Poema a tres voces de Minase. Renga de Shôchô, Shôhaku, Sôgi. Liturgia oriental poética

 

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¿Se puede encontrar belleza al leer un poema?

“Dormitando a la intemperie bajo el rocío

en un alba de otoño.”

¿Pueden par de versos llenarte de tristeza?

 “Con tanta tristeza en mi corazón,

¿hacia dónde he de ir?

¿Puede la naturaleza ayudarnos a desentrañar lo que sentimos?

“El viento de otoño sabe el desamor

de una persona inconstante.”

Al fin y al cabo, la poesía, ¿nos enseña a vivir?

“La soledad se aprende

del sonido del viento en los pinos.”

 

Cada página, compuesta por unos simples versos, refulge con preguntas, respuestas, sublimes metáforas que arden en nuestro corazón. Acabo las cien estrofas, leo el postfacio de Ariel Stilerman y aprendo:

“Un atardecer a comienzos de 1488 tres poetas se reunieron en el santuario de Minase (actual Osaka) para componer un poema en honor de un antiguo emperador. Corrían los días finales del primer mes lunar del año, cuando los signos tempranos de la primavera conviven con los últimos fríos del invierno.

No lejos de Minase, la antigua capital (actual Kioto) yacía en ruinas. La guerra entre señores feudales que había comenzado en 1467 tuvo a esa ciudad como uno de sus principales campos de batalla. Palacios y templos fueron destruidos, bibliotecas enteras se perdieron en los incendios. La familia imperial, cuya influencia política era menor, ahora carecía también de sustento económico.

El espíritu venerado en el santuario de Minase era el de un antiguo emperador, Go-Toba (1180-1239). La ofrenda de los versos del Minase sangin hyakuin (Poema a tres voces de Minase) a Go-Toba en el aniversario de su muerte constituía un gesto estético y político.

En términos estéticos, el Minase expresa nostalgia por el esplendor perdido de la cultura aristocrática, de la que habían nacido las obras maestras de la literatura japonesa: las antologías de poemas waka tales como Kokinshu (Colección de poemas de ayer y hoy, 6085) y Shin-kokinshu (Nueva colección de poemas de ayer y hoy, 1205), y la novela cortesana Genji monogatari (La historia de Genji, ca. 1008).

En términos políticos, dedicar los versos del Minase a la memoria de Go-Toba implicaba celebrar al último emperador con influencia política real y con voluntad de frenar el ascenso del gobierno militar (bakufu) y la nueva clase de líderes guerreros (samurái).” 

A pesar de la longitud del texto, creo que vale la pena para explicar, para hacer entender al lector cuál es el origen (hace más de medio siglo), qué fue compuesto por tres poetas  y que tenía un indudable carácter estético y político. En términos estéticos esta nostalgia por un tiempo anterior (Go-Toba, 1180-1239) cargado de esplendor, no está alejada de nuestra sensibilidad; no hay sensiblería, sino verdadero aliento poético. Políticamente, se aprovechaba para ensalzar la figura del último emperador que tuvo voluntad para frenar el ascenso militar.

Una vez tenemos esta información sobre el sentido final del poema, nos falta saber detalles sobre la forma utilizada; el postfacio es muy esclarecedor:

“El renga (literalmente “versos enlazados”) es una forma poética que se compone de forma colectiva y produce un poema de cien estrofas. Una sesión de poesía renga se denomina za: los poetas toman asiento (za significa “sentarse”) y no se ponen de pie hasta haber compuesto la estrofa número cien.

El Minase, considerado la obra máxima del renga, fue compuesto por Sôgi (1421-1502) junto a sus discípulos Shôhaku (1443.1527) y Shôchô (1448-1532). “

Esta liturgia que pudiera parecer rutinaria, actúa como verdadero generador de una sesión poética, los tres autores  no se levantan hasta que han terminado las cien estrofas. No deja de ser paradójico que, de una forma aparentemente monótona, pueda surgir verdadera poesía, pero es cierto que sucede de esta manera. Nos falta un detalle que cierra el círculo poético como si estuviéramos en la misma sesión. Algo presente, pero no evidente en ocasiones, un hilo conductor de cada uno de los versos que se entrelazan entre sí; nuevamente, el traductor nos ayuda a discernir esta característica esencial:

“La unidad poética del renga es la “conexión” o “enlace” (yoriai) entre estrofas (Çku). Cada estrofa que se agrega (tsuke-ku) debe enlazar con la última estrofa (mae-ku) y distanciarse de la penúltima estrofa (uchikosi). De esta forma se garantiza la variedad, el equilibrio y la progresión del poema como un todo. Este principio fundamental se conoce como uchikosi wo kirau: despreciar la última estrofa.

Los poetas del renga solían componer en dos modos. Un poema “serio” (ushin renga) debe obedecer las estrictas reglas de la poesía waka y crear un efecto de belleza profunda […] El Minase, con sus enlaces sutiles, constituye el modelo paradigmático de poema renga “serio”.

La importancia del enlace como fundamento de la poética del renga puede verse en los versos iniciales: 

(Estrofa 1 Sogi)

La cima está aún nevada

la base de la montaña se cubre de niebla

al anochecer.

 

(Estrofa 2 Shohaku)

El agua corre a lo lejos

por un pueblo fragante de ciruelos.

 

(Estrofa 3 Socho)

En el viento sobre el río

un grupo de sauces:

la primavera dejándose ver.”

La sutileza de los enlaces entre estrofas es evidente en el ejemplo con el que lo ilustra: la nieve de la primera estrofa se convierte en el agua que corre a lo lejos en la segunda; el deshielo se produce en primavera, simbolizada por los ciruelos de la segunda estrofa que aparece explícitamente en la tercera. Hilos cargados de sensibilidad que van enhebrándose estrofa a estrofa.

¿Y ahora qué?

El conocimiento con el que nos dota Ariel Stilerman alienta la relectura del poema completo, de nuevo, sin prisas, con la atención puesta en los indudables enlaces que nos vamos a encontrar. Es imprescindible que el lector se obligue a leer lento; me obligo yo mismo a degustar cada palabra; esta nueva relectura me trae nuevos momentos de sublimidad que se suman a los que ya había sentido; la brillantez  con que se une una estrofa a la siguiente es ahora discernible:

 

“Tan distante, ¿quién ha de ser

dueño de un corazón así?” (155)

 

“Desde hace mucho tiempo

hay tan sólo decepción

en el camino del amor.” (157)

 

O en las tres estrofas que cierran el poema:

 

“Una choza improvisada desde donde se ve

elevarse el humo.” (207)

 

“En una vida de pobreza

aún es posible

la virtud.” (209)

 

“Que para todos

el camino se extienda justo.” (211)

 

Como bien dice Ariel:

“El encanto del renga surge del ritmo que los sucesivos enlaces crean, y que la prosa seca de las notas al pie no haría sino entorpecer. Sin embargo, algunos de los enlaces pueden resultar oscuros a primera vista porque esconden ilusiones literarias o referencias a convenciones poéticas. En esos casos para evitar las notas al pie, se ha optado por incluir a lo largo de este posfacio, citándolas como ilustración de las diferentes dimensiones del renga, aquellas estrofas del Minase que requieren comentario.”

La relectura es un placer inesperado pero inevitablemente subyugador; al fin y al cabo, descubrimos nuestras emociones hasta en las palabras menos inspiradas:

 

“No queda sino la poesía:

descubrir emociones

aun en palabras descoloridas.”

 

Los textos provienen de la traducción de Ariel Stilerman de El libro de la almohada de Poema a tres voces de Minase. Renga de Shôchô, Shôhaku, Sôgi publicado por Sexto Piso.

El libro de la almohada de Sei Shonagon. Intimismo milenario

AlmohadaSegún leía el libro, dos textos brillaron con luz propia por lo que suponen una vez pasados más de mil años dese su publicación:

“Oscurece y casi no puedo seguir escribiendo y mi pincel está gastado. Sin embargo, yo quería agregar unas cosas antes de concluir.

Escribí estas notas en mi casa, cuando tenía mucho tiempo libre, y por lo tanto nadie se enteraba de lo que estaba haciendo. He incluido cuanto he visto y he sentido ya que mucho de lo que hay en él puede parecer maligno o aun perjudicial para otros, tuve cuidado de ocultarlo. Ahora se ha hecho público, que era lo último que yo podía esperar.” 

“Después de todo, lo escribí para divertirme y puse las cosas exactamente como ocurrieron. ¿Cómo podrían mis apuntes compararse con los muchos libros memorables que existen en nuestro tiempo? Los lectores han declarado, sin embargo, que puedo enorgullecerme de mi trabajo. Esto me sorprendió mucho, pero supongo que no es tan raro que a la gente le guste mi obra, porque como se desprenderá de estas notas, soy la clase de persona que aprueba lo que otros aborrecen y aborrece lo que les gusta. Piense lo que piense la gente de mi libro, todavía me arrepiento de que haya visto la luz.”

En el primero de ellos se produce una descripción de su proceso a la hora de escribir, el momento que buscaba para hacerlo, el tiempo del que disponía y su pretensión inicial de no hacerlo público. El proceso creativo, describirlo, como una experiencia de vida, lo que ha visto y sentido lo reflejó en esas páginas. En el segundo se corrobora precisamente el fin lúdico que tenía al escribirlo y, desde luego, no era consciente de la calidad del material que escribía al comienzo. Después de tanto tiempo, podemos certificar, en nuestras manos, que estaba creando un clásico de la literatura japonesa (y de la literatura universal).

Para dilucidar la relevancia del texto, el prólogo de María Kodama es sumamente esclarecedor;  en primer lugar, sabiamente, se encargó de dotarla de un marco histórico:

“El libro de la almohada de Sei Shonagon pertenece al período Heian, que abarca del año 794 al 1185. El libro podría fecharse alrededor del año 994. Poco sabemos de la autora. Nació probablemente en el año 965 y fue dama de la corte de la emperatriz Sadako durante la última década del siglo X. Su padre era un oficial del clan Kiyowara, pero era más conocido como investigador y poeta. Sei Shonagon se casó con Tachibana no Norimitsu y tuvo con él un hijo. Su vida después de dejar la corte a la muerte de la emperatriz es totalmente desconocida. Shonagon menciona en su libro sólo una vez a su padre, nada más sabemos de la biografía, pero ¿importa una biografía frente a la inteligencia y sensibilidad que revela un autor a través de su obra?

Sei Shonagon formará parte de la pléyade de escritoras que durante el período Heian harán florecer la literatura en lengua vernácula en un momento único en la historia de la literatura. No podemos dejar de mencionar su rival Murasaki Shibiku, que con su obra La historia de Genji introducirá en el mundo la primera novela psicológica. Gracias a estas autoras y a otras tenemos una vívida pintura de lo que era la vida de la corte hace más de mil años.”

En efecto, más de mil años desde que se perpetró; de esta manera sabemos el período en el que se escribió y cuál era el oficio de su escritora (dama de la corte); sorprende muchísimo que en una época tan lejana hubiera tantas escritoras que se dediquen a este oficio, muy diferente de la misma época en la cultura occidental; y establece un paralelismo obligatorio con su coetánea Murasaki Shibiku, de la que durante este año leeré La Historia de Genji.

A continuación pasa a describir la personalidad de Sei Shonagon en base a su estilo y los temas tratados, sinceramente, creo  que está muy bien descrito, desde su frivolidad hasta su agudeza y su sensibilidad poética; rasgos que se unen indisolublemente para escribir un libro único:

“La escritura de Sei Shonagon revela una personalidad de mujer aguda, observadora, bien informada, rápida, sensible a la belleza del mundo, al destino de las cosas, en suma, una personalidad compleja e inteligente. Revela también rasgos de frivolidad e intolerancia para su trato con gente social o intelectualmente inferior; un crítico japonés la llamó “lisiada espiritual” y consideraba casi patológica su adoración por la familia imperial. Sin embargo su personalidad tiene un rasgo distintivo que trasunta en su literatura y que la diferencia de sus contemporáneas al describir sus relaciones con los hombres. Se asemeja a ellas en su amor por el fausto, por el color, por una mezcla de inocencia y sofisticación y por su deleite ante la poesía.”

Seguro que todos los que habéis llegado aquí os estaréis preguntando el contenido a estas alturas; nada mejor que irnos a los siguientes párrafos:

“El título El libro de la almohada, en japonés Makura no Soshi, cuya traducción literal sería “notas de la almohada”, es una denominación genérica para describir un libro de notas totalmente informal, que los hombres y mujeres escribían cuando se retiraban por las noches a sus cuartos y que guardaban posiblemente en los cajones de las almohadas, que eran de madera. Anotaban ahí las impresiones que durante el día habían vivido u observado. Esta forma de literatura parece ser autóctona del Japón y se conserva hasta el presente como “escritos ocasiones”, e incluye alguno de los más valiosos trabajos de la literatura japonesa.” 

“Sei Shonagon en su obra describe largas listas de nombres de insectos, de plantas, de cosas agradables o desagradables, de temas poéticos, al modo conocido por occidente que utiliza Homero en los famosos catálogos de las naves, de los mejores guerreros, de los caballos. Esta técnica insólita en apariencia  es retomada por Borges cuando hace de esas enumeraciones que le eran tan caras, poemas de inigualada belleza. Además de las 164 listas, el libro está formado por anécdotas, anotaciones diarias, descripción de caracteres, y la vida de la corte con sus con sus costumbres, sus juegos, sus intrigas y también su crueldad. Borges creía que un libro de esta naturaleza, que no tuvo una versión impresa hasta el siglo XVII (circulaba en manuscritos), debe haberse ordenado y reordenado no sólo por su autora sino a través de las sucesivas lecturas que los especialistas hicieran de ellas a través de los siglos. Esto debe de haber sido muy difícil desde el punto de vista de la estructura del libro.”

Una serie de notas que relatan experiencias vividas durante el día, a modo de diario, de manera informal y que se complementa con listas de todo tipo que van desde poesías hasta catálogos de naves y caballos, y claro, anécdotas y descripciones de la vida de la corte; la selección que realizaron Borges y Kodama es, simplemente, excepcional por su eclecticismo y sensibilidad poética. También se señala su defecto más visible: la estructura. Es difícil, después de tanto tiempo y tantas variaciones, cuál era la ordenación original de una catálogo de temas tan variados.

Me gustaría señalar también la explicación a que las mujeres fueran las transmisoras literarias de la época, todo cobra sentido:

“Puede parecer curioso el hecho de que este período, uno de los más importantes de la literatura japonesa, esté representado casi exclusivamente por mujeres. Esto se debe a que la escritura con ideogramas chinos estaba prácticamente en manos de los hombres; las mujeres utilizaban los silabarios japoneses hiragana y katakana, este último con trazos más geométricos destinado a la transcripción de los nombres  o palabras extranjeras. Por ello en Murasaki Shikibu o en Sei Shonagon encontramos los ideogramas sólo para nombres propios, títulos o citas; es imposible hallar en todas sus obras una sola palabra o locución china.”

No puede faltar algún texto más para conformar lo anteriormente dicho; el siguiente párrafo, muy lírico describe un espectáculo primaveral; es paradigmático de su estilo y refleja su gran sensibilidad ante los fenómenos naturalezas, ante la belleza que observa:

“En el tercer día del Tercer Mes, me agrada ver el sol que brilla sereno en el cielo de primavera. Es entonces cuando florecen los durazneros. ¡Qué espectáculo nos brindan! Los sauces son también encantadores en esa época, con los brotes todavía cerrados como gusanos de seda en sus capullos. Cuando las hojas han brotado ya no me atraen. En efecto, todos los árboles pierden su encanto cuando sus flores se deshojan.

Es un gran placer arrancar una larga rama florida de un cerezo y ponerla en un gran florero. ¡Qué hermosa tarea para ejecutar frente a una visita mientras se conversa!”

Lo mismo puede decirse del siguiente, donde aparece un día en el Palacio en el que se produce la recitación de poemas y cómo el propio emperador, más adelante, se quedará subyugado y asombrado por su capacidad para recordar poemas y ligarlos con el momento presente:

“Estábamos sobrecogidos por toda la encantadora escena. Fue entonces cuando Korechika lentamente recitó un antiguo poema: 

Pasan los días y los meses, pero perdura para siempre el monte Mimoro.

 Profundamente impresionada, sentí el deseo de que todo esto durara mil años. En cuanto las damas que servían en el comedor principal llamaron a los caballeros de honor para que se llevaran las bandejas, Su Majestad volvió a la sala de la Emperatriz. Entonces me pidió que untara la piedra con un poco de tinta. Deslumbrada, pensé que nunca podría apartar mis ojos de su resplandeciente rostro.”

 “Semejante fervor por la poesía es realmente conmovedor.

El emperador, que estaba oyendo el relato, quedó muy impresionado.

-¿Cómo es posible que hubiera leído tantos poemas? –dijo, cuando la Emperatriz terminó-. Yo mismo me siento incapaz de leer tres o cuatro volúmenes. Por supuesto, las cosas han cambiado. En aquel tiempo todos, hasta la gente más humilde, se complacía en las artes y tenía el hábito de pasatiempos elegantes. Una historia así no sería posible en nuestros días.”

Ella misma  tenía un especial interés en la poesía, en las artes y en aquello que resultara elegante, de ahí que no dudara en denostar  a otras mujeres que no podían apreciar lo que ella estaba viviendo; indudablemente, no podía ocultar un cierto esnobismo y sensación de superioridad que resulta un poco enervante:

“Cuando trato de imaginar cómo puede ser la vida de esas mujeres que se quedan en casa, atendiendo fielmente a sus maridos, sin vísperas de nada, y que a pesar de todo se creen felices, me lleno de desprecio. Pueden ser de alcurnia y no haber tenido ocasión de saber lo que es realmente el mundo. Ojalá pudieran convivir con nosotras, aunque sólo fuera como servidoras, para darse cuenta de las delicias que están a nuestro alcance.

No soporto a los hombres que piensan que todas las servidoras del Palacio son frívolas o malas.”

De todos modos, es un pequeño apunte de su compleja personalidad que no puede ensombrecer un documento excepcional desde todos los puntos de vista: como fresco histórico de un pasado muy lejano, como descripción de las costumbres de la época y de la realeza japonesa en particular y, sobre todo, por su alta sensibilidad cargada de sutileza y lirismo.

“Anoté en mi libreta un poema que me había impresionado. Desgraciadamente una de las criadas lo vio y recitó los versos torpemente. Es terrible cuando alguien recita deprisa un poema sin el sentimiento apropiado.”

Qué terrible es comprobar que ya nadie sabe recitar un poema a través de un libro de más de mil años de antigüedad.

Todo es poesía en un libro inolvidable.

Los textos provienen de la selección y traducción de Jorge Luís Borges y María Kodama de El libro de la almohada de Sei Shonagon editado por Alianza editorial.

Solsticio de Joyce Carol Oates. Confrontación psicológica

303580Decidir cómo comenzar este año tan especial era fundamental para dar impulso a mi idea; lo único que tenía claro era que quería empezar con algo que me gustara mucho; al fin y al cabo se trata de leer, y si no te diviertes leyendo, estás apañado; de ahí que, a modo de círculo que se cierra casi desde el primer instante, pensé en mi querida Joyce Carol Oates. El libro fue puro azar, un libro descatalogado y que tuve que poner directamente en Good Reads porque nadie lo había puesto en la base de datos, esto es ciertamente extraño teniendo en cuenta que el libro es de 1985 y esta edición, en concreto, del año 2002.

Anécdotas aparte, la elección ha sido muy adecuada; dentro de las eclécticas posibilidades que nos ofrece la vida y obra de Oates, este libro concretamente, por el tema trata y la forma de hacerlo tiene que ver con una forma de escribir que podría estar asociada más a mujeres, al tratar la extraña relación de amor-odio entre ellas. Al estar leyéndola, de hecho, me vino a la cabeza la idea que sostenía Adrienne Rich según la cual las mujeres llegan a un grado de amistad tan íntimo, tan especial que no puede ser replicado por ninguna amistad entre hombres, ni siquiera homosexual. Rich lo contextualizaba incluso entre amigas que no tienen por qué ser lesbianas.

En Solsticio, Joyce Carol Oates aborda este tipo de amistad entre dos mujeres radicalmente distintas, por origen y condición social, por un lado tenemos a Mónica, a pesar de su juventud es experimentada en la vida, a sus veintinueve años se ha divorciado ya, está huyendo del recuerdo de una época que le hizo olvidar lo preciada que era por sí misma:

“Mónica, sin sentimentalismo, se vio como una mujer, anteriormente una jovencita con el poder (que no sabía de dónde provenía) de convencer a los demás, durante un tiempo, de su cualidad de “dorada” y especial. La lógica emocional del amor por ella.

Se había casado a los veintiún años y divorciado a los veintinueve. Tenía que rendir cuentas por los ocho años, más o menos. (Se había ido a vivir con su novio, en lo que figuraba ser un gesto de desafío, siete u ocho meses antes de la boda. Pero ni la familia de él ni la suya decidieron responder al desafío.) Estaba empezando a olvidar muchas cosas. Ya había olvidado mucho.”

Por el otro la poderosísima figura de Sheila Trask, artista con un marido famoso y relacionado con el arte; su descripción es muy significativa, utiliza las características físicas para subrayar la psicología que hay detrás, su llamativa personalidad, incluso la adopción de rasgos de hombre, pero singularmente atractiva:

“Así, cuando en la animada fiesta de los Green vio por casualidad a una mujer alta, que entraba en la habitación, de pelo oscuro, vestida de forma descuidada, lo único que pensó Mónica fue que era extraña, llamativa, un “carácter” con un estilo no del todo tangible. Era una mujer de cinco o seis años mayor que Mónica, de unos treinta y pico años, y bastante atractiva, incluso –casi- hermosa, con unos ojos negros burlones, unas espesas cejas sin depilar y una boca grande, seria y curiosa. Tenía un tipo casi dolorosamente anguloso, los hombros caídos, y toda ella era desgarbada. A diferencia de los demás invitados de los Green, no se había tomado el acontecimiento con la suficiente seriedad como para vestirse en consecuencia; llevaba una falda negra sin forma que le caía irregularmente sobre las pantorrillas y una camisa de algodón, barata y demasiado lavada, y lo que parecía ser una chaqueta de hombre de tweed, sin abrochar, que le colgaba de los delgados hombros. Una curiosa ave rapaz, pensó Mónica, maniobrando para poder observar más fácilmente a la mujer.”

La amistad entre ambas será el eje de un libro que juega con la caracterización psicológica, en una relación de opuestos, extraña, más difícil de entender desde una perspectiva de un hombre; una relación de extremos donde el odio y el amor aparecen íntimamente relacionados:

“Mónica, mirándola fijamente, no lograba decidir si le disgustaba profundamente Sheila Trask y quería que se marchara o bien sentía el tirón de su poderosa atracción.

Sheila empezó a meditar en voz alta, diciendo a Mónica que envidiaba sus libros, estos libros concretamente (ejemplares de las Brontë, de Dickens, George Eliot, Trollope, Penguins de lomo naranja) estaban tan doblados en las puntas y gastados, tan subrayados y anotados, que era evidente que el lector no sólo había leído las novelas, sino que las había vivido. ¿Qué valor tenía una novela si no se podría vivir?… ¿Si no era más que una cuestión de palabras colocadas con pericia?”

En el anterior texto podemos comprobar estos extremos en el párrafo inicial; en lo siguiente Oates define el sentido de la novela, más como experiencia que simple entretenimiento; si no podemos vivir una novela, ¿qué valor tiene juntar letras?

Esta confrontación de dos personalidades tan radicalmente opuestas es utilizada por la autora para caracterizar cuestiones de género de diferentes formas, una de ellas es la presencia de la mujer en el arte, como expliqué anteriormente con El mundo deslumbrante de Siri Hustvedt la mujer tiene que luchar aún más por conseguir abrirse un hueco en la cultura, por conseguir que la valoren por su obra más allá de ser “la mujer… de alguien conocido”:

“Si hablaban de Sheila Trask en algún aspecto profesional, era sólo para hablar de Morton Flaxman, quien fue uno de los “grandes nombres” de la región durante muchos años. Había vendido su obra a museos y colecciones de todo el mundo, se había escrito sobre él en revistas nacionales, se le habían concedido premios y había rechazado premios. Había aceptado encargos y rechazado encargos, se le había mencionado junto a Moore, Calder, Lipchitz, David Smith.. En su época fue polémico; no tenía pelos en la lengua. Frente a la biblioteca de la escuela se exhibía orgullosamente una de sus obras tempranas, una especie de figura de piedra, aluminio y bronce: su enigmático nombre era Solsticio.”

Sin embargo, con Mónica aborda temas más estructurales sin ser explícita, como el hecho de tener que comportarse de una manera a pesar de estar pasándolo mal, su creencia errónea de que eso le vendrá bien porque se la ha educado así:

“En Wrightsville, secuestrada en su habitación, se pasó varias horas (intoxicantes y agotadoras) estudiando detenidamente los álbumes de recortes que había hecho en el bachillerato, buscando a Mónica, la muchacha dorada, Mónica la reina del baile (el penúltimo curso: había sido acaso la vertiginosa cumbre de su vida social?), para darse ánimo con sus tempranos éxitos. Sabía cómo sonreír, entonces, tal como demostraban esas fotografías, sabía cómo expresar felicidad aun cuando no siempre la sintiera. Pues lo volveré a intentar, pensó Mónica inspirada: seré de nuevo esa muchachita.”

Más explícitas son las referencias posteriores, pero no menos gráficas, como el caso de la enfermera que, en una clínica abortista, acepta, como si no hubiera posibilidad, la maldición de que este sea un mundo de hombres; lo más doloroso es que se da cuenta de ello en un lugar enteramente dedicado a mujeres, que “huela a desinfectante”, es una cualidad que Oates asocia a una situación en la que la mujer necesita ser desinfectada, desparasitada…

“Este es un mundo de hombres, había dicho una de las enfermeras, hacía años, en la clínica de abortos. Este es un mundo de hombres: dicho con un suspiro, como si hablara del tiempo o de la hora del día. Un mundo de hombres, precisamente ese mundo, una clínica iluminada por fluorescentes y oliendo a desinfectante, poblada exclusivamente por mujeres.”

Extremo tras extremo, como en el momento en que Mónica sufre una violación; su único refugio es Sheila y aún en esa situación, con su apoyo, no es capaz de encontrar la culpa en el hombre que la ha maltratado sino que se acusa a sí misma; otro indicio de la estructuralidad inherente y establecida donde se convierte a la víctima en la causante de su daño:

“Sheila le tomó la cabeza en sus brazos, la meció, le preguntó si quería que la llevara a un médico. Si quería que Sheila denunciara a ese hijo de puta a la policía.

Porque, al fin y al cabo la había violentado. Técnicamente y legalmente era una violación.

Mónica se echó a reír, y luego a llorar otra vez, en los brazos de Sheila.

No, no quería ir al médico, y no quería denunciarlo a la policía, sobre todo había sido culpa suya, déjalo estar…”

Mónica, Sheila, dos mujeres, muchos contrastes, una lucha psicológica donde, a pesar de las diferencias entre ellas, se produce un vínculo que más allá de la diversidad, como comentaba al principio sobre Rich:

“Mónica se había equivocado, no estaba mejorando rápida, delirantemente. Le intrigaba el pensar que pronto los huesos le atravesarían la piel. Los huesos de la pelvis, las clavículas, las costillas. Le intrigaba que el “envoltorio protector” de la piel, su piel, pronto se podría disolver; y todo el mundo le entraría.

Ahora hubiera llamado para pedir ayuda, pero se encontraba demasiado floja.

Una llamada a los Jensen de Whightsville, Indiana, pero estaba demasiado floja.

Demasiado floja también para defenderse de Sheila Trask; Sheila imponiéndose ante ella: abriéndose paso a la fuerza en la soledad de Mónica donde no se la quería.”

Nuevas perspectivas que consiguen que abra mi mente a lo que puede ser posible aunque, en un principio, no lo pueda entender.

Empieza mi año, y el estreno es (casi) inmejorable. Lo que me queda por disfrutar.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Isabel Sancho para Solsticio de Joyce Carol Oates.

Internet Safari de Noel Ceballos. El (im)probable discernimiento virtual

BB61_3D_webInternet y todo lo que le rodea se han convertido en un galimatías prácticamente inexplicable para la mayoría de los ciudadanos de a pie, un mastodonte de proporciones ilimitadas que resulta, en muchos casos, una amenaza a un estado de bienestar y a una privacidad que se ve seriamente en peligro; solamente hay que comprobar algunos de los últimos acontecimientos, por ejemplo, para corroborar la sucesiva demonización de twitter y sus integrantes, como bien nos quieren transmitir los medios tradicionales. Los que lo frecuentamos, en cambio, encontramos razones muy fundadas para necesitarlo, pero todo ello produce una serie de contradicciones que tienen como centro los límites entre lo real y lo virtual.

En este orden de cosas,  el autor del ensayo Internet Safari nos dice lo siguiente en el prólogo:

“Internet Safari es un catálogo personal de esos problemas. O más concretamente, de ese choque entre la vida virtual y la vida real, que aún no están lo suficientemente maduras como para caminar en sincronía. Entre esas grietas aparecen cosas como las apps espías, los trolls agresivos, las selfies en Auschwitz, el bombardeo constante de los tests de personalidad, el pánico a los ataques de hackers, el culto a las celebridades, los errores en los mapas, la soledad detrás de cada DM amoroso, los planes de dominación global a través de memes, la desconfianza hacia las grandes corporaciones, la obsesión por los gatitos…

Y, especialmente, Internet Safari es un intento de responder a la pregunta de por qué  mentimos. Por qué miento. Por qué es tan importante, en suma, que Internet crea que soy feliz.”

Noel Ceballos es el autor de este compendio maravilloso de características únicas y que tiene como objetivo mostrarnos lo que es internet, dónde estamos en este momento y, ¿por qué no?, lo que nos puede deparar en el futuro; Noel demuestra su experiencia sobrada (ahora trabaja para GQ pero es imposible glosar todos los blogs y actividades en las que anda metido) a pesar de su juventud y, sobre todo, se muestra didáctico y capaz de discernir entre un mundo tan confuso y ambiguo como este. El decálogo inicial con el que abre el libro (tras el prólogo) sirve como elemento de “enganche” (sólo lo utilizaré una vez) para cualquier lector que se precie por sus ocurrencias; he seleccionado algunos de estos mandamientos como  muestra: 

“4.Este libro está más interesado en las preguntas que en las respuestas. 

Me encanta la metáfora del safari. ¿Se me ha notado ya? Estoy enamorado de ella, y no tiene que ver con el hecho de que me siga aferrando a ese navegador en concreto, pese a que varias personas me hayan indicado, por activa y por pasiva, que estoy cometiendo un error. No: el safari consiste en salir a la tierra salvaje en busca de algo. De experiencias, sobre todo. Pretendo llevarte conmigo de cañas, pero no sabemos si los que vamos a ser cazados somos nosotros. Nos vamos a enfrentar a cosas que vemos todos y cada uno de nuestros malditos días en pantallas y monitores.. pero que aún no comprendemos. O, al menos, no hemos reflexionado sobre ellas, sobre sus implicaciones y su posible papel en nuestras vidas. Internet safari no es un libro de revelaciones absolutas, sino de indagación y exploración casi temeraria. Salimos a la sabana con el machete entre los dientes: quién sabe lo que nos va a atacar.”

Hay dos mensajes resaltables que constituyen la tónica en la que se va a desarrollar el libro, por un lado,  que nos arriesguemos y perdamos el miedo, que no tengamos complejos ante este viaje a lo incognoscible; lo segundo, adopta un papel muy alejado de la condescendencia, abogando sin embargo por la reflexión, y más aún, porque empecemos a reflexionar nosotros, aunque nos equivoquemos, ante lo que nos encontremos. Estas dos actitudes son imprescindibles como punto de partida. Otro mandamiento que quería destacar es el siguiente:

“7. Este libro se ha pensado como cápsula del tiempo.

Internet Safari es el Estado de la cuestión circa 2015. No se habría podido publicar antes, y soy perfectamente consciente de que su condición de manual de uso para la vida moderna no tendrá demasiado sentido dentro de, pongamos, cinco años. Si tú, lector, vienes de ese futuro no tan lejano, tengo dos cosas que decirte: a)no sabes cuánto me alegro de que aún sigas leyendo libros (la perspectiva desde el viejuno, arcaico 2015 solía ser que ya estaríais en pleno Fahrenheit 451 a estas alturas); y b) considera esto que tienes entre manos como una suerte de cápsula del tiempo. Una foto de Instagram de cómo se veían las cosas en un momento muy concreto, pero creo que también muy crucial: el cambio de guardia generacional, los primeros impactos reales de la cultura de internet en la política, el estrechamiento progresivo de la brecha entre la vida digital y lo que conocíamos como mundo real. Por favor no te rías demasiado de lo ingenuos que éramos a mediados de la Década Miley. Porque es así como la conocéis, ¿verdad?”

La metáfora del libro como “cápsula del tiempo” habla muy claramente sobre la evolución del medio, este compendio es válido ahora pero, seguramente,  pierda validez en sus conclusiones pero no en la actitud y capacidad de reflexión, que deberían permanecer intactas (es como cuando uno acaba una carrera, los conocimientos pasan, pero tu capacidad para adquirirlos y renovarte se suponen por haberla acabado); con esta innegable puerta de entrada Noel empieza a desgranar conceptos que van desde Buzzfeed y su relación con tests y quizzes:

“Buzzfeed se ha especializado en artículos que narran una historia a través de gifs de series televisivas, o de gráficos interactivos, o de mensajes de texto que se van escribiendo ante los ojos del lector. ¿Qué esconde este lujoso escaparate? Es probable que una asunción manifiesta de que la capacidad de atención ya no es lo que era y, por tanto, es necesario crear fuegos artificiales que distraigan, entretengan… y se compartan. También observamos una necesidad de colocar al usuario en el centro de cada historia: 20 cosas que solo las personas tímidas entenderán, 15 señales de que has nacido durante los años ochenta, las 30 pruebas de que tu amor por Benedict Cumberbatch es sincero… Por supuesto, en esta última categoría es donde entran los tests y los quizzes.”

Hasta explicar el famoso concepto hashtag y los trending topics que se alimentan de ellos; en este caso nos advierte sobre la capacidad de explicar lo que preocupa y cuánto preocupa a una comunidad de usuarios, no en vano empiezan a tenerse en cuenta incluso para las audiencias así como para hacer encuestas:

“Cuando Twitter (como red social, pero sobre todo como corporación) decidió asumir la creación colectiva del hashtag y manejarlo ella misma a través de los famosos tuits promocionados por marcas, solo estaba demostrando ir a rebufo de su comunidad. Ahora, el hashtag forma parte del diseño de su web, de su argot, de su identidad corporativa y de su misma esencia. Los trending topics pueden servir para saber aproximadamente cuántos espectadores están viendo el final de una serie de la HBO, pero también son una fuente de inteligencia colectiva. Nos explican cuáles son las preocupaciones principales de su gigantesca comunidad de usuarios, así que son como una encuesta que se actualiza a cada minuto.”

No puedo ocultar que estoy bastante de acuerdo con el narcisismo inherente del fenómeno “selfie”, tan en boga en la actualidad, pero nadie lo explica como él:

“En realidad, no importa el número de personas que aparezcan en una selfie o lo grande que sea su angular. Una selfie siempre en una manera de reclamar un entorno o una experiencia común y articularlos en primera persona. Por eso, quizá, las selfies son la piedra angular de la Primera Iglesia Unificada de Mí Mismo, mucho más que los tuits o los perfiles de Facebook. Por un lado, esto me hace sentir increíblemente bien: si la mayor característica de la modernidad y la postmodernidad era la insignificancia de la persona concreta, que había sido sepultada por las masas urbanas hasta convertirse en una simple hormiga entre la multitud, ahora cada uno puede volver a dar importancia entre la multitud, ahora cada uno puede volver a dar importancia a su historia personal dentro de la colectividad. El Yo vuelve a importar, y además cada uno de nosotros tiene pleno dominio sobre cómo se configura (al menos, en nuestras vidas digitales). Pero por otro lado, no puedo dejar de pensar en todo lo que dicen esos Nuevos Estudios. Lo de que la tecnología está dando rienda suelta a unas tendencias narcisistas innatas que me están volviendo más egoísta, más celoso, más solitario. Sobre todo más egocéntrico.”

Uno de los momentos que más gustará al lector tiene que ver con la exposición de aquellos que pueden ser considerados como villanos, no quiero ponerlos todos porque quitarían la sorpresa al lector, pero sí me gustaría presentar la forma en que lo hace, utlizando conceptos utilizados anteriormente (selfie) tenemos el modélico ejemplo de Breanna Mitchell, que se hizo un selfie en Auschwitz; la idea de ser un villano inconsciente sin tener una motivación concreta más allá de su propio narcisismo y que todo ello generara un linchamiento común colectivo es, ciertamente, fascinante:

“Y, aunque la Princesa Breanna estuviese mintiendo y su selfie fuera solo una selfie, debería perturbarnos la facilidad con la que gritamos a los jóvenes que tienen que aprender unas ciertas normas de decoro en la era digital. Breanna Mitchell fue una villana sin una motivación concreta que le dio a la comunidad internáutica una verdadera causa común, amén de demostrarnos lo cerca que estamos en todo momento de constituirnos en pelotón de linchamiento ante cualquier provocación. Con esto en mente, me armo de valor y le envío un cuestionario (a través de una cuenta de correo que siempre sospeché falsa) a la única personalidad de Twitter que parece estar reflexionando continuamente, en tiempo real, sobre la facilidad con la que todo tuitero se apunta a una humillación pública.”

En la segunda parte el autor reflexiona sobre las razones del éxito de fenómenos como los youtubers; parece una paradoja que un medio global de masas tenga que tomar como base la intimidad para triunfar:

“Lo que ahora vale dinero no es el lujo y los valores de producción, sino la intimidad. La sensación de proximidad. El secreto de muchas estrellas de la webcam consiste en saber gestionar su presencia en las redes sociales. No solamente siguen en Twitter a sus mayores fans, sino que interactúan con ellos casi a diario. Les envían DM personalizados invitándoles a su próxima sesión. Charlan con ellos sobre libros y películas. En definitiva, se cuelan en su universo virtual privado y entran a formar parte de él.”

Me quedo especialmente con dos teorías que podrían dirimir hacia dónde va el futuro, la primera de ellas se refiere a El Nuevo Inquietante, que se trataría de una compleja dicotomía donde ser cercano y extravagante se cumple al mismo tiempo:

Kanye West y ella grabaron juntos el videoclip Bound 2, un trabajo complejísimo que llevó al crítico de arte Jerry Saltz a considerarlo como la vanguardia de todo un nuevo movimiento: The New Uncanny, o el Nuevo Inquietante. […] El Nuevo Inquietante es una doctrina que propone lo siguiente: ser cercanos y marcianos al mismo tiempo. Aceptar el reto del cubo de agua helada, pero sustituyéndolo por una sustancia sin identificar. Hacerse Selfies, pero frente a un volcán en erupción. Ser ellos mismos, transparentes… e indescifrables.

El Nuevo Inquietante aspira a ser la nueva lingua franca de supercelebridades que han perdido cualquier posibilidad de comunicarse con sus multitudes de fans de un modo que podamos considerar como normal. En cierto sentido, se parece a la manera en la que una inteligencia extraterrestre intentaría establecer un primer contacto. Y nada lo ejemplifica mejor que “Bound 2.”

La segunda, con la que no puedo estar más de acuerdo, tiene que ver con la influencia maligna de lo retro (nostalgia incluida) en el juicio cultural, un prisma que ensombrece nuestro discernimiento inconscientemente, sin que nos demos ni cuenta:

“La pregunta es si puedo esquivar al espectro, si seré capaz de escapar de la dominancia de lo retro sobre el panorama cultural y buscar nuevas formas de dejar mi impronta en el aquí y el ahora. Una de las principales críticas que se le hacen a los popes de la retromanía y la espectrología es que, quizá, estén viendo la realidad con un cristal demasiado oscurecido por el prejuicio. Quizá vaya siendo hora de dejar de llorar y empezar a construir. A partir de estas reflexiones ha empezado a cobrar forma una noción: La Nueva Estética. Quizá el concepto no te suene, pero seguro que has visto un código QR (esa mezcla extraña entre el camuflaje militar y un código de barras) insertado en un anuncio. Pues, lo creas o no, es un ejemplo de Nueva Estética, que se define como una reacción virulenta a la industria de lo retro. “

En su tercera parte, la más audaz y aventurada, quizá un poco más difusa, pero ciertamente subyugadora, Noel  nos vuelve infinitamente paranoicos desde diferentes perspectivas, sobre todo para concienciarnos ante una perspectiva que no es del todo imposible; utilizar a Philip K. Dick y Eric Snowden como figuras que sirven para corroborar dicha necesidad de estar paranoico, no deja de ser una gran idea:

“En una entrevista grabada en vídeo, Philip K. Dick (el sumo sacerdote de los paranoicos) habló de la paz interior que sintió al llegar un día a casa y comprobar que alguien había estado allí antes, revolviendo sus cosas en busca, posiblemente, de algún tipo de información comprometida que él mismo desconocía poseer. Cualquier otra persona consideraría ese momento como uno de los más terribles de su vida: han entrado en su casa, lo que significa que la están vigilando, lo que significa que la consideran de algún modo una amenaza, lo que significa que su vida podría correr peligro. Para un paranoico, ese incidente es una bendición: no hay mayor victoria que comprobar que su terror irracional no es infundado. No son solo sombras en su cabeza: es real. Todo es real.”

“Esa es la sensación que muchos experimentamos con las filtraciones de Edward Snowden: no estamos locos, sino que realmente están controlando todos y cada uno de nuestros movimientos a través del teléfono móvil, una pieza tecnológica que se han asegurado de instalar en todos nuestros bolsillos.” 

Probablemente estén controlando este artículo que estoy escribiendo; seguramente se enteren de mi recomendación del libro a diestro y siniestro; bueno, al fin y al cabo, lo que quiero es que la gente lo lea y se divierta tanto como lo he hecho yo.

¡Objetivo cumplido!

Ps: a continuación de la publicación del libro, el escritor lanzó un Tumblr   donde se puede ver cómo se actualiza la información referente a este monstruo según lo que va sucediendo. Es un complemento ideal para cuando lo acabes.

Rezagados 2015. Libros que merecían un post más largo

9781444789171Quería dedicar un post con unas pequeñas cápsulas a esos libros que, aunque me hubiera gustado llegar a reseñarlos, la falta de tiempo me ha obligado a que se queden en el tintero. Se trata de libros de bastante calidad en su mayoría pero el final de año ha sido un poco alocado y ya no tienen el hueco. Esto es una especie de reseteo para comenzar a todo trapo con el nuevo año que comienza y del que pronto os haré un nuevo post con la selección de autoras escogidas para enero.

Mientras tanto, aquí tenéis los últimos coletazos del año 2015:

Revival de Stephen King, con autores como el norteamericano, con una carrera literaria tan extensa y prolífica y con tantos temas tratados,  suele ocurrir que los lectores adoptan un mantra que les haga sentirse cómodos; hasta hace poco el mantra iba por el “los libros de ahora no son tan buenos como los primeros” o el ya famoso “no sabe acabar los libros”  (tengo un comentario en el blog recordándomelo, cuando intenté razonarlo con el comentarista, no volvió a aparecer); ahora el que se lleva más es el de, “está muy bien… pero no da miedo”; por otra parte no está alejado de la realidad, en la última época el señor King ha diversificado el tipo de libros que escribe entrando en terrenos de ciencia ficción pura o incluso novela policíaca (aunque siempre haya jugueteado con ello); este último libro podría encuadrarse en este estilo con varias partes diferenciadas, las primeras más de desarrollo de los personajes, donde todo va sumando hasta un final de claras reminiscencias lovecraftianas  que, en este caso, desdice el tópico de los malos finales. Una más que recomendable novela de un autor que escribe cada vez mejor aunque le falte el ímpetu de los inicios.

Voces de Chernóbil de Svetlana Alexiévich, no me da tanta pena que no vaya a llegar al blog este libro; entre otras cosas porque, gracias su reciente Nobel de literatura tanto Acantilado como, especialmente Debate, se están poniendo las pilas de una manera apoteósica y van a entrar varios suyos este año que vendrán por el blog. De hecho, estoy ahora mismo con La guerra no tiene rostro de mujer, que es aún mejor que este que os comentaba. La técnica utilizada por la bielorrusa bebe de las fuentes del periodismo, tiene un trabajo de campo considerablemente extenso en el que la autora recoge los testimonios de las personas afectadas por el tema en cuestión, en este caso el accidente de la central nuclear de Chernóbil. Lo bueno es que no se limita a transponer las conversaciones sino que consigue estructurar la polifonía resultante en un documento que estremece por la narración de sucesos de la forma en la que lo hace. La aparente frialdad no es tal, no podemos más que sentir rabia ante lo que acontece y todo viene por la capacidad de la autora de reflejar una oralidad de manera coral. Hablaré más sobre su técnica, muy interesante, en los próximos libros.

zofia-nalkowska-medallonesMedallones de Zofia Nalkowska, de alguna manera, la técnica anterior la llevó a cabo la polaca Zofia Nalkowska en 1946 en este libro donde se dedicó a preguntar a supervivientes del genocidio nazi en ocho relatos ciertamente conmovedores. La escritora escogió el cuento como forma narrativa y le dotó de un lirismo que no tienen los textos de Svetlana. Ahora que la bielorrusa está tan de moda es buen momento para recordar a ésta también.

El caballero ha muerto de Cees Nooteboom, nunca dejará de sorprenderme Siruela con la forma de publicar la obra del holandés;  de pronto, tras unas cuantas obras sacan esta que supone la segunda en su dilatada carrera y claro, se convierte, más bien, en una obra para incondicionales del autor difícilmente entendible para los le encuentren por primera vez. Yo diría que esta y Philip y los otros (su ópera prima) constituyen experimentos narrativos que el escritor utilizó para desarrollar su idea de literatura, en este caso con juegos narrativos y construcción de la identidad del autor. Una narración muy metarreferencial pero no es una buena puerta de entrada para un neófito con el autor.

Lecturas de mí mismo de Philip Roth, lo mismo puede decirse de esta obra del grandísimo Roth, escrita en 1976, es un compendio de artículos, entrevistas y ensayos del autor que cubren toda su primera etapa como escritor desde su Goodbye Columbus hasta Mi vida como hombre; es muy disfrutable, sobre todo, si conoces todos sus libros del inicio, aunque es cierto que su explicación de la polémica judía a raíz de El lamento de Portnoy es leíble sin conocer el libro; sin embargo creo que el mayor jugo se le puede sacar con la lectura complementaria de lo anterior, hay mucho buen humor, mucha reflexión y metaliteratura a raudales. Roth es un autor imprescindible de leer desde el punto de vista cronológico, su evolución es más clara desde esa perspectiva que leyendo puntualmente alguna obra aislada.

poridentidadLos hechos de Philip Roth, lo cronológico se puede aplicar igualmente a este libro, engañoso como pocos; escrito justo después de todas la novelas de Zuckerman (hasta La contravida) sin embargo no suele incluirse en las novelas de este personaje de ficción y es un error más que tiene que ver con el juego de confusión de la identidad que nos propone el escritor norteamericano. Esta obra pasa por una autobiografía poco convencional donde se relatan unos hechos como si fueran reales y relativos a la vida de Roth. Nada es lo que parece, la carta final de Zuckerman en tono de reproche es magnífica y no hace más que refrendar el juego al que nos somete el autor, novela tras novela.

Engaño de Philip Roth, extraña novela esta, escrita en 1990, que se compone enteramente a base de diálogos bastante ingeniosos que reflejan diversas conversaciones entre el escritor y su esposa, o entre el escritor y su amante; parece mentira que escribiera esta obrita justo antes de sus indiscutibles obras de madurez. Se puede leer pero no aporta mucho más al canon Roth.

El buen relato de J. M. Coetzee y Arabella Kurtz, me puede mi afán de completismo con el ilustre escritor sudafricano (ahora australiano). Y más en un libro formado por conversaciones del autor con la psicoanalista Arabella Kurtz donde se ahonda sobre todo en el método psicoanalítico y su relación con la literatura y la propia vida. Me suele aburrir bastante el tema y con este libro me ocurre, inevitablemente, cuando habla ella y remonta cuando, él, como de costumbre, consigue dar sentido a algo tan difuso. Da la impresión de que Coetzee consigue estar  siempre por encima de sus conversadores, todavía me acuerdo de las cartas con Auster que comenté por este blog y que eran un ejemplo de sus virtudes conversadoras y su inteligencia en el análisis.

¡Buenas lecturas!!

La música del siglo XIX de Carl Dahlhaus. Contenido interesante en un formato mejorable

portada_17892Publicado inicialmente en Ópera World en este post.

A priori, no podía interesarme más un libro como el que publicó Akal, La música del siglo XIX de Carl Dahlhaus es un esfuerzo titánico de reflejar toda la música de un siglo que, en lo musical, nos trajo muchos de los grandes compositores que conocemos hoy en día. El formato aparentemente tenía buena pinta, tapa dura, páginas de buen gramaje, y hasta ilustraciones, grabados, etc… Sin embargo, una vez pasas las primeras páginas (llenas de letras sin apenas interlineados, abigarradas… casi como si estuvieran amontonadas) sumado a la difícil prosa de Dahlhaus con frases subordinadas muy largas (¡con digresiones explicativas en el medio!) en las que bastante ha hecho el traductor Gabriel Menéndez Torrellas (en un supremo esfuerzo) para hacerlas inteligibles; es en ese momento cuando te das cuenta de que estamos ante un contenido interesante en un formato mejorable. No dudo que este formato ha sido elegido por precio, una edición más económica por el menor número de páginas; pero es justo señalar que, con esta edición, pocos serán los que se acerquen a ella con echar un vistazo; me temo, por el contenido, que estamos también ante un texto que es más comprensible para los musicólogos que para un simple neófito-aficionado ya que el autor explica con todo detalle a nivel musical conceptos que no son del día a día.

Una vez tenidas en cuenta estas puntualizaciones, es también cierto que el contenido es muy atrayente; el autor divide en largos capítulos un recorrido cronológico del siglo XIX y empieza hablando de las peculiaridades musicales de dicho siglo contrastándolo con el siglo anterior:

“Con la afirmación de que el clasicismo vienés es estilísticamente universal puede connotarse, además de un puente que franquee la grieta entre los niveles de estilo –entre el género elevado y el llano-, también una vinculación más allá de los límites entre los géneros y una supresión de las diferencias nacionales. La obviedad con la que los medios estilísticos de Haydn, Mozart e incluso Beethoven fueron capaces de abarcar todos los géneros musicales -de la ópera y el oratorio a la misa y la sinfonía, y del divertimento a la sonata para piano- fue reemplazada en el siglo XIX por una tendencia a las especialización que hizo imposible imaginarse al compositor de piano Chopin como músico sinfónico, al dramaturgo musical Wagner como compositor de cuartetos o al sinfonista Bruckner como autor de un ciclo de Lieder. La confrontación entre las épocas adolece, no obstante, por mucho que nos tiente su simplicidad, de una equiparación del clasicismo vienés con una época de clasicismo en toda Europa, históricamente inadmisible. No solo Meyerbeer, sino ya Spontini fue compositor de ópera y nada más y nada más; y Clementi pertenece, como Chopin, a los especialistas de la música para piano. La universalidad de Mozart, que representa una excepción, no debe inducirnos al error de creer que para los contemporáneos del clasicismo vienés existió una oposición entre la ópera italiana y la música instrumental alemana que determinase la imagen de la música como una cultura escindida.”

El primero de los rasgos sería entonces esta especialización musical, alejada de los modelos anteriores en los que grandes compositores eran capaces de hacer cualquier género musical; esta especialización traerá en sí mismo una perfección lógica en formas musicales que se convertirán en referencias paradigmáticas como los casos indicados de Chopin o Bruckner. El segundo rasgo tiene que ver con la aparición de la música nacional que Dahlhaus une inevitablemente a una necesidad motivada políticamente:

“El surgimiento de una música nacional aparece casi siempre como expresión de una necesidad motivada políticamente, la cual se pone de manifiesto más bien en épocas en las que se aspira a una autonomía nacional que resulta negada o está en peligro, en lugar de una autonomía conseguida o estable. Y un cínico podría sostener que, desde el punto de vista musical, el impulso para convencerse de una identidad nacional propia encuentra el objeto que necesita: la música de rango que surge en una nación en ciernes es abrazada como música nacional porque satisface el deseo de poseer un patrimonio musical nacional.”

A partir de ahí el autor recorre en el tiempo (desde principios hasta finales de siglo) el contexto socio cultural y político asociado a los compositores en cuestión; centrándose, eso sí, en la parte musical; el siguiente párrafo resume a la perfección la genialidad que caracteriza a Rossini y que comentaba en profundidad Alberto Zedda en sus Divagaciones Rossinianas:

“[…] la premisa según la cual el dibujo melódico constituye la substancia y la agilidad […] un mero accidente la música es, en el caso de Rossini, una premisa gratuita. La aparente bordadura se demuestra, formal y expresivamente, como la esencia que yace en la superficie en lugar de estar oculta en el interior.

La trivialidad del substrato melódico y armónico, la concisión del ritmo que permite que lo banal aparezca como punto culminante, la despreocupada simplicidad del arreglo formal y la inexorabilidad y el impulso de un crescendo que se apodera de los rudimentarios temas musicales y los lanza a un torbellino, se comportan de manera recíprocamente complementaria y constituyen una configuración estética y de técnica compositiva en la cual el refinamiento y el primitivismo están entrelazados de tal manera que uno de los momentos se nutre del otro en lugar de contrariar su sentido.”

Esa subyugadora mezcla donde lo trivial, lo primitivo y las bordaduras se pueden conjuntar con la melodía ,gracias a un ritmo que convierte la música en algo refinado; todo un juego de dicotomías y contrastes; su definición de la Opéra Comique francesa es igualmente esclarecedora:

“No obstante, los rasgos esenciales músico-dramatúrgicos de la opéra comique están basados en la estética de la ópera con diálogos: cuando entre los diálogos hablados, que forman parte de la substancia de las obras, y en los números musicales no debe producirse ninguna ruptura perturbadora, la música, de modo apenas diferente a la música escénica en el teatro, puede desempeñar funciones descriptivas o pintorescas, adoptar el carácter de interpolaciones cantadas o constituir como ensemble una prolongación del diálogo. En todo caso, a diferencia de la ópera íntegramente puesta en música en la cual el lenguaje musical representa una premisa autoevidente, se trata de música motivada.”

También es curiosa la forma de entrelazar un compositor con otro, el manejo de la melodía en Bellini es el nexo de unión con la “melodía infinita” de su sucesor Wagner:

“[…] y Wagner, cuya devoción por Bellini, por quien se dejó arrobar en 1834, no había olvidado en modo alguno cuando un cuarto de siglo más tarde compuso Tristan und Isolde, el musikdrama en el que la melodía, en tanto que “melodía infinita”, produce un vahído sensual e intelectual semejante al provocado por Bellini en lo más íntimo.

“Ah! Non credea mirarte”, el andante cantábile del aria final de La Sonnambula, forma parte de los paradigmas de melodismo belliniano con los que ha de probar su eficacia un intento de captar inteligiblemente uno u otro correlato técnico que contribuya al efecto estético de las “melodie lunghe, lunghe, lunghe.”

O cómo aprovecha, cuando habla de Brahms y su Requiem Alemán para introducir la progresiva “decristianización” en aras de una religiosidad poco particularizada, de un modo más general y sin una fe específica:

“Lo que en Schumann ocurría según parece de forma ingenua, en el Deutsches Requiem de Brahms, una de las obras en las cuáles la época se reconoció a sí misma, alcanzaó en cierto modo el grado de la reflexión. Que en la selección de los textos bíblicos que Brahms reunió, además del carácter litúrgico se evitase antes que buscarlo el carácter específicamente cristiano, no es solamente signo de una religiosidad individual que, sin poseer la fe, se adhiere aún a la esperanza, sino que aparece como la consumación consciente de aquello que en la composición de misas para la sala de conciertos había sucedido hace mucho tiempo[…]: los contenidos de la fe pronunciados en el texto litúrgico se disolvieron en un sentimiento vago, aunque enfático […]Schleirmacher lo llamó el sentimiento de dependencia absoluta.”

De todos modos, es al hablar de Verdi y Wagner donde da el “do de pecho”; en el primer caso, se sirve del cuarteto más famoso de la historia para sintetizar el principio en el que se sustenta la ópera; parte del pequeño ejemplo, una amalgama de sentimientos de los cuatro cantantes que se unen musicalmente; para luego irse a la idea general y consolidada de la ópera como unión indisoluble de la música y la trama; esa unidad artístico-dramática que tan bien entendieron los dos compositores:

“La distinción del cuarteo del tercer acto como “punto drammatico eccelente” mostraba lo que preocupaba a Verdi por encima de todo en el drama musical, que él concebía como drama de los afectos: la simultaneidad de sentimientos contrastantes en el andante (“Bella figlia dell’amore) –la efímera consternación del duque, la burla de Maddalena, la desesperación de Gilda y la vulnerabilidad de Rigoletto, convertida en deseo de Venganza- significaba que el drama se desplaza hacia un punto en el que se ponía de manifiesto al substancia, una substancia que no consistía en la representación aislada –en tanto que números- de afectos, sino en su constatación dialéctica. El cuarteto sintetiza el principio estructural de la ópera en una fórmula musical e inmediatamente sensible: el principio de que, en lugar de abandonarse exclusivamente al instante musical, uno debe tener en todo momento presente la trabazón de los afectos entretejidos desde el punto de vista trágico.”

Lo mismo puede decirse de la influencia en la ópera después de Wagner, la música se convierte en un vehículo para el drama:

“Los efectos que a finales del siglo XIX y en el siglo XX se derivaron de la obra de Richard Wagner, si bien estaban mediados siempre por la música, en raras ocasiones –como en el caso de Bruckner, tildado por Brahms de ignorante- quedaron limitados a una recepción musical que ignorase todos los otros factores. La música se convirtió más bien en el vehículo de una influencia extramusical, como no había sucedido con ningún otro músico, ni siquiera con Beethoven.

Sin embargo, resulta inconfundible que la peculiar dialéctica de la estética wagneriana –la transición de la tesis de Ópera y drama de que la música está únicamente justificada como un medio para el fin del drama al reconocimiento, formulado dos décadas más tarde, de que el drama tiene que entenderse como un hecho de la música que se ha vuelto perceptible- se repite en la historia de la recepción, tanto en la recepción política como en la musical.”

El texto acaba ligeramente embrollado; como ya he indicado anteriormente, la historiografía es una parte muy presente de todo el libro y no duda en señalar la dificultad de hacer un estudio de este tipo en el siglo XIX, con un contexto de carácter tan nacional que a veces se ha confundido con la substancia que genera dicha música y que el autor tanto ha intentado separar; su tesis es que todo proviene de la codificación de una época que no es forzosamente lo que de verdad se practicó:

“Las peculiares dificultades en las que se ve envuelta historiografía tan pronto como no se prescribe el espíritu de la época que describe, en ninguna parte se muestran con mayor nitidez como en la confrontación con el nacionalismo del siglo XIX, de cuyo contexto forma parte también la “idea de la música alemana”. Que un carácter nacional o, por lo menos una coloración nacional constituyan la substancia de una música que muestra una aspiración a la autenticidad estética era tan comprensible en la época de la cultura musical burguesa como el dogma de que la música tenía que ser nueva para ser válida. La hipótesis del espíritu del pueblo y la idea de originalidad determinan conjuntamente y en una extraña interconexión, que se demostraría precaria si se llegase reflexivamente hasta su fondo, la estética de la época, la estética practicada y no sólo la codificada.”

He intentado reflejar las fortalezas y debilidades de un libro complejo que ofrece luces pero, indudablemente, puede resultar sombrío para bastantes lectores que se acerquen a él. Está en vuestra mano decidirlo.

Los textos provienen de la traducción de Gabriel Menéndez Torrellas con la colaboración de Jesús Espino Nuño de La música del siglo XIX de Carl Dahlhaus para la editorial AKAL.

El cuaderno perdido de Evan Dara. Colmena narrativa

Cuaderno_CubiertaHoy en día se habla muchísimo de los editores, raro es el día en que no sale a la palestra la labor de Jaume Vallcorba (1949-2014) o del archiconocido Jorge Herralde, verdadero paradigma utilizado recurrentemente por la prensa dedicada a estos menesteres. A veces a su lado aparecen los “wannabes” esos aspirantes, más jóvenes, normalmente emparentados con editoriales más pequeñas, independientes en su mayoría.

José Luís Amores, el  fundador, editor y traductor de la mayoría de los libros que aparecen en la colección de la pequeña Pálido Fuego , no suele aparecer en estas entrevistas y clasificaciones; él no se puede permitir la publicidad y los “amiguismos” que se gastan otros para llegar ahí, no voy a señalar aquí ninguno porque ya tienen bastante publicidad por sí mismos; sin embargo , tras tres años de ardua lucha contra los elementos: esos gigantes editoriales que copan el mercado con novedades insustanciales en un ochenta a noventa por ciento, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que su catálogo, sus dieciocho títulos, constituyen una rara avis por la calidad que atesoran además de estar muy bien traducidos y editados, un trabajo artesanal, de mucho esfuerzo, de un cierto secretismo en cuanto al anunciar las novedades; privacidad necesaria para que sus libros no sean fagocitados por un mercado editorial controlado por dos inmensos colosos.

Como bien indica José Luís en esta publicación donde comenta cómo lo conoció y lo pudo publicar, El cuaderno perdido de Evan Dara supone un paradigma de todo lo que significa su editorial; libros arriesgados de gran calidad y, él es muy consciente, con un público objetivo alejado de los grandes números (excepto casos puntuales como la famosa Casa de hojas de Danielewski de la que ya hablé por aquí .

Cosas como que el crítico Stephen J. Burn haya realizado la introducción a esta publicación en español de la obra de Dara demuestran el cuidado con el que edita la obra de un tipo tan esquivo como Pynchon y Ferrante, que no duda en renegar de todo el negocio montado  a través de la literatura pero que cede ante propuestas tan interesantes como estas: tan alejadas del mainstream. Volviendo a Burn, es muy interesante comprobar cómo realiza la comparación de Dara con otros autores contemporáneos presentándonos características estilísticas como ese narrador colmena muy lejos de una narración individualizada:

“Con independencia de las diversas actividades capaces de coadyuvar al logro de presencia literaria en Estados Unidos, también es cierto que El cuaderno perdido (y la narrativa de Dara en general) es más difícil de equiparar con las expectativas comerciales de una novela convencional. Sea cual sea la cultura no literaria que salpique una novela de Franzen, Powers o Wallace, y sean cuales sean las excursiones estilísticas que tengan lugar en sus libros, en justicia cabe caracterizar cada novela de estos como un relato entrelazado con varias incursiones narrativas más o menos lineales sobre personajes individualizados y entretejidas en una estructura narrativa alterna. Por otro lado, El cuaderno perdido es una detonación más audaz y más radical del sistema de creencias subyacente en el corazón del género novelesco; detonación que comienza con su rechazo de la soberanía de la escena individualizada, discontinua, y que acaba con la reformulación de la soberanía del individuo por encima de sus distinciones de género.”

No solo subraya diferencias sino las similitudes con autores anteriores, el norteamericano no es un renovador, pero utiliza parte de lo vigente para desarrollar un estilo propio; para lectores de Gaddis, es empezar el libro y recordar muy vivamente Jota Erre; lo bueno del autor es que utiliza distintas estrategias para que no resulte repetitivo:

“Como antecesores del estilo radical de Dara a nivel técnico cabría señalar a Manuel Puig, Ronal Firbank y –quiá el más obvio- William Gaddis. Desde su segunda novela, JR (1975), en adelante, Gaddis transformó progresivamente su obra en un collage de diferentes textos y voces, apoyándose en la energía narrativa del diálogo para hacer avanzar el libro. Llevando la impersonalidad modernista a un nuevo nivel, durante largos tramos este diálogo se presenta sin las acostumbradas señales de posición de la novela realista –los “él dijo” o “ella dijo”-, lo cual proporciona a Gaddis una técnica extraordinariamente económica donde las mismas peroratas llevan implícitas sus propias acotaciones (gestos, relaciones espaciales, atuendo) tradicionalmente ofrecidas por un narrador esforzado.”

Este flujo continuo, nos cuenta Burn, se produce de una manera continua, sin transiciones diferenciadas y palpables entre los cambios de narradores, sientes que ha cambiado pero puede haberse pasado el cambio:

“Del mismo modo, las escenas individuales ya no están diferenciadas, si bien, en lo que tal vez sea el desarrollo más revolucionario de Dara, los cambios entre voces (y ubicaciones) tienen lugar con poca o ninguna fanfarria. El producto final es sorprendentemente legible, con un constante intercambio de voces que crea la sensación de un flujo veloz, en lugar del staccato de intermitencias de los habituales capítulos alternados. Sin embargo el libro no es una mera demostración formal asombrosa; de hecho, en un momento dado Dara parece avisarnos contra semejante conclusión, cuando un personaje se queja de que el “ingenio es enemigo del contenido (296).” Lo que convierte la novela en algo más que una representación de virtuosismo técnico es que el rechazo de Dara a adherirse a una figura exclusiva o trama única está íntimamente relacionado con la temática central del libro.”

Con esto llegamos a la idea dominante del libro:

“Esta visión de interconexión –“de conjunto, de un solo organismo respirando al unísono” (448)- posee una clara e importante dimensión ecológica, elaborada por muchas de las voces del libro. Aunque también se asienta en el hecho de que la cosa más cercana a un personaje unificador y recurrente en la novela es (en un movimiento reflejo del decreto estadounidense 1818 que define una empresa como un ser artificial) la empresa que parece representar la mayor de las amenazas para los diversos personajes y su entorno.”

Una colmena que actúa como un único ser  y que adquiere dimensiones ecológicas (evidente según lees) que se vuelven épicas aplicadas a todos los aspectos extrapolables de la vida; se vuelve un texto de gran riqueza por el manejo de diferentes imágenes que nos van acercando al verdadero significado; como dice el prologuista, nuestro marco de referencia establecido muta a lo largo de la narración volviéndose cada vez más completo:

“Sin embargo, la auténtica riqueza de El cuaderno perdido estriba en que sus implicaciones y goces no acaban ahí. Si las cualidades de la narración cubista de Dara empujan al lector a pensar en la identidad en términos de yuxtaposición, donde el yo es redefinido como nodo individual inmerso en una red infinita, entonces las cualidades del pensamiento de los personajes de Dara empujan al lector a experimental el libro en estéreo: esto es, la plenitud intelectual del diálogo devuelve constantemente analogías para los propios procesos del libro que nos animan constantemente a modificar el marco de referencia que utilizamos para comprender el libro, y lo sitúa casi en contextos por momentos más alejados de los literario.”

La gran esperanza de Burn es palpable en el siguiente párrafo:

“Si los destinos contemporáneos de los libros de Melville y Dara nos enseñan algo es que la narrativa innovadora que plantea preguntas complejas acerca de los costes del imperio americano ha de ascender a menudo una empinada ladera para obtener mayor reconocimiento. Es de suponer que Dara ya era consciente de ello –a fin de cuentas, uno de los temas del libro es una extensa crítica de la frívola cultura publicitaria que abunda “en el adoctrinamiento de la fraudulencia” (254)- pero quizá esa traducción acabe ayudando a El cuaderno perdido a abrirse camino hasta un público cada vez más cansado de “reputaciones fabricadas”.

En efecto, forma y fondo se unen para ofrecer una experiencia lectora tan grata en lo formal como en el mensaje que transmite.

A estas alturas traía un montón de textos del fantástico libro… y me doy cuenta que he dado tanta información con el prólogo que me centraré en tres o cuatro párrafos de ejemplo y os dejo que lo descubráis.

Estos dos siguientes textos son muy representativos del estilo que usa el autor: el primero utiliza la imagen de la película para resaltar lo enriquecedor que sería disponer de la misma sin acabar, elaborando continuas versiones de dicha historia; emparenta directamente con el postmodernismo y su teoría de la recepción, reinterpretar una misma historia según las opiniones de aquellos que la reciben; no debemos olvidar que el autor cada vez que utiliza una imagen, esa imagen es directamente aplicable a lo que él está mostrándonos en el libro:

“[…] de hecho, mientras estaba allí sentado, escuchando a todas aquellas voces pintar el silencioso salón, la situación me recordó un poco a una película que había visto; se titulaba Rashomon, y cuando terminó, por algún motivo, lloré; recuerdo que no quería que la película acabase  que no se resolviera de ninguna forma; yo quería que la película simplemente continuara, que continuara elaborando más versiones de su historia, que continuara elaborando más personajes para que así estos pudieran añadir sus opiniones sobre el relato; de manera que me sentó fatal que la película sintiera la necesidad de llegar a una conclusión y se encendiesen las luces; me recuerdo camino de casa mordiéndome el puño, tratando de evitar llorar por la agitación;”

Tal es el caso del segundo texto, en el que utiliza una metáfora musical a través de una de sus estrategias, el vibrato (variaciones de frecuencia de una misma nota que realizan los cantantes para mantener notas en el tiempo) se convierte en una ruptura de lo establecido como es la variación de narradores dentro del libro de Dara:

“[…] y, dicho sea de paso, nosotros lo percibimos, sabemos instintivamente que hay más que lo que la monocultura musical occidental permite: considérese, por ejemplo, la forma más directa, más analógica con que expresamos emoción en la música: mediante el vibrato; y qué es el vibrato sino una ruptura de las rígidas divisiones entre tonos, una salida temporal de nuestra desgarrada segmentación musical: evocamos nuestros sentimientos más profundos e intensos retorciendo tonos entre el espectro lineal de la escala occidental, mediante la eliminación de su cualidad divisiva; ubicamos lo más humano entre medias, donde ya no estamos cuantificados, constreñidos…”

En el siguiente momento asistimos a su constatación de la necesidad de romper con sus formas narrativas, nuevamente extrapola lo literario con la propia narración:

“[…] … comprendí que había que acabar con mis estrategias fracasadas y compensaciones desesperadas.. que tenía que dejarlas atrás de una vez por todas… pues mis tendencias habían adquirido, advertí, la capacidad de perpetuarse a sí mismas, una fuerza de carácter narrativo, cuya autodeterminación irresistible, imparable, conducía cada vez más a la decepción… y por eso advertí que debía romper con mi narrativa, destrozar por completo esta serie de códigos que siempre traicionan su contenido…[…]”

Al final todo se convierte en una sucesión de voces que se alternan en pequeños diálogos, voces que sucesivamente conforman la destrucción de una sociedad que no puede hacer frente a un desastre ecológico abismal (curioso, en este momento recuerdo a la última premio Nobel Alexeievich y su Voces de Chernóbil, donde se cuida más el fondo que la forma utilizada pero, sin embargo, el fin resulta idéntico):

“-No disponemos de las herramientas adecuadas, ni siquiera de la experiencia científica apropiada, para evaluar estos problemas, le vi decir…

-Seguramente los científicos desconocen hasta el efecto a corto plazo que entre la mitad y un tercio de estas sustancias halladas en el suministro de agua residencial tienen en animales de laboratorio, oí en el Canal 9….

-Sin esta base de conocimiento, evaluar el efecto inmediato sobre las personas es casi imposible, vi…

-Menos conocimiento aún tenemos acerca de qué podría hacer cada una de estas sustancias químicas en un período de tiempo prolongado, oí en la KETC…

-Albert Butsen, funcionario del Departamento de Conservación Medioambiental de Misuri encargado de supervisar el cumplimiento por parte de Ozark de las normativas estatales medioambientales, declinó hacer comentarios sobre el anuncio de la APM, a la espera de su análisis por parte de los funcionarios estatales, condales y municipales, vi…

En este caos colmenar surgen voces individuales donde Dara muestra las imágenes más poéticas para mostrar las situaciones más dramáticas, más patéticas, sin embargo se convierten en pequeñas luces entre tanta sombra:

“-Estaba sentada en la rinconera de la cocina, salpicada por las últimas luces del día, filtradas por las copas de los matorrales del exterior; me había tomado un momento de calma para saborear un té aromático; abrazada por esta opulenta quietud, alargué el brazo y con las yemas de los dedos rocé los bordes de la mesa; y en seguida me descubrí estimulada por su solidez y su corpulencia rectangular la excelente y precisa homogeneidad de su oscura madera lacada, su lisura perfecta y su gravidez soportada por las cuatro patas y la consideración con que habían sido redondeados sus cantos; era, pensé tan manifiesta, y aun así expresaba su intensa presencia mediante atributos exquisitamente desprovistos de imposición; de hecho, era este juego de presencia pura y exquisita falta de imposición lo que confería a la mesa su valor; y volví a alargar una mano, deslizándola por una de las astilladas patas de la mesa, cuando mi hija, Jaquie, se acercó sigilosa –venía de jugar en el cuarto de estar-, me puso la mano en la rodilla y me dijo que debería tener otro niño…”

Mi consejo final: Leedlo. Hay pocas obras como esta.

Los textos provienen de la traducción del inglés de José Luís Amores de El cuaderno perdido de Evan Dara para la editorial Pálido Fuego.

H de Halcón de Helen MacDonald. Intimismo conmovedor

halcon_spa_provDecía una “crítica” (de esas tan de moda) que tenía esperanza en la humanidad porque aparecían entre los más vendidos los últimos libros de Franzen y Mendoza. No puedo estar más en desacuerdo con ella, si esto es lo que más vende (del resto ni mentarlos) estamos en la misma situación de siempre. Yo me sentiría más esperanzado si aparecieran Los desafortunados de B.S. Johnson  o el libro que os traigo hoy: H de Halcón de Helen MacDonald.

No digo que sean malos libros, pero, desgraciadamente redundan en un aspecto que considero bastante pernicioso: lo banal de la socialización lectora. No son pocas las iniciativas que salen al respecto, siempre tengo sentimientos encontrados con ellas. Utilizaré el ejemplo de los clubes de lectura, que animan a leer pero que tienden a homogeneizar las obras escogiéndolas compatibles con todos los integrantes. El problema, en mi opinión, surge con el propio hecho de leer; considero que la lectura es una actividad individual que origina sensaciones individuales que depende, en gran medida, del fondo lector de cada persona y del momento personal de cada uno. Cada persona lee y siente de una manera diferente un libro y eso no es unificable en un club de lectura. Lo habitual es que deriven en una opinión generalizada y, de esta manera, se tiende a elegir lecturas que sean fácilmente socializables.

El marketing descomunal realizado con ellos causa el que se conviertan en elecciones corrientes, puesto que te ofrece la oportunidad de comentarlo con otros lectores,  por estar a la última, y el ruido que llevan per se enmascara propuestas más intimistas y arriesgadas como es el caso de los dos que comentaba: dos experiencias vitales, narradas de formas distintas, y que reflejan cómo afrontar la muerte. No descarto que su problema, posiblemente, sea el temor que lleva ímplicitamente afrontar la muerte, pero no es desdeñable el enmascaramiento  que producen los “bocinazos” de los bestsellers.

Helen MacDonald (1970) es escritora, poeta, ilustradora, historiadora y profesora del Departamento de Historia y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Cambridge y fue la creadora de este H de Halcón, que ganó el año pasado el premio más importante de obras de no ficción anglosajonas: el premio Samuel Johnson. Al hilo del anuncio del ganador en este artículo del Guardian uno de los jueces comentaba al respecto dos temas que me gustaría mencionar: 

“It is very extraordinary because some people call it a wildlife book but of course it is much more than that. It’s a memoir of mourning, a history of falconry, and has this wonderful special vocabulary of falconry. The book is interesting linguistically and interesting technically. Helen describes the process of training a hawk so vividly, you are right there with her. At one point she talks about holding the hawk Mabel and says she can feel her heart had synchronised its beating with the heart of the terrified hawk. It is wonderful.”

“It is certainly a very unusual book,” she said. “As part of the judging process we each made a pitch for our top books, and it was very quickly apparent that Helen’s book was coming out above all the others. It just fitted every criteria we were looking for – everything from originality and beauty of writing and even considerations such as, ‘if you had one book to give a friend which would it be?’, and ‘which book do you think will still be read in 20 years’ time?’”

helen-macdonaldEn el primer párrafo se comenta  la mezcla de géneros, recordemos que trata de la historia autobiográfica de la autora que, a la muerte de su padre, decide adiestrar un azor y esto le sirve para superar la situación. Tal premisa esconde el relato de la propia autora y de su relación con su padre, el adiestramiento del halcón y la historia de un fracaso: el adiestramiento paralelo del escritor T. H. White. A pesar de la aparente simpleza inicial el relato es rico en vocabulario y técnicas empleadas sin olvidar un lirismo subyugador.

El segundo párrafo trae a colación su “inusual” propuesta como elemento diferenciador y, sobre todo, dos preguntas que me encantan y las que respondería afirmativamente. Sí lo recomendaría a un amigo y estoy seguro que seguirá leyéndose dentro de veinte años.

Esta extensa introducción me sirve para iniciaros en algunos de los diversos textos de la obra que me ayudarán a realizar un pequeño análisis (de las muchas posibilidades que ofrece).

Dos recuerdos sirven para que MacDonald plantee la situación. Ambos recuerdos anidan su subconsciente con la imagen de su padre y con su actuación futura. En el primero de ellos se reproduce una imagen de su infancia: la visualización de un gavilán con su padre al lado:

“Un gavilán, ligero como un juguete de madera de balsa y papel maché, pasó como un rayo a la altura de mi rodilla, planeando sobre unas zarzas y luego perdiéndose entre los árboles. Lo miré alejarse, ensimismada en rememoraciones. Este recuerdo era incandescente, irresistible. El aire olía a resina de pino y al vinagre alquitranado de las hormigas rojas de la madera. Mis pequeños dedos de niña aferraban la cadena de plástico de unos prismáticos de Alemania oriental que colgaban, pesados, de mi cuello. Me aburría. Tenía nueve años. Papá estaba de pie a mi lado. Buscábamos gavilanes. Anidaban, y esa tarde de julio esperábamos el tipo de avistamiento que a menudo nos ofrecían: un emerger como de submarino entre las copas de los pinos al alejarse; un atisbo de ojo amarillo; un pecho barrado contra las agujas de pino en movimiento o una rápida silueta recortada contra el cielo de Surrey.”

El segundo, más unido a lo que sentía estando con su padre, tiene que ver con una enseñanza, el cómo, cuando tienes muchas ganas de que algo se produzca, debes esperar, tener paciencia hasta que ese hecho ocurra. Aprender la virtud de la paciencia.

“Pero cuando tienes nueve años, no se te da bien esperar. Yo golpeaba la base de la valla con mis botas de goma. Me movía y distraía. Suspiré. Me colgué de la valla agarrándola con los dedos. Y entonces, mi padre me miró, entre exasperado y divertido, y me explicó una cosa. Me explicó la paciencia. Dijo que lo más importante de todo lo que tenía que recordar era lo siguiente: que cuando tenías muchas ganas de ver algo, en ocasiones lo que tenías que hacer era quedarte muy quieta en el mismo sitio, recordar lo mucho que querías verlo, y tener paciencia.”

Dos ingredientes que son recordados sin sentimentalismo pero que establecerán su modo de actuar, sobre todo tras una situación que no termina de normalizarse; en el siguiente párrafo consigue reflejarlo de manera muy poética, en el final aparece la salida… el azor, en lontananza:

“Terminaba julio y me había convencido a mí misma de que había vuelto a la normalidad. Pero el mundo a mi alrededor era muy extraño. La luz que llenaba mi casa era profunda y lívida, mitad magnolia, mitad agua de lluvia. Las cosas reposaban bañadas en ella, oscuras y muy quietas. En ocasiones sentía como si estuviera viviendo en una casa en el fondo del mar. Había presiones imperceptibles. Goteos en las cañerías. Me sobresaltaba el sonido de mi propia respiración. Había algo más allí, algo junto a mí que no podía ni ver ni tocar, una cosa a una fracción de milímetro de mi piel, algo que estaba inmensamente mal y hacía que la distancia que me separaba de los familiares objetos de mi casa fuera infinita. Lo ignoré. Estoy bien, me dije a mí misma. Estoy perfectamente. Y caminaba y trabajaba y limpiaba y hacía té y limpiaba la casa y cocinaba y comía y escribía. Pero por la noche, cuando la lluvia marcaba puntos de luz anaranjada contra los cristales, soñaba con el azor deslizándose entre el aire húmedo  a otro lugar. Y quería seguirlo.”

Me encantan los paralelismos que va estableciendo en el libro con la vida y obra del escritor británico T. H.White; es la historia de un fracaso (no consigue el adiestramiento)  que le ayuda a la escritora a solucionar sus propias dificultades, en el siguiente texto se refleja la soledad del autor expresada en esa incapacidad de enamorarse que le lleva a hacerlo de alguien que no le haga daño. Macdonald escogerá otro camino, más doloroso, con el adiestramiento del azor:

“En England have my bones, White escribió una de las frases más tristes que he leído jamás: “Enamorarse es una experiencia desoladora, excepto cuando uno se enamora de un paisaje.” No podía concebir un amor humano correspondido. Tuvo que desplazar sus deseos hacia el paisaje, esa gran tabla rasa que no puede devolverte el amor que le das, pero tampoco hacerte daño.”

La presentación del azor es impactante, si tomamos el referente en inglés:

“a conjuring trick. A reptile. A fallen angel. A griffon from the pages of an illuminated bestiary. Something bright and distant, like gold falling through water.”

La traducción (nada mal realizada) expresa a la perfección esa mezcla de magia, mitología y violencia:

“Es un truco de magia. Un reptil. Un ángel caído. Un grifo sacado de las páginas de un bestiario medieval iluminado. Algo resplandeciente y lejano, como oro hundiéndose en el agua. Una marioneta rota de alas, patas y plumas empapadas de luz. Lleva pihuelas, y el hombre las tiene sujetas. Durante un horrible y largo momento está colgada boca abajo, con las alas abiertas, como un pavo en una carnicería, solo que tiene la cabeza vuelta hacia arriba y está viendo más de lo que ha visto en toda su corta existencia. Su mundo era su criadero, que no era mayor que el salón de una casa. Y luego fue una caja. Pero ahora es esto; y puede verlo todo; la fuente de la luz que reflejan las olas, un cormorán que se sumerge a unos cien metros; motas de pigmento encerado en las filas de coches aparcados; colinas lejanas y los brezos que las cubren y kilómetros y kilómetros de cielo, donde el sol se alza sobre polvo y agua y transitan formas ilegibles que son restos blancos de gaviotas. Todo boca abajo y recién estampado en su totalmente conmocionado cerebro.”

0303_mabel-goshawkHasta la elección del nombre del azor cobra, en las palabras de la escritora una indudable subyugación poética, la dicotomía amabilidad-ferocidad se revela como indispensable en la relación con el azor:

“Y allí sentada, mientras doy de comer pedacitos de carne a mi azor, su nombre aparece en mi cabeza. Mabel. De amabilis, que significa adorable o querida. Un nombre antiguo, un poco ridículo, un nombre pasado de moda. Un nombre que tiene reminiscencias de abuela: de antimacasares y té a las cinco. Existe entre los cetreros la superstición de que la habilidad de un halcón es inversamente proporcional a la ferocidad de su nombre.”

El camino más sencillo, y habitual habría sido establecer paralelismos continuos de su relación con el ave rapaz y compararlos con la relación con su padre, otros libros del estilo suelen utilizar esta representación metáforica y es lo más cómodo, lo que espera el lector. Sin embargo, MacDonald establece una dinámica realmente distinta; la trama principal (adiestrar el halcón) solo tiene paralelismo con la historia fallida de White y aprovecha, en momentos específicos, para hacer algún apunte específico que le lleve a su padre; el efecto es que consigue imbuirnos en un mundo sin igual que trata sobre temas abstractos, el vocabulario de la cetrería se une a esta técnica para conseguir un efecto demoledor para el lector que siente como ella cada paso en el duro camino de adiestramiento del azor:

“No estaba adiestrando a un azor porque deseara sentirme especial. No quería que el azor me hiciera sentir que era mi derecho campar por las tierras de mis antepasados más antiguos. No tenía tiempo para la historia, nada de tiempo. Estaba adiestrando al azor para hacer que todo desapareciera.”

Esa desaparición del resto de circunstancias enfoca al lector de tal forma que vivimos cada momento como si nosotros mismos estuviéramos adiestrándolo; el siguiente párrafo lo expresa a la perfección (la comparación con los daimonion de los libros de Pullman es muy pertienente):

“Temía que se desviase, presa de un súbito pavor, y se alejase volando. Pero el batir de sus alas lo llevó directamente a mí, y el golpe de sus fuertes garras aferrando el guante fue un milagro. Siempre era un milagro. Escojo estar aquí, quería decir. No me importa el aire, ni los bosques ni los campos. No había mejor bálsamo para mi dolorido corazón que el retorno de mi azor. Pero ahora ya era muy difícil distinguir entre mi corazón y el azor. Cuando estaba posado a casi veinte metros de distancia en el campo deportivo, parte de mí estaba posada con él, como si alguien hubiera tomado mi corazón y lo hubiera movido a esa distancia. Me recordó a la saga de fantasías infantiles de Philip Pullman Sus materiales oscuros, en la que cada persona tiene un daimonion, un animal que es una manifestación visible de su alma y que la acompaña a todas partes. Cuando alguien se separa de su daimonion, siente dolor. Ese era un universo muy cercano al mío. Me sentía incompleta a menos que el azor estuviera posado en mi guante: formábamos parte el uno de la otra. El duelo y el azor habían conspirado para crear esta situación extraña. Confiaba en que volaría hasta mí tan sencilla y completamente como confiaba en que la gravedad haría caer las cosas. Y tan enraizada estaba la sensación de que el azor volando hacia mí era parte del funcionamiento del mundo que cuando las cosas salían mal, todo el mundo iba mal con ellas.”

En ese orden de cosas, es fascinante cada descripción que realiza del azor, como la del siguiente párrafo; la presencia del azor en su vida la ayuda a vivir el presente (“carpe diem”) y lo emparenta con el fenómeno abstracto que es la muerte; la magia de estar unida al azor, como si fueran uno, afrontando la muerte:

”Hasta la última partícula de su cuerpo hervía de vida, como si desde la distancia pudieras ver emergiendo de él una columna de vapor, que se arremolinara y ascendiera haciendo que todo cuando lo rodeaba estuviera ligeramente borroso, de modo que él destacara todavía más en todo su feroz y corpóreo detalle. El azor era un fuego que consumía mis penas. En él no cabía arrepentimiento ni duelo. Ni pasado ni futuro. Vivía solo en el presente, y ese era mi refugio. Huía de la muerte sobre sus alas rayadas y batientes. Pero había olvidado que el acertijo que era la muerte estaba también inmerso en el azor, y que yo estaba inmersa en él.”

Y gracias a esta simbiosis, específicamente, le sirve para superar el duelo por su padre, el azor, finalmente se convierte en el vehículo para dicha superación:

“Y esa parte de mí había esperado, también, que en algún lugar en ese otro mundo estuviera mi padre. Su muerte había sido tan súbita. No había habido tiempo para prepararse, no había tenido ningún sentido. Tenía que estar perdido. Tenía que estar ahí fuera, en algún lugar del espeso bosque, con todo y todas las demás personas perdidas y muertas. Ahora sé lo que significaban aquellos sueños de la primavera en los que el azor atravesaba una rendija en el aire y entraba en otro mundo. Había querido volar con el azor para encontrar a mi padre, para encontrarlo y traerlo de vuelta a casa.”

Siempre que leo a Ted Hughes, sus poemas sobre la naturaleza, tengo la sensación de estar ante un impulso violento que se mezcla extrañamente con un lirismo conmovedor; cada verso está cargado de una fuerza violenta que sobresalta y embriaga al mismo tiempo; en el caso de MacDonald he llegado a esa misma sensación, “convivir con lo salvaje” es posible al mismo tiempo que emocionarte con un lirismo exacerbado:

“Fue la caza más salvaje que nunca he visto. Sentada junto a la ventana viendo correr el agua del río, empiezo a preguntarme si el hogar puede estar en cualquier parte, igual que lo salvaje puede encontrarse en su más rotunda expresión en un patio trasero de una casa en una calle residencial, e igual que un gavilán puede convertir un columpio en una atalaya de caza más útil que otra en un pino lejano. Maine me ha dado una familia para la Navidad y me ha mostrado que un ave de presa puede formar parte de ella. Me ha demostrado que se puede convivir con lo salvaje. Que puedes traer lo salvaje a casa contigo.”

Como decía al principio, este es un tipo de libro que recomendaré siempre; puede que no entres en él, pero si entras, posiblemente te encontrarás con una obra única:

“No es un duque, un cardenal, un jeroglífico o una bestia mitológica, pero ahora Mabel es más que un azor. Me parece un espíritu protector. Mi pequeña diosa del hogar. Algunas cosas pasan solo una o dos veces en toda la vida. El mundo está lleno de señales y maravillas que vienen y se van, y si tienes suerte puede que vivas para verlas. A mí me había parecido el fin del mundo, pero mi azor me había salvado otra vez, y el miedo se había desvanecido.”

Parafraseando a la autora, hay muchas señales que vienen y se van, espero que tengas la suerte descubrir la sublimidad de una obra inolvidable, irrepetible.

Los textos provienen de la traducción de Joan Eloi Roca de H de Halcón de Helen Macdonald para la editorial Ático de los libros.

Nu)n(ca de Luigi Amara. Lo sublime oculto

nunca

Recordemos de la wiki, la definición y origen de musa:

“En la mitología griega, las musas (en griego antiguo μοῦσαι mousai) eran, según los escritores más antiguos, las diosas inspiradoras de la música y, según las nociones posteriores, divinidades que presidían los diferentes tipos de poesía, así como las artes y el amor.”

Me viene muy bien traer a colación este concepto al hilo de la publicación del poemario Nu)n(ca del mexicano Luigi Amara (ensayista, poeta y escritos de libros infantiles). La musa no tiene por qué ser algo real sino el modo en que muchas veces nos sentimos inspirados a la hora de escribir algo. Sin embargo, en el caso de Amara, sí que utiliza un elemento para reflexionar sobre él, en este caso la foto de Onésipe Aguado Mujer de espaldas que actúa, en este caso, como catalizador de la inspiración poética:

Mujer_vista_de_espalda_Nunca

Amara, durante las páginas que ocupa Nu)n(ca, llevará hasta sus últimas consecuencias lo que es observable y lo que no lo es tanto, así como las consecuencias de esta observación visible/oculta; la espalda que nos ofrece la modelo le lleva a una reflexión sobre su actitud al respecto a la vida, un cierto inmovilismo por comparación con respecto al resto:

 

“Darle la espalda a todo:

                                                eso

es tener estilo. No azotar la puerta, no

escapar con zancadas teatrales,

simplemente voltearse.

Que otros elijan los riscos

susurrantes,

las ruinas

de la noche en su último desplome;

aquí es el grado cero,

el vacío por diorama,

vieja zona del no

sin más explicaciones,”

 

La foto con la modelo de espaldas se convierte en un microcosmos del mundo, detenido en un instante, un instante maravilloso que no deseamos que pase de ninguna manera, solo si ella se da la vuelta podríamos hacer que se terminara, pero no es lo deseable, hemos alcanzado la sublimidad:

 

“El mundo detenido en su destello.

Paladeando el instante en que deseamos

–con tal intensidad, que incluso

temimos darle consistencia

de grito-,

que ella se dé vuelta,

que escuche

nuestro llamado inexistente.

Pero no.

                Por más que las preguntas

asedien su clavícula,

por más que dedos sin peso

rocen sus lóbulos negados,

el giro nunca llega,

 

En la siguiente frase de Magritte que  Amara integra con el ritmo de su poema se encuentra la causa de la sublimidad, no es tanto lo que vemos sino lo que se nos oculta detrás de lo visible; no importa tanto lo evidente sino lo potencialmente visible, es en esa potencialidad donde se encuentra nuestro deleite, aquello que más anhelamos:

 

“René Magritte, decía, escribió:

 

“Todo lo que vemos oculta otra cosa, siempre queremos

ver lo que está oculto detrás de lo que vemos.”

 

Esa extraña que nos gustaría explorar porque no lo conocemos, territorio inexplorado que nos colma:

 

“La espalda habría de parecer

extraña, inexplorada,

como un paraje recién descubierto,

como una franja de la realidad

que nunca visitamos.

 

Como si fuéramos ciegos

a un color

y de pronto un artista

pintara todos sus cuadros

con el mismo, insospechado tubo de óleo”

 

Ese cuello al principio de la espalda que actúa como corte de lo que nosotros podemos llegar a ver; el anhelo de una belleza que nos estamos perdiendo por no ofrecernos su rostro:

 

“Sable, alfanje, cimitarra.

Sable, alfanje, cimitarra.

 

Y en el fondo, un cuello,

ese cuello.”

 

El cristal de fondo no actúa como reflejo, es esquivo y no nos refleja más que sombras que acentúan esa necesidad de conocer lo que no vemos, solo podemos aspirar a escuchar una música que nos ayuda a digerir un ansia que “Nunca” se va saciar:

 

“Tal vez es el cristal

que nos deja mirando

como moscas.

La sombra

japonesa al otro lado

del papel,

la cajita cerrada en que se escucha

la misma necia y desquiciada

música, 

la tonada prisionera

de su loop,

pianola mínima

del nunca.”

 

Precisamente al no desvelar lo que no vemos no perdemos la esperanza de que sea sublime y que nos llene completamente:

 

“[…] porque no tiene rostro,

porque su rostro es todo aquello

que nos falta,

lo fijo que se escapa

en el torrente,

lo que no fue

 –y vuelve-

como niágara negro,

lo que se filtra y deja rastro

de su polvo,

lo que no espera

y no tuvimos

y resbala,

lo que renuncia

y no tocamos

–pero mancha-,

lo que nunca.”

 

A lo mejor Amara nos está alertando de que para ser feliz no hace falta tener todo sino aspirar a tenerlo, y es en esta potencialidad donde radica nuestro afán.  Y es ahí donde nos llevan sus versos, a un abismo de posibilidades que nunca nos decepcionan.

Cuentos completos de E. L. Doctorow. Descubrimiento póstumo

CuentosCompletosEl 21 de julio de este año nos dejó el escritor norteamericano Edgar Lawrence Doctorow; mi relación hasta ese momento no llegó ni a turbulenta, estaba basada en la indiferencia, haber oído hablar de él y, sin embargo, no haber probado ninguna de sus obras, novelas por las que era mundialmente conocido. Su muerte desencadenó (como nos ocurre tantas veces) mi acercamiento a su obra, aunque de una manera poco ortodoxa: a través de sus cuentos.

Da la casualidad que en el momento de su fallecimiento la editorial Malpaso estaba preparando una recopilación de todos sus cuentos como se indica al principio de la antología en una nota aclaratoria:

“E. L. Doctorow murió el 21 de julio de 2015 cuando se corregían las pruebas de este volumen. Durante las semanas anteriores colaboró generosamente con Malpaso para perfilar los detalles de una edición (la primera de todos sus cuentos en cualquier lengua) que esperaba con enorme interés. Ya no podrá verla, pero sirva este libro de homenaje póstumo al gran escritor norteamericano.”

Hablaba sobre lo poco ortodoxo de mi acercamiento y lo hacía fundamentado en el buen prólogo de Eduardo Lago, donde el escritor en primer lugar habla sobre las diferencias entre cuentos cortos y novelas a la hora de narrar:

“En un intento de explicar en qué consiste exactamente la diferencia entre la distancia corta y la larga a la hora de narrar, Doctorow puntualizó que en tanto que una novela es el comienzo de una prolongada exploración, el cuento es un organismo vivo que cuando llega al terreno de la imaginación lo hace de manera súbita y con sus rasgos ya perfectamente formados. La distinción, con ser sugerente, no alcanza a explicar la elusiva magia inherente a la manera de fabular de Doctorow, cuyos entes narrativos nunca parecen tener del todo claro lo que son. La publicación de un volumen como el que el lector tiene en sus manos es de una importancia superlativa por dos razones. La primera, que los cuentos de Doctorow, con ser de una calidad excepcional, jamás habían sido reunidos en un solo volumen, ni siquiera en inglés. La segunda, que el escritor del Bronx goza de un inmenso prestigio como autor de algunas de las mejores novelas norteamericanas de las últimas décadas, pero su labor como cuentista ha pasado prácticamente desapercibida.”

Para, al final de dicha reflexión, referirse en segundo lugar a lo atípico que es acercarse a los cuentos de Doctorow teniendo en cuenta que su fama se fundamenta en la calidad de sus obras largas; se esfuerza Lago en definir la sensación que produce está lectura y señala un detalle primordial: la ordenación de los relatos a gusto del propio autor en una lógica solo comprensible por él:

“Leer un cuento de Doctorow es una experiencia estética un tanto desasosegante. No falta nada en estos relatos, y sin embargo dejan en el lector una desazón muy profunda, como si exigieran que ocurriera algo más, cosa que de hecho sucede, sólo que, extrañamente, fuera de la página.

A efectos de esta edición, la ordenación de los relatos completos de Doctorow la estableció el propio autor poco antes de morir, y no coincide exactamente con la de los volúmenes en que aparecieron de manera originaria, sino que obedece a una lógica superior que solo su creador fue capaz de ver. En este sentido resulta altamente significativo que se respete la profunda unidad que constituyen los relatos integrantes de la segunda colección de cuentos de Doctorow, uno de los volúmenes más perfectos salidos de su pluma.”

Acaba definiendo al autor como algo muy distinto en base a esta experiencia lectora; es curioso porque repasando esto me quedo con esa sensación desconcertante:

“[…] en ellos hay algo que no se manifiesta de la misma manera en las novelas mayores. Para decirlo de manera sumaria, como autor de relatos breves, Doctorow fue un escritor más directo, poético y fugaz; más emotivo y cercano; más íntimo y elusivo; más profundo y misterioso; y, a la postre, mucho más desconcertante. Como se ha recalcado, nunca antes había existido en ningún idioma la posibilidad de adentrarse sin restricciones en lo más hondo del lado secreto de la imaginación de un cuentista excepcional que da la casualidad de que se llama exactamente igual que un novelista a quien llevábamos muchos años leyendo con admiración: Edgar Lawrence Doctorow.”

A pesar de que no haya una unidad de estilo ni temática en ellos, esta recopilación da la impresión de desprender una amalgama de historias desconcertante; parece más un ciclo vital de cuentos que una recopilación de relatos individuales. Incluso me atrevería a que el ritmo “in crescendo” en cuanto a su calidad suponen una especie de relato de formación del autor tanto como persona como artista. Cada fragmento configura un avance parcial, de ahí esa sensación incompleta que va tendiendo a completarse según avanzas en la antología.

Me quedo con algunos fragmentos que refuerzan este sentimiento, como en “Glosas a las canciones de Billy Bathgate” en la que un niño le sirve para reflejar su infancia, los recuerdos de una calle, el sabor de un momento:

“Mientras el niño va olisqueando vidas ajenas al pasar ante las casas del barrio, distinguiendo el olor de las naranjas del de los quesos, los pollos, el pescado y los zapatos nuevos hechos con materiales baratos, debe vigilar con pericia lo que tiene detrás y lo que tiene delante. Solo lleva seis o siete años en este planeta, pero ya es víctima de los chicos mayores (negros, irlandeses, italianos) que acechan, merodean y pinchan, invisibles como las agujas de zurcir; de los policías; del encargado de vigilar a los niños que hacen novillos; del Castigo, que le tira de las orejas para arrastrarle de vuelta al orfanato que está a varias colinas de distancia, a varios valles profundos (muy profundos) de distancia, con ascensos y descensos demasiado empinados, demasiado angostos para unos zapatos de goma tan pequeños, para unos calcetines tan caídos, desmadejados.”

Consciente de que lo sensorial es imprescindible para sentirse integrado en una sociedad que te deja abandonado en un solipsismo inevitable y determinista:

“Si a un hombre le quitas la capacidad de sentir, acabará inventando sus propias sensaciones; si le quitas la vista y el oído y no le dejas oler y ni tocar nada, verá, oirá, olerá y sentirá lo que su mente imagine. Esto demuestra que nacemos condenados a la soledad, que nacemos con hambre de mundo y sin poder compartir esa hambre, y que nuestro corazón rebosa soledad y que esa soledad inunda el mundo, y lo empapa hasta que la primavera de los corazones solitarios se queda sin sangre y entonces ese río nuestro se seca.”

De “Jolene: Una vida” aprendemos que la vida cambia en un instante y casi sin que nos demos cuenta, avanzamos, evolucionamos, nos formamos para lo que está por venir, aunque cueste:

“Tenía más de mil dólares en el cajón de su mesilla de noche. Sabía que con el tiempo podría reclamarlos si estaba dispuesta a dejarse interrogar por la policía, pero nada de lo que pudiera sucederle sería tan malo como lo que le sucedería si asumía ese riesgo. Aun cuando no les dijera nada, ¿qué efecto tendría Sal’s Line en las posibilidades de que ella llegara a su decimonoveno cumpleaños que, causalmente era al día siguiente? Él no estaba allí para decírselo.

Y así es como cambia la vida, igual que azota el rayo: en un instante lo que era ya no es lo que es y te encuentras sentado en una roca al borde del desierto, con la esperanza de que pase un autobús y se compadezca de ti antes de que te encuentren allí muerta como un animal cualquiera atropellado en el asfalto.”

De hecho, en “Wakefield” ahonda en la inconsciencia de las decisiones, en que quizá no estemos tan libres como creemos para hacerlo:

“La gente dirá que dejé a mi mujer y supongo que, si nos atenemos a los hechos, eso es lo que hice, pero ¿dónde estuvo la intencionalidad? En ningún momento tuve el propósito de abandonarla. Si acabé  en el desván del garaje, con todos los muebles viejos y los excrementos de mapache, fue por una serie de circunstancias anómalas –y es así  como empecé a abandonarla, sin saberlo, claro está-, pese a que bien habría podido entrar por la puerta como venía haciendo a diario después del trabajo a lo largo de los catorce años y dos hijas de nuestro matrimonio.”

Lo que sí está claro es que la decisión puede no ser entendible a primera vista, pero a larga escala, como todos estos cuentos en un conjunto, forman parte de la transformación que se opera en ti mismo, sólo se podrán entender más adelante:

“Cualquier puede tener un cambio radical de parecer, eso está claro, y no veo, pues, por qué algo así, junto con todo lo demás, habría de ser impropio de mí. ¿Acaso no podía un hombre, después de una vida responsable y conforme a las reglas, verse de pronto arrancado de su rutina y distraído por un ruido en su jardín trasero y apartarse entonces de una puerta para entrar por otra como primer paso en la transformación de su vida? Y he ahí en qué me transformé, algo que no concuerda precisamente con la idea de perfidia masculina al uso.”

Es quizás ese determinismo, esa incapacidad de elegir tu propio destino ante los eventos que se sucede, lo que subyace en cada narración como es el caso de “Integración” donde el autor dota al destino de un papel sagrado venga de donde venga:

“Da igual que el matrimonio lo hayan concertado los padres o un dios borracho […] y que todo se haga por motivos equivocados: da igual. Sea por mediación de la familia o sea por un deseo de ir a vivir a otro país, la cuestión es que subyace el mismo hecho misterioso, actuando a modo de destino. Y una vez consumado, ya no puede haber nada más.”

Lo que está claro es que está sensación no es placentera para el lector, que se enfrenta a momentos que no entiende, momentos que le incomodan, hay un deje particularmente negativo que el autor utiliza una y otra vez para contener lo vital de cada persona; en “La legación extranjera” podemos asistir a otra metáfora de este estilo donde la casa, el hogar, normalmente asociado a lo cotidiano y a la seguridad de cada persona se convierten en receptáculos de vida, contenedores de dicha pulsión, ¿un eufemismo de tumbas?

“Pero por fuera no se notaba que allí hubiese pasado nada de particular. La casa estaba siempre silenciosa, la puerta cerrada, el coche aparcado en la calzada.

Las casas estaban hechas para contener la explosión vital de la gente de la misma manera que las bombas neutralizan las cestas de red de acero de los artificieros de la policía.”

El fantástico relato final, “Vidas de los poetas”, nos lleva a una vida literaria que, puede ser que el autor no viviera de una manera tan vital como podríamos esperar, sus palabras, como todos los cuentos que llevan a este momento nos llevan a una falta de autenticidad  de los creadores literarios; estaba hablando de él mismo o del mundo que lo rodeaba pero esa definición de la fama de los escritores era ciertamente indicativa de un desencanto latente:

“Bueno, pues, anoche, como me sentía muy fastidiado, me decidí a ir a la fiesta de presentación del libro de Crenshaw en el Dakota. Lo que yo quería era sentirme bien y recordar lo que hacemos. Mi estimado colega se ha dado cuenta de que para conservar fama de leyenda literaria le basta con escribir cada tres o cuatro años una novela floja pero llena de circunlocuciones y conseguir que den fiestas en su honor en salones famosos. Es increíble, se cree con derecho a los honores y los consigue.”

Los cuentos de Doctorow nos llevan al descubrimiento de un autor diferente tanto del resto, como de su propia obra novelística, y, francamente, es una antología de relatos muy sólida y satisfactoria a pesar de las dificultades que sientes al leerlas. Todo un logro para la editorial Malpaso y para nosotros, los lectores, que somos los que disfrutamos finalmente.

Los textos provienen de las traducciones de Gabriela Bustelo, Carlos Milla Soler, Isabel Ferrer Marrades y Jesús Pardo de Santayana  de Cuentos completos de E. L. Doctorow en la edición de Malpaso.

Papá Piernas-largas de Jean Webster. Relato de formación desde la inocencia

papa_piernas_largas“Jerusha tenía imaginación: una imaginación que, según Mrs Lippett, le traería más de un problema si no tenía cuidado, pero por mucho que la usara no conseguía ver más que el umbral del hogar al que quería entrar. Tenía diecisiete años, era pobre, decidida, de espíritu aventurero, pero nunca había puesto el pie en el interior de una casa normal. No era capaz de pintar en su mente la vida diaria de aquellos otros seres humanos, los que seguían con sus cosas sin huérfanos que los incomodaran.”

Esta es la encantadora descripción que Jean Webster (1876-1916) le dedica a la inocente, imaginativa y subyugadora Jerusha (o Judy); una huérfana que sentirá como toda la vida le da un vuelco cuando se encuentra, de golpe y porrazo, con un mecenas que quiere financiar su vida con unas condiciones ciertamente curiosas:

“-Este señor se ha quedado al final para hablar conmigo de las condiciones, que son muy poco habituales. El caballero, he de decir, es algo excéntrico. Pero tú le has parecido original, y tiene el objetivo de que estudies para ser escritora.

-¿Escritora? –Jerusha no podía pensar, solo repetir las palabras de Mrs Lippett.

-Ese es un deseo; si se hace realidad o no, ya lo veremos. Quiere darte una asignación mensual muy generosa… yo incluso diría que, para una chica de tu edad que nunca ha tenido que gestionar el dinero, demasiado generosa. Pero me ha explicado su plan con todo detalle, y no me pareció que quisiera oír mis sugerencias.”

En efecto, que se centre en su carrera de escritora y para ello la obliga a que cada mes le escriba una Daddy_Long_Legs_-_page_35carta contándole cómo le va yendo; esto convierte el relato de formación en un relato de formación artística paralelo, ya que se puede ir comprobando la evolución de la escritura página a página según avanza la historia. Lo mejor de todo es que este relato se fundamenta en la inocencia de la protagonista, todo se convierte en un descubrimiento, por la novedad que supone a pesar de la edad que tiene. Este “sense of wonder” es continúo en cada una de las cartas y va teñido en ocasiones de una cierta tristeza, como cuando se refiere a su vida anterior en el orfanato:

“Yo he sonreído un poco y he dicho que no, que creía que lo podría superar. Al menos hay una enfermedad que nunca voy a sufrir, que es la nostalgia del hogar. Nunca se ha oído hablar de nadie que eche de menos el orfanato, ¿verdad?”

El siguiente párrafo con ese tono inocente y desenfadado que utiliza la escritora transmite a la perfección esa maravillosa ignorancia ante todo lo que descubre, sobre todo en el terreno literario:

“Nunca he oído hablar de las cosas que sabe, simplemente por contagio, la mayoría de las chicas que tienen una familia como es debido, y una casa, y amigos, y biblioteca. Por ejemplo: no he leído los libros de Mamá Oca, ni David Copperfield, ni Jane Eyre, ni Alicia en el país de las maravillas, ni una sola página de Rudyard Kipling. No sabía que Enrique VIII se había casado más de una vez, ni que Shelley fuera poeta. Tampoco sabía que las personas, tiempo atrás, eran monos, ni que eso del jardín del Edén no es sino un mito precioso. Tampoco sabía que R.S.L. significa Robert Louis Stevenson, ni 5940782_origque George Eliot era mujer. No había visto en mi vida una reproducción de la “Mona Lisa” ni (esto no se lo creerá, pero es cierto) sabía quién era Sherlock Holmes.”

La evolución del personaje es continua, lo que al principio supone una verdadera incomodad luego es parte de una familiaridad que estabiliza una vida que, hasta ahora, estaba perdida en el ostracismo de la soledad; por primera vez, empieza a sentir que es parte de un mundo del que sentía desvinculada:

“Es una sensación muy agradable la de regresar a algo que me es familiar. Ahora me siento ya en la universidad como en casa, al cargo de la situación. De hecho, empiezo a sentirme en el mundo como en casa; como si realmente yo formara parte de él, no como una intrusa por lástima.

Estoy segura de que a usted lo que trato de decir le suena a chino. No es posible que alguien de la importancia de un patrono comprenda los sentimientos de alguien de la insignificancia de una huérfana.”

Parte importante de este continuo descubrimiento e inclusión en el mundo viene de su socialización, gracias a la cual, se dará cuenta del valor que puede tener una familia, sobre todo en su caso particular:

“Y qué decir de la familia. Yo no me había imaginado nunca que una familia fuera algo tan agradable. Sallie tiene padre, madre y abuela, y una hermanita de tres años que es la cosa más rica, toda llena de ricitos, otro hermano mediano que siempre entra en la casa con los zapatos llenos de barro, y uno mayor y guapo que se llama Jimmie y que está en tercer curso en la universidad de Princeton.

Las comidas todos juntos son divertidísimas: ríen y hablan todos a la vez y no se bendice la mesa antes de empezar. Me resulta un alivio no tener que dar gracias a alguien cada vez que me llevo el tenedor a la boca (seguro que esto es una blasfemia pero hasta usted diría alguna si hubiera tenido que dar gracias por obligación tantas veces como yo hasta ahora).”

Papá-piernaslargas se convertirá, según crece Judy, en su único vínculo de tipo familiar;  el único ancla que le ata a una vida de normalidad que anhela sobre todo ahora que la ha conocido; lo bueno de esta evolución es que es muy madura, no duda en devolver dinero que no cree que merezca a pesar de la generosidad de su patrocinador:

“Pero la cuestión es que tenía que devolvérselo. Entiéndalo, yo no soy como las demás chicas, que pueden aceptar regalos de la gente con naturalidad. Ellas tienen padres y hermanos, y tías y tíos; relaciones que yo no puedo establecer con nadie. Me gusta fingir que es usted algo mío, por jugar con esa idea, pero por supuesto sé que no es verdad. Yo, realmente, estoy sola, acorralada frente al mundo, y cuando lo pienso en esos términos siento que me falta el aire. Entonces trato de olvidarlo, y vuelvo a fingir. Pero usted tiene que darse cuenta, Papá, de que no puedo aceptar más dinero del necesario, porque algún día querré devolvérselo y, aunque llegue a ser una gran escritora como espero, no seré capaz de afrontar una deuda tan increíblemente cuantiosa.”

Daddy_Long_Legs_-_page_40Es por esta madurez por la que es capaz de discernir que no todas las familias son maravillosas, que vive en un mundo donde lo superficial puede ahogar lo verdaderamente real:

“He pasado allí unos días interesantísimos, y muy esclarecedores, pero… ¡qué contenta estoy de que esa familia no sea la mía! De verdad que prefiero provenir del orfanato John Grier. Por muchos que sean los aspectos lamentables de cómo me criaron allí, al menos nadie fingía lo que no era. Ahora ya sé lo que quiere decir la gente cuando habla del peso de las cosas: el ambiente materialista de esa casa es aplastante y creo que no respiré a gusto hasta que no me vi en el tren de vuelta. Allí todos los muebles son labrados, tapizados y preciosos, todas las personas a las que conocí iban maravillosamente vestidas, y hablaban bajito y con los mejores modales, pero de verdad le digo, Papá, que no oí ni una frase de verdadera conversación desde que llegué hasta que me fui. Y no creo que por la puerta principal cruzara ni una sola idea.”

El final de este recorrido es una pequeña sorpresa que transforma lo anteriormente leído sacándonos una mezcla de sonrisa y emoción que es ciertamente deliciosa. Estamos ante una pequeña esencia que se puede disfrutar desde la óptica infantil-juvenil tanto como desde una perspectiva adulta. Además, toda la edición viene aderezada con los dibujos originales de la escritora que muestran perfectamente acordes a lo narrado. Una verdadera suerte disponer de esta nueva edición de un clásico que había quedado relegado a un injusto olvido.

Los textos provienen de la traducción de María Sierra de Papá Piernaslargas de Jean Webster para la editorial Turner.

End Zone de Don Delillo. Demasiado fútbol

don-delillo-end-zoneEn octubre Seix Barral (otro de los sellos de Planeta, por si alguien no lo sabe) nos trae la última novela que nos faltaba por tener publicada de de Don Delillo, se trata de End Zone que aquí se ha traducido con el equívoco nombre Fin de campo; y digo que el nombre puede llevar a error por el contenido que se puede encontrar el lector:

“The ball was spotted at our 33. Dennis Smee moved along the line, slapping helmets and pads. Jessup sat next to me on the bench. Blades of grass were stuck to the dry blood on his face. Centrex shifted into a tight-T. Halfback picked up four. Telcon kept for six. Halfback went straight ahead for nine. Halfback went straight ahead for eight. Fullback went off-tackle for four. Fullback went straight ahead, taking George Dole into the end zone with him. The extra point was good.

“Fee-uck,” Jessup said.

“It’s all over.”

Sí, fútbol americano, mucho, un capítulo entero dedicado a un partido con toda la terminología e incluso hay una advertencia del autor antes de empezarlo:

“(The spectator, at this point, is certain to wonder whether he must now endure a football game in print –the author’s way of adding his own neat quarter-notch to the scarred bluesteel of combat writing. The game, after all, is known for its assault-technology motif, and mumerous commentators have been willing to risk death by analogy in their public discussions of the resemblance between football and war. But this sort of thing is of little interest to the exemplary spectator.”

Y no anda desencaminado, en inglés se me hizo cuesta arriba, no tanto por la terminología que acabas cogiendo tras un montón de consultas al diccionario, sino porque es un deporte que no me fascina demasiado, ni lo comprendo ni le encuentro ningún tipo de interés (el béisbol es más entretenido). Me sacaba de la narración cada dos por tres.

fin-de-campo-don-delillo-trabalibrosEnd Zone traducido como “zona de anotación” o “zona final” pegaría más con la terminología asociada a lo que puedes encontrarte en él. La traducción escogida lleva a la parte más metafórica con la amenaza nuclear que se toca también de alguna manera. Pero, sinceramente, si quisiera recomendar a alguien leer a Delillo no le recomendaría este libro por el fuerte peso de lo autóctono y su conexión más que profunda con un deporte que en Europa no es demasiado popular.

Lo que no quiere decir que el libro tenga destellos de lo que el autor desarrollará más adelante, bueno, y cosas que perderá, como es el buen humor:

“You‘re saying that what I learn on the gridiron about sacrifice and oneness will be of inestimable value later on in life. In other words if I give up now I’ll almost surely give up the the more important contests of the future.”

“That’s it exactly, Gary”

“I’m giving up.” I said.

Un humor que, en alguna ocasión más irreverente, mezcla con el sempiterno asunto de la culpa en el pueblo judío de una manera bastante ocurrente:

“Why don’t you want to be Jewish anymore?”

“I’m tired of the guilt. That enormous nagging historical guilt.”

“What guilt?”

“The guilt of being innocent victims.”

“That changes the subject.”

“Also the predicate and the object.” He said.

Quizá me pilló un poco a contrapié esta reflexión sobre la cualidad de comodidad que nos dan los clichés a nuestra vida; aunque es cierto que entrarían dentro de esas rutinas que necesitamos para estar estables; lo cual no quiere decir que esté de acuerdo con su proliferación:

“Most lives are guided by clichés. They have a soothing effect on the mind and they express the kind of widely accepted sentiment that, when peeled back, is seen to be a denial of silence. Their menace is hidden with the darker crimes of thought and language. In the face of death, this menace vanishes altogether. Death is the best soil for cliché. The trite saying is never more comforting, more restful, as in times of mourning. Flowers are set about the room; we stand very close to walls, uttering the lush banalities.”

Los dos últimos textos que os traigo vienen a colación sobre uno de los temas más importantes en la carrera de Delillo: la influencia tóxica de la tecnología para todos los ámbitos de nuestra vida.  En el primero de ellos la asocia a la eliminación del carácter individual de cada persona y la emparenta directamente con su capacidad de destrucción, para el mundo la mejor tecnología es aquella capaz de traer más obliteración (en la guerra o en otro ámbito parecido por extensión):

“I don´t think we care too much about individual bravery anymore. It´s better to be efficient than brave. So that’s it then. It’s regrettable but there it is. And your technology isn’t any good if it can’t beat the enemy’s. Your weapons have to be more efficient than theirs, more reliable, more accurate, more deadly. Your technology has to reach peak efficiency. It has to stretch itself out, overreach itself; it has to improve itself almost instantaneously. It won’t do this without the stress of war. War brings out the best in technology.”

Y esta identificación violencia-destrucción con la tecnología le sirve, a continuación, para referenciarla a la crisis de un sistema de valores que valora cada vez más esa violencia cuando se la tergiversa, dándole incluso un valor positivo en el colmo de nuestra civilización.

“We all know that life, happiness, fulfilment come surging out of particular forms of destructiveness. The moral system is enriched by violence put to positive use. But as the capacity for violence grows in the world, the regenerative effects of specific violent episodes become less significant. The capacity overwhelms everything. The mere potential of one form of violence eclipses the actuality of other forms. I am interested in these things. I am also interested in the discontinuation of contractions. Medial letters are as valid as any others. I have already begun to revise my speech patterns accordingly.”

Posibles lectores futuros de Fin de campo, evaluad si os puede gustar con este comentario. El que avisa, no es traidor.

Mi vida como hombre de Philip Roth. Comienza el juego

mi-vida-como-hombre-ebook-9788499896083“-¡Vuelve a tocarlo, Philly –le dijo el padre, furioso-, y te verás hablando con los atunes, te lo prometo! Te verás hablando con las anguilas.

Pero una vez de regreso en la pensión donde los Zuckerman pasaban sus quince días de vacaciones, Nathan, por primera y única vez en su vida, fue azotado con un cinturón por haber estado a punto de sacarle un ojo a su tío mientras hacía payasadas con el maldito anzuelo. Lo dejó atónito que el rostro de su padre estuviese tan bañado en lágrimas como el suyo propio cuando hubo terminado la paliza de tres correazos y le pareció más sorprendente aún que inmediatamente después se encontrase estrechado entre los brazos del padre.”

y…

“NOTA AL LECTOR

Las dos historias de la primera parte, Ficciones útiles, y la narración autobiográfica de la segunda parte, Mi verdadera historia, han sido extraídas de los escritos de Peter Tarnopol”

No deja de ser curioso que, siendo esta la primera aparición real del álter ego del autor Nathan Zuckerman, nunca aparezca relacionada con la serie de novelas relacionadas con él. El primer texto, ficcional (como nos dice la nota al lector al principio del libro), introduce el que será el personaje más famoso creado por Roth y lo hace a través de otro de sus álter egos, Peter Tarnopol. De hecho, en esa primera parte tenemos toda una declaración de intenciones que nos lleva a uno de los juegos que desarrollará y evolucionará el norteamericano hasta las últimas consecuencias:

“La historia de los sufrimientos de Zuckerman exige un enfoque mucho más serio que el que se juzgó apropiado para el relato de su apacible época de candor juvenil. Narrar con fidelidad los infortunios de Zuckerman entre sus veinte y sus treinta años exigiría un sondeo más profundo, un sentido más sombrío de la ironía, una voz grave y reflexiva en lugar de aquel punto de vista olímpico y divertido… o quizá lo que necesite una historia así no sea gravedad ni complejidad, sino autor capaz de verla como la sencilla comedia de cinco mil palabras que bien podría haber sido. Por desgracia, el autor de este relato –que ha experimentado por sí mismo infortunios similares, y aproximadamente a la misma edad-, no tiene dentro de sí ni siquiera ahora, mediada la treintena, lo que le permitiría relatar esa historia de un modo breve o en un tono divertido. “Por desgracia”, porque el autor se pregunta si no será esto, antes que el infortunio, la medida del hombre.”

“Para terminar, en la mejor tradición de la narrativa, la historia de ese Zuckerman en ese Chicago se la dejo a los escritores que viven en el vistoso presente americano, y cuyas extravagantes novelas cato desde la distancia, para que traten lo improbable, lo absurdo y lo insólito de una forma diferente a la directa y reconocible.”

En mi caso, debido a no haber seguido estrictamente el orden cronológico, ya había leído las cuatro partes que se reúnen bajo el nombre de Zuckerman encadenado y La contravida y este libro actúa como presagio de lo que iba a venir, como una prolepsis que Roth tenía ya en la cabeza y que pensaba acometer tras los experimentos que suponen sus primeras obras; esa capacidad de Roth (como Piglia o Vila-Matas) de expresar sus pensamientos a través de sus contrapartidas literarias, es lo que hace difícil recomendar su obra al lector de a pie, sobre todo porque un libro solo constituye una única pieza de un puzle mayor, mucho más complejo.

A través  de la identidad de Zuckerman empieza a afrontar la relación del escritor con su obra y, al mismo tiempo, presentar rasgos de su personalidad que irá fragmentando a través de otros pseudónimos ficticios (o no tanto), como es el caso de Tarnopol, el escritor que inventa a Zuckerman y que, curiosamente, fue tratado por el mismo psicoanalista  de Portnoy, Otto Spielvogel:

“De 1962 a 1967, el señor Tarnopol fue paciente del psicoanalista Otto Spielvogel de la ciudad de Nueva York, cuyos artículos sobre la creatividad y la neurosis han aparecido en numerosas publicaciones especializadas, sobre todo en Fórum Norteamericano de Estudios Psicoanalíticos, del cual es colaborador. El señor Tarnopol es considerado por el doctor Spielvogel uno de los más destacados narcisistas jóvenes del mundo de las artes nacional. “

En boca de Spielvogel Tarnopol es un narcisista (¿está Roth hablando de sí mismo?) y es  evidente que Zuckerman va a ser su gran proyecto futuro, me encanta el símil musical ya que resume a la perfección los juegos literarios que se desencadenarán, como una fuga en la que cada libro tendría su contribución pintando historias con pequeñas variaciones que se van superponiendo:

“En busca del desastre (uno de los cuentos que le envié) se vería tal vez ampliado en una obra más extensa, ambientada en Italia, sobre un Zuckerman cargado de remordimientos y su bella hijastra: se trata de las típicas reflexiones posfreudianas sobre motivos inspirados en Ana Karenina y Muerte en Venecia. “¿Esto es lo que piensa usted hacer, o continuará escribiendo variaciones sobre Zuckerman hasta haber construido una especie de fuga completa en el género de la ficción?” “Sí, esas ideas son muy buenas –tuve que decirle al hombre, que estaba allí con mi cheque en la mano-, pero lo que estoy haciendo podría describirse más bien como un modo de intentar abrirme camino a puñetazos desde el interior de una bolsa de papel.”

Todo este juego que nos propone es solamente visible desde la óptica del lector avanzado de Roth, el libro en sí mismo se puede quedar para un lector ocasional es una historia en la que brilla con luz propia el protagonista y sus problemas con las mujeres de diversa índole; es este uno de esos libros en el que un análisis superficial pintaría un Roth  machista que atribuye características muy negativas a todas las mujeres con las que se encuentra:

“En este momento no recibo consejos de nadie en lo referente a Susan. Estoy aquí para estar libre de consejeros… y de tentaciones. ¿Susan, tentación? ¿Susan, hechicera? ¡Vaya palabra para calificarla! A pesar de todo, nunca me ha dolido tanto la añoranza de alguien. Como se suele decir, hemos pasado mucho juntos, y no del mismo modo en que “lo pasamos” Maureen y yo. Con Maureen era la monotonía implacable de la lucha, algo que casi me hizo perder la razón. Por mucho razonamiento, inteligencia incluso fuerza bruta a que recurriese para hacer frente a nuestro conflicto, nunca logré cambiar nada. Todo lo que hacía era inútil, incluso, por supuesto, no hacer nada. Con Susan había lucha, sin duda, pero también ciertas compensaciones. Las cosas cambiaron. Nosotros cambiamos. Hubo progreso, evolución, transformaciones maravillosas y conmovedoras en todos los aspectos.”

Aunque siempre nos deja perlas referentes al papel de la literatura en nuestras vidas, es evidente que para el autor norteamericano sus experiencias con mujeres nunca podrán igualar lo que ha vivido gracias a la lectura y no duda en expresarlo cada vez que se presenta la oportunidad:

“Si no me hubiera sentido tan fascinado por aquellas complicadas ficciones cargadas de angustia moral, tal vez no habría dado nunca aquel paseo de ida y vuelta hasta el Upper West Side y nunca habría llegado a tomar la que entendía como la única decisión “honorable” para un hombre moralmente tan “serio” como yo. A pesar de todo, no es mi intención atribuir mi ignorancia a mis maestros, ni mis delirios a los libros. Los maestros y los libros siguen siendo lo mejor de mi vida, y si no hubiese albergado un sentido tan grandilocuente de mi honor, de mi integridad, de mi deber como hombre y de la “moralidad en sí”, quizá no habría sido tan susceptible a la educación literaria y a los placeres que esta conlleva.”

Teniendo en cuenta estos dos últimos ingredientes, es profundamente sintomático que el último capítulo de la segunda parte lleve el título de “Libre” ya que conlleva varias facetas de lo que él entiende como libertad: por un lado su vida como hombre, cómo él mismo, reafirmado en su personalidad y su forma de ser, libre de la influencia perniciosa de las mujeres con las que se ha encontrado; por el otro, la libertad de crear a Zuckerman y desencadenar su futura identidad, su futura relación con la literatura a través del personaje y la composición de esa fuga literaria de la que hablaba con anterioridad. ¡Música maestro!

“Y entonces, con los ojos anegados en lágrimas y los dientes castañeteando, y lejos de parecer un hombre cuya némesis ha dejado de existir, un hombre que vuelve a ser dueño y señor, me volví hacia Susan, que seguía sentada allí, con el abrigo puesto y un aspecto (para mi sorpresa) tan indefenso como el día que la conocí. Seguía allí sentada, esperando. “Oh, Dios mío…-pensé-,  ¡y ahora tú! ¡Tú siento tú! ¡Y yo! ¡Este yo que es yo siendo yo y ningún otro!”

Los textos provienen de la traducción de Lucrecia Moreno de Sáenz y Mercedes Mostaza de Mi vida como hombre de Philip Roth  con revisión de Lourdes González para Debolsillo.

Sonetos de William Shakespeare. El bardo y sus lindezas

SonetosTenía yo entre mis manos la edición de los Sonetos de William Shakespeare a cargo de Bernardo Santano Moreno que sacó el año pasado Acantilado; una edición que consta de una traducción en prosa (a pie de página) y otra en verso, más poética, al lado de la edición en la lengua original y a la que solo se le echan en falta algunas notas que expliquen ciertos términos que se  dan por sentados; dicho lo anterior, la edición es más que disfrutable de la forma en que está planeada.

Bueno, a lo que iba, de la carrera recordaba lo enrevesado que era nuestro “Will” y podéis  comprobarlo por vosotros mismos en los siguientes sonetos (135 y 136):

 

135

“Whoever hath her wish, thou hast thy Will,

And Will to boot, and Will in overplus;

More than enough am I that vex thee still,

To thy sweet will making addition thus

 

Wilt thou, whose will is large and spacious,

Not once vouchsafe to hide my will in thine?

Shall will in others seem right gracious,

And in my will no fair acceptance shine?

 

The sea all water, yet receives rain still

And in abundance addeth to his store;

So thou, being rich in Will, add to thy Will

One will of mine, to make thy large Will more.

 

Let no unking, no fair bessechers kill;

Think all but one, and me in that one Will.”

 

136

“If thy soul check thee that I come so near,

Swear to thy blind soul that I was thy Will,

And will, thy soul knows, is admitted there;

Thus far for love my love-suit, sweet, fulfil.

 

Will will fulfil the treasure of thy love,

Ay, fill it full with wills, and my will one.

In things of great receipt with ease we prove

Among a number one is reckoned none;

 

Then in the number let me pass untold,

Though in thy stores’ account I one must be;

For nothing hold me, so it please thee hold

That nothing me, a something sweet to thee.

 

Make but my name thy love, and love that still,

And then thou lov’st me, for my name is Will.”

 

Para este par de poemas, el traductor hace la necesaria aclaración:

“En los sonetos 135 y 136, Shakespeare juega con los diferentes significados del término will, que son los siguientes: a) auxiliar de futuro; b) voluntad; c) deseo, antojo, capricho; d) deseo carnal, deseo lujurioso; e) diminutivo de William; f) órgano sexual masculino (registro vulgar); g) órgano sexual femenino (registro vulgar). Las cuatro versiones que se presentan deben entenderse simultáneamente. Para el diminutivo de William he preferido usar la forma Guille, fácilmente reconocible por cualquier lector como diminutivo de Guillermo”

Para cada uno de ellos ha realizado cuatro traducciones poéticas que alternan la semántica anteriormente mencionada. El resultado final es espectacular, esa mezcla de lo soez con alta literatura es prodigiosa. Su dificultad, ya podéis comprender, es de primer nivel.  Siempre he pensado que solo Cervantes puede estar al nivel del Bardo, su genialidad es manifiesta. Otros sonetos son más comprensibles, como esta joya que voy a usar para terminar:

76

“Why is my verse so barren of new pride,

So far from variation or quick change?

Why with the time do I not glance aside

To new-found methods and to compounds strange

 

Why write I still all one, ever the same,

And keep invention in a noted weed,

That every word doth almost tell my name,

Showing their birth and where they did proceed

 

O, know, sweet love, I always write of you,

And you and love are still my argument,

So all my best is dressing old words new,

Spending again what is already spent.

 

For as the sun is daily new and old,

So is my love still telling what is told.”

 

El pareado final es magistral, esa fusión entre lo nuevo y lo antiguo que tan bien llevó a cabo expresada en un par de versos: “Como el sol es a diario nuevo y viejo a la vez, /así mi amor aún cuenta lo que ya se ha contado” (traducción mía libre)

Leer a Shakespeare, un placer único.

El rancho de la U alada de B.M. Bower. Costumbrismo inglés en el oeste

UAladaEngaña bastante el título de esta novela de la escritora norteamericana B.M. Bower (1871-1940), y lo hace porque El rancho de la U alada no referencia solamente a una novela de vaqueros, un típico western; sino que esconde una trama de un calibre bastante distinto y se dirige a un público bastante diferente al que podría comprarla a priori.

La trama, que nos brinda la editorial Hoja de Lata, sirve para clarificar la situación:

“Montana, un verano a principios del siglo xx. En el rancho de La U Alada, James G. Whitmore, el Viejo, y sus muchachos viven plácidamente entre bromas y ganado. Sin embargo, la visita inesperada de Della, la hermana del patrón, va a revolucionar el día a día de estos entrañables vaqueros, en especial de uno de ellos… Comienza así la accidentada y romántica historia de amor entre Chip, un vaquero aparentemente duro y reservado con increíbles dotes para la pintura, y Della, una joven doctora de armas tomar no muy encantada a priori de pasar unos meses entre caballos y reses. Una historia pícara y divertidísima que describe las rudezas de la mítica vida en un Salvaje Oeste tan desenfadado, cercano y sencillo que resulta imposible no zambullirse en él.”

Pocas diferencias hay entre esta novela del oeste y la típica novela costumbrista ambientada en la campiña británica y que podría firmar sin problemas D. E. Stevenson o Stella Gibbons; todo en un clima de humor desenfado y malentendidos de todo tipo, no en vano, Chip y la Doctorcita constituyen una de esas parejas impensables al comenzar la novela:

“-Por supuesto, para usted son una especie totalmente nueva. ¿Cómo se lleva con ellos? –preguntó Dunk.

Y la Doctorcita le respondió clara y sinceramente:

-Oh, muy bien, teniendo en cuenta las circunstancias. Me proporcionan algo de diversión y yo les ofrezco algo nuevo de lo que hablar, así que estamos en paz. Son buena gente, ¡pero tan ignorantes! No creo…

Las palabras continuaron convertidas en un murmullo indescifrable, enfatizado por las risotadas agudas y discordantes de Dunk.”

Chip, sin embargo, va más allá del típico vaquero rudo e ignorante, es un aficionado a la literatura y sobre todo al arte:

“Supuso que en el Este se le consideraría un ignorante. Comparado con el doctor Cecil Granthum -¡maldito fuera! – debía parecer un tipo lamentable, sin duda. Nunca había visto una universidad por fuera, ya ni hablar de imbuirse de conocimientos dentro de una. Había aprendido algo de la sabiduría que la naturaleza transmite a aquellos que pueden interpretar su lenguaje y había leído mucho tumbado boca abajo bajo un cielo estival, mientras que el ganado pacía a su alrededor y su caballo comía las dulces hierbas al alcance de su mano. Podía repetir páginas enteras de Shakespeare y de Scott, y de Bobbie Burns. Le hubiese gustado poner a prueba al doctor Cecil con algunos de ellos y ver quién ganaba. Aun así, él era ignorante, y nadie era más intensa y amargamente consciente de ello que Chip.”

Y, concretamente, un gran pintor, hay un relato de formación del artista que se muestra en su forma de pintar, momentos en los que la autora muestra toda la lírica de su propia pluma:

“Al principio, parecía que fuera a repetirse La última batalla. Se veían las mismas cimas irregulares y los mismos pinos achaparrados atenazados por el fiero abrazo del helado Chinook. ¿Los mismos? Pero había una diferencia. No podía explicarse, quizá, pero sí sentirse, sin duda. Las colinas de la Doctorcita eran colinas irregulares e inhóspitas; sus pinos eran pinos muy bonitos. Las colinas de Chip también eran irregulares e inhóspitas, pero se veían desoladas; sus pinos eran temblorosos pinos solitarios, porque había vagado solo entre ellos y había captado el Mensaje de la Naturaleza. Su cielo era el frío y siniestro cielo de La última batalla, pero aún más frío, más siniestro porque era de noche. Una joven luna brillaba baja al oeste, medio oculta tras un claro de apresuradas nubes de nieve. La diminuta cuenca se veía entre sombras y vagamente, el terraplén era un muro negro acariciado aquí y allá por un tembloroso rayo de luz.”

Chip, su microuniverso, ese rancho, ese pequeño corral, son el encanto de una aventura romántica sin caer en las ñoñerías habituales:

“Se detuvo en el lugar donde el sendero se bifurcaba, agitó su crin rizada con aire triunfal y miró atrás. Para él, la libertad era un dulce placer, dulce y raro. Todo su mundo era un amplio compartimento de establo con un pequeño corral como acontecimiento muy especial. Le parecía que dos millas era alejarse mucho de casa. Contempló la colina a su espalda un momento, alzó la cabeza y salió trotando por el camino que llevaba a casa de los Denson.”

Como podéis comprobar, estamos ante un libro encantador, donde la conjunción entre lo inglés costumbrista-la rudeza del oeste- el humor y la fina ironía se unen en una mezcla francamente entretenida y con una gran calidad por el estilo de la autora. Espero que haya suerte y veamos más aventuras de la serie por aquí.

Los textos provienen de la traducción de Raquel Duato García de El rancho de la U alada de B.M. Bower para la editorial Hoja de Lata.

La educación de un ladrón de Edward Bunker. Verosimilitud poética

EducaciónladrónHa comentado hace poco el editor de la colección “Al margen” de Sajalín Editores que el libro con el que se iniciaba la colección, fue precisamente, el primero de Edward Bunker publicado en España: No hay bestia tan feroz. De hecho, esta colección surgió por su necesidad de publicar este tipo de libro que no entraba en la temática de la colección en ese momento. Desde la publicación de ese primer libro (octubre 2009) han pasado seis años y se cierra un círculo con la reedición (la primera edición la sacó Alba en el año 2003, sin demasiado éxito) de su autobiografía La educación de un ladrón, un espléndido colofón que sirve como cierre a la publicación de todo lo que hay disponible del inolvidable Mr Blue.

Bunker ya ha visitado alguna vez este blog, lo hizo gracias a Little boy blue , donde argumentaba el uso de la violencia y su función catártica así como con el último libro de relatos (póstumo) Huida del corredor de la muerte , donde precisamente comenté lo bien que estaría que consiguieran los derechos de su autobiografía. Parece que me han hecho caso, y la espera ha valido muchísimo la pena, posiblemente estamos ante el mejor libro del autor dentro de un muestrario de títulos (todo sea dicho) de mucha calidad.

Si hay una cosa que destaca en esta lectura en primera persona de su propia vida es su capacidad para reflejar situaciones, una verosimilitud que surge de su propia experiencia pero que no ahoga el sentido literario de lo que nos expone, un sentido que nunca olvidó, menos al final de su carrera, en esta obra de total madurez:

“Yo escuchaba y lo grababa todo en la cabeza pero, sin decirlo abiertamente, no sentía inclinación por los robos a mano armada. En realidad, no había planeado ser un delincuente aunque tampoco había jurado a Dios ni a nadie no serlo. Cuando saliera a la calle, no tendría un céntimo. Los únicos amigos que tenía los había hecho en un encierro u otro: las escuelas especiales, el reformatorio o la cárcel… Ocurriera lo que ocurriese, yo saldría adelante. Los reclusos de una pieza decían: “A mí empiezan a gustarme las cosas cuando se ponen difíciles para todos los demás.” Es una expresión que he utilizado con frecuencia en la vida.”

Solo hay que echar un vistazo a la forma en que define las trampas que se suelen hacer en los juegos de cartas para constar que todo lo que cuenta es de primera mano, ha sucedido y eso nos provoca un estado de intranquilidad:

“Cuando los otros jugadores eran tan buenos que las trampas me habrían ayudado, también ellos conocían las triquiñuelas. No se detecta nada ilegal, pero la manera de poner la mano o de sujetar la baraja siempre son un indicio. Lo principal era identificar a un tahúr. Si lo había, le hacía una señal que conocen todos los timadores del mundo, un puño cerrado sobre el tapete. Significa que tiene que jugar sin trampas. Una mano plana indica que siga con lo suyo. También hay señas habituales para los timadores, los mecheros, los rateros de pisos y todos los demás miembros de esa raza de ladrones profesionales en peligro de extinción que se remonta, como poco, a la Inglaterra isabelina.”

Sobre todo porque no hay ningún tipo de juicio moral por su parte, no existe ningún tipo de coacción a lo que podamos pensar, él no intenta justificarse de ninguna manera ni evalúa si sus actos son correctos, incluso a veces indica que pueden serlo pero poco importa en una carrera de supervivencia donde solo el más listo sobrevivirá:

“Era una locura emprenderla con el mundo aunque fuese este el que hubiera comenzado la pelea. En la jerga de los psiquiatras, yo tenía un ego permeado de ello y un superego -que es como la conciencia, o como el conductor que controla que el coche no se pase de velocidad- atrofiado. Los estudios especializados decían que no había tratamiento, aunque era frecuente que hacia los cuarenta años se alcanzara un apaciguamiento. Confiaba en poder recurrir a la inteligencia para gobernar mis impulsos. Sabía que algunos sociópatas triunfaban y que la gente lista no cometía delitos callejeros. Nadie se compra una casa en Beverly Hills a base de reventar cajas de seguridad. Prometí que cuando saliera de los muros de San Quintín sería lo más listo que pudiera. Me empaparía de todo el conocimiento al que tuviese acceso.”

En este sentido, es especialmente potente todo el capítulo (extenso) que dedica a los conflictos raciales con esa facilidad para retratar la violencia realista de los sucesos enmarcados en una prosa de gran lirismo; esos contrastes de los que ya he hablado alguna vez con respecto al autor norteamericano.

En el relato de estos hechos autobiográficos son fácilmente discernibles dos líneas argumentales, por un lado el ya citado reflejo de su propia vida y los eventos históricos que le tocó sufrir: el paso por correccionales, San Quintín, timos, atracos, etc; por el otro, su progresivo balanceo hacia lo literario, una especie de relato de formación en el arte en el cuál actuó de una manera autodidacta:

“No asistí a ningún curso de creación literaria, ni tenía mentores. El único escritor que había conocido en mi vida, aparte de Chessman, era un periodista alcohólico con el que había coincidido en el hospital estatal de Camarillo, y que estaba escribiendo un libro en la lavandería donde trabajaba. Para hacerme cierta idea de lo que estaba haciendo, me suscribí a Writer’s Digest, una revista literaria. Quizás aprendería algo de sus numerosos artículos sobre “cómo redactar….” Adquirí varios de los libros que anunciaba. El más útil era de un tal Jack Woodruff (creo que ese era el nombre), que aconsejaba imaginar la escena mentalmente y limitarse a describir lo que uno veía.”

Lo bueno del autor es que consigue fusionar ambas líneas argumentales formando un todo muy homogéneo en el que destaca especialmente una virtud que le sirvió para avanzar:

“A pesar de que tuve momentos de esperanza insensata, sabía muy bien que nunca sería publicado. Lo había escrito para aprender el oficio. Aún conservo el manuscrito. Mi mujer dice que, si lo hubiera leído ella, me habría aconsejado abandonar. Pero es bien sabido que la ignorancia es muy osada, de modo que empecé mi segunda novela. Nunca imaginé que tardaría diecisiete años y seis novelas antes de ver publicada una, la séptima. Perseveré porque me daba cuenta de que escribir era mi única manera de hacer algo creativo, de salir del pozo oscuro, de cumplir el sueño y descansar al sol. Y si el lector ha llegado hasta aquí, se habrá dado cuenta ya de que la perseverancia es fundamental en mi modo de ser. Me recupero de cualquier caída mientras el cuerpo obedezca mi voluntad. He ganado muchas peleas porque no me he rendido… y también he recibido algunas palizas por no saber dejarlo a tiempo. “

Entender su forma de escribir es parte de su éxito y su calidad, primeramente, su experiencia vital, que compara con la de Cervantes y Dostoievski en la confrontación de los hechos más descarnados que se puede encontrar el hombre, es en experiencias de este calibre cuando se obtiene la materia prima para escribir:

“Leer me había enseñado que la cárcel había sido el crisol donde se habían formado varios grandes escritores. Cervantes escribió buena parte del Quijote en una celda, y Dostoievski era un autor mediocre hasta que lo condenaron a muerte, pena conmutada a escasas horas de la ejecución, y lo enviaron a prisión en Siberia. Fue después de estas experiencias cuando se convirtió en un gran escritor. Hay dos mundos en los que los hombres se despojan de todas sus máscaras y dejan ver lo más descarnado de su ser. Uno es el campo de batalla; el otro, la cárcel. Sin la menor duda, tenía mucha materia prima; el interrogante era mi talento.”

Lo segundo fue su decisión de escribir desde el punto de vista del criminal y la verosimilitud con que es capaz de realizarlo, relatos duros, descarnados, sin aliento para el lector que se encuentra con una realidad que no solo no ha vivido, sino que no puede entender:

“Se han escrito muchos libros sobre criminales, pero el escritor siempre los observa, a ellos y a su entorno, desde el punto de vista de la sociedad. Yo deseaba que el lector viera el mundo desde la perspectiva del criminal: qué veía, qué pensaba, qué sentía… y por qué. También quería escribir en tres planos: primero, la tensión de la trama; segundo, la composición psicológica; y tercero, el planteamiento de una visión filosófica. Y también intentaba seguir la máxima de Hemingway de que el escritor debe ser tan devoto de la verdad como un prelado de la Iglesia  lo es de Dios. A diferencia de la mayoría de los eruditos y de todos los políticos, jamás he retocado un hecho para que encajara en una argumentación. A veces termino por plantear cosas que se contradicen, pero todos sabemos que la coherencia hasta el absurdo es el fetiche de las mentes estrechas.”

En efecto, la honestidad y la sinceridad de Bunker nos “engancha” al relato, pero es en su estilo donde nos subyuga definitivamente. Un total triunfo de Sajalín que podemos disfrutar todos los lectores, no solo de género, sino de la literatura en general.

Los textos provienen de la traducción de Montserrat Gurguí y Hernán Sabaté de La educación de un ladrón de Edward Bunker en Sajalín Editores

Giles, el niño-cabra de John Barth. Esquizofrenia lectora

gilesHe pasado por tantas fases en la lectura y posterior asimilación de esta obra de Barth que ya he perdido la cuenta.

Al principio ni siquiera iba a escribir nada de ella y ahora, sin embargo, vuelvo a ella, a esa relectura de los textos que apunté y vuelvo a cambiar de opinión.

¡ESQUIZOFRENIA! ¡O BIPOLARIDAD! (o cualquier cosa…)

El caso es que no me puedo resistir a escribir unas notas. No las necesita, pero aportaré algo de mi experiencia a la hora de afrontar esta obra excepcional.

Argumento: cualquiera se pone a intentar resumir más de 1100 páginas de trama, calla, ¡que el propio autor lo hace en el prólogo! Está hecho. Qué mejor posibilidad que esta:

 “Misterio, tragedia, comedia. El lugar donde se cruzaron estos tres caminos ante mí fue Giles, el niño-cabra: las aventuras de un joven engendrado por un ordenador gigante en una bibliotecaria desgraciada, pero dócil, y criado en los establos experimentales para cabras de una universidad universal, dividida ideológicamente en el Campus Este y el Campus Occidental. Al joven se le encarga una serie de tareas cuando se matricula y tiene que aceptar tanto su caprinidad como su humanidad (por no hablar de su maquinidad) y, en las entrañas mismas de la Universidad, trascender no sólo las categorías que representan ambos campus, sino también todas las demás; trascender incluso el lenguaje, y después regresar al campus a la luz del día, expulsar al falso Gran Maestro, que él entiende que es un aspecto de sí mismo, y hacer todo lo que esté en su mano para explicar lo inexplicable.”

Según podéis ver por la trama, muy anclada en la realidad que conocemos no parece lo que nos lleva al siguiente punto.

Alegoría: “Figura que consiste en hacer patentes en el discurso, por medio de varias metáforas consecutivas, un sentido recto y otro figurado, ambos completos, a fin de dar a entender una cosa expresando otra diferente. “ Que nadie se engañe, todas las páginas son una sucesión de metáforas. Ello requiere un esfuerzo brutal ya que el texto no es evidente, entre otras cosas porque juega con diferentes  ejes temáticos para estas metáforas que es conveniente tener en la cabeza:

1º Guerra fría: la división en ideologías (Campus Occidental-Campus Oriental) está explotada al límite y rememora la situación vivida entre las dos grandes potencias de la época (Rusia-EEUU), esta vez en el marco de la universidad. Hay un juego continuo tremendo que juega con ideologías inventadas y que no deja de ser una parodia-sátira de la importancia que tienen todos los –ismos:

“Haciendo un esfuerzo considerable (porque él ya estaba fatigado de tanto recordar, y consideraba que su punto de vista ya había sido expuesto de un modo concluyente), logré sacarle la siguiente información: Entre los extravagantes planes del Proyecto Cum Laude en el mes anterior a su abandono estaba la preparación por parte del ORDACO, bajo la supervisión de Eierkopf y en el más alto secreto, de algo llamado “el GILES”. Todo cuanto Max pudo o quiso explicarme fue que la palabra era un acrónimo de Granmaestro Ideal del Laboratorio Eugenésico de Sujetos. Lo que significaba aquella frase (por lo que yo comprendía, bien podría estar formulada en el idioma de las ovejas), y si el intento de preparar dicho Giles resultó un éxito, y en tal caso cuál era su objetivo, fueron cosas de las que no me enteré hasta un tiempo más tarde. Pero comprendí, en cualquier caso, que había una relación incierta entre este misterio y mi postulación para el puesto de héroe.”

Novela de Campus: en efecto, el eje más evidente  nos lleva a la representación, de alguna manera del ambiente universitario que Barth conocía a la perfección y que devienen en novelas de formación, el camino que sigue nuestro entrañable niño-cabra está estructurado como un Bildungsroman típico que se irá centrando específicamente en un avance de dicha formación a través del sexo.

“Mi nombre es George; mis actos se han relatado en la Sala de la Torre y la crónica de mi infancia ha aparecido en el Journal of Experimental Psychology. Soy el que en esa época fue llamado Billy Bocksfuss, un apelativo cruel y poco apropiado. Y es que si realmente tuviera una pezuña hundida ahora no iría renqueando apoyado en un palo, ni necesitaría que me llevaran a caballito a clase cuando llueve. Sí, fue precisamente por falta de una pezuña por lo que a los catorce años fui pateado en vez de pateador; por lo que caí tullido sobre la hedionda turba y tuve que ver cómo un bruto carnero de Angora cubría a mi primer amor. Que dios se apiade de aquel macho que me expulsó de un mundo a otro, cuyos cuernos retorcidos inflamaron la imaginación de mi amada, que me sacó de los pastos y me puso a cojear por el camino que todavía recorro. Él coronó esta frente desnuda, oprobio de mi descendencia, con el oprobio de los hombres; dije adiós a mi caprina infancia carente de cuernos y partí, un estudiante humano y cornudo, con rumbo a las Puertas de la Graduación.”

Religión: el relato del niño-cabra guarda un paralelismo evidente con la vida de Jesucristo de una  manera ciertamente irreverente, equivaliendo la caprinidad a la divinidad y convirtiendo a Giles en un extrañísimo Mesías antiheroico; no hace falta mucho pensar para encontrar todas y cada una de las metáforas asociadas a la religión católica, como es el caso de este peculiar Padre Nuestro que se transforma en “Petición al Gran Maestro”:

“Fundador nuestro, que eres omnisciente,

graduado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu facultad.

Háganse tus deberes

así en el campus como en el otro lado de la puerta.

La palabra tuya de cada curso,

dánosla este curso.

Perdona que copiemos

como nosotros perdonamos a quienes nos copian.

No dejes que se nos pasen las fechas de entrega

más líbranos de cometer errores.

Apruébanos.”

Confusión-postmodernidad, parece mentira que después del apoteósico (y accesible) Plantador de tabaco del que hablé con profusión de detalles en este post  saltara a este juego postmodernista de alto calibre, con un avance hacia delante en la estrategia narrativa que convierte la lectura en un desafío de importancia, hasta para los más avezados lectores; es fascinante hasta dónde es capaz de llegar con la parodia, la sátira y los momentos de confusión se multiplican cuando parece que ya estás en la onda:

“-Me estás diciendo que me tendiste una trampa antes para que piense que no es cierto –dijo con prudencia-. Pero te salió el tiro por la culata.

-¿Eh?

-Yo sabía desde el principio que un aprobado y un suspenso no son opuestos -¿no te dije que Aprobar es Suspender?-, pero también sabía que tú sabías que intentaría tenderte una trampa que suspendieras . Entonces te dije que eran lo mismo para que tú creyeras que yo pensaba que eran diferentes y tú llegaras solo a esa conclusión. ¿Por qué crees, si no, que fingí que seguía tus consejos?

-Sé por qué los seguiste –le contesté y sonreí con la esperanza de confundirlo con inversiones de inversiones durante el tiempo suficiente para poder averiguar qué era lo correcto-. Lo que tú no sabes, cuando te dijo que “Suspender es aprobar”, es si quiero que creas que eso es cierto porque es falso o que eso es falso porque es cierto.”

Resulta que el autor era totalmente consciente de todo lo que os estoy comentando, tras el prólogo, creó una introducción en la que exponía las hipotéticas recepciones de cuatro críticos a esta obra y, anda, si también resume lo que podías encontrar en ella:

“Observemos la diferencia con el N.P.R: aquí el fornicio, el adulterio, incluso la violación, de hecho hasta el propio asesinato (por no hablar del autoengaño, la traición, la blasfemia, la prostitución, la hipocresía y los actos de crueldad deliberada), no sólo se representan para nuestro deleite ¡sino que por momentos se los aprueba e incluso se los recomienda! También desde un punto de vista estético (aunque este argumento palidece ante las cuestiones morales), la obra es inaceptable: la retórica es extrema, las ideas y la acción son por completo inverosímiles, la interpretación de la historia es superficial y claramente sesgada, la narración está llena de incoherencias y tiene un ritmo muy pobre, y es en ocasiones tediosa y, con más frecuencia, excesiva; y la forma, como el estilo, es poco ortodoxa, asimétrica, inconsistente. Los personajes, sobre todo el protagonista, no son realistas. ¡Nunca ha habido un niño-cabra! ¡Nunca lo habrá!”

Excesiva, extrema, inverosímil, inconsistente, poco ortodoxa, inaceptable, tediosa….  John Barth.

Un verdadero disfrute, lo mejor, acercarse sin prejuicios y… a disfrutar. Cada vez que la leas encontrarás algo diferente. Inabarcable. Subyugadora.

Los textos provienen de la traducción de Mariano Peyrou de Giles, el niño-cabra o el Nuevo Programa revisado de John Barth publicado en Sexto Piso.

Elegías de Duino de Rainer Maria Rilke. Lo sublime poético

duinoEn el epílogo de Alberto Vital del Seminario de Hermenéutica de la Universidad Nacional Autónoma de México encontramos una de esas reflexiones que, en mi opinión, resumen a la perfección lo que es, o debería ser, la poesía:

“Sólo la poesía que escribimos o que leemos (y entonces en cierta medida la hacemos nuestra) es capaz de desnudar el alma humana. La poesía (o, si se quiere, la poiesis del griego) es el lenguaje más íntimo, el lenguaje de la hondura y la permanencia en un mundo inconstante, el lenguaje que cava y socava en la minería de la psique (y las minas son importantísimas  en el Rilke de las Elegías y en el Rulfo de Pedro Páramos, con la Andrómeda como un referente realista y, sobre todo, como un símbolo en más de un plano).”

De dicho párrafo me gustaría destacar unas ideas:

1º La capacidad única de la poesía de “desnudar el alma humana”, esto es, de sublimar nuestra experiencia lectora, de transportarnos a lo sublime.

2º La importancia del lector como último experimentador de lo sublime, el escritor es capaz de llegar a esta trascendencia pero el lector, entra en la misma órbita al leer poesía.

3º En la mayoría de las ocasiones la poesía genera una experiencia íntima con el lector, de una hondura personal e intransferible con él.

Dicho esto, las Elegías de Duino de Rainer Maria Rilke constituyen un paradigma en sí mismo que cumplen a la perfección lo que destaca el texto anterior. Poco puede decir mi prosa ante el flujo cargado de aliento poético del autor, solo nos queda descubrirlo y disfrutar con la profunda experiencia místico-terrenal que el escritor acomete en todo momento:

 

“Es penoso estar muerto y, trabajoso,

ir recobrando poco a poco un mínimo

de eternidad.

Pero todos los vivos cometen el error

de querer distinguir con excesiva

rotundidad. Los ángeles –se dice-

ignoran a veces si están entre los vivos,

quizás, o entre los muertos. El eterno

torrente arrastra las edades todas

por ambos reinos y, en medio de los dos,

logra hacer oír sus voces.”

 

Esta dicotomía divino-terrenal solamente puede tener cabida en nuestro corazón, ya que nuestro entendimiento no podría entenderla:

 

“Porque nuestro corazón nos sobrepasa –como a ellos.

Y ya no podemos seguirlo con la mirada hasta

las aquietadoras imágenes que lo sosiegan,

ni en esos cuerpos, semejantes a lo divino,

donde aún más enormemente se demora y contiene.”

 

Las bellas imágenes metafóricas de la muerte solo pueden ser así por la presencia de un mundo divino, un mundo al que podemos aspirar desde las letras de Rilke:

 

“¿Quién mostrará a un niño tal como él es?

¿Quién lo ubicará en las estrellas y

pondrá en su mano la medida de la distancia?

¿Y quién, en fin, podría representar

su muerte como ese oscuro pan que

se endurece –o la dejará en la redonda

boca, como el corazón de una bella manzana?

Es fácil presentir al asesino. Mas esto:

contener la muerte, toda la muerte, desde

antes de la vida, tan dulcemente contenerla

y no ser malvado, esto es inefable.”

 

Esta esperanza es la que nos ayuda a convivir con un mundo que se fragmenta cada vez más, un mundo en descomposición que nos hace trizas:

 

“¡Y nosotros

meros espectadores

en todo tiempo, en todos los lugares,

vueltos siempre hacia todo y nunca más allá!

El mundo nos agobia.

Lo organizamos. Pero

se derrumba en añicos.

Lo organizamos otra vez y , entonces,

nosotros mismos

caemos rotos en menudas trizas.”

 

Es por ello que siempre nos encontramos en situación de despedida, una manera más de defendernos de lo que nos sucede y que no podemos afrontar:

 

“¿Quién nos conformó así,

que hagamos lo que hagamos

tenemos siempre la actitud

de quien se va? Como el que sobre la última colina,

desde donde divisa todo el valle,

una vez más, se vuelve, se detiene y rezaga,

así vivimos-

despidiéndonos siempre.”

 

Al fin y al cabo, nosotros no tenemos nada que podamos ofrecer, somos tan pequeños que debemos ir despojados de todo:

 

“Y así nos afanamos queriendo realizarla,

tratando de abarcarla en nuestras manos,

en nuestros ojos cada vez más henchidos

y en nuestro corazón sin palabras.

Intentamos ser ella. Para dársela ¿a quién?

Preferiríamos retenerla del todo para siempre…

¡Ah! Pero al otro reino ¿qué puede uno llevar?

No el arte de mirar y ver,

tan lentamente aquí aprendido.

Ni nada que haya sucedido aquí.

Nada. Absolutamente nada.”

 

En la lírica traducción/versión del gran Juan Rulfo solo podemos encontrar la perfecta fusión de los versos de Rilke con el aliento poético del mexicano que nos ayuda a encontrar lo sublime.

 

“Y nosotros, que siempre hemos esperado mirar

cómo asciende

la felicidad, sentiríamos el enternecimiento

que casi nos trastorna

cuando la dicha cae.”

 

Apabullante. Nada más hay que yo pueda decir.

Los textos provienen de la traducción/versión de Juan Rulfo de Elegías de Duino de Rainer Maria Rilke para Sexto piso.

La gran novela americana de Philip Roth. El béisbol como catalizador del mito

GranNovela-Roth-lowCada cierto tiempo es bueno recordar lo útil que es el texto que hice sobre el mito de la Gran Novela Americana a propósito del Libertad de Franzen y El gran Gatsby de Fitzgerald; allí hablaba, entre otras cosas, del momento (1868) en que dicho término fue acuñado por John William De Forest y el verdadero alcance del mismo, más allá de superficialidades aplicadas hoy en día en cuanto a tamaño o simple calidad:

“But the Great American Novel–the picture of the ordinary emotions and manners of  American existence–the American “Newcomes” or “Miserables” will, we suppose, be possible earlier. “Is it time?” the benighted people in the earthen jars or commonplace life are asking. And with no intention of being disagreeable, but rather with sympathetic sorrow, we answer, “Wait.” At least we fear that such ought to be our answer. This task of painting the American soul within the framework of a novel has seldom been attempted, and has never been accomplished further than very partially– in the production of a few outlines.”

Para De Forest la clave estaba en que tenía que ser “la imagen de las maneras y emociones ordinarias de la existencia del pueblo americano” (“the picture of the ordinary emotions and manners of American existence”), es decir, “pintar el espíritu americano dentro de una novela” (“this task of painting the american soul within the framework of a novel”). 

Teniendo en cuenta lo anterior, vamos con Philiph Roth, que en 1973 decidió escribir una novela llamada La gran novela americana, con una intencionalidad clara en cuanto a conocimiento del mito y con una subversión manifiesta en cuanto a la forma de presentar el “espíritu americano”  y “las maneras y emociones ordinarias del pueblo americano”; se puede ver claramente en dos textos, en el primero de ellos dándole la importancia que se merece el béisbol, ese desconocido que despierta la pasión de los americanos: 

“Además, era imposible comunicar la esencia del juego con palabras, ya fueran escritas o habladas, ni siquiera con palabras tan poéticas e inspiradas como las que solía pronunciar Míster Fairsmith. Como decía el general, la belleza y el sentido del béisbol residían en la inalterable geometría del diamante y en el reto que esta comportaba para la habilidad, la fuerza y el sentido de la oportunidad de los jugadores. El béisbol era un juego que se veía de manera distinta desde cada uno de los asientos del estadio, y por consiguiente jamás podría representarse adecuadamente a menos que alguien fuera capaz de reunir en una única imagen lo que todos y cada uno de los espectadores presentes en el estadio veían a cada momento […]” 

Para, a continuación, identificar el béisbol con toda una nación: el nexo que los une a todos. Por lo tanto, en palabras de Roth, el béisbol estaría indefectiblemente unido al sueño americano:

 “¿Qué le dice un americano a otro para entablar conversación en el tranvía, en el tren, en el autobús: “¿Di, puedes ver, con la primera luz de la aurora…?”, ¡No! Le dice: “Eh, ¿qué han hecho hoy los Tycoons?”. Le dice: “Eh, ¿Mazda ha marcado jonrón?”. Dime Roland, ¿sabes ya qué es lo que hermana a millones  y millones de americanos, lo que convierte a los rivales en aliados, a los extraños en vecinos, a los enemigos en amigos? ¡El béisbol! Y Así es como se proponen destruir América, jovencito, ese es su malvado e ingenioso plan: ¡destruir nuestro deporte nacional!

-Pero… ¿cómo? ¿Cómo pretenden lograr algo así?

-¡Convirtiéndolo en un espectáculo ridículo! ¡Haciendo que la gente se ría de él! ¡Quieren que nos riamos hasta morir!”

El final del sueño americano, o la debacle de dicho sueño sería representar dicho deporte no por sus heroicidades  sino más bien desde su faceta más ridícula; eso es lo que hace Roth, ya que toma el equipo más inútil de una de las ligas de béisbol, y lo utiliza para representar las costumbres del pueblo americano mediante una sátira continua y desternillante del deporte y, por extensión, de la sociedad americana.

Para ello escoge como narrador a Word Smith, Smitty, un periodista que será el que relatará las vicisitudes de la liga de béisbol y, en particular de los Mundys, el equipo en cuestión. Adoptará la primera persona de este periodista en el prólogo y en el epílogo, el prólogo le sirve para encuadrar la novela en la tradición, en esa Gran Novela Americana comentada anteriormente:

“Con esta prosa de segunda infancia no me dejarían ni entrar en secundaria, ¿cómo, pues, van a darme el Pulitzer? En fin, ni el monte Rushmore se labró en un día ni la Gran Novela Americana se escribirá sin sufrimiento. Además, empieza a pensar que quizá el dolor le hace bien al estilo: cuando escribir una letra como la z minúscula se convierte en algo tan tedioso y traicionero como un trayecto de montaña donde a cada curva de herradura hay que girar para no despeñarse al abismo, uno tiende a ahorrarse las palabras con z.”

De hecho, no duda, por si no lo teníamos claro, en establecer paralelismos con el Moby Dick de Melville o con el Huckleberry Finn de Twain; un verdadero prodigio que le sirve tanto para asentar la base en cuanto a tradición novelística como para realizar un pequeño resumen de la historia que se va a contar:

“Estudiantes de L. y fanáticos, la historia que me he propuesto contaros –prefigurada en las andanzas de Huckleberry Finn y el negro Jim, así como en las aventuras y el ostracismo de Hester Prynne, la paria de los puritanos- es la de los en tiempos poderosos Mundys,  la de cómo fueron expulsados de su estudio local en Port Ruppert, la del humillante año que pasaron en la carretera y la de la vergonzosa catástrofe que acabó con ellos (y conmigo) para siempre. Poco se imaginaban los otros siete equipos de la liga –poco nos lo imaginábamos todos, incluido el menda- que el aparentemente cómico infortunio de los Mundys constituía el preludio de nuestro común olvido. Mas esa, fanáticos, es la tiránica ley de nuestras vidas: hoy, la euforia; mañana, el torbellino.”

Esta forma de contarlo es lo que utilizará en cada comienzo de los siguientes capítulos, a modo de resumen, adoptando un narrador omnisciente y que entronca directamente con la forma de narrar de la época victoriana, llama la atención su intención de hacer una novela moderna, contemporánea, encuadrada en la tradición más antigua, del inicio de lo que podríamos llamar la Gran Novela Americana:

“Donde se narra cuanto es preciso sobre la historia de la Liga Patriota para que el lector se familiarice con su precaria condición a comienzos de la Segunda Guerra Mundial. Del carácter del general Oakhart, soldado, patriota y presidente de la Liga. De su gran apego a las reglas del juego. De sus ambiciones. A modo de contraste, del carácter del pícher Gil Gamesh, el debutante más sensacional de todos los tiempos. De su actitud hacia la autoridad y la humanidad en general. De la sabiduría y los sufrimientos de Bocazas Masterson, el umpire que se cruzó en su camino. De Cómo Gil Gamesh fue expulsado del béisbol por vulnerar la ley.[…]”

A partir de ahí, cada capítulo es una recopilación de los hechos que les suceden a los Mundys, la liga de béisbol y todo lo que se relaciona con ellos. Los Mundys son un equipo de perdedores, de inadaptados, con miembros amputados, aquellos que no han podido ir a la guerra por sus diversas taras y que van desde Mike Rama que se estrella contra las paredes en cada partido:

“[…] La afición, por supuesto, se sentía profundamente conmovida al ver cómo aquel joven brillante anteponía la victoria a su propia integridad. Cada vez que en el estadio resonaba el pataplum, el corazón se les encogía: ¿se había matado esta vez? Y lo más importante, ¿se le habría caído la pelota? Milagrosamente, la respuesta siempre era negativa. “

Hasta Buddy, el inadaptado de color que se presenta como un gran fichaje y que le sirve para hacer una broma sobre su hombría:

“A causa de la lluvia de flashes que acompañó el contacto de la yema del dedo de Doblona con la carne de Buddy, el efecto de su gesto sobre el antiguo jugador de los Mundys no se hizo perceptible de manera inmediata, pero cuando por fin los presentes recuperaron la vista resultó evidente que en los pantalones nuevos de franela de Buddy asomaba un bulto de considerables proporciones.

-Cáspita –dijeron los reporteros entre risas.

Mazuma, que siempre tenía alguna ocurrencia a punto, dijo:

-Caballeros, si quieren les digo qué es lo que no le falta a mi nuevo jardinero derecho.”

De fondo, la guerra fría, los dobles agentes, los espías, el balanceo entre la posibilidad del comunismo y lo que le puede hacer mal al mundo:

“-En mil novecientos treinta y ocho me mandaron ir a Moscú, el mayor honor que podía concedérsele a un joven agente comunista. Ahí me matriculé en el Centro de la Unión leninista de Espías y Técnicos en Sabotaje, conocido popularmente como el Culetes.

-Gamesh, ¡esperas que me crea que ese es el nombre de una escuela de Moscú? –preguntó el escéptico general.

-General, los comunistas no sienten más que desdén por la decencia y la dignidad humanas. La irreverencia y la blasfemia son su negocio, y saben cómo practicarlo.”

Y el capitalismo como verdadero destructor del sueño americano:

“Oakhart: Sí, es ridículo, pero ¿y si aun así es verdad? ¿Y si acaban destruyendo el béisbol desde dentro?

Smitty: Cuando eso ocurra, querido general, será un día muy triste, pero no será por culpa del comunismo ateo y materialista.

Oakhart: ¿De quién entonces?

Smitty: ¿De quién? ¡Del capitalismo ateo y materialista, he aquí de quién! Pero, claro, eso  es solo una opinión personal, general, la de un tipo llamado Smith.”

Pero, al final, para Roth, es el pueblo americano el que sufre, no son los héroes los que representan el sueño americano, sino los que luchan en el día a día:

“¿Qué pasa con el resto de nosotros, campeón? ¿Qué pasa con los desgraciados, por ejemplo? ¿Qué pasa con los débiles y los humildes y los desesperados y los cobardes y los que no tienen, por decir los primeros que me vienen a la cabeza? ¿Qué pasa con los perdedores? ¿Qué pasa con los fracasados? ¿Qué pasa con los parias de la tierra, que, por si no lo sabías, conforman el noventa por ciento de la raza humana? ¿Ellos no tienen sueños, Agni? ¿No tienen esperanzas? ¿Quién os ha dicho a los campeones como tú que el mundo es vuestro? […] Déjame que te diga una cosa, Adonis americano: a los hijoputas rubitos se os ha pasado la hora. Se acabó, Agni. Ya no aceptamos vuestras reglas, ¡ahora jugamos con las nuestras! ¡La Revolución ha empezado! ¡A partir de ahora los Mundys son la raza suprema!”

Ha llegado tarde, pero ha llegado para quedarse, la última novela que nos quedaba del gran Philip Roth.

Los textos provienen de la traducción de David Paradela López de La gran novela americana de Philip Roth para la editorial Contra.

Jack of Spades by Joyce Carol Oates. Escritora de género, versatilidad

jackOFspadesLa sinopsis de la segunda novela de Joyce Carol Oates en este año tras The Sacrifice , Jack of Spades, no podía atraerme más a priori:

“Andrew J. Rush has achieved the kind of critical and commercial success most authors only dream about: his twenty-eight mystery novels have sold millions of copies in nearly thirty countries, and he has a top agent and publisher in New York. He also has a loving wife, three grown children, and is a well-regarded philanthropist in his small New Jersey town. But Rush is hiding a dark secret. Under the pseudonym “Jack of Spades,” he writes another string of novels—dark potboilers that are violent, lurid, even masochistic. These are novels that the refined, upstanding Andrew Rush wouldn’t be seen reading, let alone writing. Until one day, his daughter comes across a Jack of Spades novel that he has carelessly left out and begins to ask questions. Meanwhile, Rush receives a court summons in the mail explaining that a local woman has accused him of plagiarizing her own self-published fiction. Rush’s reputation, career, and family life all come under threat—and unbidden, in the back of his mind, the Jack of Spades starts thinking ever more evil thoughts.”

Comenté a propósito de El gusano de seda el recurso que utilizan algunos autores de escribir a través de un pseudónimo y cómo esta escisión de la autoría les permite experimentar en temas o géneros tratados (lo más habitual) e incluso transforman su estilo para adaptarse al nuevo tema/género o simplemente por probar nuevas formas de escribir (menos habitual). Joyce Carol Oates no escribe en este caso con pseudónimo (aunque sí lo ha hecho en otras ocasiones) pero trata sobre ello en esta última novela transformando su estilo de tal manera que podríamos estar hablando de la última entrega terrorífica de Stephen King, de hecho, es inevitable pensar en La mitad oscura según la estás leyendo.

Lejos de tratarse de una coincidencia, Oates es muy consciente de los paralelismos que se encarga de alentar continuamente desde el comienzo, aquí se puede comprobar su similitud con el fenómeno Bachman y cómo el utilizar el pseudónimo le sirve para escribir de una manera “más cruda, visceral, francamente terrorífica”:

“There is another, curious similarity between Stephen King and me: as Stephen King experimented with a fictitious alter ego some years ago, namely Richard Bachman, so too I began to experiment with a fictitious alter ego in the late 1990s, when my career as Andrew J. Rush seemed to have stabilized, and did not require quite so much of my anxious energies as it had at the start. Thus, Jack of Spades was born, out of my restlessness with the success of Andrew J. Rush.

Initially, I’d thought that I might write one, possibly two novels as the cruder, more visceral, more frankly horrific  “Jack of Spades” –but then, ideas for a third, a fourth, eventually a fifth pseudonym novel came to me, often at odd hours of the night.”

De hecho, volverá a comentar en varias ocasiones esta diferenciación en la forma de escribir como en este caso donde igualmente habla de su método de escritura, ese “no saber cómo va a acabar una novela hasta que ocurre”:

“The endings of Jack of Spades’s  mysteries were crueler, as they were more primitive. There was too much evil spilling over everything to be tidily mopped up and mostly, everybody died, or rather was killed. Often I had no idea how a novel by Jack of Spades would end until the last chapter which came rushing at me like a speeding vehicle”

Independientemente de la apariencia de thriller que sirve para leerlo con inevitable interés Oates explota las posibilidades de este tipo de narración y el uso del pseudónimo por parte del escritor; solo hay que ver el miedo que tiene el Rush a perder el control, hecho que le sucede cada vez que Jack of Spades paulatinamente parece tomar el control de algunos momentos de su vida:

“Since the previous day, when my dear daughter Julia had innocently picked up a copy of Jack of Spades’s  A kiss before killing and begun leafing through it, I had feeling that something further would happen, out of my control. If there is one thing that frightens me, and infuriates me, it is losing control.

As if Jack of Spades had come to crouch in a corner of my life, unbidden by me, dragging all the light to him, and into him, like a black hole.”

Esta continua evolución hacia el orden establecido por Jack of Spades es expresado con otro recurso que utiliza King en sus novelas: el uso de una voz del subconsciente que, habitualmente aparece en cursiva y suele reflejar pensamientos que parecen ajenos a la personalidad del protagonista:

 

“Easily, the wife’s skull might be broken in a fall.

In the night, on the steep steps –easily.”

 

“I like not that.

Such phrases Jack of Spades inserted into the stream of my thoughts, that were random and inexplicable and not to be taken seriously.

I like not that. Nor should you.”

 

Quizá lo más discutible en la novela es la aparición de C. W. Haider, una mujer que la demanda por plagio pero la siguiente reflexión, en los pensamientos de Rush, nos da luz a un posible objetivo, mucho más ambicioso, de Oates:

“Of course it had not helped Haider’s carrer that she was female, but not feminine. She’d hoped to break into a male-dominated field of popular American mystery-horror writing as few women have been able to do, and certainly not a woman writer who displayed  the ego of a male writer.”

El papel de la mujer en la literatura de género es difícil sobre todo por la falta de reconocimiento inherente a las mujeres en un tipo de literatura (misterio-terror) dominada, de por sí, por los grandes machos; Oates no se corta, a estas alturas de la vida, con su edad, en denunciar esta situación y quiere demostrar con esta novela su capacidad para crear novelas de este tipo al nivel más alto, independientemente de que sea mujer o hombre:

“These Jack of Spades novels will combine some of the intricacies of plot of A. Rush with the crude, quick-moving, visceral power of Jack of Spades. Blend DNA of Stephen King, Mickey Spillane, Clive Barker, Jack Ketchum, Chuk Palahniuk plus sheer gut-wrenching carnage… Euphoria swept through me like flame”

El colofón de este reconocimiento buscado es el momento en que idea una carta ficticia en la que Stephen King felicita a Jack of Spades subrayando la mayor oscuridad de las novelas del personaje (“U R 2 DARK 4 Me”):

“Imagine my surprise and chagrin when, a few weeks later, a hastily scrawled postcard arrive at the P.O. addressed to “Jack of Spades.”

Whoever you are –“Jack of Spades”- U R 2 DARK 4 Me & We ARE NOT rivals

S.K.”

Un supuesto accidente en el pasado que supuso la muerte de su hermano pequeño nos llevará a un final donde lo real se mezcla con lo sobrenatural, en un cúmulo de ambigüedades que os dejo que descubráis por vosotros mismos (de hecho he preferido quitar algún texto que podía revelar algo de esto). Ese punto macabro final supone una fantástica culminación de una novela que tiene mucho por detrás, como siempre ocurre con la grandísima Joyce Carol Oates.