un lugar tan lejano para convertirse en un verdadero judío; ha tenido una epifanía, en las palabras del propio hermano: “yo era ellos” ” yo soy en lo hondo como esos judíos”.

Aprovecha este escenario para describir desde su punto de vista en lo que se ha convertido la nación judía: “Este, comprendes, se supone que era el sitio donde la nota consistía en convertirse en judío normal. En lugar de ello nos hemos convertido en la obsesiva prisión judía por excelencia. En lugar de ello, este sitio es el caldo de cultivo de todas las variantes de locura que el genio judío es capaz de concebir.”

Y para introducir el interesante concepto del “asimilacionismo”:

“-Pero es que la asimilación y los matrimonios mixtos de EEUU están provocando un segundo holocausto. Verdaderamente un holocausto espiritual está ocurriendo en EEUU y es tal letal como la amenaza que los árabes representan para el estado de Israel. Lo que Hitler no consiguió en Auschwitz están haciéndoselo los judíos norteamericanos en los dormitorios […] Antes fue el exterminio por la vía dura; ahora es el exterminio por la vía blanda.”

Hasta aquí tenemos dos historias aparentemente independientes pero unidas, lo que falta saber es por dónde va a llevar esta unión; sin embargo, tras el interludio cómico que se desarrolla en un avión, todo cambia radicalmente y lo que parecía un tipo de novela se vuelve en otra.

Esta sorpresa es que en el cuarto episodio Nathan muere por el mismo tipo de operación a la que se sometió Henry en el primero y donde Henry se convierte en el narrador intentando buscar el resto de partes escritas del libro de Nathan (con el seudónimo de Carnovsky) para destruirlas.

La “aparente” convencionalidad de los primeros capítulos transforma la novela en una reflexión sobre la novela y su autor relacionada con la realidad; así, en palabras de su editor en el funeral:

“Si hemos de hablar con propiedad, digamos que no cabe distorsión ni falsificación en una obra que no es periodismo ni historia como no cabe esgrimir acusaciones de exposición incorrecta ante un texto que no tiene obligación alguna de recoger sus fuentes “correctamente””

Roth siempre ha sido consciente de lo que escribía y aprovecha la muerte de su alter ego, si este lo era de verdad para expresar sus preocupaciones con respecto a la influencia e importancia de la novela en la sociedad, y más en la sociedad judía:

“¿A qué se debe que los lectores de Carnovsky se pregunten con tanta frecuencia si es novela? […] Primero, como ya he dicho porque camufla su condición de escritor y su estilo reproduce exactamente la angustia afectiva. Segundo, porque pisa territorio sin explorar en el ámbito de la transgresión al describir tan explícitamente la sexualidad de la vida familiar.”

Y encontramos una de las claves del relato en las siguientes palabras en boca del editor:

“Dicho en pocas palabras: pensaron que Nathan hablaba de sí mismo en la novela y que, por consiguiente, estaba loco; porque ellos para hacer una cosa así, tendrían que haberse vuelto locos”

El propio Roth nos está diciendo que Zuckerman no es él, no habla a través de Zuckerman, por eso lo mata, sin compasión, en su segunda novela.

Ya para acabar, tenemos otro cambio de estilo y narración, en Inglaterra comprobamos que Nathan vive ahora con María y entre gentiles (católicos), parece un relato costumbrista inglés y utiliza igualmente lo epistolar para relatar las cartas entre los dos cónyuges.

Viendo toda la obra, entonces nos hemos enfrentado a cuatro realidades distintas, diversas, donde la coherencia interna ha sido brutalmente destruida de manera autoconsciente por Roth, esta fragmentación es el signo de los tiempos, las dudas ante una realidad que se desmorona, donde los personajes se intercambian y no sabes a lo que atenerte.

Es el relato de un maestro que trata de experimentar con el fondo, con la forma, con los puntos de vista narrativos y todo ello para hacernos reflexionar, para hacernos ver la importancia del autor y su obra, y lo que influye en nuestra realidad.

Esta novela me ha hecho darme cuenta de que, al menos en sus primeros años, la lectura cronológica es imprescindible, ya que la unidad argumental de su carrera se podría resentir y, desde luego, no disfrutar de la manera en que se merece.

Es un titán, no se puede dudar, pero quien empiece con esta obra posiblemente no vuelva a él.

Valoración del libro:

“El caso de los bombones envenenados” de Anthony Berkeley

En el prólogo de la edición inglesa de “The floating admiral”(1931), el presidente en la actualidad del Detection Club, Simon Brett, comenta a propósito de las novela negras en el momento presente que “they are certainly more psychologically credible than many of the works produced at that time. They are also more serious, sometimes even to the point of taking themselves too seriously. In crime fiction, noir is the new black”. Opinión generalizada y que tiende a denostar, en cierta manera, lo que fue la edad dorada de las historias de detectives, sobre todo ofreciendo los aspectos en los que se ha mejorado, sin duda esa credibilidad psicológica de los personajes y la seriedad de los aspectos tratados. De todos modos Simon utiliza este argumento a su favor para concluir que “Most of these differences could be seen as improvements but the one thing that has been lost with the passage of time is the sense of fun that used to be associated with crime fiction”, es decir, a pesar de que esas diferencias pueden ser vistas como mejoras, una cosa se ha perdido con el tiempo: ese sentido de la diversión que solía estar asociado con la ficción criminal.

La gran Dorothy Sayers, integrante destacada del Detection Club, comentaba “whether the detection game thus played for our own amusement will succeed in amusing other people also is for the reader to judge”, resaltando el hecho de que ellos lo hacían para divertirse y si eso divertía a otras personas, sólo el mismo lector podía juzgarlo. Ciertamente se lo debían pasar muy bien, y el propio Chesterton lo comentaba en un artículo sobre esta obra (incluido en la fantástica colección de artículos “Cómo escribir relatos policíacos” de Acantilado), que consistía en que cada uno de los integrantes del club escribía uno de los capítulos siguiendo la trama que iban dejando los predecesores hasta llegar a un increíble capítulo final donde el último “afortunado” debía cuadrar todos los cabos introducidos anteriormente, tarea harto complicada, ya que no se lo ponían fácil entre ellos.

El encargado de realizar tan titánica tarea (y que no se resolviera como un sueño, tentación que intentaba evitar), fue el destacado Anthony Berkeley; ya que, como bien sabían todos, si alguien era capaz de arreglar el entuerto era él, autor de la obra “El caso de los bombones envenenados” en 1929 en la cual demostraba que era el mayor especialista en urdir todo tipo de argumentos y acabarlos de la manera más ingeniosa.

“El caso de los bombones envenados” es la tercera obra que vemos publicada por aquí del autor y desde luego, se trató de la protohistoria, el germen, que sirvió para engendrar otros juegos del club que vinieron después, como es el caso de “The floating admiral”. La trama es aparentemente sencilla, seis componentes de un Club de Misterio (a lo Detection Club), entre los que se encuentra Roger Sheringham, deciden ayudar a Scotland Yard a descubrir quién es el asesino de un crimen que se encuentra sin resolver; pero deciden que cada uno, usando los métodos que crea convenientes, presentará su solución al caso; es decir, no trabajarán conjuntamente.

Así vemos sucederse las soluciones y los métodos utilizados, desde los métodos inductivos (cui bono? ¿quién es el beneficiado?), pasando por los simplemente psicológicos, deductivos (a lo Sherlock Holmes), recopilación de pruebas materiales o mezclas de ambos, es decir, una “lección muy instructiva en el campo de la investigación comparada” como indica Chitterwick, el último de los que habla y que crea una tabla en su argumentación con los métodos seguidos, las pruebas usadas y el asesino deducido, que es distinto en cada uno de los investigadores. De hecho, cada método, la forma de desgranar el misterio va dibujando puntualmente la personalidad de cada uno de ellos.

Lo más increíble de la situación es su capacidad de retorcer la trama pareciendo cada solución la correcta, hasta el punto de que uno de ellos, Bradley, es capaz de demostrar que él es el asesino en un desternillante ejercicio paródico, con sus propios motivos incluso. Naturalmente sólo hay una solución, que sólo se desvela en la última página, dejando una elipsis magnífica para el lector, al que sólo le puede quedar ese “sentido de la maravilla” que te deja el regusto de una gran obra.

Dorothy Sayers tenía dudas de si el lector se podría divertir con estos juegos, puedo confirmar ahora que sí, que se lo puede pasar estupendamente con un juego de tal inteligencia y humor. Estamos ante una obra que es un clásico de la novela de detectives. Una obra maestra del género. ¡Qué talento tenía el gran Anthony Berkeley!.

“Fuente en llamas” de Ko Un

Este artículo inicialmente iba a ser dirigido a Mo Yan, flamante ganador del premio Nobel de literatura, pero como el tema me iba a llevar a realizar una nota biográfica-literaria de la cual están abusando en casi todas las fuentes, ¿para qué me voy a molestar a hacer lo mismo?. Lo que sí voy a realizar es una reseña de uno de esos escritores asiáticos que llevaban sonando en las quinielas de los últimos años y que, tras la elección del primero, ha disminuido sus posibilidades de ganarlo de manera exponencial; suelen pasar muchos años entre asiático y asiático (más de 10 años) y, teniendo en cuenta que nació en 1933, estamos hablando de recibirlo con más de 92 o 93 años; no digo yo que no pueda ocurrir, pero es altamente improbable.

El escritor en cuestión es el surcoreano Ko Un, nació en Kunsan (Corea) y es una de las figuras literarias de su país; ha publicado hasta el momento más de cien libros, poesía especialmente, pero también novela y ensayo. Es, como se puede deducir, una fuente inagotable de literatura y está plenamente activo en la actualidad.

En España tenemos tres libros suyos publicados, paso a comentar el fantástico “Fuente en llamas”, editado de manera excelente por Linteo, traducido, además, directamente del coreano por Paciencia Ontañón de Lope y Sung-Chul Suh. Cito especialmente la edición porque es una recopilación muy significativa de la obra poética de Ko Un y un esfuerzo más que encomiable intentar transmitir poesía desde una lengua tan dispar.

La verdadera fuerza del poeta no es solo su producción sino, como dice Sung-Chul Suh en la documentada y clarificadora introducción,  que “nos ha mostrado con cuerpo y alma todo lo que un hombre pudiera experimentar en el itinerario de una vida difícil: hijo de campesinos pobres, la colonización japonesa, la huida de casa, su sensibilidad, la guerra fratricida de Corea, la violencia ideológica, el caos abrumador, la entrada en la orden budista, la vuelta a la vida secular, la tortura de sí mismo, la sumersión en el nihilismo, las tentativas constantes de suicidio, la lucha vehemente contra el régimen dictatorial, la división de la patria…” 

Todo esto aparece reflejado en su obra, en  una evolución constante desde sus inicios, y lo podemos percibir en la selección que se ha hecho en este libro. Así, tenemos que en sus primeros libros desde 1960 hasta más o menos 1974, el tono principal de las historias es el nihilismo, la muerte, la nada, consecuencia del dolor y la ruina que dejó la guerra de Corea. Se tratan temas profundos, cargados de existencialismo y abstracción, lenguaje poético refinado pero con apasionamiento, lo podemos observar por ejemplo en este poema perteneciente a “Sensibilidad desde la otra orilla (1960)”:

CORAZÓN DE POETA

“Un poeta ha nacido entre chirriar de crímenes,

hurtos, asesinatos, fraudes o violencias

en algún oscuro rincón del mundo.

Primero las palabras del poeta van deslizándose

en chirridos, en ásperas y espantosas blasfemias

que se escuchan en los barrios más pobres y violentos

y por un tiempo dominan a la sociedad.

Después el corazón del poeta forja un grito

con todas las verdades, como vienen, rezumando,

a través de las grietas del mal y la mentira

y los demás corazones que lo golpean hasta la muerte.

El corazón del poeta está condenado, es cierto.”

A partir de “En la aldea Munui”(1974), abandonará este nihilismo, estamos en un punto crucial de su obra, dejará los grandes temas, las abstracciones… para entrar en una etapa donde se identificará con pasión con su nación y con su historia, se volverá cada vez más comprometida y social, aunque ciertamente, lo poético se debilitará en aras de otros temas. Una muestra podría ser este fragmento incluido en “Después del retiro en la montaña” (1977):

PARA MÍ MISMO

“¡No cubras mis ojos para dispararme!

Moriré de pie.

Acusado injustamente en esta hermosa tierra,

¡moriré de pie!

No llamaré a mi madre

ni a nadie más.

Cuanto más espantosa la muerte,

más gozosa es.

La muerte no es derrota,

ni desgracia, ni senilidad.

Debería ser una flor roja, un jacinto blanco.

Debería ser la oscuridad de la filosofía

que es como un acantilado en la más profunda noche.

¡Dispara ahora, dispara

cinco balas de un M16!

Después, el tiro de gracia.

Este es el único momento

en toda la historia de nuestra nación

en que puedo ser un artista.

¡Dispara ahora!

¡Dispara!

¡No cubras mis ojos!

¡He vivido con mis ojos,

con mis ojos moriré, joven guardia!”

Se acentuará aún más esta sensibilidad en  los poemas que escribió tras la gran masacre de la ciudad de Kwangju, poemas cada vez más combativos, directos, bruscos, dolorosos como toda la división que sufre Corea durante toda su historia y que tan bien refleja el poeta. Ya en los años noventa su poesía buscará no tanto la lucha sino la armonización de la vida del individuo, la autorrealización, la “macroidentidad” de la persona, desde el comienzo hasta ahora ha habido una evolución evidente. Es totalmente consecuente con la realización de su obra más ambiciosa “Diez mil vidas” (1986-), obra abierta en la que intenta describir su relación, de una manera idealizada, con ese número de personas; el mastodóntico proyecto es, en sí, de una belleza cautivadora: expresar poéticamente los encuentros que ha tenido con diez mil personas a lo largo de su vida.

CHAE-SUK

“Chae-suk, la hija casadera de los Shiam,

mira a la lejanía

mientras camina con el cántaro rebosante de agua

en la cabeza.

¡El camino abierto del otoño temprano

está totalmente franco!

El próximo año

Chae-suk dejará la aldea, Chae-suk, cuyo corazón

                está lleno

de expectación.

Chae-suk, como la oscuridad que queda

cuando la luna se pone.”

Este es uno de tantos frescos, ahora está inmerso en la publicación de los volúmenes 21 a 23 de la obra, sigue abierta, quiere acabarla, posiblemente lo haga; pero lo más seguro es que, aquí, no lo veamos publicado nunca sin el impulso de un Nobel; esto es así, disfrutemos por lo menos lo que nos ha llegado: una magnífica muestra de poesía, con su evolución histórica y de la identidad. Y aviso, estoy más acostumbrado a leer ficción, pero esto no solo no me ha dejado indiferente sino que me ha maravillado y emocionado al mismo tiempo.

Otro momento de recomendaciones policiacas

Entre los aficionados al género es bien conocida la existencia de una de las mejores colecciones de novela negra que se ha publicado en este país, fue editada por Ediciones Júcar  y el director era el gran Paco Ignacio Taibo II, se llamaba Etiqueta Negra y el contenido era simplemente excepcional (Westlake, Thompson, Hammett, Himes, McClure, Goodis, Ledesma, Juan Madrid, Pronzini, Manchette, Block, McBain…), así hasta conformar un largo etcétera que conjugaba clásicos, autores españoles y sudamericanos y lo último de la novela policíaca. Es tan buena que, poco a poco, haciendo arqueología en las librerías de segunda mano y ocasión, voy consiguiendo esos títulos que, en la mayoría de los casos no han sido reeditados en ningún sitio.

Si tenemos que hablar de quién ha cogido el legado de esta colección, está claro que debemos referirnos a Serie Negra de RBA que  ha cogido el testigo y está construyendo una colección sencillamente magnífica, sobre todo porque gracias a publicar a ciertos autores más comerciales están consiguiendo al mismo tiempo ir recuperando más y más clásicos, inencontrables hoy en día. La fórmula está siendo la misma, una sana mezcla de clásicos (Thompson, Chandler, Himes, McDonald, Millar..),  junto a autores de actuales más comerciales (Nesbo, Coben, Rankin, Kerr, Lehane…), escritores de habla hispana (Zanón, Ledesma, Salem, Ibáñez…) e incluso de novela detectivesca (Christie, Conan Doyle..). Además, para reforzar el conocimiento del género, están haciendo un trabajo estupendo en su web de novela negra (www.serienegra.es) y están más que activos en sus perfiles de Facebook y Twitter (@serienegra). La sensación es que les está yendo bien, tienen ya más de ciento sesenta títulos y no parece que se vaya a terminar a corto plazo, lo cuál me llena de satisfacción. ¿Para qué engañarnos? Uno de los listados que espero con más ganas todos los meses es el de RBA.

Esta semana, por lo tanto, en el rincón de recomendaciones policíacas, una recopilación con tres de las últimas obras publicadas en esta colección, tres obras imprescindibles en un podio de muchos quilates:

“Miami Blues” de Charles Willeford. Uno de esos títulos inencontrables y que acaban de recuperar es precisamente esta primera novela de Charles Willeford (1919 – 1988) de su serie con el detective Hoke Moseley. Estamos ante una de esas novelas donde la dicotomía investigador- criminal está presente desde casi el comienzo. El autor monta la novela desde los puntos de vista de los dos alternando capítulos de esta manera; así, por un lado tenemos al sociópata Frederick J. Freyer (“Tenía veintiocho años. Parecía mayor porque su vida había sido dura; las líneas en la comisura de los labios estaban demasiado profundas para alguien que no llegaba a los treinta años”); y por el otro a nuestro Hoke Moseley. La novela tiene la particularidad de estar ambientada en Miami con todo lo que ello conlleva (“Realmente me siento indefenso conduciendo y caminando por Miami sin un arma”). La absorbente trama se va enredando, las voces se suceden hasta mezclarse en los capítulos finales según se acerca la conclusión. Cada uno de ellos luchará por su identidad, uno por conservarla, otro por adoptar un estatus “respetable”, con consecuencias funestas. Es un “hardboiled” en su mejor tradición, al estilo de colosos como Bunker o Crumley: cruda y dolorosa, violenta. Solo queda que haya un poco de suerte y veamos la serie de Moseley publicada al completo.

“El asesinato como diversión” de Fredric Brown (1906-1972). Algunas novelas simplemente necesitan una premisa potente para ser escritas, luego puedes acabarlo bien o mal pero en la mente de quien lo lea siempre se va a quedar esa idea; si a una premisa interesante le unes inteligencia, entonces tienes una novela tan sobresaliente como esta. El punto de partida es tan innovador como divertido: una serie de crímenes empieza a producirse y el único punto en común para todos ellos está en los guiones para radionovelas escrito por el protagonista que… sorprendentemente, no se los ha enseñado a nadie. El estupendo escritor de novelas de ciencia ficción y relatos breves nos focaliza la narración en el peculiar Bill Tracy al que caracteriza maravillosamente (“Tracy os hubiera caído bien, a pesar de los extraños rumbos por los que su lógica lo conducía de vez en cuando. Pero os hubiera caído mucho mejor aún cuando estaba entonado”;“sobrio os resultaría un tanto cínico. Pero no se le podría culpar por ello; escribir guiones para radionovelas vuelve cínico al más santo y Tracy no era un santo”) utilizando un narrador omnisciente divertidísimo y que busca la complicidad con el lector. Con todo ello creó una novela divertida, ingeniosa, espléndidamente tejida, sin duda un clasicazo del género que no debe pasar desapercibido para nadie.

Y la joya de la corona entre estas maravillas, en lo más alto del podio, para “Retrato de Humo” de Bill Ballinger (1912- 1980).  Este escritor y guionista norteamericano creó en esta novela una de esas obras maestras imperecederas. Para ello utilizó uno de esos personajes que pasan a la historia por sus perversidades y grado de enrevesamiento: la protagonista femenina Krassy Almauniski, capaz de hacer cualquier cosa por ganarse un hueco en la sociedad (“Encontraba justo servirse del sexo, lo mismo que otras mujeres se servían de la educación, el talento o las relaciones sociales… o de un trabajo duro”). La historia comienza con la narración en primera persona del protagonista Danny April que, tras encontrar una foto de  Krassy, se enamora y la empieza a buscar sin descanso. Todo es nebuloso, ella es un “retrato de humo”, él no sabe casi nada de ella y tiene que empezar a construir su historia hablando con las personas que la han conocido. El escritor alterna esta voz con la de un narrador omnisciente que refleja la historia de Krassy con todas sus vicisitudes. Ahí está la magia, él conoce parte de lo que es Krassy pero no todo, eso solo lo sabemos los lectores y cuenta lo que cree conveniente para que sea así; la narración no es lineal y hay elipsis en todo momento. De esta manera consigue que la historia  sea muy fluida y enigmática según pasas las páginas, absorbente, sin esconder lo descarnado de la historia, pero sin regodearse en esa brutalidad palpable en cada página. El resultado, un final apoteósico que no hace más que subrayar un relato magnífico.

Fringe… y llegamos al final

Este año no nos tendremos que preocupar por su cancelación como en años anteriores, estamos en la última temporada de Fringe, los últimos trece episodios que terminarán en febrero del año que viene.

Y este es uno de los trailers que presentan esta temporada final:

La serie de ciencia ficción se estrenó en el año 2008 y era una creación del omnipresente JJ Abrams, Alex Kurtzman y Roberto Orci. Los protagonistas, Olivia Dunham (Anna Torv), Peter Bishop (Joshua Jackson)  y Walter Bishop (John Noble) formaban parte de una unidad especial del FBI, la “Fringe Division”, que se encargaba de estudiar fenómenos extraños, a veces incluso terroríficos y que se trataban de resolver gracias a las ocurrencias del gran Walter, basadas en sus experiencias pseudo-científicas practicadas en el pasado con su amigo William Bell (Leonard Nimoy).

En sus primeros capítulos no se salió de lo que era un simple procedimental, en este caso, un “monster of the week”, con mayor o menor inspiración, pero ciertamente repetitivo; esto supuso, sin dudarlo una dificultad a la hora de obtener audiencia, ya que recordaba poderosamente a “Expediente X” o “The Twilight Zone”. Pero según avanzaba la temporada empezó a desarrollarse una trama general que es la que iba a vertebrar la serie, dando explicación, a su manera, a todos estos casos extraños. A pesar de lo sosos que pudieran ser los protagonistas en esos principios, Walter en la figura del gran John Noble, ponía siempre una nota cómica, un misterio a cada enigma que resolvía y un aire a científico loco que, a los grandes seguidores de la ciencia ficción nos colmaba; si a eso le sumábamos la aparición de universos paralelos y líneas alternativas en el tiempo, la serie se convertía en algo muy distinto a lo esperado y desde luego se transformó en una de las series que valía más la pena seguir.

La aparición de las contrapartidas de los personajes en otro universo paralelo sirvió, además, para enriquecer la serie en muchos aspectos y hacer crecer a los protagonistas, al menos en el caso de Anna Torv y, cómo no, John Noble; en el caso de la primera especialmente, esta evolución fue evidente y la hizo madurar como actriz coincidiendo con el mejor momento, en mi opinión, de toda la serie.

Al mismo tiempo que se desencadenaban estos eventos, las audiencias iban cayendo estrepitosamente, y esto se debía esencialmente a una serie de motivos que paso a intentar desgranar:

-La mayoría de la gente estaba más interesada en la trama general que en los capítulos autoconclusivos, quería saber cómo avanzaba; el cambio de “intros”, muy original, servía para saber en qué universo, o en qué tiempo se iba a desarrollar la acción y siempre infundía unas expectativas que, a veces, no se veían satisfechas; esto no quita para que hubiera capítulos individuales excepcionales.

-El tener que hacer temporadas tan largas, siempre de 22 episodios o más, originaba unos altibajos tremendos, la serie era muy irregular, hubo gente que ya la había visto que recomendaba a otros que vieran 10 capítulos porque con esos ya sería suficiente para seguir con la trama principal, que era la verdaderamente interesante. Temporadas de trece episodios o menos le habrían sentado estupendamente en mi opinión.

-Tras el interesante final de tercera temporada, la premisa resultante no sólo tardó muchísimo en utilizarse sino que se centraron, inevitablemente, en la resolución de la relación de la pareja formada por Peter y Olivia; olvidando de manera inexplicable la trama principal que se desarrolló, como de costumbre en los cuatro últimos episodios. Esto hizo que perdieran los últimos seguidores de ciencia ficción que quedaban y que permanecieran más mujeres, fieles a este tipo de tramas.

Y con esto, ya sabiendo que era casi imposible que les renovasen, acabaron la cuarta temporada de una manera más o menos razonable, habida cuenta de lo que les quedaba. Muchas promesas resultaron ser, ciertamente, en poca cosa. Una última temporada desperdiciada y con un último tirón de genialidad en el capítulo 19 “Letters of transit” en el que planteaban una huida hacia delante, un flashforward hacia un mundo dixtópico y dominado por los observadores.

Sorprendentemente esto hizo que consiguieran una temporada más corta de 13 episodios, pero a modo de epílogo, la temporada terminó el año pasado; tomarían de referencia ese capítulo y lo utilizarían como elemento de partida; no puedo negar que la idea me gusta, y les da la oportunidad de concentrarse en la trama y olvidarse de episodios autoconclusivos; la pregunta es, ¿conseguirán interesarnos?. Tengo dudas muy fundamentadas de que lo consigan pero también es cierto, que aún guardo una pequeña esperanza. Habrá que ver cómo desarrollan los acontecimientos.

No quiero, de todos modos, dejar de mencionar los grandes momentos vividos, sobre todo entre el final de la segunda y el principio de la tercera,: mundos alternativos, líneas temporales, exploraciones de la identidad; todo era posible, todo era disfrutable y maravillaba, hacía pasar grandes momentos; pase lo que pase, Fringe se habrá convertido ya en un entretenimiento excelente.

 

“Los príncipes valientes” de Javier Pérez Andújar.

Es cierto que llego tarde, pero siempre se dice que “más vale tarde que nunca”, lo cual se cumple sin duda en mi lectura de la primera novela del escritor español Javier Pérez Andújar: “Los príncipes valientes”. Y el caso es que ya había oído hablar de ella a diferentes medios y personas y, casi siempre, en términos elogiosos; pero a veces se dan circunstancias que hacen que no acabes de buscarle ese momento.

El caso es que ya llegó ese momento (“siempre  se llega tarde o cuando menos siempre se llega después”), en esta narración en primera persona con más que evidentes signos autobiográficos, el autor consigue que entremos directamente y nos impliquemos en la historia, se trata de un relato de formación o aprendizaje (coming of age o bildungsroman, según la lengua) al que hay que añadir a continuación el adjetivo literario para llegar a toda su profundidad. Ya que se centra en obtener la formación necesaria para poder escribir libros, su verdadera pasión desde su niñez (“sueño en mi pupitre con llegar al corazón de las palabras”).

Javier irá acometiendo este desarrollo con la ayuda de su familia, su tío Ginés y su gran amigo Ruiz de Hita, lo hará a través de los pequeños detalles cotidianos: “Si hay algo en la épica de la vida más auténtico que la vuelta de los soldados es el regreso cotidiano de los obreros a sus casas”. El protagonista es de familia humilde, y es acorde con esta condición, defenderá el campo a capa y espada ya que “el campo es más literario que la fábrica”.

Todo esto se irá enriqueciendo con detalles de cultura popular de su época, gracias a Julio Verne, los cómics de la familia Ulises, Edgard Allan Poe, el detective Colombo, la televisión.. de todo ello irá sacando lo necesario para ir avanzando en su camino con la ayuda inestimable de su amigo y lector.

El estilo del escritor es lírico y evocador, cargado de metáforas de gran belleza, y amor por la literatura y los libros. En una emotiva parte final, concluye su aprendizaje con unos pasajes de lirismo arrollador, un momento duro hará que por fin se complete, no hay nada como la pérdida para madurar a marchas forzadas.

Supera esa pérdida volviéndose a la naturaleza, hacia aquellos parajes que frecuenta desde sus primeros momentos y en ellos  reflexiona, avanza como persona: “presentiré entonces cómo todo este paisaje de botánica proletaria, y de río de agua oscura como el chocolate, y de olas de espuma química, y de zumbidos de cables de alta tensión, va ascendiendo por mis botas de cordones gruesos, y va a transformarse en ese instante en mi única ideología” y, como no podía ser de otra manera “toda ideología necesita una literatura”.

Esta pequeña obra es un deleite para los sentidos, llegué tarde, pero disfruté tremendamente de una novela estupenda y actual de literatura española con reminiscencias del pasado. Seguiré descubriendo a este gran escritor.

Valoración del libro:

“El cristiano mágico” de Terry Southern

Cuando se lee la biografía de Terry Southern, uno se da cuenta de que fue una de esas figuras inigualables y polémicas que surgen cada cierto tiempo y que, desde luego, dan animación a todas las facetas de su vida. Adherido de alguna manera a la generación beat, adoptó el rol de adalid de la contracultura americana. Aunque publicó sus primeros libros a partir de 1958, cuando se hizo de verdad famoso fue gracias a Peter Sellers, que le recomendó a Stanley Kubrick que lo cogiera como guionista de “Dr Strangelove or how I learned to stop worrying and love the bomb” (traducida en España con el sorprendente “¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú”). Gracias a este guión recibiría la nominación al Óscar y empezó una carrera meteórica como guionista en Hollywood (“Barbarella”, “Easy Rider”..), siempre rodeada de disputas, malentendidos y broncas.

Mucho antes que todo esto, en 1959, escribió la que se dice que es su obra maestra, “El cristiano mágico”, y que por primera vez vemos publicado en España gracias a la más que competente labor de Impedimenta.

Sabiendo ya de primera mano los detalles de su escabrosa vida, la pequeña novela tiene todo el sentido del mundo. Así, en las primeras palabras de introducción al libro Southern escribe: “Si bien este libro tomó forma principalmente a raíz de ciertos acontecimientos y a causa de determinados valores surgidos a lo largo de los años más recientes, esta no pretende ser, de ningún modo, una novela histórica; además, los personajes que contiene no han de ser identificados con cualesquiera personas, ya estén vivas o muertas”.

El protagonista es Guy Grand (¡Un gran tipo!), “un millonario excéntrico decidido a crear  desorden en el mundo y dispuesto a no escatimar gastos para conseguirlo”, el escritor es tremendamente conciso al describirlo: “A sus cincuenta y tres años, Grand tenía un torso rechoncho y una cabeza calva y levemente apepinada; su cara era bastante rosa, por lo que bajo ciertas luces imprecisas ofrecía el aspecto de un grueso hombre-rábano. Aunque tal fachada no llegaba a resultar desagradable, puesto que siempre vestía trajes bien cortados y solía lucir, a la altura del cuello, un diamante del tamaño de una moneda de cinco centavos…”

Si a esta descripción inicial le sumamos los lemas de los que hace gala, “Grand me llamo y la pasta es el reclamo” y  “todo el mundo tiene un precio”, y que además los lleva a rajatabla, como en el perverso segundo capítulo en el que  hace que un viandante se coma una multa por dinero sólo para concluir, “En realidad no hace falta que se lo coma todo. Tan sólo quería comprobar cuál era su precio”.

El detestable personaje es, sin lugar a dudas, una réplica de Terry Southern, refleja su personalidad y lo utiliza en el libro para desmontar todos y cada uno de los conceptos relacionados con la sociedad de consumo, con el capitalismo y con la cultura.

Los capítulos siguen una estructura parecida: en su parte inicial suele haber algún pasaje donde Guy habla con sus tías Agnes y Esther Edwards, donde puede aparecer su amiga Ginger Horton y su perrito Bitsy-witsy, para, a continuación subvertir el orden de cualquiera de las instituciones estadounidenses que se precien y que él crea conveniente.

No deja títere con cabeza en sus intentos de traer el caos a todo lo que toque: el mundo periodístico, donde consigue que “todo Boston se halle al borde del colapso y la revolución”; una exhibición canina, en la que se carga la mitad de los perros que desfilan; el mundo de la cosmética, creando un perfume (“Musgo y Sebo – Tu efluvio es nuevo”) a partir de “variaciones de un tipo bastante sofisticado de bomba fétida”; el boxeo, con un tronchante combate en el que “el campeón y el aspirante se dedicaron a brincar desde sus respectivos rincones con paso amanerado y provocativo, y durante el primer intercambio de tanteo se limitaron a emitir unos cuantos grititos de sorpresa y desdén”; pasando, cómo no, por la televisión, gracias a la producción de un programa que “con sus inesperadas cagadas, se convirtió en la comidilla de la profesión”; hasta llegar a la fantochada final con la construcción de un buque gigantesco, “El cristiano mágico”, que sobrepasa al Titanic por lo dantesco de la situación que tiene lugar a bordo: sirenas que no se apagan, un psicólogo que vuelve loca a la tripulación, un capitán que aparece y desaparece, ¡hasta un orangután en la cabina! Saliendo siempre indemne de las consecuencias de sus actos gracias al soborno continuo a las autoridades competentes.

Entre todo el caos, hay momento para la reflexión, para la cordura, curiosamente en voz del psicólogo: “¿Me está usted diciendo que pretende evadirse mediante las drogas? ¿Quién quiere disimular sus miedos bajo una bruma artificial? No, me temo que el problema radica en nosotros mismos, ¿entiende? Huir de los problemas no ayuda a resolverlos.”

Estamos ante una sátira desternillante del capitalismo, una parodia perversa y original  que consigue que pasemos un rato ciertamente divertido, una ácida crítica que pretende que no nos olvidemos de que el cambio de la sociedad comienza a partir de nosotros (“Flujo, movimiento, crecimiento, cambio… Esos son los grandes principios que rigen nuestras vidas. Es mejor mantener la marcha mientras podamos”). No debemos parar a pesar de seguir creciendo, a pesar de las condiciones adversas.

Valoración del libro:

Revenge, el folletín del siglo XXI.

En el último capítulo de la anterior temporada de “Revenge”, “Reckoning”, había un momento en el que Nolan (Gabriel Mann) y Emily (Emily VanCamp) estaban secuestrados por el siniestro hombre del pelo blanco (James Morrison), los dos aparecían encadenados y sin solución aparente; en ese momento Ems era capaz de sacar un fino alambre de su jersey y, cual escapista, o como James Bond mismamente, se quitaba las esposas y las de su amigo Nolan. Es en ese momento en el que Nolan exclama “I am not worthy”, en sus palabras se hicieron eco las mías: “We are not worthy” (“No somos dignos”) de tener una serie como esta.

“Revenge” toma como punto de partida la novela de Alejandro Dumas “El conde de montecristo”: la protagonista Emily Thorne, vuelve a “The Hamptons”, una comunidad costera de familias ricas dominada por la presencia de la omnipotente familia Grayson encabezada por Victoria (interpretada primorosamente por la recauchutada y convincente mala-malísima Madeleine Stowe). Su objetivo será vengarse de aquellos que hicieron que su padre David Clarke muriera después de ser encarcelado por un delito que no cometió. Como ayuda tendrá la herencia de su padre, una caja con la información necesaria para saber lo que ocurrió y que le pasa su, a partir de ese momento, amigo Nolan Ross.

La idea era de un atractivo insultante, ya que daba la impresión que el creador de la serie, Mike Kelley, pensaba hacer un procedimental en el que en cada episodio se vengaría de una  de las personas que ella identificara como culpables gracias a la caja, y esto era así en los primeros episodios, pero, ¿se podría conformar con esto? Qué va, al final se olvidó de lo repetitivo para intentar crear una trama constante y que se  mantuviera episodio a episodio; y esto durante los 22 episodios de esa primera temporada, nada menos, más en la tradición de folletines clásicos como “Dinastía” o “Falcon Crest” pero añadiendo aún más.

Todo puede suceder, es un “mindfuck” que no busca mantener una verosimilitud, ni falta que le hace, sino descompensar, desestabilizar todos y cada uno de los personajes mediante tramas y subtramas con recovecos aparentemente imposibles, un juego en el que la tensión está presente en todo momento, donde cada “cliffhanger” al final de un episodio lleva a otra locura en el siguiente, donde los dos personajes enfrentados, Emily y Victoria, desbordan personalidad y carisma en cada fotograma, sobre todo en el caso de la malvada matriarca de los Grayson; los conprimarios no van a la zaga en cuanto a presencia, todos tienen su momento en el puzzle que se ha formado, no hay descanso, y todos los que han entrado en ella lo agradecen porque el resultado es muy adictivo y la convierte, sin lugar a dudas, en la mayor sorpresa del mainstream norteamericano, la primera serie que veo siempre; máxime ahora que ha empezado su segunda temporada y de la que pongo la promoción a continuación:

 Baste decir que el capítulo de presentación es magistral, lo que podrían haber alargado “ad nauseam” lo han resuelto con dos golpes geniales, añaden nuevos personajes que dan nuevos bríos a las tramas ya establecidas, las situaciones límite vuelven a sucederse. En vez de limitarse a presentar la situación tal y como acabó, la presentan “in  medias res”, han pasado unos meses y han sucedido una serie de hechos que cambian el status quo, pero no necesitan recurrir a flashbacks continuos, no; se utiliza la misma narración y se van presentando pequeños detalles que completan la información que nos falta,  y manteniendo el pulso con lo que ya se ha hecho en capítulos anteriores. El resultado es un capítulo falto de linealidad, pero elegante en su construcción de los hechos y desde luego coherente con lo que pedimos a la serie: una obra maestra de la narrativa que eleva esta serie a lo que debería ser el folletín de nuestra generación.

Quiero hacer un último apunte sobre la serie y lo difícil que es venderla en nuestro país; en EEUU entraron, sorprendentemente, en el juego, y está teniendo unos ratings fantásticos y una audiencia consistente.

En España, es preciso hacer dos o tres puntualizaciones que suponen hándicaps para una serie de este estilo:

-Se valora especialmente el realismo, es decir toda serie que parte de una base que puede ser real tendrá más posibilidades de triunfar que una donde puede haber “fantasmadas” como tiernamente se las llama, es decir, es más fácil que pueda gustar “Homeland” (que me encanta igualmente, aunque por otros motivos) que “Revenge”, es una verosimilitud mal entendida, ya que nadie se puede creer tampoco lo que ocurre en la primera, por mucho que se esfuerce.

-Toda serie que lleve la palabra folletín asociada, a priori, se considera desde el punto de vista más peyorativo de la palabra, reduciendo el producto a un nivel más bajo que el de otras. Se habría vendido mejor si se hubiera establecido como una serie de espías, misterio o policíaca.

-Quizá un tercer punto a considerar es la apariencia de los protagonistas, que recuerdan a una serie como “Sensación de Vivir”, aunque esté muy alejada de esta en prácticamente todo, de hecho Tele 5, la cadena que la puso en España, vendió la serie de esta manera, limitando el público susceptible de verla; además de programarla en una absurda hora de la siesta (podría haber funcionado en un Prime time, como ocurre en EEUU).

Y eso es todo por ahora, esto es lo que hay; si esta base os gusta, a partir de ahora no hay más que diversión garantizada en cada episodio. Si no os gusta, afortunadamente tenemos muchas posibilidades donde elegir. 

En octubre “Escucha esto” y mucho más.

Un poco tarde, desde luego, pero llega el momento de hacer balance en el plano literario de mi vida del mes de septiembre.

La causa de la tardanza ha sido, como no podía ser de otra manera, la lectura del “Contraluz” de Pynchon, lectura tremendamente absorbente, compleja en fondo y forma, poco ágil, que me ha ocupado buena parte del tiempo dedicado a leer; ha valido la pena y mucho, es una obra magnífica, hija de, quizás, el mayor escritor vivo en la actualidad; hablaré de ella largo y tendido, ya he empezado en este comentario. Pero no sólo de Pynchon puede vivir el lector, también hubo hueco para “Zuckerman encadenado” y “La contravida”, de otro coloso de las letras estadounidenses, Philip Roth; momentos increíbles igualmente, que me han llevado a una determinación distinta en la lectura de las obras de este escritor y que otro día comentaré. Obras de este estilo requieren alternancia con otras más llevaderas, de lo contrario, la fatiga tras leer algunas como la primera citada puede llevar a un cansancio no del todo sano. Así, cayeron dos obritas cortas del gran escritor austríaco Stefan Zweig, un seguro de calidad y buen hacer; estas fueron “Ardiente secreto” y la demoledora “Carta a una desconocida”. Alguno puede preguntarse si hubo algo de novela negra; claro, ¿cómo no? “Mátalos suavemente” de George V. Higgins fue exactamente lo esperado, otro clásico del género cargado de amargura; no menos duras resultaron “Un cuchillo en la mirada” y “Noche Salvaje” del perverso y siempre imprescindible Jim Thompson. No faltó un poco de novela negra con el apartheid de fondo con “El huevo ingenioso” de James McClure, escritor con poca suerte en España y que, sin embargo, tiene novelas consistentes y bien escritas.

Y, ¿qué estoy pensando para octubre? A continuación podéis ver algunas de las adquisiciones del mes.

Tengo claro que “Escucha esto” del crítico musical Alex Ross, va a ser la “lectura-tochal”, su anterior libro “El ruido eterno” ahondaba de una manera muy didáctica, sin perder profundidad, los entresijos de los autores contemporáneos de música clásica; era un ensayo que se complementaba maravillosamente con una web en la que se ponían los fragmentos a los que se refería el escritor y el resultado era una lectura tridimensional, cargada de detalles, además de enriquecedora. En este último ensayo se propone, aparentemente, ligar música clásica con algunas manifestaciones de música pop, veremos cómo lo realiza y si el resultado es satisfactorio.

Otras lecturas que seguro que haré van a ser los dos libros de poemas del surcoreano Ko Un, “Fuente en llamas” y “Diez mil vidas”, todo debido al continuo seguimiento que hago habitualmente de los Nobel, me propongo descubrir a este, uno de sus sempiternos candidatos.

También quiero, por fin, introducirme en el universo de lecturas de Elmore Leonard, “Un tipo implacable” y “Mr Paradise” parecen buenas formas de hacerlo. No debería dejar pasar tiempo sin leer esas sátiras británicas que tanto me gustan, de ahí la presencia de “Augustus Carp” de Henry Howarth Bashford y de “La caída y auge de Reginald Perrin” de David Nobbs.

Y hasta aquí lo que, más o menos considero seguro; luego cualquier cosa puede ocurrir, lo cual es excitante de manera implícita, dependerá mucho del humor y del momento en que me encuentre; asimismo empezaré con las lecturas de la carrera, Coetzee e Ishiguro para empezar, no está nada mal.

El horizonte de compras se presenta apetecible igualmente, la última obra de Delillo en España son unos cuentos; se aproxima otra novela, cercana en este caso al género policial con la  última de Joyce Carol Oates, y luego las cartas de Auster y Coetzee; y en novela negra, la penúltima de los padres de la novela sueca, un nuevo McBain, un nuevo King, Crispin…. No sé el resto, pero, en mi caso, tengo un “hype” que no me aguanto.

Las últimas tecnologías…

Como decía el sabio Don Hilarión a Don Sebastián en la inconmensurable zarzuela “La verbena de la Paloma” de Bretón, “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad…”:

En un blog de actualidad como este, no pueden faltar pues esos otros asuntillos, que catalogaríamos como “locura” y que desde luego son necesarios para el devenir de nuestras vidas.

Así, en esta línea, hoy os traigo un vídeo de un producto revolucionario; primero fue el Iphone, luego el Ipad, ahora el BOOK…

Estoy convencido de que este producto puede cambiar nuestras vidas.

¿Estáis de acuerdo?

😉

“La gente corriente de Irlanda” de Flann O’Brien

Que el enigmático Desmond de la serie “Perdidos” apareciese leyendo “El tercer policía” de Flann O’Brien en el capítulo con el que comenzó la segunda temporada (“Man of science, Man of Faith”), sirvió para que el libro vendiera tanto en tres semanas como en los seis años anteriores de edición. Gracias a Craig Wright, guionista, y a los creadores Damon Lindelof y Carlton Cuse; se extendió la idea de que había pistas dentro del libro que ayudarían a comprender por dónde iban los tiros y claro, con este reclamo, cómo no iba a triunfar. Independientemente de lo anecdótico de la situación, sí que sirvió para que mucha gente empezara a conocer su obra, entre los cuales me incluyo, que en ese mismo año leí la novela en cuestión.

La editorial Nórdica acometió la publicación de las obras de este genial escritor irlandés y, a día de hoy, con “La gente corriente de Irlanda”, ha finalizado la edición de casi toda su obra.

Este último libro es una recopilación de los textos que aparecieron en las páginas del “The Irish Times”, concretamente en la columna “Cruiskeen Lawn” que hizo con el seudónimo Myles na gCopaleen (personaje de la novela de 1828 “The Collegions”, de Gerald Griffin). Y como bien comenta en el fantástico prólogo su traductor Antonio Rivero, “en las más de 3000 columnas publicas siempre brillan la erudición, la parodia y ese rasgo sin el que un escritor está perdido; un fino oído acompañado de la capacidad de reproducir el lenguaje del común en letras de molde”. Hay que indicar que la mayoría de estos textos han sido traducidos directamente del gaélico.

De entre todas las columnas que realizó, se ha hecho una selección dividida por temas o epígrafes, con más o menos inspiración, pero siempre interesantes.

Especialmente divertidos son los artículos que se reúnen con el título “La AIEAAM, etc.” (Asociación Irlandesa de Escritores Actores Artistas y Músicos) donde se inventa conceptos tales como los “manipuladores profesionales” de libros; llegando a establecer un tipo de alto nivel al que llama “Manipulador superior o Traitement Superbe”, que “es el más costoso de todos, por supuesto, pero tirado de precio si se tiene en cuenta la cantidad de prestigio que se gana a ojos de los amigos ridículos”. También habla de lo que él llama “ventrílocuos acompañantes profesionales” para, a continuación definirlo como: “El acompañante cualificado responde a sus propias preguntas viriles con una voz mucho más agradable que el graznido nada femenino de usted y da respuestas que por su brillantez y chispa asombran a quienes tienen detrás”

Hay otras recopilaciones menos imaginativas como la de “El tribunal del arbitraje de Cruiskeen”, donde se enreda en una jerga de abogados que puede resultar un poco pesada; pero todo se olvida cuando llega a ese inconmensurable “Catecismo del cliché”, en el que recopila “en 356 partes trisemanales un compendio único de cuanto hay de nauseabundo en la escritura contemporánea.” Define el término de la siguiente forma: “Un cliché es una frase que ha llegado a fosilizarse, y las palabras que lo componen han sido privadas de su luz y su significado intrínsecos a través de su uso incesante”; y se van sucediendo uno tras otro, a cuál más imaginativo y divertido. (“¿Cómo es la perra que le cedo cuando usted habla sin bajarse del burro? Gorda.” “¿Con qué actividad dígito-mamatoria confundió mi actitud? Creyó que me chupaba el dedo”). Desde luego es de tal actualidad que la mayoría de ellos se podrían aplicar ahora mismo.

Tampoco se salvaron de sus columnas “El irlandés y temas relacionados” donde se mofa con fina ironía de los irlandeses y su obsesión con el gaélico: “En Donegal hay hablantes nativos que saben tantas millones de palabras que siempre es una cuestión de orgullo para ellos no emplear dos veces en la vida la misma palabra. Su vida (por no hablar de su lengua) se hace muy compleja cuando alcanza el siglo, pero es lo que hay”.

Por si fuera poco, al final del libro vienen reproducidas algunas de las columnas originalmente publicadas en el Irish Times para que nos hagamos una idea de cómo eran y que se puedan comparar con su lengua original (la mayoría son en gaélico). Ímprobo el esfuerzo realizado por Nórdica y su traductor para poder transmitir algo del humor que destilaba Flann O’Brien y su saber hacer. Un escritor excelente, una muy buena forma de descubrirlo para, a partir de ahí,  sumergirse en sus originales novelas, desde la ya mencionada “El tercer policía” a “Crónica de Dalkey” pasando, ¿por qué no?, por la tronchante “La Boca Pobre”.

Valoración del libro:

Contraluz (1): “La luz sobre las cumbres”

Como hasta ahora no tenía un espacio a mi medida, no me atreví a escribir nada sobre el gran Thomas Pynchon, cierto es que, además, cualquier cosa que diga se podría quedar pequeña ante la magnitud del huidizo y legendario escritor. De todos modos, con la lectura de mi último “Pynchon”, “Contraluz”, voy a realizar algo distinto, una reseña/comentario en varias partes.

“Contraluz” fue publicado en el año 2006 con el nombre de “Against the day” y fue publicado en España por Tusquets en el 2010 con el título que ya he mencionado y con traducción de Vicente Campos González. Como anécdota introductoria, me gustaría mencionar la nota sobre la edición que el traductor, respetuoso (y temeroso, o reverencial) pone al principio del primer capítulo de tan magna gesta.

“Se han respetado, hasta donde ha sido posible, las peculiaridades ortográficas, tipográficas y léxicas del autor: el uso intencionado de mayúsculas y cursivas, las expresiones en otras lenguas con grafía no siempre ortodoxa, y la toponimia de fuentes, tradiciones y épocas diversas. Se ha marcado siempre entre comillas simples (“) las palabras y expresiones que en la obra aparecen en español y cursiva. Como en el original, se ha evitado añadir notas explicativas al pie y traducir las expresiones de otros idiomas, así como la mayoría de los nombres propios.”

Está claro que es consciente de la dificultad de traducción de esta y así lo quiere dar a significar. Es evidente que lo ideal sería leerlo en su lengua original, y más en este caso, pero por falta de tiempo me limitaré a está traducción.

Estructuraré las reseñas/comentarios según los cinco capítulos que usa el propio escritor para dividir su voluminoso relato.

Así, el primero es “La luz sobre las cumbres”, como en su genial “Mason y Dixon”, el primer capítulo es el comienzo de un viaje, metáfora que usa con relativa frecuencia, aunque luego pueda subvertirla de su significado habitual de evolución. Lo que en aquella novela empezaba con una travesía en barco, aquí se realiza en un dirigible de descriptivo nombre “Inconvenience”, tripulado por los Chicos del Azar:

“Entre tan animadas exclamaciones, la aeronave de hidrógeno Inconvenience, con la góndola envuelta en banderitas patrióticas y una tripulación de cinco jóvenes miembros del famoso club aeronáutico conocido como los Chicos del Azar, ascendió con agilidad hacia la mañana y no tardó en aprovechar el viento del sur.”

La tripulación está formada por Darby Suckling, el “niño”, el comandante Randolph St. Cosmo y su segundo Lindsay Noseworth, el aprendiz Miles Blundell y el recientemente admitido Chick Counterfly, también está Pugnax, el perro lector, y al que todos entienden aunque solo farfulle. El dirigible y sus tripulantes se erigen como observadores de toda la historia que nos va a ir contando, nosotros mismos, a través de ellos, paradigma de las novelas de aventuras más clásicas, sentiremos la historia como nuestra.

Ya en este primer capítulo asistimos a la presentación de varios de los personajes principales que luego irán surgiendo en cualquier momento de la narración con especial atención a la familia Vibe (encarnada por el magnate Scarsdale Vibe, representante capitalista) y la familia Traverse que tiene en Webb al patricarca sindicalista.

Se puede ver en estos primeros momentos la escisión evidente de estas dos visiones del mundo, y se convierte en una de las ideas vertebradoras esenciales del texto, posiblemente como causa de las guerras que se producirán más adelante, ya que está ubicado temporalmente en 1893, casi principios del siglo XX.

“Tal vez el capitalismo decidió que ya no le hacía falta la vieja magia. Un énfasis cuyo desprecio intencionado no escapa a la atención de Merle. ¿Por qué preocuparse? Inventó su propia magia, y les va bien, gracias; en lugar de transformar el plomo en oro , podían exprimir el sudor de los pobres y convertirlo en billetes de banco, y así se guardaban el plomo para mantener el orden”

Esta oposición de contrarios se va a subrayar constantemente según avanzan las páginas, oposición que no sólo tiene lugar entre regímenes políticos, sino en todos los aspectos de la vida. Una de las imágenes que el genial escritor presenta antes del segundo gran capítulo es el paso de la luz a través del “espato de Islandia”:

“La luz normal al atravesar este mineral se dividía en dos rayos distintos, llamado “ordinario” y “extraordinario”, una propiedad que los científicos japoneses habían explotado para crear un canal suplementario de comunicación óptica allá donde la estructura de capas de la perla hubiera sido uno de los miles de diminutos cristales astutamente dispuestos.”

Esta dicotomía es aplicable no solo a este libro sino que está presente en toda la obra de Pynchon: la oposición de lo “ordinario” a lo “extraordinario” se puede extrapolar a la religión, la ciencia, la magia, la mística, a todos los aspectos de una realidad, la nuestra, fragmentada por el punto de vista de aquel que la observe. La falta de ideas absolutas deviene en una visión relativa de los acontecimientos según diferentes prismas, en este caso a través del “espato de Islandia”.

¿Está el escritor norteamericano tratando de mostrarnos que la realidad se construye con la complementariedad de estos contrarios? ¿O va a tomar partido de un punto de vista que él considera el más adecuado? Seguiremos con ello en la próxima crónica.

“Una hermosa doncella” de Joyce Carol Oates

La ilustre escritora norteamericana Joyce Carol Oates tiene el dudoso honor de tener asociado indefectiblemente a su nombre un segundo nombre o casi apellido, eterna o firme candidata al Nobel”, por lo tanto cada vez que se publica un libro suyo, tenemos que observar la inseparable coletilla detrás… un estigma que no puede borrar, como sus colegas Philip Roth o Thomas Pynchon tienen que ver año tras año como la academia sueca les olvida sin piedad a pesar de su calidad literaria.  A mí lo del Nobel me gustaría, pero no tanto por el prestigio, que ya lo tiene, sino porque tuviera el espaldarazo definitivo para que toda su obra fuera publicada en español; porque si Pynchon o Roth no lo reciben, afortunadamente, ya tenemos todos sus libros a falta de pequeñas excepciones, pero de Oates, ahora mismo, hay disponible un escaso veinte por ciento de su ecléctica y prolífica carrera (a pesar de que ahora hay tres editoriales que se están poniendo a la labor) y eso, definitivamente, es poquísimo, y más sabiendo la calidad que atesora.

Para entrar en el universo Oates hay que encontrar la obra que te haga “tilín” y a partir de ahí se abre un inmenso mundo de posibilidades; ya disfruté como un enano de “A media luz”, una de sus novelas largas, pero, ciertamente, a partir de ese momento vibro con cada una de las obras que voy conociendo, y en la mayoría de ellas por motivos distintos. Uno de los tipos de libros que podemos encontrar y que no están descatalogados son unas novelitas cortas, de mucha intensidad, muy góticas, centradas en aspectos polémicos, un poco escabrosos y en las que la escritora consigue unos resultados excelentes cambiando de estilo y experimentando con su forma de escribir. Así tenemos este año pasado “Violación una historia de amor”  y la que voy a comentar a continuación, “Una hermosa doncella”.

“Inocentemente. Así comenzó. Cuando Katya Spivak tenía dieciséis años y Marcus Kidder sesenta y ocho”. En la primera frase del libro tenemos ya presentes los dos protagonistas sobre los que se desarrolla casi en su totalidad la historia. Katia Spivak es una niñera que trabaja para una familia rica de Bayhead Harbour y que conoce al anciano señor Kidder cuando, paseando, éste le dice lo siguiente:“¿Y si pudieras escoger, si pudieras cumplir tu deseo?” a lo que ella piensa “Lo que advirtió fue la pintoresca expresión, tu deseo. Tu deseo como un cuento de hadas”. Todo esto ocurre en la primera página del libro. Ellos son los protagonistas de un cuento de hadas, pero asentado en la realidad, con todo lo que eso conlleva.

El resto de protagonistas y acciones que van sucediendo sirven para ir pintando mediante pequeños retazos las personalidades de Marcus y Katya. Katya no ha pasado una buena infancia y es consciente de ello (“Lo mejor de ser niñera, era leer en voz alta libros infantiles a niños extasiados como Tricia porque nadie le había leído a ella libros en voz alta cuando era pequeña”), es insegura y miedosa (“Era la debilidad de los adultos lo que odiaba y lo que le daba miedo”), se siente ignorada y olvidada por todos, incluso por su familia (“En casa de los Engelhardt, Katya Spivak era invisible. En su propia casa de Vineland, era incluso menos visible”) por ello se siente atraída por el señor Kidder ya que “en el salón del señor Kidder Katya Spivak era completamente visible”. Marcus Kidder es un caso distinto, él mismo se define como “un diletante y un coleccionista y un amante.. de la belleza. Pero el glamour y la belleza son dos cosas muy distintas” y que necesita “Una hermosa doncella a la que puede confiar una tarea crucial. Por la que sería bien recompensada a su debido tiempo”. Los dos tienen en común “el miedo más primitivo, el miedo a que no nos amen y no nos protejan”.

Con todas estas piezas tenemos un cuadro que comienza con ecos de Lolita, pero que va cambiando hasta convertirse en algo muy distinto según J.C. Oates va moviendo los hilos de los personajes hasta una parte final donde la tensión se vuelve cada vez mayor y nos sorprende con un final doloroso a pesar de ser previsible, pero lírico, a pesar de lo escabroso y perverso que puede ser desde la objetividad. Una gran historia, no apta para todos los públicos, pero gran historia.

Oates sigue empeñada, sin proponérselo, en hacernos vibrar y apasionarnos con cada historia que traza con escritura magistral y con toda esa inteligencia de la que es capaz, no exenta de conocimiento de la naturaleza humana. Descubrir su obra es un placer que no acaba y al que siempre acabas volviendo (“Porque el amor es fuerza, no puede haber fuerza sin amor”).

Valoración del libro:

“Los zorros vienen de noche” de Cees Nooteboom

La mayoría de las personas que lean este comentario no conocerán a este escritor, lo tengo asumido. De ahí que tenga el firme propósito de dar a conocer la pluma del magnífico autor holandés Cees Nooteboom a todos los que se pasen por aquí. A algunos puede que no les guste. Pero a la mayoría espero que les acabe apasionando como a mí.

Escribía el bueno de Cees en su fabulosa novela/ensayo “El enigma de la luz” sobre el arte, y sorprendía mucho, sobre todo porque no lo hacía desde un punto de vista académico, centrándose en la técnica del cuadro, sino más bien en criterios artísticos, subjetivos, sensoriales, en definitiva, en lo que sentía cuando veía una obra de arte, en concreto un cuadro. En lo que esa obra ocasionaba en él, desde los detalles más pequeños que repasaba con asombrosa meticulosidad, hasta encuadrar emocionalmente la obra en su conjunto. El resultado era increíble, ya que lograba la empatía con el lector ocasional sin necesidad de entrar en intelectualismos.

Esa misma forma de explicar el arte, lo aplica igualmente al hablar de personas. Y es ahí cuando entramos en la recopilación de relatos cortos que forman “Los zorros vienen de noche”. Tomando como hilo conductor en todas las historias algo relacionado con la  fotografía: que puede tratarse de la foto de una persona, o de algún animal, o simplemente el hecho de hacer una foto; ese desencandenante ocasionará en los personajes reflexiones con respecto a los recuerdos (“Sigo siendo mi memoria, eso sí, pero no sé cuánto tiempo más voy a ser capaz de mantener mis recuerdos. Una vez que estos hayan desaparecido, habré muerto de verdad”), la nostalgia (“A veces sigo pensando en términos físicos y me embarga una suerte de tristeza; no, mejor dicho de nostalgia”), la vida y la muerte (“Ya murió. Este estribillo lo oirás con frecuencia. Qué le vamos a hacer, forma parte de la vida”)

Cada historia es una pequeña obra de arte, desde “Góndolas”, ambientada lógicamente en Venecia donde una fotografía antigua origina los recuerdos de una época anterior; hasta ese díptico que conforman “Paula” y “Paula II”, donde en un genial alarde de estilo y previsión pinta al personaje con trazos formados por los recuerdos de una persona que le conoció (en la primera de ellas) y con los propios recuerdos de ella, desde su estado de muerte (en la segunda).  Todo lo hace centrándose en los pequeños detalles cotidianos y con un lirismo de una belleza inconmensurable: “Durante un segundo fue como si la electricidad fluyera por encima de él. Fulgores líquidos, una rauda línea de luz blanca recorriendo la oscura silueta de su cuerpo. Todos oyeron su grito audible incluso por encima del bramido de las olas, un alarido de palabras sofocado por el grito agudo de la mujer y un nuevo trueno”.

Hacía meses que no me leía un libro del autor, y cuando lo lees te das cuenta que lo echas de menos. Es el reencuentro con un amigo, no te va a recriminar el tiempo que ha pasado, sino a alegrarse de que estés con él de nuevo. Su prosa produce sensaciones: se visualizan los colores, las personas; se filtran los sonidos, las conversaciones; se siente el frío, el calor, el sol, la lluvia… Y todo ello te produce una sensación de paz, de descanso (“A partir de ese momento empezó otra forma de mirar. Como desde el sueño. Una sensación de paz profunda”) Concluyendo, un placer para los sentidos, una obra necesaria e imprescindible.

Valoración del libro:

El momento de las recomendaciones policíacas germanas

Hoy, en este rincón del género negro, es un buen día para recordar que no solo existe novela policíaca en EE.UU e Inglaterra, y que no solo existe RBA para traernos buenas novelas de este tipo. En efecto, es un momento más que recomendable para recuperar tres espléndidas muestras provenientes de Alemania y que, por un motivo u otro, podrían quedar olvidadas entre tanta publicación. Me atrevo a considerar, incluso, que alguna de ellas puede estar entre lo mejor que ha salido en este año 2012, que afronta su recta final, pasemos a ellas sin más preámbulos.

“¡Que viene el lobo!” de Leonie Swann. En la imprescindible “Las ovejas de Glennkill” Swann planteaba una vuelta de tuerca al género: un tierno rebaño de ovejas se convertían en detectives y conseguían mediante un memorable último acto que el asesino fuera llevado a la cárcel. El libro, además de ser tremendamente original, tenía una trama consistente, sobre todo porque las ovejas, aun siendo “antropomorfizadas” levemente, aunque parezca mentira, no perdían su identidad como ovejas. En este estupendo segundo libro volvemos a recuperar a estas intrépidas aventureras que, en su camino se cruzarán con multitud de aventuras y un nuevo misterio que resolver. Abandona un poco, sin embargo, la parte más detectivesca para fusionarlo aún más con las leyendas europeas y acercarlo, al menos, al mundo del terror; en un audaz giro que consigue, nuevamente que, a pesar de ser más convencional, mantenga lo adictivo del planteamiento. La diversión garantizada por los pensamientos de estas valientes y sobre todo una manera muy inteligente de tratar su relación con los humanos son otros elementos a tener en cuenta. Como conclusión: tenemos otra novela fantástica que nadie debería perderse.

“Blancanieves debe morir” de Nele Neuhaus. Esta novela tiene un par de curiosidades a mencionar y son debidas al sitio que la ha publicado; Maeva es la editorial que se ha subido al tren de Camilla Lackberg para triunfar sin discusión en un público, el femenino, muy fiel a las historias de la sueca, detectivescas hasta cierto punto, pero que se centran especialmente en los sentimientos de los protagonista; y, sin traicionar demasiado a este público que les está dando grandes beneficios, publican escritores del estilo para seguir la línea editorial. El problema llega cuando publicas la de Neuhaus, ya que, el público acostumbrado a lo anterior se encuentra con algo radicalmente distinto y que, posiblemente, no atraiga de esa manera; al mismo tiempo el público que de verdad puede leerla, no se fija por el bagaje que lleva a cuestas la editorial y además se encuentra con un título que emparenta demasiado con la fiebre de cuentos que se daba en ese momento en TV (“Grimm”, “Once upon a time”…) o en el cine (“Blancanieves y la leyenda del cazador”…). Está claro que el peligro consiste en la caída del libro en tierra de nadie y pase desapercibido. Y sería un error imperdonable, estamos ante una de las novelas del año. Con una historia de esas de pueblos endogámicos en los que hay terribles secretos que ocultar (“En ese pueblo se cuece algo. Y desde hace tiempo. Estoy completamente segura”) y con una trama que consigue resolver con nota las diferentes subtramas que van surgiendo. Hay misterio, personajes memorables, unos detectives creíbles: Pia Kirchoff y Oliver Von Bodenstein y su “férreo autocontrol”, villanos convincentes y enrevesados, y un final de esos que hace que no quieras parar de leer sin haberla acabado. Una novela casi perfecta que me recordó poderosamente a la excepcional “Lugar de Ejecución” de McDermid, pero con personalidad propia. Queremos más libros de esta increíble escritora, queremos más libros magníficos, como este.

“Rehenes” de Stefan Heym. La vida del alemán Stefan Heym fue casi más interesante que la de sus libros, solo hay que revisar su biografía con exilios por ser antifascista y por escapar de la caza de brujas de Mccarthy entre otros asuntos, para darse cuenta de que, como de costumbre, la realidad supera a la ficción, la mayoría de las ocasiones. La obra que nos trae la pequeña editorial Funambulista puede quedar en el olvido si unos pocos no le damos la importancia que se merece.

“Rehenes” (Hostages, 1942), fue escrita (en inglés) durante sus 17 años de exilio de Alemania en EE. UU. y se convirtió en best-seller instantáneo. Los tiempos acompañaban, claro, ya que dicha novela estaba ambientada en 1941 en la Praga ocupada por el emergente poder nazi; la trama, aun estando ambientada históricamente le sirvió al autor de pretexto para crear una novela negra ya que según se comenta en la sinopsis de la editorial “La misteriosa muerte de un oficial alemán en un café de la Ciudad Vieja de Praga da lugar a que el ocupante tome a unos rehenes para ejecutarlos a los pocos días si el supuesto autor del atentado no se entrega. Janoschik, uno de los rehenes y miembro de la resistencia, elabora una estrategia para salir temporalmente de su cautiverio y poner así en marcha una conspiración que pondrá en jaque los planes del ocupante nazi…”

El aparentemente sencillo pretexto de esta trama desemboca en una trama asfixiante, ya que los cinco personajes principales son encerrados en una celda juntos y cada uno de ellos se comportará de forma diferente ante la situación, sale lo peor de la personas como es el caso del psicólogo Wallerstein que hace un trato con el oficial al cargo para intentar experimentar con los demás prisioneros: “Los hombres de aquella celda eran como piedras de un torrente de agua forzadas a pasar por cauces estrechos. Tenían que rozarse unos contra otros. Lo que tenía aquí era un laboratorio perfecto con conejillos de indias humanos” y también sale lo mejor, como es el caso del rebelde Janoschik, misterioso y subyugador personaje que intenta llevar a cabo su misión a pesar de las evidentes dificultades.

Mediante los continuos cambios de punto de vista Heym consigue dotar de personalidad a todos y cada uno de los personajes, los flashbacks se suceden, la caracterización sublime de todos ellos, incluso la de los alemanes (“Todos nosotros sabemos lo que es la disciplina. La llevamos en la sangre. Es propia de nuestra cultura y encuentra su máxima expresión en los ideales de nuestro Führer”) y todo ello subida a una trama que va ganando en tensión según se acerca el espléndido acto final. Todo ello conforma un relato verdaderamente tridimensional en su creación, con una riqueza tanto psicológica como argumental, que no se olvida de momentos de un lirismo sencillamente cautivador y que ahonda en la exploración del miedo como verdadera espina dorsal de la humanidad (“Las leyes de la sociedad humana dimanan del miedo; el miedo a que pueda llegar alguien y privarte de bienes, propiedades y poder. Los nazis mataban por miedo a ser matados. Y la brutalidad del terror político se derivaba del hecho de que el miedo de los nazis sobrepasaba todos los límites normales”).

¡Qué relato magistral de la ocupación alemana! Qué grandeza la del autor nacido en Chemnitz que no puede resistir a expresar su deseo, su esperanza de que todo acabe bien (“Y esto es solo el preludio, el primer temblor de tierra. Pero llegará el día en que el suelo se abrirá bajo nuestros pies y todos sucumbiréis en la oscuridad y el olvido.”). Afortunadamente, todos sabemos ya lo que ocurrió, pero no está de más leerlo en esta obra imprescindible.

“Fabulosas Narraciones por historias” de Antonio Orejudo

Me encanta reírme. La gente que me conoce sabe que es así. No hay muchos autores que me saquen una carcajada espontánea, ese tipo de risa que, en el caso de que vayas leyendo en transporte público, suele generar miradas de extrañeza y escándalo en la gente que está alrededor y que puede causarte una vergüenza considerable porque no has sido consciente de hacerlo.  Uno de los escritores con el que me ha pasado esta situación es el señor Antonio Orejudo.

Dice el propio Orejudo hablando sobre este libro: “mi primera novela gusta a los que han estudiado o han leído mucho”, curiosa forma de intentar definir el público que ha acabado siendo receptivo a esta novela, que fue publicada en 1996 y que ha sido recientemente reeditada.  Pero es cierto que su intertextualidad ha hecho que sea aún más atractiva para mí, esto unido al humor del que hace gala, y ya tenemos dos de los motivos principales para recomendarla.

La premisa de la novela  es la historia de tres amigos que se conocen en una residencia de estudiantes en Madrid durante los años 20. En plena ebullición de las tertulias culturales y con la Generación literaria del 27 a punto de surgir. Por sus páginas desfilan Juan Ramón Jiménez, José Ortega y Gasset, Ramón Gómez de la Serna, Lorca… y otros  personajes de aquella época.

La narración se mezcla con cartas de 1987 y de otros años, con carteles publicitarios de la época, con textos de los personajes que van saliendo, con cartas que se publican en la revista erótica “La pasión” y las respuestas a esas cartas… completando mezcla de estilos, historias y tiempos que otorgan tal credibilidad, que te da la impresión de estar viviendo en esa coyuntura, aunque sabes que no es así, porque la parodia está presente en todo momento. Una virguería a nivel de estilo y estructura. De esta manera el dinamismo es más que patente, no da tiempo a que se vuelva monótono.

Lo más increíble es que, a pesar de lo anteriormente dicho, el autor no se limita a presentar textos más o menos divertidos, más o menos irreverentes, más o menos creíbles, sino que busca la reflexión continua otorgando a la obra diferentes niveles de lectura y sobre todo compromiso.

Le preocupa la forma y creación de la literatura: “Eso de que el lector es también escritor es una excusa que se buscan los perezosos y los malos escritores”, anticipando a Barthes en este momento y su teoría de la “muerte del autor”.  “Para llegar a lo sublime debemos atravesar las amargas tierras del trabajo; no hay otro camino”, el talento es necesario pero el trabajo más.

También alude en varias ocasiones la dificultad para que la literatura sea apreciada por el público, con perlas como estas:

 “Ya se sabe que a los españoles los escritores y los cerdos sólo nos gustan después de muertos”

“En un país donde la masa es incapaz de humildad, entusiasmo y adoración a lo superior se dan todas las probabilidades para que los únicos escritores influyentes sean  los más vulgares; es decir, los más fácilmente asimilables; es decir, los más rematadamente imbéciles”

Al final, y a pesar de acabar la novela de una manera extraña, absurda, tan diferente al tono anterior, busca precisamente recalcar el mensaje: nos ofrece fabulosas narraciones por la verdadera historia que sucedió, pero en esas narraciones está el reflejo de una época, de una forma de hacer literatura, de un compromiso con lo que haces (“Por eso mis simpatías siempre estarán en aquellas personas que contribuyan a revelar esa gran mentira, ese fiasco sobre el que hemos vivido tanto tiempo y que se llama cultura occidental, es decir, hipocresía de banqueros y nuevos ricos”).

Es una novela genial, diferente, explícita, irregular, comprometida, irreverente… una obra maestra de uno de los mejores escritores españoles en la actualidad.

Valoración del libro:

Una de premios: El príncipe de Asturias y la cercanía del Nobel.

Presumiblemente, el próximo jueves 11 de octubre del 2012, tendrá lugar el acontecimiento literario más importante del año: la entrega del premio Nobel de literatura. Mucho antes, a nuestro nivel, el español, ya se ha decidido el premio príncipe de Asturias de las Letras que es el premio más importante, a nivel internacional, entregado en España. No quería dejar pasar la oportunidad de mencionar especialmente que este año ha recaído en uno de los “eternos aspirantes al Nobel”; el cliché por excelencia que oiremos en las próximas semanas hasta en la sopa en todos los medios de información. El norteamericano Philip Roth, un coloso de las letras que, posiblemente, no reciba sin embargo el máximo galardón, debido a la animadversión de la academia sueca con respecto a Estados Unidos.

El gran escritor norteamericano como agradecimiento al galardón contestó a los organizadores con el siguiente mensaje:

“Estoy encantado de recibir el Premio Príncipe de Asturias y emocionado porque el jurado haya encontrado mi obra merecedora de tal honor.

Es particularmente conmovedor para mí haber recibido la noticia del premio sólo unas semanas después de la muerte de Carlos Fuentes, quien recibió el premio en el año 1994. Carlos fue un querido amigo mío y un colega generoso durante muchas décadas y, por supuesto, uno de los más grandes novelistas en español de nuestra era. Quisiera que estuviese vivo para que pudiera oír su voz melodiosa al otro lado del teléfono dándome la enhorabuena con su cortesía habitual”.

Philip Roth, Nueva York, 6 de junio de 2012

Es tan inteligente que liga su premio al gran Carlos Fuentes, demostrando que, al menos, conoce el premio y que incluso ha mirado los ganadores desde 1994; añadiendo una nota conmovedora al agradecimiento que con una nota formal/cortés habría bastado, esperemos que venga a recoger el premio; su discurso será, sin lugar a dudas, un acontecimiento a seguir. Roth, con sus temas, tiene una carrera literaria muy meditada y, desde luego merece lo mejor. En breve espero poner un comentario sobre la increíble “La contravida”, otro exponente de su saber hacer.

Curiosamente la lista de los premios Príncipe de Asturias en los últimos años es bastante consistente y más consecuente que la de los Nobel; que hace gala de unos partidismos que, por otra parte, la hacen bastante divertida por todo lo asociado, digamos, “lateralmente” al premio.

El pistoletazo de salida del premio suele ser la apertura de la casa de apuestas de Ladbrokes con su página dedicada a este premio en particular. Aquí tenéis la página para seguir la evolución. Además, coincide con el artículo estándar que realizan en todos los medios para contar lo mismo de todos los años, con la única actualización de cuál va primero en las apuestas en ese instante.

Cierto es que un premio, que debería ser hipotéticamente el más importante a nivel mundial en el ámbito literario, no ha sido entregado a clásicos insustituibles de la talla de Joyce, Proust o Nabokov entre otros, se desacredita por sí mismo; pero también es cierto que, para todos los que amamos la literatura tenemos siempre la esperanza de que se premie a los mejores.

Algunos datos curiosos: Francia es el país con más laureados, nada menos que catorce, luego van Reino Unido y EE. UU; sin embargo este recibió su último premio en 1993, hace casi veinte años; España lo ha recibido en cinco ocasiones; en los últimos diez años solo tres mujeres han sido galardonadas. Digo estos datos porque desde luego suelen dar pistas para  ver cuál puede ser el de este año.

Y, concretando, ¿cómo están las apuestas ahora mismo? Suenan con fuerza los nombres de Murakami, Bob Dylan, Mo yan, Nooteboom, Kadaré, Adonis, Ko Un, Dacia Maraini o Philip Roth y Cormac McCarthy. Pero no hay que dejarse engañar, en años anteriores el verdadero ganador suele aparecer en los primeros puestos en los dos últimos días.. y esta lista evoluciona un montón según pasa el tiempo; solo hay que recordar los casos flagrantes, en cuanto a subida meteórica y posible filtración, de Le Clezio y Hertha Müller.

Os recuerdo los últimos laureados, desde el año 2002:

2002 Imre Kértesz

2003 J.M Coetzee

2004 Elfriede Jelinek

2005 Harold Pinter

2006 Orhan Pamuk

2007 Doris Lessing

2008 Le Clezio

2009 Hertha Müller

2010 Vargas Llosa

2011 Tomas Tranströmer

Lo que parece claro es que, este año, no va a ser un poeta; no suelen repetirse los géneros, excepto en ficción; lo más probable es que sea mujer, llevamos pocas en los últimos años, y las últimas nacionalidades que menos se han repetido son la norteamericana y la asiática, se pueden descartar los europeos. Con este perfil y, teniendo en cuenta la animadversión evidente a EE. UU. de la academia sueca, o será canadiense o será asiático, y si es posible, será mujer, no digo nombres  y que cada uno haga sus cábalas; yo añadiría los africanos, hace bastante de Coetzee también, y podrían estar ahí. Todas estas elucubraciones las discuto todos los años con mi librero, es parte del juego, y muchas conclusiones son suyas.

Y, ¿quién me gustaría a mí que ganara? El corazón, la mente, y cada fibra de mi piel querría a Pynchon, pero es casi imposible, aunque aparezca en las apuestas, además, seguro que no iba a recoger el premio o renunciaba a él; no me importaría tampoco que fuera Roth (aunque con el Príncipe de Asturias es difícil, solo Lessing en los últimos años ha recibido ambos premios). Una opción bonita aunque no realista sería la del holandés “errante” Nooteboom; no estaría mal tampoco Delillo, o McCarthy, pero están lejos de ser posibles; me encantaría, de manera egoísta, y más probable sería el caso de Joyce Carol Oates, mujer y norteamericana; además, falta mucho suyo por publicarse por aquí, esto sería un espaldarazo definitivo para conseguir ver toda su increíble carrera literaria.

Con estas últimas consideraciones lo dejo por ahora, y ya veremos cuánto acertamos, a veces se lleva uno sorpresas, es realmente entretenido.