Mis lecturas favoritas del año 2014

Pasan los años y ya se está convirtiendo en una pequeña tradición realizar una selección con mis lecturas preferidas del año pasado. Os recuerdo que podéis consultar las de años anteriores en los siguientes enlaces.

Lecturas favoritas Año 2011.

Lecturas favoritas Año 2012.

Lecturas favoritas Año 2013.

Sinceramente, la utilidad de estas listas es la manera de hacer balance personal del año, sirven para valorar lo que he leído de manera cualitativa y junto con el post que suelo hacer con las estadísticas, complemento cuantitativamente esta información. Me consta que a varios lectores les sirven para prever posibles lecturas (o no), pero, sinceramente, no es el objetivo, lo hago porque me apetece a mí, como todo lo que aparece en este blog.

Los criterios son los mismos del resto de años pero los voy a resumir de manera esquemática:

-Hago la lista sobre libros publicados o reeditados en el 2014. Ni mucho menos me leo todo (ni nadie lo hace) y tengo mayor afinidad por libros de editoriales pequeñas independientes que por las grandes monopolizadoras (esta afinidad tiene que ver con leer antes un libro que otro), aun así podréis comprobar que hay de todas. Otros años introducía un libro de otro año pero este año, habiendo varias reediciones, no lo creo necesario.

-El número de libros varía de un año a otro, no pongo límites, este año han caído veinte, eso lo adelanto ya.

-El orden en el que aparecen es cronológico, desde principios de año hasta las últimas lecturas, no asigno posiciones, son mis libros favoritos sin más.

-No hay restricciones en cuanto al género escogido ni la temática.

Lo más importante: el criterio de elección es mi gusto personal, aparecen los libros con los que más he disfrutado (por los motivos que sean) y, por lo que he estado observando en otras listas, no suelen coincidir con la mayoría de ellas.

-Ah, NO MENOS IMPORTANTE, los he leído todos.

lepark_grandePasemos entonces a la lista en cuestión:

“Le park” Bruce Bégout, empezó el año inmejorablemente con esta novela del filósofo Bruce Bégout y que editó con mucho gusto Siberia; un parque de atracciones terrorífico por sus implicaciones y, quizá, porque está más presente en la realidad de lo que creemos. Muy poco se ha hablado de esta pequeña maravilla.

 

la-noche-a-traves-el-espejo-9788415973225“La noche a través del espejo” de Fredric Brown, reedición de la obra maestra de Brown que nos trae Reino de Cordelia y que debería hacer las delicias de cualquier aficionado a la novela policíaca; seguro que no va a estar en ninguna lista del año pero esta mezcla de onirismo y realidad es sencillamente mágica.

 

nariznotario“La nariz de un notario” de Edmond About, otra reedición de la mano, en este caso, de Ginger Ape Books & Films, una sátira de la beau monde parisien que le sirve de vehículo para criticar las relaciones de clase e indagar en la reflexión sobre la construcción de la identidad de una persona como fin último.

 

la-camara-sangrienta“La cámara sangrienta” de Angela Carter, otra más, en este caso la de los cuentos de Angela Carter que toman como base los cuentos de hadas de Perrault y los subvierte de tal manera que se convierten en vehículos para la defensa de la mujer y el feminismo, en una lectura de género ciertamente imprescindible. Máxime si, además, tienes las magníficas ilustraciones de Alejandra Acosta.

 

relatos-hispanicos-asombrosos-y-de-terror-9788437632667“Relatos hispánicos asombrosos y de terror” edición de Emilio J. Sales,  “asombrosa” recopilación de relatos a cargo de Cátedra que nos descubre una faceta deliberadamente ignorada: los escritores clásicos españoles también escribían narraciones de género, y lo hacían muy bien.

 

cuentosvictorianos“Cuentos de detectives victorianos” edición de Ana Useros, selección primordial para entender la evolución histórica de las novelas de detectives desde sus inicios, antes incluso de “Los crímenes de la calle Morgue”, que era considerada fundacional. Espléndida edición a cargo de Alba.

 

americanah“Americanah” de Chimamanda Ngozi Adichie, deliciosa novela que era de lo mejor del Baileys prize (junto con la novela de Lahiri) y que ahonda en el papel de la mujer, su emancipación y lucha contra el patriarcado inherente además de exponer con mucho humor los problemas de una inmigrante nigeriana. Una gran novela que se convierte en un clásico casi instantáneo de narrativa contemporánea con multitud de matices de raza y género.

 

thompson_portada“Arte Salvaje. Una biografía de Jim Thompson” de Robert Polito, exhaustiva es la palabra que mejor define este ensayo de Robert Polito sobre el gran Jim Thompson, no creo que se pueda escribir más y mejor sobre la vida y obra del autor. Además, se me antoja muy acertado el análisis crítico de su obra. Un triunfo de Es Pop Ediciones, que trabaja cada obra como si fuera la última en una edición excelente.

 

NOS4A2_cover“NOS4A2” de Joe Hill, el hijo del señor King sigue demostrando libro a libro que puede hacer obras del nivel de su padre; en esta conjuga su amor por lo clásico y le añade los suficientes elementos modernos para crear una narración ciertamente fascinante sin caer en los tópicos habituales.

 

maestro_previa_corregida_rgb“El maestro y Margarita” de Mikhail Bulgákov, esta reedición del clásico ruso se convierte, por derecho propio en la edición definitiva de la obra de Bulgákov. La traducción de Marta Rebón y la edición de Nevsky en consonancia contribuyen a realzar aún más esta obra, ya imperecedera, con infinidad de matices y posibilidades.

 

Nacido de hombre“Nacido de hombre y mujer (y otros relatos espeluznantes)”  de Richard Matheson, parece mentira que, después de tantos años, tengamos el primer volumen de los relatos de Matheson. La espera ha valido la pena, Matheson entendía a la perfección el género y los artificios que sirven a ello.

 

Una-singularidad-desnuda“Una singularidad desnuda” de Sergio de la Pava, no se ha hablado suficiente de la primera excelente novela de Sergio de la Pava. El autor nos brinda una novela muy completa ahondando en una manera de hacer postmodernismo desde el humanismo y, encima, está cargada de buen humor. Es imposible que Casi, su protagonista, no te seduzca.

 

los-ninos-se-aburren-los-domingos-9788494236709“Los niños se aburren los domingos” de Jean Stafford, se acostumbra uno a que Sajalín Editores nos saque siempre alguna joya y claro, nuevamente este año, lo vuelven a hacer recuperando varios de los cuentos que hicieron famosa a la norteamericana y por los que ganó el Pulitzer en 1970. Cuentos que, enmarcados en el gótico sureño, nos traen a colación las penurias de ser mujer en una época como la que vivió la escritora y la forma en que reaccionó ante estas injusticias. Sencillamente necesarios.

 

Alfabeto2“Alfabeto” de Inger Christensen, Sexto piso inició su nueva colección poética de manera inmejorable. Este largo poema que sigue el abecedario y la serie de Fibonacci no se encorseta en una faja sino que ahonda en la libre composición y en la diversidad de estilos y temas. Una verdadera delicia poética.

 

comemadre 1“La comemadre” de Roque Larraquy,  dentro de su nueva colección “El cuarto de las maravillas” Turner nos ha traído esta pequeña rareza dentro de su “gabinete de curiosidades”; en esta obra no vas a encontrar algo habitual, tenlo por seguro, pero también ten en cuenta que vas a disfrutar de lo lindo.

 

Hiperbolemedia“Hipérbole y media” de Allie Brosh, hablando de rarezas… esta recopilación de entradas del blog de la inimitable Brosh se sale también de lo habitual y me vuelve loco con esta tragicomedia ilustrada cargada de humor negro.

 

losreconocimientos“Los reconocimientos” de William Gaddis, lo sé, Gaddis ya es un habitual, todos los años aparece por aquí. Pero ¿os habéis dado cuenta de qué primera novela se marcó? Ambición es una palabra que se queda corta para lo que intenta abarcar en esta novela fundacional. Un ochomil literario.

 

MatemosTío“Matemos al tío” de Rohan O’Grady, utilizar niños en una narración siempre es espinoso; en este caso lo es más por la forma de mezclarlos con una trama gótica, con elementos ciertamente perversos; pero el resultado es excepcional e inolvidable.

 

american-noir“American Noir” de varios autores, edición de Ellroy y Penzler, ¿de verdad hace falta que recomiende a alguien una recopilación de relatos de novela negra que incluye a Goodis, Ellroy, Oates, Leonard, etc.? Pues eso, si te gusta el género negro te apasionará. Si no te gusta, también. Qué buena colección de novela negra está montando Navona.

 

Hoguera_Cubierta“La hoguera pública” de Robert Coover, a pesar de su dificultad a todos los niveles, este es uno de los mayores acontecimientos literarios del años,  José Luís Amores lo ha vuelto a hacer con su humilde “Pálido Fuego”, esta vez para traernos la obra maestra del autor y una de las obras claves de la literatura contemporánea norteamericana.

 

Termino, agradeciendo, como siempre a los lectores de este blog su presencia y sus lecturas. No os cortéis en opinar sobre esta extensa lista y aportar vuestras lecturas favoritas.

 

Ah… y ¡Feliz año 2015 cargado de lecturas!

“Los reconocimientos” de William Gaddis. La ambición de un maestro

losreconocimientosEl mundo se divide entre los que han leído “Los reconocimientos” y los que no. Ni más, ni menos.

Me siento orgulloso de estar entre los primeros. Haber disfrutado de una experiencia única que he definido como lectura reverencial-agotadoramente-jubilosa.

Y cada adjetivo tiene su sentido y guarda una evolución en mi caso:

“Reverencial”: nada más empezar, esa sensación de estar leyendo algo que no puedes abarcar, una obra que te deja pequeño (mucho más pequeño de lo habitual). Sí, es una primera obra, pero sorprende tanto que el norteamericano se atreviera a hacer algo tan ambicioso…, desde el principio es palpable la transformación desde la perspectiva decimonónica hasta empezar a experimentar poco a poco,  dotándolo de una evolución inconcebible en la época, y puestos a ser justos, hoy tampoco.

“Agotadora (mente)”: no voy a engañar a ningún lector, según las páginas van pasando, me sentí agotado física y (sobre todo) mentalmente; intentar quedarte con todos los detalles que utiliza Gaddis, con todas las estrategias, transformaciones de estilo, estructura,… es improductivo, apuntas y apuntas citas y luego tienes tal ristra que resulta que podrías escribir hasta doscientas páginas solo con los textos; todo esto va unido a una sensación de obra que no tiene fin, ineludible y la vez interminable.

“Jubilosa”: en la recta final, una vez pasas las dudas y te sobrepones al cansancio mencionado; de la misma manera,  te invade una gozosa sensación de felicidad que me ayudó a terminarla. Hay júbilo por terminarla, por saber que continúa en tu interior, porque habrá una relectura futura en la que la disfrutarás aún más. Sin duda. El halo de una obra maestra.

Parafraseando a William H. Gass en el prólogo, “no voy a profanar esta obra de arte intentando explicarla o analizarla”; simplemente citaré unas observaciones, ideas, cavilaciones… que puedan servir al lector futuro, acompañadas, eso sí, de algún texto del autor:

“El reverendo Gwyon hizo las maletas y viajó lentamente por la península. Vio gente y reliquias, movimiento y colapso, la acumulación del tiempo en los muros, los pórticos derruidos, mosaicos en monocroma exposición que recuperaban sus colores de vida romana cuando se les echaba encima un cubo de agua, las fachadas rotas de catedrales donde el tiempo no había pasado, sino que se había aglomerado, y que perduraban no como testigos de su destrucción, sino como custodios de su pervivencia. Al entrar en las ciudades lo perseguían los gritos de los buhoneros, hombres que compraban botellas, que vendían escobas, que gritaban como hombres afligidos por grandes dolores. Por las calles lo perseguía la desesperada esperanza de felicidad de las melodías rotas de los organillos, y se detenía a contemplar los juegos de los niños sobre el pavimento, buscando allí (como buscaba en la forma de los tejados, en el trazado de las escaleras, los pasillos, los dormitorios y las cocinas abandonados en paredes todavía en pie donde el edificio colindante se había derrumbado, o en la sombra del respaldo de una silla sobre el embaldosado repetitivo de un suelo) indicios de un modelo persistente, de una forma significativa. Visitó catedrales, la desentrañada mezquita de Córdoba, la inmensa mole de Granada, y esa frenética demostración gótica de Burgos donde hay un Cristo firmemente clavado del que una vez se dijo que estaba hecho con un pellejo humano disecado, pero que luego había pasado por cuero de búfalo, un material menos frecuente, que recordaba en su humor a la sirena compuesta de un mono y un bacalao.”

-El engañoso comienzo, anclado en la tradición realista, puede dejar a al lector con una sensación errónea; de hecho, en el texto anterior vemos una narración habitual donde el narrador omnisciente relata los viajes del reverendo Gwyon con todo lujo de detalles, comparaciones y metáforas. Toda la primera parte se puede entender como un Künstlerroman, cuyo núcleo es la figura del pintor Wyatt Gwyon, verdadero protagonista, y en la que se narra la evolución (el destino irá avanzando según pasen las páginas).  Sin embargo esa evolución del protagonista se verá acompañada de un continuo transitar hacia características postmodernistas, alejándose entonces de la narración tradicional y probando nuevas formas:

“Pueblo fundado en 1666 annus mirabilis Oh Caray Oh caramba s-Santo Cristo t- Tenemos gan labor por delante interconfesional infra supra sub tiró el tintero: conferencia en el Convento de Monjas, ilustrada, ceremonia Pagana, curas con sotana, Monjas, altar mayor, &c. Un gemido de ultratumba. Vean chica en mazmorra. Tío Sam al rescate. Público invitado. Entrada 50 $  no nos dejes caer en la tentación.”

-A pesar de lo que pueda parecer, el autor es consciente de lo que está realizando; lo podemos ver claramente en este “tumulto de pensamientos” en una fase inicial, un preludio a lo que realizará en “Jota Erre” y en “Gótico Carpintero”; estamos viendo los inicios de una narración en multiperspectiva, sin identificación de los hablantes, que llevará hasta sus últimas consecuencias en sus últimas obras; ese tumulto es su idea para reflejar el caos en el que vivimos:

“En aquella mesa alguien dijo: “Eso no me hace ningún efecto. ¿Pero no habéis notado que el cielo se está acercando?”. “Por supuesto que amo el arte, por eso estoy en París”, dijo una chica. El chico que estaba con ella dijo: “Ye man fú, eso significa en francés…”, “Putas, putas, putas”, murmuró el hombre del traje de zapa. Alguien dijo: “Tengo las manos ocupadas, ¿te importaría sacarme unas cerillas del bolsillo…? Aquí, el bolsillo de los pantalones”. Alguien dijo: “¿Te gusta esto?”. Otro dijo: “Por la mañana no quería, así que se la puse bajo el brazo mientras molía café”. Un hombre con un opaco monóculo marrón dijo “Gshzhzhzht… uh…”, y se cayó de la silla. Alguien contó el chiste de Carruthers y su caballo.”

-En las manos del escritor ese caos reinante (y que quería reflejar en sus obras) es el que gobierna nuestras vidas, muy especialmente la del artista y su relación con la obra de arte:

“Era a través de esta acumulación de caos impuesta donde luchaba ahora por moverse: más allá estaba la simplicidad, inconmensurable, residencia de la perfección, donde nada era creado, donde la originalidad no existía, porque era el origen; donde, una vez llegaba, no existían el trabajo ni el pensamiento en secuencia causal y vacilante, sino sólo la trascripción: donde el poema que conocía pero no podía escribir existía, ya formado, esperando su recuperación ene se momento en que escribirlo resultaba imposible, porque ella era el poema.”

Gaddis exige como nadie al lector, pero lo respeta, no solo quiere hacernos partícipe de su obra sino que no entendería su obra sin nuestra aportación como verdaderos creadores de la misma; la obra de arte sale de la órbita inherente al creador tradicional y cobra sentido en la esfera de cada lector; la teoría de la recepción, más cercana en su interpretación al postmodernismo actual:

“-Pero si el señor Feddle ve un ejemplar de una obra de Ibsen, si le encanta “El pato salvaje” y le gustaría haberlo escrito, si quiere ser Ibsen sólo por un momento y dedicar su obra a alguien que ha sido amable con él, ¿es eso mentir? No es tan malo como la gente que hace un trabajo por el que no siente ningún respecto. Todo el mundo tiene esa sensación cuando mira una obra de arte y está bien, esa súbita familiaridad, una especie de… reconocimiento, como si la estuvieran creando ellos mismos, como si la estuvieran creando a través de ellos mientras la miran o la escuchan, ¿y ha de ser pecado el querer haber creado belleza?”

-Si hay un eje sobre el que gira toda la obra es el de la dicotomía auténtico-falso u original-reproducible/falsificable, que nos lleva a la consiguiente creador-farsante (que identifica con mercantil), en los dos siguiente textos tenemos dos facetas referentes a estas dos posibilidades:

“No es por amor a la cosa misma por lo que trabaja un artista, sino porque a través de ella expresa su amor por algo superior, porque esa es la única forma en que el arte es realmente libre, sirviendo a algo superior a sí mismo, como nosotros, como lo somos nosotros…”

-Eleva el arte a un estatus muy superior, a una esfera en la que sólo están los propios lectores, verdaderos receptores-creadores; ¿son ellos los que tienen que “reconocer” la obra de arte? Desde luego Gaddis los consideraba así, dentro de sus diversas acepciones de la palabra que tantas veces se repite a lo largo del texto. Sentirse reconocido a través de los lectores como ideal artístico.

“-No tiene suficiente imaginación para eso. Probablemente estará escribiendo otro libro.

-Ya ha escrito cincuenta. Si tenía algo que decir es para pensar que ya lo habría dicho. ¿Por qué siguen publicándoselos?

-Porque sigue escribiéndolos. Y a un editor le cuesta más parar el negocio que mantener en funcionamiento las prensas, así que las ceban con cualquier cosa.”

Lo mercantil se identifica entonces como la creación del farsante, es identificado como no-auténtico por el autor, contrario a todo lo que rodea la creación artística con su comercialización (“No lo habrás comprado, ¿verdad? Cristo, ¿a ese precio? Quién demonios creen que va a pagar tanto por una novela. Cristo, podría habértelo dado, lo único que necesito para escribir la reseña es la nota de la solapa.”)

-Erudición. Gaddis es un erudito de lo artístico, del lenguaje y de la forma de escribir. Esta sapiencia es más que palpable en la conjunción música-texto que aparece en todo momento en cada obra suya. En esta no podían faltar, como de costumbre, referencias musicales que van más allá del aficionado y que nos llevan al diletante que fue; este último texto refleja esta simbiosis sensorial:

“A estas alturas, la música se había convertido en algo inherente a la habitación; era como si se hubiera amalgamado con el humo y los olores incongruentes en una presencia tangible, el desecho del refinado sobrenadando en el atanor, donde el alquimista esperaba con la paciencia de toda una vida, contemplando su improbable compuesto de ingredientes tan dispares en naturaleza como en proporción, mezclándose pero negándose a fundirse bajo su mano, y tan ajenos a su mano como a su propia finalidad, de modo que unos se hundían y otros salían enteramente a la superficie, todo ello como si nada hubiera cambiado desde que la mano filtraba la escoria de la Edad Media en busca de lo que todas las edades han buscado, y encontrado, al descubrir que lo que buscan se ha refinado hasta consumirse, dejando solo las cenizas de la necesidad.”

Seguramente si escribiera otro día sobre él, escribiría otras reflexiones. Posiblemente quedaría mejor incluso; lo que está claro es que nada como leer directamente a Gaddis; puede que se convierta en esa “lectura reverencial-agotadoramente-jubilosa” que comentaba al principio. ¡Pero vaya experiencia!

Los textos pertenecen a la traducción de Juan Antonio Santos de “Los reconocimientos” de William Gaddis en Sexto Piso.

Gass sobre Gaddis: Un aperitivo a “Los reconocimientos”

losreconocimientosLlevo ya un par de semanas, gracias a Sexto Piso, degustando poco a poco la ópera prima de William Gaddis. “Los reconocimientos”, es una obra inabarcable casi desde cualquier punto de vista: su volumen es considerable (mi gimnasio particular), su número de páginas (casi 1400, van a constituir mi récord en una novela), la temática (el arte, la falsificación), el estilo, los personajes, etc. Las sensaciones al leerla son contradictorias en todo momento, desde la más febril reverencia ante el autor hasta el agotamiento más absoluto por tal despliegue de erudición.

Posiblemente me queden aún algunos días para terminarlo así que voy a escribir más de un post sobre él. En este caso me voy a centrar, a modo de aperitivo, en el primoroso prólogo que la editorial consiguió añadir a esta fabulosa reedición de la obra, a cargo del “otro” William: William H. Gass, otro de los representantes del postmodernismo en su versión norteamericana.

No tiene desperdicio, sus comentarios sirven, sin lugar a dudas, como acicate para abrir el apetito antes de comenzar esta magna obra, ese es el pequeño objetivo de este post. Repasemos alguna de sus ideas:

“En 1976, cuando su segunda novela, Jota Erre, ganó el National Book award, sus admiradores, confundidos por el anonimato anterior de William Gaddis, por lo juicioso de la fumata blanca y por los balbuceos habituales en los cócteles celebratorios, con frecuencia felicitaban a otro hombre, más gordo. Incluso The New Yorker, tocando fondo, atribuyó su tercera novela, Gótico Carpintero, a esa misma persona, cuyo nombre es tan parecido al suyo. Sí. Tal vez William Gaddis no sea B. Traven, después de todo, ni J. D. Salinger, ni Ambrose Bierce, ni Thomas Pynchon. Tal vez sea yo.

Cuando me felicitaban siempre me mostraba muy amable. Cuando me atribuyeron su libro por error, me sentí honrado.

Todas esas identificaciones equivocadas parecen formar parte de la escritura de William Gaddis, en la que la realidad ya ha sido secuestrada, pues ¿qué puede ser cierto en un mundo hecho de farsantes, apropiaciones indebidas, fraudes y patrañas?”

Gass alude a la cualidad que tiene Gaddis (como Pynchon) de ser esquivo, hasta tal punto de haber sido confundido con otros muchos escritores (incluso el mismo prologuista), que también han alentado este anonimato y alejamiento del mundo que conocemos. Lo más interesante viene al final cuando emparenta estas identificaciones erróneas con la propia escritura de Gaddis, caracterizada por la alternancia de personajes sin apenas posibilidad de identificarlos igualmente.

“En nuestro tiempo, extrañamente clamoroso a la vez que silente, ser un escritor famoso consiste en ser desconocido en todo el mundo. Del mismo modo, Los reconocimientos, la obra que envolvió a William Gaddis en una nube de confusiones cuidadosamente alumbradas, es un libro del que se oye hablar a menudo y con reverencia, pero que apenas se lee. Parece tener, como un faraón en su tumba, una vida subterránea, presumiblemente rodeado por otras cosas preciosas y protegido por una maldición.”

Gass-En efecto, “Los reconocimientos” es un libro del que se habla mucho pero que no se lee por prácticamente nadie. Me siento un héroe por haberlo casi acabado tras no poco trabajo. Gaddis es muy exigente con el lector. No es una lectura fácil y, además, es una primera lectura no podrás llegar a todo lo que propone. En este punto es, ciertamente frustrante.

“Además, el paso de las preocupaciones de “Los reconocimientos” a las de “Jota Erre” es totalmente razonable. “Los reconocimientos”, desde luego, aborda las preguntas fundamentales: ¿Qué es lo real, y cómo podemos encontrarlo en nosotros mismos y en las cosas que hacemos? Pero una generación más tarde, no hay preguntas fundamentales que puedan plantearse. “Jota Erre” muestra un mundo absolutamente decadente.”

-Haber leído ya “Jota Erre” es primordial para entender esta afirmación, “Los reconocimientos”, como la ópera prima del autor que es, aborda lo fundamental, es fundacional tanto en el caso del postmodernismo como de la propia escritura del norteamericano. La pregunta que plantea Gass es imprescindible y necesaria para entender el devenir de las páginas: “¿Qué es lo real, y cómo podemos encontrarlo en nosotros mismos y en las cosas que hacemos?”. El mundo decadente al que alude lo desgrané someramente en este post.

“Los grandes libros no pueden explicarse, y yo no voy a tratar de explicar este. Una explicación –en realidad, cualquier explicación- lo profanaría, ya que a lo que una obra de arte se opone es precisamente a la reducción. Las respuestas fáciles, los resúmenes prácticos, las preguntas de los exámenes, las anotaciones, las flechas, las frases subrayadas, las listas de referencias, los números de sus fuentes, los ecos y las influencias, los esquemas de la trama –por mucho que en ocasiones nos sirvan de ayuda- falsean gravemente las obras. Las guías son útiles pero sólo para enfrentarse al pasado. La interpretación reemplaza al original de un modo pobre y soso.”

-Me apasiona la identificación de explicación “como profanación de la obra de arte” y me alivia. Lo que escriba sobre esta magna obra no buscará explicarla, muy al contrario, mi interpretación nunca debe reemplazar el sentido del original. De fondo se encuentra la teoría de la recepción literaria según la cual, cada interpretación de un lector enriquecería el sentido final de la obra. Otra aproximación al postmodernismo referente al sentido final no cerrado de una obra de arte.

“Con demasiada frecuencia, aplicamos a la literatura la preferencia por el “realismo” con la que, en general, nos hemos criado, y como consecuencia de eso consideramos que una obra como Los reconocimientos es demasiado imaginativa, oscura y enigmática; pero ¿acaso la realidad es siempre clara e inequívoca? ¿Es acaso simple y no compleja? ¿Se despliega como las páginas de un periódico, o su despliegue se parece más al de un mapa de carreteras, que es difícil de abrir, difícil de interpretar y difícil de volver a plegar? Y ¿acaso se recuerda todo con precisión y nada se repite, y la gente que conocemos desaparece inexplicablemente durante largos períodos de tiempo para surgir de repente cuando menos la esperamos?”

-Primordial es esta afirmación que se encuadra precisamente en el postmodernismo, Gass, otro de sus representantes, defiende precisamente esta forma de escribir sobre el realismo, porque, al fin y al cabo, ¿qué es más real que una realidad compleja, oscura, ambigua..? Quizá el postmodernismo refleje mejor lo que vivimos en nuestro día a día que el “realismo”.

-Me gustaría acabar con dos temas que Gass retoma al final de su magnífico prólogo, por un lado su alusión a las “epifanías” de los personajes de la obra que nos ocupa (“Entre estas “epifanías” se encuentra una especial, de la que ya he hablado: la de qué es una auténtica obra de arte y qué es lo que, siendo auténtico, “toca con reconocimiento los orígenes del designio”) con especial énfasis nuevamente sobre el discernimiento de lo que es una auténtica obra de arte y cómo afecta a nuestros orígenes dicho reconocimiento.

-Por otro lado creo que el siguiente párrafo resume a la perfección lo que está siendo mi experiencia lectora gracias a las ideas de Gass:

“No hay por qué darse prisa; las páginas que tiene usted por delante pueden estar ahí todo el tiempo que usted quiera. Es perfectamente aceptable que algunas cosas no se entiendan desde el principio, y que haya referencias a cosas que usted no reconoce. Siga leyendo alegremente. No nos quedamos todo el día en la cama sólo por haber extraviado la agenda, ¿verdad? No, necesitamos entender este libro –disfrutar de su encanto, de su ingenio, de su ironía, de su erudición, de su sensual materialización- como entendemos a una pareja con la que hemos vivido y a la que hemos escuchado y amado durante muchos años, noche tras noche.”

Disfrutar letra a letra, palabra a palabra, frase a frase; con calma regocijándonos en el deleite que nos produce; mantener el sosiego, sin impaciencia, como si de tu pareja se tratase, este libro se quedará, quizá, para siempre contigo. “Leer alegremente”, qué gran consejo.

Los textos pertenecen a la traducción de Mariano Peyrou del prólogo de William H. Gass a “Los reconocimientos” de William Gaddis en Sexto Piso.

“Alfabeto” de Inger Christensen. Creación-destrucción como pulsión poética

Alfabeto2No suelo prodigarme con la poesía… soy más dado a leer ficción; ergo, no tenía pensado que apareciese este libro por aquí.

Sorpresas de la vida, en efecto, estoy aquí para hablar de él. Por lo tanto, podéis suponer que me ha impactado.

Sexto Piso, otra de esas editoriales inquietas, se han lanzado a una nueva aventura, en este caso poética y el primer libro que han escogido, “Alfabeto” de la danesa Inger Christensen, es una absoluta delicia.

Es una de esas extrañas obras en las que ese concepto tan difuso, “el aliento poético”, está tan presente que impacta por su calidez/calidad literaria. Estructuralmente, puede parecer inicialmente rígida; de la sinopsis editorial sacamos dos concurrencias que utiliza la danesa para componer su obra:

“Es un largo poema cuya forma sigue dos principios de composición. El primero es la secuencia de Fibonacci. Es decir, cada verso es la suma de los dos precedentes: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13… El segundo es el alfabeto. Cada poema, y las palabras que utiliza, sigue el orden de las letras: a, b, c, d, e. Sin embargo, bajo esta forma aparentemente estricta, hay lugar para el azar.”

En efecto, en primer lugar la famosa serie de Fibonacci, cada verso es la suma de los dos precedentes y, desde luego, el alfabeto que le da nombre. Sin embargo, como bien dice, la editorial, no denota rigidez, muy al contrario, es tan variada en la forma de tramar los temas y los estilos que supone un pequeño caos poético que se une a la aparente “rigidez” estructural para conseguir una mezcla ciertamente subyugadora.

Me gustaría transcribir a continuación alguno de los poemas de su muestra poética, avisando por adelantado que se resienten del sentido total de un poema que funciona al completo tan bien, que sacar muestras individuales puede desvirtuaran dicha completitud. Lo bueno de esta obra es que permite diferentes interpretaciones-obsesiones cada vez que lo lees y, aunque hoy saque estos temas, otro día podría sacar otros:

 

“las glaciaciones existen, las glaciaciones existen,

el hielo del océano Ártico y el hielo del martín pescador;

las cigarras existen; chicoria, cromo

 

y el iris amarillo-cromo, el azul; el oxígeno

sobre todo; existen también los témpanos del océano Ártico,

el oso polar existe, marcado como una piel

con número de identidad existe, condenado a su vida;

 

de marzo azules de hielo existe, si existen los arroyos;

si el oxígeno en los arroyos existe, el oxígeno

sobre todo; existe sobre todo donde existe el sonido i

de las cigarras, sobre todo donde existe el cielo

de la chicoria como azul turquesa diluido

en agua, […]”

 

Es especialmente reseñable el contraste que logra la danesa mediante las dicotomías existencia-creación/destrucción; en el fragmento anterior se centra especialmente en elementos de la existencia utilizando las repeticiones para obtener el ritmo y jugando con lo sensorial tanto a través de los colores como incluso del sonido.

Esta simbiosis color-sonido tan sensorial es especialmente bella cuando se refiere al canto de los pájaros, donde se mezcla el canto de los pájaros con el susurro de las hojas, y el propio silencio del cielo con la luz resplandecente como una hipérbole que nos trae al tiempo presente, el de la existencia de la bomba atómica, la propia existencia de la bomba trae la destrucción-no-existencia a su alrededor:

 

“[…] los pájaros

cantan y casi

 

ahogan el susurro

de las hojas al viento;

las hojas susurran

y casi ahogan

con su silencio el cielo,

 

el cielo que resplandece,

y la luz que casi

desde entonces se ha parecido

al fuego de la bomba atómica

un poco”

 

De ahí que vaya más allá en esta comparación, la bomba de hidrógeno es la evolución de dicha destrucción, de esa falta de existencia, en un párrafo que rompe el ritmo anterior y lo emparenta directamente con la muerte, en un instante, un ritmo de versos cortos con encabalgamientos continuos que transmiten una rapidez mortal a un instante en el que se acaba todo:

 

“la bomba de hidrógeno existe

una plegaria para morir

 

como se suele morir

un día con un tiempo

 

corriente, ya sepas

que vas a morir o

no sepas nada, un día

 

en que quizá como de costumbre

has olvidado que vas a morir,

un día un poco ventoso

 

quizás de noviembre, […]”

 

El hombre se torna como agente de dicha destrucción, como creador de su propia aniquilación:

 

“[…] nosotros

garantizamos

 

que aniquilamos

todo, destruimos

todo, de manera que

a la primera nada

la decisiva

no se le dará permiso

para escribir poesía

como escribe el viento

en aire o agua; […]”

 

Afortunadamente, la naturaleza, y todo lo bello que contiene existe para nuestro placer; entre tanta destrucción, “la alegría florece” y “la compasión existe”.

 

“[…] cuéntame que la luna es hermosa,

que la extinta ave moa como del melón

 

verde, que la alegría florece, existe,

que los briozoos existen, el banco de caballa existe,

métodos de renuncia, de descenso existen,

reparto físico, como en poemas, de incomparables

bienes terrenales existe, la compasión existe”

 

Y aunque escribamos poesía como escribía una estación, el resultado de esa escritura poética, aunque esté “marcado por la muerte”, se acercará a lo sublime:

 

“[…] escribo como escribe un otoño

marcado por la muerte

como esperanzas inquietas

como tormentas de luz

atravesando una memoria brumosa

 

escribo como el invierno

escribo como la nieve

y el hielo y el frío

y la oscuridad y la muerte

escriben”

 

Vaya poemario el de Inger Christensen, variado como pocos en lo estílistico y en los temas utilizados. Nos acercamos a lo sublime y a una experiencia única, la de leer esta joya. Un comienzo inmejorable el que nos ofrece la editorial que tantas buenas noticias nos da.

Los textos provienen de la traducción de Francisco J. Uriz de “Alfabeto” de Inger Christensen para Sexto Piso.

“Los jardines estatuarios” de Jacques Abeille. Distopía filosófica

LosjardinesestatuariosLa propuesta de hoy no es para todos los paladares, no pretendo engañar a nadie; ya he hablado, a propósito de alguna obra de Delillo, que hay diferentes velocidades de lectura y esta velocidades están predispuestas según el estilo y el tipo de narración. “Los jardines estatuarios” del francés Jacques Abeille no es una obra que enganche desde la primera página, no es una lectura trepidante, no se lee en una noche… es una obra reflexiva y fascinante al mismo tiempo; una obra que demanda mayor atención y tiempo y, sobre todo, una lectura reposada. En estas condiciones estamos ante una obra deliciosa, otra perla de un catálogo esplendoroso como el que nos ofrece Sexto Piso. Otro día vendré con su nueva colección de poesía, cuánto buen gusto.

Partimos de un mundo extraño, no muy alejado de las dixtopías de ciencia ficción en el que existen jardines de los que brotan estatuas y que necesitan jardineros para cuidarlas; es una premisa original por lo arriesgado:

“Cuando estuvimos más cerca, me fijé en que los jardineros manejaban martillos y escoplos.

-Están procediendo a la talla. En cada etapa de su crecimiento la estatua echa por todas partes unos brotes desordenados. Cada vez se replantea por completo la forma definitiva, aquella hacia la que se va desarrollando oscuramente. Por tanto, hay que retocarla sin cesar, confirmarla, y para ello separar a tiempo los miembros excedentes que amenazan con convertirla en algo del todo informe y monstruoso.”

Esta singular premisa le sirve a Abeille para desarrollar un micro universo en el que la inflexibilidad, muy de acuerdo con la propia rigidez estatuaria, es parte esencial de un mundo inmovilista en el cual las leyes que lo rigen están establecidas y no son fáciles de seguir, ese secretismo ayuda a entender aún más dicha inmovilidad:

“-¿Quebrantaría una ley, en tal caso?

-No, una ley propiamente, no. Lo que nos retiene es más bien una especie de incomodidad que me costaría mucho explicar. Todo lo que puedo decir sobre esto es que lo que está escrito se presta poco a la palabra. Lo contrario es igualmente cierto. Pero tendré que darle a conocer algunos de nuestros libros para que pueda completar lo que está viendo ahora mismo.

Una vez más se confirmaban las afirmaciones repetidas por el decano: no podían decírmelo todo. Llegué incluso a presentir que debería descubrir por mi cuenta una parte de aquel mundo que en cambio parecía ofrecerse sin reticencia.”

Las extrañas costumbres imperantes nos chocan; estamos ante un sitio que no se rige por las leyes que seguimos en nuestra vida; este contraste con el mundo estatuario nos sirve para hacer paralelismos con nuestra propia existencia; esta premisa le sirve, precisamente, para establecer disquisiciones de tipo ontológico-filosófico e, incluso, literario. La idea de que cada persona tenga su propio biógrafo al morir y que, además, esta biografía se vaya complementando con los testimonios de los que te conocieron, nos transmite la falta de un final para nuestras vidas; los libros nunca se terminan, cualquiera puede añadir una nota en proceso casi religioso:

“Si los biógrafos no eran escritores, todavía menos eran autores, pues, apenas empezaban a esforzarse por organizar la materia de una obra, todo su trabajo se veía desbordado y a veces destrozado por las consideraciones ajenas a sus intenciones que sin embargo estaban obligados a aceptar. Así en la mención que precedía a la firma que estampaban al final del manuscrito, ellos se designaban como biógrafos o, si se puede perdonar este barbarismo a un traductor en apuros, como escribidores. […] No cabía apreciar en ellos ninguna de las habilidades, aún menos de las astucias, típicas del escritor, y contra las que se enfrenta la sagacidad del lector, que así queda encantado de su propia agudeza. Pero esta misma carencia era origen de encantamientos más potentes. Como si dejar de lado todos los artificios de la literatura permitiera a los biógrafos alcanzar en toda su pureza, y muchas veces a su pesar, algo esencial; eso sin lo cual no existe literatura y que toda literatura disimula como su manantial oculto; cierta experiencia sagrada tal vez.”

El papel de la mujer en esta sociedad se presenta como algo limitadísimo, con la única capacidad de ofrecer dos roles, madre o prostituta. Una dicotomía paradójica que demuestra un papel, el de la mujer, subyugado, como en nuestra sociedad, al papel que le dictan el hombre:

“-Desde luego. Sólo deme su ropa para que la sacuda, y la ropa interior, para que la lave.

-Pero ese no es un trabajo de mujer -protesté.

-Cuando llegó usted, yo estaba haciendo el trabajo de un hombre; ahora le sirvo como un muchacho; más tarde me conduciré como una mujer. Todos esos roles que dividen la sociedad que nos rodea hace tiempo que dejaron de estar vigentes entre nosotros.

Todo aquello lo decía con una creciente expresión de desprecio al que venía a mezclarse el hartazgo, un desprecio que no estaba hecho a mi medida, sino que abarcaba todo un mundo lejano del que yo no era más que un elemento cualquiera.”

El visitante que explora el territorio y sus ancestrales leyes será el acicate que pueda generar una revolución, la única manera de conseguirlo será a través de una guerra, o al menos, esa es la evolución hacia la que se va encaminando la narración según pasan las páginas:

“-No lo sé muy bien. Hay muchas guerras posibles. La más sencilla sería la de un país rico y organizado al que se agrede para despojarlo de todo cuanto posee e incluirlo en un imperio. Las relaciones, en este caso, son  de pura fuerza. Pero aquí, ¿qué se les puede quitar a los jardineros? Lo único que se puede hacer es destruir su manera de vivir y matarlos.

Y de repente pensé en el dominio abandonado en el que encontré al príncipe por primera vez.

-A fin de cuentas -proseguí-, este tipo de conquistador tiene una ventaja: no pretende traer la civilización. A partir de ahí, todo depende de lo que hagan los hombres en ese retorno de la tierra al estado salvaje. Se producirán barbaries insoportables, pero la vida no se apaga por ello.”

El problema radica en que, quizá, el dominio estructural está tan imbuido en las raíces de dicha sociedad que ni una guerra puede conseguir subvertir los papeles.

“-Vamos a ver. Lo que se presenta ahora es el fin de una manera de vivir antigua y el principio, tal vez, de otra nueva. El paso no se realizará sin dolor. Nosotras, las chicas, a nuestra manera, como otros en la suya, podemos ser ese dolor. Pero no significa en absoluto que vayamos a tener derecho a una vida mejor, claro que no.

-Pero ¿por qué? – no pude evitar protestar.

-Cualquiera que sea nuestra edad, nosotras somos de otra época. Nos tiene agarradas. Luchar contra el tiempo no es más que otra manera de durar en él. Lo que ahora bascula, en el mejor de los casos, nos sepultará bajo sus escombros, pues escapar de ello sería condenarnos a un vano destino de supervivientes. No existe un nuevo amanecer.”

Releyendo este último párrafo me doy cuenta de que quizá nuestra sociedad no está lejos de una sociedad dixtópica como la que nos plantea Jacques Abeille. Excelente lectura. Reflexiva, cargada de buen gusto.

Los textos provienen de la traducción de Lluís Maria Todó de “Los Jardines estatuarios” de Jacques Abeille para Sexto Piso.

Mi “Hype” literario de Otoño

Porqué manda OccidenteYa es habitual que, cuando llegamos a Otoño, se publiquen diversos artículos en periódicos que, en la mayoría de los casos, reflejan casi siempre los mismos libros, un catálogo gigantesco donde tiene cabida casi cualquier cosa y que, curiosamente, olvidan otras maravillas que, sin embargo, tienen mucho interés.

Para este Otoño os he preparado una selección jugosa y, os apuesto a que no va a aparecer por muchos sitios. Son los cuatro libros en los que tengo puestos más esperanzas para este final de año:

“¿Por qué manda Occidente…. por ahora?” de Ian Morris, editado por Ático Libros en su colección de Ático Historia. Estamos ante el tercer título de esta fabulosa colección que ya comenté en el blog con sus dos primeros libros aquí y aquí . Este ensayo, con un título tan potente, según la sinopsis editorial promete muchas emociones:

“Ian Morris nos acompaña en un viaje apasionante que se remonta al inicio de la civilización humana y reconstruye el surgimiento y caída de estados e imperios en busca de pautas y reglas que nos ayuden a comprender qué sucederá en el futuro inmediato. Ayudándose de la los-desafortunadosgeografía, la sociología, la biología y la historia militar, Morris consigue elaborar una asombrosa teoría que cambiará para siempre cómo comprendemos la historia del mundo.”

Me consta que el trabajo de edición ha sido arduo, la editora está más que orgullosa y viendo la calidad de los títulos barajados en esta colección y, particularmente la que atesora el británico, este diez de septiembre irá a nuestra biblioteca.

“Los desafortunados” de B.S. Johnson, nunca creí que podría decirlo, pero los chicos de la editorial Rayo Verde lo han hecho realidad, una de esas obras claves de un escritor, el malogrado B.S. Johnson del que solo disponíamos el fantástico “La contabilidad privada de Christie Mawlry” (de la extinta Libros del silencio). Ojo, no estamos ante un escritor fácil, muy al contrario, su excepcional prosa y todo el libro es un prodigio de experimentación. Se trata de una caja donde solo hay los-reconocimientosobligación de leer en orden el primer y el último capítulos, lo del medio cada uno lo puede leer en el orden que quiera. Una experiencia única, postmodernismo puro. Deseando ver cómo lo han hecho ya mismo.

“Los reconocimientos” de William Gaddis, en efecto, por fin podremos disponer en Noviembre de una de las obras pioneras del postmodernismo. Sexto Piso, poco a poco, va editando casi toda la obra del norteamericano. Todas las anteriores están reseñadas ya por aquí. ¿Cómo podría faltar su primer gran título? Otro festín, bastante voluminoso, pero para degustarlo.

“The public burning” de Robert Coover, editado por Pálido Fuego, todavía no hay fecha, título o portada, pero sí se sabe que va a salir en este otoño; considerada la ThePublicBurningobra maestra del norteamericano y una de las novelas más importantes del siglo XX. Increíble el trabajo de José Luís Amores para publicar una obra de tanta dificultad por primera vez en España. Una joya de esas que da sentido a la existencia de esta editorial.

Cuatro obras que constituyen un póker de ases. Obras claves del siglo XX en diferentes disciplinas y temáticas. Obras que enriquecen una lista de lecturas que, en ocasiones, se podría volver monótona. Que no falten los sobresaltos de este estilo.

“El piloto y el principito” de Peter Sís. La ilustración como hilo conductor

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El tipo de libro que os traigo hoy me hace cambiar mi forma de orientar la reseña; el texto no podría hacer justicia a un libro ilustrado donde la ilustración es el verdadero amalgamador de la historia, el hilo conductor que sirve para desarrollar la trama. Poner textos únicamente sería injusto y no reflejaría el buen hacer del autor checo Peter Sís, ganador en el 2012 del prestigioso premio Hans Cristian Andersen, máximo galardón de la literatura infantil.

En la sinopsis de la editorial encontramos el tema escogido por el autor, aunque el título ya resulta clarificador:

“Antoine de Saint-Exupéry nació en Francia en 1900, justo la época en la que se inventaron los aviones. Siempre había soñado con volar, y cuando se convirtió en un joven piloto, sus aventuras empezaron de verdad. Fue uno de los primeros pilotos en repartir el correo en avión y, junto con sus compañeros, ayudó a crear nuevas rutas a lugares lejanos. Antoine sobrevoló montañas y desiertos, luchó contra vientos y tormentas e incluso trató de batir récords de aviación. También se estrelló bastantes veces. Desde su avión reflexionaba sobre la vida en la tierra y en el cielo, y así le llegó la inspiración para escribir sobre sus experiencias.”

El comienzo de esta biografía ilustrada del autor del principito no puede ser más evocador, nos recuerda una época de aventuras, de descubrimientos, de fabricación de sueños:

“Hace mucho tiempo en Francia, en el cambio del último siglo, un niño nació para ser aventurero.

Era una época apasionante de descubrimientos en el mundo. Se estaban inventando cosas con las que las personas solo habían soñado, incluyendo máquinas voladoras.”

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Las ilustraciones, además de ser bellísimas cumplen dos cometidos: avanzar la historia, ya que aportan en muchas ocasiones contenidos y datos, que no aparecen en los textos al pie de página, que llevan la trama principal y la enriquecen; además de esto, el autor usa diferentes composiciones que pueden mostrar más de un tipo de dibujo a la vez, mostrando no solo su relación con la trama sino dando otras perspectivas pictóricas, como en el siguiente dibujo donde dos continentes se miran a la cara:

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De esta manera Sís dota de una pequeño grado de infantilización sutil, divertido y muy perceptible para los niños sin perder su objetivo principal: contar la mágica historia del aventurero Antoine;  y cómo esa conjunción de historias deviene en un relato de formación del artista, Küntslerroman; todo suma para la creación final de su obra maestra: “El principito”.

“Antoine paso más tiempo en el aire que nadie allí, porque ahora los pilotos también volaban de noche. Con las estrellas arriba y las luces debajo, su mundo parecía al mismo tiempo inmenso y diminuto.”

Sus grafismos ofrecen distintas posibilidades muy distintas en pocas páginas según lo que quiera reflejar; ese eclecticismo es patente al hablar de la guerra. Cuando estalla, destaca una paleta de colores más simple, dibujos más difusos, sin formas, no hay una especial composición de imágenes en el afán de mostrar la guerra con toda su crudeza:

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Lo que no quita para que, cuando quiere mostrar esta misma guerra desde un punto más educativo-informativo recurra a unos colores distintos además de jugar más con la composición de la página, más creatividad, en aras de otro tipo información mostrada:

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El resultado final es una pequeña delicatesen;  un paladeo  que se sirve con mucho gusto y que destaca por una tierna remembranza de la vida del autor del “Principito”. Peter Sís ha creado una verdadera delicia para pequeños y mayores, una historia de esas que son necesarias para olvidarnos de las rutinas diarias. Hasta un momento triste puede resultar hermoso:

“Pero nunca volvió. Algunos dicen que olvidó su máscara de oxígeno y que se desvaneció en el mar.

Puede que Antoine se encontrara su propio planeta reluciente cerca de las estrellas.”

Los textos provienen de la traducción del inglés de Raquel Vicedo Artero  de “El piloto y el principito” de Peter Sís para Sexto Piso

“La cámara sangrienta” de Angela Carter. Deconstruyendo cuentos de hadas.

la-camara-sangrientaEsta reedición de los cuentos de Angela Carter es, sin lugar a dudas, uno de los grandes acontecimientos literarios del año por varios motivos: sobre todo por la calidad de los relatos y por la espléndida edición de Sexto Piso, con unas ilustraciones/grabados de Alejandra Acosta que, sencillamente, quitan el aliento.

No voy a esconder que me encantan las recopilaciones de cuentos; tampoco voy a negar que es de lo más difícil de reseñar porque requieren más tiempo pensarlas, encontrar nexos de unión, reflejar lo que has leído., etc… más cuando se trata de recopilaciones de autores variados; afortunadamente, en esta ocasión, los cuentos son todos de la misma escritora.

“La Cámara sangrienta” “es una colección de diez relatos explícitamente basados en cuentos de hadas, en especial, de Charles Perrault, pero también de Jeanne Marie Leprince de Beaumont, del folclore europeo, e incluso de la radionovela, con claras influencias de la narrativa del Marqués de Sade.”

Tomando dicha base realiza una reescritura de los mismos aprovechando nuestro conocimiento de ellos; esta intertextualidad es imprescindible para realizar su deconstrucción; ya que, de esta manera, somos capaces de interpretar los cambios que se producen en la historia, unos sutiles y otros no tanto. Esta reescritura tiene un fin muy claro, la lectura feminista es inevitable, pero es inusualmente placentera por el estilo que usa la escritora.

El cuento homónimo,  basado en el Barba Azul de Perrault, es una muestra excelente, abre la recopilación y encontramos las constantes que se van repitiendo en cada uno de sus exponentes:

“Mi camisón acababa de ser liberado de su envoltura; se había posado sobre mis hombros y mis pechos jóvenes y puntiagudos, leve como una prenda de agua pesada, y ahora me acariciaba con picardía, flagrante, insinuante, abriéndose paso entre mis muslos mientras yo me movía sin sosiego en la estrecha litera. El beso de mi esposo, su beso con lengua y dientes y el roce de una barba, me había insinuado la noche de bodas con el mismo tacto exquisito del camisón que me había regalado; una noche de bodas que se aplazaría voluptuosamente hasta que yaciéramos en su antigua y fabulosa cama, en un dominio situado en una cumbre y rodeado por el mar que todavía escapaba a mi imaginación… aquel lugar mágico, el castillo de hadas con muros de espuma, la morada legendaria donde él había nacido. El lugar donde, algún día, yo le daría un heredero. Nuestro destino, mi destino.”

Lo sensual se une a lo sexual, la ambientación opresiva, los secretos sin desvelar; de fondo, la aparente fragilidad de la mujer que, en un primer momento, une su felicidad a la de su marido de una manera indisoluble; las consecuencias del patriarcado son más patentes cuando descubrimos que él, sin embargo, puede mantener secretos a su mujer:

“-Todo hombre debería ocultar un secreto, aunque solo sea uno, a su esposa –dijo-. Prométeme esto, mi pálida concertista de piano; prométeme que usarás todas las llaves del llavero menos la pequeña que te he enseñado al final. […] Solo es un estudio privado, un escondrijo, un cubil, como dicen los ingleses, al que a veces voy en las infrecuentes pero inevitables ocasiones en las que el yugo del matrimonio me pesa demasiado sobre los hombros. Voy allí, como seguro que comprendes, para saborear el raro placer de imaginarme soltero.”

Ese secreto será el desencadenante de la curiosidad de la protagonista que descubrirá una terrible revelación. El final de esta prodigiosa reescritura nos muestra la fuerza de la unión entre las mujeres, esa especie de telepatía final entre ellas incide en uno de los aspectos que resaltaba la gran Adrienne Rich, exponente del feminismo más radical, al hablar de una especial comunicación que se da entre las mujeres únicamente y que ninguna amistad entre hombres podría conseguir nunca.

En “La novia del tigre” no se olvida de los elementos sobrenaturales, una marioneta interactúa con la protagonista, no hay nada humano, incluido el hombre:

“Un golpe y unos ruidos tras la puerta del armario. La puerta se abre y de repente aparece una soubrette de opereta, con lustrosos rizos de color castaño caoba, mejillas sonrosadas y grandes ojos azules. Tardo un momento en reconocerla con su capita, sus medias blancas y sus enaguas con volantes. Lleva un espejo en una mano y una borla de polvera en la otra y tiene una caja de música en el lugar donde debería tener el corazón. Mientras avanza hacia mí sobre unas ruedas, tintinea.

-Aquí no vive nada humano –dijo el criado.”

En “La dama de la casa del amor” utiliza el vampirismo de su ocupante femenina, obsesionada con un destino preestablecido por su origen, para mostrarnos que, incluso a pesar de este origen, es capaz de decidir por sí misma su destino:

“Las blancas manos de la tenebrosa belleza barajan las cartas del destino. Sus uñas son más largas que las de los mandarines de la antigua China y todas terminan en una punta afilada. Estas y sus colmillos, tan finos como hilos de caramelo, son los signos visibles de la fatalidad de la que intenta escapar con nostalgia a través de los arcanos. Sus uñas y dientes se han ido afilando durante siglos y siglos de cadáveres. Ella es el último brote del árbol ponzoñoso que surgió de las entrañas de Vlad el Empalador, quien se daba festines de cadáveres en los bosques de Transilvania.”

En “El hombre lobo” Caperucita Roja lleva un cuchillo en la cesta, en efecto, ese cuchillo es la manifestación de su poder; una mujer contemporánea cada vez más poderosa y que se revela ante el dominio del hombre.

“La niña tenía una roñosa capa de piel de oveja para protegerse del frío; conocía tan bien el bosque que no le daba miedo, pero nunca bajaba la guardia. Cuando oyó el aterrador aullido de un lobo, dejó caer los regalos, sacó el cuchillo y se giró hacia la bestia.

Era enorme, de ojos rojos y fauces grandes y babeantes. Cualquiera se habría muerto de miedo al verlo, excepto la hija de unos montañeses. Se le lanzó a la garganta, como hacen los lobos, pero ella le asestó un golpe con el cuchillo de su padre y le cortó la pata derecha.”

La paradoja final de esta versión es deliciosa por sus implicaciones, aunque prefiero no desvelarlo para los futuros lectores.

En “Lobalicia” redunda en dos temas principales, el coming of age o relato de formación, y la metamorfosis:

“Pobre criatura herida…  atrapado entre estados tan extraños, una transformación abortada, un misterio incompleto que se retuerce de dolor en la cama negra de su dormitorio, tan parecida a una tumba micénica, que aúlla como un lobo con la pata en una trampa o una mujer de parto, y sangra.”

Esa metaformofosis sirve como metáfora de la lucha de la mujer en una sociedad que quiere oprimirla, del sufrimiento que tiene pasar; la mujer que saldrá de tanto dolor será válida por sí misma, tendrá valor en sí, sin que la sociedad se lo atribuya.

Excelente, sin lugar a dudas, una verdadera maravilla que se paladea desde todos los niveles de lectura que ofrece para nosotros, humildes lectores. No os los perdáis. De lo mejor que llevamos este año.

Traducción de Jesús Gómez Gutiérrez de “La cámara sangrienta” de Angela Carter para Sexto Piso.

Magnifícas Ilustraciones de Alejandra Acosta

“Del color de la leche” de Nell Leyshon

Del-color-de-la-lecheSi hay una cosa de la que puede presumir Sexto Piso es de su eclecticismo a la hora de elegir títulos para publicar, además de alternarlos con diferentes géneros, alternando ficción con ensayo. Uno de esos libros que provoca empatía en el lector y que está destinado a gustar es el que traigo a continuación.

Se trata de “Del color de la leche” de la escritora británica Nell Leyshon; cuenta la historia de una mujer-niña de 15 años, Mary, en tiempos difíciles, en el año 1830; un tiempo de sombras en el que la mujer tenía que soportar los efectos del  patriarcado en una sociedad machista que instrumentalizaba su labor, tratándolas como objetos; su peculiaridad, que tiene el pelo “del color de la leche”:

“mi pierna es mi pierna y nunca he tenido otra pierna. así he sido siempre y así he caminado siempre. madre dice que ya era así cuando vine al mundo. era como una especie de desperdicio con el pelo como la leche y nací después de lo que pensaban y por esa razón estaba cubierta de pelo como si fuera un animal y tenía las uñas largas, y ella dice que eché un vistazo a mi alrededor y abrí la boca y pequé un grito y algunos dicen que no la he cerrado desde entonces.”

Como podéis ver por el texto, la escritora lo plantea como una narración en primera persona (de ella) plasmada en una especie de diario escrito por ella misma. Tras ser vendida como servicio por su padre para ayudar al vicario, recreando el Pigmalión, consigue aprender a leer y a escribir (un hito nada frecuente en los tiempos en los que se ambienta) y contar su historia:

“estoy sentada al lado de la ventana y estoy escribiendo esto con mi propia mano, y tengo que escribir en las horas de sol porque hay luz y la luna no da suficiente luz, porque por la noche está oscuro y cuando está oscuro no puedo escribir.

               me acuerdo de aquel día y sé que fue el día en que todo cambió.”

Para ello adopta un estilo característico que se va repitiendo a lo largo de la obra, Mary no es capaz de distinguir entre mayúsculas y minúsculas, su escritura no tiene artificios, es seca, cruda por momentos, me recordaba a los últimos libros de McCarthy desde “La carretera”; es la escritura de una persona oprimida y superada por los acontecimientos, una persona sencilla en la apreciación de lo que importa de la vida:

“¿es que nunca te cansas?

si me canso, me voy a dormir.

haces que todo parezca tan sencillo.

lo es. dije yo.”

Pero tan sincera que resulta hiriente al expresar lo que realmente siente y que no oculta, se siente destruida en su interior: 

“las palabras que acabas de leer, me dijo. la biblia te está diciendo que tienes que abrir tu

corazón y dar.

pero yo ya no tengo nada más que dar, le dije. porque ya he dado todo lo que tenía.”

Esta es una historia de dolor, de miseria, de lucha… una historia que consigue sobrecoger a pesar de que puedas esperar lo que va aconteciendo. La violencia es la respuesta ante tantos abusos, ante la pérdida de la capacidad de elección; esa violencia es lo único que puede resultar un atisbo de libertad.

“y ahora ya he terminado y no tengo nada más que contarte.

así que voy a terminar esta última frase y voy a secar mis palabras donde la tinta forma unos charcos al final de cada letra.”

y entonces ya seré libre.”

Estupenda propuesta de lectura la que nos trae, como siempre, la editorial Sexto piso.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Mariano Peyrou para esta edición de “Del color de la leche” de Nell Leyshon.

Mis lecturas favoritas del año 2013

Me encantan las listas. Hay tantas listas como gustos y siempre es divertido comprobar lo que sale y sobre todo ligarlo a las afinidades de cada lector.

Este es el tercer año, desde que me “dedico” a escribir posts sobre libros en distintos sitios,  en el que preparo una lista con lo mejor del año. A ver si, poco a poco, consigo que se convierta en una costumbre el que aparezca este post justo el día 1 de enero del año siguiente.

Como en años anteriores me gusta repasar lo que ha sido mi año lector personalmente; también solía hacer una pequeña reflexión sobre el mundo editorial; pero gracias a las “Epístolas librescas” del grandísimo Jónatan Sark en el maravilloso Blog Ausente de Lord Absence, no tiene mucho sentido, ya que en ellas está todo lo bueno  que va saliendo en el año. Además, en su post con el clásico “Sark de Oro” del año realiza un resumen tan exhaustivo como interesante.

Os dejo a continuación los enlaces a estas Epístolas que si no conocéis ya estáis tardando en ir a verlas:

Epístola 1.

Epístola 2.

Epístola 3.

Epístola 4.

Epístola 5.

Epístola 6.

Centrándome en lo personal, tengo que reconocer que, nuevamente este año, me he superado en la mayoría de atributos; he leído mejor, más cantidad, más calidad y más en inglés.

El año pasado terminé 131 libros, y estaba bastante bien, pero este he llegado a los 171 que parecen un límite bastante razonable. También es cierto que, en el proyecto que tengo pensado a tres años las novedades han acabado asfixiando mi reto y debo retomarlo con más fuerza este año para poder terminarlo. En cuanto a las editoriales, como de costumbre, he escogido un montón de títulos pertenecientes a las más  pequeñas, tengo tendencia a ello, y a evitar, habitualmente, los best-sellers vendidos a bombo y platillo. El año que viene se presenta del mismo estilo, sobre todo porque, posiblemente, el Grupo Prisa sea absorbido definitivamente por Random House Mondadori, dejando todo el poder a dos grupos que monopolizarán las novedades mensuales y unas pocas editoriales intentando buscar su hueco entre “nichos” de lectores que busquen ofertas distintas.  De hecho este año lo hemos visto, cómo surgen grupos pequeños buscando su espacio en el corazón de alguno de nosotros como “Malpaso” o “Ginger & Ape”.

cuentos-de-muerte-y-demencia-9788415717287Sin más demora, paso a comentar los que considero las mejores lecturas del año; no son ni más ni menos que los libros con los que más he disfrutado. Son todos publicados (o reeditados) este año y siempre pongo una novedad (o dos) de años anteriores por su relevancia literaria; evidentemente no leo todo, mi ancho de banda llega a donde llega, y soy consciente que hay varios libros que tengo a punto de leer que podrían haber entrado en esta lista. Otros años dejaba once títulos en total, este año han salido más; no lo voy a dejar fijo, este año salen estos y el próximo posiblemente saldrá otro número. Teniendo en cuenta estas consideraciones, vayamos a la lista:

“Cuentos de demencia, amor y muerte” de Poe y Gris Grimly, en un año en el que han proliferado los libros ilustrados, con propuestas de todo tipo, esta edición de Nórdica elcazadorsordode los cuentos de Poe brilla con luz propia gracias a las fabulosas ilustraciones del enigmático Gris Grimly que convierten el libro prácticamente en un cómic y que consiguen el doble objetivo de resaltar las historias de Poe hasta en sus detalles más nimios además de maravillarnos con su indudable preciosismo.

“El cazador sordo” de James McClure, el editor de Reino de Cordelia es, como yo y otros tantos, un fanático del sudafricano McClure y tiene la idea de sacar todo lo inédito del increíble escritor; esta obra tiene todo lo que se necesita para hacer una novela negra perfecta: personajes carismáticos, una buena trama, dolor, en fin, otra obra de incalculable perdida-gillian-flynn-L-C_o8Lavalor.

“Perdida” de Gillian Flynn, sorprendentemente está pasando desapercibida por su halo de best-seller, pero esta historia nos demuestra que el legado de Patricia Highsmith no se ha perdido; la perversidad del personaje principal  me recuerda a los mejores momentos de la inglesa y de Jim Thompson por su afán de darle la vuelta a todo lo establecido y salir impune. Mucha más calidad de lo que la gente se puede pensar.

ojohalconPor“Ojo de Halcón. Seis días en la vida de…” Matt Fraction y David Aja, hacía tiempo que no disfrutaba tanto con un cómic; los seis primeros números de la nueva colección de Ojo de Halcón nos demuestran que no hay personajes acabados sino malos escritores. Este es uno de esos cómics en que la perfecta unión entre dibujo y trama dan como resultado una de esas pequeñas obras maestras del noveno arte. Aja está inmenso en la narración, Fraction crea historias con un lapromesakamilpunto de preocupación social sin olvidar lo superheroico. Excepcional.

“La promesa de Kamil Modracek” de Jiri Kratochvil, sorprendente novedad esta del checo Jiri Kratochvil que nos trajo Impedimenta. No era esperable que una especie de novela negra postmodernista del este, de un autor desconocido por estos lares, fuera a funcionar tan bien como novela de género y reflexión sobre la culpa el dolor además de incorporar elementos metaficcionales. un-paraiso-inalcanzable-9788415625278Una joya a descubrir en el gran catálogo de Enrique Redel.

“Un paraíso inalcanzable” de John Mortimer, todo lo que sale proveniente de las islas británicas me suele llamar la atención; este libro que publicó Libros del asteroide nos trae a John Mortimer reflejando como nadie el paso plantador_gdedel tiempo de la sociedad británica de postguerra hasta los tiempos de Margaret Thatcher con una sutil ironía y buen humor a raudales, una obra clave de este año.

“El plantador de tabaco” de John Barth, por fin, gracias a Sexto piso, tenemos entre nosotros la legendaria obra del norteamericano y podemos degustar en su plenitud su multitud de puntos de vista. Me extendí pero bien en la reseña donde explico sus grandes virtudes. Una delicia para todo aquel que disfrute de la luztodaspartesliteratura con mayor grado de complicación pero no desdeñe el buen humor.

“Luz por todas partes” de Cees Nooteboom, estamos, sin lugar a dudas, ante  la mejor recopilación de la obra poética del holandés infatigable. Una antología que, gracias a Visor de libros, nos lleva desde los primeros poemas a los últimos publicados y podemos comprobar la heroes_aventureros_cobardes-jacinto_antonevolución en las temáticas y en el estilo. El gusto por el acertijo llevado hasta las últimas consecuencias. Uno de los mejores autores actuales.

“Héroes, aventureros y cobardes” de Jacinto Antón, cierto que no son nuevos, pero también lo es que es la primera vez que se recopilan esta serie de artículos del periodista en un solo libro; Jacinto Antón hace que, tengamos la edad que tengamos, se acreciente nuestra sensación de maravilla ante todo lo que nos cuenta.  ¡Viva la aventura!, en la más fiel tradición de Indiana Jones o Quatermain.

Luminosas-673x1024“Cartas de cumpleaños” de Ted Hughes, no es exactamente de este año pero estas cartas han sido reeditadas por Lumen con ocasión del aniversario de la muerte de Sylvia Plath; indisolublemente unidos a la obra de Plath, Hughes está colosal en este poemario que podemos disfrutar en plenitud en esta edición bilingüe; más allá de lo confesional, el aliento poético del británico es proverbial y nos lleva al thomas-pynchon-bleeding-edge-novelcielo con su intensidad dramática.

“Las Luminosas” de Lauren Beukes,  estamos ante el perfecto thriller, pastiche de géneros donde un asesino en serie se desplaza en el tiempo. Al mismo tiempo tenemos un retrato de la mujer y de la sociedad a lo largo del tiempo. La novela te deja sin aliento por su adicción y tiene paradojas de una sutileza difícilmente superable. Una maravilla.

“Bleeding Edge” de Thomas Pynchon, Pynchon ante el desastre de las empresas de internet y ante el 11-S, Pynchon retador y más cercano a la novela de género que a sus obras Tapa-baja-Jota-Erre-195x300más voluminosas. Pynchon siempre a un nivel muy alto, esperemos que este año pueda ser publicada en España, pero habrá que esperar.

“Jota Erre” de William Gaddis, Gaddis llevó la sátira de la sociedad capitalista a sus últimas consecuencias en esta mastodóntica obra maestra. El fracaso del sueño americano estaba patente aquí en la figura del niño Jota Erre Vansant, subversión del mito; paradigma de la gran el-renacimiento-del-siglo-xii-9788493829582Novela Americana por el reflejo del zeitgeist de una nación. Estilo inigualable. Imprescindible.

“El Renacimiento del siglo XII” de Charles Homer Haskins, ¿quién dice que un ensayo histórico tiene que ser aburrido “per se”? Ático de los libros quiere demostrarnos con su recién lanzada colección de historia que puede ser muy divertido y estar muy bien escrito. Su punta de lanza puede ser, sin duda, este deleite de Mal dadasCharles Homer Haskins que nos relata una época, la Edad Media, oscura de por sí, con la claridad de su erudita prosa.

“Mal dadas” de James Ross, parece mentira que en 1940 el infortunado James Ross realizara una obra de estas características; a medio camino del retrato de la sociedad norteamericana  post- Gran Depresión y de la novela negra más sórdida, se trata de un retrato de los anhelos de los habitantes del sur americano y de su lucha Casadehojaspara salir de las situaciones más penosas para alcanzar el gran “sueño”. Otra de esas pequeñas sorpresas que nos trae habitualmente Sajalín Editores.

“La casa de hojas” de Mark Z. Danielewski, lo que en un principio era imposible este año se ha hecho posible gracias al trabajo de Alpha Decay y Pálido Fuego; es decir, tener la primera edición en español de la inigualable obra del norteamericano; una obra única por lo que supone como experiencia, en la que texto, disposición del texto, trama y el propio lector se convierten en parte de la misma. Una obra necesaria que ahora podemos asesinociegodisfrutar… y temer.

Y para acabar recupero en esta ocasión dos obras de otros años que, sin embargo, constituyen dos obras maestras ineludibles. No pude dejar de alegrarme de la concesión del Nobel a Alice Munro, pero tampoco pude dejar de entristecerme por las consecuencias directas: la muy posible condenación al ostracismo de dos de las escritoras más grandes vivas que tenemos en infiella actualidad: Por un lado su compatriota Margaret Atwood  que  tiene en “El asesino ciego” una de las obras más deliciosas que he tenido la oportunidad de leer, completísima en trama, estructura, personajes, para paladares selectos. Por el otro, desde luego, ya lo sabéis, la simpar Joyce Carol Oates y su recopilación de historias cortas (tan de moda ahora gracias a Munro) “Infiel. Historias de transgresión”, cada relato una verdadera patada en el estómago y a todas nuestras comodidades y seguridades, una subversión continua que demuestra  su maestría en la narración y que nadie (sensible o no) debería perderse.

Bueno, y eso es todo… creo que este año me he pasado, pero valía la pena. Ha sido un muy buen año. ¿Qué nos traerá el siguiente? En este blog lo iréis viendo como de costumbre.

Espero que os guste la selección y os ayude para las compras navideñas.

¡Feliz año 2014!

“Jota Erre” de William Gaddis

2013-11-14 21.12.04Parto de las siguientes bases como conocimiento de partida:

-Consideraciones sobre el autor y su obra en este artículo, que realicé a propósito de la lectura de “Gótico Carpintero”.

-Definición del mito de la Gran novela americana en este otro donde tomé como ejemplos a Franzen y Scott Fitzgerald para establecer los fundamentos del gran mito.

“Jota Erre” fue la segunda novela escrita por William Gaddis, veinte años después de “Los reconocimientos” (1975) y anterior a la ya mencionada “Gótico Carpintero” (1985); lo que llama la atención al acabar esta mastodóntica novela es, sobre todo, la ambición del escritor, mientras “Gótico…” iba a lo “micro” para explicar un escenario “macro” con pocos personajes; aquí, en “Jota erre”, partimos de lo “macro” el escenario inmenso de la sociedad norteamericana y el capitalismo enfermizo  para explicar lo que ocurre en las vidas de los más de cien personajes que van apareciendo.

El personaje principal es Jota Erre Vansant, un niño de once años que entiende perfectamente cómo se maneja la sociedad y que, mediante su inteligencia, articulará los medios necesarios para hacerse poderoso en una empresa prácticamente ficticia. De él no sabemos prácticamente nada en un principio; todo lo que sabemos viene porque es uno de los protagonistas de “El oro del Rhin” wagneriano, Alberich, y la descripción de su persona la tenemos en boca de otros personajes:

“-¡Vale!, el enano, vamos, ¿quién es Alberich, el enano?.

-Se supone que es el chico ese, Jota Erre –dijo Odín, acercándose sigilosamente, limpiándose las manos en una cola de zorro-. Solo lo hace para librarse de la gimnasia el enanito ese de todas maneras. Todavía no tiene el disfraz ni siquiera.

[…]

-Estoy resfriado, por eso tengo los ojos así –dijo Odín con una mirada legañosa que envió a Bast a recorrer el pasillo y a salir del auditorio de color pastel; buscó tras todas las puertas hasta que llegó a la última: allí, en una silla giratoria, estaba sentado un chico, de espaldas a la puerta; su triste jersey de rombos negros sobre un fondo gris se inclinaba sobre el escritorio, y una mano con un cabo de lápiz se levantaba por encima de un hombro delgado para rascarse donde le surgía el pelo, junto a una vasta etiqueta cerca de la nuca.”

“-Ah, sí, es verdad, me ha parecido que no se baña muy a menudo pero, no, tiene algo, tiene algo distinto, cuando le hablo no me mira pero no es como si, no parece que estuviera ocultando algo. Da la impresión de que estuviera intentando entender lo que le digo, incorporarlo en un mundo completamente distinto del que no sabemos nada, es un chiquillo tan ansioso, pero tiene algo como desolado, como un hambre…”

Conocemos al verdadero eje de la trama por la narración de otro; se convierte en una figura en la oscuridad que sabemos que es el protagonista pero de la que se nos dan los datos a cuentagotas; no es casual que haga de Alberich en la obra de Wagner; en esa obra, el enano es el epítome del egoísmo, un enano pequeño y negrísimo, un ser repulsivo y perverso, desgraciado y de frío corazón que robó el oro del Rin y esclavizó con él a sus hermanos Nibelungos; en efecto, es el paradigma del capitalismo más exacerbado, Gaddis hila cada nexo, no hay elementos al azar. Solo hay que ver, según avanza la obra, en lo que se va convirtiendo nuestro Jota Erre capaz de manejar los hilos de la empresa desde un teléfono en el que se pondrá pañuelos para deformar su voz y que no reconozcan que es un niño en realidad:

 “-¡Vale, y qué quieres que haga! –dio una patada a un montón de hojas que había delante de él, se detuvo ahí para cambiar de brazo su carga-, o sea, ¿qué me dedique a vender esas muestras cosméticas gratis, con las cajitas de cerillas esas, los zapatos esos que son enormes?, ¿o, o sea, la cosa esa que tengo en casa de una emocionante carrera trabajando en un motel o las importaciones y exportaciones en la intimidad de tu propia casa? O sea, los ratos divertidos esos, mi madre siempre está trabajando, cómo sé yo cuándo va a volver, o sea, es como lo de los bonos y las acciones esas, no ves a nadie, no conoces a nadie, solo por correo y por teléfono, porque así es como lo hacen, nadie tiene que ver a nadie, puedes tener una pinta rarísima y vivir en un retrete, ellos qué saben, o sea, es como los tipos esos de la bolsa de valores donde se venden acciones unos a otros. No les importa una mierda de quién son, solo venden y comprar para una voz que se lo dice por teléfono, por qué les va a importar una mierda si tienes ciento cincuenta años, lo único que les..”

Gaddis satiriza hasta el extremo la creación de una empresa, y por extensión el capitalismo, poniendo la figura de un niño de apenas once años a controlar y crearla dándonos dos lecturas, a cual más terrorífica: por un lado que hasta un niño puede martirizar, gracias al capitalismo, a sus congéneres; por el otro, el capitalismo se convierte entonces en una infantilización de nuestras vidas que dejan de cobrar sentido. Esta satirización extrema de la sociedad empezará a verse en el gran escenario originado, solo tenemos que ver cómo se puede empezar una guerra si interesa lo que hay allí:

“-Box, el general Box, es un directivo de la compañía, lo nombraron porque todavía tiene algunos contactos bastante miserables en el Pentágono y es perfecto para enviarlo como punta de lanza a algún país miserable donde hemos comenzado una guerra civil para que se independice la única provincia donde está la riqueza mineral de todo el país, joder, he tenido que volar cinco mil kilómetros para prepararle un discurso y dárselo bien mascado para que no diga Platón rima con camión, joder.”

O cómo todo al final se rige por la ley del peloteo, se paga a la gente para hacer quedar bien a otros:

“-Comandante, por última vez, cállese y escuche, lo  único que tenemos que proteger aquí es un sistema organizado para fomentar la conducta más miserable posible de la naturaleza humana y hacer que quede bien. A Dan se le pagaba para que hiciera quedar bien a Whiteback, no ha podido hacerlo y ha quedado fuera. A Whiteback se le ha estado pagando para hacerme quedar bien a mí, no lo ha hecho y también ha quedado fuera, comandante, y en eso consiste Estados Unidos en realidad, pero si usted cree que yo voy a intentar que usted quede bien, ahí, cagando balas en su refugio con su sistema de gestión de residuos, cuando suban al monte buscándolo…”

Es escalofriante darse cuenta de que, en realidad, sin hacer nada ilegal, se puede conseguir lo que se quiera a costa del resto, el caso es encontrar la ley que pueda justificar las trampas realizadas a nivel económico:

 “Las leyes son las leyes, por qué vamos a querer hacer nada ilegal si hay leyes que nos dejan hacerlo de todas maneras, como vender los telares esos en el programa de ayuda estadounidense a Sudamérica y que el dinero estadounidense vuelva aquí, o sea, ¿nos hemos inventado nosotros la exención de impuestos que se consigue con eso? O sea, si ponemos cien mil, o sea, un millón de dólares en la exploración esa, la perforación, ¿nos hemos inventado nosotros que podemos deducirnos el ochenta por ciento por los costes intangibles de perforación esos? Si encontramos petróleo, gas o algo, ¿se supone que tenemos que dejarlo ahí si nos dan el veintidós por ciento por agotamiento de recursos para que nos pongamos en marcha y lo agotemos? O sea, estas son las leyes estas y usted tiene que encontrar exactamente la letra, y eso es lo que hacemos.”

WGdworkin1Este desolador panorama, durante tantas páginas podría resultar deprimente, pero, sin embargo, no es así, Gaddis impregna su prosa con buen humor, un humor que tiene dos vertientes, por otro lado, el más negro:

 “-Tom aquí hay un niño que vende tarjetas de felicitación, en qué curso estás.

-Sexto eme, la señora Manzinel…

-Tom aquí un niño buscándose la vida en sexto eme, vende tarjetas de felicitación. Qué felicitación.

-Bueno, sabe, hay tarjetas para todas las ocasiones, o sea, para todas las ocasiones, son para todas…

-Tarjetas para todas las ocasiones, Tom, tiene para todas las ocasiones.

-O sea, cumpleaños, aniversarios, sabe, todas las ocasiones, o sea…

-Tengo un amigo se ha tirado por la ventana, ¿tienes una tarjeta para eso?

-Bueno, vaya, me, a lo mejor se recupera…

-No puede recuperarse, se fue a casa y se ahorcó, ¿tienes una tarjeta para eso?

-Bueno,  vaya, me parece que no, pero a lo mejor usted podría…

-Tengo una mujer, le paso la pensión alimenticia, se acuesta con un vendedor de libros, una ocasión de la hostia, ¿tienes una tarjeta para eso? 

-Bueno, vaya me, o sea, aquí tengo simpatía, a lo mejor usted podría…”

Por el otro lado, el humor más caótico y acorde con el estilo del grandísimo Gaddis, con una habitación que recuerda al camarote de los hermanos Marx y que se convierte en una enumeración de productos según los protagonistas se van tropezando con ellos:

 “-¡No ponen la sinfonía entera, ni siquiera ponen el scherzo entero, joder, cabrones…! –Guía Musical de 1911 cayó hacia un lado, él se retorció, golpeó, dio una patada a 24 paquetes de 10 pastillas, lo empujó con fuerza con una rodilla, con la otra empujó con fuerza 48 latas de salsa de ternera Primera Calidad y se hundió aún más, lo intentó con un hombro contra el abrupto descenso de 2 docenas 57 El kétchup más vendido del mundo, se afanó, sacó una mano-, ¡uuf! –Especializado Extra se le rompió contra una costilla-, ¡cabrones..!”

No puedo acabar esta reseña sin hablar del estilo, del inconfundible, retador y desafiante estilo del norteamericano; sirva como explicación el artículo del que hablé al principio, en esta obra lo llevó hasta la perfección: diálogos interminables en forma de monólogo interior en los que no vemos toda la conversación que se está desarrollando, nos la tenemos que figurar; cada diálogo realiza la transición de una manera sublime al siguiente personaje, y nunca se nos informa de quién está hablando, consiguiendo el inconfundible efecto de que estamos viviendo ese caos, el caos que Gaddis entendía que era la sociedad en la que vivía y que satirizaba sin piedad, si somos conscientes de que hay más de cien personajes, no voy a engañaros, cuesta ir diferenciando a  cada uno de ellos, aunque según pasan las hojas aprendes a darte cuenta, Gaddis te educa en la excelencia; cuántas elipsis, cuánta sutileza al desarrollar cada paso de una escena a otra; son esos hilos invisibles que tan bien utilizaba Virginia Woolf en “Mrs Dalloway” al realizar los cambios de escena, os dejo con uno de esos innumerables momentos:

 “-¿Ves, Donny? Papi no está enfadado, solo quería recuperar su centavo… -Por la previsible reconvención que escuchó todo el rato, hasta el final, antes de bajar los ojos y apartarlos de aquel hostil espectáculo del crecimiento para volver a marcar, y alzarlos de nuevo hacia su esposa, ahí fuera, que refregaba su sari con agua de la manguera del jardín agachada como una lavandera gangética; la mirada vacía fija en el privilegio remotamente masculino de la caza, mientras prosperaba, aquí, junto a unos recargados herrajes hechos de aluminio para que parecieran nuevos, y nuevas extensiones de postes y vía tratados para que parecieran viejos, con la forma de Bast, próximo a un galope detrás de una presa que trotaba despreocupada, más segura, a cada paso, bajo la protectora monotonía del negro estampado sobre el gris, desgastado, enredado, sin pelar ni cuidar los detalles, a medida que los intervalos entre los arrayanes que se mantenían a una podada distancia de las mimosas, muy alerta a Seguros, Pedicuro. En venta magnífica mansión, Dios responde a nuestras plegarias, dejaban paso a profundidades de acacias atrofiadas hacía largo tiempo por las luchas intestinas que ahora forcejeaban con la madreselva, y la propia acera al fin desaparecía debajo de la hierba, en el emplazamiento designado por la gracia de Dios para un edificio para el culto, por parte de la gente de la Iglesia Baptista Primitiva, en un cartel a punto de ser reclamado por la maleza:

-¡Para!

-¿Qué?

-¡He dicho que espere un momento…!

-No, usted ha dicho…”

Abrumador el manejo de la prosa.

Y ahora enlazo con el segundo artículo, en efecto, esta novela es un prototipo incluido en el mito de la Gran novela americana porque refleja, sin lugar a dudas, el estado de una sociedad como la norteamericana en un momento concreto; poco importa que lo que refleje sea precisamente la destrucción del sueño americano, ahí está precisamente el reflejo del fin de una sociedad como la capitalista, ya hace unos cuantos años.

Para acabar con este maestro, no hay que dejar de mencionar su predilección por la música, solo tenemos que ver el siguiente párrafo, pero está omnipresente a lo largo del libro:

“-¡No, es eso! Eso es lo que estoy tratando de, escucha, lo único que quiero que hagas es que te olvides un momento de las deducciones esas de cinco centavos de los activos netos tangibles esos y escuches una obra de un músico extraordinario, es una cantata de Bach, joder, Jota Erre,  ¿no entiendes que lo que estoy tratando de, de mostrarte es que existen otras cosas que son, que son activos intangibles?, lo que traté decirte la noche esa del cielo, ¿te acuerdas?, ¿cuándo volvíamos del ensayo ese, la sensación esa de, de maravilla absoluta de El oro del Rihn, te acuerdas?

-Bueno, me, claro, o sea, todavía lo estamos haciendo, la señora di…

-Que puede elevarte por encima de ti mismo, hacerte sentir cosas que, ¿entiendes algo de lo que te estoy diciendo?

[…]

-¡No tiene por qué ser así, eso es lo que te estoy diciendo! La música es una, no es solo efectos sonoros, hay cosas que solo la música puede decir, cosas que no pueden escribirse ni colgarse de un tendedero, cosas que…”

La música te eleva como persona y se convierte en la respuesta humanizadora ante la deshumanización de una sociedad como la nuestra; lo aparentemente inútil, como la música y, desde luego, la literatura, se convierten en la única forma de seguir siendo personas.

Imprescindible obra maestra nuevamente traída de la mano de la editorial Sexto Piso, el año que viene, “Los reconocimientos”, ya cuento los días.

Los textos provienen de la traducción del inglés de Mariano Peyrou para esta edición de “Jota Erre” de William Gaddis por la editorial Sexto piso.

“El plantador de Tabaco” de John Barth

Si algo tenía claro era que la vuelta al blog después de las vacaciones tenía que ser a lo grande; ya que este post es el número ciento cincuenta y para tal acontecimiento era necesario que el comentario se refiriese a una “magna” obra. Dicho y hecho, aprovecharemos el momento para hablar de “El plantador de tabaco” del norteamericano John Barth.

plantador_gdeDesde que empecé Filología Inglesa tengo una pequeña obsesión con pintar, rellenar todos los huecos de la narrativa anglosajona; cosa harto difícil, habida cuenta del número de obras que permanecen inéditas todavía en este, nuestro querido país. Dentro de ese fascinante mundo anglosajón las piezas del puzle se van ensamblando cada vez más, gracias a la labor de editoriales pequeñas independientes: ahí tenemos el caso de Pálido Fuego que va a publicar en no mucho tiempo el “House of leaves” de Danielewski, obras de David Foster Wallace e incluso de Robert Coover en el futuro; e, igualmente, gracias a Sexto Piso estamos viendo la aparición de la obra literaria del gran William Gaddis, Kurt Vonnegut y, ahora, de John Barth. De hecho, estamos hablando de la que siempre se ha considerado la obra maestra del escritor y prometen más obras de él en adelante. No puedo más que relamerme los dedos y desesperarme con la (gozosa) espera.

“El plantador de tabaco” (“The Sot-Weed Factor”) fue publicada en 1960 e inicialmente Barth la concibió como la conclusión a una trilogía nihilista, siendo las dos primeras novelas de la trilogía “The Floating Opera” (1956) y “The End of the Road” (1958); y tomó su título del poema “The Sotweed Factor, or a Voyage to Maryland, A Satyr” de 1708 realizado por el poeta inglés Ebenezer Cooke (c. 1665-c.1732) del que prácticamente no se sabe nada.

Resumiendo a grandes rasgos la trama, la novela (ubicada en la década de 1680 a 1690 en Londres y Maryland) es una narración épica satírica de la colonización de Maryland basada en la vida ficcionalizada de Ebenezer Cooke; honrado con el título de Poeta Laureado de Maryland, y al que se le manda para cantar las alabanzas del proceso y que vivirá una serie de aventuras en su viaje a la colonia ( ¡y en ella!) mientras preserva, con no pocos problemas, su virginidad intacta.

Barth también tenía la idea de dar un epitafio al poeta, en sus propias palabras: “The Sot–Weed Factor began with the title and, of course, Ebenezer Cooke’s original poem. . . . Nobody knows where the real chap is buried; I made up a grave for Ebenezer because I wanted to write his epitaph”. 

A pesar de lo comentado, el resultado final fue por otros derroteros. Como dijo Barth en 1994: “Looking back, I am inclined to declare grandly that I needed to discover, or to be discovered by, Postmodernism.” (“Mirando atrás, me inclino a pensar mayormente que necesitaba descubrir, o ser descubierto por el Postmodernismo”). A partir de ese momento, de hecho, las obras de los períodos siguientes se inclinarían cada vez más a la fabulación, la metaficcionalidad, en conclusión: lo postmoderno.

Tras leer la obra, no puedo más que estar de acuerdo con lo anterior. Y me gustaría incidir en lo que considero sus virtudes, aquellas características que la hacen tan especial y, por qué no decirlo, una obra imprescindible del postmodernismo y, extendiéndolo aún más, de la literatura universal.

En primer lugar hay que tener en cuenta la estructura: la trama principal, ese tour de force de nuestro querido poeta, se convierte en un juego de cambios de identidad, mascaradas y equívocos altamente humorísticos por momentos que alternan con digresiones, historias dentro de historias e incluso listas (esotéricas, ingredientes de comidas, insultos…). Se puede comprobar fácilmente cómo la historia comienza de una manera más realista (como en sus obras anteriores) y va desencadenando una narración cada vez más postmoderna según avanza la obra: esas digresiones, esas historias dentro de historias, son elementos clásicos de este estilo. La novela toma como referencia los géneros (y formas) del siglo XVIII y las parodia, imita, recupera y reescribe: en esta parodia entran el Bildugnsrroman o relato de formación, el Künstlerroman o relato de formación de un artista y del género picaresco, convirtiendo toda la obra, en sí, en una farsa satírica de proporciones épicas. Luego volveré sobre este tema, ya que hay que indicar para qué le sirve esto.

En este texto que pongo a continuación de la fabulosa traducción de Eduardo Lago (que además hace el prólogo y de la que proceden todos los textos que voy a reproducir) para esta edición de “El plantador de tabaco” de Sexto Piso, encuentro dos hechos reseñables:

“En los años finales del siglo XVII había entre los juerguistas y petimetres que frecuentaban los cafés londinenses un individuo delgaducho y zanquilargo llamado Ebenezer Cooke, con más ambición que talento y, sin embargo, más talento que prudencia, el cual, al igual que sus compañeros de juerga, que en teoría estaban educándose en Oxford o Cambridge, encontraba en los sonidos de la madre lengua inglesa más un motivo de juerga y diversión que algo con sentido, con lo que se podía trabajar y, en consecuencia, en lugar de entregarse a los sinsabores de la erudición, el tal Ebenezer aprendió el arte de versificar, dando en desgranar, conforme a la moda de entonces, cuadernillos de pareados plagados de Joves y Júpiteres espumeantes, entre el estruendo de las rimas estridentes y símiles que de tanto tensar la cuerda, a punto estaban de romperla.”

Uno, sin dudarlo, el estilo, que imita las formas de novelas anteriores de Fielding, Sterne y su “Tristan Shandy” o de Samuel Richardson; requiere mayor esfuerzo lector por lo estrambótico, por la réplica del estilo antiguo; pero compensa debido al increíble lirismo de cada descripción, a la minuciosidad narrativa, al humor que destila en cada palabra, en cada metáfora. Una joya, de la que no te cansas y que te ayuda a disfrutar aún más. Dos, los personajes, este es el primer párrafo y asistimos a la presentación, cuál Quijote, de este poeta “de pelo y ojos claros, huesudo, los pómulos hundidos” “hombre garza, de patas flacas y pico largo, caminaba y se sentaba con pose descoyuntada; su porte mismo era una sorpresa angulosa, cada uno de sus gestos, una semiagitación.”

El triángulo de protagonistas que forma junto con Henry Burlingame (que en algún momento llegué a identificar con Sancho Panza) y la hermana del poeta, Anna, llevan el peso de buena parte de la obra y son parte de su encanto;  sin perder de vista al criado traidor, Bertrand, que le pone en más de una situación comprometida y a Joan Toast, una suerte de Dulcinea grotescamente desahuciada, a la que ama sin reparo:

“-¡Y vos sabed que os amo por ser mi salvadora y mi inspiración! –repuso Ebenezer-. Pues hasta esta noche en que habéis venido a mí, jamás fui hombre, sino un mero patán chocho y un currutaco; y hasta el momento en que os abracé jamás había sido poeta, sino poetastro fatuo y huero. Con vos Joan, ¿qué proezas no ejecutaré? ¿Qué versos no escribiré? […] Despreciadme, Joan, que entonces seré un loco egregio, un don Quijote que se tambalea por causa de su ignorante Dulcinea; pero aquí os desafío (si tenéis la vida y el fuego y el ingenio suficientes) a que me améis sinceramente, como yo os amo a vos, y entonces lucharé contra gigantes de verdad, y los sojuzgaré. Amadme y os juro lo siguiente: ¡Yo seré Poeta laureado de Inglaterra!”

No se puede negar la influencia “cervantina”, patente en ese protagonista y en sus compañeros; el ser conocedor del texto ayuda a disfrutar aún más de esta reescritura en clave satírica. También la “Ilíada” de Homero es musa inspiradora y nos lleva al hilo principal de la obra que además se convierte en otra cualidad reseñable:

“¿Hubiera tenido el mundo noticia alguna de Agamenón, o del fiero Aquiles, o del ingenioso Odiseo, o del cornudo Menelao, o del circo, todo lleno de griegos y troyanos que se iban pavoneando por ahí, de no ser porque el gran Homero habló de ellos en verso? ¿Cuántas batallas de mayor importancia creéis vos que se han perdido en el polvo de la historia por falta de un poeta que las cantara para la posteridad? […] Los héroes perecen, las estatuas sucumben, los imperios se desmoronan; pero la Ilíada se ríe del tiempo, y los veros de Virgilio son hoy tan verdaderos como el día en que fueron compuestos. […] ¡Sería una composición épica como jamás se ha escrito ninguna! ¡La Marilandíada, por mi fe!”

De la Ilíada deriva en esa “Marilandíada” y nos muestra su interés por ensalzar la labor del poeta y de la literatura en general como atestiguan estos momentos:

“Entre todas las artes y ciencias la literatura era la única que tenía como dominio propio el campo entero de la experiencia y el comportamiento humanos (de la cuna a la tumba y aún más allá; del emperador a la puta barata; desde la quema de ciudades hasta el modo de luchar contra el viento), así como los problemas de toda magnitud que afectan al hombre.” “¿Quién tiene más necesidad que el poeta de todos los dones divinos? El poeta posee el ojo del pintor, el oído del músico, la inteligencia del filósofo, la persuasión del letrado; cual un dios atisba el alma secreta de las cosas, la esencia que se oculta bajo la forma de las mismas, su más recónditos recodos. Cual un dios conoce las fuentes del bien y del mal: ve la semilla de la santidad en la cabeza de un asesino, el gusano de la lujuria en el corazón de una monja. Y aún voy más lejos: así como el poeta es entre los caballeros como una perla entre piedras pulimentadas, así también debe el Laureado ser un diamante  entre las perlas, un príncipe entre los príncipes.”

“¿Quién tiene más necesidad que el poeta de todos los dones divinos? El poeta posee el ojo del pintor, el oído del músico, la inteligencia del filósofo, la persuasión del letrado; cual un dios atisba el alma secreta de las cosas, la esencia que se oculta bajo la forma de las mismas, su más recónditos recodos. Cual un dios conoce las fuentes del bien y del mal: ve la semilla de la santidad en la cabeza de un asesino, el gusano de la lujuria en el corazón de una monja. Y aún voy más lejos: así como el poeta es entre los caballeros como una perla entre piedras pulimentadas, así también debe el Laureado ser un diamante  entre las perlas, un príncipe entre los príncipes.” 

 “¿Quién lee mejor el corazón de los hombres, el filósofo o el poeta? ¿ cuál de los dos está en más estrecha armonía con el mundo?”

Me gusta la idea de esta defensa del arte literario pero no por el arte, sino como único repositorio del testimonio y la experiencia  de la humanidad; y del poeta como focalizador de todo lo que proviene de Dios, al menos lo virtuoso, poniéndolo incluso por encima de la filosofía. Es lógico, por otra parte, esta afinidad; no en vano la literatura es mi mayor pasión y esta idea está cargada de romanticismo literario.

Barth, nada ajeno a la tradición norteamericana, no se olvida en esta obra de señalar uno de los temas más recurrentes en la literatura norteamericana: la identificación del protagonista con Adán:

“Me refiero a que lo que vos estáis haciendo es volver a representar la historia de Adán. Tanta importancia le concedéis a vuestra inocencia que por causa de la misma habéis perdido vuestro paraíso terrenal. Pero aún he de llevar esta idea más lejos: vuestra aventura no solo os ha dejado sin hogar, sino que al igual que sucedió con Adán, habéis probado vuestro primer bocado de Sabiduría y experiencia; de ahora en adelante no os será fácil coger frutos con que llenaros las tripas sino que ganaréis el pan con el sudor de la culpa, como hacen las masas humanas. Vuestro padres, si lo conozco bien, no dejará pasar esta ocasión de expulsaros del jardín del Edén.”

Este Adán americano, es colonizador, hombre hecho a sí mismo, ahí está el Sueño Americano.

Me encanta cómo la obra, ya lo indiqué anteriormente, va avanzando en forma y temas, y evoluciona del realismo al postmodernismo; los momentos en los que me di cuenta de ello empiezan a aconteceren la parte final aunque empiezan con la falibilidad del recuerdo:

“-En suma, pues: ¿se es lo que se recuerda?

-Sí –convino Ebenezer-. O mejor yo no sé lo que soy, pero sé que soy y que he sido merced a la memoria. El recuerdo es el hilo que ensarta los abalorios, constituyendo el collar; o como el hilo de Ariadna, del cual hizo entrega el ingrato Teseo: indica qué camino he seguido por el laberinto de la vida, me vincula con el punto de partida.” (ese recuerdo, esa memoria se torna aún más falible según se avanza en la obra, por los trastornos de identidades)

Y se extiende a la propia realidad como vemos en este diálogo entre Burlingame y Ebenezer:

“Sólo quería dejar bien sentado que toda aserción sobre el tú y el yo, incluso de cara a uno mismo, es un acto de fe imposible de verificar” a lo que Ebenezer responderá anonadado “¡Santo cielo, tu discurso me ha robado los símiles: no conozco nada que sea inmutable y seguro!”: la realidad que conocemos, fragmentada, es irreal, nunca podemos conocerla de manera absoluta e inmutable, se resquebraja: “-¡Todo esto es sumamente cambiante y confuso! […] ¡Nadie es quien ni lo que yo creo que es! -Pasan muchas cosas –asintió crípticamente el criado- que a gentes como vos y como yo se nos escapan. Maldita sea si las cosas son los lo que aparentan.”

Realidad, apariencia y recuerdo se mezclan cada vez más y a la luz de este relativismo, se enfatizan cosas menos universales. Lejos todavía del inicio del postcolonialismo que surgiría en 1978 con la obra de Edward Said “Orientalism”; Barth, con todo lo indicado anteriormente acomete una reescritura postcolonialista de los clásicos para modificar y subvertir el diálogo tradicional; de ahí el uso de la parodia y la ironía; todo se convierte en una farsa, sólo hay que ver el segundo nivel de lectura que nos da con los fragmentos de los diarios íntimos de sir Henry (de 1608), que van pintando la historia del antepasado de Henry y que no es más que una reescritura del cuento de John Smith y Pocahontas aunque con “algunas diferencias” como podemos ver en este párrafo:

 “Comenzó entonces Attonce a darse de palmotadas en la panza con el fin de despertar un mayor apetito de viandas y, en viéndolo, otro tanto hizo Burlingame, hasta que el estruendo de las tripas de uno y otro resonó por sobre las ciénagas como fragor de volcán. Acto seguido, Attonce, cruzado de piernas, dio en rebotar con las posaderas sobre el suelo, para agradar aún más su apetito; hizo otro tanto Burlingame que no daba cuartel a su rival, y la misma tierra entremecíase bajo el peso de sus espantables traseros. […] Y ansí estuviéronse  un buen espacio, efectuando numerosos rituales con que azuzaban el hambre, en tanto nuestra compañía los observaba, atónita, sin saber qué estaban presenciando, e los salvages batían palmas e danzaban en derredor, y Pokatawetussan miraba con lascivia a uno y otro rival.”

En clave de humor, la lucha entre los dos comilones dará un ganador que desflorará a Pokatawetussan. Esta visión desarma el porte apuesto y viril de una persona de principios, un gran americano, para igualarlo con la tribu de indios; es insólito, pero se produce durante el texto una lectura en contra del imperialismo británico dando aún más importancia a los personajes de otras razas y poniendo a los colonos al nivel de los indios.  Por si no nos quedara claro, en la parte final el norteamericano clarifica la reescritura del texto:

 “Otrosí fue tan osado que me mostró una relación escrita donde se refería cómo salvó a Pocahontas , cuya relación pensaba incluir en su mendaz Historia; aquella versión no hacía mención ninguna de la infamante desfloración de la princesa, sino meramente daba a entender que la doncella había sucumbido al porte viril y hermoso rostros de mi capitán. Así pues yo debía fingir que creía en aquella farsa burlesca y fue ello mismo lo que hame movido, con la esperanza de así apaciguar mi angustiada consciencia, a llevar a cabo aquesta relación verdadera en mi diario, en cuyas páginas ruego a Dios jamás pose mi capitán sus lúbricos ojos.”

La dicotomía “history-story” se hace presente, cobrando aún mayor importancia la segunda parte (“story”, esos cuentos dentro de otros cuentos)  debido a la falta de fiabilidad de la primera.

En un principio pensé sobre todo en lo anterior como motivo principal de la obra, sin embargo, ya acabando el libro me encontré con esto:

“El plantador de tabaco gozó de una popularidad constante entre las gentes de letras de Londres, bien que no era la clase de popularidad que hubiera deseado su autor. Los críticos lo consideraban un buen ejemplo de la clase de farsa satírica entonces en boga; elogiaban la rima y el ingenio; aplaudían las caracterizaciones y lo grotesco de la acción…, pero ni uno solo se tomaba en serio el poema.”

En un texto como este donde todo es farsa, ironía y parodia, ¿podría pensarse que precisamente nos quería mostrar algo serio? Según el texto de Edmund Fuller “The Joke is on Mankind” para el New York times, con el que estoy bastante de acuerdo, quizá el autor quería expresar a través de esta obra lo que es la humanidad: una sátira, un conglomerado de fragmentos que a veces no se pueden discernir y que constituyen, como nuestras vidas, una (tragi)comedia en sí mismos.

Infinitas posibilidades y reflexiones las que nos ofrece esta obra que, en mi opinión, es capital e imprescindible. Una obra mastodóntica que constituye un hito único por su influencia posterior y, cómo no, por sí misma. Necesitamos más de John Barth.

Resumen de junio y….vacaciones, aprovechando el estío

Verano, calor, y, sobre todo… ¡vacaciones!

Debido a esta circunstancia, altamente saludable y recomendable, no me va a quedar más remedio que tomar un descanso en el blog también. Sobre todo porque no se puede estar administrando  desde otros sitios tan fácilmente y no me voy a llevar el portátil para hacerlo. Eso sí, os aseguro que no faltarán lecturas aprovechando el fantástico descanso.

El mes de junio se saldó con una buena cuota de lecturas que resumo a continuación:

“La muñeca ciega” de Giorgio Scerbanenco; lo que tienen las portadas, por esta en particular habría apostado, y más de uno lo haría también, por una novela más cercana al terror; nada más lejos de la realidad, ya que se trata de una historia de detectives con algún elemento original en la forma de desencadenar la resolución. Muy recomendable.

“Luther: el Origen” de Neil Cross, hablé de él, junto con el de “Little Boy Blue” de Edward Bunker. Mezcla excelente de “hardboiled” del bueno.

“Una canción del ser y la apariencia” de Cees Nooteboom, lo exploré en su enlace en profundidad. Este mes he avanzado mis lecturas pendientes del holandés.

“Noctuario” de Thomas Ligotti, terror muy alejado de lo cotidiano, gran heredero de Poe y Lovecraft, jugando con lo indeterminado y con las imposibilidades de la realidad. Interesante propuesta y, sobre todo, distinto a lo habitual.

“Mokusei/El buda tras la empalizada” de Cees Nooteboom, ficción exótica en Japón y Thailandia, ya hablé largo y tendido sobre ellos.

“La jugada maestra de Billy Phelan” de William Kennedy, todo un microcosmos de la sociedad norteamericana especificado en la ciudad de Albany con las relaciones entre sus habitantes y el hampa de fondo. Mafiosos, tramposos y el juego a través de la figura del superviviente Billy Phelan.

“La promesa de Kamil Modracek” de Jiri Kratochvil, una de las grandes sorpresas de lo que llevamos del año, ojito a la mezcla de novela policíaca, humor negro y juegos metaliterarios en una novela magistral que tiene en Nabokov a uno de sus protagonistas. Me extenderé en una reseña en no mucho tiempo. Lo merece.

“En las montañas de Holanda” de Cees Nootebom, ya lo comenté en el post que le dediqué, quizá es una de mis obras favoritas del autor y una estupenda puerta de entrada a su literatura.

“La historia siguiente” de Cees Nooteboom también, novela corta de una dificultad en el fondo bastante considerable, espléndida en ejecución, difícil de recomendar.

“El matrimonio de la señorita Buncle” de D.E. Stevenson, buena muestra de humor costumbrista inglés aunque no tan ambiciosa y redonda como el primer libro que salió de la autora.

“Eidolon” de Jane Johnson, olvidable pastiche que mezcla todo tipo de historias que se han contado mil veces. Un pequeño desastre.

“Zurbarán. El pintor del misticismo” de Cees Nooteboom, libro de arte, más que obra de literatura. Hermoso en demasía.

“Autorretrato de otro” de Cees Nooteboom y Max Neumann, experimento narrativo que mezcla dibujos y poesía en prosa, estimulante y diferente muestra del buen hacer de nuestro Cees.

“Entre moros y cristianos” de Daniel Pennac, entrega de la familia Malaussene que se había quedado inédita hasta este momento; es una maravilla encontrarse con estos personajes de nuevo, aunque no llegue a lo sublime que supusieron algunas de las anteriores entregas.

“Así pudo ser “ de Cees Nooteboom, otra muestra de su eclecticismo, esta vez en una muestra de poesía.

“Cómo ser europeos” de Cees Nooteboom, recopilación de ensayos con su preocupación por el “europeísmo” de fondo. De una clarividencia meridiana.

“Los relámpagos de agosto”  de Jorge Ibargüengoitia, cómo utilizar la ficción para explicar la realidad; en este caso la revolución mexicana, y encima con un humor a prueba de bombas.

Buena cosecha ha sido lo resultante. Aunque parezca mentira Julio ha empezado inmejorablemente con “Un paraíso inalcanzable” de John Mortimer y, a partir de ahí, se ha desencadenado lo que he denominado efecto “Plantador de Tabaco”:

 2013-06-22 20.46.07

 La verdad es que la novela de Barth es un “tochazo” considerable que está provocando las siguientes consecuencias:

-Desarrollo de los bíceps del brazo izquierdo (el que uso normalmente para trasladarlo).

-Reducción drástica del resto de lecturas.

-Adicción extrema a la narrativa del norteamericano.

-Hedonismo puro y duro ante el “estilazo” del autor.

A la vuelta de vacaciones tocará, como no puede ser de otra manera una reseña para esta joyita recién recuperada por la editorial Sexto Piso y que promete ser uno de los libros del año.

¡¡¡¡Buenas vacaciones para todos!!!!

“Ágape se paga” de William Gaddis

Ya hablé largo y tendido sobre William Gaddis en este post  y su obra en particular a propósito de “Gótico Carpintero”. Ahora me extenderé sobre la otra obra disponible, más o menos fácilmente: “Ágape se paga”, novela publicada póstumamente cuatro años después de la muerte del escritor y que tenemos también en la edición de Sexto Piso.

agape se pagaPara resumir de lo que trata esta peculiar obra, Rodrigo Fresán, en el prólogo de la edición comenta lo siguiente muy acertadamente:

“Jack Gibbs, figura de reparto en JR y narrador en Ágape se paga, se dirige a nosotros desde su lecho de muerte y no es un narrador feliz. Su cuerpo le ha traicionado y el mundo es una mierda y está dominado por tecnócratas. Y su novela –en la que lleva trabajando años- se deshace en pedazos sueltos e inconexos.[…] Queda poco tiempo para volver a afirmar lo mismo de siempre: la tecnología jamás podrá suplantar la creatividad de los hombres. Así que adiós a la puntuación convencional y hola al libre fluir de conciencia y a la libre asociación de ideas que le permiten al narrador invocar tanto a Glenn Gould como a John Kennedy Toole, Miguel Ángel o Tolstói, para destilar una pócima mágica, un tónico para intentar conseguir el ágape: la amorosa sensación de ser uno con el mundo celebrado por los primeros y nada burocráticos escritores cristianos.”

Contrariamente a la anterior obra, en esta delicatessen tenemos un monólogo interior donde hay un flujo de pensamientos continuos, las ideas se entremezclan unas cosas, los signos de puntuación desaparecen irremediablemente, el fracaso del protagonista refleja el triunfo de Gaddis al acercarse cada vez más a la entropía, el tema pynchoniano por excelencia.

El escritor Rick Moody en el prólogo define a Gaddis “no como una celebridad literaria sino como un enemigo de la celebridad literaria, un escritor que muy raramente daba entrevistas, nunca leía en público, no escribía frases para las portadas de los libros de otros ni asistía a las fiestas del ambiente”. Y nos da una pista para afrontar la terrorífica prosa del escritor norteamericano: “que la mejor manera de comprender y apreciar a Gaddis es leerlo rápido y sin detenerse a pensar demasiado en lo que no dice.” Yo añadiría una segunda fase, la de releerlo para pillar todo lo que nos quiere contar:

“No, pero.. vamos a ver; todo esto tengo que explicarlo, porque no sé, no sabemos cuánto tiempo queda, y tengo que ponerme a trabajar en el, terminar esta dichosa obra mientras por qué me habré traído todo este montonazo de libros notas papeles apuntes recortes y a saber cuántas cosas más, a ver si lo pongo en orden y me organizo cuando divida estas propiedades y proceda al reparto y me quite de encima todo el follón y me libre de las preocupaciones concomitantes y sincomitantes mientras aquí me tienen retenido para abrirme en canal y rebañarme los dentros y coserme o graparme o lo que sea, maldita sea, mira qué pierna tengo, que ni es pierna ni es nada, recosida y grapada como esa antigua armadura japonesa que hay en el comedor, que es como si me hubieran desmantelado desguazado despiezado, casas, edificios adyacentes, establos, invernaderos y esto con todas las dichosas decisiones y distracciones que he tenido con los títulos de propiedad recalificaciones catastros y demás vainas, todo esto tiene que estar en este montonazo en alguna parte a ver si lo pongo en orden y zanjo toda esta historia antes que todo se derrumbe y lo engullan todo los abogados y el fisco como todo lo demás, que a fin de cuentas de eso se trata, de eso se trata mi obra, del derrumbe de todo absolutamente, del sentido, del lenguaje, de los valores, del arte, del desorden y de la dislocación que se ve por todas partes por donde mires y aunque no quieras mirar, la entropía que todo lo anega todo a la vista lo cubre, diversión y tecnología y cada crío de cuatro años con su ordenador, cada cual es el artista de sí mismo y de dónde ha salido todo esto, el sistema binario y el ordenador o computadora que se decía, de dónde ha salido la tecnología, eso lo primero ¿o es que no te das cuenta? […]

El anterior párrafo es tan paradigmático del estilo que asombra a pesar de lo que te esperes. Según los párrafos avanzan, Gaddis usa la música, en la figura de la pianola y su evolución, como hilo conductor de ese pensamiento, se suceden las reflexiones musicales y los compositores aparecen y desaparecen por las páginas (desde Wagner y Debussy a Grieg):

“Lo más emocionante de la música es tocarla cada cual por sus propios medios. Es la propia participación lo que más emociones suscita.”

El autor estaba, al final de su vida, obsesionado con lo artístico, con esa creatividad de la que hablaba Fresán y que nunca podrá sustituir a la tecnología, hay aquí un punto muy en común con otro compatriota suyo, Delillo. Él desprecia, a través de Gibbs, la falta de autenticidad:

“Ustedes denles a elegir, señor Benjamin, y la masa siempre escogerá la falsificación. ¡Escoger la falsificación, señor Huizinga! La autenticidad se borra de un plumazo, se borra del todo, señor Benjamin.”

“[…] estos ventrílocuos y yoes extraíbles extraídos que se crían y se clonan para su reproducción porque ese es el meollo de la cuestión, es ahí donde se pierde lo individual, donde desaparece lo único, donde la autenticidad se pierde no solo la autenticidad sino todo el concepto de autenticidad, ese amor por la belleza de la creación antes de ser creada que eso, ¿no era Chesterton? Esa fusión natural de la vida creada en esta creación en amor que la trasciende, una celebración del amor creado que llamaban ágape, la fiesta del amor en los primeros tiempos de la iglesia, eso es. Eso se ha perdido, eso hay que pagarlo, lo que no se encuentra en estos productos de las artes imitativas que están hechos para su reproducción a gran escala […]

Cree que las artes imitativas, sin autenticidad, han ocasionado la pérdida de ese estado primigenio maravilloso, “el ágape de los primeros cristianos”, que es casi imposible conseguir encontrarlo en el mainstream, sin embargo, sí cree que la música, tan presente en su obra, por encima de la literatura que el considera que ha perdido esa comunión inicial, puede conseguir que lleguemos a ese estado:

 […] “La música te transporta a otro estado del ser que no es el que te corresponde, sentir cosas que en realidad no sientes, entender cosas que en realidad no entiendes, ser capaz de hacer cosas que en realidad no eres capaz de hacer, sí, eso lo transforma eso te transfigura a ti en ti mismo en el yo que puede hacer más. Esa era Juventud con su intrépida exuberancia cuando todo lo que se dice todo era posible perseguida por Vejez donde estás ahora, mirando atrás a lo que destruimos, a lo que arrancamos del yo que podía hacer más, y su obra que se ha tornado mi enemigo porque de eso es de lo que puedo hablarte, de esa Juventud capaz de todo.”

Esa música capaz de llevarte de la decadencia de la Vejez a la frescura de la Juventud, capaz de todo en la vida. En fin, Gaddis, muy grande. Esperando con muchas ganas pintar su figura completa con la publicación de sus próximas obras.

“Gótico Carpintero” de William Gaddis

Consideraciones sobre el autor, su obra y cómo llegué a conocerla:

1)      Sobre cómo llegué al autor: labor inestimable de varios blogueros que empezaron a hacerse ecos de él, muy especialmente por la insistencia de Javier Avilés  y su excelente blog “El lamento de Portnoy” , una de las mejores referencias literarias y de cultura actuales que deberíais visitar ineludiblemente.

2)      Sobre el autor y su figura: William Gaddis (1922-1998) es uno de esos autores del que se sabe más bien poco; lo que aparece en la wikipedia inglesa es más bien escaso; perfil esquivo con respecto a su vida privada, muy asociado a otros literatos como Salinger y Pynchon, de hecho, se le llegó a confundir durante un tiempo con un alter ego del segundo. No se le estudia en filología inglesa y, sin embargo, es uno de los primeros y más importantes escritores postmodernistas por su obra “Los reconocimientos” (“The recognitions”) de 1955, antes de cualquier obra de Pynchon, por ejemplo.

3)      Sobre sus obras y su edición en España: era un escritor lento a la hora de plantear sus obras; en vida solo publicó cuatro (“Los reconocimientos”, “JR”, “Gótico carpintero” y “Su pasatiempo favorito”); póstumamente se publicaron otras dos “Ágape se paga” y su colección de ensayos inédita en España “The Rush for Second Place”. Sexto Piso está acometiendo la labor de publicarla al completo, pero por ahora solo están disponibles “Gótico Carpintero”, objetivo de este post, y “Ágape se paga” que llegará en uno posterior. Y nosotros aplaudimos a pesar de la tensa espera.

goticocarpintero4)      Sobre la obra en cuestión, esta y las siguientes consideraciones: En el prólogo de Rodrigo Fresán de “Ágape se paga” comenta sobre “Gótico carpintero”(“Carpenter’s Gothic) (1985) que se trata de la más breve y normal de sus novelas aunque Gaddis siempre consideró “The recognitions” como la más “accesible”. “Gótico carpintero” es romántica y oscura, una love story infeliz y contaminada por los virus del país donde transcurre y los sermones de un predicador mediático y corrupto. Gaddis admitió que se trataba de “un ejercicio de estilo” donde “los problemas planteados pasan más por la técnica y la forma. Lo que yo quería hacer era escribir un libro más corto, uno que se concentrara en las unidades del tiempo y del espacio al punto de que todo, aunque se expandiera al mundo entero, sucediese dentro de una casa, una casa de campo, con pocos personajes y durante un breve período. También quería trabajar con varios clichés de la ficción e intentar revitalizarlos. Así es como tenemos al hombre mayor, la mujer joven, el matrimonio viniéndose abajo, el adulterio obligatorio, la habitación cerrada, el misterioso desconocido y todo eso”. Así, es el libro más cómodo de Gaddis pero, también, el más siniestro. Desde luego la obra contiene esa siniestralidad inherente; eso sí, será cómodo, pero no para la mayoría; también estimo que el tema era importante, en esta obra más allá del estilo, por lo que comentaré más adelante.

5)      El estilo: el autor juega en esta obra con dos tipos de formas de narrar; la trama avanza a través del diálogo de los personajes, una especie de diálogo que se estructura como un monólogo interior muy sorprendente que nos hace permanecer realmente atentos a la narración ya que se producen muchas elipsis, sutilezas, pérdidas de la puntuación habitual, momentos que el lector tiene que completar mediante la información que el escritor nos va dando; es lento, laborioso y, desde luego, dificultoso en ocasiones; pero, sin duda, está muy bien realizado como se puede ver en la siguiente muestra:

“-Ahora espere un momento, espere… -sus ojos redondeados se clavaron detrás de ella, bajaron por la parte delantera de la blusa que se había puesto, volvieron a los de ella-. No me importa nada a quién se la esté metiendo últimamente, solo pasaba a charlar con él. Déle un mensaje cuando lo vea, por favor. Dígale que Lester se pasó a charlar un rato.

-Dígale Lester, eso es todo… -retiró  la punta de la bota-. Él sabe quién soy… -y ella pudo cerrar la puerta, observó el enérgico pavoneo de las larguiruchas piernas color ocre que cruzaban la calzada negra, seguía ahí cuando un coche negro arrancó desde detrás del seto de arriba con un remolino de hojas y dejó planchado el recogedor en la curva colina abajo. De vuelta en la cocina, la radio alertaba de que treinta y cinco millones de norteamericanos eran analfabetos funcionales y otros veinticinco millones no sabían leer en absoluto y ella la apagó de un manotazo, llenó una jarra para regar las plantas y derramó un poco de agua al lanzarse a por el teléfono, a por un lápiz, a por cualquier cosa que sirviera para escribir-. Sí un segundo –abrió la guía de aves y apuntó el número debajo de la serreta mediana. Estaba otra vez arriba en el dormitorio abrochándose una blusa limpia cuando sonó la cadena del cuarto de baño de abajo-. ¿Paul?”

6)      Más sobre el estilo: los momentos más descriptivos/contemplativos recobran la puntuación habitual y se vuelven en momentos de lirismo evocador que dan seguridad al lector; es una paradoja que lo que menos avance sea lo que más nos estabilice: “Pero el viento le devolvió sus palabras, soplaba desde el río, agitaba las hojas a ráfagas mientras él las apartaba rastrillando con los dedos, alas destrozadas, el manto embarrado, apenas distinguible tras la protectora coloración de la muerte, se levantó con las llaves y miró colina abajo donde la figura se hacía cada vez más pequeña contra el viento, y después se agachó para coger al pájaro por una pata y llevárselo manteniéndolo a cierta distancia en dirección a la puerta.” “El río había quedado oscurecido por la abundante niebla que se cernía desde la mañana, haciendo que la ascensión lenta del cartero por el negro afluente de la carretera pareciera la deriva de una figura remolcada por el agua, arrastrada sobre una corriente estable junto a la orilla repleta de hojas hacia el escalón que sobresalía allí como un embarcadero donde ella ya se había precipitado, como por casualidad, para interceptarlo antes de que llegara al buzón; donde ahora, otra vez limpiando el espejo del recibidor con bolas mojadas de papel de cocina, con el ceño fruncido reducía a una sombra distante el paso torpe del anciano que estaba ahí fuera en la esquina con su recogedor aplanado. La lluvia, al cabo de dos días, había hecho caer hojas por todas partes, incluso una rama arrancada que flotaba en la oscura corriente que se alzaba bajo la ventana donde sus movimientos se detuvieron abruptamente, abrió los ojos ante la marchita figura del impermeable que se acercó mucho a ella la miró a la cara. Cogió aire y recuperó el equilibrio, acababa de bajar del taburete cuando llamaron a la puerta. Abrió una rendija, vio los dobladillos deshilachados del impermeable, mantuvo la pierna abierta con el pie.”

7)      El nombre de la obra hace referencia a un estilo arquitectónico de casas y pequeñas Iglesias que se hicieron comunes durante el siglo XIX en Estados Unidos. Estas estructuras adaptaban elementos de ese tipo de arquitectura como las torres y los arcos apuntados  al tradicional tipo de construcción de madera que representaba claramente el paisaje americano. Pongo una foto a continuación para reflejar este estilo.

carpentergothiccasa

8)      No es descartable que este carpintero tenga que ver con el carpintero por excelencia, Jesucristo, y que quisiera extrapolar lo que refleja en la novela a la religión, no parece gratuito el siguiente párrafo entonces: “Y mientras su voluntad se afirmaba sobre mí, temblando, de repente escuché la voz de su profeta Isaías, cuando dice El carpintero toma las medidas con la cuerda, diseña la forma con el estilete, la trabaja con el cincel y la dibuja con el compás, y le da figura de hombre y belleza de hombre, para que habite en una casa. Y mientras reflexionaba sobre el sentido de esas palabras procedente de lo alto, ¡lo que había sido un día de doloroso luto se convirtió en un día de gloria! Porque ¿no preguntaron acaso, cuando Jesús llegó a Nazaret, no es este el hijo del carpintero? Aquel que construyó ese gran edificio para refugio de quienes son pobres, de quienes están agotados, de quienes buscan su verdad absoluta en la adversidad y la persecución, […] construyó con sus sencillas herramientas de carpintero y con los humildes materiales que tenía a mano, la casa de su padre, donde hay muchas mansiones.”

9)      Con referencia al punto 7, Gaddis refleja, paralelamente al derrumbamiento de la pareja protagonista, la decadencia de la casa, de estilo gótico carpintero, en la que viven, desvencijada, llegando a la ruina: “[…] Una casa antigua muy interesante, ¿sabes lo que es esto? –inclinó la cabeza hacia este lado, hacia aquel-. Es un ejemplo clásico de gótico carpintero del río Hudson, ¿lo sabías? -Lo sabía Lester. -Todo diseñado a partir del exterior, esa torre de ahí, los picos del tejado, primero lo dibujaban y luego se las apañaban para que cupieran las habitaciones… -ahora se lanzó a toda velocidad bajo la línea de la moldura del techo hasta el destartalado remate de escayola donde se encontraba con el arco del hueco del salón-. Ahí tienes una gotera… Haz que la reparen antes de que empeore […]”.

10)   Parece claro que ese derrumbamiento de la casa supone, extendiéndolo, el desmorone, del sueño americano, del mito de la sociedad norteamericana y del hombre hecho a sí mismo. La religión decadente, las construcciones, la propia pareja, la sociedad que se hunde. Reflejó, sin dudarlo, el momento que estaba viviendo en ese instante la sociedad, desde lo micro a lo macro.

11)   Un giro final: “[…] Pero está muy por encima de cosas como hurgarse la nariz ¿verdad? Está demasiado ocupado evitando que el azar determine su destino ¿verdad? -Ya has visto cómo acaba. -Sé cómo acaba. No acaba simplemente se desmorona, es mezquina y hueca como todos los que aparecen en ella ¿por eso la escribiste? -Ya te conté por qué la escribí, fue solo una idea de último momento, ¿por qué te molesta tanto joder? Esa novela es solo una nota al pie, un epílogo, buscando finales felices resulta que me veo involucrado con gente como tú y como Klinger.” En un último alarde, extiende el desmorone a la propia novela que está escribiendo, esta reflexión metaficcional trasciende a la literatura y cultura general norteamericana, llevándolo todo a sus últimas consecuencias; para nada la novela se queda en un simple ejercicio de estilo, muy al contrario, lo temático se convierte en algo inherentemente unido a esta demostración de estilo.

“Mientras los mortales duermen” Kurt Vonnegut

La vida del fallecido escritor norteamericano Kurt Vonnegut (1922 – 2007) no fue nada fácil desde que se alistó en el ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Durante las batalla de las Ardenas quedó tras las líneas enemigas y fue capturado por el ejército alemán y hecho prisionero en la ciudad de Dresde. Allí tuvo lugar en 1945 el bombardeo de la ciudad que quedó totalmente destruida y fue uno de los pocos que consiguió sobrevivir a la hecatombe. Estos sucesos influyeron en su obra indudablemente: de hecho el edificio en el que estuvo recluido (llamado por los alemanes Schlachthof Fünf), es decir, Matadero 5, serviría de inspiración para su novela homónima y que le haría mundialmente famoso.

Escogió como señas de identidad de su escritura la ciencia ficción, tanto en novelas como en relatos, la sátira y el humor negro. Estas señales están presentes en la excelente recopilación de cuentos cortos “Mientras los mortales duermen” que publica la editorial Sexto Piso tras la anterior  “Mire al pajarito”.

Se trata de una recopilación de dieciséis cuentos cortos que se han editado tras la muerte del escritor y en ellos tenemos relatos muy eclécticos que tratan de diversos temas. Así, en “Jenny”, el protagonista vive una apasionante relación con un frigorífico y esto le sirve a Kurt para elaborar una metáfora sobre la identidad y su imperfección (“Cariño vuelve a ser un ser humano imperfecto que vive entre seres humanos”). En la alegoría dixtópica que supone “La epizootia” plantea una sátira del capitalismo y de la sociedad de consumo. En el maravilloso “Besos a cien dólares” utiliza un diálogo para expresar la superficialidad inherente en nuestras vidas (“-¿Qué anda mal en el mundo? –Que todo el mundo presta atención a fotografías de cosas. Que nadie presta atención a las cosas en sí mismas.”), este mismo tema aparece en el relato cuyo nombre da título a la recopilación, pero en una historia navideña.  En “Sr Z” se sirve del matrimonio de los protagonistas para hablar de la madurez de la familia (“Fue un buen matrimonio para los dos. Fue el fin de la inocencia para los dos”).

Así se van sucediendo el resto de cuentos,  tratando sobre la búsqueda de la identidad, la madurez de la persona tras una pérdida, el paso de la niñez a lo adulto, el crecimiento a través del cultivo de los valores: la humildad, la sinceridad, la honestidad, etc. Y lo hace con sencillez, sin grandes artificios técnicos, los relatos no son enrevesados en forma, pero el fondo te llena plenamente. Esa magia de la narrativa breve que llega en lirismo e intensidad a la poesía.

Podemos decir que todos ellos conforman una novela de desarrollo. El mensaje que transmite, paradójicamente, es tan positivo que, si no fuera porque sabemos lo que le sucedió en su vida, no lo podríamos imaginar por sus cuentos. El quería sencillamente que el mundo fuera mejor, que no nos olvidáramos de soñar y de creer (“La realidad nunca fue suficientemente buena para él, es un soñador”).

Valoración del libro: