About Mariano Hortal

Mariano Hortal (Madrid, 1976), Ingeniero Técnico de Telecomunicaciones y ahora Licenciado en Filología Inglesa. Después de casi 15 años trabajando en el sector, se convierte en abanderado de todo aquello que signifique cultura. “La literatura y la Ópera son mi pasión… aunque también canto en mis ratos libres (que son pocos). No me faltan ganas e ilusión ahora que comienzo esta nueva andadura.” Me podrás encontrar en esta página y como corresponsal de www.operaworld.es a las órdenes de Francisco García Rosado desde el 7 de enero del 2013 “Deja un poco de la tristeza que llevas encima y empecemos una nueva aventura”

I Puritani de Bellini en el Teatro Real: triunfo de la voz frente a la adversidad

Publicado inicialmente en este post en la revista Ópera world.

I Puritani de Bellini en el Teatro Real

Una sombra se cernió sobre los asistentes a la función de I Puritani ayer día siete de julio: Diana Damrau anunciaba importantes indisposiciones vocales pero, por deferencia al público, iba a cantar igualmente la función, aquello generó aplausos espontáneos de toda la sala que se sumía en una incertidumbre y que agradecía el arrojo de la formidable cantante. La posibilidad de que se chafara una función que prometía ser memorable estaba presente en nuestros ánimos. Afortunadamente, vivimos uno de esos momentos únicos en los que se produce el triunfo de la voz frente a la adversidad, era muy divertido comprobar los comentarios del público en el descanso, no se creían que estaba indispuesta. Qué mejor manera de evaluar el trabajo de la soprano titular.

Damrau no pudo dar todo lo que es capaz de hacer, tuvo que omitir sobreagudos y modificar pasajes, pero lo hizo con gran inteligencia, el primer acto fue un compendio de todo su saber, su voz de lírico-ligera tiene un centro amplio de gran volumen para soportar la orquesta lo que la hace bastante idónea en estos momentos para cantar el papel. Además sus agudos son brillantes y se proyectan sin dificultades. A pesar de sus problemas no dudo en soltar algunos (ciertamente al límite pero sin perder la afinación). Maneja los momentos más íntimos con ligereza y los de más volumen con verdadera contundencia. Su dúo final con Camarena (Vieni fra queste braccia), con signos inequívocos de extenuación (no pudo hacer los sobreagudos) estuvo muy bien cantado, con sentimiento y mucho gusto, emocionando a los presentes. Tuvo como compañero de batallas a un segurísimo Javier Camarena, tenor que consigue siempre hacer fácil lo que es extremadamente difícil; qué pasmosa suficiencia para saltar al do sostenido del “A te, o cara” o los res bemoles (sustitutos del famoso Fa5) del “Credeasi, misera” casi en la parte final de la ópera sin ningún signo de fatiga y con la misma brillantez del principio. Su canto se apoya en un gran uso de la respiración que le permite una gran proyección, su línea de canto legato fue en crescendo según avanzaba la ópera y sigo pensando que puede cantarlo mejor más adelante cuando su centro gane un peso más lírico, es todo un placer escucharle.

I Puritani de Bellini en el Teatro Real

A Ludovic Tezier no se le puede negar la amplitud de la voz, la seguridad en las notas agudas (vibrato prácticamente indistinguible, gran volumen) y el centro a prueba de bombas orquestales; acometió con valentía su dificilísima primera aria y cabaletta del primer acto “Ah! Per sempre …Bel sogno beato”, en un momento aún más complicado por ser nada más empezar la ópera. No bajó el nivel a lo largo de la ópera, llegando en plenitud al famoso dúo “Suoni la tromba” que estuvo ligeramente desequilibrado aunque Nicolas Testé (como sir Giorgio) había mejorado desde el insulso comienzo; es pequeña la voz de Testé, y es una lástima porque es bella, bien compuesta en su línea, con un canto noble y agudos templados aunque escasos de volumen.

Es reseñable la Enriqueta de Annalisa Stroppa aunque no destacase especialmente, efectiva en su cometido para conseguir buenos concertantes, no es que su voz sea especialmente amplia ni atractiva pero cumplió; mesuradas las actuaciones de Lozano como Bruno y Sebestyén como Gualtiero sin nada remarcable. Bien el coro, estático en su disposición escénica y que estuvo equilibrado, faltándole algo de refinamiento en alguna entrada de hombres pero siempre bien afinado.

La dirección de Pidó me provocó sentimientos encontrados, sí encontré buenos momentos como el final del segundo acto o el tercero pero hubo otros en los que se notaba que había una elección de tempos un poco extraña, de hecho ocasionó que varios de los cantantes se quedaran atrás en algunos pasajes, de todos modos si reguló la mayoría de las veces el volumen orquestal cuando los cantantes tenían su protagonismo. Especialmente interesante fue el trabajo de las trompas.

Totalmente irrelevante el montaje escénico de Emilio Sagi, minimalismo intrascendente que no añade nada a lo que se está escuchando, por lo menos no estorba demasiado excepto en la recargada escena del segundo acto, llena de lámparas sin propósito a nivel de suelo; la dirección escénica fue nula en el caso del coro que eran como convidados de piedra y encima se exageró a posta el papel de Elvira, no acabo de entender el sentido de la sobreactuación a la que se la obligó, antinatural y molesta. Por si fuera poco, la iluminación brilló por su ausencia. Demasiado oscuro todo para la brillantez de la música de Bellini.

Como no podía ser de otra manera, el público disfrutó y aplaudió enfervorecido ante el despliegue de dos artistas de la talla de Camarena y Damrau, también supo reconocer el gran trabajo de Tezier, al final, como de costumbre, las buenas voces lo llenan todo.

Las fotos son propiedad de Javier del Real.

Resumen Junio 2016. Shibiku, Yanagihara

Este mes sí que es fácil de resumir, con dos palabras orientales me basta como se puede ver en el subtítulo: dos libros de gran extensión que han ocupado la mayoría de mi tiempo, lo bueno es que he conseguido alternarlos con otros por el camino. Sin darme cuenta,  el resto de lecturas tiran la mayoría por literatura en castellano. Hacía tiempo que no me sucedía esto, y varias de ellas me han convencido y entrarán en mis próximas lecturas. 

Las replicantes de Cristina Peri Rossi,  mi primer acercamiento a la argentina ha sido satisfactorio. Sus poemas me interesan, sobre todo por el manejo de elementos que van repitiendo como si fueran una narración conjunta. Tampoco es que me haya vuelto loco, no exageremos, pero sí me queda la inquietud de leer más de ella.

El mes más cruel de Pilar Adón, definitivamente, hay algo en Adón que me gusta mucho, la indefinición, esa ambigüedad, buscando elementos claustrofóbicos (a veces oscuros) que potencia con su escritura. Sus cuentos son buen ejemplo de estas estrategias y esta recopilación es recomendable. 

Vivir entre lenguas de Sylvia Molloy, mi primer acercamiento a otra escritora argentina supone su consagración entre mis lecturas futuras. Esta pequeña recopilación de historias cortas es tremendamente inteligente, cada una de ellas es breve y al mismo tiempo profundísima. Su manejo del bilingüismo y sus consecuencias es simplemente apabullante, y todo ello sin perder el aspecto lúdico. Seguiré con ella seguro. 

(Tras)lúcidas de Varias autoras, hay que reconocer que una de las consecuencias de leer más mujeres es que me fijo más en la poesía. Esta recopilación de varias poetisas es muy agradable, irregular, pero con momentos estimulantes; sirve para descubrir algunas y confirmar a otras, como Sandra Santana. 

La extracción de la piedra de la locura y otros poemas de Alejandra Pizarnik, ya tengo encargado su libro de poesía completa. Simplemente excepcional. Qué manejo del lenguaje poético y de los recursos estilísticos. Una joya. 

En el bosque de Katie Kitamura, quería que me gustara y me ha dejado en un estado intermedio, no demasiado satisfactorio. No sabría decir por qué, pero no he conectado con la historia todo lo que me habría gustado y eso que el final está bastante bien y tiene impacto. No todo puede ser, también es cierto que el momento en que lo leí puede que no fuera el mejor. 

A Little life de Hanya Yanagihara, va a ser un bombazo cuando salga esta novela en septiembre aquí en España. Un libro durísimo, sin equilibrio y sobre todo, puramente emocional, basado en la capacidad de causar emoción en el lector. Es brutal, a pesar de todos sus excesos. Escribí algo sobre él por el Baileys y lo podéis ver en el enlace.

Chicas muertas de Selva Almada, otra autora que me convence este mes, este libro se supone que es un ensayo pero funciona como relato autobiográfico que parece ficcional, si bien el anterior me causó indiferencia, en este, su estilo se adapta perfectamente a lo contado y el resultado es muy bueno. Además, trata cuestiones bastante interesantes sobre la estructuralidad machista y sus consecuencias que, en mi caso, como hombre, son muy clarificadoras.

La culpa de Kate Chopin, primera obra de la autora norteamericana, anterior a El despertar, buena recuperación de Defausta que nos ayuda a entender los orígenes de la autora. A mí me servirá como inicio para leer su obra más importante. Es cierto que sus temas están más que presentes como es el manejo del elemento racial, sobre todo con respecto al esclavismo en el sur de Estados Unidos.

Ciudad esmeralda de Jennifer Egan, mi primer encuentro con Egan ha sido amable, sus cuentos se leen y se disfrutan, quizá no recuerdes más sobre ellos, pero indudablemente has sentido placer leyéndolos. Me basta.

Oso de Marian Engel, el tema se las trae: la mujer a la que le atrae un oso; si retiramos dicha polémica encontramos un subtexto feminista, donde la mujer subvierte su papel, decide lo que hace con su vida, empieza a detentar el poder. Me parece muy interesante el vehículo utilizado, también es cierto que se podría haber esperado un mayor cuidado de la forma que se limita a ser bastante directa y explícita. 

Decreación de Anne Carson, este libro, mezcla de poesía y ensayo es una absoluta maravilla. Complejo, poético, clarificador por momentos. Decreación sería la respuesta femenina a la deconstrucción si tuviera que definirlo de alguna manera. Dejarse sumergir en la poética de Carson es entrar en un universo literario donde tu cabeza solo puede explotar. Derruir las formas de los géneros para encontrar a otra persona, la persona decreada.

La historia de Genji,1 de Murasaki Shibiku, el primer volumen es largo, pesadísimo por el formato de tapa dura escogido por Atalanta, pródigo en infinitas notas, difícil de leer, imposible a la hora de establecer los parentescos (sobre todo porque casi nunca aparecen sus nombres) y sí aparecen diversos tratamientos que van evolucionando (Su excelencia, Su gracia, Su alteza…), la historia tiene siglos de antigüedad y no lo puede ocultar; además nos pilla muy lejos de nuestra cultura occidental; a pesar de todo esto, considero imprescindible leer una vez en la vida esta obra, patrimonio de la cultura japonesa, todo un deleite para los sentidos escrito de una forma inteligente, sutil, cargado de referencias a su cultura. Una verdadera hazaña.

Los disidentes

Los Vengadores Costa Oeste: Pecados del pasado de Englehart/Milgrom, hay que reconocer que Englehart se curró esta etapa y aprovechó para introducir temas no tan evidentes y que están de fondo. Y el tebeo resulta muy entretenido. Esperemos que se siga recuperando esta etapa.

Rabia de Richard Bachman (Stephen King), siguiente libro que va a entrar en la Kingpedia, esta vez le toca a la primera novela que escribió como Richard Bachman. Sorprende bastante su cambio de estilo pero ya me extenderé en la conversación que tendremos en Canino al respecto.

Como siempre, os pongo a continuación las adquisiciones que me quedaban, en este caso las de Mayo y Junio. Ah, y las del HUL.

AdquisicionesMayo

AdquisicionesJunio

HULAdquisiciones

No voy a hacer el resumen del porqué he comprado todas ellas, son demasiadas.  Lo que sí es cierto es que con este post más o menos dejo el blog parado hasta septiembre. Van a llegar algunos libros por compromisos que tengo pendientes en Ópera World y en Canino. Pero será muy puntual (bueno, quizás no tanto, me quedan 4 o 5 posts) pero más o menos.

El verano lo voy a dedicar en su primera semana a acabar los libros que me han quedado en junio. Especialmente con el caso de La historia de Genji de Shibiku. A partir de ahí tengo preparadas unas recomendaciones que van a salir en Canino y el resto serán muchos policíacos y de terror. El caso, como siempre, es pasarlo bien y adaptar las lecturas futuras al calor.

Eso es todo por ahora

Un abrazo y ¡buenas lecturas en vacaciones!

Metáfora y Memoria. Ensayos reunidos de Cynthia Ozick. La relevancia del ensayo

OzickMi primer acercamiento a la norteamericana Cynthia Ozick ha sido directamente una confirmación; había pensado en ir a sus famosos cuentos, pero la editorial Mar Dulce ha publicado Metáfora y Memoria. Ensayos reunidos en este mismo año y me parecía una buena solución intermedia para empezar con ella. Como podéis suponer me ha convencido, y mucho; esta antología contiene ensayos que se dividen en dos grandes grupos: aquellos relativos a las temáticas (cualquier tema en particular asociado a la literatura principalmente)  y los que se refieren a los autores (con reflexiones sobre diferentes escritores).

Sentía la necesidad de poner algo sobre ellos y en el horizonte se me planteaban dos posibilidades: por un lado, adoro todo lo relativo a Henry James que aparece en sus segunda parte; por el otro, un metaensayo con el que se inicia la antología llamado “Ella: retrato del ensayo como cuerpo tibio” donde encontramos una reflexión tremendamente lúcida sobre el carácter y la forma del propio género. Me he decidido por este último desde que leí la primera página:

Un ensayo es un producto de la imaginación. Si en un ensayo hay información, es solo circunstancia, y si hay una opinión, es necesario desconfiar de ella a largo plazo. Un ensayo genuino no tiene aplicación educativa, polémica, ni sociopolítica; es el movimiento de una mente libre que juega. Si bien está escrito en prosa, se halla más cerca en esencia de la poesía que de cualquier forma literaria. Al igual que un poema, un ensayo genuino está hecho de lenguaje, de personalidad, de un estado de ánimo, de temperamento, de agallas, de azar.

Y si hablo de un ensayo genuino es porque los falsos abundan. Podemos recurrir aquí al anticuado término poetastro, aunque indirectamente. Lo que el poetastro es al poeta –u aspirante menor-, el artículo es al ensayo: una imitación consumada destinada a envejecer pronto. Un artículo es chisme. Un ensayo es reflexión y visión interior.” 

Ozick reflexiona sobre la esencia del ensayo y lo equipara con la poesía distinguiendo entre ensayos genuinos y ensayos falsos, abundando desgraciadamente estos últimos. Es imposible no rendirse ante la elocuencia de la escritora, sobre todo cuando compara el ensayo genuino con el “artículo” y define su sentido ontológico en base a su perdurabilidad y su capacidad de reflexión. De estas características es capaz de dilucidar sobre una característica que no había pensado anteriormente: el poder:

De modo que el ensayo es antiguo y variado, pero esto es un lugar común. Hay algo más y es algo todavía más sorprendente: el poder del ensayo. Por “poder” me refiero precisamente a la capacidad de lograr lo que la fuerza siempre logra: obligarnos a asentir.  No importa que la forma y la inclinación de un ensayo se opongan a la coerción o la persuasión ni que el ensayo tampoco se proponga ni busque hacernos pensar como su autor, al menos no abiertamente. Si un ensayo tiene una “motivación”, esta se vincula más con la casualidad y la oportunidad que con la voluntad aplicada. Un ensayo genuino no es un tratado doctrinario, un esfuerzo propagandístico ni una jeremiada.” 

En efecto, según lo leía me ocurría exactamente lo que comentaba la autora, sentía la necesidad de asentir; y este asentimiento estaba en contra de lo que yo pensaba sobre el género:

A fin de cuentas, en ensayo es una fuerza destinada a obtener un consentimiento. Se apropia del consentimiento, lo corteja, lo seduce. Porque durante la breve hora que nos entregamos a él es seguro que nos rendiremos, convencidos. Todo esto ocurrirá aunque estemos intrínsecamente decididos a resistirnos.”

El ensayo, según Ozick, no debería convertirse en un tratado doctrinario o propagandístico, más bien debería ser “esa fuerza destinada a obtener el consentimiento” de sus lectores que sentirán cómo sus ideas preestablecidas cambian ante los argumentos que nos está mostrando. Para entender aún mejor sus cualidades, lo contrapone con la novela:

La novela tiene la capacidad para someternos. Suspende nuestra participación en la sociedad en la que vivimos cada día, de modo tal que mientras leemos, la olvidamos por completo. Pero el ensayo no nos permite olvidar nuestras sensaciones y opiniones habituales; hace algo aún más potente: nos hace negarlas. La autoridad de un ensayista magistral –la autoridad del lenguaje sublime y de la observación íntima- es absoluta. Cuando estoy con Hazlitt, no conozco mayor compañía que la naturaleza. Cuando estoy con Emerson no conozco mayor soledad que la naturaleza.” 

Mientras la novela nos aliena, nos aísla de la sociedad, nos somete al dictado de la ficción; el ensayo actúa sobre nuestras opiniones y sensaciones habituales, siempre y cuando el ensayista sea tan magistral que sea capaz de convencernos de sus argumentos; sí está claro que el ensayo no nos sustrae de la realidad que vivimos, más bien nos integra con ella y nos ilumina sobre temas de los que no éramos conscientes. Una vez establecidas estas bases, da un paso más allá entrando en la aparente arbitrariedad de los argumentos, o la dispersión de la que a veces se le puede culpar y define varias de sus cualidades:

Lo maravilloso de todo esto es que de esta Parente arbitrariedad, de esta caprichosa dispersión del ver y del contar, nace un mundo coherente. Es coherente porque un ensayista debe ser, después de todo, un artista y todo artista, cualquier que sea el medio que utilice, llega a un marco imaginativo singular y sólido, o llamémoslo, en menor escala, una cosmogonía.

Y es dentro de este marco, de esta obra de arte, donde quedamos atrapados como peces en una red. ¿Qué nos mantiene atrapados allí? La autoridad de una voz, el placer  -a veces la ansiedad- de una nueva idea, de un ángulo insólito, de un trocito de reminiscencia, de una dicha revelada o de un susto transmitido. Un ensayo puede ser el fruto del intelecto o de la memoria, de la liviandad o del abatimiento, del bienestar o de la irritación. Pero siempre hay en él una cierta quietud, a veces una suerte de distanciamiento. La furia y la venganza, creo, pertenecen a la ficción. El ensayo es más apacible.” 

Posiblemente la que más me gusta es su cualidad de ser apacible, alejado de la furia y la venganza. Es la autoridad del narrador la que nos engancha a un ensayo pero no lo hace de manera violenta, muy al contrario, hay una calma inherente a todo ensayo genuino. El giro final de la autora, simplemente excepcional, es atribuir el género femenino (el del título: ella) al ensayo, toda una subversión del valor tradicional asociado a lo masculino, de esta manera le asigna características insospechadas y nos prepara ante la posibilidad de que el poder se desplace, nada malo hay en que “ella” sea el ensayo, importa más que este ahí, que esté viva, que nos invite a entrar para sumergirnos en su autoridad magistral:

Digamos que no tiene sentido decir (como lo he hecho repetidamente, aborreciéndolo cada vez) “el ensayo”, “un ensayo”. El ensayo –un ensayo- no es una abstracción;  puede ser una forma femenina de contornos reconocibles, pero también muy colorida y con una identidad individual; no es un tipo. Es demasiado fluida, demasiado esquiva para ser una categoría. Puede ser osada, puede ser tímida, puede confiar en su belleza, en su inteligencia, en su erotismo o en su exotismo. Sea cual fuere su historia, es la protagonista, la personificación del yo secreto. Cuando llamamos a su puerta, nos abre, es una presencia en el umbral, nos guía de una sala a la otra; entonces ¿por qué no deberíamos llamarla “ella? Puede que en privado se muestre indiferente a nosotros, pero no puede ser más hospitalaria. Por encima de todo, no es un principio oculto ni una tesis ni una construcción: ella está allí, es una voz viva. Y nos invita a entrar.” 

No sé si he convencido a alguien para leer a esta escritora, espero que alguno lo tenga ya claro; de todos modos me permito terminar con su idea de lo que debe ser la meta de la literatura; nos presenta la dicotomía universal-particular; siendo la segunda la verdadera definición de lo que busca el arte literario en la actualidad: mostrar, reconocer aquello que es particular:

Así llegamos, al fin, al pulso y a la meta de la literatura: rechazar el borrón de lo “universal”; distinguir una vida de otra; iluminar la diversidad; encender la menor partícula de un ser para mostrar que es concretamente individual, diferente de cualquier otro; narrar, en toda la maravilla de su singularidad, la santidad intrínseca de la partícula más pequeña.

La literatura es el reconocimiento de lo particular.” 

Los textos vienen de la traducción de Ernesto Montequin de Metáfora y Memoria. Ensayos reunidos de Cynthia Ozick para la editorial Mar Dulce

Resumen Mayo 2016. Baileys, música y más

Si tuviera que resumir el mes de lecturas sería bastante difícil ya que fue variadísimo. Hubo hasta tres candidatos del Baileys Prize  y leí en inglés, también hubo varios libros de música y las últimas novedades de Sexto Piso, Siruela Negra o Nevsky. Quizá lo peor, por mis propósitos del año, haya sido que es el mes en que más libros de autores masculinos he leído, pero, de todos modos, sigo leyendo mucho más de mujeres, o sea que vayamos a la pila de lo que ha caído: 

Hotel California de Nine Antico, no sé si mis expectativas eran otras o de verdad me pareció poca cosa; lo que está claro es que esta historia de groupies me dejó un poco frío a pesar de sus divertidas referencias a la música de la época y al subrayado del papel de la mujer. No estoy seguro de recomendarla.

Un soplo de vida de Clarice Lispector, complejo diálogo profundamente metafísico entre un autor y su creación literaria que le sirve para tatar reflexivamente sobre el fenómeno creativo; parece mentira que esta fuera la primera obra que leía de la autora pero el misticismo subyacente en la conversación me resultó particularmente hermoso en su inaccesibilidad.

La hora de la estrella de Clarice Lispector,hay que reconocer que Lispector no deja indiferente y tenía un estilo muy personal; esta obra es un gran ejemplo para transmitir cómo parte de una situación formal que le sirve para desarrollar sus ideas, muchas veces estas ideas no son concretas y se basan más bien en la reflexión metafísica. Tiene algo que consigue cautivarme, puede que sean las imágenes que utiliza. Lo que es evidente es que seguiré leyéndola.

La improbabilidad del amor de Hannah Rothschild, hablé bastante sobre esta obra en el post que hice sobre la shorlist del Baileys Prize, si pincháis en el título podéis encontrar más información. Me parece muy recomendable.

Un hombre muerto de Ngaio Marsh, el primer número de la nueva biblioteca clásica de detectives merece un post más largo. Creo que llegaré a hacerlo.

Los que no perdonan de Charlotte Cory, espléndida novela de la que hablé en profundidad y que podéis encontrar pinchando en el título. 

Más lecturas no obligatorias de Wislawa Szymborska,  creo que ya dije lo que me gusta la escritora polaca, y esta es la confirmación: otro montón de ocurrentes e insospechadas reseñas de libros imposibles. 

A la mesa de Ingrid Noll, no me disgustó, no me encandiló, una respuesta tibia. No estoy seguro pero creo que leeré algún libro más para saber si vale la pena seguir leyéndola. El caso es que, por lo menos, hace el esfuerzo de nos transitar lo habitual en el género policíaco, solo por ello merece una segunda oportunidad. 

Tu amor es infinito de Maria Peura, durísima obra que trata un tema tan polémico como es el maltrato infantil; la prosa de la autora finlandesa es bella y te acompañara en un verdadero valle de lágrimas. Más información el post que hice al respecto.

Ruby de Cynthia Bond, otra de las candidatas al Baileys Prize, tenéis más información en el post que hice al respecto. La verdad es que resultó una muy buena lectura.

R.P. G. Juego de Rol de Miyuki Miyabe, fantástica propuesta policíaca a cargo de la japonesa Miyabe, en este caso no es tan importante el qué es la resolución como la forma en que los ingeniosos policías articulan su resolución. Hay que reconocer que disfruté bastante y siempre es un gusto conocer nuevas escritoras. 

Albertine. Rutina de ejercicios de Anne Carson, menuda generación de escritoras canadienses tenemos en la actualidad. Gracias a Vaso Roto podemos disfrutar de la poetisa/ensayista Anne Carson en esta pequeña obrita editada con mucho gusto. Textos cortos, epígrafes que le sirven para indagar en Albertine, el personaje de Proust, el humor y el lirismo devienen en una mezcla ciertamente subyugadora.

The portable Veblen de Elizabeth McKenzie, nueva candidata para el Baileys Prize, el último que cayó en el mes. Una obra bastante encantadora con una protagonista inolvidable, lástima que se desinfle en su parte final. Como siempre, si pincháis en el título tendréis más información.

Los disidentes

El tenis como experiencia religiosa de David Foster Wallace, dos ensayos son los que aparecen en este pequeño libro, los dos referidos al tenis, hay que reconocer que Wallace sabía hablar del deporte saliéndose de lo que puedes esperar. Especialmente interesante es el referido a la rivalidad de Nadal y Federer. Sigo pensando que me gusta más el Wallace ensayista que el novelista. 

El estado natural de las cosas de Alejandro Morellón, breve recopilación de cuentos de la que hablé en profundidad. Ya sabés, el enlace en el título. 

Los vengadores Costa Oeste: Los lazos que atan de Englehart, Milgrom y otros, divertida recopilación que sigue mostrándonos las aventuras del grupo liderado por Ojo de Halcón. Buen entrenamiento. 

El gran golpe de Darwyn Cooke, coincidiendo con la muerte del dibujante y guionista le hicimos un pequeño homenaje en canino, se me ocurrió escribir sobre su maravillosa Catwoman y de ahí que aparezcan esta lectura y la siguiente. 

El lado oscuro de la calle de Darwyn Cooke, aplica lo dicho anteriormente. ¿Para qué voy a repetirme?

Vida y obra de J.S. Bach de John Butt, ¿otra biografía sobre Bach? Pues sí. No muy afortunada, pero que sirve para complementar la información que tenemos de él. La reseñé en Ópera World una lectura interesante pero no imprescindible.

Historia insólita de la música clásica de Alberto Zurrón, es de agradecer que el autor se haya dedicado a intentar buscar esta recopilación de chistes que actúan como una historia alternativa de la música. 

Para terminar, como siempre os pongo las compras que hice en mayo. No estuvo nada mal.

AdquisicionesMayo

Podéis ver que algunos de ellos han caído ya (Cory, Marsh, Wallace…) del resto algunos van a caer en el verano con el monográfico policíaco (Edogawa, Ohri) y otros ya los dejaré para Septiembre en la rentrée (Bee Wilson, Despentes..); el resto van a tener que esperar al año que viene.

Un abrazo y ¡Buenas Lecturas!

El misterio de Gramercy Park de Anna Katharine Green. Oasis detectivesco

ElMisterioGramercyPark_AnnaKatharineGreeEs curioso cómo la gente confunde una buena edición con el hecho de que tenga tapa dura; una y otra vez encontramos  sorpresas desagradables de este tipo, en el que editores intentan vender motos poniendo este comodín para luego encontrar faltas de ortografía, malas traducciones, ningún tipo de estudio crítico, etc. Todo un desastre. Y si se trata de novelas policíacas de detectives, estos casos se agravan. Afortunadamente queda alguna isla entre tanta mediocridad, y este es el caso de la editorial dÈpoca que aúna ediciones estéticamente bellas, de calidad en el encuadernado, hojas de denso gramaje y un cuidado interior que se manifiesta no sólo en el cuidado de la traducción/edición sino también en introducir cada publicación con un estudio de la época, circunstancias y temas tratados principalmente.

La novela que traigo hoy, El misterio de Gramercy Park de Anna Katharine Green, tiene un prólogo tan bueno que no me hace falta poneros ningún  texto de la traducción de la autora, me limitaré a utilizar parte del trabajo excelentemente realizado y que es todo un tratado para entender la relevancia de la autora norteamericana. Green es todo un ejemplo de superación en una época en la que estaba mal visto que una mujer quisiera publicar libros, más si se trataba de novela policíaca: 

“Al acabar sus estudios pocas opciones tenía una mujer soltera salvo volver a la casa familiar. Y así lo hizo. En ella trabajó en su siguiente objetivo, convertirse en escritora profesional en un momento, recordemos, en el que el mundo literario no veía con buenos ojos la incursión de las mujeres. […] Su padre había respaldado su dedicación a la poesía –una forma expresiva delicada y apropiada para una mujer-  pero Anna tenía muy serias dudas de poder contar con su apoyo en el caso de la novela, además de temática policíaca, por lo que se dedicó cerca de seis años a la redacción casi en secreto de la que sería su primera novela y todo un éxito de ventas, El caso Leavenworth que, además de abrirle las puertas de su anhelada carrera como escritora profesional, le granjearía con el tiempo el título de Mother of Detective Novel, no tanto por haber escrito la primera novela de detectives –Metta Victoria Fuller Victor ya había publicado en 1866 su dime novel The Dead Letter- sino por ser la primera mujer en publicar una novela policíaca en un solo volumen, crear la primera serie de detectives y familiarizar al lector con este nuevo género.”

La autora pasa por ser la verdadera precursora del género ya que fue la mujer que creó la primera serie de detectives y, además, poniendo como protagonista de las investigaciones una mujer; sin embargo, como mujer de su tiempo, no podemos hablar de una estricta feminista, aunque el concepto de domestic feminist define su moderación en estas cuestiones; de todos modos, hasta esta moderación podía convertirse en un paso de gigante en sus manos, simplemente por el hecho de visibilizar ciertas actitudes, estructuras, con respecto a las mujeres y plantear modelos distintos:

“[…] a pesar que no pueda definirse a Anna Katharine Green como feminista […] sí puede ser considera, como D. Maida la denomina, a domestic feminist preocupada por las situaciones de indefensión a la  que las mujeres frecuentemente se veían enfrentada.

En sus obras, y El misterio de Gramercy Park no es una excepción, la autora nos presenta diferentes situaciones de desigualdad. Al hombre le eran permitidas ciertas actitudes que victimizaban a la mujer imposibilitada para una reacción de defensa: matrimonios concertados basados en intereses económicos y/o sociales, abandonos, deslealtades, engaños y ultrajes… Presentando estas situaciones, Anna Katharine Green no pretendía transgredir ni alterar el orden social […] sino apelar al decoro, sentido común y caballerosidad de los hombres y proporcionar a las mujeres modelos de conducta a seguir.”

El resultado de esto fueron sus dos heroínas, Violet Strange y, como protagonista de esta novela, la audaz entrometida, la impertinente solterona Amelia Butterworth, precursora de la Miss Marple de la gran Agatha Christie y todo un paradigma del género; un personaje que demuestra sus capacidades detectivescas en una continua lucha contra la supremacía masculina en estos asuntos; me encanta la idea de que fuera considerada “masculina” (en cuanto a inteligencia, valor…) por haber conseguido realizar una novela de detectives con una gran trama al nivel del sexo dominante:

“Y esta domestic feminist fue la que dio voz a Amelia Butterworth y Violet Strange, dos de sus creaciones femeninas que son, con sus diferencias, mujeres fuertes, independientes y audaces. Así Amelia Butterworth en El misterio de Gramercy Park planta clara a la presunta superioridad intelectual masculina y sin perder su femineidad en el intento llegar a afirmar, en una frase que ha dado pie a las más peregrinas y variopintas interpretaciones: “Subyace algo masculino en mi naturaleza” (cap. XXIV)

Tal vez esa masculinidad –no entendida como atracción por el sexo femenino sino como coraje, inteligencia, valor, fuerza de carácter, iniciativa e independencia, características todas ellas asociadas entonces exclusivamente con el sexo masculino –sea el tipo de masculinidad que algunos críticos creyeron percibir en Anna Katharine Green con la publicación de El caso Leavenworth, al no creer posible que una obra de tan preciso y complejo argumento y que mostraba conocimientos legales pudiese haber sido escrita por una mujer.

Podemos concluir en este sentido que Anna Katharine Green fue, en definitiva, una feminista de talante conservador o una no-feminista progresista, según como caiga la moneda; una reformadora desde dentro, sin ruido, que rechazaba el carácter revolucionario y rompedor de las luchadoras sufragistas, bien es verdad que como muchos otros hombres y mujeres de su tiempo.”

Yendo ya hacia la novela, el prólogo nos lo pone igual de fácil al señalar cuándo fue publicada y en qué orden apareció entre todas las que publicó la autora; es importante indicar también alguno de sus valores: la trama intrincada y el retrato del siglo XIX en Norteamérica:

“El misterio de Gramercy Park, publicado en 1897, es la décima novela policíaca de Anna Katharine Green y la primera en la que se introduce el inolvidable personaje de Amelia Butterworth, dama soltera y detective aficionada, que aparecerá en otras dos novelas, Lost Man’s Lane y The Circular Study. Pero además de la aparición de este personaje seminal que dará pie a posteriores creaciones dentro de la ficción policial, en El misterio de Gramercy Park destaca un intrincado argumento de cuidada construcción y un magnífico retrato de la sociedad de la época, los últimos años del siglo XIX e Norteamérica.”

Dos apuntes más me gustaría subrayar, en primer lugar la acepción de sensation-novels, novelas con un secreto, que fueron las precursoras de las novelas de enigma de más adelante; en efecto no se me ocurre mejor nombre para La dama de blanco del gran Wilkie Collins, una mezcla, para nada indigesta, de lo romántico con lo detectivesco que ha escogido la editorial como sello de identidad y que le sirve para ganarse un nicho en el mercado que es bastante fiel:

“El misterio de Gramercy Park cumple los principios del género pero añade alguna característica de las sensation novels de las que, junto con la novela gótica, deriva la ficción detectivesca. Este subgénero de novelas sensacionalistas, muy del gusto de la época, fueron llevadas a su cima de popularidad por autores como Wilkie Collins y Mary Elizabeth Braddon. Las sensation novels, que Kathleen Tillotson denomina novels-with-a-secret, por ese secreto que invariablemente contienen y en torno al que se desarrolla la historia, serán el germen que de modo inevitable evolucionará hacia las novels-of-enigma. En ese sentido, el misterio de Gramercy Park conserva todavía en su trama romántica y en el desarrollo final ciertos elementos melodramáticos propios de estas novelas sensacionalistas.”

El último aspecto es muy interesante y parte de la idea de la dualidad que se encuentra en este tipo de novelas enigma, a la historia del crimen se une la historia de las pesquisas para solucionarlo pero es muy cierto que, en esta novela en particular se produce un tercer elemento ya que las pesquisas son llevadas por dos investigadores al mismo tiempo (Amelia y Gryce) resultando en una pesquisa completa una vez se saben todos los detalles de las dos líneas alternativas según el investigador:

“Como afirma el escritor, crítico y lingüista Tzvetan Todorov en el primer capítulo de su libro Poética de la prosa, “en la base de la novela de enigma se encuentra una dualidad”. Con esta dualidad se refiere Todorov al hecho de que este tipo de novelas de enigma, la novela policíaca clásica como El misterio de Gramercy Park, no contienen una sino dos historias: la historia del crimen, de lo que sucedió realmente, y la historia de las pesquisas, del desarrollo de la investigación que va reconstruyendo el crimen, el modus operandi del ejecutor o ejecutores, sus motivaciones… Esta dualidad es la que crea el suspense y la curiosidad del lector que no se ve saciada hasta las últimas páginas.

En el caso de El misterio de Gramercy Park podemos añadir un tercer elemento. El desarrollo de la investigación se duplica; seguimos los pasos, por un lado, de la investigación narrada en primera persona de Butterworh, pero al poner en común sus avances con Gryce, Amelia, y con ella el lector, ha de recolocar todo de nuevo al contar con nuevos datos, eliminar erróneas suposiciones  y volver a hacer encajar las piezas del puzle. Y así, con dos líneas de investigación, dos hermanos, dos hermanas, dos esposas, damas enamoradas, ocultaciones, mentiras y giros varios el lector no tiene tregua hasta lograr finalmente saber quién lo hizo, en este clásico whodunit.”

Lo bueno de hacerlo de esta manera es que se duplican las líneas de investigación y se consigue extender la trama hasta el mismo momento final en el que se resuelve todo de forma satisfactoria para el lector.

No me resisto a poner un único texto que resulta característico de la identidad creada por Green para la encantadora Amelia;  todo un ejemplo de cómo utilizar una digresión para dotar de personalidad, en este caso independiente, a su protagonista:

“Acababa de darle las buenas noches a su enamorado y su rostro me trajo a la memoria un tiempo en el que mis propias mejillas eran redondeadas y mis ojos brillaban, y… ¡Basta! ¿De qué sirve afligirse por asuntos largo tiempo enterrados y olvidados? Una mujer soltera, tan independiente como es mi caso, no tiene necesidad alguna de envidiar la dudosa bendición de un esposo. Tomé la decisión de ser independiente, y lo soy. ¿Acaso se puede decir algo más al respecto? Perdón por la digresión.”

Me parece que con la editorial dÉpoca vamos a vivir buenos momentos policíacos en un futuro no demasiado lejano.

Los textos provienen de la traducción de Rosa Sahuquillo Moreno y Susanna González de El misterio de Gramercy Park de Anna Katharine Green editado por Editorial dÉpoca.

Moisés y Aarón de Schönberg: epopeya coral en el Teatro Real

Publicado inicialmente en Ópera World en este post.

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Programar a Schönberg no es sencillo, menos si se trata de alguna de sus óperas. No nos engañemos, el dodecafonismo no es algo que entre fácilmente a través del oído. Lo mismo suele suceder con Alban Berg, todavía recuerdo la espantada tras el primer acto de Lulú, uno de los mayores paradigmas de este tipo de música en la lírica. Buena idea parece plantear este Moisés y Aarón como una representación continua, sin interrupciones, un todo musical-escénico que cuadra muy bien con la intención del compositor.

Esta nueva producción del Teatro Real en coproducción con la Ópera National de París ha dado que hablar en medios por temas incluidos en el montaje escénico (la leche y el Toro!), pero hay que reconocer que Romeo Castelluci nos ha hecho una propuesta ciertamente acorde al canto de Moisés; aunque Schönberg utilizara el texto bíblico como base, le sirvió para cuestionarse la existencia de Dios, la simple idea de que exista Dios; la puesta en escena, desde la indefinición inicial como una amalgama de formas, de bultos indistinguibles, pretende reflejar la indefensión ante la posibilidad de entender esa idea. Según avanza, el papel de la ciencia resulta primordial para traer definición a nuestras vidas, el cayado de Moisés es una sonda médica-espacial, sin embargo no sirve para poder comprender la idea de Dios, las palabras se van sucediendo en una pantalla que vemos delante de nosotros y que es reflejo de nuestra confusión, de la impotencia ante algo tan imposible de creer. En efecto, es claro, que la mente no nos mostrará a Dios, de ahí que toda la producción se ordene a mostrarnos esto, solo la fe y la voluntad individual nos abrigan en este camino de sinsabores de nuestra existencia.

Al mismo tiempo que se desarrolla la escena se puede escuchar de la misma manera la inigualable (e imposible) música del compositor alemán; todo se funde para transmitir la confusión que quería mostrarnos, no se puede comprender; el trabajo de Lothar Koenigs es excelso en este orden de actuación, la orquesta titular del Teatro Real muestra su mejor cara y consigue, bajo su batuta, desgranar una tras otra la imposibilidad. Una música discordante, más allá de cualquier asonancia, enervante, dolorosa y, al mismo tiempo, ominosa, transmite la sensación oscura de que algo va a suceder.

Moisés y Aaron en el Teatro Real

Junto a él luchan como dos adalides Albert Dohmen y John Graham-Hall como Moisés y Aarón respectivamente. Dos colosos que tienen que expresar con sus voces inflexiones cada vez más imposibles, el tenor acusa el esfuerzo sin medida, podemos perdonar su fatiga (cortes en los agudos e incluso un pequeño gallo) porque su actuación es sin tacha, creíble hasta la extenuación (hasta cuando le echan un líquido negro encima mientras canta), es una locura tener que mantener tanta nota aguda y siendo esta su última función se ha ganado el descanso; totalmente sobrenatural lo de Dohmen, cambia la fatiga por rotundidad durante toda la representación con una voz densa, redonda y noble y con gran proyección de agudos. Un verdadero héroe en este maremágnum sonoro.

Dejo para el final el esfuerzo inhumano, verdaderamente sobrenatural, de un coro del teatro real que lleva muchos meses trabajando esta partitura endiablada en la que no faltan extremismos vocales de primera índole. Simplemente excepcional. Apabullante dominio de la voz que consigue momentos de gran emoción. Parece mentira, pero siguen creciendo, no pierden tersura y sensibilidad pero ganan aún más en contundencia sonora con atronadores gritos a los que nunca les faltó la afinación. Toda una epopeya coral.

Una gran noche que fue recompensada por un público generoso en aplausos que supo reconocer un trabajo muy bien hecho.

El emperador de la Atlántida en el Teatro Real: retazos de un alma desesperada

Publicado inicialmente en Ópera World en este post.

El emperador de la Atlántida en el Teatro Real

Siempre es un placer poder disfrutar la obra de Viktor Ullman por dos razones principales igualmente atrayentes: lo primero, indudablemente, son las circunstancias en las que se produjo su composición, en el campo de concentración de Terezín, es imposible separar estos acontecimientos del resultado final, ya que la ópera refleja a la perfección lo que el compositor estaba viviendo y se convierten en un verdadero epitafio que tiene grabada en su música el alma del compositor. En segundo lugar, la perfecta conjunción entre música, letra y circunstancias hacen de esta corta composición una pequeña obra maestra.

Para esta recuperación, se ha optado por repescar otras obras del compositor e integrarlas de alguna manera según una unidad temática. De ahí ese El canto de amor y muerte del corneta Christoph Rilke que inicia el espectáculo y que narra Blanca Portillo, el Adagio in memoriam Ana Frank e incluso una Pequeña obertura para ‘El emperador de la Atlántida’. Esto no es forzosamente malo, es bueno aprovechar el momento para recuperar otras obras del compositor. Lo que no cuadra, a priori, es que el nombre de Pedro Halffter aparezca tantas veces debido a que ha realizado orquestaciones sobre lo que compuso Ullman, como si fuera prácticamente el compositor.

El resultado final es una mezcla bastante curiosa, los tres primeros fragmentos que mencionaba funcionan como un triple prólogo (que se suman al prólogo de la propia ópera) y que se conjuntan bien al tratarse de la música del mismo compositor, aunque no pierden su identidad individual. Si bien es cierto que el espectador se siente extraño ya que está presenciando un espectáculo teatral amenizado con música. Tal es el caso de la primera parte, fragmentos musicales con los textos recitados de Blanca Portillo y una mínima acción teatral aderezada con continuos vídeos grabados para dar el efecto. Luego llega la ópera y, desde luego, no se puede negar el buen trabajo de orquestación, pero no es exactamente lo que uno espera tras haberla escuchado anteriormente. El minimalismo que tan bien cuadra con la concepción musical inicial, una orquesta más reducida, aquí se ve magnificado por una orquesta llevada a seis contrabajos nada menos! Los cantantes tienen que hacer grandes esfuerzos para que se les oiga. El propio Halffter sugirió en alguno de los ensayos que tenían que cantar más fuerte, como si se tratara de una ópera wagneriana. Esta actitud es comprensible si tiene uno en cuenta los decibelios que salían en algunos momentos del foso. No digo que el resultado no fuera atractivo, mis problemas van más en el sentido de si de verdad esto es necesario para descubrir a Ullman, más bien descubrimos a Halffter y, de fondo, el trabajo del compositor. Tendría más sentido haber mantenido la versión original. La dirección de Halffter fue muy amplia en gesticulación, abarca toda la orquesta, da una impresión (quizá errónea) de ostentación, la orquesta funcionó bastante bien ante su más que reconocido conocimiento de la partitura.

El emperador de la Atlántida en el Teatro Real

La presentación escénica de Tambascio resultó bastante interesante para pintar la vida del dictador al que la Muerte le boicotea su plan, el escenario era sencillo, funcional, mostraba una segunda escena (la del emperador y el altoparlante) que subía en algún momento preciso sirviendo para mostrar dos escenas de manera paralela. La combinación de los dos escenarios junto con el juego de luces sobraban para mostrar el fracaso del dictador ante la muerte, lo que probablemente soñó Ullman, aquello que deseó con todas sus ganas ante una situación desesperada: al fin y al cabo, esta ópera recogían los retazos de un alma desesperada.

En cuanto a los cantantes, cumplieron sin aspavientos, la mayoría son papeles cortos que no dejan una gran huella; destacaron ligeramente Marco-Buhrmester como emperador y Martin Winkler como altoparlante; convincente Torben Jürgens como la Muerte, insuficientes Padullés y Casals, difíciles de escuchar en algunos momentos; demasiado tirantes los agudos de Iniesta y, sobre todo, de Ana Ibarra.

Aceptación del público de una función ciertamente diferente donde el director musical se llevó las mayores ovaciones.

Lo que da de sí el Baileys Prize 2016

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Hace dos años le dediqué un post completo y no creo que deba explicar de qué va a estas alturas. Lo que sí tengo claro es que este año cobra aún más importancia por el proyecto de leer mujeres. Indudablemente suele ser un premio en el que, al centrarse en mujeres exclusivamente, la selección puede recoger las autoras menos esperadas. De hecho, suele haber debuts que gozan de la oportunidad de hacerse conocidas de esta manera.

El pasado día once de abril del 2016 se publicó la shortlist con las seis finalistas de las que saldrá la ganadora que será elegida el día 8 de junio. En los premios anglosajones de literatura suele hacerse una longlist de candidatos y, a continuación, escoger las seis finalistas de las que se obtendrá la galardonada definitiva. En el tiempo en que dura la shortlist se promueve la lectura de las obras seleccionadas, además de realizar entrevistas a las autoras y diversos análisis. Muy constructivo, sin secretismos, todo lo contrario a los premios que se entregan en España que siempre están ocultos los títulos, autores y, desde luego, un lector de a pie nunca podrá leerla antes.

La shorlist de este año ha sido la siguiente:

Cynthia Bond: Ruby (debut)

Anne Enright: The Green Road (consagrada)

Lisa McInerney: The Glorious Heresies (debut)

Elizabeth McKenzie: The Portable Veblen (cuarta obra)

Hannah Rothschild: The Improbability of Love (Segunda )

Hanya Yanagihara: A Little Life (Segunda novela)

A primera vista tenemos una heterogénea lista donde hay varios debuts como el de Bond o McIrneney, o segundas novelas como es el caso de Rothschild o Yanagihara; sólo podríamos referirnos a  Enright como una escritora consagrada, ya que McKenzie lleva cuatro obras en total. En tales condiciones, voy a intentar abarcar el mayor número de obras posible para emitir mi propio juicio e intentaré dedicar mayo a la mayoría de ellas; por razones de tiempo he descartado a Enright (probablemente la que menos me interesa aunque, curiosamente, podéis leer su obra en castellano, está a punto de sacarla Siruela con el nombre El camino de los Madigan). Del resto sólo una está disponible en castellano por ahora,  teniendo que leerse en la lengua del bardo en su mayoría. Vayamos entonces a mis lecturas de cada una de ellas:

ImprobabilityloveHannah Rothschild: The Improbability of Love: Traducida (muy fidedignamente) como La improbabilidad del amor 

Recientemente publicada por Suma, la obra de Rothschild me recordó en un primer momento a la archiconocida y multipremiada El jilguero de Donna Tartt, ya que el nombre al que hace referencia el título es el nombre de una pintura. Afortunadamente, el tema es tratado de una manera muy diferente, Rothschild empieza con una prolepsis en la que se va a producir una subasta en la cual dicho cuadro puede llegar a alcanzar pujas millonarias, la presentación de los candidatos a llevárselo es una simple exposición, ya que, después del prólogo, nos traslada seis meses antes para mostrar cómo la pintura forma parte de una tienda de antigüedades y nadie la conoce todavía. El objetivo de la estrategia es claro: mostrarnos a los personajes y la evolución de ellos y la trama hasta llegar al punto final. Sin embargo, una novedad que presenta la autora tiene que ver con el uso del cuadro como si de un personaje se tratara, hasta tal punto es esta identificación que le asigna características humanas dotándolo de un pensamiento propio (con sus propios capítulos), proporcionando una perspectiva más al conglomerado final. De hecho, lo utiliza como catalizador para la presentación de la historia relacionada con el cuadro: sus dueños, elaboración, etc. A ello se le suman misterios familiares en la Alemania Nazi, historias de amor imposibles y recetas que son puro deleite para formar un menú nada indigesto y bastante bien acabado. No me resisto a poner uno de los textos con el protagonismo del cuadro:

“A pesar de mí mismo, de pronto me entraron ganas de que aquella tal Agatha se pusiera a trabajar en mí. Anhelaba regresar al panteón de los grandes, ocupar el lugar que me correspondía junto a mis amigos, colgar de una pared tapizada con adamascado, oír a la gente hablar en discreto tono reverencial en mi presencia, ser amado, admirado y estudiado por lo que en realidad soy. Deseaba asimismo que Annie se empapara de mi gloria y fuera feliz. Resultaba extraño que después de trescientos años me encariñara de verdad con un propietario. La edad está volviéndome tonto.”

Texto de la traducción de Isabel Murillo de La improbabilidad del amor para Suma.

RubyCynthia Bond: Ruby 

Debut de la escritora estadounidense y un cambio radical de registro con respecto al anterior. Es inevitable pensar en Toni Morrison o Zora Neale Thurston cuando afrontas esta historia que tiene lo racial como elemento conductor. En el eje de la historia dos protagonistas: Ruby Bell y Ephram Jennings. Otra de las conexiones que se han utilizado al hablar de él lo referencia al realismo mágico y, ciertamente, es parte indisoluble de la historia, aunque diría que se integra excepcionalmente con ella para tratar lo más importante: el retrato de la mujer en la sociedad, particularmente de la mujer negra. Bond no tiembla al retratar situaciones injustas y cargadas de violencia física y sexual que sufren tanto la protagonista como su única luz, Ephram. Me ha recordado a los mejores momentos de Morrison, esos comienzos con The bluest eye,  pero con un tono contemporáneo que se integra muy bien en el aspecto narrativo, un gótico sureño de nuestros días. Muy buena novela y radicalmente distinta a la de Rotshchild.

portable-veblen-coverElizabeth McKenzie: The Portable Veblen 

Ésta era, junto con Enright, la más consagrada, al menos con cuatro novelas en su haber. Estaba pensando que debe ser imposible no querer una novela que tenga un apéndice con 65 maneras de decir ardilla. Y no andaba equivocado. Veblen, la protagonista, es sencillamente deliciosa en su excentricidad: que hable con las ardillas para tranquilizarse, que sea capaz de traducir el noruego y que se predisponga a ver el bien por encima de cualquier cosa, a priori, son algunos de sus rasgos. Su futura pareja es exactamente todo lo contrario, no soporta todo lo que se salga de la realidad, capaz de detestar a su hermano disminuido y metido de lleno en el corrupto mundo de las farmacéuticas. McKenzie utiliza el núcleo frontal que les tiene a ellos y a su hipotética boda para, al mismo tiempo, pintar un retrato de la sociedad capitalista desde la institución familiar y las relaciones entre sus miembros hasta las mismas raíces consumistas que son parte inherente de dicha sociedad. El resultado final, desgraciadamente, baja ligeramente el nivel sobre todo en los últimos compases. La solución para unirlos resulta demasiado convencional y manida teniendo en cuenta el planteamiento final. Hay que reconocer, a pesar de esto, que la lectura es satisfactoria aunque se queda por debajo de las anteriormente analizadas. 

GloriousHeresiesLisa McInerney: The Glorious Heresies 

Otro debut, el de la irlandesa McInerney, del que, aparentemente no esperaba nada malo ni nada bueno. Lo mejor en estos casos es estar abierto y receptivo ante las posibilidades que ofrezca. La historia de cómo un asesinato influencia la vida de cinco inadaptados de diversa índole promete mucho, sobre todo porque la autora quiere ligar el hecho con la historia de Irlanda del siglo XX. Me gustaría haber leído más a estas alturas, pero Yanagihara me tiene absorbido. Una verdadera pena no tener más tiempo.

ALittleLifeHanya Yanagihara: A Little Life 

El libro de la norteamericana ha transitado todas las shorlists posibles (Man Booker, National Book Award, Andrew Carnegie Medal for Excellence in Fiction, Kirkus Prize) con suerte desigual llegando a esta última con el reconocimiento de lectores y crítica. Llega el momento de juzgar si es para tanto o se ha inflado su fama inmerecidamente. Me llama mucho la atención el libro ya que la escritora narra la vida de cuatro hombres, algo poco habitual en el caso de una escritora que suele coger una narradora femenina. La primera parte es fantástica, son las páginas que utiliza para presentar la amistad entre los cuatro y está muy lograda en cuanto a la caracterización particular  y la general del propio hecho de conocerse y la forma que interrelacionan, podría entenderse como un prólogo. A partir de la segunda parte empieza verdaderamente la historia ya que el núcleo de la relación (y del libro) está basada en Jude (es inevitable pensar aquí en El corazón es un cazador solitario de Carson McCullers y su protagonista principal John Singer), todo se ordena según la figura de Jude: su pasado, su presente, las personas que le quieren (Andy, Harold y Julia y, por supuesto, sus tres amigos, Willen, JB y Malcolm). La estrategia de Yanagihara es mostrar poco a poco el pasado, que se cierne de manera ominosa en la narración y, al mismo tiempo, mostrar momentos del presente que suelen ser más felices. El mayor problema es que se mantenga el equilibrio y no entrar en una exaltación masoquista de las dificultades que pasa el protagonista. Según terminaba este post, con la mitad del libro ya leído, se mantenía a un buen nivel y estoy dispuesto a considerarlo mi favorito para el premio en cuestión pero todo se puede torcer.

Anne Enright: The Green Road 

Según escribía estas líneas surgió la típica ironía que me vuelve loco (gracias a la ayuda inestimable de Jonatan Sark):

Enright

En la noticia del Guardian se hablaba de las posibilidades de ganar de cada uno de ellos y, justamente, aquellos que no he leído (las dos irlandesas) son las que tienen más posibilidades mayores de ganarlo. Son cosas que pueden suceder. Estará gracioso ver cómo eligen a cualquiera de las que no puedo hablar. Así está la cosa:

GreenRoadBaileys prize 2016 runners and riders 

The Glorious Heresies by Lisa McInerney 3/1

The Green Road by Anne Enright 5/2

The Improbability of Love by Hannah Rothschild 11/2

A Little Life by Hanya Yanigahara 9/2

Ruby by Cynthia Bond 9/2

The Portable Veblen by Elizabeth McKenzie 15/2

Y el caso es que la historia tiene buena pinta, la típica reunión familiar que se produce cuando van a vender parte del patrimonio familiar pero, ciertamente, era el argumento más manido.  Habrá que comprobar de todos modos por donde vas la cosas el día de la entrega. Si me tengo que leer todos este año, bienvenido sea, la verdad es que estoy disfrutando bastante de la selección. 

Leyendo lo que he leído Rothschild y Yanagihara serían mis favoritos, ya habéis visto los motivos, pero está por ver lo que de verdad sucederá.

Haré una actualización con el ganador y mis impresiones.

Un abrazo.

Historia insólita de la música clásica de Alberto Zurrón: una visión diferente

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Publicado inicialmente en Ópera World en este post.

Acostumbrados como estamos a encontrarnos una y otra vez con remozadas visiones históricas de las mismas vidas de los grandes protagonistas de la historia de la música clásica, normalmente muy sesudas, documentadas y difícilmente amenas, es toda una sorpresa que alguien se haya atrevido a hacer una propuesta tan original como nos trae Alberto Zurrón en este primer volumen de lo que ha llamado Historia insólita de la música clásica.

Sexto mes. Locura de nuevo: Shibiku y Yanagihara

Teniendo en cuenta lo mal que me salió planificar el quinto mes (enlace) este sexto necesito sacar mucho de lo que tengo pendiente y está claro que va a estar marcado por lecturas que quiero terminar antes de que llegue julio y agosto (que dedicaré a leer policíaco). La foto de previstos es la siguiente.

SextoMes

En efecto, en el centro podéis ver los dos “monstruos del mes”:

A litte life de Hanya Yanagihara, no era yo consciente del tamaño de este libro en inglés, claro que, cuando le eché un vistazo a lo que va a ser la edición española, más de mil páginas, me di cuenta de que ni de broma iba a acabarlo en una semana. Leo rápido pero no tanto. Y lo peor es que tengo que tenerlo casi terminado para la entrega del Baileys Prize de este año, el 7 de junio! Está la cosa difícil. Veremos lo que consigo.

La historia de Genji de Murasaki Shibiku, una vez acabe con el anterior me centraré plenamente en este, por fin, muchísimas ganas de descubrir la obra milenaria que se complemente con mi lectura de Sei Shonagon de principios de año. Debo acabarlo justo para empezar el monográfico policíaco para el verano.

Entre medias de estas barbaridades que ocupan un montón de tiempo me gustaría tener pequeños descansos, de ahí el resto de libros que aparecen alrededor. Y aprovecharé para descubrir nuevas autoras. Naturalmente no voy a comentar de nuevo los que siguen estando por ahí y que no me leí en meses anteriores como Jennifer Egan o Jeanette Winterson. Algún día conseguiré buscarles el hueco.

He cogido tres libros de poesía, en primer lugar la recopilación (Tras) Lúcidas, una recopilación de escritoras actuales que se ha creado ex profeso para esta antología, al menos aparece Sandra Santana de la que ya he leído alguna poesía y está bastante bien, espero irregularidad pero puedo llevarme sorpresas; por otro lado he llegado este mes a Anne Carson, Decreación parece una muy buena opción para profundizar en su obra. Por último, la poeta argentina Cristina Peri Rossi y su último libro Las replicantes, una manera como otra de empezar a leerla.

Entre las nuevas autoras que quiero descubrir varias distintas: Sylvia Molloy, Joan Didion Marian Engel y Katie Kitamura. De la primera, mi puerta de entrada va a ser su último libro de relatos aunque tengo otro en casa que llegará este año. De la segunda, su archiconocido El año del pensamiento mágico, parece una opción muy válida en cuanto a calidad pero habrá que comprobarlo. La tercera me vuelve a llevar a la literatura canadiense, a este paso voy a poder preparar un monográfico (excelente) de autoras de ese país, imaginad a Atwood, Munro, Carson, Engel, vaya nivel. La última autora es un caso curioso, no ha tenido mucha suerte en España pero habrá que comprobar qué tal está.

Siempre me gusta leer por lo menos dos libros de cualquier autor nuevo para saber si me va a gustar; este mes debería ser la confirmación de Pilar Adón y Selva Almada, la primera me tiene casi convencido, la segunda me despierta sentimientos opuestos, es el momento de saber si vale la pena seguirlas. Lo de Ginzburg no necesita confirmación, la necesito, de ahí que la haya programado.

También aparecen por ahí Kate Chopin y Servando Rocha, el único hombre entre tanta mujer; bueno, también Englehart y sus Vengadores Costa Oeste. Espero leer a Servando sobre todo porque está previsto que salga en Canino.

Os dejo ya, tengo que buscar tiempo para leer. Y está difícil.

Un abrazo y ¡Buenas lecturas!

Vida y obra de J.S. Bach edición de John Butt. Bach, de nuevo

portada_19530 (1)Publicado inicialmente en este post de Ópera World.

Como bien dice el responsable de la edición de Vida y obra de J.S. Bach a estas alturas de la película, se ha escrito muchísimo sobre el genio alemán; es casi imposible aportar algo interesante sin que el lector habitual de música exclame “¡Bach, de nuevo!” al encontrarse este libro en su librería habitual. Butt se explaya, por lo tanto, en lo que quiere aportar con respecto al resto, empezando por la estructura utilizada.

El libro se divide en tres partes diferenciadas que, a priori, tienen bastante sentido:

En primer lugar, un bloque de cinco capítulos en el que se trata sobre el contexto histórico y social desde la influencia que tuvo la misma familia de Bach en la creación del compositor, centrándose después en la situación política y religiosa para acabar con intento de explicar la motivación que le movió a la hora de componer.

En la segunda parte, se entra en faena en cuanto a la inmensa obra de Bach, de una manera bastante resumida ya que se opta por definir perfiles musicales y de ahí profundizar en las características que lo definen.

Por último, esto es bastante interesante, se estudia la influencia y recepción de la música de Bach desde diferentes puntos de vista empezando por su faceta como profesor y modelo y llegando a las diferentes interpretaciones que se han hecho de su música a lo largo de la historia según la corriente vigente.

Para ello Butt toma la decisión de distribuir el trabajo, escoger a los mejores para cada epígrafe. Esto es bueno y malo al mismo tiempo: es bueno porque escoge a las personas que más se supone que saben sobre un tema en particular; es malo porque, indudablemente, hay una cierta irregularidad en la forma de escribir de cada uno de ellos que deviene en una cierta inconsistencia narrativa del texto al completo, nada menos que once autores distintos es demasiado lastre en este aspecto.

Es evidente que el responsable buscó la concreción antes que nada y eso se logra con creces ya que el libro no es excesivamente largo; sin embargo está concreción es también un problema cuando hablamos de su obra, se vuelve insuficiente.

Tanto las partes primera como la tercera funcionan bastante bien. Especialmente la primera, ya que consigue reflejar a la perfección el contexto en el que puede ubicar al autor alemán y, de esta manera, entender cómo ese contexto influyó a la hora de sus composiciones, como el uso de la liturgia luterana. Hay un intento de explicación de las motivaciones a la hora de componer con un fallido enfoque racionalista que, a lo mejor, no necesitaba un capítulo completo.

De la tercera parte es reseñable el intento de medida de la influencia e interpretación histórica del compositor, aunque todo se hace desde un entorno muy académico, podría haber sido una buena oportunidad para aplicar la teoría de la recepción a aquellos que la escuchan, los oyentes a lo largo del tiempo. Es una parte muy técnica que adolece de un enfoque menos férreo en estos aspectos.

La parte central, desgraciadamente, se queda muy corta, es lógico pensar que no tenían mucho más espacio para explayarse, de ahí el indicativo nombre de “Perfiles de la música”; además de tener poco espacio dedican un capítulo entero a las obras tempranas para llegar a la conclusión de que no está claro cuáles son todavía, un capítulo entero igual para toda su música instrumental o las obras vocales maduras no parece una proporción demasiado adecuada. Echo de menos un análisis más detallado de su ingente obra. Es inevitable.

Teniendo en cuenta las consideraciones anteriormente mencionadas, el libro se lee bien (aunque nuevamente la edición no me apasione por lo abigarrado de las letras buscando aprovechar bien el espacio) y funciona mejor como libro complementario para ofrecer información alternativa sobre Bach que como obra de referencia del autor. Seguramente un iniciado se sentirá cómodo con esta recopilación de textos y un lector avezado se sienta como acabo de describir.

Resumen Abril 2016. ¡Qué barbaridad!

Esta vez no andaré con eufemismos, he leído un montón. Y, además, lo he disfrutado de igual manera. De las 23 lecturas, cinco fueron de hombres; el resto, escritoras. Sigo aumentando el número  de escritoras este año y añado algunas de las que todavía no había leído nada (ocho más). Vayamos a la ristra de abril: 

El misterio de Riddlesdale Lodge de Dorothy Leigh Sayers, lo más fascinante de haber leído este libro es haberlo hecho en la edición de tapa dura antigua que encontré, edición en la que también estaría el siguiente. La siguiente curiosidad es que este es el segundo libro de Sayers en el que tiene como protagonista a Lord Peter Wimsey y que, en estos momentos, es inencontrable. ¿Y el misterio? Bien, gracias.

Lord Peter descubre el delito de Dorothy Leigh Sayers, incluido en la edición que comenté anteriormente, esto es aún más curioso porque son historias cortas del mismo detective (no sabía que existieran); están ubicadas justo después de El misterio del Bellona Club, el único libro que me había leído hasta este mes. Lo bueno es que las distancias cortas no le sientan mal tampoco.

Frankestein de Mary Shelley, eterno pendiente que por fin ha llegado este año, ya tocaba. Una obra maestra disfrutable a muchos niveles. Espero poder escribir algo sobre él más adelante. 

El misterio de Gramercy Park de Anna Katharine Green, bravo por la labor de editoriales como dÉpoca, la recuperación de esta entrometida impertinente y subyugadora al mismo tiempo. Ahora mismo acaban de publicar su segunda aventura y no puedo esperar para ponerme con ella. Llegará la reseña, de verdad que sí. 

Mi abuelo de Valérie Mréjen, nueva autora, siempre me gusta probar con dos libros por lo menos para ver qué tal, en este caso,  curiosamente cogí el primero y el último y he disfrutado los dos por diferentes motivos. Me gustaría escribir algo conjunto de ambos ya que la escritora francesa es muy interesante. Veremos.

Selva negra de Valérie Mréjen, la confirmación de una autora a la que seguiré a partir de ahora.

Antología Poética de Wislawa Szymborska, cuando lees la poesía de Szymborska pasa lo que pasa, te vuelves incondicional. Es excepcional y lo comenté en un post junto con su prosa. Si pincháis en el título tendréis más información.

El libro de los divanes de Tamara Kamenszain, vuelvo a redundar en mi comentario, pero es cierto como la vida misma. Me sobrepasa, la argentina es buenísima, el prólogo de María Moreno es fantástico y siempre tengo la sensación de que me pierdo la mitad de la batalla aunque me gusta lo que leo. Mi déficit de literatura sudamericana es más palpable en estas ocasiones.

Que no, que no me muero de María Hernández Martí, un simple vistazo a los dibujos de Javi de Castro sirvieron para llamarme la atención, los textos de María Hernández Martí me convencieron definitivamente por esa mezcla inevitable que deviene en una tragicomedia donde la protagonista, con pareja, perro, familia, amigos y un cáncer de mama, tiene que afrontar los hechos que le van sucediendo desde una perspectiva muy diferente a la habitual; el tratamiento de estos temas siempre es complejo pero, en este caso, no me equivoco al afirmar que prácticamente no se puede hacer mejor.

Y eso fue lo que pasó de Natalia Ginzburg, ya dije que la italiana se ha convertido en una de mis favoritas y es genial porque me quedan varios libros por leer. En este caso esta segunda novela, cortita, pero de gran intensidad, es otro ejemplo más de su buen hacer. En el horizonte me espera, por fin, Léxico familiar.

El viaje de Francesca Sanna, qué manera más maravillosa de presentar un tema tan candente como el de los refugiados para que lo pueda entender un niño. Qué hermoso y… qué triste, también es cierto.

Metáfora y memoria: Ensayos reunidos de Cynthia Ozick, por fin he podido leer a la norteamericana y me ha convencido. Ahora tengo que convencer al resto. En un próximo post, al menos, lo intentaré.

Longshot de Ann Nocenti y Arthur Adams, relectura aprovechando que estoy buscando mujeres escritoras en cómics. Nocenti, en esta serie limitada, presentaba uno de los personajes más atractivos que he leído en el fértil universo mutante, qué imaginativa fue al crear al curioso y “suertudo” Longshot, qué bien el dibujo de Adams, cómo me gustaría ver publicada su etapa de Daredevil. Crucemos los dedos.

Muy lejos de Kensington de Muriel Spark, me queda poco por leer de escritora británica, pero encontrarse con ella es siempre un gran placer. Tanta sutileza parece imposible, tanta oscuridad en un envoltorio inglés es aún más difícil de encontrar.

Bordados de Marjane Satrapi, con el pretexto de una reunión de mujeres, la escritora iraní diagnostica con buen humor algo tan duro como la situación de la mujer en el Oriente medio. Un mundo radicalmente distinto del nuestro donde la libertad no es habitual y los pocos derechos que se han ganado aquí, allí no son ni alcanzables.

Lady Killer de Joëlle Jones, sinceramente, ni estaba previsto, lo encontré de casualidad y, la verdad, es satisfactorio encontrarte con las peripecias de una asesina profesional que es capaz de llevar a cabo su vida de ama de casa y, en sus tiempos libres, masacrar a quien le manden.

The Grownup de Gillian Flynn, supongo que en algún momento esto llegará aquí, en una edición de esas “sacacuartos” a las que nos tienen acostumbrados; historia corta que vuelve a demostrar que Flynn es una voz a seguir aunque solo sea por sus argumentos perversos. Tres libros suyos leídos, tres libros que recomiendo sin dudar.

La mucama del Ominculé de Rita Indiana, definitivamente, lo mío con Indiana es imposible, sobre el papel me debería haber gustado un montón este libro, al final acaba agotándome, es apabullante, su estilo fantástico, pero siempre sus historias me acaban cansándo(me) (aun siendo cortas) y me cuesta un horror acabarlo. Somos incompatibles, y me da pena. No consigo entrar en ellas.

Los disidentes

Marcelín de Sempé, dice el autor francés que “No creo que mis personajes sean minúsculos. Quizás el mundo sea demasiado grande.” Lo que está claro es que encontrarme con sus pequeños protagonistas me produce una irremediable ternura, una sensación de estar al borde de las lágrimas por lo que nos cuenta, la encantadora historia de dos niños que tienen atípicas molestias: sonrojarse sin ningún motivo y estornudar sin venir a cuento. Y cómo estas particularidades servirán para unirles en una amistad que durará a lo largo del tiempo a pesar de todas las dificultades que se encuentren. Con Sempé es imposible equivocarse. 

Su pasatiempo favorito de William Gaddis, otro con el que no te equivocas nunca, nuevo tochazo del autor, sin pincháis en el título, tendréis mucha más información que ya comenté por aquí. 

Unas horas con los poetas muertos de Ko Un, fan incondicional del poeta surcoreano, esta nueva antología es una manera de recordarme de nuevo todo lo que me gusta. 

Donde viven los monstruos de Maurice Sendak, pero bueno, ¡qué delicia! 

Breve historia de siete asesinatos de Marlon James, me he extendido de sobra con esta obra en el post que hice al respecto. En el blog tenéis más información. No digo más, es una de las novelas del año.

Una vez acabado el resumen, no quiero irme sin poneros las adquisiciones de abril.

AdquisicionesAbril

Como os podéis imaginar, varios de ellos los tengo pendientes. Espero que vayan saliendo poco a poco. Aunque también creo que no va a ser en mayo. Bastante tengo con el Baileys Prize.

Un abrazo y ¡Buenas Lecturas!

Tu amor es infinito de Maria Peura. Dicotomía de contrarios

Portada-Tu-amor-es-infinito-195x300Hay varias formas de reflejar el mal en una narración y es uno de los grandes dilemas a los que se enfrenta cualquier escritor; pintarlo de una manera explícita y cruda suele desafiar al lector que se encuentra indefenso ante un retrato que le sobrepasa, esta incomodidad puede alejarlo o, incluso, en ocasiones, atraer a más lectores por su carácter catártico, algo de lo que hablé bastante en este post relacionado con Edward Bunker y Neil Cross. La otra manera, más sutil, es mostrarlo implícitamente, solución que aboga por un retrato más poético, lírico o un uso acusado de elipsis.

La escritora finlandesa Maria Peura toma como base un tema tan adusto y doloroso para el lector como el maltrato infantil y lo representa de tal manera que, el lector, en este caso yo mismo, siente al mismo tiempo un juego de contrarios, una dicotomía insoluble donde se mezcla el pavor de lo que estás presenciando con una forma de mostrarlo profundamente subyugadora. Escoge el punto de vista de la niña de siete años y narra como si fuera ella la que lo cuenta, con frases simples, sin subordinaciones y con un manejo de las metáforas y de las imágenes que resulta original e insospechado:

“-Por la noche le pica y me pide que le rasque. Y yo le rasco, pero entonces le pica más y le rasco más y luego se me pone a llorar, y sus lágrimas son rojo sangre…

La sonrisa de la abuelita arregla los destrozos que ha causado el terremoto. El abuelito toca con cuidado los trollius y las campánulas que florecen en el rostro de la abuelita.

-Hasta las manos las tiene como un rallador, esta cría –susurra el abuelito.

Las flores cabecean. Regreso a la cocina y me siento a la mesa a mordisquearme los padrastros de las uñas.

-A ver, enseña los ralladores esos –ordena la abuela.

La abuelita se pone las gafas y me clava los ojos en las uñas.”

En este párrafo podemos comprobar como utiliza dos flores (los trollius y las campánulas) para reflejar los colores (amarillo y violeta) que aparecen en la maltratada cara de la abuelita, víctima igualmente de los abusos realizados por el abuelo. El maltrato infantil, la violencia de género, etc. son las consecuencias de la posición de poder del abuelito que atenta contra la libertad de abuela y nieta, la siguiente escena, de gran dureza no escatima en detalles con la descripción, es explícita, sin embargo está poblada de imágenes que dulcifican en parte lo reflejado expresando aún más, por contraste, lo malvado de lo que está ocurriendo:

“El abuelito empieza a no ser bueno enseguida. Cuando la abuelita se marcha a la cuadra, el abuelito me agarra del pelo de la nuca y me arrastra hasta la sauna.

-Ahora le vas a pedir perdón al abuelito…

Siento vergüenza por haberle hecho daño. Me arrodillo en el suelo de la antesala de la sauna y el abuelito se desliza en mi boca. Me dice que si la mantengo muy abierta ya no estará enfadado conmigo.

Escondo los dientes tras las encías y el abuelito serpentea por la cueva y sale otra vez y luego se hace un ovillo y se queda en un rincón suspirando. También yo suspiro y los dientes salen de las encías y bajan al suelo de la cueva. El abuelito grita que tengo que abrir la boca, que tengo que abrirla todavía más, y yo grito que no me atrevo porque están cayendo piedras. Soy una cueva con estalactitas y el abuelito tiene que deslizarse rápido hacia fuera antes de que las grandes piedras empiecen a moverse.”

El abuelito usa la culpa como arma de extorsión, alimentando esa culpa, la relación de poder se hace aún más fuerte y consigue que la persona que está sufriendo los abusos obedezca por la amenaza de poner triste a la persona que los realiza; todo esto se agrava porque la niña es mucho menor que él, es más fácilmente influenciable, de hecho, todo ello se disfraza de amor; es tan tóxico y está tan deformada la conciencia de nuestra protagonista que accede a realizar lo que haga falta para evitar la tristeza de su opresor:

Peura_Maria_by-Heini-Lehvaslaiho“No tengo fuerzas para recordarle las reglas. No tengo fuerzas para soñar, ni para dormir, ni para estar despierta. Me muestro complaciente y trato de estar callada para que el abuelito no me haga más daño de lo necesario.

El abuelito se ha vuelto sombrío. Ya no se echa a llorar después de atravesar mi cuerpo. No dice que soy la niñita del abuelito. No dice nada y a mí me corroe la terrible incertidumbre de haber hecho algo malo.

Quiero hacerlo todo bien para que el abuelito pueda amarme. El abuelito es mi única esperanza. La abuelita no me ama porque vuelvo loco al abuelito. Mamá ama el alcohol más que a mí. Papá está demasiado cansado para amar. Jesús no me ama porque no siempre me porto bien con el abuelito.”

Saara tiene sus medios de alienación, un refugio al que huir para encontrar un momento de paz, un mundo en el que no se abusa de ella, la escritora opta por las dos formas que tomaría una niña de siete años: en primer lugar, su uso de la naturaleza como elemento salvífico, lleno de imágenes que consiguen que se sienta como si estuviera en otro sitio del que está viviendo; en segundo lugar, mediante la creación de un elemento de ficción, un amigo (invisible) aunque, al principio podamos pensar que existe, Pentti actúa de dos formas, como ese tipo de guarida a la que acudir:

“Las vacaciones de verano de Pentti están a punto de terminar. Pentti se marcha. Me lo explica sin palabras y sin voz. No cuenta nada más. Nada más.

Nuestra amistad se ha convertido en metal. Entre nosotros ya no existe conexión. Aun así, quiero despedirme de Pentti.

-No vengas –dice, pero voy a pesar del rechazo.

Pentti no me lo puede impedir. Subo el desván a buscar un girasol de cartulina y lo escondo debajo de la blusa. Cuando esté en Alemania, Pentti podrá mirar el girasol y perdonarme. Cuando yo esté lejos, le será fácil perdonarme.”

Y, al mismo tiempo como reflejo de una amistad ideal, Pentti es capaz de entenderla y de relacionarse con ella; de hecho se irá viendo, según avanza el libro, que Saara es incapaz de relacionarse de una manera sana con otros niños de su edad, tanto se ha tergiversado lo que entiende por una relación que se comporta de maneras derivadas de los abusos a los que está siendo sometida. Pentti es tan necesario para ella porque le hace creer que puede tener una amistad de verdad.

En contraste con la voz indicada, Peura contrapone capítulos con letra en cursiva que resultan ser la voz del abuelito, lo que narra y cómo lo narra es radicalmente distinto y nos hacen comprender lo que pasa por la cabeza del maltratador de abuela y nieta:

“Si atajo por aquí, enseguida llego a la colina. Ya no aguanto más ahí dentro, ni un segundo. No aguanto ni a Helvi ni a la cría. Tiene unos ojos tan negros y tan del demonio. Lo apuntan a uno demasiado directamente. No hay respeto, nada de nada.

Desde aquí ya tendría que verse el lago, si el día no estuviera tan nublado. La naturaleza ha empezado a ponerse en mi contra. Esas cercas de los renos están podridas. Alguien tendría que echarlas abajo. Lo que es yo, ni ganas que tengo de ponerme.  No tengo fuerzas. La verja no sirve más que para detener a un reno enfermo y moribundo. Mejor que ni la roce. Se me caería encima con un buen escándalo. Aunque pequeño, soy fornido. Menuda puerta.

Voy a tocarla con cuidado, voy a probar. Sí, más o menos cerrada se mantiene. Y el cielo empieza a clarear.”

Ambas son víctimas de una situación que parece que nunca va a acabar, hasta el punto en el cuál, la abuela llega a abusar también de la nieta porque la hace responsable de cómo se encuentra el abuelo, el siguiente párrafo es un ejemplo más de la manera en que la escritora representa un maltrato y cómo la niña es capaz de sacar algo positivo de una situación horrible “el vacío se puede llenar de deseos”):

“La cara del pavo real se acerca. De algún sitio sale el sacudidor de alfombras, que se eleva por las alturas. Lo sigo con la mirada, extiendo el cuello y en ese momento me abofetea la cara. Luego vuelve a alzarse pero ya no puedo seguir cuán alto sube.

Miro el cielo azul oscuro, donde los colores del invierno y del verano se mezclan y me envuelven, y luego también el cielo desaparece.

Al caer pienso que el vacío es bueno. El vacío se puede llenar de deseos.”

La forma de liberarse va unida a otro nuevo momento de dolor, es una mezcolanza de epifanía y expiación que, además, une el sentimiento religioso que, hasta ese momento, estaba totalmente abandonado; al aferrarse a ese dolor consigue la catarsis que puede aplicar a sí misma y que la hará avanzar, encontrar la esperanza. Las lágrimas actúan como elemento redentor en ese juego de contrarios donde la alegría y la tristeza actúan por igual:

“Pienso en la familia oso en su madriguera invernal y sollozo porque los demás sollozan. Una gran alegría hace pequeños remolinos por todas partes dentro de mí, en mi estómago, en la cabeza, en mi piel. Cuando Jesús sube a lomos de Zorro y se aleja cabalgando por las praderas neblinosas del cielo, me pongo de nuevo en pie y aplaudo. Detrás del órgano, el organista ríe.

En el cuadro del altar, los discípulos de Jesús bajan a la tierra llorando de alegría. Entre ellos está la maestra, que con su largo cabello ondeando al viento baila baila; extiende sus manos cálidas y yo me aferro a ellas.

Me aferro a unas manos cálidas y lloro de alegría, de tristeza, de gozo por el reencuentro…”

¡Cuánto dolor hay en la vida! ¡Cuántas formas de verlo! Maria Peura es capaz de mostrarnos como el horror no tiene por qué estar reñido con la belleza.

Los textos provienen de la traducción de Luisa Gutiérrez Ruiz de Tu amor es infinito de Maria Peura publicado por Sexto Piso

Los que no perdonan de Charlotte Cory. Arcanum Arcanorum

cubierta_charlotte_hdUno lee los datos biográficos de Charlotte Cory (Bristol, 1956) y no puede evitar pensar que se encuentra ante una artista de otra época sobre todo ateniendo a sus intereses: la sociedad inglesa de la época victoriana y medieval. Si echas un vistazo a su web se confirma la idea de estar ante una artista única, que fue capaz de desarrollar una estética antes de dedicarse igualmente a la literatura. Su ópera prima es el libro que os traigo hoy y que, con tanto mimo está tratando Nevsky en su promoción.

Las cuatro partes en las que estructura el libro son indicativas de por dónde nos va a llevar la autora:

Orden – Interferencias – Destrucción –Caos

Cuatro palabras, cuatro divisiones  que estructuran el camino a seguir, que no es ni más ni menos que el del arquitecto Edward Glass, obsesionado con la idea de conseguir su mayor obra arquitectónica, una obra maestra de la que nadie pueda dudar en un afán por encima de todas las cosas: la posteridad, perdurar, hacerse inmortal. Para ello necesita una estabilidad familiar ya que, partiendo de este orden, él puede tener la consistencia que necesita para llevar a cabo su proyecto. La muerte de la primera señora Glass, amenaza la unidad familiar compuesta por sus tres hijas (Stacia, Milla y Helen) y él mismo; para ello acometerá la búsqueda de una segunda señora Glass en la persona de la viuda Elizabeth Cathcart, todo por conseguir un matrimonio de conveniencia; este proceso nos servirá para ir descubriendo sus rasgos de personalidad, como este momento en el que conoce a la futurible esposa:

“Tras decidir que un caballero que se encontraba en posesión de un diario de aquella magnitud, y que por lo tanto ganaba suficiente dinero para que ella dispusiera de cuanto precisaba, podía ser excusado por su pomposidad, Elizabeth se limitó a hacer alguna bromilla sobre invernaderos; pero Edward le informó con sobriedad que él construía sobre todo fábricas, aquellos enormes palacios de ladrillo rojo donde se forjaba con sudor la riqueza del Imperio; magníficos hoteles; estaciones de ferrocarril; iglesias; edificios municipales y oficinas. Cualquier cosa al parecer excepto casas. Ella no había sabido esto.

-No tengo nada que ver con “casas”, Señora –apuntó Edwards, con más desdén del que habría pretendido. “

No puede soportar que le bajen de un nivel que él cree que posee, también de esta manera asistimos a la presentación de Elizabeth que encarna la esposa ideal ya que se siente abrumada por el saber y el dinero que posee Edward. Como resultado de esta situación, empezamos a asistir a una serie de situaciones extrañas y actitudes que rozan una oscuridad inherente en cada uno de los personajes, desde las propias niñas hasta personajes tan fascinantes como Morgan o Lady Blouvier. Empezando por la descuidada manera con la que vive Edward su matrimonio:

“Había escuchado a su madre en la puerta principal diciendo, con un tono de auténtica estupefacción:

-¡Edward! ¡Qué agradable sorpresa! Es el cumpleaños de Milla…

-¿Ah, sí?

-Cumple diez años.

-¿En serio? Qué rápido pasa el tiempo…

-Te lo parece? –Sarah no parecía coincidir con dicha afirmación.

-Pues claro que sí –dijo Edward impacientándose-. ¡Cuando estás ocupado! Necesito unos documentos del despacho…

-Pues debe de ser agradable estar ocupado y necesitar unos documentos. Entonces, ¿no has venido por el cumpleaños de Milla?

-Yo… -Edward Glass se encontró sin palabras.

-Debes quedarte a tomar el té, el té de cumpleaños de Milla.

Milla escuchó a su padre dejar escapar un gruñido.”

Charlotte-Cory-Capturing-The-Brontes-Tea1

No llega ni a saber cuándo son los cumpleaños de sus hijas, sus preocupaciones son otras. Cory aprovecha para reflejar el papel de la mujer en una sociedad como la victoriana, relegada a mera comparsa del marido, la segunda señora Glass no es más que un elemento que sirve para su marido pueda vivir sin cargas familiares, en esta situación las hijas son todavía menos importantes y tienen que afrontar situaciones de desventaja que les corresponden solamente por el hecho de ser mujeres en una sociedad como aquella:

“-No, no lo entiende; solo se había muerto la semana antes… -Stacia empezó a lloriquear.

-Bien, pues entonces ya no necesitaba pañuelos, ¿no crees?

[…]

-¿Y el dolor?

-No hay nada que puedas hacer para evitarlo. Muchas mujeres tienen sus propios remedios, pero ninguno te funcionaría a ti. No es más que algo de lo que les gusta hablar, intercambiar consejos, como los cromos o los recortes de Milla. Me temo, querida Stacia, que es un castigo, y tendrás que aprender a soportarlo.

-Pero –protestó con energía Stacia- ¿por qué tendría que ser yo castigada cuando no he hecho nada malo…? Bueno, aparte de los de los pañuelos de mamá, pero eso fue después.

La señorita Housecroft no se rio.

-Me atrevo a decir que no eres la primera mujer que se ha preguntado eso –dijo con seriedad-. No se trata de qué es justo o injusto;”

Nos encontramos de esta manera con una representación de hipocresía de la sociedad victoriana en la que los matrimonios funcionan bien cuando no hay contratiempos:

“-La nueva señora Glass ha puesto en orden a la servidumbre –le contaría Eames a Edward Glass algunos días después-. La escuché poner en su lugar a una doncella el otro día –Eames se sentía responsable en parte de aquel éxito: ella había sido su idea, aunque el Amo seguramente ya no se acordaría.

-¡Una mujer competente! Una solución de lo más satisfactoria –remarcó Glass complaciente-. ¿Dónde estábamos, Eames? ¿Cuál es el siguiente asunto de su lista?

Durante seis meses, Edward Glass y su segunda esposa habían disfrutado la satisfacción apacible de un matrimonio sin contratiempos. En efecto, apenas se habían visto el uno al otro.”

En este orden de actuación, Cory aprovecha para reflexionar sobre la posición del escritor superventas, el best-seller que todos tenemos en la cabeza se encarna en la figura de Pasha, el escritor favorito de Milla que, tras enviarle una carta para quejarse de su último libro, recibe una invitación para tomar un café con él. La situación que se produce a continuación es toda una interferencia, una disrupción en la forma de ser de Milla que tiene que afrontar la realidad que no conocía: encontrar que lo que había idealizado está muy lejos de la realidad:

“-¡Ahí lo tienes! –exclamó triunfal Pasha-. Puedes llevarte esto de vuelta Westminster: nunca he estado en ningún lugar exótico ni he hecho nada interesante. Me casé hace mucho tiempo con un hombre que hablaba de hacer cosas, pero que al final no llegó a hacer ninguna, excepto morirse, por supuesto, el maldito endemoniado…

-¿Maldito endemoniado?

-La señorita Housecroft recriminó a la niña que interrumpiera a su anfitriona, pero la señora Smith continuó sin importarle, había cogido carrerilla.

-Así es. Se murió, ¿sabes? Aquel maldito endemoniado, dejándome sin un penique y a la merced de las modas literarias. El señor Sabiondo-e-Importante en la editorial me dice qué estúpida aventura quieren publicar, y si no deseo morirme de hambre tengo que sentarme a escribirla; un perro sin cabeza en Borneo, piratas que roban el correo en Singapur, el sol friendo una cazuela en lo más profundo de Bamangwato, sea donde sea, una escapada a Dahomey. Lo que se te ocurra a ti, Milla Glass, y a niñas como tú;  y me tendré que poner a escribirlo –la señora Smith suspiró con cansancio; Pasha había sido una lápida que había cargado durante demasiado tiempo, y su intolerable peso la había dejado hecha añicos.”

Según avanza la narración asistimos a una desintegración total del proyecto soñado del patriarca (la desintegración de su proyecto se va envolviendo en el caos y en la histeria colectiva), lo curioso es que, paralelamente, se produce un acercamiento entre los cónyuges que le llevan a reconocer ante ella el error de un matrimonio de conveniencia: 

“-Nuestra boda ha sido un error, lo admito. Me ha costado mucho…

-También me ha costado mucho a mí –murmuró la señora Glass, pero sin ningún tipo de tono acusatorio. Se había arruinado los zapatos con los que había venido. El nuestro no ha sido un matrimonio afortunado, había dicho Henry James Cathcart, prometiéndole de inmediato “hacerlo mejor”. Por lo menos Edward Glass no hacía promesas vanas.

Marido y mujer se contemplaron el uno al otro. No había sido más que un arreglo práctico, concebido por dos personas en circunstancias desesperadas. Glass se dio cuenta de que su mujer había perdido la alianza barata que le había regalado.

-El trabajo siempre me lo ha exigido todo –dijo Edward Glass rompiendo aquel silencio. No era una disculpa, ni una explicación; no le debía nada a aquella mujer. No le debía nada a aquella mujer práctica.”

CoryEl mayor acercamiento se producirá entonces cuando Elizabeth sufra un accidente que le haga perder el niño que llevaba, lo peor es que esto ocurrirá en el mismo Gran Hotel que está construyendo Edward:

“-Menos mal que hice todas esas compras cuando pude –dijo Elizabeth; puesto que ahora era poco probable que volviera a pisar el interior de una tienda-.  No puedo evitar pensar en todas esas compras que se me escaparon, en todos los adornos que nunca llegué a ver…

-Vamos, vamos… -dijo Milla-. No debes ponerte triste.

-¡Es agradable tenerte en casa, Sir Edward! –dijo varias veces Elizabeth, y su marido le sonreía. Le gustaba estar “en casa”; tenía varios lugares que podía considerar “casa”, y aquellas cuatro paredes llenas de trastos con una mujer inválida eran tan buenas como cualquier otro.

Elizabeth empezó a perder la razón. Se imaginó que el bebé que había llevado durante podo tiempo dentro había nacido en realidad, para morir después. Medio dormida le pidió a Milla que le trajera la caja de madera de rosas, que abrió con la llave que todavía llevaba colgada del cuello. Sacó una fuerte suma de dinero de la caja sobre la que nadie sabía nada […] Le compró al bebé el ataúd más caro que pudo encontrar. Compró algunas cositas para enterrarlas con el bebé, adornos de plata y ropitas de encaje, una muñeca de porcelana y un monito de latón de Francia que andaba un poquito y tocaba un tambor. En su sueño le agradó pensar que su niño muerto tendría su propia y preciosa habitación infantil llena de adornos, […]”

Justo antes de acabar la tercera parte Milla se convierte en la narradora, desde su punto de vista empieza a relatarnos el caos que se está viviendo a raíz de los sucesos ocurridos, la destrucción de la familia es entonces paralela a la de la obra maestra de su padre, en el Caos se producen saltos temporales que no podemos esperar y que suponen todo un reto en cada momento, arcanum arcanorum, lo más secreto de los secretos:

“Pero ni Stacia ni Helen sabían lo que Milla sabía. Milla, la que se había quedado en casa. Me aplastaron hasta sacar todo lo bueno de mí, pensó, deteniéndose en la venta del descansillo del piso de arriba para dibujar con el dedo sobre el polvo del cristal. Ella misma había conspirado en su propia destrucción, ocupándose primero de su padre, después de la segunda señora Glass, mientras cada uno de ellos, lentamente, conscientemente, se deslizaban hacia la muerte. La tarea de Milla no había tenido ni pizca de gracia.

“Una Tierra donde la luz es como la Oscuridad”; Milla encontró el panfleto en un cajón de la cocina. […] No había nada en aquella cocina que demostrara que la muchacha había existido. A la señora Curzon, que había dejado aquel recorte de papel, nunca le había caído bien ninguna de las niñas, especialmente Milla. Milla encendió otra hoguera en el jardín trasero, y quemó todo lo que ardía y que no podría venderse.”

Estos pequeños apuntes solo reflejan una parte mínima de la fascinante narración en la que nos sumerge Cory; la imprevisibilidad es parte de una idea mayor que es la que me he limitado a contar, pero es cierto que esos detalles oscuros y llenos de ambigüedad pueblan las páginas convirtiendo esta obra en un verdadero Tour de Force por lo extraño. Una obra necesariamente insólita y sorprendente.

Los textos provienen de la traducción de James y Marian Womack de Los que no perdonan de Charlotte Cory editado por Ediciones Nevsky.

El estado natural de las cosas de Alejandro Morellón. La realidad a través del cuento

1507-1Escribir cuentos es diferente de escribir una novela.

No todo el mundo puede leer cuentos.

Es necesario saber lo anterior y me gusta recordarlo cada cierto tiempo, sobre todo de cara a las personas que vayan a afrontar este tipo de lecturas. El cuento sigue un tipo de estrategias narrativas que están más alejadas de las novelas y más cercanas a la poética. El autor tiene que ser capaz de llamar la atención del lector en una distancia más corta y esto no es tan fácil, puede chocar directamente con ese tipo de lector que necesita que la historia se desarrolle y al que le molesta bastante menos que una novela se enrede e incluso se llene de paja. El lector de cuentos, por ello, debe estar mucho más atento a lo que lee, el lector de novelas no necesita tal atención, incluso puede desconectar en algún momento y que la narración no se resienta.

Teniendo en cuenta esta base, el escritor de cuentos sabe a lo que se expone, escoger el tema es esencial y la estrategia a seguir (en crescendo o  de manera constante) primordial. Alejandro Morellón aborda en El estado natural de las cosas siete narraciones cortas que tienen como motivo dominante partir de una base asentada en la ciencia ficción, en buscar situaciones que se salen de la cotidianidad por ser inesperadas (no entran en cánones, son imposibles físicamente o atentan al buen gusto) pero que, sin embargo, nos asientan en la verdadera realidad de nuestras vidas.

Estructurado en tres partes, el relato homónimo (más cercano a una novella por su extensión) está en el centro mismo como si se tratara del cuento protagonista y, ciertamente, lo merece, es el más redondo y ambicioso además de estar abierto a muchas interpretaciones según el momento. Su punto de partida, con lo que comienza prácticamente (lo hará en todos) es una situación cotidiana en la que, de repente, ocurre algo inesperado que, en este caso, desafía las leyes de la física: un marido se “cae” en el techo y no puede bajar de allí. Esta situación, aparentemente absurda le sirve al autor para desarrollar diferentes temas que en un primer momento están relacionados con las relaciones de pareja y sus dificultades de comunicación hoy en día:

“(pertenezco a los vacíos del techo y a nadie más, ya no soy la mirada cotidiana, la participación del hogar, las palabras horizontales. Soy el hombre de arriba y esto me ofrece, ahora me doy cuenta, la oportunidad de ser espectador de mi propia vida. Pero hay momentos en que Blanca y yo no hablamos durante horas, medio vueltos de espaldas los dos, como si no viviéramos juntos)”

Poco importa que la causa de dicha incomunicación sea estar pegado al techo, funciona más como metáfora de las diferentes dificultades que puede encontrar una pareja hoy en día y que se pueden agravar si no existe comunicación. Según avanza el relato se exploran igualmente las relaciones paterno- filiales, otro de los problemas de nuestro protagonista anterior a la situación que está viviendo y donde se encuentra aislado:

“Y todo esto porque debería dejar de pensar en mi padre. Pero no puedo dejar de pensar en mi padre porque pensar en mi hijo y pensar en mi padre son la misma cosa, una prolongación, una misma línea de transferencia, el uno como la continuación del otro y yo como el eslabón que ensambla las dos partes, que agarra de uno el pie y del otro la mano, aunque ahora no tenga asidero para ninguno de los dos y a lo mejor es por eso por lo que a mi padre va a morirse, aunque nunca nos hemos visto mucho, y a lo mejor por eso mi hijo enferma y se queda sordo o se queda ciego o pilla alguna de esas enfermedades que le joden la vida a cualquiera, todo porque yo no estoy más que en la distancia y no puedo hacer lo que se dice nada, tan solo pensar en las cosas que no puedo hacer o que podría estar haciendo de no estar aquí. Es posible que mi padre me importe más de lo que tengo por norma admitirme pero no sé si estoy de acuerdo del todo con el psicólogo.”

Aunque el final sea previsible, tiene su importancia ya que el tono impregna todas y cada una de las historias, este tono oscuro lleva implícito un pesimismo, la desesperación que sufrimos todos por la situación que estamos viviendo, muy acorde con los tiempos de crisis que estamos viviendo. Solo hay que ir a “Intervención nº 3 sobre mano izquierda del sujeto anónimo” para encontrar otro ejemplo de esto, el escabroso hecho que nos saca de nuestro cotidiano es la posibilidad de que haya personas que quieran perder una parte de su cuerpo a cambio de una gran cantidad de dinero, metáfora evidente de la desesperación que viven las familias en el umbral de la pobreza; posiblemente estemos hablando de una situación probable si se pudiera dar, es un escenario desolador:

“En la cola ve a algunas mujeres pero son minoría, será porque ellas le tienen más apego a sus manos o porque no se prestan a ese tipo de salvajadas. También hay gente joven, chicos de no más de treinta que sudan y se tocan las manos y miran sus móviles todo el tiempo. Él los observa y se pregunta cuál será la historia de cada uno, en qué clase de situación desesperada estarán metidos para perder la mano por tan poco a una edad en que todo puede cambiar de repente. Hay, sobre todo, mucha gente de la tercera edad y otros hombres como él, oficinistas calvos, administrativos de traje y corbata, de maletín y paraguas, de cuello estrecho y hombros vencidos. Todo el mundo ha venido solo, como a escondidas.”

En los mundos que nos propone Morellón no hay lugar para la esperanza, como es el caso de “Reprimir el gesto exterminador” donde la risa puede convertirse en un elemento desestabilizador, más aún que los disturbios sociales, de ahí que sus integrantes quieran que se le prohíba, no solo la risa, sino la felicidad en sí misma.

“-Sí. Nos está impidiendo molestar a los demás.

-Pero en este país es legar reírse.

-Ya, pero no con tantas ganas ni así como están los tiempos.

-¿Y qué me dicen de las peleas del bar de enfrente?

-Pero es que esa chica se ríe como si fuera feliz. Es de una alegría escandalosa. Las peleas, pues sí, siempre las hay, pero al menos sabemos a qué atenernos la policía, unas mesas rotas, alguien en el hospital, algún que otro navajazo, quizá alguien que se muere, y ya. Pero es que esta risa no tiene ni pies ni cabeza. No sabemos de qué se está riendo la joven, no sabemos hasta cuándo. Queremos que se calle de una vez.”

El resto de cuentos con mayor o menor fortuna nos llevan de nuevo a confrontar, desde la ficción, la realidad que nos encontramos y siempre desde una óptica que resulta dolorosa pero que se ve dulcificada por la presencia salvadora de esos elementos fuera de dicha normalidad. De ahí que, para terminar este comentario lo finalice con las primeras palabras del último cuento “Cuidado con el huevo” para poner una nota positiva que está relacionada con el carácter salvífico y de refugio que tiene la ficción; es inevitable que esta situación absurda nos arranque, por lo menos, una sonrisa, y eso… nunca puede faltar:

“Hay un huevo enterrado en el cementerio de la Almudena. No un huevo de ave sino un testículo, el testículo izquierdo, enorme, de alguien que lo dejó escondido allí. Apenas se distingue el lugar entre dos lápidas, un ligero abultamiento, la curvatura del césped, el color de la tierra más oscuro donde se ha excavado recientemente. Pero hay un huevo, hay un testículo humano –del tamaño de una cabeza- enterrado entre dos tumbas, en el cementerio de la Almudena.”

Breve historia de siete asesinatos de Marlon James. Monumental polifonía

BreveHistoriaSi uno lee la sinopsis de Breve historia de siete asesinatos:

“3 de diciembre de 1976, a dos días del concierto Smile Jamaica -con la actuación estelar del hijo pródigo, Bob Marley-, que tiene como objetivo calmar a las facciones enfrentadas en una escalada de violencia previa a las elecciones. Aquella tarde, siete pistoleros, aprovechando el ensayo de la banda, asaltan la casa del cantante hiriendo al propio artista, a su mujer y a su mánager. Poco se supo -y casi nada se sabe aún- sobre los presuntos autores de aquel homicidio frustrado, pero son muchas las leyendas y las canciones que en Breve historia de siete asesinatos relatan lo ocurrido”.

Y, además, se fija en el título, se puede llevar dos ideas erróneas: la primera, el texto no es para nada breve, ochocientas páginas avalan este comentario; la segunda, la engañosa convicción de estar ante una novela policíaca en la que importa más resolver el misterio del atentado contra Bob Marley que lo que rodea el hecho.

El propio autor, casi al final del libro, nos revela (en la figura del periodista Alex Pierce, uno de los protagonistas) su forma de concebir la literatura en un claro ejercicio metaliterario: 

“Bueno, llega un momento en que hay que desarrollar la historia. No puedes limitarte a centrarla en una sola cosa, hay que darle perspectiva. Las cosas no pasan en el vacío, hay efectos y consecuencias  y siempre hay un mundo entero alrededor que sigue con su vida, da igual lo que estés haciendo. Si no, acabarás escribiendo un simple informe de un suceso y eso lo puedes encontrar en las noticias de la noche. En otras palabras, para que a Monifah la mataran por meterse una dosis de crac, alguien tuvo que comprarle una ampolla de crac a alguien, que a su vez se la compró a alguien, que recibió su suministro de alguien.”

Si hubiera un canon al estilo de la Gran Novela Americana en su vertiente jamaicana, sin duda esta obra se convertiría en parte imprescindible de él, ya que el autor aprovecha el hecho puntual del intento de asesinato de Bob Marley para para representar el zeitgeist de una sociedad como la jamaicana; y para hacerlo no sigue ninguna convención, empezando por los cinco epígrafes en las que estructura la novela, resueltos mediante una cronología para nada esperada, el lector navega por el texto a expensas de por dónde le lleve Marlon James y esto, desde luego es imprevisible: 

Los chicos de la vieja escuela (2 de diciembre de 1976)

Emboscada en la noche (3 de diciembre de 1976)

Baile de sombras (15 de febrero de 1979)

Rayas Blancas /Los chicos de América (14 de agosto de 1985)

La muerte del hijo (22 de marzo de 1991)

A continuación, adopta un modelo polifónico que, como él mismo comentaba, le sirve para representar múltiples perspectivas de la acción narrada, a veces mediante el uso de planos secuencia narrativos, otra veces simplemente para mostrarnos escenas totalmente diferentes, como puede ser una voz de ultratumba, la del fallecido Sir George Arthur Jennings:

“Dios puso la Tierra bien lejos del cielo porque ni siquiera él es capaz de aguantar el hedor a carne muerta. La muerte no es un amuleto para atrapar a los malos espíritus, ni tampoco es un espíritu; es un viento sin calor, una enfermedad que va invadiéndote poco a poco. Yo estaré presente cuando maten a Tony Mcferson. Yo estaré presente cuando el asilo de ancianos de Eventide arda hasta los cimientos. Nadie intentará salvarse. Yo estaré presente cuando el chico enterrado vivo cruce al otro lado pero siga sin saber que está muerto y yo lo seguiré cuando camine hasta la casa del cantante de reggae. Yo estaré presente cuando vengan por el último de la ciudad antigua. Cuando tres personas sean ajusticiadas salvajemente. Cuando el Cantante esté danzando con su pie muerto en vida y se caiga en Pensilvania y las rastas se le desparramen por el suelo.

Los que están a punto de morir pueden ver a los muertos. Te lo estoy intentando decir ahora, pero tú no puedes oírme. Puedes ver cómo os sigo y te preguntas: si está caminando, ¿cómo es que parece que no toque el suelo por mucho que vaya caminando detrás de mí y detrás de ellos?”

marlon-james-author-interviewDe poco sirve utilizar este recurso narrativo si no consigues dotar de voces diferenciadas a todos los narradores, naturalmente, James lo hace a la perfección; es capaz de dotar de personalidad a todos y cada uno de ellos, no solo por lo que cuenten sino por la forma de hablar; es buen momento para indicar que el gran escollo de traducir el patois vernáculo ha sido solventado con brillantez por Javier Calvo con la ayuda inestimable de Wendy Guerra mediante una solución cercana a lo que quiere significar (utilizando el cubano vernacular) y que refleja el sentido del habla en el texto original; el resultado es ciertamente espectacular como podemos ver en el siguiente párrafo y donde además se puede comprobar cómo el escritor es capaz de presentarnos la vida en un gueto jamaicano, lo cotidiano, el día a día de sus habitantes:

“Nos dedicamos a esperar. Dos men traen armas al gueto. Uno de ellos me enseña a usarlas. Pero la gente del gueto ya nos estábamos matando antes. Nos dimos con to lo que encontrábamos: palos, machetes, cuchillos, picahielos, botellas de refrescos. Matamos por comida. Matamos por dinero. A veces a un men lo liquidan porque a otro no le ha gustao cómo lo miraba. Y pa matar no hacen falta razones. Esto es el gueto, ¡eh! Las razones son pa los ricos. Nosotros tenemos la locura.

La locura es ir andando por una calle elegante del centro y ver a una madama vestida a la última moda y que te entren ganas de embestirla y jalarle el bolso, aunque está claro que lo que quieres en veldá, veldá, no es el bolsito ni el dinero; es que la madame grite cuando vea que te le tiras directo a chuparle la bembita pintá, y quitarle la cara esa de contenta de un bofetón y sonarle un puñetazo en to el ojo que la deje bizca, jodida, y matarla allí mismo y violarla antes o después de descojonarla porque eso es lo que los pandilleros les hacemos a las mujercitas decentes como ésas. “

Si nos vamos, en cambio, al caso del periodista Alex Pierce, podemos comprobar el contraste en personalidad/habla, las diferentes preocupaciones que se van alternando según el personaje que está hablando, los temas tratados y la forma a referirse a ellos se convierten en sellos de identidad únicos para todos los personajes, aunque no viéramos el nombre del narrador, éste podría ser distinguirse sin problemas:

“No es casualidad que las historias del gueto no vengan nunca con fotos. Los arrabales del Tercer Mundo son pesadillas que desafían tanto la fe como los datos empíricos, incluso los que tienes delante de las narices. Visiones del infierno que se retuercen sobre sí mismas y bailan al ritmo de su propia banda sonora. Aquí no se aplican las reglas normales. Quedan, pues, la imaginación, los sueños y las fantasías. Visitas un gueto, más concretamente uno de West Kingston, y enseguida la cosa se sale de la realidad para convertirse en algo grotesco, surgido de Dante o de las pinturas del infierno de El Bosco. Entras en una cámara roja y herrumbrosa del averno que es imposible describir, así que ni siquiera lo voy a intentar. Tampoco se puede fotografiar porque hay partes de West Kinston, como por ejemplo Rema, que resultan tan lúgubres e implacablemente repulsivas que la belleza inherente al mismo proceso fotográfico te miente y te oculta lo feo que es todo en realidad. La belleza tiene un alcance infinito, pero también lo tiene la desgracia, y la única manera de comprender con precisión ese vórtice completo e interminable que es Trenchtown  es imaginárselo.”

Solamente hay que fijarse en la voz de Nina Burguess, es magistral la forma en que James configura su personaje ya que su implicación con el atentado del cantante es un hilo invisible que no se desvela hasta el final; sin embargo, es capaz de reflejar una serie de actos que son el resultado de ese hecho que todavía no conocemos; su construcción de la identidad es una continua evolución que la lleva a luchar contra el orden establecido hasta el punto de luchar contra el maltrato de su padre y del resto de hombres que giran alrededor de su vida (y, en extensión, del resto de mujeres jamaicanas):

“Me he marchado antes de que mi padre pudiera recobrar el aliento. La verdad es que ya estoy cansada de todos los hombres, incluyendo ahora también a mi padre, y es que me da la sensación de que nada más verme se creen con licencia para portarse como unos cerdos. Genial, mírame, ya hablo como mi madre, y prefiero verme muerta antes que terminar como ella. Mi padre me ha pegado como si fuera una niña. Como si fuera una criaja de mierda, y eso sí es culpa de Kimmy. No, no es culpa de ella. Ella no es más que una mamarracha que venera a cualquier ser que le diga algo bonito, mi padre entre ellos. No, es culpa del Cantante. Ojalá no me lo hubiera templado, ahora yo no tendría nada que ver con él. Y ojalá la embajada me diera por fin el visado de mierda, en vez de decirme que ni soñando porque lo que yo no tengo son contactos. Si creen que me estoy muriendo de ganas de escaparme a ese país donde el Hijo de Sam dispara a la gente en la cabeza y los adultos violan a los niños y los blancos siguen llamando negros de mierda a la gente y tratando de clavarles un asta de bandera en Boston sin importarles que les estén haciendo una foto, es que no lo copian a uno.”

No se queda ahí, es mucho más ambicioso, es capaz de cambiar el registro, la forma de expresarse de los personajes según las circunstancias en las que se encuentren; largos párrafos, diálogos o, incluso, flujos de pensamiento se utilizan para dotar de ritmo a la narración según lo que esté sucediendo; tal es el caso de la huida de uno de los autores del atentado, su cerebro se convierte en un flujo de conciencia sin ningún tipo de puntuación que es el epítome de la narración confusa por las drogas que ha tomado y por la necesidad de huir y no saber dónde se encuentra: 

“[…]por favor dejen el tembleque nadie me quiere a nadie le importo mi cabeza no se da cuenta de que son las cosas que pasan cuando estás bajando de la droga cuando te da el bajón sólo te hundes y te hundes y el delirio no es más que un sitio muy alto del que luego bajas y bajas y caes y nunca dejas de caer y sigues bajando y bajando y pronto te hundes en el camino y por debajo del camino y hasta el infierno nadie me va a ver correr en plena noche si corres más deprisa el mundo irá más despacio pero todo se mueve más rápido que yo y la calle está llena de baches y de vallas de zinc que no me dejan ver las casas corro y corro y me topo con una gente a la que no he oído antes de verla corre métete en estos matorrales están jugando al dominó alguien debe de haberme visto debe de haber alguien detrás de mí pues no están todos debajo de la farola cuatro hombres sentaos a la a la mesa tres hombres mirando a dos mujeres el tipo que va ganando tiene la espalda apoyada en la verja y da un golpe […]”

El sexo, la droga y la violencia se convierten en leitmotiv que aparecen sucesivamente conformando un relato en la tradición más hardboiled de la novela negra, su retrato de la cárcel no tiene nada que envidiar a los relatos descarnados del gran Bunker, de hecho se acerca mucho a la forma cruda de describir acciones violentas del autor estadounidense:

“Sepan bien una cosa: la cárcel es la universidad del hombre del gueto. Portazo, cerrojo y portazo. Babilonia vino a buscarme hace dos años; ¿ya han pasao dos años? Intento acordarme bien de todas las veces que Babilonia me echa sus cadenas pa arriba. En el camión que me llevó pa la cárcel un policía me escupió a la cara (era nuevo) y otro, cuando le dije que su saliva olía a chicle, me dio tan fuerte con la culata del rifle en la cabeza que no me desperté hasta que allá en la celda me echaron agua en la cara. Los dos policías estaban muertos antes de 1978 gracias al tipo que iba a mi lado y que me los entregó en cuanto salí. Aprendan esto, mi gente buena y decente: Mama-Lo no enseñó a su hijo a caminar con la espalda bien erguida pa que luego le escupan como aun perro sarnoso. Y por lo menos este Papa-Lo que está aquí nunca olvida na. O sea, aquí el que olvida recibe. Nos los llevamos hasta el final de Copenhagen City, donde sólo viven los buitres y la mierda de los ricos desagua al mar, y uno de ellos se puso a lloriquearme cosas, que si su mujer no tenía trabajo y que tenía tres chamas, y yo le dije que peor para ellos porque ahora tenían además un padre maricón muerto.”

abriefhistoryofoptHasta tal punto es importante el manejo de la violencia en el texto que el autor lo utiliza para subvertir su significado transformándose en el elemento necesario para llegar a la paz; gracias a ella se llegará a un intento de paz entre los dos grandes capos jamaicanos:

“-Papa –dijo él-. Te me he adelantao. El martes rajé a un men. ¿Quieres que me encargue yo del Matasheriff?

-Pero mira que eres fogoso, ¿eh? No, hijo, no hace falta que te encargues, pero escucha esto –le dije, y le clavé el cuchillo en todo el cuello y le abrí la garganta.

Luego le di tres puñadas más en el costao del cuello mientras mis hombres me tapaban. Luego todos nos alejamos, dejando al mariconcito soltando sangre a chorros en el suelo y pataleando como un pollo descabezado.

Más tarde Matasheriffs me mandó otro mensaje diciéndome que ya era hora de que habláramos. […]Babilonia se había cansado de esperar, así que había encerrado juntos al perro y al gato para que se mataran cuanto antes entre ellos, pero en la cárcel había surgido una vibración nueva. Una vibración positiva.”

Todo esto se convierte en un ingrediente más de los diferentes juegos de poder que se irán sucediendo a lo largo de la novela que recuerdan a las películas de El padrino o cualquier película que se refiera a los cárteles colombianos; en el medio de toda la historia, como un elemento aglutinador, nos encontramos con la figura de Bob Marley, nunca referido como su nombre sino como el Cantante y que es otro de los elementos que sirven para definir la identidad de cada una de las voces narrativas: su relación con respecto a él; el que estoy sea así deviene en una musicalidad inherente que se percibe en la traducción igualmente; su importancia es primordial como eje narrativo, de ahí que subraye su presencia, o su no presencia con variaciones en su forma de mostrarlo; buen ejemplo de ello es el relato de su muerte, desde la voz de los muertos refiriéndose a él en segunda persona como si estuviera presente a su lado:

“El bávaro se retira de escena con una reverencia. Ya nadie habla de esperanza, ya nadie habla de nada. Estás en Miami y no recuerdas el vuelo que te ha traído. 11 de mayo, los ojos abiertos, eres el primero en levantarte (como en los viejos tiempos) pero lo único que ves son unas manos de vieja surcadas de venas negras y unas rodillas huesudas y protuberantes. Hay una máquina de plástico con venas que se te meten bajo la piel y que es lo que vive por ti. Ya tienes ganas de irte a dormir, seguramente por culpa de todas las drogas, pero algo se te acerca con sigilo y ya te das cuenta de que del sitio al que vas esta vez ya no podrás volver. Algo se acerca desde el otro lado de la ventana trayendo una melodía parecida al Master blaster de Stevie Wonder… En Nueva York y en Kingston, las centellas iluminan los cielos de un blanco de mediodía, los truenos retumban y los rayos atraviesan las nubes. Tormentas eléctricas de verano pero tres meses antes de tiempo. Tanto la mujer que se despierta en Manhattan como la que está sentada en el porche de Kingston lo saben. Has muerto.”

Este análisis siempre se quedará corto ante la magnitud de la obra comentada pero espero que, por lo menos, hayan quedado claras algunas de las estrategias que tan sabiamente utiliza el autor y que haya podido trasladar mi entusiasmo ante esta monumental polifonía. Es un camino arduo, cargado de sinsabores pero, ¿cuántas cosas que valgan la pena se pueden conseguir sin esfuerzo?  Id a por él, ¡insensatos!

Los textos provienen de la traducción de Javier Calvo con la colaboración de Wendy Guerra de Breve historia de siete asesinatos de Marlon James editado por Malpaso.

Su pasatiempo favorito de William Gaddis. Culmen postmodernista

GaddisEl lector habitual de Gaddis acaba una obra suya y se siente envuelto en un aura de reverencia. La sensación de haber caminado por un inmenso desierto, lleno de trampas, penurias, hambre, etc. pero también sabe que se ha encontrado con oasis donde lo placentero remedia  el viaje por la tierra baldía, son respiros donde se distingue con mayor intensidad la potencia de la prosa del escritor. Tras leer Su pasatiempo favorito, la última obra de ficción que quedaba por reeditar por Sexto Piso, el desierto ya no es tal, los oasis han aumentado milagrosamente. Estoy en ese momento en el que he disfrutado plenamente del escritor y su obra, y todo ello olvidando el halo de dificultad que le rodea. (Podría ser un buen momento para releer alguna de sus obras anteriores).

Su pasatiempo favorito, publicada en 1994, fue la culminación de su obra narrativa en vida, sus tres obras anteriores, excelsas, le sirvieron para desarrollar un estilo propio que está presente en esta última, la mayor diferencia estriba en el tema que trata de fondo: una sátira del sistema judicial estadounidense. Sin embargo, muchos de los temas tratados ya aparecieron en sus obras anteriores y el estilo, al tener menos narradores, no resulta tan enrevesado para seguir, es mucho más accesible manteniendo la sutileza de Gótico Carpintero ; de ahí que esta obra resulte como una amalgama de todo lo bueno que desarrolló Gaddis y que ahora mismo resumo, por ejemplo, la siempre presente motivación musical  que tan bien desarrollaba en JR:

“Estos papeles que me has hecho que te traiga porque tienes miedo de que te los roben y mira Harry tiene razón, lo demás es pura ópera. Yo soy la Reina de la Noche y ese misterioso mensajero recorre las salas del hospital en busca de casos terminales, engatusando al viejo conde para que componga un réquiem y así hacerlo pasar después por obra suya, asustándome cuando éramos niños cuando decías que volverías a la casa en forma de fantasma, justo lo que me ha pasado esta mañana, con la neblina que rodeaba el lago y de repente una bandada de cisnes aparecen planeando como muertos y al otro lado del lago  todos esos rojos y rojizos…”

Sus referencias musicales van más allá de la simple mención, hay un conocimiento mucho más profundo como ya he comentado en alguna ocasión, lo mismo podemos decir de su sapiencia literaria que se manifiesta de manera muy clara en el siguiente párrafo y que vuelve a poner la diana en el discurso artístico que está presente de desde su primera obra:

“Entre los ejemplos más egregios cabe destacar la acusación de Ruskin contra Whistler de haber arrojado un bote de pintura al rostro del público; las burlas que al principio recayeron sobre los impresionistas y que, una vez asimiladas, se dirigieron contra los cubistas; las mofas con que fueron acogidas las innovaciones musicales de Bizet, consideradas responsables de la muerte del artista; los desórdenes provocados por el estreno de La consagración de la primavera, de Stravinski; sin olvidar que desde el día en que Aristófanes tachara a Eurípides de “creador de muñecos y granujas” se ha venido acumulando sobre los escritores una avalancha de desdén: la prensa recomendó al autor de “Oda a una urna griega” que volviese con “los emplastos, las píldoras y los botes de ungüento”; calificó Espectros, de Ibsen, de “repugnante herida sin vendar, un acto obsceno realizado en público”; de “basura sentimentaloide” la Ana Karenina de Tolstoi; en nuestro propio país, el desprecio que despertaron todas y cada una de las obras de Herman Melville culminó en Moby Dick, “enormes dosis de jerga hiperbólica, sentimentalismo lacrimógeno y bazofia tragicómica”, y desde los días de Melville los escritores que han corrido la misma suerte son demasiado numerosos para citarlos a todos.[…] En definitiva, el artista es el blanco de la crítica y su causa confusa.”

De hecho no suele faltar su reflexión (en tono jocoso) al respecto de la crítica cultural, uno de los chistes recurrentes en este libro como podemos ver aquí:

“SR. BASIE: Debe constar en acta y es una cuestión de forma. Está confundiendo al testigo deliberadamente, yéndose por las ramas con eso de los críticos literarios y…

  1. MADHAR PAI: Perdone, amigo, pero yo no he hablado de críticos literarios, sino de quieres reseñan libros, y existe una diferencia enorme, aunque a muchos les gusta que los llamen críticos, a no ser que tengan problemas, en cuyo caso prefieren que los llamen periodistas. Y si no le importa, querría continuar con…”

Gaddis siempre utiliza casos particulares para llevarnos a la caracterización de una sociedad entera, la desorbitada presencia de abogados por habitante nos alerta sobre la corrupción de una sociedad avariciosa y estúpida que no actúa por el bien del individuo; los pleitos, o más bien su deformación, son las consecuencias de un sistema injusto donde la única motivación es el bien propio, el egoísmo:

AFrolic“-No te burles Harry, no puede uno reírse de los problemas de la gente… Puede parecer así, pero ¿por qué no intentas ver el lado bueno?

-No deberías haberte casado conmigo Christina. Nosotros no tenemos muchas oportunidades de ver el lado bueno de la gente, con tanta avaricia, tan estupidez, tanto doble juego.. En un sistema como el nuestro, ¿cómo quieres que la gente saque a la luz lo bueno que lleva dentro? Hay un abogado por cada cuatrocientos  o quinientos habitantes y la mayoría no puede permitirse el lujo de pagarles. Los que pueden, como tu amiga, son todavía peores, lo lían todo y encima luego quieren que les soluciones el lío y…”

Me imagino que, por la época en que fue escrita, Gaddis era más que consciente de la cultura del espectáculo, encarnada especialmente por ese monstruo/ente mediático que tiene que ver con Hollywood, Broadway;  nuevamente su idea del espectáculo hoy en día (sea este cine, teatro, etc…) está estigmatizada por elementos superficiales muy lejanos a lo que él entendía como arte, elementos que, por otra parte, llaman más la atención que su concepción de un arte que va más allá de lo que se ve a primera vista:

“-¡Pues precisamente porque nunca ha llegado a representarse! No la ha visto nadie, porque ¿usted cree que una obra de ideas tan seria tiene cabida en Broadway? Lo único que quieren son tetas y culos, un montón de idiotas haciendo cabriolas en el escenario y cantando estupideces sobre culos y tetas y ordinarieces, con las entradas pagadas por la empresa para los clientes de otra ciudad, que no están precisamente interesados en nada que requiera una pizca de inteligencia y…”

Concepción, la suya, que se fundamenta, ni más ni menos que en el uso de la palabra:

“-Vamos a pasar a las declaraciones Oscar, todavía no ha visto usted nada. Es lo que intento que comprenda desde el principio: palabras, palabras y nada más. De eso se trata precisamente. 

Adviértase que, de acuerdo con el artículo 31 del Código de Derecho Civil, el demandado, denominado Kiester en el presente documento, reconocerá al demandante, Oscar L. Crease, como la parte contraria […]”

Y que le sirve para presentarnos un concepto que me resulta muy interesante: el lenguaje como protección. De hecho lo podemos ver como ejemplo en el propio libro gracias a las sentencias que el autor, amablemente, nos presenta con toda la verborrea habitual del lenguaje judicial. El lenguaje, en sí mismo, se convierte en una barrera que protege la accesibilidad con respecto a la profesión completa. En efecto, no es algo que ocurra solo en esta profesión sino que ocurre en la mayoría de ellas y contribuye a que los profesionales se sientan seguros en el medio que ejercen, toda una paradoja que el lenguaje se vuelva estable en inestabilidad ya que, en la mayoría de los casos, se caracteriza por la oscuridad y ambigüedad de aquello a lo que se está refiriendo (jerga judicial): 

“-Pues claro, no me hace falta pensarlo. Todas las profesiones son una conspiración contra la gente, todas las profesiones se protegen a sí mismas con un lenguaje propio, si no fíjate en el psiquiatra al que me mandan, ¿has intentado leer alguna vez una hoja de balance? Es como lo de las plumas de esa ave gigantesca parecida al perro que acorrala a su presa, todo se diluye en la lengua que se enfrenta con el lenguaje y lo convierte en teoría hasta que no trata de lo que trata sino que trata sólo sobre sí mismo, […]”

A falta de sus ensayos y cartas, es indudable que estamos ante uno de los escritores con una carrera literaria más consistente, pocos hay que puedan contar sus obras por número  de obras maestras (sus cuatro primeras lo son); es un lujazo que podamos disponer (gracias al esfuerzo de Sexto Piso) de todas ellas para releerlas en cualquier momento y dejarnos seducir una vez más por el embrujo de la subyugadora prosa de William Gaddis:

“Sobre el lago había descendido una extraña bruma y la extensa pradera se deslizaba hacia el agua como si se estuviera inundando, ni una nube en el cielo a la que culpar del súbito cambio de la luz con el que la orilla opuesta desapareció bruscamente en una apagada línea de gris y la distancia media pareció avanzar y retroceder, el lago entero elevarse, jadeante, al menguar al pie de la pradera en una ondulación ascendente hacia el otro lago como un enorme desnivel mecido por alguna catástrofe del inframundo, titubeando con el regreso de la ondulación , retirándose con un ritmo ininterrumpido como si se ladease un cuenco gigantesco, cuando ella se aferró con una mano al alféizar arrastrada por una oleada de vértigo que, de repente, le frunció la blusa contra el cuello y se volvió buscando aire entre la nube de humo que se dirigía hacia ella, rizándose desde la chimenea.”

Los textos provienen de la traducción de Flora Casas de Su pasatiempo favorito de William Gaddis editado por Sexto Piso.

Quinto Mes. Locura tras locura

Evidentemente, todo lo que me propuse el mes anterior era tan exigente que no llegué a todo; de todos modos, como veréis en el próximo post de resumen, se dio bastante bien y leí muchas cosas. Los desafíos ayudan a dar más de ti, y este mes no puede ser menos. Os pongo la foto a continuación con una “posible previsión”.

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No he querido poner todos los libros que tengo en mente porque, entre otras cosas, está tan lleno ya de por sí, que no sé lo que seré capaz de hacer. De ahí que me haya centrado en lo que aparece en la foto. Los ejes en los que me he basado son los siguientes:

1º Sobresalen especialmente los dos volúmenes que constituyen La historia de Genji de Shibiku; más de mil páginas del clásico milenario japonés; es el momento de ponerse con él. Al menos, antes de que llegue el verano espero haberlo acabado.

2º Habrá un post específico más adelante pero adelanto que intentaré leer hasta cinco libros de la shortlist del Baileys Prize, premio que siempre trae cosas interesantes ya que está dedicado únicamente a escritoras. Me esperan Rothschild, Yanagihara, McKenzie, McInerney y Bond. Exigente es poco para definir esto.

3º Dos ensayos sobre música clásica, encargos que me han llegado de Ópera World  y que quiero sacarlos este mes.

4º Ojo al libro de Charlotte Cory, Los que no perdonan reúne un montón de esas características que lo hacen tremendamente atractivo, promete grandes emociones.

5º El comienzo de la nueva colección clásica de detectives de Siruela no puede empezar mejor: Ngaio Marsh, una olvidada maravillosa. No puedo resistirme a la propuesta.

6º El resto, Lispector, que venía del mes anterior y cómics, Hotel California de Antico y alguno de los Vengadores Costa Oeste.

Y no quiero poner más porque a ver si llego a leerme todos estos, sería un triunfo. Iré escogiendo según se den las circunstancias y pertenecerán a los que me faltaban de los meses anteriores.

Un abrazo y buenas lecturas.

Llamada perdida de Gabriella Wiener. Más allá de lo confesional

LlamadaPerdidaEn un arrebato de sinceridad confieso que, a priori, no suelo acercarme a los relatos confesionales. Es un prejuicio que tengo grabado a fuego y que me hace desconfiar de ellos como si de la peste se trataran. Todas esta condiciones se daban en Llamada perdida de la peruana Gabriella Wiener, no debería haber llegado a él pero hice el esfuerzo por un par de motivos: un par de recomendaciones positivas por parte de lectores que respeto mucho e intentar acercarme a escritores/as de habla hispana (que no suelen estar entre mis lecturas habituales).

Alguien se puede preguntar qué es un relato confesional, no hay problema, la propia escritora nos explica casi al principio su técnica narrativa, que puede adscribirse a este tipo de historias:

“Lo cierto es que nunca he podido narrar –ni opinar- desde un lugar discreto, nunca he podido hacerme invisible, y para ser sincera tampoco lo he intentado. Amo la realidad que desenmascaramos en cada uno de nuestros actos. Amo la voluntad de asombro. Cuando niña me intoxiqué de poesía confesional y de los trabajos de artistas que escribían con su sangre y nos mostraban la cama donde acababan de tener sexo. Me interesan los documentales que hacen los hijos sobre sus familias tanto como los libros de memorias que nadie contaría, narraciones llenas de episodios bochornosos. La intimidad es mi materia y es mi método. Y, sí, esa necesidad de exponerme tiene que ver más con la inseguridad que con la valentía.  La autorrepresión siempre me pone al borde del arrebato y en situaciones incómodas de las que nunca sé cómo salir. Pero salgo y salgo un poco distinta.

Este puñado de historias y observaciones no son más que frutos de la reincidencia en el vicio de comentar lo que me rodea con la esperanza de que al relatarme alguien más se sienta relatado.”

No iba bien la cosa, resume exactamente todos mis miedos a encontrarme un texto de este tipo, memorias que se ligan comúnmente a la sinceridad del narrador con la esperanza última de lograr que el lector se identifique con lo relatado.  Siempre he sido más partidario de la ficción como vehículo para hacer lo mismo que comenta; el siguiente texto ahondaba de nuevo en lo que comentaba Wiener y sinceramente, me alarmaba aún más:

“Creo que lo más honesto que puedo hacer literariamente es contar las cosas como las veo, sin artificios, sin disfraces, sin filtros, sin mentiras, con mis prejuicios, obsesiones y complejos, con las verdades en minúscula y por lo general sospechosas. Hacerlo de otra manera sería presuntuoso por mi parte. Estaría engañándome y engañándolos. Gay Talese escribió que la misión de un escritor de no ficción es dar cuenta de la corriente ficticia que fluye en los túneles subterráneos de lo real. Hay escritores que buscan la verdad a través de la ficción. Me gusta pensar que formo parte del otro grupo, el de esos excavadores que buscan en lo real lo impredecible y lo extraño (pero también lo abrumador) de la normalidad, el absurdo que contienen las noticias, todo eso que puede ser tan serenamente triste como una llamada perdida.”

Sinceramente, prefiero que me engañen, que me enseñen mundos alternativos a lo que estoy acostumbrado a ver, soy plenamente consciente de todo lo absurdo que contiene, ;no hay nada que me pueda llamar menos la atención y, sin embargo, la última frase me devolvía la esperanza: esa pátina de tristeza como una llamada perdida (que además entroncaba directamente con el título del libro). Título que se subdivide en diversas categorías articuladas bajo la misma temática (Llamadas de larga distancia, llamadas personales, llamadas perdidas, llamadas a cobro revertido) y que identifican sus relatos confesionales metafóricamente con algo tan actual como es una llamada telefónica, con la connotación añadida que los relaciona con un punto de pérdida, algo negativo, lo que nos perdemos cuando no recibimos una llamada es parte inherente de cada uno de sus relatos.

Y sorprendentemente, llegó el momento en que me olvidé de los temas tratados y de si empatizaba más o menos con la historia; el libro de Gabriella Wiener me fascina no tanto por lo que cuente (que es interesante la mayoría de las veces) sino por la forma de contarlo;  no descuida la forma, muy al contrario, la cuida al límite consiguiendo dotar a cada párrafo de todos sus sentimientos y reflexiones, pero mostrándolos de una manera que resulta  muy poética; buena muestra de ello es su forma de mostrar su relación con los textos de Bolaño, fantástica la última frase identificando las páginas de Los detectives salvajes con su soledad, el color de los días e, incluso, su ambición literaria:

“Hojeo velozmente las páginas de mi ejemplar de Los detectives salvajes esperando encontrar algo de aquella época, pero me sorprende una vez más no ver nada, ni una anotación ni un billete de metro: no hay testimonio de mi lectura y eso me hunde. Cuando llegué, Roberto Bolaño acababa de morir. Había vivido desde los ochenta en esta ciudad y luego a las afueras, en Blanes, un pueblo de la costa Brava a una hora de Barcelona; pero ya no estaba más, había muerto esperando un trasplante de hígado meses antes de  mi llegada; su fantasma, como el de Cesárea Tinajero en el desierto mexicano, también merodeaba por aquí y yo me hallaba por completo bajo su influjo. En suma, era víctima del síndrome que aqueja a cualquier joven con aspiraciones de escritor que se inicia en la lectura de Bolaño: me sentía, repentinamente, una detective salvaje. Algo de mi soledad temporal, el color de esos precarios días, el brillo de cierta pobreza de artista, las dudas sobre mi futuro y mi enorme ambición me hacían verme reflejada en sus páginas.”

Algo tan manido como el uso nostálgico de los recuerdos es oro puro en las manos de la escritora que recuerda la vida en su país y la liga a un sueño, a la esperanza futura de mejorar lo que tuvo allí:

“Hay unas fotografías que nos tomamos Jaime y yo en el tren de regreso del aeropuerto del Prat, minutos después de reencontrarnos. Él tiene el rostro anhelante. Yo, entre avergonzado y sorprendido. Recuerdo la extrañeza que me produjo abrazarlo. Cuando te acostumbras a las soledad, de repente los desconocidos se vuelven cercanos y los conocidos unos extraños. Lo ajeno es lo normal y lo inusual es que algo te pertenezca. Tuve que mirarlo mucho rato,  quizá horas, días, para identificarlo como la persona a la que esperaba. Ahora que vuelvo a mirar las fotos, creo que ambos sonreímos. Nos esperaban muchos años juntos en esa ciudad. Habíamos perdido un país, pero teníamos un sueño.”

No faltan las reflexiones personales al respecto de la literatura y del arte en general como es en el siguiente caso, quizá lo que más anhelamos al encontrarnos una obra de arte es confrontarnos con monstruos que nos recuerdan aquello en lo que podemos convertirnos si no estamos atentos:

“Siempre he pensado que, como los buenos libros o el arte más grandioso, las buenas películas nos confrontan con monstruos que  se parecen más a nosotros mismo que a un dragón o un alienígena. Que son como un recordatorio de aquello en lo que podemos convertirnos.”

Hasta los cuentos de navidad de Dickens están presentes en sus narraciones, es deliciosa la manera metafórica de utilizarlos, transcribo solo una parte de ellas, vale la pena leer el texto completo:

“Pero, otra vez, leo Un cuento de Navidad (1843) y no puedo evitar pensar que aunque sea el colmo de lo dickensiano –eso tan inglés, tan victoriano –ese libro de alguna manera nos retrata a todos. Todos cabemos en un cuento navideño de Dickens. […] solía ver a mi país como a Bob Cratchit, el trabajador pobre pero honrado, sometido a la tiranía del rico tiranuelo; y he visto en el Perú al pequeño Tiny Tim, inocente de toda culpa, enfermo y condenado a morir, pero aun así alegre y esperanzado […]”

Los dos últimos textos, referentes a Corín Tellado e Isabel Allende, vuelven a convertirse en vehículos para transmitir sus emociones pero, nuevamente, van más allá de lo habitual, le sirven para mostrarnos quién es realmente, una mujer muy diferente a la habitual, una mujer que lucha por un futuro distinto al que imaginaron ellas:

“Me había olvidado de ser esa clase de mujer que mi abuela y Corín querían que fuese. Mi abuela había muerto. Corín tenía cinco de tensión. Y con seis te mueres.”

Y es especial, Wiener, porque todavía defiende la idea romántica del autor, más allá de los productos a los que asistimos todos los días, marketing más que autor: 

“[…] Pero ya no hay autores, hay productos. Ahora se hacen novelas entre cuatro personas que están en la planilla de una editorial.”

Buena forma de terminar este pequeño texto con una frase de Allende y la consiguiente reflexión:

“-Cuando escribo, no tengo ni que verme bien ni ser inteligente –traga una bola de emoción-. Ni cautivar a nadie.

La sinceridad de Isabel Allende aturde.”

A mí también me aturdió la escritura de Gabriella Wiener, pero no fue solo por su sinceridad, sino por su habilidad e ingenio para mostrar mostrarla.

Parsifal de Richard Wagner en el Teatro Real: épica mística

Publicado inicialmente en Ópera World en este post.

Parsifal de Richard Wagner en el Teatro Real: épica mística

Parsifal de Richard Wagner en el Teatro Real: épica mística

Wagner es uno de los mayores epítomes de una forma de entender el arte que, en los tiempos que corren, supone la antítesis de los derroteros hacia los que se aboca la cultura de lo audiovisual; escuchar la mayoría de las óperas del autor alemán conlleva una exigencia y un esfuerzo que trasciende hasta convertirse en algo titánico; obligar a una persona a estar durante más de cuatro horas parado, escuchando música y sin consultar un móvil u otro medio del estilo, se revela cada vez más como algo anacrónico en una sociedad donde lo digital deviene en inmediatez, donde se premia cada vez más la facilidad para acceder a los contenidos y disfrutarlos en el menor tiempo posible; un tiempo en el que se traduce el Quijote a un lenguaje actual o que se está discutiendo ya la necesidad de dejar que se utilicen los móviles en las salas de cine; en tales condiciones, resulta toda una experiencia estar cinco horas y media a solas con Parsifal, y el esfuerzo es recompensado con creces, estamos ante una música de primer orden que se convierte, en las manos de un director capaz, en algo único a pesar de la fatiga que causa.

Épica mística son las dos palabras que me vienen a la cabeza cuando reflexiono sobre la dirección inconmensurable en este Parsifal de Semyon Bychkov; aunque la combinación pueda parecer un oxímoron, reflejan a la perfección el sentimiento que se producía según iban pasando las horas; todo un prodigio de dirección que viene de un gran trabajo por detrás, la orquesta entendió a la perfección lo que quería el ruso y pudimos asistir a un despliegue musical que abrumaba por su intimidad en algunos momentos y emocionaba por su épica en un manejo de los crescendos llevados hasta una intensidad que parecía ilimitable, que atolondraba por la fuerza casi mística de una música eterna y perfectamente interpretada. El primer acto fue excepcional pero todo el final es, sencillamente, mágico. Respondió maravillosamente la orquesta, verdadera extensión de la batuta del maestro y, nuevamente, el coro combinó potencia y afinación, además de una buena dicción alemana, para superar los grandes escollos que suponen las partituras de Wagner con la dificultad añadida del gran espacio que media entre las dos actuaciones del coro masculino (en primer y tercer actos), sopranos y contraltos también dieron un gran espectáculo en el momento de las muchachas flor.

Parsifal de Richard Wagner en el Teatro Real: épica mística

Parsifal de Richard Wagner en el Teatro Real: épica mística

Uno de los recursos más típicos en los montajes escénicos actuales es aprovechar un escenario giratorio (este mismo año, de hecho, hemos visto el Rigoletto de McVicar, que utilizaba esta posibilidad). Claus Guth también tomó partido de esta iniciativa y hay que reconocer que resultó un gran acierto, la forma en que lo planteó dotaba de una profundidad inusitada a las escenas, los giros no solo eran estáticos, sino que había ocasiones que le servían para desarrollar una escena al completo; además había dos plantas en todos los giros con lo que le daba pie a desarrollar más escenas. Gracias al gran trabajo de iluminación de Jürgen Hoffmann, podíamos ver una abadía -hospital transformarse en el castillo mágico de Klingsor sin que resultara incongruente. Especialmente interesante fue esta ambientación en el segundo acto con una fiesta de los años veinte en la aparición de las muchachas flor que dio brillantez a su planteamiento. Además todo el montaje estaba tan bien orientado que reafirmaba el sentido de la ópera. Un verdadero logro.

En la parte canora, el resultado fue bastante satisfactorio; empezando por el gran trabajo de Klaus Florian Vogt, un tenor dramático pero no heldentenor, sorprende el esplendor de su timbre que parece que no es adecuado para el papel (a la manera de un Windgassen, prototipo único del rol) pero su proyección es impecable, puede luchar sin problemas en las notas medias con la orquesta y, la verdad, es que configura un papel muy lúcido, tiene agudo, tiene fuerza, a poco que se le oscurezca la voz podemos tener un gran heldentenor; Kundry es un papel endiablado, extraña mezcla de mezzo y soprano que no todas pueden cantar, Kampe lucha con esfuerzos denodados y una gran actuación, totalmente creíble, pero es una lástima que la fatiga estrangule sus agudos en la parte final del segundo acto, el cansancio le hizo mella y no consiguió mantener la afinación, aún así, no fue una mala aproximación; Franz Josef Selig me maravilló hace un tiempo con su Rey Marke, parece que Gurnemanz se le queda un poco grande, grandes monólogos durante tanto tiempo, desbordan la nobleza de su timbre que se mantiene afinado a pesar de todo aunque no con la frescura inicial, no será de referencia, pero se sostiene durante toda la duración; mucho mejor Nikitin como Klingsor, quizá eché de menos una vena más maquiavélica, de verdadero villano, pero la proyección, el timbre, etc. se adaptan muy bien a este papel; insuficiente a todas luces el Amfortas de Detlef Roth, por debajo del resto del reparto; estupendo el Titurel de Jerkunica, estentóreo (mucho más que Anfortas) pero en su sitio; buenas actuaciones del resto de comprimarios con especial atención a las muchachas flor, la escena estuvo muy bien pensada y cantada.

Definitivamente, una noche para el recuerdo, los que duraron hasta el final disfrutaron y se emocionaron, es imposible no hacerlo con este despliegue.

Las fotos pertenecen a Javier del Real.