“El caso de los bombones envenenados” de Anthony Berkeley

En el prólogo de la edición inglesa de “The floating admiral”(1931), el presidente en la actualidad del Detection Club, Simon Brett, comenta a propósito de las novela negras en el momento presente que “they are certainly more psychologically credible than many of the works produced at that time. They are also more serious, sometimes even to the point of taking themselves too seriously. In crime fiction, noir is the new black”. Opinión generalizada y que tiende a denostar, en cierta manera, lo que fue la edad dorada de las historias de detectives, sobre todo ofreciendo los aspectos en los que se ha mejorado, sin duda esa credibilidad psicológica de los personajes y la seriedad de los aspectos tratados. De todos modos Simon utiliza este argumento a su favor para concluir que “Most of these differences could be seen as improvements but the one thing that has been lost with the passage of time is the sense of fun that used to be associated with crime fiction”, es decir, a pesar de que esas diferencias pueden ser vistas como mejoras, una cosa se ha perdido con el tiempo: ese sentido de la diversión que solía estar asociado con la ficción criminal.

La gran Dorothy Sayers, integrante destacada del Detection Club, comentaba “whether the detection game thus played for our own amusement will succeed in amusing other people also is for the reader to judge”, resaltando el hecho de que ellos lo hacían para divertirse y si eso divertía a otras personas, sólo el mismo lector podía juzgarlo. Ciertamente se lo debían pasar muy bien, y el propio Chesterton lo comentaba en un artículo sobre esta obra (incluido en la fantástica colección de artículos “Cómo escribir relatos policíacos” de Acantilado), que consistía en que cada uno de los integrantes del club escribía uno de los capítulos siguiendo la trama que iban dejando los predecesores hasta llegar a un increíble capítulo final donde el último “afortunado” debía cuadrar todos los cabos introducidos anteriormente, tarea harto complicada, ya que no se lo ponían fácil entre ellos.

El encargado de realizar tan titánica tarea (y que no se resolviera como un sueño, tentación que intentaba evitar), fue el destacado Anthony Berkeley; ya que, como bien sabían todos, si alguien era capaz de arreglar el entuerto era él, autor de la obra “El caso de los bombones envenenados” en 1929 en la cual demostraba que era el mayor especialista en urdir todo tipo de argumentos y acabarlos de la manera más ingeniosa.

“El caso de los bombones envenados” es la tercera obra que vemos publicada por aquí del autor y desde luego, se trató de la protohistoria, el germen, que sirvió para engendrar otros juegos del club que vinieron después, como es el caso de “The floating admiral”. La trama es aparentemente sencilla, seis componentes de un Club de Misterio (a lo Detection Club), entre los que se encuentra Roger Sheringham, deciden ayudar a Scotland Yard a descubrir quién es el asesino de un crimen que se encuentra sin resolver; pero deciden que cada uno, usando los métodos que crea convenientes, presentará su solución al caso; es decir, no trabajarán conjuntamente.

Así vemos sucederse las soluciones y los métodos utilizados, desde los métodos inductivos (cui bono? ¿quién es el beneficiado?), pasando por los simplemente psicológicos, deductivos (a lo Sherlock Holmes), recopilación de pruebas materiales o mezclas de ambos, es decir, una “lección muy instructiva en el campo de la investigación comparada” como indica Chitterwick, el último de los que habla y que crea una tabla en su argumentación con los métodos seguidos, las pruebas usadas y el asesino deducido, que es distinto en cada uno de los investigadores. De hecho, cada método, la forma de desgranar el misterio va dibujando puntualmente la personalidad de cada uno de ellos.

Lo más increíble de la situación es su capacidad de retorcer la trama pareciendo cada solución la correcta, hasta el punto de que uno de ellos, Bradley, es capaz de demostrar que él es el asesino en un desternillante ejercicio paródico, con sus propios motivos incluso. Naturalmente sólo hay una solución, que sólo se desvela en la última página, dejando una elipsis magnífica para el lector, al que sólo le puede quedar ese “sentido de la maravilla” que te deja el regusto de una gran obra.

Dorothy Sayers tenía dudas de si el lector se podría divertir con estos juegos, puedo confirmar ahora que sí, que se lo puede pasar estupendamente con un juego de tal inteligencia y humor. Estamos ante una obra que es un clásico de la novela de detectives. Una obra maestra del género. ¡Qué talento tenía el gran Anthony Berkeley!.

“Fuente en llamas” de Ko Un

Este artículo inicialmente iba a ser dirigido a Mo Yan, flamante ganador del premio Nobel de literatura, pero como el tema me iba a llevar a realizar una nota biográfica-literaria de la cual están abusando en casi todas las fuentes, ¿para qué me voy a molestar a hacer lo mismo?. Lo que sí voy a realizar es una reseña de uno de esos escritores asiáticos que llevaban sonando en las quinielas de los últimos años y que, tras la elección del primero, ha disminuido sus posibilidades de ganarlo de manera exponencial; suelen pasar muchos años entre asiático y asiático (más de 10 años) y, teniendo en cuenta que nació en 1933, estamos hablando de recibirlo con más de 92 o 93 años; no digo yo que no pueda ocurrir, pero es altamente improbable.

El escritor en cuestión es el surcoreano Ko Un, nació en Kunsan (Corea) y es una de las figuras literarias de su país; ha publicado hasta el momento más de cien libros, poesía especialmente, pero también novela y ensayo. Es, como se puede deducir, una fuente inagotable de literatura y está plenamente activo en la actualidad.

En España tenemos tres libros suyos publicados, paso a comentar el fantástico “Fuente en llamas”, editado de manera excelente por Linteo, traducido, además, directamente del coreano por Paciencia Ontañón de Lope y Sung-Chul Suh. Cito especialmente la edición porque es una recopilación muy significativa de la obra poética de Ko Un y un esfuerzo más que encomiable intentar transmitir poesía desde una lengua tan dispar.

La verdadera fuerza del poeta no es solo su producción sino, como dice Sung-Chul Suh en la documentada y clarificadora introducción,  que “nos ha mostrado con cuerpo y alma todo lo que un hombre pudiera experimentar en el itinerario de una vida difícil: hijo de campesinos pobres, la colonización japonesa, la huida de casa, su sensibilidad, la guerra fratricida de Corea, la violencia ideológica, el caos abrumador, la entrada en la orden budista, la vuelta a la vida secular, la tortura de sí mismo, la sumersión en el nihilismo, las tentativas constantes de suicidio, la lucha vehemente contra el régimen dictatorial, la división de la patria…” 

Todo esto aparece reflejado en su obra, en  una evolución constante desde sus inicios, y lo podemos percibir en la selección que se ha hecho en este libro. Así, tenemos que en sus primeros libros desde 1960 hasta más o menos 1974, el tono principal de las historias es el nihilismo, la muerte, la nada, consecuencia del dolor y la ruina que dejó la guerra de Corea. Se tratan temas profundos, cargados de existencialismo y abstracción, lenguaje poético refinado pero con apasionamiento, lo podemos observar por ejemplo en este poema perteneciente a “Sensibilidad desde la otra orilla (1960)”:

CORAZÓN DE POETA

“Un poeta ha nacido entre chirriar de crímenes,

hurtos, asesinatos, fraudes o violencias

en algún oscuro rincón del mundo.

Primero las palabras del poeta van deslizándose

en chirridos, en ásperas y espantosas blasfemias

que se escuchan en los barrios más pobres y violentos

y por un tiempo dominan a la sociedad.

Después el corazón del poeta forja un grito

con todas las verdades, como vienen, rezumando,

a través de las grietas del mal y la mentira

y los demás corazones que lo golpean hasta la muerte.

El corazón del poeta está condenado, es cierto.”

A partir de “En la aldea Munui”(1974), abandonará este nihilismo, estamos en un punto crucial de su obra, dejará los grandes temas, las abstracciones… para entrar en una etapa donde se identificará con pasión con su nación y con su historia, se volverá cada vez más comprometida y social, aunque ciertamente, lo poético se debilitará en aras de otros temas. Una muestra podría ser este fragmento incluido en “Después del retiro en la montaña” (1977):

PARA MÍ MISMO

“¡No cubras mis ojos para dispararme!

Moriré de pie.

Acusado injustamente en esta hermosa tierra,

¡moriré de pie!

No llamaré a mi madre

ni a nadie más.

Cuanto más espantosa la muerte,

más gozosa es.

La muerte no es derrota,

ni desgracia, ni senilidad.

Debería ser una flor roja, un jacinto blanco.

Debería ser la oscuridad de la filosofía

que es como un acantilado en la más profunda noche.

¡Dispara ahora, dispara

cinco balas de un M16!

Después, el tiro de gracia.

Este es el único momento

en toda la historia de nuestra nación

en que puedo ser un artista.

¡Dispara ahora!

¡Dispara!

¡No cubras mis ojos!

¡He vivido con mis ojos,

con mis ojos moriré, joven guardia!”

Se acentuará aún más esta sensibilidad en  los poemas que escribió tras la gran masacre de la ciudad de Kwangju, poemas cada vez más combativos, directos, bruscos, dolorosos como toda la división que sufre Corea durante toda su historia y que tan bien refleja el poeta. Ya en los años noventa su poesía buscará no tanto la lucha sino la armonización de la vida del individuo, la autorrealización, la “macroidentidad” de la persona, desde el comienzo hasta ahora ha habido una evolución evidente. Es totalmente consecuente con la realización de su obra más ambiciosa “Diez mil vidas” (1986-), obra abierta en la que intenta describir su relación, de una manera idealizada, con ese número de personas; el mastodóntico proyecto es, en sí, de una belleza cautivadora: expresar poéticamente los encuentros que ha tenido con diez mil personas a lo largo de su vida.

CHAE-SUK

“Chae-suk, la hija casadera de los Shiam,

mira a la lejanía

mientras camina con el cántaro rebosante de agua

en la cabeza.

¡El camino abierto del otoño temprano

está totalmente franco!

El próximo año

Chae-suk dejará la aldea, Chae-suk, cuyo corazón

                está lleno

de expectación.

Chae-suk, como la oscuridad que queda

cuando la luna se pone.”

Este es uno de tantos frescos, ahora está inmerso en la publicación de los volúmenes 21 a 23 de la obra, sigue abierta, quiere acabarla, posiblemente lo haga; pero lo más seguro es que, aquí, no lo veamos publicado nunca sin el impulso de un Nobel; esto es así, disfrutemos por lo menos lo que nos ha llegado: una magnífica muestra de poesía, con su evolución histórica y de la identidad. Y aviso, estoy más acostumbrado a leer ficción, pero esto no solo no me ha dejado indiferente sino que me ha maravillado y emocionado al mismo tiempo.

Otro momento de recomendaciones policiacas

Entre los aficionados al género es bien conocida la existencia de una de las mejores colecciones de novela negra que se ha publicado en este país, fue editada por Ediciones Júcar  y el director era el gran Paco Ignacio Taibo II, se llamaba Etiqueta Negra y el contenido era simplemente excepcional (Westlake, Thompson, Hammett, Himes, McClure, Goodis, Ledesma, Juan Madrid, Pronzini, Manchette, Block, McBain…), así hasta conformar un largo etcétera que conjugaba clásicos, autores españoles y sudamericanos y lo último de la novela policíaca. Es tan buena que, poco a poco, haciendo arqueología en las librerías de segunda mano y ocasión, voy consiguiendo esos títulos que, en la mayoría de los casos no han sido reeditados en ningún sitio.

Si tenemos que hablar de quién ha cogido el legado de esta colección, está claro que debemos referirnos a Serie Negra de RBA que  ha cogido el testigo y está construyendo una colección sencillamente magnífica, sobre todo porque gracias a publicar a ciertos autores más comerciales están consiguiendo al mismo tiempo ir recuperando más y más clásicos, inencontrables hoy en día. La fórmula está siendo la misma, una sana mezcla de clásicos (Thompson, Chandler, Himes, McDonald, Millar..),  junto a autores de actuales más comerciales (Nesbo, Coben, Rankin, Kerr, Lehane…), escritores de habla hispana (Zanón, Ledesma, Salem, Ibáñez…) e incluso de novela detectivesca (Christie, Conan Doyle..). Además, para reforzar el conocimiento del género, están haciendo un trabajo estupendo en su web de novela negra (www.serienegra.es) y están más que activos en sus perfiles de Facebook y Twitter (@serienegra). La sensación es que les está yendo bien, tienen ya más de ciento sesenta títulos y no parece que se vaya a terminar a corto plazo, lo cuál me llena de satisfacción. ¿Para qué engañarnos? Uno de los listados que espero con más ganas todos los meses es el de RBA.

Esta semana, por lo tanto, en el rincón de recomendaciones policíacas, una recopilación con tres de las últimas obras publicadas en esta colección, tres obras imprescindibles en un podio de muchos quilates:

“Miami Blues” de Charles Willeford. Uno de esos títulos inencontrables y que acaban de recuperar es precisamente esta primera novela de Charles Willeford (1919 – 1988) de su serie con el detective Hoke Moseley. Estamos ante una de esas novelas donde la dicotomía investigador- criminal está presente desde casi el comienzo. El autor monta la novela desde los puntos de vista de los dos alternando capítulos de esta manera; así, por un lado tenemos al sociópata Frederick J. Freyer (“Tenía veintiocho años. Parecía mayor porque su vida había sido dura; las líneas en la comisura de los labios estaban demasiado profundas para alguien que no llegaba a los treinta años”); y por el otro a nuestro Hoke Moseley. La novela tiene la particularidad de estar ambientada en Miami con todo lo que ello conlleva (“Realmente me siento indefenso conduciendo y caminando por Miami sin un arma”). La absorbente trama se va enredando, las voces se suceden hasta mezclarse en los capítulos finales según se acerca la conclusión. Cada uno de ellos luchará por su identidad, uno por conservarla, otro por adoptar un estatus “respetable”, con consecuencias funestas. Es un “hardboiled” en su mejor tradición, al estilo de colosos como Bunker o Crumley: cruda y dolorosa, violenta. Solo queda que haya un poco de suerte y veamos la serie de Moseley publicada al completo.

“El asesinato como diversión” de Fredric Brown (1906-1972). Algunas novelas simplemente necesitan una premisa potente para ser escritas, luego puedes acabarlo bien o mal pero en la mente de quien lo lea siempre se va a quedar esa idea; si a una premisa interesante le unes inteligencia, entonces tienes una novela tan sobresaliente como esta. El punto de partida es tan innovador como divertido: una serie de crímenes empieza a producirse y el único punto en común para todos ellos está en los guiones para radionovelas escrito por el protagonista que… sorprendentemente, no se los ha enseñado a nadie. El estupendo escritor de novelas de ciencia ficción y relatos breves nos focaliza la narración en el peculiar Bill Tracy al que caracteriza maravillosamente (“Tracy os hubiera caído bien, a pesar de los extraños rumbos por los que su lógica lo conducía de vez en cuando. Pero os hubiera caído mucho mejor aún cuando estaba entonado”;“sobrio os resultaría un tanto cínico. Pero no se le podría culpar por ello; escribir guiones para radionovelas vuelve cínico al más santo y Tracy no era un santo”) utilizando un narrador omnisciente divertidísimo y que busca la complicidad con el lector. Con todo ello creó una novela divertida, ingeniosa, espléndidamente tejida, sin duda un clasicazo del género que no debe pasar desapercibido para nadie.

Y la joya de la corona entre estas maravillas, en lo más alto del podio, para “Retrato de Humo” de Bill Ballinger (1912- 1980).  Este escritor y guionista norteamericano creó en esta novela una de esas obras maestras imperecederas. Para ello utilizó uno de esos personajes que pasan a la historia por sus perversidades y grado de enrevesamiento: la protagonista femenina Krassy Almauniski, capaz de hacer cualquier cosa por ganarse un hueco en la sociedad (“Encontraba justo servirse del sexo, lo mismo que otras mujeres se servían de la educación, el talento o las relaciones sociales… o de un trabajo duro”). La historia comienza con la narración en primera persona del protagonista Danny April que, tras encontrar una foto de  Krassy, se enamora y la empieza a buscar sin descanso. Todo es nebuloso, ella es un “retrato de humo”, él no sabe casi nada de ella y tiene que empezar a construir su historia hablando con las personas que la han conocido. El escritor alterna esta voz con la de un narrador omnisciente que refleja la historia de Krassy con todas sus vicisitudes. Ahí está la magia, él conoce parte de lo que es Krassy pero no todo, eso solo lo sabemos los lectores y cuenta lo que cree conveniente para que sea así; la narración no es lineal y hay elipsis en todo momento. De esta manera consigue que la historia  sea muy fluida y enigmática según pasas las páginas, absorbente, sin esconder lo descarnado de la historia, pero sin regodearse en esa brutalidad palpable en cada página. El resultado, un final apoteósico que no hace más que subrayar un relato magnífico.

“Los príncipes valientes” de Javier Pérez Andújar.

Es cierto que llego tarde, pero siempre se dice que “más vale tarde que nunca”, lo cual se cumple sin duda en mi lectura de la primera novela del escritor español Javier Pérez Andújar: “Los príncipes valientes”. Y el caso es que ya había oído hablar de ella a diferentes medios y personas y, casi siempre, en términos elogiosos; pero a veces se dan circunstancias que hacen que no acabes de buscarle ese momento.

El caso es que ya llegó ese momento (“siempre  se llega tarde o cuando menos siempre se llega después”), en esta narración en primera persona con más que evidentes signos autobiográficos, el autor consigue que entremos directamente y nos impliquemos en la historia, se trata de un relato de formación o aprendizaje (coming of age o bildungsroman, según la lengua) al que hay que añadir a continuación el adjetivo literario para llegar a toda su profundidad. Ya que se centra en obtener la formación necesaria para poder escribir libros, su verdadera pasión desde su niñez (“sueño en mi pupitre con llegar al corazón de las palabras”).

Javier irá acometiendo este desarrollo con la ayuda de su familia, su tío Ginés y su gran amigo Ruiz de Hita, lo hará a través de los pequeños detalles cotidianos: “Si hay algo en la épica de la vida más auténtico que la vuelta de los soldados es el regreso cotidiano de los obreros a sus casas”. El protagonista es de familia humilde, y es acorde con esta condición, defenderá el campo a capa y espada ya que “el campo es más literario que la fábrica”.

Todo esto se irá enriqueciendo con detalles de cultura popular de su época, gracias a Julio Verne, los cómics de la familia Ulises, Edgard Allan Poe, el detective Colombo, la televisión.. de todo ello irá sacando lo necesario para ir avanzando en su camino con la ayuda inestimable de su amigo y lector.

El estilo del escritor es lírico y evocador, cargado de metáforas de gran belleza, y amor por la literatura y los libros. En una emotiva parte final, concluye su aprendizaje con unos pasajes de lirismo arrollador, un momento duro hará que por fin se complete, no hay nada como la pérdida para madurar a marchas forzadas.

Supera esa pérdida volviéndose a la naturaleza, hacia aquellos parajes que frecuenta desde sus primeros momentos y en ellos  reflexiona, avanza como persona: “presentiré entonces cómo todo este paisaje de botánica proletaria, y de río de agua oscura como el chocolate, y de olas de espuma química, y de zumbidos de cables de alta tensión, va ascendiendo por mis botas de cordones gruesos, y va a transformarse en ese instante en mi única ideología” y, como no podía ser de otra manera “toda ideología necesita una literatura”.

Esta pequeña obra es un deleite para los sentidos, llegué tarde, pero disfruté tremendamente de una novela estupenda y actual de literatura española con reminiscencias del pasado. Seguiré descubriendo a este gran escritor.

Valoración del libro:

“El cristiano mágico” de Terry Southern

Cuando se lee la biografía de Terry Southern, uno se da cuenta de que fue una de esas figuras inigualables y polémicas que surgen cada cierto tiempo y que, desde luego, dan animación a todas las facetas de su vida. Adherido de alguna manera a la generación beat, adoptó el rol de adalid de la contracultura americana. Aunque publicó sus primeros libros a partir de 1958, cuando se hizo de verdad famoso fue gracias a Peter Sellers, que le recomendó a Stanley Kubrick que lo cogiera como guionista de “Dr Strangelove or how I learned to stop worrying and love the bomb” (traducida en España con el sorprendente “¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú”). Gracias a este guión recibiría la nominación al Óscar y empezó una carrera meteórica como guionista en Hollywood (“Barbarella”, “Easy Rider”..), siempre rodeada de disputas, malentendidos y broncas.

Mucho antes que todo esto, en 1959, escribió la que se dice que es su obra maestra, “El cristiano mágico”, y que por primera vez vemos publicado en España gracias a la más que competente labor de Impedimenta.

Sabiendo ya de primera mano los detalles de su escabrosa vida, la pequeña novela tiene todo el sentido del mundo. Así, en las primeras palabras de introducción al libro Southern escribe: “Si bien este libro tomó forma principalmente a raíz de ciertos acontecimientos y a causa de determinados valores surgidos a lo largo de los años más recientes, esta no pretende ser, de ningún modo, una novela histórica; además, los personajes que contiene no han de ser identificados con cualesquiera personas, ya estén vivas o muertas”.

El protagonista es Guy Grand (¡Un gran tipo!), “un millonario excéntrico decidido a crear  desorden en el mundo y dispuesto a no escatimar gastos para conseguirlo”, el escritor es tremendamente conciso al describirlo: “A sus cincuenta y tres años, Grand tenía un torso rechoncho y una cabeza calva y levemente apepinada; su cara era bastante rosa, por lo que bajo ciertas luces imprecisas ofrecía el aspecto de un grueso hombre-rábano. Aunque tal fachada no llegaba a resultar desagradable, puesto que siempre vestía trajes bien cortados y solía lucir, a la altura del cuello, un diamante del tamaño de una moneda de cinco centavos…”

Si a esta descripción inicial le sumamos los lemas de los que hace gala, “Grand me llamo y la pasta es el reclamo” y  “todo el mundo tiene un precio”, y que además los lleva a rajatabla, como en el perverso segundo capítulo en el que  hace que un viandante se coma una multa por dinero sólo para concluir, “En realidad no hace falta que se lo coma todo. Tan sólo quería comprobar cuál era su precio”.

El detestable personaje es, sin lugar a dudas, una réplica de Terry Southern, refleja su personalidad y lo utiliza en el libro para desmontar todos y cada uno de los conceptos relacionados con la sociedad de consumo, con el capitalismo y con la cultura.

Los capítulos siguen una estructura parecida: en su parte inicial suele haber algún pasaje donde Guy habla con sus tías Agnes y Esther Edwards, donde puede aparecer su amiga Ginger Horton y su perrito Bitsy-witsy, para, a continuación subvertir el orden de cualquiera de las instituciones estadounidenses que se precien y que él crea conveniente.

No deja títere con cabeza en sus intentos de traer el caos a todo lo que toque: el mundo periodístico, donde consigue que “todo Boston se halle al borde del colapso y la revolución”; una exhibición canina, en la que se carga la mitad de los perros que desfilan; el mundo de la cosmética, creando un perfume (“Musgo y Sebo – Tu efluvio es nuevo”) a partir de “variaciones de un tipo bastante sofisticado de bomba fétida”; el boxeo, con un tronchante combate en el que “el campeón y el aspirante se dedicaron a brincar desde sus respectivos rincones con paso amanerado y provocativo, y durante el primer intercambio de tanteo se limitaron a emitir unos cuantos grititos de sorpresa y desdén”; pasando, cómo no, por la televisión, gracias a la producción de un programa que “con sus inesperadas cagadas, se convirtió en la comidilla de la profesión”; hasta llegar a la fantochada final con la construcción de un buque gigantesco, “El cristiano mágico”, que sobrepasa al Titanic por lo dantesco de la situación que tiene lugar a bordo: sirenas que no se apagan, un psicólogo que vuelve loca a la tripulación, un capitán que aparece y desaparece, ¡hasta un orangután en la cabina! Saliendo siempre indemne de las consecuencias de sus actos gracias al soborno continuo a las autoridades competentes.

Entre todo el caos, hay momento para la reflexión, para la cordura, curiosamente en voz del psicólogo: “¿Me está usted diciendo que pretende evadirse mediante las drogas? ¿Quién quiere disimular sus miedos bajo una bruma artificial? No, me temo que el problema radica en nosotros mismos, ¿entiende? Huir de los problemas no ayuda a resolverlos.”

Estamos ante una sátira desternillante del capitalismo, una parodia perversa y original  que consigue que pasemos un rato ciertamente divertido, una ácida crítica que pretende que no nos olvidemos de que el cambio de la sociedad comienza a partir de nosotros (“Flujo, movimiento, crecimiento, cambio… Esos son los grandes principios que rigen nuestras vidas. Es mejor mantener la marcha mientras podamos”). No debemos parar a pesar de seguir creciendo, a pesar de las condiciones adversas.

Valoración del libro:

En octubre “Escucha esto” y mucho más.

Un poco tarde, desde luego, pero llega el momento de hacer balance en el plano literario de mi vida del mes de septiembre.

La causa de la tardanza ha sido, como no podía ser de otra manera, la lectura del “Contraluz” de Pynchon, lectura tremendamente absorbente, compleja en fondo y forma, poco ágil, que me ha ocupado buena parte del tiempo dedicado a leer; ha valido la pena y mucho, es una obra magnífica, hija de, quizás, el mayor escritor vivo en la actualidad; hablaré de ella largo y tendido, ya he empezado en este comentario. Pero no sólo de Pynchon puede vivir el lector, también hubo hueco para “Zuckerman encadenado” y “La contravida”, de otro coloso de las letras estadounidenses, Philip Roth; momentos increíbles igualmente, que me han llevado a una determinación distinta en la lectura de las obras de este escritor y que otro día comentaré. Obras de este estilo requieren alternancia con otras más llevaderas, de lo contrario, la fatiga tras leer algunas como la primera citada puede llevar a un cansancio no del todo sano. Así, cayeron dos obritas cortas del gran escritor austríaco Stefan Zweig, un seguro de calidad y buen hacer; estas fueron “Ardiente secreto” y la demoledora “Carta a una desconocida”. Alguno puede preguntarse si hubo algo de novela negra; claro, ¿cómo no? “Mátalos suavemente” de George V. Higgins fue exactamente lo esperado, otro clásico del género cargado de amargura; no menos duras resultaron “Un cuchillo en la mirada” y “Noche Salvaje” del perverso y siempre imprescindible Jim Thompson. No faltó un poco de novela negra con el apartheid de fondo con “El huevo ingenioso” de James McClure, escritor con poca suerte en España y que, sin embargo, tiene novelas consistentes y bien escritas.

Y, ¿qué estoy pensando para octubre? A continuación podéis ver algunas de las adquisiciones del mes.

Tengo claro que “Escucha esto” del crítico musical Alex Ross, va a ser la “lectura-tochal”, su anterior libro “El ruido eterno” ahondaba de una manera muy didáctica, sin perder profundidad, los entresijos de los autores contemporáneos de música clásica; era un ensayo que se complementaba maravillosamente con una web en la que se ponían los fragmentos a los que se refería el escritor y el resultado era una lectura tridimensional, cargada de detalles, además de enriquecedora. En este último ensayo se propone, aparentemente, ligar música clásica con algunas manifestaciones de música pop, veremos cómo lo realiza y si el resultado es satisfactorio.

Otras lecturas que seguro que haré van a ser los dos libros de poemas del surcoreano Ko Un, “Fuente en llamas” y “Diez mil vidas”, todo debido al continuo seguimiento que hago habitualmente de los Nobel, me propongo descubrir a este, uno de sus sempiternos candidatos.

También quiero, por fin, introducirme en el universo de lecturas de Elmore Leonard, “Un tipo implacable” y “Mr Paradise” parecen buenas formas de hacerlo. No debería dejar pasar tiempo sin leer esas sátiras británicas que tanto me gustan, de ahí la presencia de “Augustus Carp” de Henry Howarth Bashford y de “La caída y auge de Reginald Perrin” de David Nobbs.

Y hasta aquí lo que, más o menos considero seguro; luego cualquier cosa puede ocurrir, lo cual es excitante de manera implícita, dependerá mucho del humor y del momento en que me encuentre; asimismo empezaré con las lecturas de la carrera, Coetzee e Ishiguro para empezar, no está nada mal.

El horizonte de compras se presenta apetecible igualmente, la última obra de Delillo en España son unos cuentos; se aproxima otra novela, cercana en este caso al género policial con la  última de Joyce Carol Oates, y luego las cartas de Auster y Coetzee; y en novela negra, la penúltima de los padres de la novela sueca, un nuevo McBain, un nuevo King, Crispin…. No sé el resto, pero, en mi caso, tengo un “hype” que no me aguanto.

“La gente corriente de Irlanda” de Flann O’Brien

Que el enigmático Desmond de la serie “Perdidos” apareciese leyendo “El tercer policía” de Flann O’Brien en el capítulo con el que comenzó la segunda temporada (“Man of science, Man of Faith”), sirvió para que el libro vendiera tanto en tres semanas como en los seis años anteriores de edición. Gracias a Craig Wright, guionista, y a los creadores Damon Lindelof y Carlton Cuse; se extendió la idea de que había pistas dentro del libro que ayudarían a comprender por dónde iban los tiros y claro, con este reclamo, cómo no iba a triunfar. Independientemente de lo anecdótico de la situación, sí que sirvió para que mucha gente empezara a conocer su obra, entre los cuales me incluyo, que en ese mismo año leí la novela en cuestión.

La editorial Nórdica acometió la publicación de las obras de este genial escritor irlandés y, a día de hoy, con “La gente corriente de Irlanda”, ha finalizado la edición de casi toda su obra.

Este último libro es una recopilación de los textos que aparecieron en las páginas del “The Irish Times”, concretamente en la columna “Cruiskeen Lawn” que hizo con el seudónimo Myles na gCopaleen (personaje de la novela de 1828 “The Collegions”, de Gerald Griffin). Y como bien comenta en el fantástico prólogo su traductor Antonio Rivero, “en las más de 3000 columnas publicas siempre brillan la erudición, la parodia y ese rasgo sin el que un escritor está perdido; un fino oído acompañado de la capacidad de reproducir el lenguaje del común en letras de molde”. Hay que indicar que la mayoría de estos textos han sido traducidos directamente del gaélico.

De entre todas las columnas que realizó, se ha hecho una selección dividida por temas o epígrafes, con más o menos inspiración, pero siempre interesantes.

Especialmente divertidos son los artículos que se reúnen con el título “La AIEAAM, etc.” (Asociación Irlandesa de Escritores Actores Artistas y Músicos) donde se inventa conceptos tales como los “manipuladores profesionales” de libros; llegando a establecer un tipo de alto nivel al que llama “Manipulador superior o Traitement Superbe”, que “es el más costoso de todos, por supuesto, pero tirado de precio si se tiene en cuenta la cantidad de prestigio que se gana a ojos de los amigos ridículos”. También habla de lo que él llama “ventrílocuos acompañantes profesionales” para, a continuación definirlo como: “El acompañante cualificado responde a sus propias preguntas viriles con una voz mucho más agradable que el graznido nada femenino de usted y da respuestas que por su brillantez y chispa asombran a quienes tienen detrás”

Hay otras recopilaciones menos imaginativas como la de “El tribunal del arbitraje de Cruiskeen”, donde se enreda en una jerga de abogados que puede resultar un poco pesada; pero todo se olvida cuando llega a ese inconmensurable “Catecismo del cliché”, en el que recopila “en 356 partes trisemanales un compendio único de cuanto hay de nauseabundo en la escritura contemporánea.” Define el término de la siguiente forma: “Un cliché es una frase que ha llegado a fosilizarse, y las palabras que lo componen han sido privadas de su luz y su significado intrínsecos a través de su uso incesante”; y se van sucediendo uno tras otro, a cuál más imaginativo y divertido. (“¿Cómo es la perra que le cedo cuando usted habla sin bajarse del burro? Gorda.” “¿Con qué actividad dígito-mamatoria confundió mi actitud? Creyó que me chupaba el dedo”). Desde luego es de tal actualidad que la mayoría de ellos se podrían aplicar ahora mismo.

Tampoco se salvaron de sus columnas “El irlandés y temas relacionados” donde se mofa con fina ironía de los irlandeses y su obsesión con el gaélico: “En Donegal hay hablantes nativos que saben tantas millones de palabras que siempre es una cuestión de orgullo para ellos no emplear dos veces en la vida la misma palabra. Su vida (por no hablar de su lengua) se hace muy compleja cuando alcanza el siglo, pero es lo que hay”.

Por si fuera poco, al final del libro vienen reproducidas algunas de las columnas originalmente publicadas en el Irish Times para que nos hagamos una idea de cómo eran y que se puedan comparar con su lengua original (la mayoría son en gaélico). Ímprobo el esfuerzo realizado por Nórdica y su traductor para poder transmitir algo del humor que destilaba Flann O’Brien y su saber hacer. Un escritor excelente, una muy buena forma de descubrirlo para, a partir de ahí,  sumergirse en sus originales novelas, desde la ya mencionada “El tercer policía” a “Crónica de Dalkey” pasando, ¿por qué no?, por la tronchante “La Boca Pobre”.

Valoración del libro:

Contraluz (1): “La luz sobre las cumbres”

Como hasta ahora no tenía un espacio a mi medida, no me atreví a escribir nada sobre el gran Thomas Pynchon, cierto es que, además, cualquier cosa que diga se podría quedar pequeña ante la magnitud del huidizo y legendario escritor. De todos modos, con la lectura de mi último “Pynchon”, “Contraluz”, voy a realizar algo distinto, una reseña/comentario en varias partes.

“Contraluz” fue publicado en el año 2006 con el nombre de “Against the day” y fue publicado en España por Tusquets en el 2010 con el título que ya he mencionado y con traducción de Vicente Campos González. Como anécdota introductoria, me gustaría mencionar la nota sobre la edición que el traductor, respetuoso (y temeroso, o reverencial) pone al principio del primer capítulo de tan magna gesta.

“Se han respetado, hasta donde ha sido posible, las peculiaridades ortográficas, tipográficas y léxicas del autor: el uso intencionado de mayúsculas y cursivas, las expresiones en otras lenguas con grafía no siempre ortodoxa, y la toponimia de fuentes, tradiciones y épocas diversas. Se ha marcado siempre entre comillas simples (“) las palabras y expresiones que en la obra aparecen en español y cursiva. Como en el original, se ha evitado añadir notas explicativas al pie y traducir las expresiones de otros idiomas, así como la mayoría de los nombres propios.”

Está claro que es consciente de la dificultad de traducción de esta y así lo quiere dar a significar. Es evidente que lo ideal sería leerlo en su lengua original, y más en este caso, pero por falta de tiempo me limitaré a está traducción.

Estructuraré las reseñas/comentarios según los cinco capítulos que usa el propio escritor para dividir su voluminoso relato.

Así, el primero es “La luz sobre las cumbres”, como en su genial “Mason y Dixon”, el primer capítulo es el comienzo de un viaje, metáfora que usa con relativa frecuencia, aunque luego pueda subvertirla de su significado habitual de evolución. Lo que en aquella novela empezaba con una travesía en barco, aquí se realiza en un dirigible de descriptivo nombre “Inconvenience”, tripulado por los Chicos del Azar:

“Entre tan animadas exclamaciones, la aeronave de hidrógeno Inconvenience, con la góndola envuelta en banderitas patrióticas y una tripulación de cinco jóvenes miembros del famoso club aeronáutico conocido como los Chicos del Azar, ascendió con agilidad hacia la mañana y no tardó en aprovechar el viento del sur.”

La tripulación está formada por Darby Suckling, el “niño”, el comandante Randolph St. Cosmo y su segundo Lindsay Noseworth, el aprendiz Miles Blundell y el recientemente admitido Chick Counterfly, también está Pugnax, el perro lector, y al que todos entienden aunque solo farfulle. El dirigible y sus tripulantes se erigen como observadores de toda la historia que nos va a ir contando, nosotros mismos, a través de ellos, paradigma de las novelas de aventuras más clásicas, sentiremos la historia como nuestra.

Ya en este primer capítulo asistimos a la presentación de varios de los personajes principales que luego irán surgiendo en cualquier momento de la narración con especial atención a la familia Vibe (encarnada por el magnate Scarsdale Vibe, representante capitalista) y la familia Traverse que tiene en Webb al patricarca sindicalista.

Se puede ver en estos primeros momentos la escisión evidente de estas dos visiones del mundo, y se convierte en una de las ideas vertebradoras esenciales del texto, posiblemente como causa de las guerras que se producirán más adelante, ya que está ubicado temporalmente en 1893, casi principios del siglo XX.

“Tal vez el capitalismo decidió que ya no le hacía falta la vieja magia. Un énfasis cuyo desprecio intencionado no escapa a la atención de Merle. ¿Por qué preocuparse? Inventó su propia magia, y les va bien, gracias; en lugar de transformar el plomo en oro , podían exprimir el sudor de los pobres y convertirlo en billetes de banco, y así se guardaban el plomo para mantener el orden”

Esta oposición de contrarios se va a subrayar constantemente según avanzan las páginas, oposición que no sólo tiene lugar entre regímenes políticos, sino en todos los aspectos de la vida. Una de las imágenes que el genial escritor presenta antes del segundo gran capítulo es el paso de la luz a través del “espato de Islandia”:

“La luz normal al atravesar este mineral se dividía en dos rayos distintos, llamado “ordinario” y “extraordinario”, una propiedad que los científicos japoneses habían explotado para crear un canal suplementario de comunicación óptica allá donde la estructura de capas de la perla hubiera sido uno de los miles de diminutos cristales astutamente dispuestos.”

Esta dicotomía es aplicable no solo a este libro sino que está presente en toda la obra de Pynchon: la oposición de lo “ordinario” a lo “extraordinario” se puede extrapolar a la religión, la ciencia, la magia, la mística, a todos los aspectos de una realidad, la nuestra, fragmentada por el punto de vista de aquel que la observe. La falta de ideas absolutas deviene en una visión relativa de los acontecimientos según diferentes prismas, en este caso a través del “espato de Islandia”.

¿Está el escritor norteamericano tratando de mostrarnos que la realidad se construye con la complementariedad de estos contrarios? ¿O va a tomar partido de un punto de vista que él considera el más adecuado? Seguiremos con ello en la próxima crónica.

“Una hermosa doncella” de Joyce Carol Oates

La ilustre escritora norteamericana Joyce Carol Oates tiene el dudoso honor de tener asociado indefectiblemente a su nombre un segundo nombre o casi apellido, eterna o firme candidata al Nobel”, por lo tanto cada vez que se publica un libro suyo, tenemos que observar la inseparable coletilla detrás… un estigma que no puede borrar, como sus colegas Philip Roth o Thomas Pynchon tienen que ver año tras año como la academia sueca les olvida sin piedad a pesar de su calidad literaria.  A mí lo del Nobel me gustaría, pero no tanto por el prestigio, que ya lo tiene, sino porque tuviera el espaldarazo definitivo para que toda su obra fuera publicada en español; porque si Pynchon o Roth no lo reciben, afortunadamente, ya tenemos todos sus libros a falta de pequeñas excepciones, pero de Oates, ahora mismo, hay disponible un escaso veinte por ciento de su ecléctica y prolífica carrera (a pesar de que ahora hay tres editoriales que se están poniendo a la labor) y eso, definitivamente, es poquísimo, y más sabiendo la calidad que atesora.

Para entrar en el universo Oates hay que encontrar la obra que te haga “tilín” y a partir de ahí se abre un inmenso mundo de posibilidades; ya disfruté como un enano de “A media luz”, una de sus novelas largas, pero, ciertamente, a partir de ese momento vibro con cada una de las obras que voy conociendo, y en la mayoría de ellas por motivos distintos. Uno de los tipos de libros que podemos encontrar y que no están descatalogados son unas novelitas cortas, de mucha intensidad, muy góticas, centradas en aspectos polémicos, un poco escabrosos y en las que la escritora consigue unos resultados excelentes cambiando de estilo y experimentando con su forma de escribir. Así tenemos este año pasado “Violación una historia de amor”  y la que voy a comentar a continuación, “Una hermosa doncella”.

“Inocentemente. Así comenzó. Cuando Katya Spivak tenía dieciséis años y Marcus Kidder sesenta y ocho”. En la primera frase del libro tenemos ya presentes los dos protagonistas sobre los que se desarrolla casi en su totalidad la historia. Katia Spivak es una niñera que trabaja para una familia rica de Bayhead Harbour y que conoce al anciano señor Kidder cuando, paseando, éste le dice lo siguiente:“¿Y si pudieras escoger, si pudieras cumplir tu deseo?” a lo que ella piensa “Lo que advirtió fue la pintoresca expresión, tu deseo. Tu deseo como un cuento de hadas”. Todo esto ocurre en la primera página del libro. Ellos son los protagonistas de un cuento de hadas, pero asentado en la realidad, con todo lo que eso conlleva.

El resto de protagonistas y acciones que van sucediendo sirven para ir pintando mediante pequeños retazos las personalidades de Marcus y Katya. Katya no ha pasado una buena infancia y es consciente de ello (“Lo mejor de ser niñera, era leer en voz alta libros infantiles a niños extasiados como Tricia porque nadie le había leído a ella libros en voz alta cuando era pequeña”), es insegura y miedosa (“Era la debilidad de los adultos lo que odiaba y lo que le daba miedo”), se siente ignorada y olvidada por todos, incluso por su familia (“En casa de los Engelhardt, Katya Spivak era invisible. En su propia casa de Vineland, era incluso menos visible”) por ello se siente atraída por el señor Kidder ya que “en el salón del señor Kidder Katya Spivak era completamente visible”. Marcus Kidder es un caso distinto, él mismo se define como “un diletante y un coleccionista y un amante.. de la belleza. Pero el glamour y la belleza son dos cosas muy distintas” y que necesita “Una hermosa doncella a la que puede confiar una tarea crucial. Por la que sería bien recompensada a su debido tiempo”. Los dos tienen en común “el miedo más primitivo, el miedo a que no nos amen y no nos protejan”.

Con todas estas piezas tenemos un cuadro que comienza con ecos de Lolita, pero que va cambiando hasta convertirse en algo muy distinto según J.C. Oates va moviendo los hilos de los personajes hasta una parte final donde la tensión se vuelve cada vez mayor y nos sorprende con un final doloroso a pesar de ser previsible, pero lírico, a pesar de lo escabroso y perverso que puede ser desde la objetividad. Una gran historia, no apta para todos los públicos, pero gran historia.

Oates sigue empeñada, sin proponérselo, en hacernos vibrar y apasionarnos con cada historia que traza con escritura magistral y con toda esa inteligencia de la que es capaz, no exenta de conocimiento de la naturaleza humana. Descubrir su obra es un placer que no acaba y al que siempre acabas volviendo (“Porque el amor es fuerza, no puede haber fuerza sin amor”).

Valoración del libro:

“Los zorros vienen de noche” de Cees Nooteboom

La mayoría de las personas que lean este comentario no conocerán a este escritor, lo tengo asumido. De ahí que tenga el firme propósito de dar a conocer la pluma del magnífico autor holandés Cees Nooteboom a todos los que se pasen por aquí. A algunos puede que no les guste. Pero a la mayoría espero que les acabe apasionando como a mí.

Escribía el bueno de Cees en su fabulosa novela/ensayo “El enigma de la luz” sobre el arte, y sorprendía mucho, sobre todo porque no lo hacía desde un punto de vista académico, centrándose en la técnica del cuadro, sino más bien en criterios artísticos, subjetivos, sensoriales, en definitiva, en lo que sentía cuando veía una obra de arte, en concreto un cuadro. En lo que esa obra ocasionaba en él, desde los detalles más pequeños que repasaba con asombrosa meticulosidad, hasta encuadrar emocionalmente la obra en su conjunto. El resultado era increíble, ya que lograba la empatía con el lector ocasional sin necesidad de entrar en intelectualismos.

Esa misma forma de explicar el arte, lo aplica igualmente al hablar de personas. Y es ahí cuando entramos en la recopilación de relatos cortos que forman “Los zorros vienen de noche”. Tomando como hilo conductor en todas las historias algo relacionado con la  fotografía: que puede tratarse de la foto de una persona, o de algún animal, o simplemente el hecho de hacer una foto; ese desencandenante ocasionará en los personajes reflexiones con respecto a los recuerdos (“Sigo siendo mi memoria, eso sí, pero no sé cuánto tiempo más voy a ser capaz de mantener mis recuerdos. Una vez que estos hayan desaparecido, habré muerto de verdad”), la nostalgia (“A veces sigo pensando en términos físicos y me embarga una suerte de tristeza; no, mejor dicho de nostalgia”), la vida y la muerte (“Ya murió. Este estribillo lo oirás con frecuencia. Qué le vamos a hacer, forma parte de la vida”)

Cada historia es una pequeña obra de arte, desde “Góndolas”, ambientada lógicamente en Venecia donde una fotografía antigua origina los recuerdos de una época anterior; hasta ese díptico que conforman “Paula” y “Paula II”, donde en un genial alarde de estilo y previsión pinta al personaje con trazos formados por los recuerdos de una persona que le conoció (en la primera de ellas) y con los propios recuerdos de ella, desde su estado de muerte (en la segunda).  Todo lo hace centrándose en los pequeños detalles cotidianos y con un lirismo de una belleza inconmensurable: “Durante un segundo fue como si la electricidad fluyera por encima de él. Fulgores líquidos, una rauda línea de luz blanca recorriendo la oscura silueta de su cuerpo. Todos oyeron su grito audible incluso por encima del bramido de las olas, un alarido de palabras sofocado por el grito agudo de la mujer y un nuevo trueno”.

Hacía meses que no me leía un libro del autor, y cuando lo lees te das cuenta que lo echas de menos. Es el reencuentro con un amigo, no te va a recriminar el tiempo que ha pasado, sino a alegrarse de que estés con él de nuevo. Su prosa produce sensaciones: se visualizan los colores, las personas; se filtran los sonidos, las conversaciones; se siente el frío, el calor, el sol, la lluvia… Y todo ello te produce una sensación de paz, de descanso (“A partir de ese momento empezó otra forma de mirar. Como desde el sueño. Una sensación de paz profunda”) Concluyendo, un placer para los sentidos, una obra necesaria e imprescindible.

Valoración del libro:

El momento de las recomendaciones policíacas germanas

Hoy, en este rincón del género negro, es un buen día para recordar que no solo existe novela policíaca en EE.UU e Inglaterra, y que no solo existe RBA para traernos buenas novelas de este tipo. En efecto, es un momento más que recomendable para recuperar tres espléndidas muestras provenientes de Alemania y que, por un motivo u otro, podrían quedar olvidadas entre tanta publicación. Me atrevo a considerar, incluso, que alguna de ellas puede estar entre lo mejor que ha salido en este año 2012, que afronta su recta final, pasemos a ellas sin más preámbulos.

“¡Que viene el lobo!” de Leonie Swann. En la imprescindible “Las ovejas de Glennkill” Swann planteaba una vuelta de tuerca al género: un tierno rebaño de ovejas se convertían en detectives y conseguían mediante un memorable último acto que el asesino fuera llevado a la cárcel. El libro, además de ser tremendamente original, tenía una trama consistente, sobre todo porque las ovejas, aun siendo “antropomorfizadas” levemente, aunque parezca mentira, no perdían su identidad como ovejas. En este estupendo segundo libro volvemos a recuperar a estas intrépidas aventureras que, en su camino se cruzarán con multitud de aventuras y un nuevo misterio que resolver. Abandona un poco, sin embargo, la parte más detectivesca para fusionarlo aún más con las leyendas europeas y acercarlo, al menos, al mundo del terror; en un audaz giro que consigue, nuevamente que, a pesar de ser más convencional, mantenga lo adictivo del planteamiento. La diversión garantizada por los pensamientos de estas valientes y sobre todo una manera muy inteligente de tratar su relación con los humanos son otros elementos a tener en cuenta. Como conclusión: tenemos otra novela fantástica que nadie debería perderse.

“Blancanieves debe morir” de Nele Neuhaus. Esta novela tiene un par de curiosidades a mencionar y son debidas al sitio que la ha publicado; Maeva es la editorial que se ha subido al tren de Camilla Lackberg para triunfar sin discusión en un público, el femenino, muy fiel a las historias de la sueca, detectivescas hasta cierto punto, pero que se centran especialmente en los sentimientos de los protagonista; y, sin traicionar demasiado a este público que les está dando grandes beneficios, publican escritores del estilo para seguir la línea editorial. El problema llega cuando publicas la de Neuhaus, ya que, el público acostumbrado a lo anterior se encuentra con algo radicalmente distinto y que, posiblemente, no atraiga de esa manera; al mismo tiempo el público que de verdad puede leerla, no se fija por el bagaje que lleva a cuestas la editorial y además se encuentra con un título que emparenta demasiado con la fiebre de cuentos que se daba en ese momento en TV (“Grimm”, “Once upon a time”…) o en el cine (“Blancanieves y la leyenda del cazador”…). Está claro que el peligro consiste en la caída del libro en tierra de nadie y pase desapercibido. Y sería un error imperdonable, estamos ante una de las novelas del año. Con una historia de esas de pueblos endogámicos en los que hay terribles secretos que ocultar (“En ese pueblo se cuece algo. Y desde hace tiempo. Estoy completamente segura”) y con una trama que consigue resolver con nota las diferentes subtramas que van surgiendo. Hay misterio, personajes memorables, unos detectives creíbles: Pia Kirchoff y Oliver Von Bodenstein y su “férreo autocontrol”, villanos convincentes y enrevesados, y un final de esos que hace que no quieras parar de leer sin haberla acabado. Una novela casi perfecta que me recordó poderosamente a la excepcional “Lugar de Ejecución” de McDermid, pero con personalidad propia. Queremos más libros de esta increíble escritora, queremos más libros magníficos, como este.

“Rehenes” de Stefan Heym. La vida del alemán Stefan Heym fue casi más interesante que la de sus libros, solo hay que revisar su biografía con exilios por ser antifascista y por escapar de la caza de brujas de Mccarthy entre otros asuntos, para darse cuenta de que, como de costumbre, la realidad supera a la ficción, la mayoría de las ocasiones. La obra que nos trae la pequeña editorial Funambulista puede quedar en el olvido si unos pocos no le damos la importancia que se merece.

“Rehenes” (Hostages, 1942), fue escrita (en inglés) durante sus 17 años de exilio de Alemania en EE. UU. y se convirtió en best-seller instantáneo. Los tiempos acompañaban, claro, ya que dicha novela estaba ambientada en 1941 en la Praga ocupada por el emergente poder nazi; la trama, aun estando ambientada históricamente le sirvió al autor de pretexto para crear una novela negra ya que según se comenta en la sinopsis de la editorial “La misteriosa muerte de un oficial alemán en un café de la Ciudad Vieja de Praga da lugar a que el ocupante tome a unos rehenes para ejecutarlos a los pocos días si el supuesto autor del atentado no se entrega. Janoschik, uno de los rehenes y miembro de la resistencia, elabora una estrategia para salir temporalmente de su cautiverio y poner así en marcha una conspiración que pondrá en jaque los planes del ocupante nazi…”

El aparentemente sencillo pretexto de esta trama desemboca en una trama asfixiante, ya que los cinco personajes principales son encerrados en una celda juntos y cada uno de ellos se comportará de forma diferente ante la situación, sale lo peor de la personas como es el caso del psicólogo Wallerstein que hace un trato con el oficial al cargo para intentar experimentar con los demás prisioneros: “Los hombres de aquella celda eran como piedras de un torrente de agua forzadas a pasar por cauces estrechos. Tenían que rozarse unos contra otros. Lo que tenía aquí era un laboratorio perfecto con conejillos de indias humanos” y también sale lo mejor, como es el caso del rebelde Janoschik, misterioso y subyugador personaje que intenta llevar a cabo su misión a pesar de las evidentes dificultades.

Mediante los continuos cambios de punto de vista Heym consigue dotar de personalidad a todos y cada uno de los personajes, los flashbacks se suceden, la caracterización sublime de todos ellos, incluso la de los alemanes (“Todos nosotros sabemos lo que es la disciplina. La llevamos en la sangre. Es propia de nuestra cultura y encuentra su máxima expresión en los ideales de nuestro Führer”) y todo ello subida a una trama que va ganando en tensión según se acerca el espléndido acto final. Todo ello conforma un relato verdaderamente tridimensional en su creación, con una riqueza tanto psicológica como argumental, que no se olvida de momentos de un lirismo sencillamente cautivador y que ahonda en la exploración del miedo como verdadera espina dorsal de la humanidad (“Las leyes de la sociedad humana dimanan del miedo; el miedo a que pueda llegar alguien y privarte de bienes, propiedades y poder. Los nazis mataban por miedo a ser matados. Y la brutalidad del terror político se derivaba del hecho de que el miedo de los nazis sobrepasaba todos los límites normales”).

¡Qué relato magistral de la ocupación alemana! Qué grandeza la del autor nacido en Chemnitz que no puede resistir a expresar su deseo, su esperanza de que todo acabe bien (“Y esto es solo el preludio, el primer temblor de tierra. Pero llegará el día en que el suelo se abrirá bajo nuestros pies y todos sucumbiréis en la oscuridad y el olvido.”). Afortunadamente, todos sabemos ya lo que ocurrió, pero no está de más leerlo en esta obra imprescindible.

“Fabulosas Narraciones por historias” de Antonio Orejudo

Me encanta reírme. La gente que me conoce sabe que es así. No hay muchos autores que me saquen una carcajada espontánea, ese tipo de risa que, en el caso de que vayas leyendo en transporte público, suele generar miradas de extrañeza y escándalo en la gente que está alrededor y que puede causarte una vergüenza considerable porque no has sido consciente de hacerlo.  Uno de los escritores con el que me ha pasado esta situación es el señor Antonio Orejudo.

Dice el propio Orejudo hablando sobre este libro: “mi primera novela gusta a los que han estudiado o han leído mucho”, curiosa forma de intentar definir el público que ha acabado siendo receptivo a esta novela, que fue publicada en 1996 y que ha sido recientemente reeditada.  Pero es cierto que su intertextualidad ha hecho que sea aún más atractiva para mí, esto unido al humor del que hace gala, y ya tenemos dos de los motivos principales para recomendarla.

La premisa de la novela  es la historia de tres amigos que se conocen en una residencia de estudiantes en Madrid durante los años 20. En plena ebullición de las tertulias culturales y con la Generación literaria del 27 a punto de surgir. Por sus páginas desfilan Juan Ramón Jiménez, José Ortega y Gasset, Ramón Gómez de la Serna, Lorca… y otros  personajes de aquella época.

La narración se mezcla con cartas de 1987 y de otros años, con carteles publicitarios de la época, con textos de los personajes que van saliendo, con cartas que se publican en la revista erótica “La pasión” y las respuestas a esas cartas… completando mezcla de estilos, historias y tiempos que otorgan tal credibilidad, que te da la impresión de estar viviendo en esa coyuntura, aunque sabes que no es así, porque la parodia está presente en todo momento. Una virguería a nivel de estilo y estructura. De esta manera el dinamismo es más que patente, no da tiempo a que se vuelva monótono.

Lo más increíble es que, a pesar de lo anteriormente dicho, el autor no se limita a presentar textos más o menos divertidos, más o menos irreverentes, más o menos creíbles, sino que busca la reflexión continua otorgando a la obra diferentes niveles de lectura y sobre todo compromiso.

Le preocupa la forma y creación de la literatura: “Eso de que el lector es también escritor es una excusa que se buscan los perezosos y los malos escritores”, anticipando a Barthes en este momento y su teoría de la “muerte del autor”.  “Para llegar a lo sublime debemos atravesar las amargas tierras del trabajo; no hay otro camino”, el talento es necesario pero el trabajo más.

También alude en varias ocasiones la dificultad para que la literatura sea apreciada por el público, con perlas como estas:

 “Ya se sabe que a los españoles los escritores y los cerdos sólo nos gustan después de muertos”

“En un país donde la masa es incapaz de humildad, entusiasmo y adoración a lo superior se dan todas las probabilidades para que los únicos escritores influyentes sean  los más vulgares; es decir, los más fácilmente asimilables; es decir, los más rematadamente imbéciles”

Al final, y a pesar de acabar la novela de una manera extraña, absurda, tan diferente al tono anterior, busca precisamente recalcar el mensaje: nos ofrece fabulosas narraciones por la verdadera historia que sucedió, pero en esas narraciones está el reflejo de una época, de una forma de hacer literatura, de un compromiso con lo que haces (“Por eso mis simpatías siempre estarán en aquellas personas que contribuyan a revelar esa gran mentira, ese fiasco sobre el que hemos vivido tanto tiempo y que se llama cultura occidental, es decir, hipocresía de banqueros y nuevos ricos”).

Es una novela genial, diferente, explícita, irregular, comprometida, irreverente… una obra maestra de uno de los mejores escritores españoles en la actualidad.

Valoración del libro:

Una de premios: El príncipe de Asturias y la cercanía del Nobel.

Presumiblemente, el próximo jueves 11 de octubre del 2012, tendrá lugar el acontecimiento literario más importante del año: la entrega del premio Nobel de literatura. Mucho antes, a nuestro nivel, el español, ya se ha decidido el premio príncipe de Asturias de las Letras que es el premio más importante, a nivel internacional, entregado en España. No quería dejar pasar la oportunidad de mencionar especialmente que este año ha recaído en uno de los “eternos aspirantes al Nobel”; el cliché por excelencia que oiremos en las próximas semanas hasta en la sopa en todos los medios de información. El norteamericano Philip Roth, un coloso de las letras que, posiblemente, no reciba sin embargo el máximo galardón, debido a la animadversión de la academia sueca con respecto a Estados Unidos.

El gran escritor norteamericano como agradecimiento al galardón contestó a los organizadores con el siguiente mensaje:

“Estoy encantado de recibir el Premio Príncipe de Asturias y emocionado porque el jurado haya encontrado mi obra merecedora de tal honor.

Es particularmente conmovedor para mí haber recibido la noticia del premio sólo unas semanas después de la muerte de Carlos Fuentes, quien recibió el premio en el año 1994. Carlos fue un querido amigo mío y un colega generoso durante muchas décadas y, por supuesto, uno de los más grandes novelistas en español de nuestra era. Quisiera que estuviese vivo para que pudiera oír su voz melodiosa al otro lado del teléfono dándome la enhorabuena con su cortesía habitual”.

Philip Roth, Nueva York, 6 de junio de 2012

Es tan inteligente que liga su premio al gran Carlos Fuentes, demostrando que, al menos, conoce el premio y que incluso ha mirado los ganadores desde 1994; añadiendo una nota conmovedora al agradecimiento que con una nota formal/cortés habría bastado, esperemos que venga a recoger el premio; su discurso será, sin lugar a dudas, un acontecimiento a seguir. Roth, con sus temas, tiene una carrera literaria muy meditada y, desde luego merece lo mejor. En breve espero poner un comentario sobre la increíble “La contravida”, otro exponente de su saber hacer.

Curiosamente la lista de los premios Príncipe de Asturias en los últimos años es bastante consistente y más consecuente que la de los Nobel; que hace gala de unos partidismos que, por otra parte, la hacen bastante divertida por todo lo asociado, digamos, “lateralmente” al premio.

El pistoletazo de salida del premio suele ser la apertura de la casa de apuestas de Ladbrokes con su página dedicada a este premio en particular. Aquí tenéis la página para seguir la evolución. Además, coincide con el artículo estándar que realizan en todos los medios para contar lo mismo de todos los años, con la única actualización de cuál va primero en las apuestas en ese instante.

Cierto es que un premio, que debería ser hipotéticamente el más importante a nivel mundial en el ámbito literario, no ha sido entregado a clásicos insustituibles de la talla de Joyce, Proust o Nabokov entre otros, se desacredita por sí mismo; pero también es cierto que, para todos los que amamos la literatura tenemos siempre la esperanza de que se premie a los mejores.

Algunos datos curiosos: Francia es el país con más laureados, nada menos que catorce, luego van Reino Unido y EE. UU; sin embargo este recibió su último premio en 1993, hace casi veinte años; España lo ha recibido en cinco ocasiones; en los últimos diez años solo tres mujeres han sido galardonadas. Digo estos datos porque desde luego suelen dar pistas para  ver cuál puede ser el de este año.

Y, concretando, ¿cómo están las apuestas ahora mismo? Suenan con fuerza los nombres de Murakami, Bob Dylan, Mo yan, Nooteboom, Kadaré, Adonis, Ko Un, Dacia Maraini o Philip Roth y Cormac McCarthy. Pero no hay que dejarse engañar, en años anteriores el verdadero ganador suele aparecer en los primeros puestos en los dos últimos días.. y esta lista evoluciona un montón según pasa el tiempo; solo hay que recordar los casos flagrantes, en cuanto a subida meteórica y posible filtración, de Le Clezio y Hertha Müller.

Os recuerdo los últimos laureados, desde el año 2002:

2002 Imre Kértesz

2003 J.M Coetzee

2004 Elfriede Jelinek

2005 Harold Pinter

2006 Orhan Pamuk

2007 Doris Lessing

2008 Le Clezio

2009 Hertha Müller

2010 Vargas Llosa

2011 Tomas Tranströmer

Lo que parece claro es que, este año, no va a ser un poeta; no suelen repetirse los géneros, excepto en ficción; lo más probable es que sea mujer, llevamos pocas en los últimos años, y las últimas nacionalidades que menos se han repetido son la norteamericana y la asiática, se pueden descartar los europeos. Con este perfil y, teniendo en cuenta la animadversión evidente a EE. UU. de la academia sueca, o será canadiense o será asiático, y si es posible, será mujer, no digo nombres  y que cada uno haga sus cábalas; yo añadiría los africanos, hace bastante de Coetzee también, y podrían estar ahí. Todas estas elucubraciones las discuto todos los años con mi librero, es parte del juego, y muchas conclusiones son suyas.

Y, ¿quién me gustaría a mí que ganara? El corazón, la mente, y cada fibra de mi piel querría a Pynchon, pero es casi imposible, aunque aparezca en las apuestas, además, seguro que no iba a recoger el premio o renunciaba a él; no me importaría tampoco que fuera Roth (aunque con el Príncipe de Asturias es difícil, solo Lessing en los últimos años ha recibido ambos premios). Una opción bonita aunque no realista sería la del holandés “errante” Nooteboom; no estaría mal tampoco Delillo, o McCarthy, pero están lejos de ser posibles; me encantaría, de manera egoísta, y más probable sería el caso de Joyce Carol Oates, mujer y norteamericana; además, falta mucho suyo por publicarse por aquí, esto sería un espaldarazo definitivo para conseguir ver toda su increíble carrera literaria.

Con estas últimas consideraciones lo dejo por ahora, y ya veremos cuánto acertamos, a veces se lleva uno sorpresas, es realmente entretenido.

La Gran Novela Americana: Paralelismos entre “El gran Gastby” y “Libertad”

Cada vez que un autor norteamericano de cierto relumbrón, lo que llamamos “literario”,  saca un nuevo libro, la crítica especializada no tarda en especular, si el caso lo merece, si estamos ante la “Gran Novela Americana”. Este término fue acuñado en 1868 por el escritor norteamericano John William De Forest en el ensayo homónimo para el periódico The Nation en 1868. Así decía:

                “But the Great American Novel–the picture of the ordinary emotions and manners of  American existence–the American “Newcomes” or “Miserables” will, we suppose, be possible earlier.”Is it time?” the benighted people in the earthen jars or commonplace life are asking. And with no intention of being disagreeable, but rather with  sympathetic sorrow, we answer, “Wait.” At least we fear that such ought to be our answer. This task of painting the American soul within the framework of a novel has seldom been attempted, and has never been accomplished further than very partially– in the production of a few outlines.”

Para De Forest la clave estaba en que tenía que ser “la imagen de las maneras y emociones ordinarias de la existencia del pueblo americano” (“the picture of the ordinary emotions and manners of American existence”), es decir, pintar el espíritu americano dentro de una novela (“this task of painting the american soul within the framework of a novel”).

Según ha pasado el tiempo este concepto se ha extendido por parte de críticos y escritores: ahora esta novela se distingue tanto en maestría como en el tema y debe ser totalmente representativa del “zeitgeist” de los Estados Unidos en el tiempo de su escritura, añadiendo de esta manera una dimensión temporal a la ya cultural, intelectual y social que tenía el término en sus inicios. De ahí que no se pueda hablar de una Gran Novela, sino, más bien, de un conjunto de novelas que conformarían este mito y que incorporarían la cuestión del “Sueño Americano” (y de los héroes, entendiendo como héroes los americanos como símbolos de este sueño).

A lo largo de la historia se han ido sucediendo las novelas que han sido incluidas en esta lista, desde Mark Twain (“Las aventuras de Tom Sawyer”) y Herman Melville (“Moby Dick”), pasando por Faulkner (“El ruido y la furia”) y Salinger (“El guardián en el centeno”) hasta llegar a Pynchon (“El arco iris de gravedad”), Delillo (“Submundo”), Roth (“Pastoral Americana”) o Cormac McCarthy (“Meridiano de sangre”), entre otros…

De todas ellas, me voy a centrar en particular en “El gran Gatsby” de Francis Scott Fitzgerald (1925) y en “Libertad” de Jonathan Franzen (2010), se está acercando el siglo de publicación de la primera y la segunda es una de las novelas más actuales que ha sido digna de ser considerada como tal.

Lo más sorprendente es que, a pesar de lo separadas que están en el tiempo de publicación, los paralelismos que se ven entre ellas son más que evidentes, también tienen sus diferencias por supuesto, pero la base es bastante común:

Fitzgerald planteó su gran novela como un reflejo de la sociedad, la que él mismo llamó la generación perdida (“Lost generation” o “Jazz Age”) y su respuesta ambivalente ante el contraste que se estaba dando, por un lado le gustaba saborear todo lo bueno que tenía la época, un tiempo en el que, contra el recuerdo de la Gran Guerra (la primera guerra mundial) se contraponía un entorno en el que la filosofía de “aprovechar el momento” imperaba y se usaba como alienación para poder dejar atrás el horror; por el otro lado detestaba la superficialidad de dicha generación, consecuencia directa del “carpe diem”. En Libertad Franzen lo refleja igualmente, no ha habido Gran Guerra, pero sí ha habido “11-S” y después de eso nada puede ser igual (“Lo único que Joey deseaba era que la vida normal regresara cuanto antes”, refiriéndose al evento)

En “El gran Gatsby” se plantea una crítica del mundo moderno cada vez más mecanizado, lo pastoral se opone a lo mecánico, la sociedad se mecaniza tanto, que la cultura solo es exitosa si se consigue el éxito material. Se produce una trágica separación entre el idealismo personal y el verdadero y cruel mundo real. En “Libertad” Walter Berglund realiza una lucha del ecologismo en contraposición al orden inherente que destruye lo natural, que destruye el mundo (“Joey deseó que hubiera otro mundo, un mundo más sencillo en el que fuera posible disfrutar de una buena vida”).

Gatsby es la traza del hombre hecho a sí mismo, un Adán americano abanderado del “Sueño Americano”, sigue el espíritu de la meritocracia, la simple noción de trabajar duro y obtener una recompensa por ello. Como seguidor del mito artúrico, el escritor hace que encarne este caballero en la búsqueda del Grial, una búsqueda valiente inspirada por aspiraciones nobles: el amor de Daisy Buchanan; sin embargo Fitzgerald cuestiona los límites de este sueño ya que la forma en que ha conseguido mejorar está basada en medios como poco oscuros. Walter Berglund en “Libertad” representaría el caballero en busca del Santo Grial, que en este caso igualmente se trata del amor, el de su esposa, el de su familia, el del mundo a través del ecologismo y su lucha contra la política, el fraude, la corrupción. Tampoco se puede decir que todo lo consigue sea con medios éticos.

Sorprende en el caso de Franzen la forma de narrar su historia, ya que, aunque cambia frecuentemente de punto de vista (se sirve de los vecinos, de los hijos, del amigo de Walter para pintar el retrato de toda la familia, y al mismo tiempo de la sociedad), sin embargo casi siempre utiliza un narrador omnisciente, por encima de todos los personajes y sin darles voz. El escritor está de esta manera por encima de la historia, es su historia o lo que él piensa. Afortunadamente tenemos el relato de Patty Berglund mediante un relato de su participación en lo que acontece narrado en tercera persona, una narradora que narra la acción y participa en ella. No hay mucha diferencia entre ella y Nick Carraway, el gran amigo de Jay Gatsby, narrador parcial, poco fiable, que presenta la información polarizada, dividido moralmente por su amistad con el personaje principal. Sabemos que su relato no es totalmente cierto, pero esta inestabilidad está muy de acuerdo con el tiempo en que Fitzgerald vivió y que ya indiqué anteriormente. En ambas novelas la narración, además, no es lineal, los saltos temporales se suceden, muy acorde con las épocas vividas por ambos escritores.

En ambos casos estamos viviendo la agonía del Sueño Americano (“Todo lo real, todo lo auténtico, todo lo honrado, está extinguiéndose”, Libertad), la tierra baldía que tan bien reflejó T.S Elliot, una tierra en la que la decadencia impera, en que se sigue produciendo una lucha entre realidad e ilusión, con mayor o menor éxito de la segunda. Cien años separan un tiempo de otro y sin embargo parece que las cosas no cambian tanto.

Dos novelas excelentes, paradigmas del “canon” de la “Gran Novela Americana”, literatura en letras mayúsculas.

“Estampas de Italia” de Charles Dickens

Aprovechando que hace poco comenté una biografía literaria de Charles Dickens aquí en este mismo blog, voy a tomarlo como referencia para hablar, ahora sí de una sus últimas novelas publicadas, el libro de viajes “Estampas de Italia”. El propio escritor comenta en el prólogo inicial lo que serán sus intenciones con respecto a él: 

“Este libro está compuesto por una serie de apuntes leves -meros reflejos en el agua- sobre lugares a los que la imaginación de la mayoría de la gente se siente, en mayor o menor medida, atraída, en los que la mía habitó durante muchos años y que suscitan el interés de todo el mundo.”

Nos encontramos, entonces, ante una obra en la que, como la mayoría de los libros de viajes, no importa tanto la trama sino el relato impresionista de los paisajes, de las gentes, de las costumbres y tradiciones, del país que se visita; en este caso aplicado a Italia. 

Aún así, asistimos obnubilados a un Dickens sencillo en fondo pero igual de florido en la forma, no me atrevo a utilizar el adjetivo “menor”, ya que solamente por el estilo no creo que pueda ser considerado como tal, aunque sí se podría decir que es inferior a otras obras suyas.

De esta manera vamos avanzando por las ciudades italianas y asistimos a un relato donde el mayor placer está en la forma en que el autor inglés reflejó descriptivamente sitios en los que yo he estado igualmente. 

Me regocijó especialmente el capítulo dedicado a Venecia: “Un sueño italiano”, donde asistimos a una de esas descripciones que estaban ya vivas en el recuerdo que tengo yo de mi ciudad italiana favorita: 

“Mas junto a los muelles y las iglesias el agua no cesaba su movimiento succionando los muros de los palacios y las prisiones e inundando los lugares secretos de la ciudad. Silenciosa y vigilante, envuelta en sus múltiples pliegues como una vieja serpiente, esperando el momento en que la gente mirara al interior de sus profundidades, en busca de alguna piedra de la vieja ciudad que se jactaba de ser su señora.” 

Cuánta belleza en un capítulo, cuánto placer hedonista al leer a este coloso de la literatura universal; que contrasta igualmente con todo lo malo de la ciudad de Fondi: “Un inmenso canal de lodo y desechos serpentea por el centro de sus miserables calles alimentado por obscenos riachuelos que salen de sus abyectas casas”

El veredicto es que estamos ante una lectura ligera pero saludable, una manera fácil de descubrir a un escritor que no cansa ni siquiera en sus libros de viajes. Un comienzo para descubrirlo y luego lanzarse a por Pickwick o Historia de dos ciudades. ¿Por qué no?

Valoración del libro:

“El libro de la señorita Buncle” de Dorothy Emily Stevenson

Aunque ya hace bastante que me leí esta novela, no quiero dejar pasar la oportunidad de hacer una pequeña reseña de él, ya que sería una verdadera pena que este libro quedara olvidado. La hasta ahora inédita Dorothy Emily Stevenson se ha publicado en este año gracias a la editorial Alba y su siempre interesante sello Rara Avis.

Publicado inicialmente en 1934, “El libro de la señorita Buncle” tiene un argumento tan sencillo como este: la señorita Buncle, siendo una solterona de una típica villa de principios del siglo XX decide escribir un libro para intentar conseguir algunos ingresos extra, pero como cree que no es imaginativa decide pintar la vida de todos los habitantes de la villa con la única precaución de cambiarles los nombres, además del suyo propio. Todo empezará a enredarse cuando sus queridos vecinos se den cuenta de que son ellos los reflejados en el libro e intenten acabar con el que creen que es el escritor.

Esta premisa sirve para crear una historia tremendamente cómica, muy en la línea de Nancy Mitford, Stella Gibbons, Muriel Spark o E. F. Benson, donde todos los personajes se enredan en tramas y subtramas llenas de diversión. Sorprende el hecho de que el libro no decae en ningún momento aunque parezca mentira, sobre todo por el buen hacer de la escritora escocesa, que consigue retorcer cada situación y llevarla a lo absurdo y proponernos un juego metaficcional donde refleja, indudablemente, la situación real de las editoriales y las publicaciones y ediciones de libros. Especialmente desternillante es el momento en que saca las reseñas que le hacen críticos acusándola de hacer una historia que no tiene verosimilitud y que debería irse a vivir a una villa para saber lo que es cierto; ¿no es la vida misma?

Según avanza la trama, el grado de enrevesamiento llega a su cima cuando Buncle empieza a escribir un segundo libro y deja anonadado al editor, el señor Abbot:

“El tema era poco usual e intrigante, el señor Abbot nunca había leído una novela sobre una mujer que escribe una novela sobre una mujer que escribe una novela”.

Genial.

El resultado es que tenemos una de las novelas más consistentes y, sobre todo, divertidas del año, un texto que me puedo arriesgar a decir que casi el 100% de los que lo lean disfrutará enormemente con él.

A veces no es necesario escribir más para defender algo, pero sí hacerlo fervientemente.

Valoración del libro:

“Una Edad Difícil” de Anna Starobinets

La pequeña editorial Nevsky Prospects, que abanderan Marian y James Womack, ha escogido un sello de identidad característico y que los diferencia claramente del resto del panorama literario español. Ese sello es un catálogo formado casi enteramente por literatura rusa y donde tienen cabida los clásicos desde Chejov, Pushkin o Turguenev, hasta obras más actuales como aquella de la que voy a hablar más adelante; tiene además el aliciente de buscar nuevas traducciones de obras consagradas y, en algunos casos, muy cercanas a la literatura de género, sobre todo ciencia ficción e incluso terror. Se nota que hay mucho cariño en la elección y edición de los títulos. Y el resultado es excelente, ya que, a veces, incluso rescatan joyas como una de mis obras favoritas del año pasado, de los hermanos Strugatski, “El lunes empieza el sábado”, que no me cansó de recomendar.

Hoy vengo a hablar de otra de esas pequeñas obritas que he tenido el placer de descubrir este año y que, desde luego, merece un rincón en este blog. Se trata de la recopilación de cuentos “Una edad difícil”, de la joven escritora rusa Anna Starobinets, de quien se ha dicho que cuenta entre sus influencias a Neil Gaiman y Stephen King, e incluso Philip K. Dick.

En el interesante prólogo, Ismael Martínez Biurrun comenta al hablar de la escritora  que es “una de esas rarísimas mentes con el don de traducir las obsesiones en literatura”. Se la ha intentado etiquetar en el género de la “fantasía intelectual”, pero sin embargo, como muy acertadamente comenta Ismael “estos cuentos tienen que ver mucho contigo”, ya que “los personajes de estos cuentos son gente tan normal y satisfecha como cualquiera de nosotros. Esto es, a punto de estallar. Al borde de la locura y del deseo aberrante. Enamorados del abismo.” En la elección de lo cotidiano como fuente generadora del terror, se acerca a King; en la temática, cercana a la ciencia ficción, encuentro paralelismos con Philip K. Dick.

Ya en el primer cuento que da nombre a la recopilación encontramos estas dos características, el magnífico texto se convierte en el “relato de una transformación tanto como de una posesión,” una especie de bildungsroman perverso y desasosegante. En “Vivos”, sin embargo, nos enfrentamos al comienzo de una dixtopía cercana a las obsesiones de George A. Romero, la alegoría está servida. “La familia” se recrea en la rotura de lo cotidiano que conlleva la inestabilidad de la identidad, el paradójico final nos desestabiliza más de lo que podemos esperar. Mi relato favorito, “Las reglas”, es un estudio del trastorno obsesivo compulsivo; es redondo de principio a fin, la elipsis final nos transmite terror  según la tradición más clásica del género (“Mamá, no estás sentada correctamente”). Es en “La agencia” donde encontramos referencias más explícitas a otros relatos de King. También las hay de Poe en “La eternidad de Yasha”, con ese corazón que no late, inmortal. Lovecraft podría ser el referente para “La grieta”, pero ella lo toma como base e innova el relato, como en ese curioso y extraño final que supone “Espero”.

La prosa resulta concisa, sencilla, no la adorna con artificios innecesarios, pero cada palabra está en su sitio, lo podemos ver este fragmento de “Una edad difícil”: “Tenía miedo de encontrarse, en el estrecho pasillo que llevaba al baño o en la cocina pequeña y ordenada, a Maxim. A aquel ser seboso, sudado y cubierto de costras del acné. No quería tocar los mismos pomos de las puertas que tocaban aquellas manos pegajosas ni sentarse en las mismas sillas calentadas por aquel culo gordo. No quería recordar lo cerca que había estado de ser casi un padre para aquel monstruo”. Casi podemos oler, rozar, sentir a Maxim con nuestros propios sentidos.

En definitiva, estamos ante un debut más que prometedor, consistente, ecléctico en los temas elegidos para sus cuentos, con influencias evidentes, pero con voz propia. Un pequeño goce para los que seguimos el mundo de la novela de terror y ciencia ficción. Habrá que seguir todos sus próximos trabajos, y más aún si nos vienen publicados tan bien como lo hace Nevsky.

Un momento de recomendaciones policíacas

El género que, probablemente, más me gusta es la novela policíaca, en todas sus vertientes, que las hay variadas: desde la típica “hardboiled” en su parte más negra, pasando por las tradicionales policíacas de detectives o los thrillers, hasta llegar a los más conocidos “mistery plays” a lo “detection club”. También disfruto mucho del terror, la ciencia ficción, etc… pero sin duda, las primeras son a las que dedico más tiempo además de la novela más estándar y el ensayo. Hacer un artículo con una novela únicamente se me hacía corto e incompleto, entre otras cosas porque cuando empecé a aficionarme al género lo que más útil me resultaba era recibir recomendaciones argumentadas, que me contaran lo que me podía encontrar en cada una de ellas y, ya sabiendo esto, probaba diversas modalidades. Mi objetivo es, entonces, dejar este rincón para un grupo de las últimas que he leído y, de esta manera, cada persona puede escoger lo que le guste. Sin más dilación pasemos a estas píldoras:

“Un jamón calibre 45” de Carlos Salem. Mi primer contacto con este escritor argentino fue en la primera edición de Getafe Negro. Estaba firmando sus libros en una caseta y dio la casualidad que me pasé por allí y me animó a que comprara un libro suyo y además lo firmó, no había leído nada de él pero siempre me gusta probar cosas nuevas. En este caso el libro era “Camino de ida”, su novela de debut, me causó muy buena impresión, luego leí “Matar y guardar la ropa” y me volvió loco, es una de esas novelas perfectas y asombrosas al mismo tiempo. Esta es su cuarta novela policíaca, y, aunque es más irregular, hay motivos sobrados para leerla. El personaje es él mismo, un argentino afincado en Madrid (“un cabrón presumido que siempre se ha creído gran cosa, un personaje de novela cutre disfrazada de alegato contra la mediocridad”). La trama se basa en una serie de equívocos que hacen que al personaje se le confunda con otro y tenga que buscar la forma de salvar el pellejo aunque no se entere de nada. Los ingredientes de su cocina son variados: un humor a prueba de bombas, con momentos hilarantes protagonizados por este histrión y por los personajes que se va encontrando, chicas memorables, sensualidad y sexualidad (más de lo último), momentos líricos cargados de poesía y, además, un sorprendente giro final que cuadra una trama estupenda. Una novela negra, pero tampoco mucho, fusión de géneros, diversión garantizada.

“Venganza” de Douglas Preston y Lincoln Child. Si quisiera definir cuál es la mejor forma de hacer un thriller, sin duda diría que tiene que ser como lo hacen estos dos escritores norteamericanos. Conocidos especialmente por su mejor creación, el detective del FBI Aloysius X. Pendergast,  construyen novelas muy adictivas, pero dotadas de un ingenio que no tienen la mayoría, puede ocurrir de todo, sólo hay que leer la trilogía de Diógenes (“La mano del diablo”, “La danza de la muerte” y “El libro de los muertos”) para darse cuenta. Ahora se atreven a sacar un nuevo personaje, Gideon Crew, y su libro de presentación es “Venganza”, y ¿qué es lo que nos encontramos aquí? Una historia al más puro estilo de James Bond, el personaje principal es un timador, un ladrón de guante blanco al que lo que mejor  se le da es mentir y… “ligarse” chicas, es contactado por Eli Glinn (personaje que ya han utilizado en las novelas de Pendergast) y que lo contrata para robar una mercancía a un científico chino. Hay acción desenfrenada, un villano temible “con nombre de película de James Bond”, ligoteo, aventuras, viajes por varios países… en definitiva, una mezcla explosiva e irresistible. Una muy buena manera de descubrir a estos “cracks” de los best sellers. ¿Quién sabe si Pendergast y Gideon se encontrarán en el futuro? Yo apuesto que sí.

“El ejército furioso” de Fred Vargas. La escritora francesa está ahora mismo en su mejor momento creativo. Después de muchas novelas puedo decir sin temor que, posiblemente, esta novela sea su cénit. La novela con la que inicio las aventuras del detective Adamsberg fue “El hombre de los círculos azules”, una buena novela en la que presentaba al personaje principal y a uno de sus subordinados, Danglard, se trataba de una novela original en el desarrollo de su trama y que, además, le servía para presentar varias de las características que moldeaban a estas dos criaturas, aunque es cierto que abundaba la introspección y se notaba que no tenía muy claro por dónde tirar. De hecho, se tiró varios años para sacar la segunda novela, escribiendo entre medias la trilogía de los tres evangelistas y “Los que van a morir te saludan”. A partir de ahí fue, poco a poco, jugando con las novelas, añadiendo personajes y buscando su forma de hacerse diferente. Su evolución me recuerda, de hecho, a la de los padres de la novela negra sueca, Maj Sjöwall y Per Wahlöö, que, allá por los sesenta crearon a Martin Beck, y, aunque empezaron como una novela clásica de género con un detective principal con trazos de Spade o Marlowe, evolucionaron hacia una coralidad, una mayor importancia de los personajes secundarios según iban pasando los libros. Fred Vargas hace algo parecido, y en esta última y tras los giros que ha ido dando, está claro por dónde va. Tiene un detective despistado, lento, divertido, que no es capa de recordar un nombre, y tiene un grupo de secundarios espléndidamente caracterizados, con personalidad propia. Añadimos a eso una trama con una línea principal y varias secundarias muy bien hiladas que se cruzan con sus novelas anteriores y tenemos una novela prácticamente imprescindible.

“La forma en que algunos mueren” de Ross MacDonald. Si Chandler levantara la cabeza ahora mismo y viera esta reedición, señalaría al bueno de Ross como su digno sucesor, de hecho lo hizo en su momento. Aquí nos encontramos con el que ha sido considerado el heredero de Marlowe, Lewis Archer, un detective a la vieja usanza en una novela clásica del género. En esta, su tercera novela, encontramos los elementos que definieron la novela más “hardboiled”, una trama enrevesada, con un montón de personajes, más sórdida, más negra, más dolorosa que “La piscina de las ahogados”, donde retrata con dureza la desesperación de la juventud sin futuro, el mundo de las drogas, la maldad obligada y elegida, las consecuencias funestas de todo lo anterior. Y, cuando menos te lo esperas, retrata la maldad del hombre en toda su magnitud en un capítulo final simplemente magistral, a pesar de su intensidad y su amargura.  Todo está retratado con meticulosidad y con una prosa espléndida (“El abanico de cristales de colores que había encima de la puerta bañó a su madre en un color púrpura sombrío. Las huellas de las lágrimas parecían marcas de lluvia sobre un camino de tierra”). Me quito el sombrero ante este grande de la literatura.

“Momentos estelares de la humanidad” de Stefan Zweig

Da un poco de vergüenza reconocer, a estas alturas, que no había leído nada del escritor austríaco Stefan Zweig. Pero todo se puede solucionar, y estoy dispuesto a pagar mi deuda pendiente con él a partir de ahora mismo. Se ha escrito mucho y muy bueno sobre él, por lo tanto dudo que pueda aportar algo sustancioso; lo que sí me propongo es poner mi granito de arena para que, aquella gente que no lo conozca aún, pueda acercarse a este magnífico autor.

Dicho y hecho, el primer libro que me recomendaron para empezar fue “Momentos estelares de la humanidad” (en adelante “MEDLH” para abreviar), y no podía ser mejor opción, estamos ante una de esas obras ineludibles de la historia de la literatura.

Stefan Zweig (1881-1942) fue un escritor austríaco de principios del siglo XX, nacido en el seno de una familia judía y que alcanzó mucha popularidad en su tiempo, capaz de crear novelas, relatos y biografías, fue uno de los primeros intelectuales en criticar a Alemania en la segunda guerra mundial.

Para realizar sus “MEDLH”, trabajó durante veinte años, y la obra está compuesta por catorce frescos históricos, momentos puntuales, que el escritor consideraba muy importantes para la historia de la humanidad. Estos relatos a medio camino entre el relato histórico y el ensayo, son tremendamente eclécticos y van desde Cicerón a la presidencia del presidente norteamericano Woodrow Wilson pasando por la composición de “El Mesías” y la conquista del polo sur, no se limita a explorar esta forma literaria sino que algún relato lo modela en forma de poema (“Momento heroico” con Dostoyevsky) o como obra de teatro (como el que afecta a Lev Tolstoi). Y todo ello, escrupulosamente ordenado de manera cronológica.

A mí inicialmente me echaba un poco para atrás la implicación histórica, no suelo aceptar con facilidad este tipo de relatos, suelen aburrirme en demasía, pero claro, en cuanto empecé los “MEDLH” todas esas reticencias cayeron en el olvidó y me dejé subyugar por la prosa inmortal de Zweig, cómo no iba a rendirme con momentos como este en el primer relato de Cicerón:

“Un estremecimiento recorre a los oyentes, mitad miedo y mitad admiración por ese hombre viejo que solo con el valor del desesperado, de una íntima desesperanza, defiende la independencia del hombre de espíritu y el derecho de la república”

O el apasionante relato sobre la “Huída hacia la inmortalidad que tiene a Núñez de Balboa como personaje destacado: “Pero incluso con sus favoritos, el destino no siempre se muestra magnánimo. Rara vez conceden los dioses a los mortales más de una hazaña única e imperecedera”.

La elección de los momentos era también esencial y la personificación (imprescindible) que utiliza el autor para cada uno de ellos, hace que tengamos aún más implicación emocional; yo estaba rendido ante tales lecturas, pero entonces, aunque no lo parezca, llegó lo sublime: el capítulo llamado “La resurrección de Georg Friedrich Händel”.

En ese insigne capítulo observé a un Händel hundido, abatido, sin ganas de vivir, que resurgirá de sus cenizas mediante la composición de su legendario “Mesías”, hace gala Zweig de un conocimiento musical mediante la experiencia y lo transmite en palabras y, en mi caso particular, habiendo cantado la obra, llegué al éxtasis, ya que entendí perfectamente lo que pudo sentir el compositor. Esto hizo que vibrara con esa frase referida al primer fragmento cantado por el narrador de la obra y que reproduzco a continuación del texto:

“Con las primeras palabras se estremeció: “Confort ye”. Así empezaba el texto. ¡Consolaos! Aquella palabra… No, no era una palabra sino una respuesta divina, una llamada angelical desde el cielo cubierto a su abatido corazón”

Para llegar al final con su resurrección tras componer el archiconocido y universal “Hallelujah”:

Reflejo de su alegría al componerla y renacer, afirma el compositor: “Nunca cobraré dinero por ella, jamás. Por ella estoy en deuda con otro. Será siempre para los enfermos y los presos, pues yo mismo he sido un enfermo y me he curado con ella. Y fui un preso y ella me liberó”

Inmenso.

Y los relatos que siguen no desmerecen para nada este culmen. Espléndido el momento en el que Grouchy, lugarteniente de Napoleón, tomó la peor decisión para su líder: “La falta de ánimo de un hombre pequeño, insignificante, ha destruido lo que el más osado, el más perspicaz, construyera en veinte años de heroísmo”; o la composición de la “Elegía de Marienbad” por Goethe, en palabras del escritor austríaco: “Podemos considerar memorable aquella fecha, pues desde el punto de vista de los sentidos, la poesía alemana no ha conocido un momento más grandioso que aquel en el que el más primigenio sentimiento se vertió en este imponente poema”.

No quisiera dejar de nombrar, por lo menos, el increíble capítulo relacionado con el Capitán Scott, es difícil mostrar de una manera tan descarnada y poética la desesperación de un héroe: “Todo el trabajo, todas las privaciones, toda la angustia, ¿para qué?, escribe Scott en su diario, nada más que por un sueño que se ha derrumbado”.

Sin alargarme más en la apología de un texto como este, imprescindible obra maestra para aquel que se jacte de apreciar la literatura, y que se defiende por sí mismo sin necesidad de críticos como yo. Quiero, eso sí, acabar con una última cita de Zweig: “Una vez más, en medio de la niebla, se desvanece en lontananza la eterna quimera de un mundo humanizado”, el signo de nuestros tiempos.

 

Valoración del libro:

“Los nombres” de Don Delillo

Uno de los criterios más usados hoy en día (y de los que más desconfío) a la hora de recomendar un libro es ese vocablo, tan descriptivo y a la vez manido, que se incluye en frases como: “este libro te engancha desde el primer momento y ya no lo puedes dejar”; sí, el vocablo al que me refiero es “enganchar”. No ya por las connotaciones asociadas a la adicción que pueda tener, sino porque este grado de “enganche” suele ser inversamente proporcional al tiempo gastado en leerlo: si alguien se “engancha” a un libro suele leerlo en tres sentadas, sin dormir prácticamente y, a continuación, busca como sea otro libro de las mismas características. ¿Esto es malo? No, claro. Que un libro te dé ganas de leer es bueno. El problema es que otro tipo de lecturas no te “enganchen” y la frustración origine que abandones otros libros más retadores.

Según uno lee y lee libros se da cuenta de muchas peculiaridades. Una de estas es el ritmo de lectura. Evidentemente, unos libros se leen más rápido que otros, todos los que leemos lo notamos. Es parte de su personalidad, cada libro exige una forma de leer: velocidad, atención, … algunos te solicitan calma, reflexión, una atención total cuando estás en su lectura. Otros te piden marcha, velocidad, atención más dispersa. En el caso de Don Delillo nos encontramos con lecturas sosegadas, tranquilas, reflexivas. Él mismo lo comenta en su estupenda novela “Body Art” (2001):

“Se llevó a la boca una cucharada de cereales y olvidó saborearlos. En el intervalo transcurrido desde que se llevó la comida a la boca hasta el desdichado instante en que lo tragó hubo un momento en que perdió el gusto.”

Si extrapolamos está metáfora a la literatura podríamos decir que, hoy en día, falta un poco saborear los libros, centrándose la mayoría de lectores en el hecho de “tragar novelas” sin más reflexión.

Delillo escribió “Los Nombres” tras su experiencia vivida en Grecia, por la contraportada (“asesinatos rituales de una secta obsesionada por el lenguaje”)  podríamos deducir que se trata del típico best-seller conspirativo, paranoico y cargado de acción e investigación. Pero, muy al contrario, es un simple pretexto, ya que el objetivo es estudiar el lenguaje (“Era el propio alfabeto. Les interesaban las letras, los símbolos escritos que formaban una secuencia fija“) y los límites de la cultura afectados por el uso del lenguaje.

Pasando por los diferentes ambientes que nos propone en diversas localizaciones (una isla del Egeo, el Peloponeso griego, un desierto en la india..), la persecución de la secta que origina estos asesinatos rituales desembocará en el estudio deconstructivo del lenguaje y sus implicaciones en la cultura y en la identidad de la persona; así, el escritor habla en el capítulo del desierto, ya llegando a la parte final del libro que “en el desierto todo cuenta. La palabra más simple contiene un enorme poder. Cada sonido corresponde únicamente a un signo. Ahí reside la genialidad del alfabeto. Simple, inevitable.” En una memorable y desconcertante coda, todo se desmonta, el lenguaje es fallido como expresión, como signo de identidad, es necesario reinventarlo (“Haz lo que tu lengua te diga que debes hacer. ¡Entierra el antiguo lenguaje y libera el nuevo“) para definirnos nosotros mismos.

Todo ello realizado con la calma de la que hablaba en el principio, deleitándonos con lugares paradisíacos y con el monólogo interior de los personajes, hay miedo a la muerte, y superioridad por tener ese conocimiento. Hay crítica de la sociedad que nos rodea, hay maestría para expresar todo esto.

Delillo es uno de los mejores escritores actuales, el postmodernismo en su plenitud, si estás dispuesto a dedicarle tiempo, ese tiempo que sus novelas requieren, parafraseando al escritor: a “no olvidar saborear sus novelas”,  es más que probable que no te decepcione, muy al contrario, será tan estimulante que, posiblemente, no quieras parar de leerlas.

Valoración del libro: