“Le ParK” de Bruce Bégout. El miedo a la confusión.

lepark_grandeUna de las primeras sorpresas agradables de este año es este “Le ParK” del filósofo y escritor francés Bruce Bégout; era difícil que un libro que tenga esa portada, ese diseño y edición y un parque de atracciones para representar una distopía no fuera a gustarme y, ciertamente, ha sido así. Estamos ante una pequeña joya.

Estructurado en pequeños capítulos, desde prácticamente la primera página el francés adopta un estilo periodístico poco habitual para este tipo de narraciones; de hecho, la mayoría de las ocasiones suele hacerse de una manera ficcional como si se tratara de una novela representándonos alegóricamente dicha distopía. La adopción de este estilo periodístico resulta más terrorífica precisamente porque esta forma de escribir nos acerca aún más a la realidad en que vivimos; la sensación es la de estar leyendo una crónica que tratara sobre algo que es real, que está sucediendo de verdad:

“Le ParK es un parque, si bien un parque distinto a los demás. Hay muchas clases de parques: para plantas, para animales, para hombres, parques de empresa, destinados a vehículos e incluso a aparatos averiados, parques de ocio, de encarcelamiento, de estacionamiento, de espacios protegidos. Le ParK es eso y más. La K mayúscula subraya su singularidad absoluta. En cierto modo, este lugar expresa la esencia universal de todos los parques reales y posibles. Es el parque de todos los parques, la síntesis definitiva que revela al resto como obsoletos; el concepto universal, el invariante formal. Todo aquello que pueda caracterizar a un parque se encuentra reunido en Le ParK, bajo una forma inédita y un  tanto fantástica. Abominable, dirán algunos.”

La letra K en mayúscula subraya la unicidad del sitio, incluso a través del nombre, un sitio en el que lo lúdico que se puede mezclar con lo no tan lúdico de una manera explosiva:

“Le ParK guarda más similitudes con un sistema de gobierno cosmopolita en la era web 3.0 que con el antiguo esquema de panem et circenses. Y no es que –hagamos hincapié en ello- el goce y la distracción se hallen del todo ausentes en este emplazamiento singular, a contracorriente de lo habitual en esta materia, pero sí se encuentran combinados con otros elementos menos lúdicos que le confieren un giro especialmente asombroso, incluso explosivo. Nace una nueva geografía del sueño, con sus imágenes ambiguas, sus ambientes flotantes, sus condensaciones salvajes.”

Lo que más asusta, como dije anteriormente, es precisamente esta apariencia de realidad que se representa aún más por la sensación de confusión que nos transmite; esta confusión está emparentada con la visión que tenemos actualmente de una realidad que no acepta verdades absolutas; vivimos en tantos grises que no nos sentimos seguros, y esa es la baza más original del parque:

“El espacio psicopatológico de Le ParK se ocupa en cada una de las encrucijadas del terrorismo mundial y del urbanismo inmunitario. Como vemos, su originalidad tiene que ver con la confusión, en un solo y mismo lugar, de diferentes clases de enclave humano; con el juego sutil de los mestizajes salvajes, de los collages surrealistas,  de los acoplamientos monstruosos, de las relaciones inéditas, unas veces geniales y otras descabelladas, siempre provocadoras.”

La singularidad del parque se convierte entonces su mayor característica para la elección de los visitantes, vivir en él, sufrir sus confusiones, se vuelve su mayor baza, lo convierte en elitista; el siguiente nivel de terror al que podemos llegar, no solo lo pasaremos mal en la realidad que vivimos sino que nos pelearemos por estar entre los elegidos para dicha realidad:

“Le ParK no aspira rivalizar con Las Vegas, Macao o Dubái, esas vulgares trampas para turistas que deslucen su oferta al ampliar la admisión de su clientela. Lejos del circo popular, se postula como un producto de élite, una obra de vanguardia, severa y difícil, que no pueden apreciar sino los iniciados escogidos tras una cuidadosa criba. Lo que nos ocupa es una nueva clase de parque, más especializado, más riguroso, más selectivo.”

A la descripción inigualable que hace de Le ParK, Bégout añade, en su parte final, la experiencia de aquellos visitantes que han gozado del parque, a los dos niveles de terror mencionados añade un tercero, más allá, la aniquilación de la esperanza como posible elemento dulcificador de la realidad vivida:

“Se acuerda entonces, valiéndose de una reminiscencia escolar, de que la esperanza es el último de los males –el más temible y devastador- que sale de la caja de Pandora, contrariada por haberse dejado atrapar. Ere es el recuerdo particular de Le ParK que se llevará consigo y que no lograrán tapar, por su capacidad inimaginable de atraer el polvo, las mesas o chimeneas en el salón de sus ambiciones derrotadas.”

Por si fuera poco, para acabar, nos demuestra la vigencia de “Le ParK” y cómo nos conformaremos con esta situación por muy horrorosa y grotesca que nos parezca:

“Podemos apostar a que, a medida que el mundo occidental se vuelva más sano, hermoso, bueno, rico y viejo, menos soportable será para una franja importante de su población esta felicidad ineluctable de la que se empeñará en escapar cueste lo que cueste. Entonces la crueldad constituirá un nuevo mercado a explotar, una evasión lucrativa. No obstante, Le ParK no es un mero espejo del futuro, se asemeja más bien a una galería viviente de pinturas bárbaras alrededor de las cuales gravita, sin cuestionarse demasiado, un público ávido de emociones alacres y morosas.”

Quizá lo más doloroso es que no estamos hablando del futuro sino que Le ParK ya está imbuido en nuestras vidas. Excelente libro, sin lugar a dudas, en tema, edición, estilazo… no puedo ponerle ningún pero. Hay que leerla.

Los textos vienen de la traducción del francés de Rubén Martín Giráldez  de “Le Park” de Bruce Bégout en la editorial Siberia

“I wear the black hat. Grappling with villains” de Chuck Klosterman. Necesitamos a Hitler.

blackhat-klostermanEste es un libro que, muy probablemente, no veremos traducido a nuestro querido castellano. El artífice es el grandísimo Chuck Klosterman, escritor norteamericano y crítico musical que se caracteriza especialmente por intentar dilucidar los mecanismos que rigen ese tan difuso mundo en el que vivimos, particularmente el de la sociedad norteamericana. Quizá por este motivo, la utilización de múltiples referencias autóctonas disminuye el interés de potenciales compradores en un país como el nuestro.

Una verdadera pena porque muchas de sus agudas conclusiones se pueden aplicar independientemente del país en el que te encuentres; su juicio ayuda a discernir cómo se comporta la sociedad ante ciertos eventos. Este es el caso de “I wear the black hat. Grappling with Villains”, el libro que publicó en el 2013 y que tiene la original premisa de ponerse en la piel de los que son considerados “villanos” e investigar cuáles son las causas que llevan a las personas a considerarlos de esta manera.

Ya en el prefacio las intenciones están claras, partiendo del hecho de mostrarnos lo que no va a ser: construcción mediante negación; además, nos introduce a la idea de que lo que va a contar puede no gustarnos:

 “Here’s what this book will not be: It will not be a 200-page comparison of the Beatles to the Rolling Stones, even though I was tempted to do so in seventeen different paragraphs. It will not analyze pro wrestling or women on reality TV shows who are not there to make friends. And most notably, it will not be a repetitive argument that insists every bad person is not-so-bad and every good person is not-so-good. Rational people already understand that this is how the world is. But if you are not-so-rational –if there are certain characters you simply refuse to think about in a manner that isn’t 100 percent negative or 100 percent positive- parts of this book will (mildly) offend you. It will make you angry, and you will find yourself trying to intellectually discount arguments that you might naturally make about other people. This is what happens whenever the things we feel and the things we know refuse to align in the way we’re conditioned to pretend.”

(Pequeño apunte para no angloparlantes: la cantidad de textos y densidad, unido a la falta de tiempo imposibilita mi traducción palabra a palabra. Solo pasaré por encima reflejando el sentido general)

Su premisa de partida es tan simple como efectiva a la hora de definir lo que considerará un villano:

“The villain is the person who knows the most but cares the least.”

Con esta base es capaz de originar cada uno de los capítulos centrándose en aspectos de la villanía (normalmente centrándolos en personas concretas) y emparentándolos con sucesos de la vida cotidiana o de la sociedad; de esta manera es capa de reflexionar sobre la crítica, sobre lo que debe ser un crítico para ser considerado por el resto, ni puedes odiar todo ni puedes amarlo todo, el término medio aristotélico parece ser la solución y, sobre todo no perder esa cualidad de “ser emocionalmente frágil”:

“My personality had calcified and emancipated itself from taste. I still cared about music, but now enough to feel emotionally distraught over its non-musical expansion into celebrity and society. And this was a real problem. Being emotionally fragile is an important part of being a successful critic, it’s an integral element to being engaged with mainstream art, assuming you aspire to write about in public. If you hate everything, you’re a banal asshole… but if you don’t hate anything, you’re boring. You’re useless. And you end up writing about why you can no longer generate fake feelings that other people digest as real.”

En el marco televisivo indaga sobre los traficantes de drogas (drug-dealers) y cómo, aunque a priori deberían ser malvados, son pintados con frecuencia como “complicados, inteligentes y generalmente comprensivos” dándole una vuelta al sentido peyorativo que lleva asociado su nombre y la inevitable asociación a las drogas:

“When consuming TV in 2013, how do you know the program you’re watching is supposed to be art? The most important indicator is the network airing it –if it’s on HBO, AMC, or FX, the program is prejudged as sophisticated (and must therefore adhere to a higher standard). But a less obvious clue involves the depiction of any characters who sell drugs. If the drug dealers are depicted positively, the show is automatically seen as “realistic” and directed toward a discriminating adult audience. Drug dealers on high end TV shows are never straight-up bad gays; they are complicated, highly intelligent, and generally sympathetic.”

Sin embargo, su mayor genialidad viene en el capítulo “Easier than typing”  que comienza con la siguiente hipótesis:

“Let’s pretend Batman is real.

I’m aware that this opening is enough to stop a certain kind of person from reading any further. It could be the opening line from an episode of Community that references a previous episode of Community. But that’s life. That’s how it goes.

Let’s pretend  Batman is real. Let’s assume Gotham City is the real New York, and someone is suddenly skulking the streets at night, inexplicably dressed like a winged mammal. (For the sake of argument, we’re also assuming this is happening in a universe where the pre-existing BatmanTM character has never been invented by DC Comics, so no one is presuming that this is a person impersonating Batman –this is an original Batman, within a world where he’s never been previously imagined.”

En efecto, imaginemos la existencia real de Batman, el justiciero nocturno, pensemos que está actuando en nueva York, teniendo en cuenta que no ha existido el protagonista de cómic; en sucesivos y desternillantes párrafos nos damos cuenta de lo difícil que sería admitirlo en la realidad; lo bueno es que Chuck lo utiliza para llevarnos al caso real de Bernhard Goetz personaje bien conocido en Estados Unidos por haber matado a cuatro jóvenes de color porque creía que iban a robarle. El paralelismo entre las dos figuras es más que evidente; sin embargo, en la realidad Batman se considera un héroe y Goetz es un villano. Klosterman llega a la siguiente conclusión:

“Because he is unreal, Batman controls de Batman Message. He lives in a finite unreality. Goetz faced (and partially created) the opposite circumstance. Every forthcoming detail about his life –even the positive ones- made his actions on the subway seem too personal. And people hate that. What people appreciate are scenarios in which someone’s individual experience becomes universal. When that transference goes the other way –when something wholly universal (like the fear of crime) comes across as highly personalized (as it did for Goetz)- the ultimate takeaway is revulsion.”

Lo que convierte a Goetz en algo revulsivo, y que la gente le odie en última instancia, es la particularización de su crimen, todo lo que sea universal  (el miedo al crimen) es tolerado, sin embargo cuantos más detalles conocemos que le llevaron a ese acto, más particularizado se vuelve, más reprobable, ya que la involucración es personal y no tan moral.

No se acaban las genialidades con este fabuloso capítulo; en la exploración de las figuras de Assange y Kim Dotcom (creador de megaupload) tenemos otra de esas reflexiones inigualables:

“This is why Assange can make an argument that openly advocates actions that (in his words? “might be inmoral”. Those actions are going to happen anyway, so he doesn’t have to pretend that they contradict the way we’ve always viewed morality. He doesn’t have to convince us he’s right, because our thoughts don’t matter. His vies of everything is like Perez Hilton’s viez of gossip or Kim Dotcom’s view of entertainment: He believes everything longs to be free. And he will make that happen, because he knows how to do it and we don’t know how to stop him. He’s already beaten everybody. It was never close.”

Estos “villanos” no solo no consideran que tengan que justificar sus obras, o más bien, convencernos de que lo que hacen es correcto;  sino que Dotcom cree también que “todo tiene que ser gratis y hará que suceda porque sabe cómo hacerlo y también sabe que no podemos pararle.” Exacto, la premisa inicial de Klosterman aparece de nuevo: “The villain is the person who knows the most but cares the least.” (El villano es el que más sabe de todos y el que menos se preocupa de ello.)

Los análisis de Abdul Jabar o Chevy Chase como figuras “odiables” son bastante encomiables también, especialmente en el caso del humorista, famoso por sus irrefrenables polémicas con todos los compañeros/directores/actores con los que interactúa:

“The fear with Chevy Chase is that every role is just another manifestation of “the Real Chevy” –that all these identical characters reflect  the person he truly is, and that all his alleged arrogance is the product of believing he’s the only person smart enough to recognize how everything is a clumsy joke, including love and death and unedited emotion. That’s what he means when he says, “I’m Chevy Chase and you’re not”. It’s not something he’s happy about.

I see all of Chevy’s worst qualities in myself. But none of his good ones.”

Todos tenemos el miedo de que en realidad cada rol que ha efectuado Chevy Chase no es una actuación, sino que solamente reflejan la verdadera idiosincrasia del detestable personaje y encima es totalmente consciente de ello.

En este ensayo el escritor norteamericano no baja el pistón sin que deja para el final al “villano”  paradigmático, al reconocible por todos, al que todos necesitamos en nuestras vidas; lo habéis adivinado (bueno, también venía en el título de post), necesitamos a Hitler:

“Hitler is the human catch-all for all other terrible humans. Other genocides can be viewed as sinister in concept and heartbreaking in practice, but without any pressure to understand and personify the men who made them happen. Mao and Stalin (and Hirohito and Amin and Leopold and Robespierre) are dead, both literally and figuratively. They are historic caricatures. They can disappear. But we need to keep Hitler alive. Hitler needs to be a person we hate on a one-to-one basis. He’s the worst. That’s his job.”

La necesidad de mantener a Hitler vivo por nuestra propia salud es una de las mayores paradojas de la sociedad contemporánea; y es así porque Hitler tiene que ser objeto de odio.  Chuck ahonda en la personalidad del dictador y nos trae a colación la famosa escena de “El hundimiento” , curiosamente una de las pocas películas que intentaba sacar alguna de sus facetas más humanas, dulcificarlo de alguna manera; si recordáis ese momento ha sido parodiado hasta el infinito siendo utilizado para crear escenas cómicas de todo tipo según el motivo buscado: el discurso de Ana Botella en el COI  o el final de la serie Perdidos .

Esta parodia continuada en el tiempo consigue su principal objetivo, que la posible manifestación humana del dictador sea considerada en sí una mentira, o no relevante para la mayoría de la población.

Necesitamos a Hitler, porque necesitamos elementos seguros, la estabilidad que causa el tener un personaje al que puedas odiar de verdad, sin tonos de gris, nos trae estabilidad a nosotros y nos mantiene en armonía indudablemente. Esa es la función de Hitler y lo seguirá siendo por nuestro bien.

“Clavos en el corazón” de Danielle Thiéry. Ahogado por los procedimientos policiales.

clavos-en-el-corazon-es_medGran expectación había ante la publicación de la novela policíaca de Danielle Thiéry “Clavos en el corazón”; venía con la vitola del triunfo que le daba haber ganado el premio Quai des Orfèvres del 2013, corroborado además por el considerable éxito de ventas en Francia. Su autora, primera mujer commissaire divisionnaire, hacía presumir un dominio claro de los procedimientos policiales.

Más que el premio y las ventas, me interesaba a priori la trama, la posibilidad de que a la investigación principal se le uniera una pasada y que tuviera que ver con el pasado de uno de los protagonistas tenía un gran potencial; la cosa empezó bien, el investigador principal, el comandante Maxime Revel es el típico perdedor que genera empatía inmediatamente. Sobre todo porque encadena sus problemas a los que le suceden a la sociedad en general:

“-¡Dejo de fumar si vuelves a comer! -concluyó Maxime sin convicción. Si fuera tan sencillo decidir sobre las adicciones, el mundo no sería lo que es, sin fumadores, sin bebedores, sin drogadictos, sin bulímicas, sin nada que lo perturbara. Léa se tragó su “píldora del olvido” sin decir una palabra y subió a su habitación.”

Tal es su incapacidad que, casi sin enterarse, por sus problemas de comunicación, perderá el contacto con su hija:

“La habitación de la chica estaba ordenada y las sábanas de la cama estiradas al máximo. El ordenador estaba apagado y no había ningún mensaje a la vista. Léa se había ido sin decir una palabra. Pensó con horror que su hija llevaba al menos dos días fuera de casa sin que su padre se preocupará por su ausencia. Se dejó caer sobre la cama de su hija, con la cara escondida entre las manos, y empezó a sollozar.”

Caerá enteramente en los abismos cuando no pueda soportar la presión y, debido a sus malos hábitos, la enfermedad haga que casi muera:

“Ese día de Navidad fue raro para todo el mundo. Recogieron a Revel justo al borde del abismo en el que se había dejado caer, cansado de luchar. Su corazón había aguantado, por eso estaba vivo.”

La investigación que, hasta el momento parecía llevada por un típico detective, ganará en coralidad cuando sus subordinados, Sonia Bretón y Renaud Lazare, la retomen donde la deja Revel; es entonces cuando cada vez ganan más importancia los procedimientos policiales y la forma de reflejarlos.

No falta un elemento que suele hacer que este tipo de investigaciones ganen en interés, la presencia de un autista, Nathan Lepic, cuyos recuerdos de los días de los hechos serán imprescindibles para la resolución del caso.

 “Desde su ventana Nathan Lepic observaba el despliegue de fuerzas que se instalaba en torno al café que seguía llamando La Fanfare, porque era una referencia demasiado fuerte de su primera infancia, en un océano de recuerdos innombrables e incoherentes. Particularmente los que tenían que ver con su abuela Alise. En sus sueños, e incluso en estado de vigilia, llegaba a sentir su presencia con una absoluta precisión. Como si su memoria sensorial sufriera picos de intensidad.”

El caso se resuelve de manera correcta pero tiene ciertos problemas,  sobre todo a la entrada de los subordinados de Maxime Revel: no resultan tan carismáticos como aquel y la resolución se presenta de una manera rutinaria, con un simple informe policial utilizado por partida doble. Una pena, porque la resolución es interesante pero hay una falta de brillantez que desluce el resultado final. Su mayor virtud, ese posible conocimiento real de “lo policial” y los procedimientos tratados, se convierte en su principal problema, vuelve “mate” una historia que prometía pero que se queda como una más del montón. Una lástima, podría haber resultado mucho mejor.

Los textos provienen de la traducción del francés de Julia Alquézar para “Los clavos del corazón” de Danielle Thiéry en La esfera de los libros.

“El avión rojo de combate” de Manfred von Richthofen. Una visión distinta de la Gran Guerra.

El avión rojo de combate_ ALTAEn este año en el que nos encontramos, conmemoración del comienzo de la primera Guerra Mundial o “Gran Guerra”, estamos viviendo, en lo literario, una total “Granguerraexploitation”; es tal la cantidad de libros sobre el tema o que tratan aspectos de ella que las librerías se están inundando de voluminosos ensayos (en su mayoría) y, a veces, de otra obras más periféricas que ofrecen otras visiones.

Tal es el caso de la pequeña editorial granadina “Macadán libros” que ha elegido diferenciarse mediante una forma muy original: la publicación de libros relacionados con la mecánica en todos sus ámbitos;  ejemplo de ello es este curiosísimo “El avión rojo de combate” que tiene como autor y protagonista autobiográfico a Manfred von Richthofen, más conocido como el sanguinario Barón RojoRichthofen, no olvidemos, fue una figura destacada de la Gran Guerra como bien indican en la nota del editor al comienzo:

“Richthofen, un joven e inexperto capitán de caballería de veintitrés años, estaba llamado a convertirse en el as de la aviación de la Gran Guerra y en un mito popular moderno. En su figura se concentran los elementos clave que forjarían una leyenda: juventud, audacia, sentido del humor y una ruptura total con el pasado representada por su avión rojo de combate.”

El apasionante relato autobiográfico contiene elementos propios del Bildungsroman, del relato de formación, cruzándose con el relato histórico; la adictiva historia de aventuras áreas y, cómo no, un relato pormenorizado de todas las mecánicas que tuvieron los aviones de dicha época (la especialidad de la editorial).

La personalidad del Barón Rojo queda muy bien definida desde el principio, y va muy unida a la mentalidad germana; el orgullo nacionalista:

“Finalmente me dieron las charreteras. Creo que la satisfacción más grande de mi vida la experimenté la primera vez que me llamaron “mi teniente.”

Aunque al principio reconozca alguna incapacidad, de una manera más bien humorística:

“Cada vez que veía un aeroplano me confundía. No podía distinguir los aviones alemanes de los enemigos, no tenía ni idea de que los alemanes llevaran cruces pintadas y los del enemigo círculos. Así que abríamos fuego contra todos por igual. Los viejos aviadores aún relatan la penosa situación de verse tiroteados a un mismo tiempo por amigos y enemigos.”

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En no poco tiempo (tuvo una vida muy corta, aunque intensa) estará peleando con los grandes ases diarios; y demostrará su capacidad y su bien conocida implacabilidad, es imposible no rendirse ante sus relatos de las peripecias en las alturas:

“A cien metros de altitud, mi adversario intentó volar en zigzag para dificultarme el blanco. Entonces se presentó mi oportunidad. Lo fui acosando hasta los cincuenta metros, disparándole sin cesar. El inglés iba a caer sin remedio. Para lograrlo casi tuve que gastar un cargador entero.

Mi enemigo se estrelló al borde de nuestras líneas con un tiro en la cabeza. Su ametralladora se clavó en la tierra y hoy decora la entrada de mi casa.”

No deja de ser curioso lo bien que entendía su oficio, el volar en cazas aéreos para derribar a sus enemigos y cómo los catalogaba en base a la forma de volar; tenía un don innato:

“Naturalmente, depende del enemigo al que uno se enfrenta, si a los burlones franceses o con los gallardos ingleses. Yo prefiero a los ingleses. El francés escurre el bulto, el inglés raramente; a veces su audacia solo puede describirse como estupidez, aunque probablemente ellos lo llamen bravura.

Pero así debe ser el piloto de caza. El factor decisivo no reside en las acrobacias, sino en tener decisión y agallas.”

Afortunadamente no todo es batallar… no falta el buen humor, como esa vez en que los ingleses intentan bombardear su aeródromo:

“Eran bonitos los fuegos artificiales que el tío aquel nos regalaba, pero solo un gallina podría asustarse con aquello. En mi opinión, lanzar bombas durante la noche solo tiene efecto en la moral de la tropa, y para uno que se caga de miedo, somos muchos los que nos quedamos tan tranquilos.

Nos lo pasamos muy bien con aquella visita y opinamos que los ingleses deberían repetirla más a menudo.”

En el epílogo que, sabiamente, nos ofrece la editorial tenemos el mejor colofón a esta gran historia:

 “El 21 de abril de 1918, un agotado Richthofen con ochenta victorias a sus espaldas perseguía a un adversario inexperto sobre las líneas enemigas. El as alemán comenzó a volar a muy baja altura, situándose peligrosamente al alcance de la artillería de tierra.

En dos semanas hubiera cumplido veintiséis años.

Sus adversarios lo iban a enterrar con todos los honores.

Una bala le atravesó el corazón y lo hizo inmortal.”

En efecto, caminamos de la mano de una leyenda, de un mito. Una visión bastante distinta y muy alejada de los sesudos análisis habituales que tienen como foco la primera guerra mundial. Una historia de aventuras que se adentra en los caminos de la inmortalidad.

Los textos vienen de la traducción de Macadán libros  de “El Avión rojo de combate” de Manfred von Richthofen.

“El resucitador” de Howard Phillips Lovecraft. El terror no sería nada sin el genio de Providence.

Re-AnimatorNo deja de ser curioso que conociera la obra “Herbert West: Reanimator” de Lovecraft a través de su adaptación al cine “Re-Animator” dirigida por Stuart Gordon; habida cuenta de que conozco la mayoría de las obras del norteamericano a través de diferentes ediciones de todo tipo y que, sin embargo, no tenía recuerdo consciente de haber leído esta.  La película, encomiable en su realización, es deliciosamente trash y hay que reconocer que es una adaptación más que aceptable del universo lovecraftiano, muy disfrutable para todos los amantes del terror.

Esta historia tuvo una génesis muy particular y distinta a las otras obras del escritor: fue publicada por entregas en la revista “Home Brew” en el período comprendido entre octubre de 1921 y Junio de 1922; él manifestó a través de sus cartas que quería hacer una parodia del “Frankenstein” de Mary Shelley y no quedó muy satisfecho del resultado ya que se vio obligado a adaptarse al tipo de entrega, jugando con medios no muy comunes para él, como el uso del cliffhanger entre una entrega y la siguiente.

El narrador en primera persona, del que no sabemos el nombre en ningún momento, ayuda al profesor Herbert West, modelo típico de “mad doctor”, en su obsesión por devolver a la vida a las muertos, por sobrepasar los límites de lo vivido:

“West era entonces un joven con gafas, de baja estatura, esbelto, y con rasgos delicados, rubio, los ojos de color azul pálido y una voz suave, así que resultaba siniestro oírlo sopesar los méritos relativos del Cementerio Cristiano y las fosas comunes. Al final optamos por las fosas comunes, ya que prácticamente todos los cuerpos del Cementerio Cristiano estaban embalsamados, algo que por supuesto constituía una adversidad para las investigaciones de West.”

Los primeros intentos de resucitar a los muertos resultan fallidos, trayendo a la vida horrores que les aterrorizan a ellos y a nosotros como lectores, ya que lo que vuelve a la vida puede ser muy peligroso, nos envuelve en incertidumbre el hecho de la resurrección de los muertos; sorprende que en esos momentos el humor negro aflore:

“Tanto para Herbert West como para mí, el disgusto y el horror fueron supremos. Incluso ahora siento escalofríos de sólo pensar en ello. Aunque, por supuesto, me estremecí mucho más aquella mañana en que West mascullo entre sus vendajes: “¡Maldita sea, tampoco estaba lo bastante fresco!”

Sin título-1En este libro se producen unas de las primeras apariciones literarias de los  muertos vivientes; en el caso del nihilista Lovecraft se convierte en su repuesta descreída a la fe; la respuesta atea que desafía la resurrección cristiana convirtiendo al hombre en dador de vida, en un “Dios”:

“Lo que buscaba era, nada más y nada menos, que un abundante suministro de hombres recién asesinados en todos los posibles estados de desmembramiento.

Herbert West necesitaba cadáveres frescos porque el trabajo de su vida era la resurrección de los muertos.”

El formato por entregas no benefició a Lovecraft, encorsetó su estilo y le obligó a repetir en cada entrega parte de lo que había sucedido en la anterior;  aun así, el final, digno de una pesadilla, nos congratula y consigue que disfrutemos de la fuerza de la prosa del gran escritor (cada vez más venerado) de terror.

El terror actual no sería lo mismo sin la influencia subyugadora de Lovecraft, creador de una mitología fascinante que aviva cada día nuestros miedos más profundos. Nuestros miedos ante lo desconocido e incognoscible.

Los textos provienen de la traducción del inlés de Juan Cárdenas para “El resucitador” de H. P. Lovecraft para esta edición en Periférica.

“Lionel Asbo” y “Maten al león” de Amis e Ibargüengotia. La sátira como elemento aglutinador.

Por causas que ahora no vienen al caso, voy a reunir en este post dos libros a los que, sinceramente, no los unía aparentemente nada.

plantLIONEL.qxd:PlantALBA.qxdEn “Lionel Asbo. El estado de Inglaterra” se supone que Amis nos quería, aparentemente, mostrar el estado de la Inglaterra a través de la extraña figura de su protagonista, el bulldog británico Lionel Asbo:

“Así, los signos externos de la riqueza, en el caso de Lionel Asbo, no han sido sino meros recordatorios de su inanidad de base. Su autoestima no es más alta que su coeficiente de inteligencia (que apenas puede aspirar a un porcentaje de dos dígitos). Esto, unido a unos trastornos emocionales graves, y a una alarmante inestabilidad en el terreno sexual, ha dado como resultado un terrible cóctel de inseguridad violenta y orgullo vano.”

Aunque no lo elige como narrador, sino a su sobrino Desmond Pepperdine que protagoniza un relato de formación con la influyente figura de su tío de fondo. Por momentos da la impresión de que se va a tratar de una sátira salvaje sobre dicha sociedad como podemos ver por su opinión sobre la política estadounidense en Irak:

“-Pues claro que sé lo de Irak -dijo Lionel sin levantar la mirada-. El 11-S. Verás, Des, el 11-S esos tipos con telas en la cabeza fueron y…

-¡Pero Irak no tenía nada que ver con el 11-S!

-¿Y…? Des, eres bastante ingenuo. Verás: Norteamérica es el chico grande. Es Papá. Y cuando se follan la libertad, como en el 11-s, bueno, se rompe la baraja y Papa se revuelve hecho una furia.

-Sí, pero ¿contra quien?

-no importa contra quien. Cualquiera vale.”

El problema viene cuando todo lo salvaje que podías pensar se queda corto ante el grado de enrevesamiento y locura que es capaz de mostrar el escritor inglés, ya famoso por ser bastante polémico en el tratamiento de sus temas.  De tan transgresor que es se queda a un medio camino de lo humorístico y lo serio. Con momentos como este te da la impresión de que es capaz de hacer de todo:

“-Verás. Hay ciertas cosas, Des …, hay ciertas cosas que un hombre no puede hacer hasta que su madre estira la pata.”

En el final, de hecho, creía que iba a cometer la barrabasada que se sugiere por la narración. Me temo que el afán de ser tan bestia me deja con una sensación amarga al acabarlo. La sensación de que podría haber sido mucho mejor y que se queda en un entretenimiento pasable con buena prosa.

maten-al-leon_jorge-ibarguengoitia_libro-OAFI970Lo curioso de “Maten al león” de Jorge Ibargüengoitia es que no la elegí por afinidad con respecto a la novela de Amis y, sin embargo, sí que tienen elementos en común que son ejecutados de distinta forma. 

El mexicano Jorge Ibargüengoitia es un maestro de la sátira (que también utiliza Amis con frecuencia), en esta ocasión nos encontramos con Arepa, una isla gobernada por un tirano, el Mariscal Belaunzarán, que rige con mano firme y que no duda en “cargarse” a quien no esté de acuerdo con él:

“-Dentro de un momento van ustedes a entrevistarse con la prensa. Esto es un privilegio. Ya cada uno sabe lo que confesó, y lo que tiene que decir. Si alguno mete la pata, lo pasamos por las armas. ¿Está claro?”

O cambiar las leyes de tal forma que pueda hacer perpetuo su mandato:

“Se aprueba la petición, y a las once y cinco, cuando los moderados están llegando a casa del muerto, la Cámara aprueba, en pleno, por siete votos contra cero, la eliminación del párrafo que dice: “Podrá permanecer en el poder durante cuatro periodos como máximo y no podrá reelegirse por quinta vez.”

“-Este país necesita progreso. Para progresar necesita estabilidad. La estabilidad la logramos quedándonos ustedes con sus propiedades y yo con la presidencia. Todos juntos, todos contentos y adelante.

-Yo estoy en completo acuerdo con usted, señor Presidente -dice Don Carlitos.

-Me alegro, señor Berriozábal -dice Belaunzarán y advierte a los otros dos-: Sin presidencia Vitalicia, las cosas serían más difíciles. La ley de Ratificación del Patrimonio, por ejemplo, no tiene la menor esperanza en la cámara.”

En un marco tal, que podría extrapolarse a situaciones actuales de diferentes regímenes, Pepe Cussirat se convierte en la mejor elección como candidato por los motivos equivocados:

“En el acta se asentó, y se dijo en la carta que le enviaron, que habían llegado a esa decisión, “en consideración a sus altas virtudes cívicas, a la austeridad de su posición política, reflejada en el exilio voluntario que se ha impuesto, y de sus méritos personales”. Pero, en realidad, uno de los factores que ganaron la batalla lo expresó don Bartolomé González, en un momento optimista  y visionario:

-Si llega en avión, ganamos las elecciones.

Porque en Arepa nadie había visto un avión.”

De hecho, ante su imposibilidad de desbancar la figura del mariscal, la única manera que se le ocurre de solucionar esta papeleta es matarlo, convirtiéndose en un “coyote en busca de un correcaminos” tan difícil de agarrar como en los dibujos de la Warner.

Si lo consigue o no… es mejor que lo descubra el lector. Lo que importa, en este caso, es el manejo de la sátira como elemento conductor que realiza el mexicano; parodiando de esta manera cualquier régimen absolutista y, por extensión, cualquier gobierno que intenta imponer su poder sobre los ciudadanos. Las intenciones de Ibargüengoitia están claras desde el principio y las lleva a cabo con buen humor no falto de crítica en una novela mucho más consistente que la de Amis, el inglés no consigue transmitir el tono adecuado, quedándose a medias de todo y llevándonos a una conclusión no tan satisfactoria.

Dos formas distintas de utilizar el mismo medio: la sátira. Una mejor realizada que otra pero, desde luego, dos maneras interesantes de hacerlo.

Los textos vienen de la traducción del inglés de Jesús Zulaika para “Lionel Asbo. El estado de Inglaterra”  de Martin Amis.

“Primer Amor” de Iván Turguénev. ¿La espera satisface más que la conclusión?

primeramorEn tiempos como los actuales, con tanta “sobreinformación” por tantísimas fuentes el éxito de un producto: película, libro, serie de TV, depende muy mucho de la expectativa que se cree en el posible “disfrutador” de dicho producto;  antes, con un tráiler de una película era suficiente para la promoción, ahora es necesario hacer diversos trailers, teasers, virales… originando el “hype” en el consumidor, una sobrepromoción que causa que la expectativa generada sea disfrutable en sí misma. En muchos casos incluso esta expectativa resulta más satisfactoria que la propia experiencia.

Iván Turguénev (1818-1883), ya en el siglo XIX nos mostró la importancia de la espera; en su novela corta “Primer amor” asistimos a la historia del amor adolescente en carne del protagonista que se quedará prendado de la una princesa rusa de mayor edad; el descubrimiento de su belleza nos muestra el buen-escribir, exacerbamiento lírico, mostrado por el gran escritor ruso:

“[…] y en los movimientos de la joven (la vi de perfil) Había algo tan encantador, tan imperioso, tan delicado, tan burlón y tan dulce, que tuve que contenerme para reprimir un grito de sorpresa y dicha. Y lo habría dado todo en el mundo si ella se hubiese dignado a golpetear aquellos maravillosos dedos contra mi persona. Se me escurrió el arma de las manos y cayó al suelo, pero yo no era consciente de nada. Me limitaba a devorar con los ojos aquella figura esbelta y su cuello, aquellas maravillosas manos, el cabello algo despeinado bajo el pañuelo blanco, aquellos ojos astutos y medio cerrados, aquellas pestañas, y las suaves mejillas bajos los mismos…”

Ante la esperanza de poder impresionar a la joven, cada momento de proximidad es vivido como el amor mismo, es un momento de sublime felicidad casi tan satisfactorio mientras se está viviendo como el propio amor.

“Cada ruido, cada murmullo y susurro me parecían revestidos de una crucial significación, inusual… estaba preparado… pero pasó media hora, y una hora; mi sangre se calmó al fin y me sentí congelado; la idea de que había sido todo en vano, de que incluso aquello resultaba algo ridículo, de que Malevski se había reído de mí, comenzó a enquistarse en mi alma.”

La imposible consecución de este amor puede causar una frustración, indudablemente, pero, es posible, como Turguénev ya estableció, que el recuerdo de los momentos vividos, de las esperanzas depositadas, pueda sustituir dicha frustración:

“¿Y en qué se han convertido todas mis esperanzas? Ahora, cuando las sombras del crepúsculo comienzan a perseguirme, ¿qué es lo que queda que sea puro, más valioso que todas mis memorias de aquella tormenta primaveral que pasó volando tan rápido una mañana?”

Henry James, gran amigo y admirador del autor ruso, expresa en el epílogo la forma en que Iván gestaba sus relatos:

“La primera forma en la que aparece un relato para él era en la figura de un individuo, o bien una combinación de individuos, a quienes deseaba ver en acción, asegurarse de que tales personas debían hacer algo muy especial y de interés.  […]Lo primero era clarificarse a sí mismo qué es lo que sabía; y para ello escribía una suerte de biografía de cada uno de sus personajes, todo lo que habían hecho y lo que les había ocurrido justo hasta el inicio de la narración. […] Con este material en sus manos era capaz de proceder el relato simplemente se encontraba en la pregunta “¿qué les hago hacer?”.

Esta novela es la confirmación del método que utilizaba el escritor; la intensidad lírica y dramática se funden en unos personajes que están más vivos que nunca y que nos demuestran que el tiempo pasa, pero los temas siguen presentándose; la historia se repite, pero no siempre es mejor.

Los textos vienen de la traducción del ruso de James y Marian Womack  de “Primer Amor” de Iván Turguénev para la editorial Nevsky.

“Sherlock Holmes contra Houdini”.Una historia del espiritismo.

Sherlock_Holmes_contra_Houdini-2-59664Lo habitual en los compradores de libros no es indagar demasiado; es lógico pensar que cuanto más fácil nos lo ponen más caso hacemos; lo más sencillo es comprobar las últimas novedades cuando vas a comprar un libro y fiarte de recomendaciones cercanas o bien de los más vendidos. Luego puede haber otros criterios, como las portadas, los autores, o incluso el texto de la contraportada. Pero no temo equivocarme demasiado pensando en los primeros criterios como casi definitivos  a la hora de elegir para un alto porcentaje de lectores.

Lo malo de esto es que, posiblemente, no descubran nunca una obra tan peculiar como este “Sherlock Holmes contra Houdini” que nos traen los editores de La felguera. Es lo bueno de estar abierto a todas las posibilidades literarias y a esa sana inquietud que debería tener un lector. Unas veces aciertas, otras veces puedes fallar, pero desde luego la experiencia enriquece.

Tenía yo ciertas reticencias al resultado final, ya que lo peculiar de esta obra es que se trata más bien de una labor de edición de textos ya existentes de los dos autores y de dotarlos de sentido mediante la correcta disposición de los mismos. Este batiburrillo podía resultar indigesto pero, afortunadamente, no es así. El resultado es una obra diferente y tremendamente estimulante.

Del prólogo de Charles Taylor con el que comienza la obra podemos inferir  los derroteros que va a seguir:

“El cruzado del espiritismo más importante fue Arthur Conan Doyle. La primera de sus defensas públicas fue un artículo publicado el 2 de julio de 1887 en Light, un conocido periódico del movimiento espiritista. Curiosamente, el artículo coincidió con la publicación de “Estudio en escarlata”, la primera de las novelas de Doyle cuyo protagonista es Sherlock Holmes. Desde entonces y hasta su fallecimiento, ambos (Sherlock Holmes y el asunto de los espíritus) lo acompañaron y vivió por y para ellos.”

Esta paradoja, la del creador de Sherlock Holmes como abanderado del espiritismo y del pensamiento analítico, es la base de la que parte el libro para mostrarnos la historia del espiritismo. Al otro lado del ring tenemos la figura de Houdini, gran amigo de Doyle que, en una sesión espiritista con Doyle y Leckie (su esposa) se sentirá indignado por el supuesto mensaje escrito en inglés por su madre muerta (cuando su madre nunca había aprendido el idioma), desencadenando un combate a muerte:

“De pronto, el mundo de Houdini cambió. La respuesta de un dolido Houdini fue librar una encarnizada batalla contra Doyle y los espiritistas a la que dedicaría toda su vida, iniciandose así uno de los capítulos más singulares e inquietantes del siglo XX, cuyos protagonistas eran dos héroes de la cultura popular, unos antiguos e irreconciliables amigos enfrentados entre sí y dispuestos ambos a salir victoriosos.”

espirititistaDesde ahí tenemos dos partes muy bien diferenciadas, la primera utiliza la figura de Conan Doyle y se divide en tres capítulos  que incluyen textos del libro de Doyle “El mensaje vital” donde realizaba su apología desmedida del fenómeno espiritista:

“Admitir, como hacen estos observadores, que es innegable que regresen los espíritus y que estos son, en efecto, los amigos que hemos perdido, puesto que nos dan todas las pruebas de ello es, por tanto, hacerse el sordo y ciego respecto a los mensajes que nos envían , lo que es llevar la prudencia hasta los límites de la sinrazón. Llegar hasta eso, detenerse y no pasar de ahí, no es posible.”

Llegando su maniqueísmo a elevarlo al grado de religión a seguir. Tales eran las ínfulas de nuestro querido Doyle:

“Mi opinión sobre los fenómenos físicos es que estos han sido demostrados a todos con evidencia indudable y no tienen sino una importancia secundaria, en tanto que su valor real radica en la objetividad que aquellos brindan a un campo inmenso de los conocimientos. Estos conocimientos son los que modificarán nuestras concepciones religiosas actuales y, tras una comprensión y asimilación racionales, deben hacer de esta realidad una religión; pero no ya un artículo de fe, sino una cuestión efectiva.”

En la segunda parte, tenemos la figura de Harry Houdini, con textos del noveno capítulo del libro del escapista “A magician among the spirits” (1924) donde representa la confrontación directa contra el espiritismo y, más directamente, contra su mayor defensor, su amigo Sir Arthur Conan Doyle:

houdini“El espiritismo ha reivindicado que cuenta con muchas mentes brillantes entre sus seguidores: científicos, profesionales, filósofos y escritores (…) han servido para incorporar a las filas del espiritismo a muchas personas que se dejan guiar por mentes más grandes y poderosas que las suyas propias.

Un ejemplo de esto es sir Arthur Conan Doyle. Hoy en día, cuando se menciona el espiritismo, su nombre le viene de inmediato a la mente al ser humano medio. (…)  Su fe y confianza en el movimiento ha sido uno de los mayores recursos de los actuales creyentes. (…) Sir Arthur cree de verdad. En su gran mente no alberga ninguna duda.”

La opinión de figuras de autoridad como firmes defensores de este fenómeno originó la conversión de personas a esa doctrina; el propio Doyle creía que los trucos de Houdini eran poderes espiritistas; Houdini se dedicaría a poner los pies sobre la tierra indicando que eran simples tretas lejos de estos artificios:

“Sir Arthur cree que tengo grandes poderes de médium y que algunas de mis hazañas las hago con la ayuda de espíritus. 

Todo lo que yo hago se logra gracias a medios materiales, humanamente posibles, sin importar lo desconcertante que sea para el profano.”

Además de la presentación coherente de los textos para reflejar esta confrontación  y, en general, de la historia del espiritismo a través del resto de sus figuras y protagonistas; nos encontramos con la presentación de fotos de la época que reflejan ectoplasma, sesiones espiritistas, fantasmas… y una galería de posters de la época que tienen un indudable encanto pop convirtiendo cada pasar de página en una pequeña sorpresa, una experiencia en sí mismo por lo bien documentados que están.

En definitiva, una pequeña obra sorprendente y adictiva que está fabulosamente editada por La Felguera en esta colección de Zodíaco Negro.  Una oportunidad de leer algo distinto y muy alejado de los típicos best-sellers.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Raquel Duato y Eduardo Fonseca.

“Kinsey y yo” de Sue Grafton. Apología de lo detectivesco

kinsey-y-yo-9788483838013Poco se habla habitualmente entre los seguidores de novela negra o policíaca de la gran Sue Grafton y su fantástica serie de Kinsey Millhone, el “Alfabeto del Crimen”; a pesar de tener un núcleo bastante estable de seguidores (los editores de Tusquets hablaban de diez mil copias de media de cada una de sus más que recomendables entregas); sin embargo, nos encontramos ante una de esas artesanas que, entrega a entrega, engrandecen el género.

Han pasado ya más de 30 años desde que inició la serie con “A is for Alibi” (1982) (“A de adulterio”) hasta la última entrega “W is for Wasted” (2013), aún no traducida al español (tendrán que ser ocurrentes en esta ocasión los traductores) y el resultado medio de la serie (sin haberlos leído todos aún) se puede decir que es bastante por encima de la media, consiguiendo por momentos la excelencia;  como en la magnífica “N de nudo”, una verdadera joya del género policíaco donde importaba tanto la bien hilada trama como la presentación del pueblo y sus habitantes como parte integrante de la acción, aderezado además con tensión a raudales; en conclusión, una novela imprescindible para leer y disfrutar.

Contrario a lo que citan la mayoría de medios, en este “Kinsey… y yo” se recogen tres facetas muy distintas de la escritora norteamericana; en sus nueve historias cortas de detectives encontramos su cara más conocida, con Kinsey Millhone, su detective, afrontando pequeños artefactos de relojería perfectamente medidos, como dice la introducción a estos relatos:

“Los relatos cortos de intriga constituyen auténticos prodigios de inventiva. El escritor trabaja sobre un pequeño lienzo, perfilando las palabras con un pincel finísimo. En unas veinte páginas manuscritas debe establecer la acreditación y la personalidad del detective (en este caso Kinsey Millhone), así como el escenario y el período en que transcurre la acción. Normalmente se comete un asesinato, o alguien desaparece y su desaparición resulta alarmante. Delitos menores como los distintos tipos de robo, la malversación de fondos o el fraude pueden proporcionar la chispa que desencadena el argumento, pero, por lo general, el asesinato es el pegamento que mantiene todas las piezas en su sitio.”

Si normalmente resulta complicado realizar una trama detectivesca, en estas pequeñas muestras tiene que conseguir realizar, con la dificultad de la que hablaba en el párrafo anterior, lo mismo en pocas páginas y, además, no resultar repetitiva. No solo lo consigue, sino que los relatos se convierten en magníficos pequeños prodigios con un ingenio fuera de lo común. Grafton consigue dignificar y ensalzar un género que sigue luchando contra el resto, que vivió sus mejores momentos en el siglo pasado gracias al “Detection Club” y que, en la actualidad, se ha visto relejado a un contexto más residual por el auge de la novela negra más hardboiled y la más cercana a lo social. La novela de detectives no pasará nunca de moda mientras haya escritoras como ella.

La segunda faceta es menos conocida por estos lares y tiene que ver con sus opiniones, a modo de ensayo, reflejadas en aquel que divide las dos partes diferenciadas del libro. En el ensayo “Ojo por ojo: justicia, moralidad, la naturaleza del detective privado duro y cínico y todos esos temas existenciales”  Sue Grafton nos demuestra su sensibilidad e inteligencia, primero hablando de sus fuentes, aquellos escritores que le hicieron aficionarse:

“En este ambiente de conciencia agudizada y suspensora  provocado por los escarabajos fui pasando de Nancy Drew  a Agatha Christie, hasta llegar a la sensibilidad pagana de “Yo, el jurado”. De Mickey Spillane pasé a James M. Cain,y luego a Raymond Chandler, Dashiell Hammett, Ross Macdonald, Richard S. Prather y John M. Macdonald, un auténtico bautismo por inmersión en la poética del asesinato. Creo que, incluso entonces, percibí que las novelas policíacas ofrecían una mezcla perfecta de ingenio, intelecto, acción y artificio.”

Para, a continuación, ofrecer la disección de la novela políciaca actual tras compararla con lo que hizo en el pasado a través de la evolución de la figura del detective privado:

“En este ambiente de anarquía, nos vemos obligados a revitalizar y reinventar una mitología de la que podamos extraer el consuelo que antes proporcionaba la ley. Las aventuras literarias del detective privado duro y cínico continúan siendo especiales y tranquilizadoras, pero están narradas desde un enfoque distinto. En la novela negra actual, el detective privado representa la claridad y el vigor, la inmediatez de una justicia que ya no se aprecia en los tribunales, así como un antídoto a nuestra confusión y a nuestros miedos.” 

“En un país en el que la violencia esta fuera de control, el detective privado es un ejemplo de contención, orden y esperanza. Su conducta constituye la afirmación tácita de que el individuo todavía es capaz de mejorar su entorno. En las novelas policíacas, la inventiva, la persistía y la determinación prevalece . El investigador privado que antes era la proyección de nuestros vicios se ha convertido en el espejo de nuestras virtudes. El detective privado duro y cínico ha acabado representando y reforzando, más que nuestra moderación, nuestros excesos.”

La idea del detective como proyección de nuestros vicios y de nuestras virtudes resulta muy clarificadora y explica la empatía y el auge del género en la mayoría de los lectores actuales; en estas circunstancias, Grafton da un paso más en esta evolución que ella misma promueve mediante la utilización de la mujer en un papel protagonista, el de investigadora, más allá de la simple comparsa que representaba en los inicios de la novela negra:

“La novela negra continúa ofreciéndonos la clásica pugna entre el bien y el mal librada en el contexto de nuestras interacciones sociales, pero ahora nuestro héroe puede ser también una heroína, mientras que sus talentosos creadores pertenecen a los dos sexos.

La mujer ha pasado de asumir el papel de femme fatale a desempeñar el de protagonista, y ya no se ve relegada a interpretar el papel de vampiresa, traidora o secretaria leal.”

Ensayo corto, lúcido y bastante olvidado por lo que estoy viendo en la mayoría de reseñas y que sin embargo nos abre mucho los ojos ante la situación que estamos viviendo de una manera bastante clarividente.

La tercera parte (…y yo) nos guarda una sorpresa, Kit Blue, la protagonista, alter ego más joven de la propia Grafton, nos relata las experiencias vividas tras la muerte de su madre.

Y es una sorpresa porque asistimos sobrecogidos a su punto de vista más personal ante la vida y en particular de su relación con su familia en general y de su madre en particular, no exagero si podemos decir que Sue desnuda su alma de tal manera que casi podemos decir que la conocemos en persona, íntimamente, dolorosamente:

“El cigarrillo de su madre se apagó, pero la mano permaneció allí, reposando sobre el borde de la mesa mientras su madre se adormilaba. Su respiración se hizo más lenta hasta que Kit, que seguía observándola, se preguntó si iba a morir así, tendida en el sofá a la hora más fresca del día. Quizá los alcohólicos se morían porque permanecían porque no se despertaban, o porque permanecían tumbados demasiado tiempo. Kit la odiaba, con una mezcla de resignación, paciencia y sometimiento. Kit se sentaba junto a su madre, le hablaba y le hacía tostadas o una taza de te y, todo el tiempo se sentía como un médico de la antigüedad que atiende a algún ser agonizante una mujer zombi o un esqueleto. ¿Cómo podía ella querer a una persona que ni siquiera estaba viva?”

Sinceridad es la que demuestra; dolor es el que sentimos al leer sus testimonios en primera persona que reflejan una época tan difícil y que nos traen la prosa más cargada de lirismo para poder reflejar precisamente los sentimientos vividos.

Estamos de enhorabuena, los que conocíamos a Sue Grafton a través de su “Alfabeto del Crimen” sabíamos que era inteligente, ahora podemos decir que es analítica y sobre todo, una persona como nosotros, el dolor de su pérdida la ha humanizado y la hace aún más cercana.

Los textos vienen de los traducción del inglés de Victoria Ordóñez Diví para la obra “Kinsey y yo” de Sue Grafton para Tusquets.

“Mentiré si es necesario” de Daniel Ausente. La nostalgia como eje narrativo

MentiréNostalgia, la  nostalgia nos trae tantos recuerdos; pero, ¿qué significa en realidad esta palabra? Acudamos a nuestra rae que siempre es la mejor opción en estos casos.

nostalgia.

(Del gr. νόστος, regreso, y -algia).

1. f. Pena de verse ausente de la patria o de los deudos o amigos.

2. f. Tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida.

La segunda acepción es, quizá, la más extendida actualmente a casi cualquier ámbito; impregna prácticamente cada momento de nuestra vida y se acrecienta su influencia con el tiempo. La máxima “cualquier tiempo pasado fue mejor” se hace demasiado patente resultando en una pérdida de objetividad; la nostalgia suele convertirse en elemento “nulificador” del raciocinio. Si habitualmente tenemos elementos que subjetivizan nuestros actos, cuando la nostalgia aparece, estos elementos se exacerban y nos llevan a la falta de criterio. Lo podemos observar claramente con “lo ochentero” que varias cadenas de radio utilizan en su programación de forma continuada aprovechándose de los oyentes que sienten que todo lo que vivieron en aquella época era dichoso porque lo vivieron ellos.

En el caso de la literatura es aún más difícil sustraerse de esta influencia; sobre todo cuando hablamos de relatos que narran acciones acontecidas en el pasado, más si se trata de historias de formación; inevitablemente, el discurso puede abusar de elementos nostálgicos, que suelen desencadenar relatos ñoños, buscando las lágrimas fáciles y las emotividades a flor de piel. No me voy a dedicar a hablar sobre los relatos que caen en la facilidad de este discurso (hay ejemplos innumerables), sino en aquellos que intentan salirse de estos lugares comunes y presentar el pasado de una manera diferente, más arriesgada, o, sencillamente diferente a la habitual.

Recuerdo precisamente a Julian Barnes en su fantástica novela “The sense of an ending” donde ya comenté que Barnes escapaba de la trampa y subrayaba, precisamente, cómo las emociones que se creen vivir en esos momentos suelen desencadenar este sentimiento cuando careces de ellas.

Daniel Ausente es el creador del Blog Ausente uno de los mejores blogs de cultura popular que conozco, de visita obligatoria; pero no se conforma con esto, sino que escribe en varios sitios, uno de ellos: el Butano Popular se ha lanzado hacia la autoedición recopilando textos suyos y de otros tres colaboradores habituales. “Mentiré si es necesario” es el resultado de esta iniciativa y constituye, por derecho propio, un ejemplo maravilloso de escribir sobre el pasado sin dejarse caer en la nostalgia fácil y, al mismo tiempo, ser emocionante y, por momentos, aunque parezca incongruente por el tipo de narración, heroico.

Heredero de los Pérez Andújar o González Ledesma, retratadores magníficos de los barrios de Barcelona; Daniel se revela como una voz única y distinta de un pasado vivido en primera persona. Estamos ante un Bildungsroman muy particular, un coming of age de lo trash donde su formación como persona se entrelaza de manera casi indistinguible con su formación cultural pop.

“Lo explica mi abuelo durante la comida. Comidas pantagruélicas que él y mis tíos llaman un bon tiberi y que conforman mi educación tanto o más que los tebeos de Bruguera, la televisión de Lazarov o los cuadernos Total de caligrafía.”

En el siguiente texto refleja uno de esos momentos pasados, esas luchas que vivió en sus carnes y cómo, de una manera sencilla, se lamenta de algo que ya no ocurre; esa última frase muestra su malestar ante el avance del progreso pero consigue expresarlo de una manera, parece mentira, objetiva. Sin vanos efectos lacrimógenos.

“Recuerdo que al salir de los Toy Dolls, en el viejo Zeleste, había una batalla campal entre punkis y skins fachas. Una punki bajita y culona iba repartiendo piedras que llevaba en una caja. Luego hubo cargas policiales y carreras por el Borne. Donde hoy hay una diseñadora vendiendo anillos para pulgares guiris antes había una punki con munición. Podemos llamarlo progreso.”

No cae en la tentación de ser un “abuelo cebolleta” a la hora de relatar los eventos pasados; no hay nada heroico en su supervivencia, sino inconsciencia e incluso eurte; su relato está cargado de una sinceridad que (eso sí) tinta todas sus emociones; no duda en reconocer sus problemas y de esta manera consigue ser maravillosamente épico. Consigue que un relato de hechos pasados, quizá, consciente o inconscientemente, se vuelva heroico por momentos.

“He perdido muchos rastros. Busco nombres en las redes sociales y nos los encuentro. A muchos los perdí en los aledaños de la Plaza Real, comprando papelinas a príncipes africanos. Me sabe mal por las chicas. Algunas eran muy guapas aunque veía cómo sus tetas se iban escuchimizando. Yo en cambio sigo aquí. Mi instinto de supervivencia funcionó a pleno rendimiento. Tuve suerte o fui cabal en pleno apocalipsis. Creo que la clave es que mis amigos se ponían a vomitar tras el chute y luego no había manera de correrse una juerga demente con ellos.

Tuve suerte, sí, porque si hubiera dicho que sí solo una vez hoy no estaría aquí. Por mi adn corre el gen de la adicción y vengo de una familia de alcohólicos. Pero mi decisión no tuvo nada de heroico y mucho de inconsciente. Ellos se bombeaban opiáceos en vena mientras yo trazaba rayas de speed con una tarjeta de crédito. Dinámicas tóxicas irreconciliables. No necesitaba dormir mi cerebro sino excitarlo más.”

Una hipótesis futura, la pregunta a su madre, nos lleva al final de su historia, una historia de supervivencia. Ni más ni menos.

“Pero aun así, siempre notaré que me falta una pieza, que el puzzle no encaja. Un día le preguntaré a mi madre.

-Oye, mamá, en la historia del avi en la Guerra Civil hay algo que no entiendo. Se dedicaba a proyectar películas de propaganda republicana y se iba de juerga con los rusos, pero luego no le pasó nada y enseguida le fueron muy bien las cosas.

Mi madre me mirará en silencio un rato.

-Mira, lo que hizo tu abuelo fue lo que harías tú: sobrevivir como fuera.”

Podría acabar así este comentario a esta obra necesaria, pero, por afinidad me gustaría terminar con ese momento en el que descubre el terror, a los seis años y sabe que será su compañero para siempre:

“Tengo seis años y en la soledad de mi habitación invoco demonios, recito conjuros y realizo un sortilegio que emana de mi interior, que es innato porque nadie me lo ha enseñado. Una fórmula inconfesable que incluye sangre, carne y agujas afiladas. Abrazo el horror y ay, nunca más volveré a tener miedo.”

Qué placer inmenso imbuirnos en tu prosa Daniel.

Las primeras lecturas del 2014

Nuevo año, nuevas lecturas; estamos ante al primer balance de lo que llevo leído, tengo que reconocer que he empezado con muchas ganas y el mes de enero se ha compuesto, principalmente de lecturas atrasadas, regalos de reyes  y una única novedad de comienzo de año, en febrero habrá muchas más novedades, alternadas posiblemente con lecturas de mi proyecto. En cuanto al resumen de lecturas allá va (en la mayoría hay reseña o comentario en Goodreads que enlazo):

“La infancia de Jesús” de J. M. Coetzee, el premio Nobel siempre es interesante hasta cuando se atreve a hacer una dixtopía que desestabiliza a la mayoría de los lectores.  Joyce Carol Oates me ayuda con sus comentarios en su reseña.

“El exterminio” de Jim Thompson, uno de los más grandes de novela negra, que en cada una de sus muestras supo demostrarnos lo duro que es vivir.

“Collected short stories ” (Vol 1) de William Somerset Maughan, exquisita lectura en inglés con sus primeros cuentos, pequeñas delicias que se caracterizan por su elegancia y precisión. Un maestro del relato breve.

“Del color de la leche” de Nell Leyshon, una novela de las que se dicen que “nacen para desgarrarte en tu interior”, un relato sobre la dificultad del papel de la mujer en la sociedad patriarcal.

“La noche más oscura” (Omnibus) de Geoff Johns e Ivan Reiss entre otros, más de quinientas páginas que resumen uno de esos crossovers interminables de DC  y que entretiene lo necesario.

“Operación Dulce” de Ian McEwan, incursión del escritor inglés en la novela de género con mucho humor, ironía y metaliteratura.

“Contrato de Dios y otras historias de Nueva York” de Will Eisner, buena muestra de por qué es considerado el padre del arte secuencial.

“Imperios del Mar” de Roger Crowley, otra obra maestra en la colección de Ático de los libros de historia. En este caso para relatar la batalla del mediterráneo con los turcos. Épico.

“Mr. Paradise” de Elmore Leonard, buena muestra del saber hacer de uno de los más grandes la novela negra que nos dejó el año pasado.

“The stench of Honolulu” de Jack Handey, el Golden Sark de este año, es una manera divertidísima de pasar el rato con una novela de aventuras altamente irreverente.

“Yibuti” de Elmore Leonard, aunque parezca mentira, Leonard también se dedicó a hacer thrillers como este.

“El sombrero del cura” de Emilio de Marchi, uno de los precursores del Giallo italiano, novela de gran expresividad y con ecos de gran literatura.

“Cuentos macabros” de Edgar Allan Poe con ilustraciones de Benjamin Lacombe, los cuentos del gran autor norteamericano ensalzados por las ilustraciones preciosistas de Lacombe, aunque parezca mentira funciona bastante bien.

“1914: de la paz a la guerra” de Margaret MacMillan, no hay mejor forma de describir los momentos anteriores a la gran guerra. MacMillan conforma una obra que se vuelve imprescindible en su elocuencia.

“Sherlock Holmes contra Houdini” con textos de Arthur Conan Doyle y Harry Houdini, la primera novedad del año es una novela inclasificable y encantadora, la historia del espiritismo a través de uno de sus grandes defensores y uno de sus mayores detractores; fotos increíbles, ilustraciones deleznables y un sinfín de curiosidades en una novela más que peculiar a medio camino del ensayo.

Las últimas adquisiciones dan pistas sobre lo que voy a leer a continuación…. algo de esto va a caer en febrero seguramente:

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O de esto, algunas novedades en inglés:

2014-01-17 17.17.37

 El caso es que febrero tiene buena pinta. Veremos cómo resulta.

Elmore Leonard: el último grande de la novela negra

Mucho había yo demorado un pequeño post para recordar a Elmore Leonard, el último grande de la novela negra que nos dejó en el 2013. Leonard, a pesar de su merecidísima fama fuera de España, no gozó de ese éxito por aquí. Quizá la forma de publicarlo, errática, sin seleccionar todo lo bueno que tiene, dejando para otros momentos sus obras menos redondas, ha lastrado esto. No tiene lógica que otros autores, medianías sin dudarlo, sin embargo, vendan mucho y nos olvidemos de él.

Para recordarle qué mejor que hacerlo a través de sus obras, afortunadamente me faltan bastante por conocer que me están esperando y que aguardo con impaciencia. Por ahora voy a comentar dos de las últimas, que no tienen que ver por cierto con “Raylan” y la serie de TV basada en ella “Justified” por la que, ahora mismo, estaba siendo bastante popular, al menos en EEUU.

yibuti-9788420679907La primera obra que traigo es ciertamente curiosa, es la última que ha publicado Alianza, “Yibuti” es un thriller en toda regla y está bastante alejado de sus típicas novelas negras, más hardboiled o de las últimas de vaqueros, como “Raylan”; este Leonard está más cerca de las novelas de Preston y Child, lo que no es forzosamente malo, teniendo en cuenta que las novelas de estos son paradigmáticas y excepcionales en lo suyo.

La protagonista de “Yibuti” es una directora de cine y de cortometrajes que busca la fama mediante la búsqueda de unos verdaderos piratas del mar con los que quiere hablar y llevarlos a la gran pantalla:

“-Así que te interesan los piratas que saquean a los que surcan sus aguas ¿eh?

-No me importaría hablar con ellos.

-Han perseguido unos cien barcos, y han secuestrado alrededor de cuarenta. Se llevan el dinero de la caja fuerte y todo lo que quieren de la cocina. O se llevan el barco a Eyl y exigen un rescate. Piden un par de millones por un mercante griego, y los consiguen”

A pesar de la elección femenina como protagonista principal, en boca de un rico playboy expone sus opiniones de ellas a través de su forma de elegirlas:

“Primero paso cuarenta y ocho horas con ella. En dos días descubres todo lo que hay que saber. Algunas parecen inteligentes, pero se les nota que tienen que esforzarse para hablar con propiedad. Dicen al lado mío en vez  de a mi lado, y no tienen criterio para elegir los libros que leen, eso si es que leen. No quiero parecer cruel, pero en el mar se lee mucho, se habla de libros.”

Poco a poco se irá dando cuenta la protagonista de que no todo era tan sencillo e inofensivo como parecía, sobre todo a raíz de la aparición de los musulmanes, especialmente de Al Qaeda:

-“Yo creo que Harry es de los buenos, si es que hay buenos en esta historia.

-Eso mismo le dije yo a Billy cuando nos fuimos del club. Y me contestó: “imposible saber quiénes son los buenos y quiénes son los malos en este puto mundo mahometano”

Los cliffhangers se empiezan a suceder en cada capítulo, los capítulos son cortos, electrizantes, para que no dejes de leer y pases páginas a toda velocidad, en medio de todo este trepidar, siempre hay un hueco para un oasis… como su opinión de la grandísima Naomi Watts:

“-Naomi se te puede parecer. Nunca sobreactúa. ¿La viste en Happy time? No puedes dejar de mirarla.

-Se pasa la mitad de la película en bragas.

-Aunque hiciera de monja, no podrías dejar de mirarla.”

Estas pequeñas cosas, este buen humor, es parte de su sello único. De ahí hasta el final todo se acelera , hasta el último capítulo, donde  se desencadena el último acto. Desde luego hasta el último minuto no sabes cómo va a acabar. No es una mala obra pero tenemos mejores muestras de su talento inimitable.

LB00204501_MR_PARADISELa segunda novela, “Mr Paradise”, no tiene nada que ver con la anterior, aquí sí que nos encontramos lo apasionante de lo sórdido y una excelente trama policíaca; su protagonista es el típico personaje muy alejado de lo habitual y que se vuelve el eje de la obra a pesar de su temprana muerte:

“Mr Paradise se iba encogiendo con los años, se volvía más frágil; solo un par de mechones de pelo blanco, estirados y aplastados, le cubrían el cráneo. Estaba viendo el final de la ruleta de la suerte, el momento en que Pat Sajak y Vanna White sudaban la gota gorda para prolongar la conversación hasta los últimos segundos.”

El complot para asesinarle tiene una inocente inconsciente, Kelly Barr, que sobrevivirá y se convertirá  en el primer vértice de un triángulo que no puede traer nada bueno; la segunda pata  es el policía Frank Delsa que es el típico policía incorruptible que se enamorará irremediablemente de nuestra inocente víctima:

 “Faltaba todavía una hora y media para volver a verla, aunque ya la había visto esa mañana en su despacho, fumando su Slim, y después le había quitado las botas y había respondido a sus preguntas sobre la reciprocidad, mirándola y deseando acariciar su cara. Echaba de menos a Maureen, la quería, se sentía triste, pero a veces podía mirar a una mujer y preguntarse si tal vez aunque no a muchas, y desde luego a ninguna como había mirado a Kelly Barr y había deseado tocarla. Tocarla… ¡comérsela entera!”

El cerebro y perpetrador del crimen será el incomprendido Montez Taylor que es el que se encarga de organizar todo para conseguir salir de una vida con la que, desde luego no está satisfecho:

 “-A los diecisiete años. Montez Taylor fue procesado por agresión con agravante y condenado a dos años en Jackson, como si ya fuese mayor de edad eso cambió su vida. Montez hizo contactos en prisión y al salir empezó a vender drogas. Se convierte en una celebridad, una estrella del gueto, y antes de cumplir los veinte empieza a manejar cantidades de seis cifras. Es engreído, brillante, cubre a sus chicas de joyas y tiene un coche con llantas enormes y el mejor equipo de música. Empiezan a llamarlo Jeta. Tiene jeta para hacer lo que le da la gana. Y cuenta con un abogado criminalista que conoce bien su oficio, uno de esos de Clinton street que consigue buenos tratos, y obtiene la condicional para Montez a cambio de esto o lo otro.”

Con estos tres protagonistas, con una trama fabulosa que solo se resuelve en su parte final y con todo el reflejo de los bajos fondos, cargado con mucho buen humor negro tenemos una de esas novelas fantásticas que constituyen en sí una muestra de la forma en que Leonard lo bordaba. Uno de esos grandes que con su grandeza dignificaron un género en mayúsculas, el de las novelas policíacas, no perdáis la ocasión de descubrirlo.

Los textos vienen de la traducción del inglés de Catalina Martín Muñoz de “Mr Paradise” y de “Yibuti”  de Elmore Leonard para Alianza.

“El sombrero del cura” de Emilio de Marchi

El sombrero del curaHablando un día con mi librero sobre el tema, comentábamos la labor de la nueva editorial Ginger Ape Books & Films; es interesante por el tipo de catálogo que han escogido, ya que, podríamos decir que seguiría la más firme tradición de la editorial Valdemar colmando un poco a ese pequeño grupo de lectores que son, además, bastante fieles a sus ediciones. Ya comenté lo interesante de su propuesta en este “Los forajidos del Missisipí” de Allan Pinkerton y hoy vengo con el que fue el primer libro que sacaron y que resume a la perfección su carta de presentación.

“El sombrero del cura” del italiano Emilio de Marchi fue publicado por entregas en 1887 y como volumen único en 1888, y es considerado el punto de partida del conocido y explotado giallo italiano. Emilio de Marchi (1851-1901) es un autor muy particular y en esta novela nos presenta uno de esos personajes difícil de olvidar, el amoral barón Carlo Coroliano de Santafusca; descrito en sus primeras páginas con todo lujo de detalles que conforman, especialmente en lo psicológico, sus características, nos podemos hacer una idea clarísima de ante quién nos encontramos:

“El barón Carlo Coroliano de Santafusca no creía en Dios y menos aún en el diablo; y por más que buen napolitano, tampoco en las brujas o en el mal de ojo.

A los veinte años quiso hacerse fraile, pero topó con un cultivado científico francés, un tal doctor Panterre, perseguido por el gobierno de Napoleón III por difundir ideas materialistas y anarquistas, y con la fantasía tumultuosa y violenta que es propia de los meridionales, quedó  prendado de las doctrinas de aquel extraño conspirador, que tenía, por todo lo demás, una curiosa cabeza, toda hueso, con dos grandes ojos de halcón; en resumen, un terrible seductor.

Por aquellos años, el barón leía muchos libros y tomaba con toda seriedad la ciencia: pero no hubiese sido él si por amor a la ciencia hubiese renunciado a las bellas mujeres, al juego, al buen vino del Vesubio y a sus queridos amigos. El libertino tomó las manos del fraile y del nihilista, y de la fusión de estos tres hombres surgió el barón único en su género, gran jugador, gran fumador, blasfemo a los ojos del Eterno. Nada, y al mismo tiempo, amable camarada, ídolo de las mujeres, valiente como un negro y, ciertas noches, fantasioso como un brahmán.”

Narrada desde un punto de vista omnisciente, el barón tiene ecos de su descripción psicológica y su posterior tormento de remordimientos que nos recuerdan a la caracterización del Raskolnikov de “Crimen y Castigo” de Dostoievski.

“El barón estaba por encima de los prejuicios. Si con la muerte hubiese creído cometer un delito contra la naturaleza o contra un superior directo o inmediato, nunca lo hubiese consumado, aunque solo fuera por vivir en paz y guardar un cierto sentido de la dignidad y el decoro.”

El barón no dudará en intentar cambiar su destino cometiendo un asesinato para lograrlo; lo que empieza como algo sencillo tendrá muchas más implicaciones de las que espera posteriormemente:

“Sin embargo, empezaba a notar que era más fácil acabar con un hombre que con una aflicción.

No podía resignarse a vivir así, minuto a minuto, como un reloj. Necesitaba dar a su vida una buena sacudida y hacer caer para siempre las hojas secas.”

Especialmente claros son los ecos de buena literatura que se destellan en cada momento  y que De Marchi utiliza sin reparos pero con buen gusto, al uso de lo psicológico que aludía anteriormente se le suma la influencia del “Macbeth” shakesperiano:

“Era terriblemente grotesco que un hombre como él tuviese que sufrir tanto por culpa de un sombrero. ¡Ni que fuera Macbeth!”

El sombrero, se convierte, en el “corazón delator” del escritor italiano, en el catalizador de la culpa del protagonista, en lo que desembocará su previsible confesión final. Poe está más cerca que nunca en esta obra y para todos los que amamos su obra nos congratula aún más. La vida del barón está lleno de sinsabores y el estilo inigualable de De Marchi, preciosista en su desesperación compone una obra deliciosa desde cualquier punto de vista:

“Vino y sangre no era el título de una novela, sino la horrible y verdadera historia de su vida. Una historia que amenazaba con no terminar nunca. Era un castigo, un espanto, un tormento insoportable sentir que alguien lo acosaba, le pisaba los talones; y no poder parar a ese fantasma, no poder hacerse una idea de lo que realmente sucedía.”

Dos maravillas llevo ya de la editorial. Habrá que seguirla pero MUY de cerca.

Los textos vienen de la traducción del italiano de Rubén López Conde de “El sombrero del cura” de Emilio de Marchi en la editorial Ginger Ape Books & Films

“Imperios del mar” de Roger Crowley

imperios-del-marNo hace mucho comenté por aquí en tono elogioso el comienzo de la colección de “Ático historia” de la editorial Ático de los libros con la inmejorable publicación de “El renacimiento del siglo XII” del británico Charles Homer Haskins. El segundo título de esta colección se trata de “Imperios del mar”, del también británico Roger Crowley y, sinceramente, no le va a la zaga; es una verdadera maravilla que atestigua que estamos ante una de las propuestas más interesantes actualmente, si no es la que más, sobre ensayos históricos.

Este “Imperios del Mar” tiene como subtítulo  “La batalla final por el Mediterráneo 1521-1580” y recoge el período de luchas por la hegemonía del mar del mediterráneo en pleno apogeo de la armada turca y de la flota española. En este caso estamos ante un ensayo muy complementario con el anterior de la colección porque está pensado de una manera muy diferente; es prácticamente una narración “ficcional” de los hechos, sin olvidarse de nombrar los datos, pero que bien podría pasar por una novela de Patrick O’brian. Es tan novelística que parece mentira que te encuentres ante un ensayo.

Crowley la estructuró en tres partes muy diferenciadas y lógicas que siguen una evolución cronológica. En la primera de ellas “Césares en el combate por el mar” el inglés nos presenta las bases del conflicto; como ya he comentado, lo hace de una manera extremadamente amena sin dejar de ser exhaustivo en la presentación de los datos, como se puede comprobar en este párrafo que pone contexto al conflicto:

“El mediterráneo era un mar muy problemático. Y a partir de 1453 se convirtió en el epicentro de una guerra mundial.

En este terreno se disputó uno de los enfrentamientos más duros y caóticos de la historia de Europa: la lucha entre el islam y el cristianismo por hacerse con el centro del mundo. Fue un choque que duró muchos años. La batalla rugió ciegamente sobre las olas durante bastante más de un siglo; sus primeras escaramuzas, en las que los otomanos eclipsaron el poder de Venecia, duraron cincuenta años. Y asumió muchas formas: pequeñas guerras de desgaste económico, incursiones piratas en nombre de la fe, ataques a fuertes costeros y puertos, asedios de grandes bastiones isleños y, lo más extraordinario de todo, un puñado de épicas batallas navales.”

No escatima elogios a la hora de describir el poderío turco, consigue que nos hagamos una idea muy clara de lo temibles que podían ser en esa época:

“Lo que distinguía a las campañas bélicas de los otomanos era su capacidad para movilizar hombres y recursos a una escala tan grande que paralizaba el poder de cálculo de sus enemigos. Los cronistas tendían a doblar o triplicar la estimación razonable de fuerzas que realmente podían reunirse y mantenerse durante una guerra o, simplemente, dejaban por imposible el cálculo y decían que los soldados eran “tan numerosos como las estrellas”, un epíteto común entre los apabullados defensores que contemplaban agachados tras las almenas la vasta horda de hombres y animales acampados fuera.”

Por otro lado tenemos la figura de Carlos I, muy joven al comienzo de la lucha y que es caracterizado con buen humor, los cuadros pueden verificar que no debía resultar demasiado alejado de la realidad:

“No fue un comienzo glorioso. Y tampoco el joven de diecisiete años que pisaba por primera vez suelo español resultaba particularmente impresionante. Mientras que la calculada actitud imperial del joven Solimán impresionaba a cuantos lo veían, Carlos simplemente parecía un imbécil. Generaciones de endogamia entre los Habsburgo le habían legado facciones poco agraciadas. Tenía ojos saltones y una tez alarmantemente pálida, y los aspectos físicos positivos que podían redimirlo –un cuerpo bien formado y una frente despejada- quedaban inmediatamente anulados por un largo y prominente mentón que a menudo le hacía quedarse con la boca abierta.”

Tras presentar los dos bandos, la confrontación; los reyes y sus adalides, sus brazos ejecutores en una época en la que los mandos no se escondían sino que iban a la cabeza de la batalla:

“Carlos y Doria, Solimán y Barbarroja. Después de Túnez estaba claro que los dos potentados dispuestos a disputarse el dominio del Mediterráneo habían escogido a sus respectivos campeones y preparaban sus armadas. Si Barbarroja era el gran almirante del sultán, Doria era el capitán general del mar de Carlos. Ambos marineros eran los ejecutores de las guerras de sus señores.”

Ya en la segunda parte, “Epicentro: la batalla de Malta”, tenemos uno de los episodios más épicos, el asedio de Malta. No hay manera de producir más miedo que describir la flota de los infames turcos apareciendo desde el horizonte:

“Hacia mediodía los defensores ya podían comprobar la enormidad de la flota otomana. Según todas las crónicas, fue una visión extraordinaria: “A quince o veinte millas de Malta la armada turca era claramente visible, con todas sus velas desplegadas, de modo que las velas de algodón blanco cubrían la mitad oriental del horizonte”, escribió Giacomo Bosio. El espectáculo era sobrecogedor: cientos de barcos en una gran media luna acercándose sobre el mar en calma -130 galeras, 30 galeotas, 9 barcazas de transporte, 10 galeras grandes, 200 barcos de transporte y 30.000 hombres-. Cuando la flota invasora se ocupó la totalidad del horizonte visible al acercarse a su objetivo, los tres coloridos buques insignia se distinguieron con claridad con sus estandartes ondeando al viento.

No creo que se puedan describir mejor las escaramuzas turcas, con sus ingenieros de asedios y la heroicidad de los escasos defensores; épica a raudales, heroísmo y sangre, una de los episodios más importantes y que desencadenarían la tercera parte, “El final: lanzados hacia Lepanto.”

En efecto, el clímax final es, como podéis imaginar, la batalla de Lepanto; la flota de la Liga Santa que se formó para destruir la flota otomana, su general, el insigne Don Juan de Austria, hermanastro de Felipe II, el general de Cristo:

 “Don Juan, de solo veintidós años, bien parecido, galante, inteligente, caballeroso y valiente, y animado por un insaciable apetito de gloria, era la antítesis de su hermanastro el prudente Felipe. Ya había demostrado su valía como líder militar durante la revuelta de los moriscos, pero durante ese conflicto había corrido algunos riesgos que su hermanastro consideraba inaceptables.”

¿Hay mejor forma de describir lo que se avecinaba que esta manera?

“Con el paso de las horas ambas armadas se desplegaron a lo ancho del golfo y se hizo patente la magnitud del enfrentamiento que estaba a punto de producirse. A lo largo de un frente de seis kilómetros y medio, dos enormes flotas de guerra se aproximaban en una zona cerrada del mar. La escala del acontecimiento hacía palidecer cualquier batalla naval anterior. Unos 140.000 hombres –soldados, chusma y marineros- en unos 600 barcos: algo más del setenta por ciento de todas las galeras del Mediterráneo estaban concentradas en aquella franja del mar. La inquietud se tornó duda. En ambos bandos había hombres secretamente conmocionados por lo que veían.”

Excepcional el manejo de la tensión narrativa para presentar la acción de una de las batallas navales más importantes de la historia; lo cruento de la batalla se expone con crudeza, la imagen de la sangre cubriendo el océano resulta extremadamente gráfica. Crowley consigue un relato cargado de detalles y sin ahorrar epítetos que consigan embellecer en lo posible la historia, lirismo sobrecogedor:

“Fue una escena de devastación sobrecogedora, como un cuadro del fin del mundo. Incluso los exhaustos vencedores quedaron conmocionados y horrorizados ante lo que habían hecho. Habían presenciado una matanza a escala industrial. En solo cuatro horas habían muerto cuarenta mil hombres y se habían destruido casi 100 barcos. […] La gran batalla por el control del mar Blanco permitió a la gente de principios de la era moderna contemplar un primer atisbo del Armagedón que aguardaba a la humanidad. Este ritmo de mortandad no sería superado hasta la batalla de Loos en 1915.”

Ya en su parte final el escritor británico subraya los elementos que podrían haber cambiado el signo de la batalla y, por qué no decirlo, de la historia incluso; todo ello nos sirve para ponderar en su justa medida la importancia del momento:

“El sur de Europa tendría hoy un aspecto muy distinto si Shuluq Mehmer hubiera rodeado el ala veneciana, o si las pesadas galeazas venecianas no hubieran desorganizado el centro de Alí Pachá o si Uluj Alí hubiera atravesado la línea de Doria una hora antes de cuando lo hizo. Pero sucedió que la resistencia de Malta y la victoria de Lepanto detuvieron el avance otomano en el centro del mar. Los acontecimientos de 1565-1571 fijaron las fronteras del mundo Mediterráneo moderno.”

Magnífico. Como el de Homer Haskins. Vaya colección de ensayo histórico. No puedo esperar a que saquen el siguiente.

Los textos vienen de la impecable traducción del inglés de Joan Eloi Roca de “Imperios del mar” de Roger Crowley en esta edición de Ático de los Libros.

“The Stench of Honolulu” de Jack Handey

jack_handy_stench_of_honolulu_2Indudablemente, las personas somos animales de costumbres. Las costumbres nos dan seguridad y por ello las realizamos, para tener estabilidad en nuestras vidas.

Una de las costumbres que he adoptado al cambiar el año es leer en enero los regalos de reyes  y los premios literarios que el gran Jonatan Sark pone en su blog. En los dos últimos años ha puesto una categoría en inglés “Golden Sark” que es, desde luego interesantísima, como de costumbre, por su eclecticismo y que nos trae siempre nuevas perspectivas; recuerdo el del año pasado, “The teleportation accident” de Ned Beauman, con verdadero deleite.

Este año el resultado es muy diferente, estamos ante “The stench of Honolulu” del humorista norteamericano Jack Handey, conocido especialmente en su país de origen por la creación de una serie de libros con el título “Deep thoughts” que incluso tuvieron su sección en el Saturday Night Live de la NBC norteamericana.

Se trata de una historia de un viaje en busca de un tesoro. Handey, la estructura a modo de microrrelatos (más propio hablar de ellos que de capítulos en el sentido estricto de la palabra); lo bueno, se pueden leer varios independientemente, pero siguen el hilo conductor de la trama y funcionan a modo de sketches.

La comedia suele ser difícil de recomendar ya que depende mucho de lo “que te haga gracia”, es un hecho comprobado; afortunadamente Handey hace una sana mezcla donde juega con diferentes tipos de humor, no abusando de ninguno en particular; podemos ver para empezar como hace juegos de palabras, en este caso en el primer capítulo para justificar el irse al viaje:

“They said that if I didn’t pay them the money I owed them, they would put a device on my head.

“What kind of device?” I said.

Not a device, they said, a vise.

South seas, here I come!”

La similitud fonética de device (dispositivo) y vise (tornillo) es el corazón del chiste. Lo absurdo se muestra en cuanto al flujo de pensamientos y la forma de ordenarlo:

“When You have a real treasure map in your hand, all sorts of thoughts go through your head. The first is, Don’t lose the map. The second is, hey, what happened to the map? The third is, Oh yeah, I gave it to Don. The fourth is, Hey, where’d Don go? The fifth is, oh, there he is.”

Parece un flujo de palabras de Woody Allen en cualquiera de sus películas.

Tiene pequeñas genialidades como convertir “stench” (fetidez, tufo…) en un mineral  “stenchite” (fetidita??, tufita? Me gustaría ver al traductor intentando traducirla…), el material del que está hecha una bailarina hawaiana; mostrándonos que la invención de nuevos términos también sirve en el camino de humor, y más en este caso en el que ya ha utilizado “stench” hasta la saciedad, incluso de manera bastante escatológica, aunque divertida:

“It’s made of stenchite, the solid form of stench. It is the pure, crystalline essence of stench.” He said it was thousands of times more powerful than regular stench. But, how Many times have you heard that? “

Hasta en forma de frases ocurrentes, como en el capítulo de “Theories” encontramos pequeños arrebatos de ocurrencia, de creatividad que nos saca una sonrisa sin poder evitarlo:

“Humans are evolving into a higher form and a lower form at the same time. Confused? Then guess which one you are.” 

Darle a alguien un sartenazo en la cabeza puede no ser original pero sí lo es ¡si se lo das durmiendo….!!!  El humor absurdo tiene sus momentos también.

“The plan I finally decided on was complex. But also, in a way, it was simple: I would Hit Don over the head with a frying pan. Some people might say I got this idea from Leilani hitting the turtle man with a frying pan. Listen, Leilani did not invent the idea of hitting someone with a frying pan. That idea has been around a long time. Plus, mine was different –I would Hit Don while he was asleep.”

El final, apocalíptico, con la destrucción de Honolulu, que se acerca más a una novela de aventuras o a las películas de Indiana Jones, con ese punto de absurdo, es lapidario al respecto y está cargado de bromas que han ido surgiendo en la lectura:

“The whole of Honolulu lay in ruins, as it does to this day. What had caused it? An earthquake? Gophers? The wrath of the Pelican God?

The saddest thing for me was that my lovely hula girl was now buried under rubble. She deserved better. She should be sitting on a wooden mantel at the White House. Or on the throne of England.”

Una lectura con la única pretensión de buscar que el lector se ría, o, como en mi caso, que se carcajee, como me ocurrió en más de una ocasión. Diversión fabulosa,  de la que nos hace falta siempre.

“Operación Dulce” de Ian McEwan

Maquetaci—n 1He estado pensando en la idea que utiliza McEwan como premisa de partida de “Operación Dulce” y, en mi opinión, es un anacronismo en sí mismo:

“-¿Se supone que por lo menos tendremos un poco de influencia sobre lo que escribe esa gente?

-Nada que hacer al respecto –dijo Nutting-. Tenemos que confiar en ellos y en que Haley y los demás den buen resultado y lleguen a ser importantes. Estas cosas se incuban despacio. Pretendemos enseñar a los americanos cómo se hace. Pero no hay motivo para no echarle un cable a Haley en su carrera. En fin, hay gente que nos debe un favor o varios. En el caso de Haley, bueno, tarde o temprano uno de los nuestros va a presidir ese nuevo comité del Booker Prize. Y podríamos estudiar lo del agente. Pero, en cuanto al proyecto en sí, tienen que sentirse libres.”

Serena Froome (rima con “plume”), la divertida protagonista, es el “fichaje” del MI5 para conseguir que, un escritor, posiblemente afín a las ideas políticas vigentes se dedique a escalar en lo literario y sea favorecido sin que casi ni se dé cuenta, cuando al mismo tiempo está difundiendo las ideas que a ellos les interesan.

Y digo que es un anacronismo porque, seamos realistas, teniendo en cuenta el impacto de “lo literario” con respecto a otros medios de masas como TV, internet o cine, si esta labor se hiciera en la actualidad, hay que reconocer que el público al que se llegaría sería mínimo en comparación con los otros medios. No descarto su posibilidad pero me inclino más a pensar que es innecesario.

McEwan, aun así, se aprovecha de este “caramelo” de otra época para pintarnos en primer lugar la situación cultural y política de los años setenta británicos, una época en la que escoge a una mujer como protagonista y abanderada de un tipo de mujer que, en general, estaba mucho menos considerada que actualmente.

“Por lo general, tanto la mano como el hombro pertenecían a hombres. Era infrecuente que a una mujer la contactasen de este modo tantas veces descrito y tan tradicional. Y aunque era rigurosamente cierto que Tony Canning acabó reclutándome para el MI5, sus motivos eran complicados y no dispuso de autorización oficial. Si el hecho de que yo fuera joven y atractiva fue importante para él, llevó tiempo descubrir el pleno patetismo de su acto.”

Menos aún si se considera el entorno de espionaje que sirve de base para esta novela, más cercana a la novela de género habitual:

“Conforme avanzaba nuestro adiestramiento caótico, asimilaba el espíritu general del entorno y, siguiendo el ejemplo de las otras chicas, empecé a aceptar que en aquella pequeña parte del mundo adulto, y a diferencia del resto de la función pública, las mujeres pertenecían a una casta inferior.”

Especialmente divertidas son las situaciones que ella y su amiga Shirley vivirán en las primeras páginas hasta que desemboque en una historia de amor:

“Me producía una especie de placer inocente pensar en lo horrorizado que se habría quedado el mundo de la contracultura que nos rodeaba si hubieran sabido que éramos el enemigo definitivo del convencional universo gris del MI5. Laurel y Hardy, las nuevas tropas del choque de la seguridad interior.”

Lo bonito del postmodernismo es que existen muchas corrientes y formas de acometerlo, McEwan lo hace a su manera; sigue de fondo su no-reflexión sobre la ética y las consecuencias morales de la misma (esto era muy patente en el caso de “Expiación” o “Amsterdam”), aquí pasa más de puntillas en esta ocasión y se centra en unas reflexiones metaliterarias cargadas de cinismo y humor negro, el primer texto lo pone de relevancia, es delicioso:

“Era una empirista nata. Creía que a los escritores les pagaban por fingir, y que cuando se terciase debían servirse del mundo real, el que todos compartíamos, con el fin de dar verosimilitud a lo que hubiesen inventado. En suma nada de artificiosos regateos sobre los límites de su arte, ni de mostrar deslealtad al lector aparentando que cruzaban y recruzaban  camuflados las fronteras de lo imaginario. En los libros que me gustaban no había sitio para el agente doble. Aquel año probé y descarté a los autores que refinados amigos de Cambridge me incitaban a leer: Borges y Barth, Pynchon y Cortázar y Gaddis. Advertí que entre ellos no había un solo inglés, y ninguna mujer de ninguna raza. Yo me parecía bastante a las personas de la generación de mis padres, que no solo sentían aversión por el gusto y el olor del ajo, sino que desconfiaban de quienes lo consumían.”

Este tampoco tiene desperdicio:

“Él no se entretuvo con mis escritoras: su mano pasaba de Byatt a Drabble, de Monica Dickens y Elizabeth Bowen, las novelas cuya lectura me había deleitado. Encontró y alabó El asiento del conductor, de Muriel Spark. Dije que a mí me parecía muy esquemática y que prefería La plenitud de la señora Brodie. El asintió, pero, al parecer, no porque estuviera de acuerdo, sino más bien como un terapeuta que de pronto comprendiese mi problema. Sin abandonar la butaca se estiró hacia delante y recogió El mago de John Fowles y dijo que admiraba algunas partes de libro, así como la totalidad de El coleccionista y La mujer del teniente francés. Yo dije que no me gustaban los trucos, que me gustaba ver recreada en la página la vida tal como la conocía. Se levantó, fue a la cómoda y cogió un libro de B.S. Johnson, Albert angelo, el que tenía agujeros recortados en las páginas. Dijo que también admiraba ese libro. Yo dije que lo detestaba.”

Y son profundamente sintomáticos según avanza la novela y llegamos al final que desestabiliza la narración de Serena que habíamos estado viviendo desde el principio, con un cambio de narrador que vuelve totalmente falible lo anteriormente narrado y contradiciendo explícitamente las ideas que Serena había mencionado. McEwan no está, evidentemente, narrando a través de Serena, sino a través del escritor. Todo cobra sentido. Pero este juego, este truco, es sumamente divertido.

McEwan ha hecho de nuevo una novela muy por encima de la media, como de costumbre.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Jaime Zulaika de esta edición de “Operación Dulce” de Ian McEwan.

“La infancia de Jesús” de J.M. Coetzee

la-infancia-de-jesus-9788439727279En el análisis de la última obra de Coetzee “The childhood of Jesus”, que realiza Joyce Carol Oates para el New York times encontramos en su parte final lo siguiente:

“For a while I speculated that “The Childhood of Jesus” might be a novel of ideas in which the stillness of the Buddhist vision of enlightenment and the striving of Christian salvation are contrasted: the one essentially cyclical, the other “progressive”; the goal of one the annihilation of the individual personality in a sort of universal void, and the goal of the other the “salvation” of a distinctly individual personality and its guarantee of everlasting life and reunion with loved ones in heaven. More plausibly, it seemed likely that “The Childhood of Jesus” is a Kafka-inspired parable of the quest for meaning itself: for reasons to endure when (secular) life lacks passion and purpose. Only an arbitrary mission — searching for the mother of an orphaned child, believing in a savior who descends from the sky — can give focus to a life otherwise undefined and random.”

No anda desencaminada en ese análisis la gran JC Oates,  luego volveré a su crítica para la parte final de mi texto.

En efecto, para esta obra Coetzee ha escogido, sorprendentemente, una especie de dixtopía, un mundo extraño que no sabemos dónde está, ni cómo se ha hecho, indefinido y al que llegan un hombre y un niño que se han conocido en el barco, el hombre busca la madre del niño, ese es el fin que parece que guía sus poco significativas vidas.

El mundo al que han llegado es pintado, poco a poco, mediante diversas conversaciones, para Coetzee es un mundo inerte, que no se rige por afectos, que se ha limpiado de ellos:

“-¿Y qué hay de esa madre anónima? ¿Está usted seguro que quiere reunirse con su hijo? Le sonará despiadado, pero la mayor parte de la gente, cuando llega aquí, ha perdido interés por sus antiguos afectos.”

“-¿A qué se refería el otro día cuando utilizó la palabra “limpiar”? -le pregunta-. Dijo que David y yo deberíamos limpiarnos de antiguos recuerdos.”

Es un mundo limpio de pasiones, de sentimientos, de contenido, hasta llegar a no comer carne (o no tener sexo), mostrando una disciplina ya inherente en esa sociedad que Simón, el hombre, no comprende:

“-¿Adaptarse a tener hambre? ¿Por qué iba a adaptarse a tener hambre si no escasea la comida?

-Me refiero a que se adaptará a una dieta moderada. El hambre es como tener un perro en la barriga: cuanto más le das de comer, más pide.”

“-¡No estoy enfadado, sino hambriento! Dígame: ¿qué tiene de malo satisfacer un apetito normal y corriente? ¿Por qué debemos dominar nuestros apetitos y deseos?”

Sin embargo es el único mundo al que, en esas condiciones, pueden aspirar.

“-Ya veo. Así que, después de todo, es una suerte que esté aquí en este muelle, en este puerto, en esta ciudad y en este país. Nada puede ir mejor en el mejor de los mundos posibles.

Álvaro frunce el ceño.

-Este no es un mundo posible -dice-. Es el único. Si eso lo convierte en el mejor o no, no debemos decidirlo ni usted ni yo.”

Esto liga claramente con el texto que puse al principio, ese mundo, esencialmente cíclico podría ser una alegoría de la visión budista, en esas condiciones tenemos la figura de David, que, por el título de la obra, podemos inferir que es una imagen alegórica de Jesús, y, por extensión, del cristianismo que se caracteriza por una salvación futura, en evolución, contraria a la visión más central del budismo. El mundo que se propone es, desde luego benevolente, pero no existen los anhelos y es conformista:

“-Debo decirle que esa benevolencia es lo que encontramos constantemente. Todo el mundo nos desea lo mejor y está dispuesto a ayudarnos. Nos vemos transportados literalmente por una nube de buena voluntad. Pero todo es un poco abstracto. ¿Puede la buena voluntad satisfacer por sí sola todas nuestras necesidades? ¿No es parte de nuestra naturaleza anhelar algo más tangible?”

De hecho, Simón, y la figura de David, vendrán a plantear preguntas, aunque quizá no tengan las respuestas, no creo que Coetzee se posicione exactamente, pero busca que nos hagamos las mismas preguntas a nosotros mismos:

“-Creedme, no es mi intención despreciar nuestro trabajo. Para demostraros mi sinceridad, mañana vendré a trabajar una hora antes y me saltaré la hora del almuerzo. Cargaré con tantos sacos como cualquiera de los presentes. Pero aún así continuaré preguntando: “¿Por qué lo hacemos y para qué?”

De hecho, la extraña parte final se queda en las manos de un niño, la necesidad de ser cómo niños que nos adelanta en la siguiente frase:

“-Mira a Fidel -dice-. Mira a David. No necesitan recuerdos. Los niños viven en el presente, no en el pasado. ¿Por qué no te fijas en ellos? En lugar de esperar una transfiguración, ¿por qué no intentas volver a ser como un niño?”

Nosotros no tenemos la fuerza para avanzar en el camino (“-No servirá de nada. No tengo el aliento necesario. No tengo el aliento de la vida. Lo único que puedo hacer es entristecerme. Solo puedo lamentarme y ayudar a sobrellevar tu dolor. “) si no es por la figura de David que es el verdadero motor del cambio.

“-Ya está. “Estamos buscando un sitio donde quedarnos, para empezar nuestra nueva vida.”

Lo que nos lleva a la última reflexión de JC Oates:

“It’s a bleak and intransigent vision, reminiscent of the painful ending of “Disgrace,” for here the possibility of a “new life” in another city seems just another delusion, however idealistic and quixotic. And what is the role of “Don Quixote” in the novel? For this isn’t the “Don Quixote” of Cervantes but, in a perplexing Borgesian twist, the author is “a man named Benengeli” who wears “a long robe and has a turban on his head.” Perhaps, one day, Elizabeth Costello will enlighten us.”

En efecto el final es extraño porque, lejos de dar una respuesta , establece un nuevo cambio, otro viaje absurdo, como era la búsqueda de la madre, como posible solución.  Un comienzo de una nueva vida en la que ni siquiera sabemos a dónde llegaremos. Parece un nuevo engaño, otro espejismo que nos aleja de la verdadera realidad o, simplemente, nos plantea nuevas preguntas que nos harán avanzar. Quizá, como ya he comentado, este es el objetivo del gran escritor. Esta pequeña rareza es otra forma más de encontrar la escritura del impresionante J.M Coetzee…  aunque me temo que no es obra de multitudes.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Miguel Temprano García para esta edición de “La infancia de Jesús” de J.M. Coetzee

“La calle Great Jones” de Don Delillo

la-calle-Great-Jones-2001227829273“Las señales del comercio fueron apareciendo lentamente por la calle Great Jones, los envíos y las recepciones, el empaquetado  de exportaciones, los curtidos por encargo. Era una calle antigua. De hecho, sus materiales eran su esencia, lo cual explicaba la fealdad de hasta el último centímetro. Pero no era una miseria terminal. Hay calles que en plena decadencia poseen una especie de tono redentor, cierta sugerencia de formas nuevas que están a punto de evolucionar, y Great Jones era una de aquellas calles, siempre suspendida al borde de la revelación. Papel, hilo, cueros, herramientas, hebillas, monturas y artículos de regalo. Alguien abrió la puerta de la empresa de pulidos. Por los adoquines de la calle Lafayette llegaban camiones viejos retumbando. Los camiones se turnaban para subirse a la acera, donde varios de ellos se pasaban el día entero, ligeramente escorados, y a su alrededor caminaban hombres barrigudos con sujetapapeles en las manos, con facturas, con recibos de carga entregada, unos hombres que jamás paraban de tirarse de los pantalones para arriba. Una mujer negra emergió de la mancha de un coche abandonado, recitando entrecortadamente una canción. De la bahía llegaba un viento cortante.”

No suelo comenzar con párrafos directamente, no es mi estilo; aunque sí que es cierto que, ahora que ya tengo otras reseñas de diversos autores en el blog ,con su ficha ya no hace falta introducirlos más sino centrarme en los aspectos que interesen de sus obras por estilo, temas tratados y/o sentido final de dicha obra. Tal es el caso con el norteamericano Don Delillo y la obra que traigo a continuación “La calle Great Jones”, tercera obra de su  ingente producción literaria y que estaba incluida en mi Proyecto literario que tiene como objetivo terminar toda la obra de mis autores favoritos.

La presencia del párrafo inicial, en este caso, cobra una  especial relevancia ya que Delillo tiene la especial habilidad de sorprenderme cuando leo cada una de sus frases; tiene la innata capacidad, el genio creativo para utilizar imágenes, metáforas, comparaciones, etc. aplicadas de una forma tal que, desde luego, se alejan de los lugares comunes transitados por la mayoría de escritores del montón. En este texto que he puesto al principio se resume en un momento parte de estas cualidades que hacen único al norteamericano. “La calle Great Jones” es descrita como su fuera un personaje más  (“Hay calles que en plena decadencia poseen una especie de tono redentor, cierta sugerencia de formas nuevas que están a punto de evolucionar”); cuánta belleza en cada una de sus palabras y en el conjunto, esa sensación de que, no solo te “choca” la descripción sino que además funciona en el propio texto y en el conjunto de la obra. Está sensación se produce de tal forma cuando leo a este escritor que me da casi lo mismo lo que está contando, lo que sé seguro es que este flujo de sensaciones me lleva y siento un placer hedonista al leerlo.

En el caso de Delillo, afortunadamente, no cuenta solo el cómo lo hace, con ese estilo inigualable que le vuelve uno de los cinco o seis mejores escritores actuales; lo que cuenta también interesa sobremanera, y, a pesar de ser una obra primeriza (como era el caso de “Americana” de la que hablé este mismo año ) de fondo hay una serie de reflexiones que irán evolucionando a lo largo de su imprescindible carrera literaria.

La historia es sencilla en su premisa, tenemos la retirada momentánea del músico Bucky Wunderlick, músico que es el líder de un grupo en su apogeo en los setenta y que siente que tiene que encontrar  otra forma de hacer las cosas, encontrarse a sí mismo y demonstrar que puede seguir haciendo algo por la música y la sociedad; la música, en particular se convierte en verdadera protagonista:

“El submundo está todo revuelto por una superdroga. ¿Has oído hablar de ella? Francamente, la noticia me deja frío. La música es el hipnótico supremo. La música consigue sacarme de todo. Me transporta del todo. La música es peligrosa de muchísimas maneras. Es lo más peligroso que hay en el mundo.”

Bucky Wunderlick, álter ego de Delillo en esta ocasión, expresa su preocupación por la degeneración de la música, y, en general, del arte; es consciente de la importancia que debería tener y, sobre todo, de lo que debería influenciar a la sociedad : “El artista verdadero hace moverse a la gente. Cuanto la gente lee un libro o mira un cuadro, están ahí sentados o de pie, pero quietos. Eso estaba bien hace mucho tiempo, molaba, era arte. Ahora todo es distinto. Yo hago moverse a la gente. Mi sonido los levanta del puto suelo. Yo lo consigo. Entiéndanme. Yo lo consigo.”

En esta búsqueda del verdadero arte unido a su crecimiento personal está la clave de lo que busca el escritor a través de su protagonista, el músico, que se topa de frente con un mundo que , por el contrario, no parece interesado, nada más que marginalmente, en esta verdadera extensión de lo que supone el arte, como leemos en boca del periodista de ABC que habla con Buddy al intentar sacar una entrevista:

“-Tengo un espacio en las noticias de media mañana. Por si acaso no me reconoces. Me ocupo de los acontecimientos para jóvenes y de las personalidades del mundo juvenil. Sí, es el mismo lavado de cerebro comercial de toda la vida contra el que todos luchamos, pero, por otro lado, la única forma que tenemos de darles cobertura a ciertas voces es encajarlas en pequeños huecos de la programación que van quedando aquí y allá.”

La búsqueda no la realiza el solo, su amante y alguno de sus miembros del grupo, e incluso su manager Globke ayudarán, aunque sea inconscientemente a que esa identidad se acabe de formar y encuentre lo que pueda hacer más feliz a sus seguidores, la forma en que uno de sus miembros se refiere a la música negra nos eleva al paraíso de la palabra de Delillo:

“Es todo amor y tristeza, Bucky, y me está destruyendo emocionalmente. Esas emociones toscas y estúpidas resultan increíblemente hermosas. Esas baladas tristonas con pasajes esporádicos en falsete. Y hasta cuando escucho los discos me los imagino moviéndose por el escenario, haciendo esos meneítos y arrastrando los pies y agitando las manos. Con el pelo reluciente. Con los esmóquines a medida. Con las dentaduras y las uñas fantásticas. Y las emociones baratas que transmiten las letras me dejan hecho polvo.”

Las emociones primigenias pueden ser la respuesta; el olvido de la complicación, la sencillez por encima de todo, como en palabras de Globke, su mánager, podemos inferir:

“Ya estamos todos hartos de phasings instantáneos y de dieciséis pistas y de sintetizadores La gente quiere algo sencillo. Sencillo pero complicado. La clase de material que tú y solamente tú puedes darles. No me interesan los niveles en la música popular  ni siquiera sé si este material tiene niveles o no. […] Ese es el poder de las citas de la montaña,  tal como yo las veo desde mi perspectiva personal. No es mi sonido. No es el sonido que yo escucho cuando miro desde la ventana de mi dormitorio en la otra orilla  en la otra orilla del río una noche de verano y mi mujer está sentada en la cama leyendo a los maestros orientales y la luz de la luna se refleja en el río y las grandes torres putrefactas de Manhattan se despliegan a lo largo de la noche y yo apago el aire acondicionado y abro una venta e introduzco un cartucho en mi equipo de música.”

El mismo Delillo nos anticipa una de sus obsesiones, de hecho, de ello hablé en esta otra reseña a propósito de “Los nombres”:

“Ese es el poder de los nombres. La gente actúa en consonancia con sus nombres. Hay un sector diminuto del cerebro humano donde está situado el mecanismo que pone los nombres.”

El poder de los nombres, de la palabra, con toda su extensión bíblica, aplicado al arte, se trate del que se trate: música, libros, pintura…. El arte por encima de todo como verdadero catalizador del sentido y de la identidad de nuestras vidas.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Javier Calvo para esta edición de “La calle Great Jones” de Don Delillo para la editorial Seix Barral

“El Exterminio” de Jim Thompson

el_exterminio_300x455Descubrí a Jim Thompson a lo grande, con su obra maestra inapelable “1280 almas” donde su terrorífico y aparentemente bobalicón sheriff Nick Corey me hizo descubrir el mal sin fisuras; el mal más allá de toda comprensión asociado a la naturaleza humana. Esa obra maestra imperecedera me recuerda una y otra vez que hay pocas experiencias como leer cualquier obra del genial autor norteamericano.

De hecho, cada vez que leo una obra suya, el nivel sube tanto que hace parecer a los escritores actuales como niños en patios de colegio con sus mediocridades. Sí, no hace falta que diga sus nombres, son los que venden ahora; los pobres quedan “a la altura del betún” (como vulgarmente se dice) al compararlos con las obras de este coloso o los de los clásicos Hammet, Chandler, Himes, McDonald, etc.

En esta obra el señor Thompson nos describe cada capítulo desde una perspectiva distinta, ya que utiliza un personaje diferente en cada uno de ellos. Todo comienza con la visita del abogado defensor Kossmeyer a su clienta Luane Devore, que le indica que su marido la quiere matar; el punto de vista de “Kossy” con respecto a ella no deja lugar a dudas del tipo de persona que se siente amenazada:

“Luane se las arreglaba durante las largas horas en que Ralph estaba fuera. De hecho, también se las habría arreglado sin todo aquello, ya que no tenía ninguna enfermedad. Se lo había dicho el médico del pueblo. Y también otro médico al que hice venir de la ciudad. El médico local  seguía “tratándola”, porque ella insistía en que lo hiciera, pero no estaba enferma en absoluto. Tan solo padecía autoconmiseración y egoísmo, mala intención y miedo: la necesidad de meterse con la gente desde el santuario de su cama de inválida.”

Luane está convencida de que su marido es el que quiere matarla; Thompson nos atrapa desde las primeras líneas del segundo capítulo con los primeros pensamientos de su marido Ralph Devore:

“Empecé a pensar en matar a Luane el primer día de la temporada de verano, que también fue el día en que abrió la sala de baile, y el día en que conocí a Danny Lee, el vocalista en la orquesta de Rags McGuire. Una mujer, por mucho que se llamara Danny. Muchas de las vocalistas femeninas hoy tienen nombres masculinos. Como Janie, la mujer de Rags, quien siempre había sido la cantante de la banda hasta que sufrió aquel terrible accidente… hasta este año, mejor dicho, porque Rags dice que en realidad no sufrió ningún accidente.”

En apenas unas líneas presenta a otros personajes que irán apareciendo sucesivamente en los siguientes capítulos; lo fabuloso es que utiliza cada uno de ellos para realizar una caracterización ejemplar de ellos y, además, avanzar la trama; cada hilo se va uniendo con otros hasta conformar cada parche necesario para entender lo que ha sucedido al final. La caracterización es única, cada voz es personal y, cómo no, la violencia está más que presente, como en todos los libros del gran autor; solo tenemos que ver el trato de Bobbie Ashton a Myra:

“-¡Hablo en serio, por Dios! -Le di un bofetón-. ¡Te arrancaré la cabeza a golpes! ¡Más te vale ser considerada conmigo, maldita zorra retrasada! ¡Más te vale ser cariñosa, putón de tres al cuarto! ¡Más te vale ser cariñosa y tierna conmigo, más te vale quererme…! ¡MALDITA SEA, QUE ME QUIERAS, HE DICHO! Si no, yo… yo…”

No se andaba con tonterías; representa con tal crudeza algunas escenas que duele hasta leerlas.

Para el final nos deja la sorpresa de un posible final abierto, en un final más postmodernista de lo que es habitual en su obra, en boca del posible asesino nos comenta…

“Luane era un hueso muy duro de roer. Es posible que la caída escaleras abajo simplemente la dejara sin sentido y que alguien entrara después y acabara con ella de todas todas. Es posible que alguien estuviera escondido en la casa durante todo el tiempo que permanecí en su interior.

Sería el crimen perfecto, la verdad. Esa persona podría haber cometido el asesinato, para que yo cargase con la culpa después.”

Si alguien a quien le guste la novela negra, no ha leído a Jim Thompson, que me perdone, pero no tiene ni idea de lo que es novela negra.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Antonio Padilla para esta edición de “El Exterminio” de Jim Thompson para la editorial RBA

“Del color de la leche” de Nell Leyshon

Del-color-de-la-lecheSi hay una cosa de la que puede presumir Sexto Piso es de su eclecticismo a la hora de elegir títulos para publicar, además de alternarlos con diferentes géneros, alternando ficción con ensayo. Uno de esos libros que provoca empatía en el lector y que está destinado a gustar es el que traigo a continuación.

Se trata de “Del color de la leche” de la escritora británica Nell Leyshon; cuenta la historia de una mujer-niña de 15 años, Mary, en tiempos difíciles, en el año 1830; un tiempo de sombras en el que la mujer tenía que soportar los efectos del  patriarcado en una sociedad machista que instrumentalizaba su labor, tratándolas como objetos; su peculiaridad, que tiene el pelo “del color de la leche”:

“mi pierna es mi pierna y nunca he tenido otra pierna. así he sido siempre y así he caminado siempre. madre dice que ya era así cuando vine al mundo. era como una especie de desperdicio con el pelo como la leche y nací después de lo que pensaban y por esa razón estaba cubierta de pelo como si fuera un animal y tenía las uñas largas, y ella dice que eché un vistazo a mi alrededor y abrí la boca y pequé un grito y algunos dicen que no la he cerrado desde entonces.”

Como podéis ver por el texto, la escritora lo plantea como una narración en primera persona (de ella) plasmada en una especie de diario escrito por ella misma. Tras ser vendida como servicio por su padre para ayudar al vicario, recreando el Pigmalión, consigue aprender a leer y a escribir (un hito nada frecuente en los tiempos en los que se ambienta) y contar su historia:

“estoy sentada al lado de la ventana y estoy escribiendo esto con mi propia mano, y tengo que escribir en las horas de sol porque hay luz y la luna no da suficiente luz, porque por la noche está oscuro y cuando está oscuro no puedo escribir.

               me acuerdo de aquel día y sé que fue el día en que todo cambió.”

Para ello adopta un estilo característico que se va repitiendo a lo largo de la obra, Mary no es capaz de distinguir entre mayúsculas y minúsculas, su escritura no tiene artificios, es seca, cruda por momentos, me recordaba a los últimos libros de McCarthy desde “La carretera”; es la escritura de una persona oprimida y superada por los acontecimientos, una persona sencilla en la apreciación de lo que importa de la vida:

“¿es que nunca te cansas?

si me canso, me voy a dormir.

haces que todo parezca tan sencillo.

lo es. dije yo.”

Pero tan sincera que resulta hiriente al expresar lo que realmente siente y que no oculta, se siente destruida en su interior: 

“las palabras que acabas de leer, me dijo. la biblia te está diciendo que tienes que abrir tu

corazón y dar.

pero yo ya no tengo nada más que dar, le dije. porque ya he dado todo lo que tenía.”

Esta es una historia de dolor, de miseria, de lucha… una historia que consigue sobrecoger a pesar de que puedas esperar lo que va aconteciendo. La violencia es la respuesta ante tantos abusos, ante la pérdida de la capacidad de elección; esa violencia es lo único que puede resultar un atisbo de libertad.

“y ahora ya he terminado y no tengo nada más que contarte.

así que voy a terminar esta última frase y voy a secar mis palabras donde la tinta forma unos charcos al final de cada letra.”

y entonces ya seré libre.”

Estupenda propuesta de lectura la que nos trae, como siempre, la editorial Sexto piso.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Mariano Peyrou para esta edición de “Del color de la leche” de Nell Leyshon.