“El asiento del conductor” y otras obras de Muriel Spark

cubierta.inddLos años cincuenta en Gran Bretaña supusieron un cambio radical a la situación establecida anteriormente, era la post-guerra; y, a pesar de que se encontraban entre los ganadores del conflicto bélico, también eran cada vez más conscientes de que la posición de dominancia que pudieron tener en el pasado había cambiado; los actores eran otros y esto se reflejó, como no podía ser de otra manera, en las obras literarias.

Muchos de los escritores de la época mostraron en sus ficciones el anhelo por los tiempos pasados, auge y caída de un imperio; “Retorno a Brideshead” de Evelyn Waugh es un epítome del momento; lo malo es que la mayoría de autores tomaría este camino entrando en una monotonía que romperían con su creatividad y originalidad, escritores de la talla de William Golding y Muriel Spark, de la que hablaré a continuación.

Muriel Spark (1918-2006) estaba, sin embargo, más interesada en los límites más borrosos de las ambigüedades humanas; en ocuparse de las paradojas relativas a la libertad de cada individuo usando para ello la forma, más bien corrosiva, de la “comedia negra”; por citar alguna de sus obras maestras: “Memento Mori” (1959), “The Prime of Miss Jean Brodie” (“La plenitud de Miss Brodie”)(1961), “The Driver’s Seat”(“El asiento del conductor”) (1970) y “A Far Cry from Kensington”(“Muy lejos de Kensington”) (1988).

En el prólogo a la imprescindible “El asiento del conductor”, Eduardo Lago comenta con respecto a sus obras: “En sus novelas nos encontramos con elementos ciertamente insólitos, narradores de ultratumba, miembros de la cámara de los Lores incapaces de perpetrar un parricidio a derechas, abuelas contrabandistas que ocultan un alijo de diamantes en la miga de pan…”; y cómo es el mundo que nos pinta Muriel Spark: “Estamos en un mundo en el que nada es lo que parece, un mundo muchas veces violento, en el que lo cómico convive con lo macabro y en el que el mal y la muerte nunca están muy lejos.”memento mori

Estos comentarios se aplican de manera consistente a esta pequeña pero intensa obra, donde se producen prolepsis continuas de un narrador omnisciente: “Mañana por la mañana la encontrarán muerta de múltiples heridas de arma blanca, las muñecas atadas con un pañuelo de seda y los tobillos sujetos con una corbata de hombre, en los terrenos de una villa deshabitada, en un parque de la ciudad extranjera donde la conduce el vuelo en el que embarca ahora mismo por la puerta 14”.

La obra es ciertamente desasosegante, se caracteriza por una inevitabilidad a la que nos vemos abocados sin poder hacer nada más que estremecernos, realiza una deconstrucción de la novela policíaca, se sabe el final ya, se anticipa por varios comentarios, importará más el cómo se llega a ello. Subvertir las reglas del género, esta es la Spark audaz, diferente, creadora de historias diferentes de lo reinante.

En contraste, en “Memento mori”, todo comienza con una llamada telefónica a Lettie Colston, una frase que servirá de hilo conductor: “Recuerde que debe morir”. Los protagonistas, octogenarios y septuagenarios, con sus vidas al límite y una amenaza de fondo; hay algo de relato policíaco pero nuevamente cambiando las reglas, los puntos de vista se suceden, caracterizando inefablemente cada uno de los personajes de la obra, hay humor, desde luego, pero es negro, irónico.

La amenaza de esta muerte futura les hace replantearse su vida, en boca de Henry Mortimer, el detective crepuscular: “-Si pudiese volver a vivir mi vida,  me crearía el hábito de prepararme mentalmente todas las noches ante la idea de la muerte. Por así decirlo, prepararía la rememoración de la muerte. Es la práctica que más intensidad le da a la vida. La proximidad de la muerte no debería tomarnos por sorpresa. Debería ser parte de la expectativa total de la vida. Sin un sentido constante de la presencia de la muerte, la vida es desabrida. Sería lo mismo que vivir alimentándose con clara de huevo.”

Esta impresionante escritora buscaba removernos en nuestras entrañas, innovar, construir al mismo tiempo; es más que necesario no olvidar que la tenemos disponible, para disfrutar cada día de toda su obra, una obra, en mi opinión, imprescindible.

“Contraluz (5 y fin): Rue du Dèpart”

El camino que hemos recorrido ha pasado por estos comentarios

1. La luz sobre las cumbres.

2. Espato de Islandia.

3. Bilocaciones.

4. Contra el día.

En esta última parte Pynchon nos muestra a varios de los personajes principales en los años veinte, Rue de Départ es una calle de París donde vive Dally. Todo ha pasado y están más o menos establecidos, hasta los Chicos del Azar han encontrado a sus Chicas de la Fraternidad de Eteronautas y se han emparejado con ellas. Hay un intento de finalizarlo aunque no sabemos si es de manera feliz según las palabras de Dally (“El mundo se acabó en 1914. Como los muertos inconscientes, que no saben que están muertos, así nosotros tampoco nos hemos dado cuenta de que estamos viviendo en el infierno desde aquel agosto espantoso”); aún así el vuelo final, mítico, etéreo, a bordo del Inconvenience nos da una sensación de plenitud, de evocación onírica y autorrealizadora.

Este final entronca con mi propia conclusión de las lecturas del autor norteamericano; “Contraluz” ha supuesto un colofón lleno de sensaciones: al tratarse de una obra de tal extensión, los altibajos son constantes, esta irregularidad es inevitable, pero ¿acaso importa?. Si revisamos los posibles postulados del postmodernismo nos encontramos con lo siguiente:

—Está caracterizado por cambiar el punto de vista omnisciente (más objetivo) de la Ilustración por otro más subjetivo donde el narrador es falible.

—Busca deconstruir las grandes formas de narración del pasado para desvelar sus inconsistencias, las antiguas formas ya no convencen, son sustituidas por otras formas que enfatizan que su objetivo no es alcanzar la autenticidad universal.

—Como consecuencia de lo anterior, no puede existir una idea universal de la verdad o de la realidad, ya que las formas de narración del pasado se fundamentaban en el lenguaje, y este está cargado, inherentemente, de las influencias que vive el que lo narra.

—En palabras de Hutcheon, se puede describir el postmodernismo como “un fenómeno contradictorio que usa y abusa, instaura para subvertir los mismos conceptos que desafía – sean estos literatura, pintura, escultura, cine, televisión, filosofía, etc (“contradictory phenomenon that uses and abuses, installs and then subverts, the very concepts it challenges —be it in literature, painting, sculpture, film, video, dance, television, music, philosophy, aesthetic theory, psychoanalysis, linguistics and historiography”).

—Así las novelas postmodernas subvierten las nociones de subjetividad, verdad, significado y valor de modo radical.

—La conexión entre postmodernismo y postcolonialismo es evidente ya que con el primero se enfatizarán las diferencias de cualquier tipo (sean género, raza, clase, sexo…) y eso desencadenará el segundo.

—Con el postmodernismo se reescribe el pasado en términos muy alejados de cualquier nostalgia, precisamente porque es otra forma de narrar, por la que el novelista puede escribir alejado de la narración, aislado, sin vincularse.

En conclusión, este movimiento no organizado, radicaliza el modernismo en su exploración de la fragmentación de la narrativa y de la construcción de personajes. Textos de este estilo enfatizan juegos retóricos y lingüísticos. Ironías, parodias, pastiches de géneros, distorsiones de tiempo (argumentos no lineales) son algunos de los instrumentos utilizados para hacerlo.

Lo curioso cuando leía los postulados anteriores es que la primera imagen que me venía a la cabeza era, desde luego, la de Pynchon y toda su obra; desde “La subasta del lote 49” y “V” a “Contraluz”. Parece que los hubiera puesto él, ya que reflejan exactamente lo que significa leerle; esas son las características, la complejidad de lo que quiere dar a significar, o no….

Como conclusión a estos comentarios no quería dejar pasar la oportunidad de citar al gran Noel, ya que parte de su magnífico post “Icono de la cara llorando” , que todo el mundo debería leer, como su blog (ya puestos….). Y que cita justamente a nuestro gran escritor como posible vía a la hora de aprovechar al máximo las posibilidades que nos ofrece la cultura en el siguiente párrafo:

“Ante esta realidad se abren dos posibles vías: a) aprovechar al máximo las posibilidades de la cultura como inmerso hipertexto; y b) darse por vencido y tender a pensar, como el neoludita Nicholas Carr, que la capacidad de concentración es una de esas cosas que perdimos irremediablemente con el cambio de milenio. Sin duda, no hay nada más estimulante para el intelecto que la primera opción, vertebradora de novelas como Contraluz (Thomas Pynchon, 2006) o películas como Holy Motors (Leos Carax, 2012), laberintos intertextuales que conciben sus referentes y referencias como una serie interconectada de pasillos, trampillas y hasta callejones de sentido. Tiendo a pensar que los lectores de este blog pertenecen a la primera categoría, así que muchas veces incluyo en el texto alusiones a símbolos culturales sin citarlos o subrayarlos con un enlace: en los días de la Wikipedia, la labor de cualquier persona que pretenda vivir la cultura de su tiempo es aceptar el desafío y buscar, ampliar, perderse. Por desgracia, la segunda opción parece estar comiéndole cada vez más el terreno a la primera, en un fenómeno que ya podríamos considerar como mesurable.”

Lo que he puesto en negrita, refleja lo que yo entiendo de la cultura actual, casi no se puede decir mejor ¿verdad?. Busquemos nuevos desafíos, perdámonos en laberintos sin retorno; pase lo que pase, esta búsqueda nos habrá hecho crecer en el camino. Pynchon nos sumerge en este camino irremisiblemente, de manera enloquecedora; y yo no puedo más que agradecérselo y colaborar con estos humildes comentarios que espero que ayuden a alguien.

“Contraluz (4): Contra el día”

A estas alturas de la narración la fatiga empieza a ser evidente, Pynchon exige, no hay medias tintas con él, tienes que estar atento a todo y no perderte en el laberinto literario que te propone, en lo inalcanzable del argumento y sus consecuencias.

El título del episodio es, en realidad, el título original, “Against the day”, el día es una metáfora de la realidad que vivimos, de las dificultades que tenemos que pasar en nuestro devenir. En este capítulo se centra históricamente de nuevo, no quiere que perdamos la perspectiva, busca reescribir la historia y mostrarnos lo que podría haber por detrás; también lo que nunca ha habido pero le gustaría que hubiera, ¿por qué no? .Pero se nota que algunos de los momentos buscan esta constante:

“Desde la derrota naval de Tsushima y las inmensas manifestaciones en la ciudades, los pogromos, el terror y la sangre, la inconcebible posibilidad de que Dios hubiera abandonado Rusia empezó a hacerse palpable. Lo que hasta ahora habían sido certezas y mandatos divinos se volvió tan incierto como la lucha de cualquier campesino con el día a día, y todos, independientemente de su riqueza o oposición debían avanzar a tientas”

Es lo que hubo a principios del siglo XX, es nuestra lucha, “pero alguien podría dominar el espacio Cuaternión, tres ejes imaginarios más un cuarto término escalar que contendría energías que pocos de nosotros podríamos imaginar” ; no quiere que nos rindamos ante los hechos históricos, la solución puede estar en el umbral del espacio tiempo, en la cuarta dimensión.

La explosión sobre Tunguska (preludio a los lanzamientos de las bombas atómicas, y por extensión, al conflicto bélico que asolaría Europa y parte del mundo “¿Se trataba, dicho toscamente, de la guerra generalizada pues estaba a punto de desencadenarse en Europa el próximo verano u otoño quizás, condensada en un único suceso?” ) nos lleva a la crudeza de lo real, pero en la descripción de los efectos de la explosión y en su visualización por parte de nuestros personajes desde diferentes ciudades (Dally Rideout desde Venecia, Cyprian desde Trieste, Reef desde Marienbad, Yashmeen desde Viena) encontramos la confortable lírica de Pynchon, onírica, imaginativa, siempre creativa y, en estos momentos, conmovedora.

Se muestran otros hechos que reflejan lo que ha sido el siglo XX, desde el conflicto balcánico (“El infierno se desató tras el anuncio de Austria de que pretendía anexionarse Bosnia”) hasta los conflictos raciales en América (“Por un instante él comprendió, como si rozara la brisa levantada por un ala indefinida que pasara  ante su cara, que la historia de este terrible continente desde el océano pacífico hasta los hielos del Ártico era esta misma historia de exilio y migración, el hombre blanco avanzando sobre el indio, las corporaciones del este avanzando sobre el hombre blanco y sus incursiones con barrenos y dinamita adentrándose en las costuras profundas de las montañas sagradas de la tierra sagrada”).

Todo ello para reforzar lo ya expuesto anteriormente y, que casi llegando al final vuelve a mostrarnos en las palabras de uno de los chicos del azar: 

 “El corolario según había concluido Chick hacía ya mucho era que cada estrella, cada planeta que vemos en el cielo no es más que el reflejo de nuestra única Tierra a lo largo de una trayectoria distinta del espacio-tiempo minkowskiano. Por tanto, viajar a otros mundos es viajar a versiones alternativas de la misma Tierra. Y si ir hacia arriba es como ir hacia el norte con la variable común de que hace frío, la dirección análoga en el tiempo si nos atenemos a la Segunda ley de la termodinámica, debería ser ir del pasado al futuro, en la dirección de una entropía creciente.”

“Estaban en la Contra-Tierra, en ella y sobre ella, pero al mismo tiempo en la tierra que nunca, parecía, habían dejado”.

No deja de ser paradójico ya que, ahora mismo, la realidad que estamos viviendo no deja de ser esta Contra-Tierra, tan diferente de lo que hemos vivido en otros momentos.

No me gustaría acabar este cuarto momento sin subrayar el giro a novela negra, que se marca de en la parte final del capítulo, con un Lew Basnight más cerca de un Marlowe o un Spade,  en la búsqueda de la cantante Jardine Maraca; un prodigio nuevamente, ya que utiliza un viaje en el tiempo para resolverlo y para que Merle, el padre de Dally, recorra la vida en el pasado de su hijastra y pueda de esta manera saber cómo le ha ido.

Historias dentro de historias, metaficción, cambios narrativos y de estilos. Este es Pynchon.

Y en poco tiempo, la conclusión.

“Contraluz (3): Bilocaciones”

“Los antiguos maniqueos de esta zona adoraban la luz, la amaban del mismo modo que los Cruzados afirmaban amar a Dios, por sí misma, y a su servicio ningún crimen era demasiado grave. Era su contra-Cruzada. No importaba qué trasformaciones pudieran ocurrir (y se esperaban cualquier cosa: viajes adelante y atrás en el Tiempo, saltos laterales de un  contínuum a otro, metamorfosis de una forma de materia, viva o no, a otra) lo único que permanecía invariable en todos los cambios era la luz, la luz que vemos en sentido amplio que profetizara Maxwell y confirmara Hertz. Y a eso se añadía un rechazo hacia todas las formas de lo que ellos definían como “oscuridad””.

Recordemos que veníamos de aquí y de aquí. Este párrafo, casi el comienzo de este bloque, entronca con el viaje que los Chicos del Azar realizan al Asia interior, buscando su propio grial, la ciudad perdida, Shambala a bordo de la Fragata subdesértica de Su Majestad Saksaul, al mando del capitán Toadflax.

Sorprende que, a pesar de lo que pudiera indicar el título, la obra es luminosa, como la prosa del autor; todo puede variar pero la luz, lo contrario a la oscuridad, permanecerá constante. Entre todas las contradicciones y dicotomías que nos ofrece también nos incide en este hecho.

En esta parte se centra en el viaje a Europa de la mayoría de los personajes, y,  pesar de lo que pueda parecer, nos llama la atención:

“Habéis sido tan fáciles de engañar (al menos la mayoría de vosotros), sois los tontos crédulos en el circo, mirando boquiabiertos vuestras maravillas de la ciencia, esperando como si creyerais que os corresponden por derecho todas las bendiciones del progreso, esa es vuestra fe, vuestra patética fe de niños de los globos”

Si la ciencia no es la solución de nuestras dudas, del sentido de lo que hacemos, ¿de qué nos podemos fiar? ¿La magia? ¿La superstición? ¿La religión?.

El siguiente texto empieza a ser revelador:

 “Y eso es lo que he estado llevando una y otra vez a Cantor de vuelta a la Neverklinik, aunque solo se preocupaba por los segmentos de línea. Pero aquí, en el espacio y tiempo tetradimensional del Doctor Minkowski, dentro del más diminuto intervalo, tan pequeño como quieras dentro de cada diminuto hipervolumen de kontinuum debe de haber siempre un número infinito de otros puntos, y si definimos un mundo como un conjunto muy grande y finito de puntos entonces debe de haber muchos mundos “universos””.

La presencia de diversos universos, mundos paralelos al nuestro, explicarían nuestra falta de convicciones; sigue reafirmando el mensaje de lo “tetradimensional” y lo liga a la tradición literaria:

“El Whitechapel del Destripador era una especie de antesala en el espacio-tiempo, uno tendría que imaginarse una gigantesca estación de tren, con miles de puertas dispuestas radialmente en todas las dimensiones que conducen a vías de partida hacia todo tipo de historias alternativas”

Su objetivo entonces es que nos abramos a todas las posibilidades, las mismas que nos da la prosa de Pynchon, inabarcables universos donde todo sigue siendo posible.

En poco tiempo la cuarta parte.

“Humoristas” de Paul Johnson

Una de mis películas favoritas  es el musical “Cantando bajo la lluvia” (1952) dirigido por Stanley Donen y el propio Gene Kelly, protagonista de la inolvidable escena que da título a la no menos inolvidable cinta. Tiene tantas escenas memorables que sería difícil quedarse solo con una. De hecho, me quería centrar en una de ellas que considero un paradigma metanarrativo de lo que cuesta hacer humor, conseguir que la gente se ría. Para los que no sepan de que hablo, aquí os pongo el momento llamado “Make ‘em laugh”.

El increíble y acrobático Donald O’Connor rivalizaba aquí con Gene Kelly componiendo una de esas escenas memorables en la que ejemplifica como nadie lo difícil que es hacer humor (más allá aún de la letra en la que habla más de los méritos del humorista y cómo la gente quiere reír), solo hay que comprobar al final del número cómo el protagonista cae rendido y exhausto, pero, desde luego, ha conseguido que nos riamos.

En el ensayo “Humoristas”, el crítico y escritor británico Paul Jonhson, en su introducción realiza una especie de avance del humor a lo largo de la historia para acabar intentando ofrecer, quizá de una manera un poco simplista,  una posible categorización de los tipos de humor; así tendríamos por un lado aquellos “cómicos que crean el caos”, como los Marx; “aquellos que buscan, y encuentran, y analizan, la preocupante exuberancia y pura egregia rareza del individuo, y lo presentan con viveza y precisión para nuestro gozo”, como Chesterton o Dickens; por último habla de “la categorización, que es la interacción entre distintas clases, razas, nacionalidades y edades”, como Nancy Mitford y P.G. Woodehouse.

La base histórica de la que hablaba y este intento de clasificación le sirven al escritor para ir presentando los humoristas que van pasando por las páginas del libro, salpicando cada uno de ellos con detalles anecdóticos y biográficos (e incluso autobiográficos, ya que el propio autor explica sus curiosos encuentros con algunos de ellos), sin pararse demasiado en la forma en que realizan el humor y cómo ese humor hace reír a la gente.

Teniendo todo lo anterior en cuenta, la verdadera gracia es que se puede ir conociendo a varios de estos genios, saber un poco de sus vidas y, cómo no, disfrutar con su sentido del humor: así William Hogarth, “único gran maestro de la pintura y el grabado que te hace reír”; Samuel Johnson y sus “agudezas verbales, chanzas bondadosas, payasadas ridículas o insultos puros y duros”; Thomas Rowlandson, pintor inglés que tendía a la caricatura con sus “accidentes pictóricos”; Charles Dickens, “el cómico con más éxito de la historia”; y continúa con otros tantos, pasando por los Hermanos Marx, Stan Laurel y Oliver Hardy, Chesterton, el dibujante y escritor James Thurber y acabando con los británicos Noel Coward y Nancy Mitford. Eché de menos que hubiera puesto algún músico, no en vano, Mozart fue, igualmente, un humorista sin igual.

Concluyendo ya, lo verdaderamente interesante del ensayo son los propios humoristas, y eso es lo que hizo medianamente bien Paul Johnson: darles voz, y que ellos mismos se presenten y nos cuenten lo que les cuesta hacer que nos divirtamos.

Qué importante es no perder la sonrisa en unos tiempos tan difíciles como los que estamos viviendo: “El mundo es un valle de lágrimas. Los que pueden enjugar nuestras lágrimas y hacer que asomen a nuestros labios trémulas sonrisas son más preciosos para nosotros, a decir verdad, que todos los estadistas y generales y sabios, más incluso que los grandes artistas”

Valoración del libro:

“Caída y auge de Reginald Perrin” de David Nobbs

Siempre he guardado afinidad lectora con la editorial Impedimenta, especialmente por un catálogo escogido con buen gusto y del que no hay muchas editoriales que se encarguen; un segmento de obras que han escogido son las inglesas, en particular de principios del siglo XX, recuperando de esta manera para los lectores españoles a E. F. Benson, Edmund Crispin o Stella Gibbons, por poner algunos ejemplos estupendos y muy representativos. Ahora han vuelto a la carga con otra historia propiamente inglesa de la mano de David Nobbs y su archiconocido “Caída y auge de Reginald Perrin”, novela que, en el Reino Unido, originó la creación de una exitosa comedia televisiva en la BBC.

El arrebatador comienzo invita a la risa desde casi la primera frase:

“Cuando Reginald Iolanthe Perrin se dispuso a salir para el trabajo aquella mañana de jueves, no entraba en sus planes llamar hipopótamo a su suegra. Nada más lejos de su pensamiento”

En esas primeras páginas se descubren los traumas infantiles de tan curioso personaje, relacionados con su gran cantidad de pelo corporal: “Tenía el cuerpo recubierto de vello, tanto que en el colegio le apodaban Felpudo Coco” o con su torpeza natural: “Siempre había sido bastante torpe  en el colegio cuando no era Felpudo Coco, era Pato Patoso”.

Los gags se suceden cada dos por tres y en cada página tenemos un motivo más para pasarlo bien, con momentos memorables que arrancan las carcajadas como aquellos con el insigne doctor o en la cena sin comida que organiza el propio Perrin. Todo este comienzo está desencadenando la caída a los infiernos del personaje, que busca como sea un cambio de vida, de trabajo, de todo lo que le aflige, se vuelve tan incrédulo que no puede seguir adelante (“Tienes derecho a preguntarme en qué creo, yo que me declaro tan antitodo. Pues se lo diré: creo en el nihilismo en la medida en que creo en la ausencia de ismos. Sé que no sé y creo en no creer”).

El final del camino, que desembocará en el cambio, llegará sólo cuando Reginald Iolanthe Perrin desaparezca, no en vano, las siglas (RIP) eran una prolepsis de lo que iba a ocurrir con el personaje, aprovecha el autor para mostrarnos su momento más lírico justo en el momento más doloroso para él:

“Había una larga franja de guijarros y, por detrás de la bahía, la tierra se elevaba en una pendiente de hierba salpicaba de arbustos vencidos por el viento. El pueblo estaba al final de ninguna parte. Era un lugar ideal para poner fin a una vida.”

Como adelantaba el título del libro, estamos hablando de una tragicomedia, Nobbs utiliza estos momentos para que Perrin cambie de personalidad, buscando algo con lo que de verdad identificarse, algo con lo que iniciar su nueva vida, las dudas le acucian:

“Me tienta pensar en mí mismo como una figura espectral, igual que ellos, pero la verdad es otra bien distinta. Para mí el problema de la identidad no es no saber quién soy sino saber demasiado quién soy: soy Reginald Iolanthe Perrin, Felpudo Coco Perrin. Soy absurdo luego existo. Existo, luego soy absurdo”

Según va encontrando su identidad los momentos cómicos empiezan a originarse nuevamente, ahora las ironías se suceden; llegando a asistir a su propio funeral, tronchante el momento en el que el predicador indica en el sermón:

“En cierto sentido Reggie Perrin no ha muerto. ¡Él está aquí hoy entre nosotros, de una forma real y significativa, en esta precisa iglesia, a esta precisa hora!”

La ironía final, deliciosa, es genial; ya que su “muerte” desencadena el cambio del resto de sus familiares, amigos, jefe,… todos cambios a mejor, su aparente muerte es anecdótica pero necesaria para el devenir del resto; sin embargo, él se vuelve a casar con la misma persona, y todo vuelve, casi, a ser como era, pero diferente, incluso trabajando para su mismo jefe pero en una fundación a su nombre. Qué paradoja, qué cambio de actitud para darse cuenta de lo importante que es vivir.

Valoración del libro:

“Miedos de medio minuto” edición de Susan Rich

La web de www.halfminutehorrors.com  surgió como un proyecto de colaboración con First Book, una organización sin ánimo de lucro que consigue libros para niños que, por la precariedad de medios, no pueden adquirirlos. El eslogan de esta recopilación se entrelazaba directamente con la idea subyacente en todos los textos:

“How scared can you get in thirty seconds? Dare to find out!”(¿Cuánto te puedes asustar en treinta segundos? ¡Atrévete a averiguarlo!!

Con el objetivo de poner los pelos punta y hacer pasar miedo a los lectores (en este caso, además, infantiles) en los treinta segundos que duran la lectura de cada relato, más de setenta escritores y artistas (algunos de tan alto nivel como Joyce Carol Oates, Margaret Atwood o Neil Gaiman) se unieron por esa causa benéfica y surgió la recopilación “Half-minute horrors”, con la edición de Susan Rich, que ahora la editorial Hidra nos trae con el sugestivo nombre de “Miedos de medio minuto”.

El resultado es muy variado, se alternan lo estilos: desde relato breve a más largo, pasando por poesía, cómics o, incluso, simplemente dibujos. Tenemos relatos en los que se juega con el elemento de terror pero, sin embargo, se adereza con elementos cómicos como en la siguiente historia de Jenny Nimmo:

La sopa

Ojalá alguien me hubiera dicho lo que me iba

a pasar si me tomaba la sopa de Alicia.

Ahora voy a tener que vivir para siempre con

estos cuernos.

¡Bee!

En cambio, en otros, como el que pongo a continuación de la inigualable Margaret Atwood, la sutileza del final no esconde un momento terrorífico previsible en un futuro no muy lejano:

La mano que acecha

                La mano subía las escaleras del sótano, arrastrándose. Estaba marchita y sucia, y tenía unas uñas larguísimas. Se escabulló por el oscuro pasillo. Cuando encontró una puerta cerrada, la olfateó con la yema de los dedos, saltó cual araña, se aferró el pomo de la puerta y lo giró.

                En el interior de la habitación encontró un calcetín, luego un zapato y luego…. Otra mano  colgando en el borde de la cama. Era una mano joven, una mano que podría robar y llevarse consigo al sótano. El problema era que estaba unida a un brazo. Habría que solucionarlo.

Hay de todo, desde luego la irregularidad es lógica, habida cuenta de que consta de tantísimos relatos, unos funcionan mejor que otros; pero, aún así, el resultado es fantástico, una delicia en algunos momentos y una puerta de entrada al miedo, al terror, para los pre-adolescentes.

Valoración del libro:

“Winesburg, Ohio” de Sherwood Anderson

“Winesburg, Ohio” del escritor norteamericano Sherwood Anderson, es un ciclo de 22 relatos cortos ambientados en la imaginaria ciudad del medio oeste norteamericano Winesburg. El escritor, no muy conocido por estos lares, es uno de los padres del Modernismo Americano y es, desde luego hijo de esa época. Una época en la que palabras como “certeza”, “causalidad” y “unidad” estaban siendo sustituidos a marchas forzadas por otros como “probabilidad”, “relatividad” y “duda”. Con la influencia del “Spoon River Anthology” del también norteamericano Edgar Lee Masters (otra antología de cuentos), fue el escritor que transformó radicalmente la forma de entender y estructurar la narrativa breve. Es gracias a él que se empieza a acuñar la terminología “ciclo de relatos cortos”, ya que, aunque aparentemente el texto parece una sucesión de relatos breves, sin embargo, todos ellos, en su conjunto, pueden ser considerados una novela en toda su plenitud.

Cada uno de los relatos tiene como protagonista a uno de los habitantes del pueblo, y, fiel a su estilo, no crea cuentos a la antigua usanza (como por ejemplo Edgar Allan Poe) donde cada elemento del argumento se dirigía hacia un final donde crecía la tensión hasta conseguir un final sorprendente o emocionante. Se olvida un poco de estos elementos para centrarse más en la psicología de los personajes y donde los finales desafían las expectativas de los que los leen, un entramado de personas muy cercano a la realidad. En todos estos relatos la soledad y la falta de comunicación son elementos comunes a la vida de todos los personajes. Muchos de ellos sufren una “muerte en vida” de tipo psicológico (sólo hay que ver el caso de Elmer Cowley en el relato “Raro”, que siente que todo el mundo le rehúye y que se encuentra solo; o el del Reverendo Curtis Hartman y sus tentaciones sexuales, que le hacen cuestionarse su vida de sacerdocio), pero entonces tienen una epifanía (como Joyce en sus Dublineses con el que guarda una gran similitud)  que les hace darse cuenta interiormente del significado de sus vidas. Con esta fragmentación consigue mostrarnos una realidad inabarcable, imposible de percibir en su totalidad. Una realidad no demasiado alejada de la que estamos viviendo ahora casi un siglo después.

El único protagonista que sale en casi todos los cuentos es el periodista George Willard, nexo de unión de todas las historias y personajes, y del que vamos viendo una evolución, a la manera de los “Bildungsroman”, personaje que significa la estabilidad para el resto de habitantes del pueblo, no siendo en realidad así, ya que también tiene sus ansias y sus dudas.

Sherwood Anderson elige para contar esta historia un aparente narrador omnisciente (dado que en realidad él tampoco conoce todo lo que está ocurriendo) y usa la ironía con frecuencia para mostrar los conflictos internos que se dan en todos los personajes. El estilo resulta sencillo en el lenguaje, sin demasiadas complicaciones lingüísticas, metáforas adecuadas y sin enrevesar las estructuras sintácticas.

Aparte de su innegable influencia en escritores posteriores: Hemingway, Faulkner, Steinbeck , Salinger (ahí está su ciclo de relatos sobre la familia Glass, que conforman una novela en sí)… La obra es excelente, con algunos relatos buenos, y otros magníficos. Además nos muestra la desmitificación del “ideal jefersoniano”, esa sociedad rural utópica y sus ideales, para darnos paso a una realidad diferente donde predomina la incomunicación, la soledad, la alienación de la persona, el conflicto de la persona ante una sociedad poco hospitalaria y que se tecnifica constantemente. Una obra colosal, a pesar de su amargura, y de una vigencia total hoy en día.

Valoración del libro:

“El caso tequila” de F. G. Haghenbeck

Actualmente estamos viviendo un momento dulce en la publicación de novelas negras y/o policíacas. Este auge es debido, en gran medida, le pese a quien le pese, al éxito de los escritores nórdicos con Stieg Larsson y Camilla Lackberg a la cabeza y otros tantos después. Siempre se ha leído mucha novela policíaca, pero tras el “boom Lisbeth”, que generó unas ventas impensables, ahora se publica y se lee mucha novela de este tipo. A causa de esta explosión se han producido efectos positivos y negativos, entre los primeros podemos destacar: el montón de autores que se están publicando de todas nacionalidades, la recuperación de clásicos que permanecían descatalogados e inencontrables y la diversificación por varias editoriales; hay mucha oferta, variada y de diferentes tipos. Entre los efectos colaterales negativos, sin embargo, tenemos que destacar que, al haber tantos libros, hay muchísimas obras que se pueden quedar sin conocer por los lectores en detrimento de los más conocidos y seguros para el público general, también se está dando el caso curioso de que no se está recuperando como debiera la excelente novela negra española o de habla hispanoamericana y, por último; el olvido, excepto en el caso de Agatha Christie, de la novela de detectives de toda la vida.

Para solucionar un poco las dos primeras carencias mencionadas tenemos aquí la última novela del escritor mexicano F. G. Haghenbeck, “El caso tequila”, que nos ofrece un cocktail donde los ingredientes son: una parte de “hardboilismo”, dos partes de detective a la vieja usanza de Chandler, 3 partes de referencias pop de cine a raudales y 4 partes de humor y diversión, todos ellos mezclados y bien agitados, servidos con una rajita de limón y oyendo de fondo el “Come fly with me” de Frank Sinatra.

Cada capítulo de este fantástico libro comienza con la receta de un cocktail, primero sus ingredientes , a continuación cómo prepararlo y servirlo, para acabar con la historia de cómo y cuándo se gestó dicha bebida. La  bebida, como no puede ser de otra manera, aparece a lo largo del capítulo y, a veces, incluso consigue unirla enteramente a la historia, como tenemos en el maravilloso y lírico comienzo del primer capítulo Tequila Sunrise: “El atardecer poseía tal letanía de colores que parecía que el pintor celestial se había bebido tres tequilas más que yo. Estaba seguro de que le cobrarían el exceso de rojos y amarillos. Un velero apareció en el horizonte entre los pinceles naranja durazno y amarillo mango del crepúsculo. Era una imagen bella”, describiendo la puesta de sol con los colores de la bebida.

El protagonista es el carismático Sunny Pascal, un detective de Hollywood con barba beatnik, alcohólico y en la más firme tradición de Philip Marlowe y Dan Turner, a quien le encanta su trabajo (“Me gustaba mi trabajo: ser un cabrón de tiempo completo y trabajar horas extras”) y al que le encargan el trabajo de guardaespaldas de Johnny Weissmuller en Acapulco (sí, ¡¡es Tarzán!!), desde el memorable flashforward del primer capítulo hasta los siguientes donde empieza a ir desarrollando la enrevesada trama no hay tiempo para el descanso: por las páginas pasan chicas esculturales, mafiosos mexicanos y cubanos, actores desde Frank Sinatra y John Wayne hasta Ann Margret, con referencias incluso al McGuffin de Hitchcock o al Superman de Schuster. Se toma las licencias necesarias para vivir como si estuviéramos en una época tan excitante como aquella.

Si a todos estos ingredientes ya mencionados, añadimos ese humor que impregna cada palabra del escritor, ¿hace falta algo más para recomendar este libro? Yo creo que ya tenemos un poco de todo para tener una lectura estupenda donde el verdadero “Crimen es no saber preparar un martini, el resto sólo son escándalos con mucha sangre”.

Valoración del libro:

“Los inquilinos” de Bernard Malamud

Ya hablé de Bernard Malamud en esta reseña de otra novela suya. En este caso, y gracias a la misma editorial podemos gozar nuevamente de otra muestra de su buen hacer; la sencillez argumental de la novela “Los inquilinos” esconde sin embargo una complejidad de forma y fondo con una serie de ideas que subyacen desde el principio y que vertebran el texto que nos ofreció el escritor en las apenas doscientas páginas de las que consta.

De entre estas ideas, me gustaría poner énfasis en los siguientes temas:

-El evidente, aunque no menos importante, conflicto racial; latente a lo largo de todo el texto. En este caso el protagonista Harry Lesser es judío y Willie Spearmint es negro, representan facciones alejadas de “la mayoría” y que se resisten a ser desahuciados, que luchan contra una sociedad, encarnada en el casero Levenspiel, que les quiere echar de donde viven. Willie ejemplifica en primera persona esto:

                “¡Oh, qué imbécil hipócrita soy de pedir a un judío blanco que me aconseje cómo debo expresar mi alma negra! Solo con leerlo estropeas lo que escribo”

-Si no fuera porque sé que estaba leyendo a Malamud, en algunos momentos, por tratar la supremacía negra, nuevas formas literarias que la reflejen, etc… habría pensado que era Leroi Jones más conocido Amiri Baraka (1934) el que estaba haciéndolo. Baraka siempre ha tenido mucha controversia, sólo tenemos que observar el ensayo que escribió en 1965 (antes de la publicación de “Los inquilinos”):

                “Most American white men are trained to be fags. For this reason it is no wonder their faces are weak and blank. …The average ofay [white person] thinks of the black man as potentially raping every white lady in sight. Which is true, in the sense that the black man should want to rob the white man of everything he has. But for most whites the guilt of the robbery is the guilt of rape. That is, they know in their deepest hearts that they should be robbed, and the white woman understands that only in the rape sequence is she likely to get cleanly, viciously popped”

Este polémico escritor, ensayista y poeta, seguidor de Malcolm X, buscaba la supremacía negra sobre la blanca y para ellos lo tenía que ser igualmente en el arte, y más concretamente en la literatura, buscando su identidad, lo característico de la raza en forma y fondo; podemos ver en los siguientes textos cómo Malamud plantea en estos términos el personaje de Willie:

                “Willie ríe, grita y baila en su celda. Pide papel y lápiz, se lo dan, y se sienta a la mesa. Escribe cuál es el verdadero espanto de la vida. Escribe llorando. “Lloro por mi maldita madre y por todos los negros  sobre los que escribo, incluido yo mismo.” Ama las palabras que traza en el papel; de ellas nace la gente negra. Ama la manera de ser de    esa gente, sus voces y su ingenio. Willie se exalta cuando escribe, este es el más dulce de los placeres. […] Juro a mí mismo que seré el mejor escritor, el mejor escritor soul”

                “Ningún blanco hijo de mala madre puede ponerse en mi lugar. Estamos hablando de un libro negro que tú no entiendes para nada. La narrativa blanca no es como la narrativa negra. No puede serlo […] Yo escribo literatura soul sobre la gente negra que grita que aún somos esclavos en este jodido país y que no estamos dispuestos a seguir siéndolo. ¿Cómo puedes entenderlo, Lesser, si tus sesos son blancos?”

Y para ello es capaz incluso, de realizar un ejercicio de estilo literario donde plantea nuevas formas que intentan adaptarse a la forma de escribir que debería ser llamada narrativa negra, los experimentos se suceden a lo largo de la novela; pongo el más evidente, la poesía:

“El blanco no tiene esplendor,

no hay luz para el blanco;

el negro resplandece de verdad,

tiene luz dentro.

Te quiero.

Mujer Negra.

Tócame

por amor,

hazme

TODO NEGRO”

-Una vez dejadas de lado estas discusiones también podemos observar las reflexiones del autor con respecto al proceso de creación literaria, más limpio en el caso del judío, más caótico en el caso del de color, pero en este caso igual de inefectivos ambos ya que no consiguen acabar sus libros, el caso de Lesser es muy ilustrativo:

                “Lesser es un hombre de costumbres, de orden, de trabajo constante y disciplinado. La costumbre y el orden llenan las páginas una a una. La inspiración es costumbre, orden; las ideas nacen, se formulan, se forman. Está decidido a terminar su libro donde lo empezó, donde creó su historia, donde todavía vive.”

-No me gustaría terminar sin otro paralelismo que podría ser el eje de fondo; y tiene que ver con Melville y la obsesión del capitán Ahab con “Moby Dick”, aquí extrapolada a la de Harry con la creación de su libro (que podría llevarse igualmente a Willie), que supedita su vida, su búsqueda, evidente, del Amor, que le completará y le hará disfrutar de su vida.

                “Falta algo esencial que me costará tiempo encontrar. Pero estoy ya cerca, lo siento en la sangre. Estoy avanzando por un misterio hacia la revelación. Con eso quiero decir que lo que me preocupa está en los confines de la conciencia. Mía y del libro. […] Si no escribo eta novela exactamente tal como debo, si, Dios no lo quiera, tengo que forzarla o falsearla, entonces esos nueve años y medio serán inútiles y yo también lo seré. Después de esa locura ¿qué otra cosa podría esperar de mí mismo?”

Está contraposición constante de dos personajes que guardan algo tan importante en común se agudiza en un final cargado de violencia, crudo, extremo, sin solución ante el que Levenspiel sólo puede pedir:

“Piedad, vosotros dos, por amor de Dios, llora Levenspiel. Hab Rachmones, os lo suplico. Tened piedad de mí. Piedad piedad…”

Una gran novela, con muchas capas que quitar para disfrutar en todo momento, con muchos textos dentro de otros, amarga y dolorosa; al mismo tiempo inspiradora y reflexiva.

Valoración del libro:

“Fargo Rock City” de Chuck Klosterman

Vaya por delante que no me gusta demasiado el heavy metal. Y el subtítulo no dejaba lugar a duda “Una odisea metalera en la Dakota del Norte rural”. De hecho a los que más conocía musicalmente era a los Guns’N’Roses, que además pronunciaba muy bien cuando era pequeño y molaba un montón que te miraran como un bicho raro, pero de Mötley Crüe, Def Leppard, Van Halen (bueno sí, el Jump sí lo conocía), conocía muy poco y además no me gustaba demasiado. Del escritor tampoco había leído nada.

Entonces, ¿cómo narices me ha dado por leer este libro? Pues, como de costumbre, por recomendaciones, he oído hablar mucho de Chuck Klosterman, sobre todo desde el famoso “Pégate un tiro para sobrevivir” (excepcional) y siempre se ha comentado que es un escritor imprescindible del que, además, por aquí, tenemos muy poco publicado. Teniendo todo esto en la cabeza hablemos del libro en cuestión.

“Fargo Rock City” es un ensayo a modo de memorias, ya que el autor, en cada capítulo relata un hecho de su vida y el año y el mes en el que sucedió, así que estamos ante un ensayo con tintes autobiográficos, pero, ¿se queda en eso? No, no sólo es contar alguna anécdota divertida, que las hay, y parte de su vida; sino que además lo emparenta claramente con la cultura norteamericana, con el contraste entre la sociedad agraria típica y el exilio a la gran ciudad, consiguiendo, al mismo tiempo un estudio sociológico de la sociedad norteamericana.

Así, hablando sobre los grupos de heavy metal y el contenido sexual de las canciones, el bueno de Chuck comenta “los feministas son una entre las tres clases de personas que más ultrajadas se declaran ante el contenido sexual del heavy metal. Los otros dos colectivos son los cristianos de ultraderecha (que se ultrajan con prácticamente cualquier cosa que sea remotamente interesante) y los académicos pseudointelectuales (que comparten mi atracción por las feministas).

Además ya podemos ver que el libro además no es aburrido, ¡qué va!, Chuck además es capaz de hacerlo con humor. Especialmente interesantes son sus opiniones sobre la cultura, el rol que ocupa en nuestras vidas “en la mayor parte de los casos, no necesitamos cultura, la deseamos. La cultura nos hace sentir bien. Y no culpo a los músicos que se aprovechan del mínimo denominador común para venderle su versión de la cultura al público” y en ocasiones su enfermizo fin: “nuestra cultura está fascinada, en general,  con el fracaso público”.

Entra incluso en la dimensión de la muerte unida a lo cultural, con el caso más que conocido de Nirvana “Desde un punto de vista cultural el suicidio de Cobain fue la única cosa “genial” que le pasó a la música de los 90. Fue el único artista de mi generación irrebatiblemente sincero” y el ensalzamiento natural  que tiene lugar habitualmente y del que hemos sido más que testigos en varias ocasiones: “La gente que no respira siempre lo tiene más fácil. Es evidente que el modo más sencillo de acabar siendo “genial” es ser “bueno” después de sumarle “muerto”. Uniendo la muerte finalmente a la caída del heavy metal: “en el momento en que nacemos empezamos a morir; en el momento en que un músico se hace famoso, está empezando a caer en el olvido.”

Su premisa inicial, que retoma al final mismo del libro es “pretendía demostrar que todo aquel glam rock amariconado, sexista y superficial fue importante“. ¿Y lo consigue demostrar? Él mismo comenta “El hair metal fue un agujero de gusano para todos los chavales del Medio Oeste demasiado ingenuos como para comprender por qué no eran felices. Puede que yo sea un fracasado pero Vince y Axl y Ace y Ozzy eran guays por mí. Me permitían vivir una vida que nunca conocería y ni siquiera tenía que salir de mi cuarto para ella.” En este momento te das cuenta de toda la dimensión del libro y comprendes la premisa inicial. Para mí está comprobado.

Inmejorable edición de Es Pop Ediciones para un libro tratado con esmero y buen gusto. Un libro excelente y disfrutable en todos los sentidos. Aunque desde luego, para un metalero, me atrevo a decir que es imprescindible. Un estudio sociológico y cultural de un fenómeno sin precedentes en su época y que nos sirve para desgranar un poco más lo que es esa sociedad tan cercana y tan lejana al mismo tiempo.

Valoración del libro:

“Mientras los mortales duermen” Kurt Vonnegut

La vida del fallecido escritor norteamericano Kurt Vonnegut (1922 – 2007) no fue nada fácil desde que se alistó en el ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Durante las batalla de las Ardenas quedó tras las líneas enemigas y fue capturado por el ejército alemán y hecho prisionero en la ciudad de Dresde. Allí tuvo lugar en 1945 el bombardeo de la ciudad que quedó totalmente destruida y fue uno de los pocos que consiguió sobrevivir a la hecatombe. Estos sucesos influyeron en su obra indudablemente: de hecho el edificio en el que estuvo recluido (llamado por los alemanes Schlachthof Fünf), es decir, Matadero 5, serviría de inspiración para su novela homónima y que le haría mundialmente famoso.

Escogió como señas de identidad de su escritura la ciencia ficción, tanto en novelas como en relatos, la sátira y el humor negro. Estas señales están presentes en la excelente recopilación de cuentos cortos “Mientras los mortales duermen” que publica la editorial Sexto Piso tras la anterior  “Mire al pajarito”.

Se trata de una recopilación de dieciséis cuentos cortos que se han editado tras la muerte del escritor y en ellos tenemos relatos muy eclécticos que tratan de diversos temas. Así, en “Jenny”, el protagonista vive una apasionante relación con un frigorífico y esto le sirve a Kurt para elaborar una metáfora sobre la identidad y su imperfección (“Cariño vuelve a ser un ser humano imperfecto que vive entre seres humanos”). En la alegoría dixtópica que supone “La epizootia” plantea una sátira del capitalismo y de la sociedad de consumo. En el maravilloso “Besos a cien dólares” utiliza un diálogo para expresar la superficialidad inherente en nuestras vidas (“-¿Qué anda mal en el mundo? –Que todo el mundo presta atención a fotografías de cosas. Que nadie presta atención a las cosas en sí mismas.”), este mismo tema aparece en el relato cuyo nombre da título a la recopilación, pero en una historia navideña.  En “Sr Z” se sirve del matrimonio de los protagonistas para hablar de la madurez de la familia (“Fue un buen matrimonio para los dos. Fue el fin de la inocencia para los dos”).

Así se van sucediendo el resto de cuentos,  tratando sobre la búsqueda de la identidad, la madurez de la persona tras una pérdida, el paso de la niñez a lo adulto, el crecimiento a través del cultivo de los valores: la humildad, la sinceridad, la honestidad, etc. Y lo hace con sencillez, sin grandes artificios técnicos, los relatos no son enrevesados en forma, pero el fondo te llena plenamente. Esa magia de la narrativa breve que llega en lirismo e intensidad a la poesía.

Podemos decir que todos ellos conforman una novela de desarrollo. El mensaje que transmite, paradójicamente, es tan positivo que, si no fuera porque sabemos lo que le sucedió en su vida, no lo podríamos imaginar por sus cuentos. El quería sencillamente que el mundo fuera mejor, que no nos olvidáramos de soñar y de creer (“La realidad nunca fue suficientemente buena para él, es un soñador”).

Valoración del libro:

“Escucha esto” de Alex Ross

En su anterior y exitoso (en cuanto a crítica y público) ”El ruido eterno”,  Alex Ross realizaba un repaso de todo la música clásica del siglo XX encadenándola a al contexto cultural e histórico consiguiendo un libro de fácil lectura y que además quitaba prejuicios y ayudaba a comprender a gente tan extraña como John Cage o Alban Berg, además lo acompañaba de un imprescindible acompañamiento musical disfrutable a través de su web que hacía aún más sencilla la escucha. Con su nuevo libro “Escucha esto”, de nuevo publicado por Seix barral, pretende obtener el mismo resultando aunque aquí intenta realizar una retrospectiva desde el punto de vista histórico de lo musical haciendo énfasis en la cada vez más frecuente fusión de estilos y géneros: “Las fronteras entre lo “popular” y “clásico” están empezando a desdibujarse de modo creativo”.

Esta va a ser la base de la mayoría de los ensayos que vendrán después; todo muy en la línea de la escuela de los “Cultural Studies” de Stuart Hall, corriente crítica que relativiza el posible canon establecido históricamente para ponderar la cultura en general con todas sus manifestaciones.

El segundo capítulo, “Chacona, lamento y walking blues”, ya justifica por sí mismo su lectura; es, curiosamente, el único que se ha escrito específicamente para este libro y para hacerlo el autor se inspira en una conferencia que dio el compositor György Ligeti en 1993 en el conservatorio de Nueva Inglaterra de Boston (“En un momento dado, Ligeti cantó las notas “La, Sol, Fa, Mi” –el bajo del lamento de la ninfa- y empezó a catalogar su sinfín de apariciones en la música occidental, tanto en el repertorio clásico como en las melodías folclóricas que había aprendido de niño.”)

Tomando esta base, establece una cronología histórica comparada desde los primeros momentos en los que surgió ese motivo descendente y la chacona “que se convirtió en un emblema del lamento”. En su increíble web hay un vídeo del autor explicándolo y que pongo a continuación:


 Por el documento musical de la web con respecto a ese artículo desfilan el “Lamento della Ninfa” de Monteverdi, el Lamento de Dido de Purcell, la “Misa en sí menor” de Bach, Beethoven en su Novena Sinfonía… para llegar a la música pop del siglo XX con los Beatles y su “Michelle” acabando con el Blues, Bob Dylan y Led Zeppelin. Me apetece especialmente poner el Lamento de Dido, mágico, y su reflejo en Bach para que comparéis vosotros.

Este artículo es el culmen de esta forma de hacer las cosas, la total conjunción entre el texto y la música a través de la web, es sencillamente excepcional. Os podéis dar una vuelta por ella desde aquí, y así os hacéis una idea.

A partir de aquí, el libro no mantiene tanto el nivel, aunque sí que es cierto que sigue siendo interesante: “Máquinas infernales” explora el típico tema de la tecnología como liberación o esclavitud, adoptando una posición intermedia “la máquina no es ni Dios ni demonio”. Luego empieza la segunda parte donde tenemos un artículo de Mozart que orienta como retrospectiva nuevamente y que hace énfasis en su parte final en los anticlimáticos finales de “Don Giovanni” y “Cosí Fan Tutte”; esta estructura se mantiene en el de Schubert: consigue unos ensayos interesantes aunque no deslumbrantes; no deja de ser curioso aprovechar el que dedica al director de orquesta Esa-Pekkä Salonen para desarrollar los entresijos burocráticos que se producen habitualmente en una sala de conciertos;. notables contribuciones de música “pop” resultan ser los dirigidos a Björk y Radiohead, igualmente claros en su exposición exhaustiva de las carreras musicales de ambos; sin embargo, el artículo sobre el interés de China por la música occidental y su posible futuro en la música no deja de ser una simple anécdota estirada de su viaje al país y no pasa del aprobado.

Hasta el final se van sucediendo los ensayos con mayor o menor suerte, pero siempre caracterizados por el eclecticismo, la claridad y la abundancia de notas y datos al respecto del tema que trate: desde la vida de un cuarteto de cámara, pasando por el tirón de  Verdi entre los aficionados, a los obituarios en clave de ensayo del siempre controvertido John Cage o la contralto de color Marian Anderson tienen cabida en estas páginas; incluso Bob Dylan y Sonic Youth tiene su espacio. 

La conclusión es que el autor nos ha conseguido transmitir la importancia que tiene la música actualmente y la influencia en la cultura de la sociedad, abogando por eliminar elitismos y por la fusión de géneros; lo que importa de verdad es oír música e intentar entender sus manifestaciones por extrañas que puedan parecer. Una espléndida lectura musical complementada de manera admirable con la información que aparece en el sitio web: una experiencia única y enriquecedora.

 

Valoración del libro:

“El jardín colgante” de Javier Calvo

Conocí los libros de Javier Calvo hace ya bastante tiempo; el primer libro suyo que leí fue “Mundo Maravilloso”, un libro que; por temática, caracterización de personajes y referencias a cultura pop (sobre todo anglosajona), daba una impresión diferente y/o especial; siempre me ha parecido su obra más redonda. Sus cuentos cortos en “Los ríos perdidos de Londres” eran irregulares pero tenían ese sello inconfundible. Con “Corona de flores” experimentó un poco más con literatura decimonónica con resultado más bien desigual, para luego retomar en “Suommenlinna”, un relato corto, pero intenso y, por qué no decirlo, mágico, las señas más propias de su forma de escribir.

Con “El jardín colgante”, flamante ganador del premio Biblioteca Breve 2012, se evidencia un posible punto de inflexión en el avance literario del escritor.  La trama es sencilla y muy del estilo de los thrillers habituales: los servicios secretos españoles, capitaneados por Arístides Lao, lucharán para desactivar una célula terrorista de nombre TOD (muerto en alemán) y que proviene de sindicatos de extrema izquierda. Lo que cambia de otras novelas suyas es que ambienta la historia en 1977, en plena época  de transición española,  y la enmarca en lo que se ha dado en llamar Cultura de Transición (término acuñado por Guillem Martínez); una cultura que surge de este período y que, resumiendo, se trataría de un tipo de cultura gestionada por el Estado y que marcaría lo que debe aparecer en artículos, libros, televisión… quitando aquello que puede remover, “ser problemático”. No porque sea dictado por alguien sino más bien porque se convierte en una tendencia establecida: mantener el orden inherente y confortable.

Teniendo todo esto en la cabeza voy a la novela: Calvo estructura la historia en dos partes bien diferenciadas: “Meteorito” e “Islote”; a su vez divididos en capítulos cortos donde alterna el cambio de perspectiva,  por un lado los servicios secretos encabezados la mayoría de las veces por Lao (aunque cambia según avanza la trama a Melitón Muria) y por otro lado, el sindicato y el TOD a través de Teo Barbosa, agente infiltrado de los servicios secretos u otros personajes asociados a la cédula terrorista; consiguiendo de esta manera que la novela fluya sin apenas dificultad.

Es en la construcción de los personajes, en esa primera parte, donde se identifican rasgos característicos de anteriores novelas, sólo tenemos que ver cómo describe al repulsivo criptógrafo Arístides Lao: “Lao es bajito y rechoncho, parece ser al mismo tiempo pelirrojo y calvo y lleva unas gafas absurdamente gruesas que le distorsionan los ojos, agrandándolos o bien reduciéndolos según el ángulo con que uno mire”, “hay algo en su cuerpecillo blando y lechoso que le da aspecto de alimaña extraída de su caparazón y expuesta a los elementos”. ¿Es casualidad que se le llame “agente Sirio” en el libro? Sirio es la estrella más brillante del cielo nocturno y bien conocida desde la antigüedad en varias civilizaciones (Egipto, Grecia, Polinesia…), volveré a ello más adelante.

El otro gran protagonista es el sátiro y socarrón Teo Barbosa, infiltrado en TOD y que se ríe de todo y de todos causando problemillas a los jefes del sindicato “¿Por qué no nos vendemos ya, igual que todos los demás? Si nos damos prisa igual nos dan un despacho como Dios manda.”

En medio de esta confrontación de fuerzas conspiratorias, donde los servicios secretos intentan conseguir que su agente infiltrado llegue a lo más profundo de la organización terrorista,  siempre aparece de telón de fondo el “Meteorito”: “Un orden superior de cosas acababa de penetrar el nuestro”. Parece inevitable que con la caída de ese meteorito todo vaya cambiar: “España empieza a no ser el mismo lugar que era hace un mes. Hace una semana. Empieza a ser un lugar distinto al que era el día anterior.” Este meteorito le puede servir al escritor para simbolizar este cambio que vendría, tanto a nivel del libro como en  nuestra propia realidad, la incertidumbre de comprobar si de verdad se va a realizar este cambio, TOD habla así del estado en los siguientes términos: “Su cometido ahora es detener la historia. Sepultarla. Crear un presente infinito donde nadie se da cuenta de que está bajo un conjuro. Son los Hombres sin Alma.” Y se atribuye como promotora de este cambio:“Somos la muerte. Somos lo que hace falta para que la historia se vuelva a poner en marcha. Hace falta la sangre y el sacrificio. Para poner todo a rodar otra vez. Somos el beso del príncipe”.

En los párrafos anteriores se observa otra  de las alegorías que utiliza con frecuencia, esta de forma bastante continuada, y es la de los cuentos de hadas; de hecho, los nombres clave de los componentes de la organización terrorista son nombres de estos y utiliza diferentes metáforas relacionadas con ellos. ¿Pretende dulcificar de alguna manera lo que está contando? O simplemente, en consonancia con el significado de TOD, quiere decir que sus cuentos de hadas nunca van a fructificar,  que están muertos de antemano.

Es curioso indicar que la introducción del criptógrafo Lao (cuyo verdadero ideal “en términos abstractos, sería usar una clave que fuera tan larga y compleja como el propio texto a cifrar”) añade elementos de tipo tecnológico en la historia,  no en vano se habla de introducir un elemento para provocar el caos, el aumento de la entropía,… todo esto tiene ecos de Pynchon y resulta original en la concepción de la novela, ya que no lo había utilizado anteriormente.

La historia avanza en un suspiro, y se llena de elementos clásicos del género, interrogatorios brutales, persecuciones, pruebas de iniciación a las organizaciones… hasta llegar a una apocalíptica y desenfrenada parte final que desemboca en un baño de sangre que aclara parte de lo que he comentado con anterioridad. En el discurso final de Blanco, mandamás del sindicato, ante los acontecimientos sucedidos, la ironía está servida “Es 1978 señor Barbosa. Lo estamos borrando todo. Los crímenes del pasado, los nombres, las caras. Nosotros somos las excavadoras.” Y que termina con una terrible necesidad, la de “una amenaza que nos acompañe. Que nos permita seguir teniendo las riendas a los que realmente nos preocupamos por este país”.Ello coincide con su descripción física “a Blanco se le ruboriza la cara. Esa cara sin rasgos llamativos que a priori uno asociaría con oficinistas grises o dependientes de grandes almacenes pero que en la vida real solamente pertenece a gente cuyas ocupaciones verdaderas nunca se dicen en voz alta”, en la que vemos ecos sorprendentemente parecidos de la primera descripción que se hizo de Arístides Lao, ese agente Sirio con ecos del pasado, reconocido desde siempre por varias civilizaciones y que puede simbolizar el querer perpetuar un orden a lo largo de la historia, como la presencia de la estrella.

¿Hay diferencias entre unos y otros? ¿Somos conscientes de esta situación? “La cuestión es que cuando por fin conseguimos ser libres, no somos conscientes de que lo somos. Por la venda que nos tapa los ojos”. Parece que Javier Calvo quiere llamarnos a expresar una disconformidad con este orden inherente.  Sin duda estamos ante una novela que supone, al menos, un cambio con lo que había hecho anteriormente. Habrá que ver por dónde sigue a continuación ya que siempre resulta interesante leer sus novelas.

Valoración del libro:

Policíacas otoñales

El otoño, con su tristeza inherente, es quizás una de esas épocas más propicias para leer cierto tipo de libros; en este caso se me antoja que las novelas negras pueden ser más que propicias para aprovecharlas en una de esas tardes lluviosas en las que tampoco apetece hacer mucho más que sentarse en un sillón, disfrutar de un buen café o infusión y, cómo no, de una buena novela policíaca.

Para ello hoy traigo tres recomendaciones de tres maestros de este género que tanto amamos, tres novelas cercanas en su aproximación al “hardboiled” pero que, por realizar esta aproximación de una manera tan distinta se complementan estupendamente.

“Mátalos suavemente” de George V. Higgins (1939-1999), el año pasado, gracias a Libros del Asteroide,  tuvimos la suerte de disfrutar de la increíble “Los amigos de Eddie Coyle”, primera novela del escritor George V. Higgins, que fue una de las sorpresas policíacas del año; una novela rápida, brutal y que te dejaba muy mal cuerpo pero que tenía calidad y que se hacía adictiva de veras. Este año, aprovechando el estreno de la película homónima, hemos vuelto a gozar con la vuelta del escritor norteamericano; a pesar del hándicap que supuso una novela inicial tan aplastante, esta tercera mantiene unos niveles similares y se disfruta enormemente a pesar de la gravedad de lo que trata. Para los que no lo conozcan, este autor fue, sin lugar a dudas, fuente de inspiración para Tarantino, solo hay que ver alguno de sus diálogos: chispeantes, duros, cargados de humor y de mala leche, para darse cuenta que, el director no fue el primero en hacerlos: “Me importa un carajo. Como si lo haces con Tarzán y su puto taparrabos de leopardo, si lo convences. Me la suda. Lo único que quiero es que se haga bien. Sólo hay dos cosas que hay que tener: huevos, que según tú ese tío los tiene, y que no lo conozcan mis padroni”. Lo verdaderamente genial del escritor es que consigue mediante el diálogo caracterizar a los personajes y avanzar la trama, ahí está su maestría, no estorban, son el medio, y no abusa de ellos, de ahí lo ágil que resulta leer sus libros. Luego, eso sí, los libros son tremendamente dolorosos, es mejor leerlos en momentos de optimismo porque te pueden dejar bien hundidos. Otra maravilla más a tener en cuenta.

“Un tipo implacable” de Elmore Leonard (1925- ), el mayor problema de este coloso de las letras americanas ( y ya puestos, el de Lawrence Block) es que ha escrito tal cantidad de libros, es tan prolífico, que su gran calidad puede haberse visto diluida entre tanta producción; y esto en EE.UU. no es un problema, pero aquí, con lo difícil que es publicar a un autor de manera continua, se convierte en su mayor hándicap para vender lo que debería vender. Pero no hay que engañarse estamos ante un estilista nato que, eso sí, ofrece mucho; experimenta con todo tipo de géneros y le da juego al lector, no a la crítica. En la novela “Un tipo implacable” tenemos un clasicazo del género negro, heredera de los más grandes, con todas esas alternativas que tanto nos gustan, el hampa en su esplendor; un policía, Carl Webster, que es de un carisma apabullante, frío, implacable con los delincuentes; por el otro lado del ring, tenemos a Jack Belmont, rebelde hijo de un magnate petrolífero, aspirante a convertirse en el enemigo número uno; tenemos mujeres a lo femme fatale que son capaces de todo por sobrevivir; un periodista que documenta el enfrentamiento; subtramas que complementan la trama principal pero que no emborronan; ingredientes mezclados con sabiduría para crear otra de esas novelas que no hay que perderse, con un encuentro final, a lo O.K. Corral que demuestra el amor de Leonard por el western.  ¿Hace falta decir más?

“La canción del perro” de James McClure (1951-2011), no ha tenido mucha suerte en España este escritor sudafricano. Las primeras novelas suyas que se publicaron estuvieron incluidas en la espléndida colección de novela negra que Júcar saco ya hace varios años; sin embargo, a pesar de la calidad de las obras, solo hay que recordar la excepcional “El huevo ingenioso”, no gozó de continuidad y las historias del teniente Tromp Kramer y el sargento zulú Mickey Zondi, aún en estos días, no están publicadas en su totalidad; la publicación no pasa de ser errática y cada cierto tiempo alguna editorial, preferiblemente pequeña, se atreve a intentarlo. Este es el caso de la novela que nos ocupa, editada con esmero por El reino de Cordelia, y en la que podemos vivir la que supuso la última entrega de la serie de estos peculiares detectives; ambientada como en las anteriores entregas en Sudáfrica, volvemos a disponer de una de esas tramas absorbentes, muy bien hiladas (y terminadas) donde, a pesar de la dureza de los temas que aborda, siempre está dispuesto a brindarnos momentos de humor, todo ello aderezado con pequeños apuntes que reflejan el ambiente de apartheid, el racismo que en esa época estaba más que presente en todos los estamentos sociales y que hicieron que el escritor tuviera que emigrar irremediablemente al reflejar esta situación. Este “canto del cisne” es, por otra parte, la primera novela, el encuentro entre los dos detectives, el comienzo de una amistad, una mirada audaz al final de sus historias desde el principio de sus investigaciones; es una amistad que supera cualquier racismo presente (“Zondi se rió y ambos compartieron la oscilante llama de la vela, encendieron los pitillos y aspiraron con ganas”), es imposible decidir qué historia de James McClure me gusta más.

“Contraluz (2): Espato de Islandia”

Continúo en este momento con este comentario fragmentado que ya inicié aquí  sin resistirme a poner uno de esos párrafos que, sin lugar a duda, es paradigma del estilo y la forma de crear literatura del gran Thomas Pynchon; desde luego es reconocible y personal, es el comienzo del segundo gran capítulo de “Contraluz”: “Espato de Islandia”:

“Además de estar ojo avizor desde el puente volante, Randolph St Cosmo había colocado vigías con los prismáticos más potentes de la nave a popa y a proa. Aquí, al norte del Círculo Polar Ártico, la directiva reglamentaria para todas las aeronaves de los Chicos del Azar rezaba: “El tráfico aéreo desconocido se considerará hostil hasta que se demuestre lo contrario”. Ahora se libraban escaramuzas a diario, pero ya no por territorios o mercancías sino por información electromagnética, en una carrera internacional cuyo objetivo era medir y cartografiar con la mayor precisión los coeficientes de campo en cada punto de aquella misteriosa retícula matemática que por entonces se creía que cubría la Tierra. Del mismo modo que la Era de la Navegación había dependido de la cartografía de los mares y las costas del globo, y de los vientos de la rosa de los vientos, ahora sería la medición de las nuevas variables lo que determinaría la historia que iba a desarrollarse aquí, entre acantilados de anomalía magnética, canales de menor impedancia , restallantes tormentas de rayos que salían del sol y a las que todavía ni siquiera se les había dado nombre. Se había desencadenado una “Fiebre del rayo”: la luz y el magnetismo, así como toda clase de rayos extrahertzianos, estaban ahí para el primero que los quisiera captar, y habían acudido en masa los buscadores, incluidos muchos espabilados usurpadores de derechos de propiedad profesionales que pretendían sacar algo por la fuerza; muy pocos eran capaces de rastrear rayos de todas las frecuencias, la mayoría no estaban especialmente dotados ni eran unos desaprensivos, sencillamente se encontraban atrapados en una contagiosa y resuelta huida de la razón, tan enfermiza como la de los buscadores de oro y plata del pasado. Aquí, en el borde superior de la atmósfera se hallaba la nueva frontera sin domesticar, y los pioneros llegaban en aeronaves en lugar de en carretas, y se enzarzaban en disputas sobre la propiedad destinadas a prolongarse durante generaciones. La aurora boreal, que los había sacado de sus camas infantiles en latitudes inferiores tantas noches frías de invierno, mientras a sus padres les provocaba oscuros sentimientos de pavor, podría contemplarse aquí a cualquier hora desde su mismo interior, en altitud, en forma de latidos de color inmensos como el cielo, de densas cortinas, oleadas y columnatas de luz y corriente en incesante transfiguración.”

Es largo, pero no me podía resistir, qué cautivadora reescritura histórica extrapolada a lo científico y cargada de luminosidad, esa luz que luego aparecerá y de la que hablaré aún más y esa idea audaz de búsqueda del electromagnetismos: buscadores de tiempos modernos ubicados a principios de siglo XX.

Había acabado el anterior comentario hablando sobre las dicotomías que nos presenta el autor y planteando si continuaría por ahí o daría un giro de 360º ; en el principio del capítulo conocemos las contrapartes de nuestros queridos Chicos del Azar, que no podían ser de otra manera que rusos, en su dirigible Bol’ Shaia Igra; anticipo, conocido por todos, de la guerra fría entre las dos grandes potencias del siglo XX y que nos presenta ya, como hará más adelante con otros hechos de importancia en nuestra historia más presente.

Sigue presentando conceptos según avanza, ideas que van a servir para dar forma al texto, otro clave sería el de “bilocación” en boca de otro de los personajes:

                “Throyle le explicó el misterioso poder chamánico llamado bilocación que permite a aquellos que tienen el don estar literalmente en dos o más lugares, a menudo muy separados a la vez.”

Este misterioso poder se personaliza en las figuras de los Profesores Renfrew (británico) y Werfner (alemán), que son un anagrama uno del otro y representarán más adelante lo mismo; dicotomías, juegos, bilocaciones… cada personaje puede traer cualquier cosa a la escena, la prosa no tiene límites en Pynchon.

La original aparición de la Neoorden CRETINO (Centro de recogimiento para los estudiosos del tetractis inefable) servirá para iniciar otra serie de narraciones con dos de los personajes principales  el detective Lew Basnight y la exótica  Yashmeen Halfcourt, esta organización nos dará el contrapunto conspiranoico que  necesitamos añadir al resto de la obra.

Aunque el autor vuelva a tratar sobre el espato de Islandia un poco más adelante (“Así que -el Profesor seguía explicando- si se acepta la idea de que los mapas empiezan como sueños, tienen una vida finita en el mundo y después se reanudan como sueños, podemos decir que estos paramorfoscopios de espato de Islandia, de los que no deben existir muchos ejemplares si es que existen revelan la arquitectura de la latitud y la longitud ordinarias”) en la parte final del libro iremos a parar a la Universidad de Candlebrow gracias a los Chicos del azar:

“En la universidad de Candlebrow, la tripulación del Inconvenience encontraría la combinación justa de nostalgia y amnesia para obtener una falsificación razonable de la Intemporalidad. Y, como quizá era inevitable, también ahí realizarían el fatal descubrimiento que los llevaría, tan inexorablemente como la rueda del Zodiaco a su Imum Coeli”

Ese Imun Coeli hace referencia a los orígenes o raíces del… ¿relato, texto, realidad? no es casualidad que en el siguiente párrafo se narre lo siguiente:

“Los beneficios generados por las ventas de Smegmo proporcionaron los fondos , a una escala casi suntuaria, para la Primera Conferencia Internacional sobre el Viaje en el Tiempo, un tema que de la noche a la mañana se había vuelto respetable debido al éxito de la novela del señor H. G. Wells “La máquina del tiempo”, publicada en 1895, un año que se citaba a menudo como límite inferior de la fecha de la primera Conferencia, aunque todavía no se había llegado a un acuerdo sobre qué ordinales asignar a aquellas reuniones, pues una vez que se ha inventado el viaje en el tiempo, afirmó el Profesor Heino Vanderjuice, nada nos impide remontarnos en el pasado cuanto queramos y celebrar las Conferencias allá en la época en que por aquí todo era prehistórico, con dinosaurios, helechos gigantes, picos flamígeros por todas partes y demás..”

La presencia de H. G. Wells es evidente en el “wellsianismo” que se vive en esa realidad, la tercera parte jugará con más temas a añadir, uno de ellos, principal, será la cuestión del tiempo, la cuarta dimensión, viajes en el tiempo (de hecho al final de este capítulo ya se realiza un viaje con los Chicos del Azar) , paradojas temporales generadas por esto. El texto se vuelve “cuatridimensional”, cargado de matices y de posibilidades.

Las preguntas que nos hiciéramos al principio se han quedado obsoletas, la historia se reescribe desde todos los puntos de vista y del espacio-tiempo. Dentro de poco veremos las sensaciones que me produjo el tercer episodio de “Contraluz.

En Noviembre: Joyce Carol Oates y el resto

El octubre otoñal ha sido un mes de lo más musical gracias a Alex Ross y su “Escucha esto” del que próximamente pondré por aquí una reseña de lo más jugosa. Antes de esto tocó finalizar “Contraluz” como ya comenté y del que empiezo a hablar aquí . El descanso necesario tras tan mastodóntica aventura fue la maravillosa poesía de Ko Un, concretamente sus selecciones de poemas “Diez mil vidas” y “Fuente en llamas” con el que ya puse el siguiente comentario ; el humor llegó con “Augustus Carp” de Henry Howarth Bashford, lectura entretenida pero no especialmente reseñable, la sátira se fuerza tanto que, al final del libro, resulta ligeramente cargante; la novela negra tuvo su representación con “Un tipo implacable” de Elmore Leonard y “La canción del perro” de James McClure, dos joyas de las que hablaré próximamente; me sorprendió nuevamente Joyce Carol Oates con su ensayo “Del boxeo” que citaré este mes tras la lectura de su obra más reciente. No acabó el mes hasta que leí “Los inquilinos” de Malamud y “The quiet American” de Graham Greene, de la primera tengo ya preparado un comentario porque lo merece; de la segunda, no voy a descubrir al autor ahora, además, ahora puedo decir con conocimiento de causa que en inglés es accesible y satisfactorio.

Noviembre, aprovechando Halloween ha empezado con los escalofríos divertidos de “Miedos de medio minuto” en la edición de Susan Rich y los más terroríficos de Shirley Jackson con “Siempre hemos vivido en el castillo” que continuaré después de la anterior. Estas dos obras y otras tantas que van a formar parte de las lecturas del mes provienen de las últimas adquisiciones que os pongo a continuación.

Continuando con ello, está claro que esta vez sí que toca “Caída y auge de Reginald Perrin”, que se me había traspapelado por ahí y la tengo muchas ganas; también habrá lectura en inglés con Ishiguro y su “The remains of the day” sin poder quitarme a Anthony Hopkins y Emma Thompson de la cabeza. Luego pueden ocurrir muchas cosas, pero mi idea es que el libro 120 con el conseguiré el reto de lectura de este año sea para una estrella, y la elegida ha sido Joyce Carol Oates y su “Hermana mía, mi amor”; como homenaje de no-ganadora del Nobel que todavía espero que pueda ganar el año que viene; a priori nos podemos encontrar con una novela llena de las obsesiones de la escritora y tirando a novela policíaca, veremos si es así, la lectura promete;. entre medias, irán cayendo cosas como el “Poesía Cruel” de Vicki Hendricks, resultado del crowdfunding exitoso de Es pop ediciones; me espera el Sr King con la última aventura de su descomunal Torre Oscura y la recopilación de cuentos de Don Delillo; puede que ventile los que tengo pendientes de Sallis y su detective Lew Griffin, pero también es cierto que tengo el último de McBain, o el de Ballinger, o el de Hadley Chase… dudas, dudas… veremos lo que pasa en el siguiente resumen.

El año está acabando, apenas quedan lanzamientos reseñables, aunque siempre caerá algo, como esas cartas entre Coetzee y Auster, principalmente por ese genio que es el sudafricano; también parece que Impedimenta nos tiene reservadas sorpresas como los nuevos libros de Crispin y su detective Gervase Fen del que ya hablé aquí  y otra entrega de la grandísima Stella Gibbons ambientada en la Navidad, será un buen momento para adquirir alguna de esas novelas que se quedó en el camino por otras compras.

Sí, va a ser un mes grande, Joyce Carol Oates en el centro, como no podía ser de otra manera, con una de las mejores escritoras vivas, si no  la mejor.

“Trifulca a la vista” de Nancy Mitford

Con la escritora inglesa Nancy Mitford  no hay lugar para el aburrimiento, pero por partida doble, ni con su vida ni con sus novelas. Era la primogénita de la familia Freeman-Mitford. Las hermanas de dicha familia fueron figuras muy conocidas en la sociedad de Inglaterra de su tiempo: Nancy era escritora; Pamela, aristócrata rural; Diana la fascista; Unity la nazi; Jessica la comunista y Deborah duquesa de Devonshire. Parecían salidas de una novela y, de hecho, Nancy las inmortalizaría a su manera ya que varias de sus novelas tienen elementos autobiográficos.

Aunque aquí es principalmente conocida por su serie de novelas que reflejaron la vida de las clases altas de Inglaterra y Francia después de 1945 (“A la caza del amor”, “Amor en Clima Frío”, “La Bendición”, “No se lo digas a Alfred”). La novela que nos ocupa hoy es “Trifulca a la vista” que la escribió antes de las anteriormente mencionadas, en 1935, cuando el fascismo estaba en franca ascensión por toda Europa.

En la fantástica edición que nos ofrece Libros del asteroide, tenemos un prólogo inicial por su  sobrina Charlotte Mosley que, además de recuperar sus obras perdidas, explica con todo lujo de detalles las vicisitudes que tuvo la publicación de esta controvertida novela. Nancy aprovecha ese jardín de ideas que era su familia para añadir elementos de su vida a la trama ya de por sí divertida, ya que tenemos a los dos protagonistas Noel Foster y Jasper Aspect tratando de encontrar como sea una rica heredera a la que embaucar cueste lo que cueste. Las posibles herederas van desde la mimadísima Eugenia Malmains (personaje basado en su hermana Unity), defensora del partido socialunionista (partido afín al nacionalsocialismo hitleriano) hasta Ann Marie Lace (“Ella carecía de habilidades deportivas, tenía pretensiones intelectuales, era ambiciosa y realmente guapa. Su tragedia era haber nacido y haberse criado y casado en el campo.”), casada “felizmente” con Huebert Lace “que era un encanto pero terriblemente celoso, egoísta, codicioso y tacaño”.

Estos personajes junto con algunos más (como Lady Marjorie que huye de su boda y su amiga Poppy) desencadenarán una trama llena de enredos amorosos y equívocos con el telón del fascismo y que Nancy satirizó inmisericordemente (“No entiendo nada de política, pero estoy seguro de que Hitler debe ser un hombre maravilloso”), metiéndose especialmente con sus seguidores británicos y con todas las instituciones que además lo apoyaban como posible salida a una época de crisis. Y ello lo hace con un humor delicioso.

Desgraciadamente su publicación causó una animadversión entre Nancy y sus hermanas, no sólo Unity, razón por la que ella misma prohibió su posterior reedición hasta estos últimos tiempos en los que podemos volver a verla en circulación.

Nancy es uno de los mejores ejemplos de una época convulsa y de cómo intentó llevar, con humor, la literatura unida a la vida de los demás, sin olvidarse de expresar sus propias convicciones; es realmente divertida y, al final siempre nos deja con un sabor de boca estupendo (“Supongo que en realidad sí. Me he acostumbrado a estar enamorada de él, y ya sabes cómo cuesta cambiar de costumbres”). Supongo que yo también me he acostumbrado a que sus novelas estén todas tan bien.

Valoración del libro:

“El reparador” de Bernard Malamud

 

Hablando a veces con personas vinculadas a los libros: libreros, editores, escritores, etc…, uno de los temas de discusión habituales es el cómo la gente decide qué leer. La opinión más extendida habitualmente es que la gente quiere que se lo den muy hecho; por lo tanto, casi nadie se dedica a leer un suplemento para decir su próxima lectura; muy al contrario, normalmente lo que más funciona es el “boca a boca” que puede hacer que, una obra sobre la que no se ha hecho casi propaganda, se haga cada vez más famosa; o incluso, a veces, pedir consejo al librero que, con pocos datos, hace lo que buenamente puede.

Otra opción, más laboriosa eso sí, a la que no suele estar habituada la gente, es la de “autoformación”, ésta es, quizás, una de mis fuentes mayores de conocimiento y ordenación de las futuras lecturas y es una de las más satisfactorias aunque lleve un trabajo detrás. En mi caso, también recibo la ayuda inestimable de @JonatanSark, que siempre me aporta nuevos autores y obras a descubrir.

Hablo de estos métodos porque, si conozco a Bernard Malamud (1914-1986) y me he leído un libro suyo, es debido a que uno de mis escritores preferidos es el norteamericano Philip Roth y siempre que se cita a éste se habla de sus influencias más cercanas: Saul Bellow y Bernard Malamud. Incluso el propio escritor lo cita en varias ocasiones. La novela que escogí para empezar a descubrir su literatura fue “El reparador”, tenía también sus cuentos completos y “Las vidas de Dubin”, pero la que me llamó más la atención fue la primera. 

La novela fue escrita en 1966 y está ambientada en la etapa final de la Rusia zarista justo antes de revolución de 1917, el protagonista, un judío llamado Yakov Bok que, viviendo en Ukrania, es acusado de haber asesinado a un  joven cristiano y llevado a prisión. Malamud escoge para esta historia un narrador omnisciente y focaliza toda la acción desde la perspectiva del judío que, cual Job bíblico, pasa una penuria tras otra en un camino de sufrimiento ignominioso por un crimen que no ha cometido. 

El escritor se vale de este marco para presentar dos dimensiones: la del judío en el mundo, lo social; y la del desarrollo de la identidad de la persona. 

El marco temporal y geográfico, la Rusia zarista y antisemita, le sirve en la primera parte del libro para denunciar la situación histórica a la que se tuvieron que enfrentar los judíos, el odio brutal de un régimen que les temía (“como le decía, que Dios nos libre de los sanguinarios judíos, esos parásitos narigudos picados de viruela tramposos y chupadores de sangre. Nos robarían la luz del sol si pudieran”,”día tras día arruinan nuestra patria y el único modo de salvarnos es aniquilándolos” ) y que escoge al bueno de Yakov como cabeza de turco (“él era la víctima occidental escogida para el sacrificio”) y escarmiento de todo el pueblo asentado en territorio ruso. 

En la segunda parte, a través del monólogo interior del protagonista, nos hace pasar por todos los castigos de orden físico y psicológico que sufre el convicto, penurias que le hacen vivir una patética muerte en vida, sin esperanza de poder recibir un juicio justo. Esta situación le ocasionará una epifanía que le servirá para perdonar a la esposa que le abandonó y que le hará crecer, a pesar del dolor, como persona, haciéndole recordar lo necesario que es vivir cada momento como si fuera el último (“Ojalá hubiera sabido gozar entonces de esa pizca de comodidad que, en cierto sentido, significaba libertad”) y a no rendirse ante la situación.

Valoración del libro:
 

“La contravida” de Philip Roth

Es buen momento, tras el príncipe de Asturias, para poner esta reseña de uno de los libros de este coloso de las letras norteamericanas y que estaba retrasando en demasía.

En la densa y excepcional “Zuckerman encadenado”, asistíamos a la creación del alter ego más conocido de Philip Roth (otro sería el muy sexual David Kepesh) a través de un libro que constaba de tres libros y un epílogo maravilloso y complejo. En “La contravida” tenemos la “segunda” novela con Nathan Zuckerman de protagonista, si entendemos los anteriores como un solo libro.

La lectura de esta última se complica según avanzan las páginas, empieza a la manera de Roth, con sus temas siempre presentes (el judaísmo, antisemitismo, relaciones paterno-filiales, el sexo de fondo…) y la estructura está clara desde el principio, ya que hay cinco episodios que, además, según los vayamos leyendo se irán desarrollando en diversas localizaciones geográficas: Newark, Israel, un avión, New York e Inglaterra.

En el primer episodio encontramos a un Roth en plena forma, con la narración del hermano de  Nathan hasta que muere debido a una operación que puede solucionar sus problemas para mantener relaciones sexuales con su amante inglesa; a partir de ahí es Nathan el que retoma el punto de vista y ya vemos cómo la idea del antisemitismo la extiende deconstructivamente a los propios judíos.

“Insistí en la idea de que EEUU no se reducía a judíos y gentiles ni era el antisemitismo el principal problema de los judíos norteamericanos. Decir “Admitámoslo , para los judíos el problema son siempre los goyim puede tener su pizca de verdad a ratos”

En la segunda parte, el lugar donde transcurre cambia drásticamente, lo que parece un flashback de la historia anterior, donde Henry habría ido a Israel, comprobamos según vamos leyendo que Henry ha sobrevivido a la operación, pero, sin embargo, se ha ido a un lugar tan lejano para convertirse en un verdadero judío; ha tenido una epifanía, en las palabras del propio hermano: “yo era ellos” ” yo soy en lo hondo como esos judíos”.

Aprovecha este escenario para describir desde su punto de vista en lo que se ha convertido la nación judía: “Este, comprendes, se supone que era el sitio donde la nota consistía en convertirse en judío normal. En lugar de ello nos hemos convertido en la obsesiva prisión judía por excelencia. En lugar de ello, este sitio es el caldo de cultivo de todas las variantes de locura que el genio judío es capaz de concebir.”

Y para introducir el interesante concepto del “asimilacionismo”:

“-Pero es que la asimilación y los matrimonios mixtos de EEUU están provocando un segundo holocausto. Verdaderamente un holocausto espiritual está ocurriendo en EEUU y es tal letal como la amenaza que los árabes representan para el estado de Israel. Lo que Hitler no consiguió en Auschwitz están haciéndoselo los judíos norteamericanos en los dormitorios […] Antes fue el exterminio por la vía dura; ahora es el exterminio por la vía blanda.”

Hasta aquí tenemos dos historias aparentemente independientes pero unidas, lo que falta saber es por dónde va a llevar esta unión; sin embargo, tras el interludio cómico que se desarrolla en un avión, todo cambia radicalmente y lo que parecía un tipo de novela se vuelve en otra.

Esta sorpresa es que en el cuarto episodio Nathan muere por el mismo tipo de operación a la que se sometió Henry en el primero y donde Henry se convierte en el narrador intentando buscar el resto de partes escritas del libro de Nathan (con el seudónimo de Carnovsky) para destruirlas.

La “aparente” convencionalidad de los primeros capítulos transforma la novela en una reflexión sobre la novela y su autor relacionada con la realidad; así, en palabras de su editor en el funeral:

“Si hemos de hablar con propiedad, digamos que no cabe distorsión ni falsificación en una obra que no es periodismo ni historia como no cabe esgrimir acusaciones de exposición incorrecta ante un texto que no tiene obligación alguna de recoger sus fuentes “correctamente””

Roth siempre ha sido consciente de lo que escribía y aprovecha la muerte de su alter ego, si este lo era de verdad para expresar sus preocupaciones con respecto a la influencia e importancia de la novela en la sociedad, y más en la sociedad judía:

“¿A qué se debe que los lectores de Carnovsky se pregunten con tanta frecuencia si es novela? […] Primero, como ya he dicho porque camufla su condición de escritor y su estilo reproduce exactamente la angustia afectiva. Segundo, porque pisa territorio sin explorar en el ámbito de la transgresión al describir tan explícitamente la sexualidad de la vida familiar.”

Y encontramos una de las claves del relato en las siguientes palabras en boca del editor:

“Dicho en pocas palabras: pensaron que Nathan hablaba de sí mismo en la novela y que, por consiguiente, estaba loco; porque ellos para hacer una cosa así, tendrían que haberse vuelto locos”

El propio Roth nos está diciendo que Zuckerman no es él, no habla a través de Zuckerman, por eso lo mata, sin compasión, en su segunda novela.

Ya para acabar, tenemos otro cambio de estilo y narración, en Inglaterra comprobamos que Nathan vive ahora con María y entre gentiles (católicos), parece un relato costumbrista inglés y utiliza igualmente lo epistolar para relatar las cartas entre los dos cónyuges.

Viendo toda la obra, entonces nos hemos enfrentado a cuatro realidades distintas, diversas, donde la coherencia interna ha sido brutalmente destruida de manera autoconsciente por Roth, esta fragmentación es el signo de los tiempos, las dudas ante una realidad que se desmorona, donde los personajes se intercambian y no sabes a lo que atenerte.

Es el relato de un maestro que trata de experimentar con el fondo, con la forma, con los puntos de vista narrativos y todo ello para hacernos reflexionar, para hacernos ver la importancia del autor y su obra, y lo que influye en nuestra realidad.

Esta novela me ha hecho darme cuenta de que, al menos en sus primeros años, la lectura cronológica es imprescindible, ya que la unidad argumental de su carrera se podría resentir y, desde luego, no disfrutar de la manera en que se merece.

Es un titán, no se puede dudar, pero quien empiece con esta obra posiblemente no vuelva a él.

Valoración del libro: